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ENRON

La Gran Recesión, la crisis de las hipotecas basura que se llevó por delante Lehman Brothers y
estuvo a punto de liquidar el sistema económico, ha hecho olvidar, o al menos poner en un
segundo plano, episodios anteriores.

Remontarse al 2 de diciembre de 2001, es remontarse a uno de los mayores escándalos de la


historia económica. Ese día, la empresa energética Enron se declaraba en quiebra. Primer
distribuidor energético a nivel global facturaba 100.000 millones de dólares anuales.

¿Cómo algo tan enorme pudo llegar a esa situación? Fácil: era todo un engaño.

La empresa, fundada en 1985 por Kenneth Lay, vivió un antes y un después con la llegada de
Jeffrey Skilling. Uno de los mejores graduados en Harvard en su promoción de MBA, aterrizó en
Enron en 1997. Con él, la compañía descubrió en toda su expresión lo que es la ingeniería
contable. Pasivos que se convirtieron en activos, préstamos que se computaban como ingresos,
deuda maquillada, beneficios inflados... A ojos de la contabilidad, todo rozaba la perfección.

La mejor empresa de América

De hecho, era un ejemplo para los demás. La más innovadora, la mejor manejada. Así lo fue hasta
que poco a poco la realidad fue saliendo a la luz. La junta directiva vivía engañada, con una acción
en bolsa que cotizaba sobre los 90 dólares en el 2000.

Enron era considerada una de las mejores empresas de Estados Unidos

Una revisión de las cuentas por parte de las autoridades contables afloró deudas escondidas y
elementos ocultos fuera de balance que daban la impresión de que la empresa estaba saneada.
Poco a poco el mundo Enron fue cayendo. De los 90 dólares por acción del 2000, un año después
se pasó a apenas un dólar, un 99% menos. Más de 10.000 millones en valor contable que se
esfumaron. Miles de ahorradores que perdían su inversión.

Acorralada, se vio obligada a presentar el concurso. En su día fue la mayor bancarrota de la


historia. Acumulaba unos activos de 64.000 millones y unas deudas de 30.000 millones. Un hito de
la época, después superada por WorldCom (en 2003) y Lehman Brothers y Washington Mutual
(ambas en 2008 tras el último crash). 20.000 empleados perdieron su trabajo, la consecuencia
lógica del desastre.

Menos esperada fue la caída de su auditora. Enron se llevó por delante a Arthur Andersen, una de
las cinco auditoras más importantes del mundo en ese momento. Fue partícipe del engaño. En
teoría, bajo la presión de los máximos directivos, que pedían que hiciera la vista gorda para
mantener el enjuague contable vivo. Desprestigiada y condenada, acabó despiezada y su negocio
en manos de las demás grandes. Casi cien años de historia trayectoria dilapidados por Enron.
¿Quién pagó?

A Jeffrey Skilling, la mente detrás de la contabilidad, le salió mal su última jugada maestra. Antes
de la quiebra se las vio venir, renunció a su cargo alegando motivos familiares y vendió las
acciones que tenía en la empresa. Cuatro meses después llegaba la bancarrota. Supuestamente, él
no sabía nada de la situación crítica de la empresa. No coló.

En 2004 se le imputaron una treintena de cargos, entre ellos operar con información confidencial,
al vender unos 60 millones de dólares en acciones de Enron antes de la quiebra, engañar al auditor
o conspiración.

Sueldos millonarios; Kenneth Lay, fundador de Enron, se embolsaba 40 millones de dólares por
año

En octubre de 2006 se lo condenó a 24 años de prisión y fue multado con 45 millones de dólares.
Afirma que tras la ‘muerte’ de Enron consideró el suicidio, pero que la condena lo salvó. Le hizo
recapacitar. Se convirtió en su mayor crítico.

En los años siguientes se dieron revisiones y reducciones de su condena. Al final, puede salir a la
calle en febrero de 2019, menos de 18 años después de la quiebra de Enron.

Kenneth Lay, el fundador, se embolsaba 40 millones de dólares por año. Tras el escándalo y la
bancarrota, se las tuvo que ver con la justicia. Se le imputaban hasta once cargos relacionados con
fraude. El juicio empezó en enero de 2006. El jurado lo halló culpable de seis delitos de
conspiración y fraude en mayo. Para septiembre estaba prevista la vista de la sentencia. Nunca
llegó: Lay falleció en julio, a los 64 años, de un infarto.

