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Georg Simmel – La Lucha

Si toda acción recíproca entre hombres es una socialización, que consiste en el estar uno-con-
otro, uno-para-otro, y también uno-contra-otro, La LUCHA ES UNA FORMA DE SOCIALIZACIÓN.

No hay que caer en el error de considerar a la lucha como la negación de la unidad. La lucha es
un remedio contra el dualismo disociador, una vía para llegar a la unidad, una síntesis de
elementos por contraposición, que juntamente con la composición, está contenida bajo un
concepto superior. La lucha niega la relación de indiferencia. Hay que comprender el DOBLE
SENTIDO DEL CONCEPTO DE UNIDAD: La unidad es la coincidencia y coordinación de los
elementos sociales, pero también las relaciones de dualidad. Simmel ejemplifica el dualismo
con los procesos del alma individual: cuando ante algunas cosas nos sentimos atraídos y
repelidos al mismo tiempo, se trata de un fenómeno unitario.

La lucha es un medio de SÍNTESIS ENTRE EL MONISMO Y EL ANTAGONISMO. Si bien las


relaciones de lucha no concretan la unidad por sí solas, colaboran con otras energías
unificadoras para constituir entre todas la unidad vital del grupo. Hay luchas que parecen
excluir la intervención de ningún otro aspecto. Cuando se orientan al aniquilamiento, el
aspecto unificador se reduce a cero, pero tan pronto aparece una consideración, un límite a la
violencia, nos encontramos ya con un aspecto socializador, aunque sea sólo de contención. El
ejemplo más extremo de la enemistad absoluta interior sea la esclavización del enemigo
prisionero.

Simmel busca abstraer las formas puras de la lucha. Otro caso extremo las luchas que se
originan exclusivamente en el placer de combatir, determinada por el terminus a quo subjetivo.
Entonces es imposible sustituirla por otro medio o forma, pues LA LUCHA CONSTITUYE SU
PROPIO FIN Y CONTENIDO, como si parecieran determinadas por un cierto instinto de
hostilidad. Un caso de ello son LOS JUEGOS DE LUCHA, que no contienen en su motivación más
que la lucha misma. La unificación que supone este tipo de lucha no entra en su motivación,
son una pura técnica, reglamentada rigurosa e impersonalmente.

Esta forma absoluta domina también LA CONTIENDA JURÍDICA, aunque sin igual pureza en sus
elementos que los juegos de lucha (acá ya existe un objeto de la contienda: el enérgico
sentimiento individualista de afirmar la personalidad ligada al patrimonio y sus derechos). En
esta lucha tampoco entra nada que no pertenezca a la lucha como tal y no sirva a su fin, SE
OPONE A LA SUBJETIVIDAD, se desarrolla de manera objetiva, puramente formal y profesional.
Supone como los juegos de lucha la unidad de las partes que descansan en una amplia base de
unanimidades y coincidencias entre los individuos, al someterse a la ley y a la autoridad común.

Otro sentido de la formalidad pura viene dato cuando las partes en lucha están penetradas por
un interés objetivo, diferenciado de la personalidad, cuando las partes persiguen una “verdad
científica”, LAS LUCHAS POR UNA CAUSA. Allí desparece el encono personal, pero puede
prestarse al radicalismo y la desconsideración.

Hay elementos que intensifican la lucha. Cuando la unidad es el punto de partida y el


fundamento de la relación y existe una comunidad anterior, la lucha suele intensificarse. EL
ANTAGONISMO RESULTA TANTO MÁS FUERTE Y AMPLIO CUANTO MÁS INCONDICIONAL ES LA
UNIDAD SOBRE LA CUAL HA SURGIDO y canto más ansiosamente se desea su superación. Hay
dos clases de comunidad: la de cualidades y la de colaboración. En las comunidades de
cualidades - los que tienen muchas cosas en común- la lucha suele ser más apasionada y
radical. Cuanto más comunidad, más fácilmente asociaremos nuestro yo total a cualquier
relación con ese otro y suele faltar el “respeto al enemigo”. En las comunidades de
colaboración por estar comprendidos en una misma conexión social más que de igualdad,
suele darse el fenómeno del odio social contra un miembro del grupo por implicar él un peligro
a la existencia del grupo. Las luchas que tienen lugar en grupos estrechamente unidos, suelen
ir más allá de lo que exige el objeto o interés de las partes, ya que intervienen el sentimiento
de que la lucha es también del grupo en su totalidad.

Un subcaso de la lucha dentro de una unidad son LOS CELOS, LA FORMA SUBJETIVA MÁS
RADICAL DEL ANTAGONISMO. Allí la relación se da entre el celoso y la persona por la cual
surgen sus celos frente a un tercero, contra el que surge el odio bajo el supuesto del derecho
interno a una relación intervenida. En los celos el sujeto cree tener derecho a la posesión
espiritual o física, al amor o veneración de una persona, derecho que es el contenido ideal o
legal de una unión. Es diferente a la envidia, que no se preocupa por el derecho, sino que se
orienta hacia lo poseído. Los celos se orientan hacia el poseedor.

