LA CONSTITUCIÓN COLOMBIANA DE 1991, LA LIBERTAD Y LA
AUTONOMÍA
1. Libertad individual y autonomía
El énfasis en la defensa de las libertades individuales es característica del nuevo constitucionalismo. El mundo moderno occidental ha consagrado en los distintos ordenamientos jurídicos y políticos una gran preocupación por defender la libertad individual, sobre todo de la amenaza que se cierne hoy en día sobre ella: la tiranía de la mayoría. Efectivamente, en el pasado las distintas sociedades lucharon contra antiguas tiranías, como cuando se daba el gobierno de uno solo (una monarquía) o de unos pocos (una aristocracia). Antes de que los distintos pueblos asumieran democráticamente la dirección de sus propios destinos a través de los distintos mecanismos democráticos, estuvieron sometidos a distintas tiranías que imponían su voluntad sobre la voluntad popular. Pero hoy en contextos democráticos, cuando la posibilidad de una tiranía ha desaparecido, la principal preocupación que surge es respecto a la defensa de la libertad individual, sobre todo cuando las decisiones gubernamentales respaldadas en el principio de la mayoría van en contra de las libertades de las minorías. Es decir, en la actualidad las mayorías pueden, bajo criterios democráticos, imponerse por encima del individuo, restringiendo su libertad y su autonomía. Un ejemplo evidente de esta situación puede ser el siguiente. Imaginen que las mayorías en una población específica tienen unas particulares preferencias gastronómicas, son vegetarianos. Quizás bajo el argumento de que son la mayoría pueden democráticamente exigirles a todos los individuos que cambien su forma de alimentarse y así proscribir el consumo de carne. ¿Es legítima esta exigencia? El ejemplo puede parecer una obviedad, pero ¿qué pasa, por ejemplo, cuando las mayorías comparten otro tipo de costumbres y buscan imponerlas a los demás? A esto llamamos la “tiranía de la mayoría”, y corresponde a cuando las mayorías se imponen sobre los individuos restringiendo su libertad individual. Así las cosas, se hace urgente una defensa de la libertad individual de las acciones e imposiciones de la mayoría. 1.1 El problema de la libertad Hay muchas alusiones en la Constitución colombiana de 1991 a la libertad, de hecho, podríamos afirmar que no es fácil encontrar a alguien que no reconozca que la “libertad” es un valor jurídico que debe ser protegido y garantizado a todas las personas. Pero, ¿qué es la libertad? ¿En qué reside su valor? ¿Por qué es importante? Muchas personas cuando piensan en la “libertad” lo primero que les viene a la mente es pensar la “libertad” como un problema de locomoción, es decir, como la capacidad que tengo de moverme sin restricción alguna por cualquier espacio. Así, piensan que la libertad tiene que ver con la capacidad de moverme sin restricciones, luego, cuando no puedo hacerlo, es cuando tienen retenido o estoy preso, me han privado de la libertad. No están del todo equivocados quienes piensan así, de hecho, la libertad de locomoción hace parte intrínseca del problema de la libertad, pero va más allá de eso. Lo primero a la hora de hablar de la libertad es que no tiene que ver con un problema filosófico o religioso. No nos interesa adentrarnos en el problema de si los seres humanos somos libres, lo cual es un problema eminentemente filosófico o inquietarnos con la pregunta de cuál es la esencia de la libertad o la pregunta por el libre albedrío, etc. Todas estas cuestiones son muy interesantes, pero no abordan nuestra preocupación que tiene que ver con la libertad desde una perspectiva social y política. Efectivamente, la “libertad” entendida desde una perspectiva social y política tiene que ver con la cuestión de hasta dónde debe dejarse que un individuo actúe sin que el Estado o la sociedad intervengan en su acción y qué es lo que legitimaría que el Estado o la sociedad intervinieran. Me explico, el problema de la libertad puntualmente tiene que ver con la cuestión de hasta dónde es legítimo que el individuo actúe sin ningún tipo de restricción por parte de la sociedad o por parte del Estado, y a la vez, qué argumento legitima en qué