Otra decena de cargos fueron enjuiciados. Como suele ocurrir en el mundo de las finanzas, la
condena de los culpables suele ser menor al daño causado.

II

Por Juan Cruz Amirante (*). El 2 de diciembre de 2001, el mundo despertó con una noticia
estremecedora: Enron se declaraba en bancarrota bajo el Capítulo 11 de la Ley de Quiebras de
Estados Unidos. Comenzaba así uno de los escándalos de fraude corporativo más importantes de
la historia del capitalismo. La caída de Enron no sólo supuso la desaparición de la séptima
compañía más importante de ese momento (con activos estimados en 63 mil millones de dólares),
sino también la disolución de Arthur Andersen, que era una de las cinco sociedades de auditoría y
contabilidad más grandes del mundo.

El caso de Enron dio origen a una de las transformaciones más importantes del mundo
corporativo. En varios países se promulgaron nuevas regulaciones y leyes para mejorar la exactitud
financiera de las compañías que cotizan en los mercados de valores. En particular, en los Estados
Unidos se promulgó la Sarbanes-Oxley Act (SOX), que establece castigos más drásticos por
destruir, alterar o fabricar registros contables o por tratar de estafar a los accionistas. Esta ley
también estableció estrictos controles para que las firmas de auditoría permanezcan neutrales e
independientes de sus clientes. En suma, el escándalo de Enron hizo que se replanteara el
concepto mismo de gobierno corporativo y se puso, en el centro del debate de la dirección
empresarial, la importancia de la adecuada gestión de los riesgos de fraude.

El 10% de los desfalcos son cometidos por la alta dirección de las empresas".

Resulta oportuno recordar este caso por varias razones. Pero quizás hay un motivo que
seguramente pasará inadvertido, pese a su significado. En septiembre de 2017, Jeffrey Skilling, el
otrora director general (CEO) de Enron, saldrá libre de la cárcel, después de purgar una condena
de 10 años. Jeff (como se le conocía familiarmente en el mundo corporativo de los años noventa)
no fue el único inculpado del desfalco de Enron, pero sin duda es uno de los personajes principales
para entender qué paso y cómo sucedió el primer gran quebranto corporativo del siglo XXI.

Ingresos ficticios

Jeff fue el introductor de la metodología contable que estaba en la base de la sobrevaloración de


las operaciones de Enron. Skilling adoptó la valoración mark to market, es decir, el método por el
cual el valor de los activos se contabilizaba por su precio de mercado en cada momento del cierre
contable. Este criterio contable era utilizado por Jeff para poner a valor presente neto los flujos
futuros de negocios que no estaban hechos o que estaban en curso de realizarse, pero no se
habían materializado. De tal suerte que se contabilizaban como ingresos hechos que no habían
acontecido y esos ingresos ficticios formaban parte de los beneficios de la compañía. Todo
realizado bajo la mirada complaciente de los auditores de Arthur Andersen.

"Todos los directivos, de todos los tiempos, han enfrentado el mismo riesgo: las tentaciones del
mal comportamiento".

Para encubrir su engaño, Enron utilizó cruces de operaciones entre filiales de la empresa para
disfrazar pérdidas y obtener financiación que no era contabilizada como deuda. La situación era
insostenible a largo plazo. No obstante, los directivos de Enron, con Jeffrey Skilling a la cabeza,
decidieron continuar con el engaño. Y todo hubiera continuado si no hubiera sido por una
intrépida periodista, Bethany McLean, la verdadera heroína de la historia, que publicó en marzo
de 2001, en la revista Fortune, su célebre artículo: “Is Enron Overpriced?”. En este artículo,
Bethany denunció la opacidad operativa de Enron y la ilógica manera en que esta compañía había
brincado, en tan solo un lustro (de 1995 al 2000), de la posición 141 al número 7 de las compañías
más importantes de Estados Unidos. La experiencia corporativa previa y el análisis de datos no
daban sentido: simplemente lo que había sucedido con Enron no era posible. La periodista tenía
razón. De hecho, Bethany, sin saberlo, se había adelantado nueve meses al drama de los más de
veinte mil trabajadores de la empresa, repartidos por cuarenta países, que quedaron en la calle.

