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El dominio en la contratransferencia

Sara Fasja Laniado

El dominio en la contratransferencia.

Artículo teórico-clínico, inspirado en las ideas y supervisión de la Dra. Elena Ortíz.

La contratransferencia es un concepto psicoanalítico muy actual y útil. Este con-

cepto lo descubrió Freud en la relación médico-paciente en complemento con la transfe-

rencia. Freud define la relación analítica como bipersonal y recíproca, conceptuando es-

tos fenómenos con precisión y genio. Freud describe la contratransferencia como la res-

puesta emocional del analista a los estímulos que provienen del paciente, como el resul-

tado de la influencia del analizado sobre los sentimientos inconscientes del médico. La

define en función del analizado. Freud la considera un obstáculo para la comprensión del

paciente ya que nadie puede ir mas allá de sus puntos ciegos; y agrega que hay que

exigir al analista el conocimiento de su contratransferencia y su vencimiento como requi-

sito, a través del autoanálisis y más tarde propone el análisis didáctico como herramienta

(Etchegoyen, 1986, pp. 299-300).

Los aportes mas importantes para la teoría de la contratransferencia son los de

Heimann y Racker. Cada uno desde otro lado del mundo, en los años 50, plantean que a

partir de la identificación proyectiva de Klein vamos a entender la contratransferencia

como aquello que el paciente provoca sobre el analista.

Bion no concuerda con esta idea ya que comenta que la idea de identificación

proyectiva es muy rica y al terapeuta le van a pasar muchas cosas, no solo lo provocado

por el paciente sino también existirán emociones específicas del terapeuta, de sus víncu-

los, su inconsciente y su actualidad que se pondrían también dentro de la contratransfe-

rencia. La contratransferencia tiene que ver también con los propios aspectos personales

ciegos que se mezclan con lo que nos coloca el paciente. Bion prefiere seguir llamándole

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contratransferencia a lo que Freud le llamó, y propone utilizar los términos continente-

contenido, contraidentificación proyectiva y empuje a la contra-actuación a lo que Racker

y Heimann plantean con el concepto de contratransferencia. Bion dice que depende de

la capacidad de pensar del continente cuanto uno como terapeuta va a actuar o no ante

la provocación del paciente.

El analista debe trabajar con libertad, y muchas veces esto es impedido por razo-

nes académicas, sociales, económicas, o de otro tipo. Un ejemplo es cuando el paciente

es familiar de un colega y uno como terapeuta quiere ayudarlo. Esto provoca que el ana-

lista se siente más comprometido con él y con la familia, tratando de dar resultados

pronto. O cuando un paciente nos paga mejores honorarios que los demás y uno cuida

lo que le interpreta más que con los demás por miedo a que se vaya y le deje de pagar.

Estas razones son conscientes o preconcientes, y hay que estar al pendiente de ellas.

Pero hay otra parte fundamental de la contratransferencia, mas sutil y personal, la cual

es inconsciente y se trabaja en el análisis personal y en los sueños. Norberto Bleichmar

dice “El limite de un análisis es el propio autoanálisis”. Los puntos ciegos del terapeuta

hay que analizarlos. El terapeuta no le podrá interpretar a su paciente nada que no se

pueda interpretar a sí mismo. Si yo no aguanto que alguien me diga algo doloroso, no le

podré decir algo a mi paciente que le pueda causar dolor, aunque este dolor sea benéfico

y le pueda ayudar.

Hay que captar las partes propias de la contratransferencia para poder captar lo

que ocurre en el tratamiento y diferenciar qué partes nos pertenecen y qué partes son del

paciente proyectadas sobre nosotros. Hay una parte que tiene que ver con lo que el pa-

ciente nos proyecta o genera; pero también se incluye lo que uno con sus áreas perso-

nales tanto conscientes como inconscientes aporta. La idea de contratransferencia se

complejiza.

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Un ejemplo de este movimiento es el caso de una paciente de 5 años, tirana y

desafiante que se la pasaba ensuciando mi consultorio para ponerme en una posición de

angustia y rigidez. La contraidentificacion complementaria conlleva ponerse en la posi-

ción complementaria a la que el paciente se pone, así si el paciente se pone muy desa-

fiante uno tiende naturalmente a ponerse más rígido. Esto frena la posibilidad de analizar

lo que le pasa al paciente. Para que un paciente pueda escuchar al analista, este tiene

primero que nada despejar la transferencia, pero para lograr hacer esto lo primero es

despejar la contratranferencia. Esto implica un reto constante, y mucho estomago de

parte del analista. Norberto Bleichmar explica que nosotros como analistas lo que tene-

mos que resolver es la neurosis de contratransferencia. En el momento en que se re-

suelva la contratransferencia va a fluir la interpretación y el trabajo analítico. Ya si des-

pués el paciente logra resolver su neurosis de transferencia, ya será cosa de él. Es un

desafío trabajar de esta manera, y cuando uno lo logra, las cosas se mueven. Como

analistas debemos estar muy atentos a los elementos contratransferenciales que nos

atan y no nos dejan trabajar mas libremente. En el ejemplo que di anteriormente lo que

ayuda es hacer una serie de movimientos: dejar el consultorio libre de armas potenciales

para ensuciar, cubrir los muebles y artefactos que importan, tener en cuenta que no so-

mos maestros ni queremos que el paciente se porte bien, aguantar un rato la identifica-

ción proyectiva que el paciente avienta, a la vez aguantar y no caer en el desafío sino

que comenzar a describir esta identificación que el paciente proyecta en uno y entonces

interpretar.

Ejemplificaré esta idea con más detalle utilizando un caso clínico para mostrar el

dominio y control que se puede dar en la contratransferencia, mezclando las partes que

el paciente genera y las partes que yo como analista aporta y tratando de diferenciárlas.

Caso clínico:

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Juan llegó a terapia llorando con una depresión fuerte, pero de fondo los rasgos

sadomasoquistas predominaban. Los pleitos con sus familiares, los golpes, la violencia y

la victimización hacía pensar cada vez más en que estábamos en un territorio más per-

verso que melancólico.

Era un hombre que sabía provocar la violencia, el rechazo. Se sentía la víctima del

maltrato de los demás, pero era él quien lo provocaba.

En la relación analítica se hizo una especie de complementariedad sádico-maso-

quista ante las separaciones o ante los pagos: yo me convertía en la maltratadora cada

vez que me iba de vacaciones, cada vez que le decía algo que le dolía, aún ante las

reposiciones solicitadas por él yo era la mala que lo hacía venir en vacaciones. Hiciera lo

que hiciera yo estaba instalada en la posición de maltratadora. Juan me hacía sentir muy

temerosa a la hora de interpretarle, era muy común que me dijera: “claro que no, me

estas juzgando mal”. Casi nunca aceptaba las interpretaciones transferenciales que yo le

hacía, las vivía como un conflicto mío, diciéndome: “tú todo lo pasas a tí”, y ponía una

cara de incredulidad y enojo cuando le decía alguna interpretación que no le gustaba

escuchar. Yo me quedaba muy angustiada de estar tratándolo mal, hasta el punto de

verme tratándolo “con pincitas”. Cuando faltaba por enfermedad -que era algo constante-

se enojaba mucho si no le podía reponer todas las sesiones, me hacía sentir que yo era

muy estricta. Le costaba mucho trabajo pagarme y me daba angustia aumentarle los ho-

norarios mínimamente. