El asombro era
de su colegio
con su mollera
de privilegio.
Ya que ha salido
de él y adquirido
hartas nociones,
sólo pasea
Y zanganea,
por más sermones
que le predico.
¡Qué guapo chico!
Disputa chilla,
no hace bulla;
su tarabilla
nos aturullla.
Si con cariño
le digo: “Niño,
por Dios, no grites”,
echa dilemas,
y echa sorites
por ese pico.
¡Qué guapo chico!
A mi me asombra
la algarabía
de lo que él nombra
Filosofía.