Las lecciones

El caso de Enron dejó muchas lecciones. Aprendimos que los entes reguladores no deben ser
complacientes con empresas que no revelan de manera oportuna su información financiera;
aprendimos que es importante mantener al auditor independiente de su cliente y que el auditor
no debe ser, al mismo tiempo, consultor; aprendimos que el prestigio de una compañía no basta
para garantizar la veracidad de sus estados financieros; aprendimos que el proceso de gestación
de una compañía billonaria requiere de consistencia entre los principales indicadores financieros,
de lo contrario, estamos ante un engaño; en suma, aprendimos a ser más críticos y menos
condescendientes con el mundo corporativo. Y, sin embargo, nada de esto fue suficiente.

Lehman, Madoff y las subprime

Los acontecimientos posteriores al escándalo de Enron: la quiebra del banco de inversión Lehman
Brothers, en septiembre 2008, y la subsecuente crisis de las hipotecas subprime; así como el
descubrimiento de los fraudes protagonizados por Bernard Madoff, en diciembre de 2008, y Allen
Standord, en febrero de 2009, ponen de relieve que olvidamos muy pronto las principales
lecciones de Enron.

La enseñanza más importante que olvidamos es que a las corporaciones no se les debe dejar
demasiado sueltas, porque tienden muy rápido a mutar sus objetivos empresariales por los
intereses directivos que, en ocasiones, poco o nada tienen que ver con las estrategias de negocio
legítimamente establecidas. Si hubo un Enron es porque también existió un Jeffrey Skilling que
supo interpretar los vacíos de la ley para manipular a su favor los resquicios que le dejaba: engañó
al mercado, cooptó al auditor y se enriqueció indebidamente.

Lo que el caso de Enron puso de relieve es que el afán de beneficio no parece tener límites. Y es
que el comportamiento ético de la alta dirección no es una condición que se pueda asumir como
un hecho cumplido en todo momento. El autocontrol de los individuos no siempre funciona, por
más arriba que se esté en la estructura de la organización. Los estudios más recientes sobre fraude
corporativo son contundentes al respecto: el 10% de los desfalcos son cometidos por la alta
dirección de las empresas, pero el daño económico que ocasionan explica el 60% de las pérdidas
cuantificadas por fraudes corporativos en el último año.

Las prácticas contables y financieras de Jeffrey Skilling y su equipo de directivos llevaron a la


bancarrota a su compañía. Eran personas altamente capacitadas, con talento más que probado,
conduciendo una de las compañías más vanguardistas del momento. Pero ni la tecnología, ni las
innovaciones gerenciales, sustituyen el factor humano. Todos los directivos, de todos los tiempos,
han enfrentado el mismo riesgo: las tentaciones del mal comportamiento. Y esta es quizá la
principal lección que jamás deberíamos de olvidar: que el riesgo de fraude nunca desaparece.

INTERBOLSA

En el mejor momento de la economía colombiana, cuando nadie habla de crisis y por el contrario
todos se alistan para festejar un buen 2012, InterBolsa, la firma comisionista más grande del
mercado, fue intervenida por el gobierno.

Ocurrió sorpresivamente a las tres de la madrugada del viernes, cuando la Superintendencia


Financiera expidió la resolución para ordenar la toma de posesión de la sociedad comisionista. La
decisión se precipitó tras verificar que el día anterior InterBolsa incumplió el pago de una de sus
obligaciones con el BBVA por la suma de 20.000 millones de pesos. Para un corredor de bolsa
incumplirle a un acreedor es considerado una falta gravísima que amerita intervención inmediata.

El jueves había sido un día crítico para esta firma. Tuvo que reconocer, a través de un comunicado,
que los rumores que venían circulando sobre sus problemas de liquidez eran ciertos. El hecho
provocó que la acción de la compañía se desplomara 30 por ciento en la Bolsa de Valores de
Colombia.

La verdad es que la comisionista no llegó a esta situación de la noche a la mañana. Desde hace
varias semanas el mercado bursátil estaba nervioso por un negocio muy grande en el que
participaba InterBolsa. Se trata de las operaciones que en el argot financiero se conocen como
'repos', que consisten en la compra y venta de títulos valores para obtener liquidez.

