Pedro (era el que siempre hablaba primero, dijo): «No tengo la menor duda que
yo seré el más grande apóstol de la historia. Porque siempre he sido el que ha
estado más cerca de Jesús y a quien ha llamado para estar a solas con él
muchísimas veces. Recuerden que dijo que yo era la roca sobre la cual construiría
su reino; además, ¿quién de ustedes pudo caminar sobre las aguas como lo hice
yo?».
Andrés: «Hermano mío, tú eres un gran tipo pero todos sabe¬mos que eres un
gran hablador. Quiero hacerte una pregunta: ¿Quién fue el que te presentó a
Jesús? ¿Yo, verdad? Estoy seguro que Jesús no va a olvidar lo que hice en aquella
ocasión. ¿Te dice eso algo sobre quién es el más grande?».
Judas: «Mateo: tú estás hablando como una persona rica. Es cierto que tenías
mucho dinero antes que Jesús te llamara pero, te pregunto: ¿Cuánto tienes ahora?
Cuando van a salir en una gira evangelística, ¿a quién acuden para que les dé
dinero? Todos saben que el que controla el dinero es el más poderoso. ¡Y ese
hombre soy yo! ¡Yo seré el más grande!».
Tomás (el incrédulo): «Dudo que ustedes tengan razón. No creo que Jesús esté
pensando en ser el rey. Cuando los romanos lleguen con su poderoso ejército,
todos nosotros moriremos como unos traidores».
Juan (interrumpiéndolo con cortesía): «Yo no entiendo de qué están hablando. La
verdad es que no pensaba decir nada pero es evidente que todos ustedes están
equivocados. Jacobo, recuerda que tú no fuiste solo al monte. Yo también fui.
Fuimos tú, Pedro y yo a quienes Jesús llamó para que lo acompañáramos. La otra
oca-sión en que fuimos con él lo vimos resucitar a una muchachita. Quiero que
quede claro que nosotros tres somos los que hemos estado más cerca de Jesús.
Pero les pregunto: ¿De nosotros tres, cuál es el más importante? Pedro, déjame
preguntarte: ¿Cómo me llamó Jesús? ¿Recuerdas? Me dijo que yo era su discípulo
amado. ¿A alguno de ustedes lo ha llamado como a mí? ¡Creo que con esto no hay
más que decir!».