momento puede el Estado o la sociedad intervenir la acción libre de cada individuo. El problema es enorme y a partir de él se puede pensar en muchos debates que atraviesa la sociedad contemporánea y que son evidentes en nuestro país. Primer problema, la legalización de las drogas. ¿Por qué debemos dejar que los individuos decidan consumir drogas libremente sin que el Estado o la sociedad interfieran en esta decisión? O, por el contrario, ¿qué legitima que el Estado o la sociedad intervengan y no permita que las personas en su libertad individual consuman drogas? Para quienes ya estén pensando en que deben prohibirse todas las drogas porque son dañinas para la salud humana, les pediría que cambiaran el ejemplo y pensaran en el alcohol y el tabaco. ¿Por qué, si el tabaco y el alcohol son dañinos, el Estado y la sociedad permiten que los individuos en su libertad los consuman? Estamos tratando de pensar a través de estos ejemplos en la misma pregunta de fondo: ¿hasta dónde debe permitir el estado y la sociedad que el individuo actúe libremente sin que se le cohíba? ¿Qué legitima que el Estado o la sociedad cohíban la acción libre del individuo? Segundo problema, la eutanasia. ¿Qué legitima que el Estado y la sociedad impidan que una persona decida terminar con su vida? ¿Por qué algunas sociedades permiten que los individuos puedan, en determinados casos y en ejercicio de su libertad, terminar con su vida sin que el Estado o la sociedad intervengan en esta decisión? Como se dan cuenta el problema de la libertad es enorme y bastante pertinente en nuestra sociedad. Aún hoy, en pleno siglo XXI resulta pertinente que nos preguntemos hasta dónde debe ir la libertad de un individuo, pero también qué legitima que el Estado o la sociedad intervengan la libertad individual y ejerza la coerción. Concretemos, el problema social y político de la libertad radica en la cuestión de hasta dónde el Estado y la Sociedad deben permitirle actuar sin ningún tipo de restricción, y a la vez, en caso de que el Estado o la sociedad decidan restringirle, en qué caso se considera legítimo. Primero, la libertad es importante pues es la garantía de la autonomía de los individuos. Ya señalamos antes que, con respeto a la dignidad de cada ser humano, en respeto de la capacidad que tiene de dirigir su propia vida, ni el Estado ni la sociedad pueden comportarse de forma paternalista con los sujetos. Así, la libertad es la garantía de que los individuos pueden decidir, ser autónomos, si se quiere equivocar, quizás acertar, pero lo más importante es que la libertad posibilita que sea realizable la dignidad de cada ser humano de elegir cada uno su propio destino, tomar sus propias decisiones. Segundo, la libertad individual abre la posibilidad de que se genere valor dentro de la sociedad. El liberalismo económico ha señalado desde el siglo XIX que entre más libertades económicas se les den a los individuos y menos restricciones económicas imponga el Estado, más valor económico se generará. Efectivamente, si los individuos tienen cada vez menos restricciones para ingresar al mercado, para articularse en medio de la oferta y la demanda, la riqueza crecerá mucho más que si el Estado les impidiera a los individuos actuar en términos económicos. Luego, las libertades económicas en los individuos apuntan a generar mayores riquezas. Por otra parte, la libertad individual no genera solo riquezas económicas. Cuando se posibilita la libertad individual los sujetos tienen la posibilidad de vivir como lo desean, quebrando moldes y costumbres enraizadas en la sociedad y así posibilitando la aparición de nuevas formas de vivir, de ver el mundo, de realizar lo que es el ser humano. Lo que queremos señalar es que la libertad posibilita que todo el potencial humano se haga realidad, pues hace posible que aparezcan nuevas formas de vivir de vida; alternativas a las que son dominantes y esta suerte de innovación humana es la principal riqueza de una sociedad. Piensen en qué sería de la sociedad si todos fuéramos iguales, viéramos el mundo y viviéramos de la misma manera. Sin dudas que la sociedad se empobrecería, perdería su principal