En este caso, los títulos en cuestión son acciones de Fabricato, una textilera que el año pasado
perdió más de 5.600 millones de pesos.

El negocio es difícil de entender, pero básicamente consiste en que InterBolsa había hecho una
apuesta enorme por Fabricato, sobre la base de que el precio de la acción de la textilera iba a
aumentar sustancialmente. En un inicio eso sucedió y la acción pasó de 30 pesos a casi 90.

En problema surgió cuando el mercado comenzó a desconfiar de que Fabricato pudiera valer eso.
El 'repo' es un complejo engranaje con muchas piezas, que depende básicamente de la
credibilidad que los inversionistas le den a la evolución del precio. Si se llega a pensar que está
inflado artificialmente, se bloquea la circulación del título y todo el andamiaje se viene abajo.

Eso fue lo que pasó con los 'repos' de Fabricato, de los que está inundado. El 80 por ciento de las
acciones en circulación de la textilera, por un valor del orden de 300.000 millones de pesos, están
metidos en ese andamiaje. Y en el centro de toda esa operación está InterBolsa como
intermediaria.
Esto se ha traducido en que muchos han comenzado a pedir que les devuelvan la plata en lugar de
renovar la operación, que es lo que usualmente sucede y lo que le conviene a InterBolsa. Después
de hacer esfuerzos para devolverle a todo el que desconfiara, la semana pasada se rompió la
cuerda y el gobierno tuvo que intervenir.

El problema no era ajeno a las autoridades. Desde hace varias semanas, la Superintendencia
Financiera y la Bolsa de Valores de Colombia venían acompañando a InterBolsa en la búsqueda de
solución al problema de liquidez. Entre las salidas que se plantearon estaban créditos bancarios y
hasta un socio para la firma, pero nada dio resultado, lo que terminó de poner más nervioso al
mercado.

Hay que señalar que, a pesar de la restricción de liquidez, la comisionista venía operando
normalmente. El presidente de la Bolsa de Valores de Colombia, Juan Pablo Córdoba, ratificó que
InterBolsa ha venido honrando todas sus obligaciones. El superintendente financiero, Gerardo
Hernández, aclaró que los problemas son de liquidez y no de solvencia, algo que sería mucho más
grave. De hecho, la sociedad comisionista tiene un patrimonio de 139.470 millones de pesos y su
nivel de solvencia es 21,72 por ciento, por encima del 9 por ciento exigido por las autoridades.

Pero como un problema de liquidez temporal en una firma de bolsa se puede convertir en un
hueco mayúsculo si no se para a tiempo, el gobierno prefirió adelantarse. La idea es que un agente
especial designado por el Fondo de Garantías de Instituciones Financieras, Fogafín, consiga
recursos para que la firma retome sus operaciones en condiciones normales y los inversionistas
obtengan el pago total o parcial de sus acreencias. Probablemente lo que siga ahora será la venta
de algunos negocios del Grupo InterBolsa que desde ya la firma está ofreciendo.

Todo tiene un principio

Detrás del drama que vive hoy el mayor jugador del mercado bursátil colombiano hay una historia
empresarial de la que hablan todos, para bien o para mal.

Esta comisionista maneja el mayor volumen negociado de deuda pública y privada, acciones y
derivados en el mercado local, con una participación cercana al 25 por ciento. Es quizás el más
importante actor en el mercado, pues da liquidez a muchas de las firmas. Uno de sus
competidores dice que prácticamente todas las comisionistas pasan por InterBolsa. Es de lejos la
firma más grande del mercado pues representa el 32 por ciento de los activos de las 29 que
operan en el país.

Pero esto no siempre fue así. Cuando comenzó su historia, en 1991 en Medellín, InterBolsa era
una firma pequeña, ubicada al final de la tabla de las comisionistas que entonces operaban en la
Bolsa de Valores de la capital antioqueña. Su fundador fue Rodrigo Jaramillo un paisa de pura cepa
con alma de empresario.