Los celos le permiten generar otra especie tipológica, donde en el antagonismo o dualidad de
las partes intervienen un tercero afectado. Una clase particular que le interesa mucho a
Simmel es la forma DE LA COMPETENCIA. EN ELLA LA LUCHA ES INDIRECTA, ORIENTADA A UN
TERCERO, y su esencia es que los diferentes resultados dependen de la diferenciación de las
energías individuales en actividades que son prestaciones objetivas, y que la ganancia obtenida
por uno le sea negada al otro.

El vencimiento del adversario no implica la victoria, sino que hay dos combinaciones posibles
de victorias. A veces el objetivo o interés se logrará cuando se haya obtenido cierto valor
independiente de la lucha en sí misma, donde la culminación de la lucha no es la consecución
del objetivo. Otras veces la competencia se da sin luchar contra un adversario y la victoria no
es más que la realización de valores que están más allá de la lucha, como las competencias de
emulación del campo científico, o la competencia comercial ideal, donde la lucha se orienta
hacia la perfección de un servicio, y ello redunda en una ventaja de la unidad supraindividual.
En general el fin de la competencia suele ser el favor de terceras personas y ahí hay un
ENORME PODER SOCIALIZADOR, ya que obliga a los competidores a ligarse a un tercero,
conocerlo y satisfacerlo, A CONCENTRAR LA INTELIGENCIA EN EL PRÓJIMO. La competencia es
la lucha de todos contra todos, pero también la lucha de todos para todos. En el fondo no es
más que una técnica vital para la consecución de fines supraindividuales ante el problema
planteado por el manejo de una pluralidad de elementos, como lo es también el socialismo - la
cooperación centralizada y planificada.

Luego Simmel se pregunta cuánta enemistad entre sus elementos puede un grupo o círculo
soportar de acuerdo a su estructura y tamaño. En los grupos estrechos, señala que por su
intimidad puede soportar sin disolverse ciertas disensiones intestinas, pero a la vez se
encuentra amenazado por las discordias intestinas. En los grupos de grandes proporciones en
cambio hay dos estructuras que permiten la hostilidad: las uniones solidarias orgánicamente,
que permite compensaciones de energía, y por otro el asilamiento de las partes, que tienden a
soportar ellas mismas los esfuerzos y daños sin que sufra el todo.

Ahora bien LOS CÍRCULOS PUEDEN LIMITAR O PROHIBIR LA COMPETENCIA, en virtud de sus
intereses generales, o por causa de principios generales más allá de los intereses en cuestión.
Ejemplos de acuerdo a principios se dan en la familia y las organizaciones religiosas, o bien
cuando se organiza algún aspecto bajo la forma socialista. Otras veces no se elimina la
competencia, sino alguno de sus medios. Esas limitaciones pueden ser interindividuales, como
cuando los competidores acuerdan renunciar a ciertas prácticas bajo la forma del cartel. O
bien la limitación puede ser supraindividual, a través del derecho, limitando la competencia
desleal como forma de protección al consumidor, y por la moral, que regula la conducta según
normas ajenas a los intereses sociales, y subjetivas, y que entra en conflicto con la
competencia, que se orienta hacía lo objetivo, buscando eliminar los factores subjetivos.

También hay que ver no solo los procesos de unificación, sino también cómo se modifican al
interior cada una de las partes. Lo esencial de las partes en lucha es LA CONCENTRACIÓN DE
FUERZAS, el que lucha ha de recogerse en sí mismo, condensar sus energías. Excluyendo los
movimientos propios de los elementos, entregados a la autoridad absoluta de la instancia
central.

El estado de lucha aproxima íntimamente los elementos y los coloca bajo un impulso unitario.
LA LUCHA PUEDE SER CAUSA DE UNIFICACIÓN, unirlo por encima de las discrepancias, pero
por otra parte hace que esas discrepancias adquieran una claridad y decisión que antes no
tenían. Los grupos en estado de lucha no son tolerantes. Por eso es importante cierta
elasticidad de forma, para no prescindir de ningún elemento aprovechable.

A veces la lucha elimina y excluye de la unidad los elementos que pudieron borrar los límites
que la separan del enemigo, los indecisos, pero también por ese mismo proceso CONCENTRA
ELEMENTOS QUE SIN ELLA NADA TENDRÍAN EN COMÚN, muchos estados surgieron
históricamente así, la unidad nacida de la lucha continúa luego de culminada la lucha,
haciendo florecer otros intereses y energías socializantes. Hay otros efectos menos unificantes
en los casos en que una COALICIÓN SE HACE AD HOC entre enemigos, con fines defensivos:
alianzas para una sola acción, que se forman como una unidad total hasta culminar la lucha y
luego las partes vuelven a una existencia separada, como por ejemplo los ejércitos griegos
contra los persas, o bien agrupaciones que no se unifican totalmente y se unen solo en torno a
un fin, dejando las demás actividades fuera de contacto, como por ejemplo las asociaciones
patronales por rama de actividad. Por último a veces las unificaciones son asociaciones laxas
que están constituidas sólo por una igualdad de sentimientos, que pueden ser sentimientos de
una comunidad abstracta pero duradera – como ser “de clase obrera” – o bien concreta, pero
pasajera – la aversión de los pasajeros de primera sobre los de tercera - .

Otra manera de comprender la fuerza sintética es según la duración e intensidad de la


asociación. Allí es importante a la distancia entre los elementos que caracteriza los círculos
extensos el efecto unificador de la amenaza constante, crónica de una lucha latente.

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