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La salud mental laboral es un concepto de la salud preventiva que alude a

un estado de bienestar integral del trabajador. Lamentablemente, ese


bienestar en los profesores, a menudo se deteriora y resulta preocupante,
dice Amanda, que aquellos docentes que sufren de ansiedad o estrés por
múltiples razones, deban enfrentarse a la educación emocional.

¿Por qué? Porque el cerebro de los niños, leen las emociones negativas de
una persona que sufre de estrés crónico y hace una comprensión implícita
de éstas. En otras palabras, las emociones son contagiosas y un profesor que
sufre del llamado síndrome burn out (desgaste), puede llegar a perder la
sensibilidad para atender las emociones de sus alumnos.

Por lo mismo, proteger la salud mental de los profesores debería ser una
tarea urgente e ineludible; hacerlo no sólo es proteger sus emociones, sino
también las de los estudiantes.

Esta tarea, dice la experta, debe abordarse de forma integral.

¿Cómo? No ofreciendo medidas temporales (como una licencia médica),


sino más bien otorgando herramientas que perduren en el tiempo, como
medidas multidisciplinarias centradas en el trabajo individual, técnicas
grupales de efectividad en el tratamiento de conflictos y estrategias
organizacionales dentro de las escuelas.

Esto, acompañado de un mejoramiento sustancial de las condiciones


laborales, especialmente lo relativo al clima laboral, las remuneraciones, la
extensión de jornadas laborales, entre otras.

Cuando se habla de calidad en la educación, es imprescindible analizar el


rol del docente desde sus pensamientos, sentimientos y necesidades.

Esta es una realidad que ha venido siendo investigada en diferentes países.

El desgaste profesional y el malestar docente desde y hacia su tarea ha sido


una problemática que aumenta con los años, ya que el estrés de los
maestros ha reaccionado a los cambios a lo largo de la historia y a los
procesos de globalización, los cuales han llevado al docente a asumir roles
que antes eran responsabilidad de otros, como la participación activa de
los padres en el proceso escolar.
Hoy las familias están integradas por miembros por fuera de la agrupación
nuclear, por lo que, en muchos casos, la responsabilidad educativa recae
solo sobre la escuela, porque falta comunicación asertiva en el hogar, lo
cual expone a los estudiantes a inminentes riesgos como la drogadicción,
las pandillas y la violencia entre pares.

En este escenario, es el docente quien debe identificar las problemáticas,


hacerles seguimiento, enseñar valores y ser subjetivo entre la objetividad del
proceso educativo, como lo señala Esteve (1994).

El docente debe mantener un equilibrio mental en todas sus dimensiones


personales para dar un rendimiento completo de calidad en el aula de
clases, lo que implica que su hogar, su proyección como profesional, su vida
material, su autoestima y su espiritualidad deben producir un gran
rendimiento para no ahogarse en el aula de clase.

Infortunadamente, hoy los maestros asumen los episodios de estrés como


algo natural y, según diferentes investigadores (Vives, 2005; Andrade y
Gómez, 2008), los docentes se encuentran en constante riesgo de
padecer enfermedades mentales, y lo más preocupante es que existe un
desconocimiento de la normatividad y seguimiento de enfermedades
profesionales y una evidente falta de prevención por parte de los
empleadores de los docentes.

Como principal hallazgo, se encontró que los docentes tienen una noción
clara y definida de la salud mental relacionada con bienestar, trabajar a
gusto y de alguna manera lograr un equilibrio en las dimensiones familiar,
emocional, laboral y económica, pero no tienen una idea clara de cuáles
son las normas con respecto a salud mental, riesgos laborales y prevención
de enfermedades mentales; simplemente viven el día a día según la
implementación de las normas de los políticos de turno, asumiendo como
normales sus dolencias físicas o sus predisposiciones.

Es claro que hace falta prevención por parte de los contratantes, se


evidencia no solo la falta de políticas y normatividad, sino su aplicabilidad
en los colegios públicos y privados.

Esta situación clama procesos de prevención y total disponibilidad de


participación, pero se ve opacada por el desconocimiento de la norma, lo
que impide promover los derechos al respecto. Los primeros responsables de
esta prevención son las secretarías de educación, las aseguradoras de
riesgos laborales, los rectores y coordinadores, quienes son los llamados a
ejecutar acciones y a generar espacios para desarrollar las políticas de
prevención según la ley, por medio de los comités paritarios de seguridad y
salud en el trabajo, los mismos que deben informar acerca de los conductos
regulares y los procesos que deben efectuar los docentes cuando detectan
que se encuentran en riesgo.

Los docentes son los primeros que deben estar conscientes de su


autocuidado mental, independientemente de que existan leyes o no, pues,
aunque el número de profesionales es bastante amplio, cuando se padece
una enfermedad mental, el proceso es individual.

Es importante participar de las actividades que se plantean para este fin y


no dejar perder estos espacios por desinterés o inasistencia.

Es fundamental identificar los factores de riesgo a los que se pueden


enfrentar a lo largo de su vida profesional los docentes y promover de
manera urgente la prevención, pues la falta de ella lleva a la enfermedad
crónica y a la incapacidad temporal, parcial o definitiva.

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