La historia de la firma cambió cuando Jaramillo se asoció con el economista Juan Carlos Ortiz, un
polémico y muy talentoso comisionista bogotano que había sido expulsado en 1997 de la Bolsa de
Valores de Bogotá por prácticas consideradas poco transparentes. Ortiz, -esposo de la
presentadora Viena Ruiz- compró por aquel entonces la mitad de InterBolsa y comenzó a operar
en Medellín, donde no tenía restricciones.
Aunque se le reconoce su habilidad como corredor de bolsa que va a la vanguardia de los últimos
avances del mundo bursátil, Ortiz ha sido muy controvertido pues muchos lo ven como un jugador
que está siempre en el límite. En el mercado se le considera el pionero de la llamada posición
propia, que es la manera de apostar en el mercado de valores con los recursos de la compañía y
obtener utilidades a partir de las compras y ventas de títulos que se hacen durante cada jornada.

Con Ortiz a la cabeza, InterBolsa se especializó en este tipo de operaciones, negociando títulos de
deuda pública (TES) justamente en una coyuntura que le fue muy favorable y que le hizo ganar
plata por montones. En esos años el gobierno se endeudó altamente, las tasas de interés
comenzaron a caer y los TES se valorizaron y generaron enormes ganancias a la firma. Fueron los
años dorados de InterBolsa, cuando se disparó y se convirtió en la mayor comisionista del país.
Luego, el gobierno reglamentó la posición propia para limitarla, el endeudamiento público bajó y
el negocio dejó de ser tan lucrativo. Pero la sociedad ya estaba en el curubito.

La consolidación y la expansión

Comenzando el siglo XXI, InterBolsa entró en una de las etapas más importantes de su
crecimiento. Para los primeros años de 2000 a Jaramillo y a Ortiz se les unió el reconocido
inversionista Víctor Maldonado quien capitalizó la firma y con esto InterBolsa dio el segundo
brinco en su historia.

Maldonado es considerado un Midas en el mundo de los negocios, con un portafolio diverso de


inversiones que van desde Foto Japón, la cadena de comida Archie's y el Hotel Santa Clara, entre
otras.

Para 2001, al fusionarse las tres bolsas -Bogotá, Medellín y Occidente- en la Bolsa de Valores
Colombia, hubo protestas por la presencia de Ortiz y este salió de InterBolsa, aunque para ese
momento seguía siendo uno de los grandes accionistas.

Los años siguientes fueron de consolidación y crecimiento. En 2007, gracias a la fusión con
Inversionistas de Colombia, la sociedad pegó otro salto gigantesco.

Pero la simple figura de comisionista de bolsa, con las restricciones propias de esta figura, no le
permitía seguir creciendo. Por eso fue necesario buscar otros caminos y decidieron escindir a
InterBolsa. Conformaron un holding que le dio mayor libertad para mover el capital y desde
entonces se habla del Grupo InterBolsa, siendo la firma de comisionistas la que le generaba la
liquidez de terceros (clientes) para el resto de los negocios.

El Grupo InterBolsa creció como espuma y adquirió participaciones en compañías como Coltejer,
Fabricato, la Bolsa Mercantil de Colombia, la aerolínea Easy Fly, entre otros. Su portafolio de
inversiones se expandió rápidamente.

La estrategia no solo era tener presencia en diversos sectores económicos, sino expandirse
internacionalmente. Estados Unidos, Panamá y Brasil, formaron parte de la nueva geografía de
InterBolsa. Una de las estrategias clave, fue ampliarse en el mercado brasilero, donde adquirió la
firma comisionista Finabank (hoy InterBolsa Brasil) que ocupa el puesto 14 en el ranking de valores
de ese país.
En todo este crecimiento ha tenido que ver la representación en Colombia del fondo Premium
Capital Appreciation Fund N. V., constituido en Curazao por Juan Carlos Ortiz hace unos años. Un
conocedor del grupo afirma que a través de este fondo se captan ahorros de personas naturales
en Colombia que después son canalizados hacia la compra de acciones y otras propiedades para
los accionistas de InterBolsa. Estas mismas acciones serían la base de los 'repos' que hoy están en
entredicho.

Las relaciones entre Jaramillo y Ortiz han llamado siempre la atención de los analistas y los
medios. Hace unos meses se especuló que el vínculo se rompió y que trataron de llegar a una
negociación, pero no lo lograron. Se contrató a la banca de inversión Merrill Lynch para buscar un
comprador de la sociedad cuyo precio según propietarios se acercaba a los 500 millones de
dólares. Pese a que diversos inversionistas nacionales e internacionales miraron el negocio, nada
se concretó.