fuente de riqueza que el ser humano mismo y la novedad que cada uno representa de cara a la sociedad. Finalmente, se entiende por completo el problema social y político que implica la libertad individual cuando se comprende la necesidad de orden que demanda el Estado y la sociedad. Me explico. Si bien, hemos señalado que la libertad individual tiene un valor económico, pero también social, hemos de señalar que la libertad individual también implica un riesgo. Es claro que, si todos nos comportáramos de la misma forma y actuáramos de la misma manera, el orden social imperaría. Por eso, el problema de la libertad se comprende cuando se logra entender que, si bien la libertad tiene un valor, el Estado y la sociedad tampoco pueden permitir una libertad absoluta, pues esto puede degenerar en caos y desorden. La sociedad le demanda al Estado que reglamente la libertad de los individuos, que actúe en aras de evitar que se generen daños, de posibilitar la vida social sin que la libertad de unos afecte la de otros. Por eso, volvemos a la cuestión: se debe privilegiar la libertad individual, pero ¿cuándo es legítimo que el Estado o la Sociedad intervengan la libertad individual? 1.2 Evitar el daño, el límite a la libertad ¿Cuál es entonces el límite a la libertad individual? ¿Cuál es el argumento que puede esgrimir el Estado o la sociedad para limitar la libertad de los individuos? Cuando la libertad individual genera daño en otros o en sí mismo el Estado o la sociedad pueden cohibir al sujeto en la libertad de su acción. El sujeto es libre de hacer lo que le plazca siempre y cuando su acción no genere un daño o en otros o en sí mismo, pues en ese caso el Estado o la sociedad pueden intervenir. Parece una obviedad. Por ejemplo, si mi actividad económica genera un daño al medio ambiente el Estado o la sociedad me pueden impedir que siga realizando la actividad que contamina. Igual, puedo argumentar que en aras de mi libertad individual puedo hacer lo que me plazca, pero si por ejemplo decido quitar a otros sus propiedades esto genera un daño en la propiedad de los demás y debe impedírseme esta acción. Sin embargo, el asunto no es tan simple, requiere que completemos el argumento anexando dos elementos más. Primero, si bien el Estado de derecho reconoce la libertad de los individuos, esta última tiene lugar solo en sujetos conscientes, adultos capaces de juicio autónomo y de asumir las consecuencias de sus actos. Así, la libertad individual supone que el sujeto sea consciente y responsable, lo que nuestras constituciones determinan como la mayoría de edad. De otra forma, cuando se trata de un menor de edad la Constitución y la ley señalan que el sujeto debe estar en una condición de tutela por parte del Estado y la sociedad. Es el caso de los niños y los menores de edad. El Estado no les permite hacer lo que les plazca, les restringe el consumo de ciertos productos como alcohol y tabaco, por ejemplo, así como señala que estos no se autodeterminan pues están bajo la tutela de sus padres. Pero el asunto no tiene que ver solo con la edad, pues incluso la ley determina que puede darse el caso de un mayor de edad que ha demostrado con sus actos que no es consciente ni responsable. En esa situación o bien el Estado asume su tutela u otros adultos responsables pueden hacerlo. Es lo que la ley denomina un “interdicto”. Alguien incapaz de asumir su libertad personal y que la ley legitima que debe estar bajo la tutela de otros. Finalmente, también hay que incluir en el argumento que el Estado o la sociedad solo pueden intervenir la acción individual si la mencionada acción genera un daño necesario. El daño necesario es radicalmente opuesto al daño contingente. El daño contingente plantea que entre la acción y el daño causado puede darse la relación como no darse, mientras que el daño necesario ocurre y no puede ser de otra forma. Me explico, ¿por qué el Estado y la sociedad permiten el consumo de tabaco? La relación entre el consumo del tabaco y el daño, un enfisema o un cáncer, por ejemplo, es contingente. Es decir, no está demostrado que siempre que alguien consuma tabaco necesariamente va a enfermar