En Colombia, las cooperativas están reglamentadas por la Ley 79 de 1988, ley que
reglamenta los aspectos básicos que deben regir el cooperativismo.
Todas las empresas existen para atender a los intereses de sus principales partícipes. Pero,
mientras en las empresas tradicionales esos intereses se identifican con los de los inversores,
en el caso de las cooperativas los excedentes (que a veces se producen) deben quedar
subordinadas siempre a otros intereses. De hecho, las empresas tradicionales pueden
considerarse como una asociación de capitales anónimos, en tanto que las cooperativas
constituyen una asociación de personas visibles.
Por ello es de la mayor importancia y justifica políticas de Estado, que en la moderna
economía de mercado, haya espacios crecientes para modelos o formas de empresas
cooperativas orientadas por las necesidades de las personas que utilicen sus servicios más
que por los intereses de quienes invierten su capital en ellas.
Debe admitirse finalmente que, en este sentido, esos modelos o formas de empresas
solidarias contribuyen y han contribuido, decisivamente, al funcionamiento eficaz y sostenible,
no solo de los mercados sino del propio Estado (cooperativas de electrificación rural,
cooperativa contra incendios, cooperativas de irrigación ).