Inclusive 24 horas antes de la intervención, todavía se buscaban acercamientos con la banca que
pudieran salvarla de la decisión. Personas muy cercanas a la familia Jaramillo interpusieron sus
buenos oficios con Davivienda, pero este banco, que inicialmente manifestó interés, cuando el
andamiaje comenzó a temblar decidió correrse y el jueves por la noche se lo comunicó a Rodrigo
Jaramillo.

Hoy el dueño mayoritario de InterBolsa es Víctor Maldonado, familia y asociados, con el 30 por
ciento; los exempleados de Inversionistas de Colombia tienen el 15 por ciento; Rodrigo Jaramillo y
familia el 15 por ciento; y Juan Carlos Ortiz el 2,8 por ciento. El resto está repartido entre diversos
inversionistas. Paradójicamente Ortiz, el más controvertido de los socios no ha tenido ninguna
participación en esta última etapa.

Al final de esta historia, la conclusión para algunos observadores del mercado es que se ha
conformado un entramado de empresas de tal tamaño, que se han mezclado los intereses de los
clientes con los propios del Grupo. Esto podría generar riesgo de conflicto de interés. "¿Yo apuesto
por mí o por el cliente?" se preguntó un analista del mercado.

Rodrigo Jaramillo niega que exista esta posibilidad, porque las decisiones que toma la
administración del holding son independientes de la firma comisionista.

No es un secreto que, desde hace mucho tiempo, InterBolsa está de boca en boca en el mercado.
El vertiginoso crecimiento de este grupo ha despertado toda clase de suspicacias y hay quienes
piensan que han querido abarcar tanto que lo que están viviendo hoy es una muestra de lo que
dice el refrán popular "la ambición rompe el saco".

Para otros, el éxito de InterBolsa ha generado envidias entre algunos competidores que le han
hecho mal ambiente y que hoy estarán frotándose las manos.

Lo cierto es que el episodio con los 'repos' de Fabricato le amargó la navidad a más de uno.
Dependiendo de cómo se gestione a partir de ahora la firma comisionista habrá más o menos
damnificados. Se da por descontado que los propietarios de InterBolsa van a perder sumas muy
importantes para honrar sus compromisos con sus clientes. El escenario ideal es que durante la
reestructuración aparezca un comprador que asegure la liquidez para que ningún cliente pierda un
centavo. El peor escenario sería una liquidación, esto es muy improbable porque el gobierno, que
es el más interesado en la estabilidad financiera del país, le ha pedido a los bancos que apoyen a
InterBolsa durante el chaparrón. El mismo día de la intervención por solicitud del ministro de
Hacienda, Mauricio Cárdenas, gestionaba que un pool de bancos le tirara un salvavidas a la firma.

Rodrigo Jaramillo cree que saldrán adelante, pero reconoce que asumió un excesivo riesgo con la
alta concentración de los 'repos' de Fabricato, que el mercado los castigó y que hoy está pagando
las consecuencias de su decisión.

II

El caso de la firma comisionista muestra que las malas prácticas financieras llevan a una compañía
a la quiebra y produce desconfianza en el mercado.

El millonario descalabro de Interbolsa, que cumplió más de cinco años desde que el Gobierno
nacional ordenó su liquidación en noviembre de 2012, sigue sin resolverse: todavía no hay justicia
ni reparación; las víctimas aún están inconformes.

Las malas prácticas llevaron al sistema bancario del país al borde de ser insostenible, y uno de los
errores que pasó factura fue la falta de rigor de la autoridad reguladora, en este caso la
Superintendencia Financiera. Las 492 víctimas, personas naturales y jurídicas, que hasta ahora
fueron reconocidas por el Gobierno, reclamaron 254.000 millones de pesos, pero solo recuperaron
65.000 millones.

Entre los afectados hay casos emblemáticos de importantes entidades que perdieron millonarias
sumas de dinero: la AFP Protección, Mansarovar Energy y la Alianza Fiduciaria, además, la
corredora de bolsa no le pagó un crédito de 17.000 millones de pesos al banco BBVA, al que usó
para mostrar liquidez. Finalmente, lo que desató el escándalo fue la denuncia que interpuso la
entidad bancaria sobre el incumplimiento de la deuda.