de cáncer o va a padecer un enfisema. Luego, se trata de un daño contingente y en ese caso se deja en manos del sujeto consiente el que autónomamente tome la decisión de consumir o no tabaco. Así las cosas, el Estado o la sociedad solo pueden intervenir en casos en los cuales la relación entre la acción y el daño es necesaria. En los casos en los cuales no hay otro efecto de la acción sino el de un daño que el Estado y la sociedad deben evitar, ante todo. Finalmente, esto no significa que el Estado deba volverse permisivo. Si bien, nosotros señalamos la importancia de la libertad individual, también señalamos que es clave que el Estado genere orden en la sociedad y busque maximizar el bienestar de la mayoría. Así, incluso en actividades que es bien sabido que no generan un daño necesario y que por eso el Estado no puede prohibir legítimamente, sí puede regularlas o por lo menos procurar que no se difundan; el Estado si bien no prohíbe puede controlar. Veamos un ejemplo. La prostitución efectivamente no es una actividad que beneficie a la sociedad y que deba promoverse. Sin embargo, tampoco puede prohibirse. Si alguien en conciencia y en ejercicio de su libertad desea prostituirse el Estado no se lo puede prohibir, ni puede tratar esta conducta como delito. Pero en aras de que no se expanda esta conducta el Estado recurre a medidas como establecer en los planes de desarrollo de las ciudades, zonas de tolerancia donde se controle el fenómeno y se mantenga a raya; recurre a políticas públicas en aras de ofrecer alternativas a esta labor, etc. Lo mismo podríamos decir del alcohol y el tabaco. Si bien los distintos Estados toleran esta conducta con respeto a la libertad individual, agregan impuestos al consumo de estos productos tratando de desestimularlos. El Estado de derecho que respeta las libertades individuales no es un estado permisivo. Antes bien, si existe un respeto hacia la autonomía de los individuos trata ante todo de evitar e impedir actividades en las que se genere un daño necesario. Pero también en actividades que deben permitir en aras del respeto por la autonomía de los sujetos, pero que son actividades que no aportan a la sociedad, el estado desarrolla medidas de control y mitigación, más no de prohibición. Un ejemplo de políticas de control que, si bien no son permisivas del todo, apuntan a mitigar la acción que no desea promoverse, si deben permitir que los individuos en su libertad decidan si desean actuar así. Analizando el ejemplo anterior podemos preguntarnos lo siguiente: ¿Por qué no prohíben el consumo de alcohol si está íntimamente asociado a riñas y peleas y en general a desorden público? Como lo dijimos antes, ni el Estado ni la sociedad pueden prohibir el consumo de alcohol pues la consecuencia negativa de su consumo, como pueden ser las riñas, es una consecuencia contingente. No todo el que consume alcohol necesariamente va a producir una riña. Sin embargo, el Estado no es permisivo y para regular estas consecuencias establece un horario de consumo que apunta a mitigar el fenómeno. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Araujo Rentería, J. (2000). Principios de Derecho Constitucional. Bogotá: MacGraw Hill. Cepeda, M. (2012). Las Democracias, Entre el Derecho Constitucional y la Política. Bogotá: Uniandes. Chevallier, J. (2013). Los Grandes Textos Políticos desde Maquiavelo hasta Nuestros Días. México: Aguilar. Constitución Política de la República de Colombia. (1998) Bogotá: Panamericana. Del Águila, R. (2014). Manual de Ciencia Política. Madrid: Trotta Duverger, M. (2008). Instituciones Políticas y Derecho Constitucional. Madrid: Ariel. Naranjo Mesa, V. (2005). Teoría Constitucional e Instituciones Políticas. Bogotá: Temis. Pérez Escobar, J. (2003). Derecho Constitucional Colombiano. Bogotá: Temis. Rodríguez, L. (2011). Derecho Administrativo General y colombiano. Bogotá: Temis. Rodríguez, L. (2008). Estructura del Poder Público en Colombia. Bogotá: Temis. Sáchica, L. (2004). Constitucionalismo Colombiano. Bogotá: Temis. Sáchica, L. (2002). Derecho Constitucional General. Bogotá: Dike. Sen, A. (1999). Desarrollo y Libertad. Barcelona: Planeta