Diego Agudelo Rueda, director del Grupo de Investigación de Finanzas y Banca de la Universidad
Eafit (Medellín), asegura que, con la intervención y posterior liquidación de la firma comisionista,
el público quiere entender mejor los riesgos al invertir en los mercados financieros colombianos.

El experto cuenta que el sistema financiero cumple un rol fundamental en la economía de un país,
consistente en canalizar los excedentes de recursos económicos de personas e instituciones a las
empresas y entidades que los requieren para sus necesidades de liquidez o proyectos de inversión.

Una estrategia de negocio riesgosa

El director del Grupo de Investigación de Finanzas y Banca afirma que la caída de Interbolsa tiene
sus orígenes en una estrategia de negocio altamente riesgosa que salió mal. Para él, vale la pena
entender los aspectos generales y las características que lo hacían particularmente riesgoso, y
eventualmente, destinado al fracaso.

La estrategia de Interbolsa fue darle bursatilidad a la acción de la empresa textilera Fabricato y


subirla de forma desmedida para obtener más dinero por las mismas acciones.

"Para ilustrar el efecto de esta estrategia agresiva de compra, consideremos que a principios de
noviembre de 2010 Fabricato se negociaba a $26, mientras que, a 1 de noviembre de 2012, previo
a la intervención a Interbolsa, se negociaba a $91, lo que significa una valorización efectiva de 87
por ciento anual", resalta el experto.

Agudelo también señala que esta estrategia tenía un riesgo alto porque la firma comisionista y los
clientes involucrados prestaban dinero para financiar las compras de acción de Fabricato. Eso
aumenta el rendimiento si los negocios resultan exitosos, pero amplifica las pérdidas cuando las
cosas salen mal.

Desde la academia, el investigador habla de las lecciones que deja este caso, uno de los más
emblemáticos del país, y que cita en su artículo académico: “La debacle de Interbolsa y los riesgos
de invertir en los mercados de valores”.

Conozca los errores

La corredora de bolsa utilizó lo que se conoce como un “descalce de plazos”, es decir que prestaba
fondos a corto plazo para invertirlos a largo plazo. También empleó un mecanismo llamado
operaciones “repo”, que entrega una acción en garantía respaldando un préstamo de dinero por
un determinado plazo, generalmente no mayor a tres meses.

Para el experto, en situaciones normales, los “repos” son inversiones muy seguras para quien
entrega fondos, porque las disposiciones de la Bolsa exigen que la acción que garantiza sea líquida,
pero en este caso no lo fue.

Aunque los bancos cuentan con sistemas de control para reducir el riesgo de un problema de
“descalce de plazos”, el grupo comisionista no contaba con ninguno, ni mucho menos con el
respaldo de una entidad financiera sólida en un eventual problema de liquidez.

"Un aspecto adicional que complicó esta estrategia es que Interbolsa entregó en garantía tanto
acciones de Fabricato como acciones propias. Al principio, el mercado las aceptó. Lo que terminó
haciendo inviable el negocio fue el hecho de que los agentes de mercados, algunos de ellos
conocedores de la estrategia, empezaron a evitar renovar los “repos” realizados sobre estas
acciones, o a otorgarle nuevos fondos a la comisionista", dice el experto en su artículo.

Si bien tras el caso de Interbolsa se modificó la regulación, Agudelo resalta en su texto que entre
las lecciones que dejó el caso es que se requiere una mayor regulación y vigilancia de las firmas
comisionistas para evitar que incurran en negocios tan riesgosos financiados con dinero de
terceros, o que puedan entrar en estrategias que impliquen un “descalce de plazos” no
planificado.
Antes del escándalo, pocos imaginaron que Interbolsa trabajara de forma irregular, pues se
trataba de una empresa prestante, con credibilidad, sociedad administradora de inversiones,
calificada como AA+ (antes de ser intervenida) y fue reconocida en el mercado de valores como la
que ofrecía oportunidades muy atractivas de rendimiento tanto a corto como a largo plazo.

Otra de las lecciones, explica el investigador es que no debe exponerse todo el capital en unos
pocos títulos. "Recordar la vieja máxima de no poner los huevos en la misma canasta. No existe
empresa, por sólida que esta sea, que esté totalmente exenta de desplomarse", asegura.

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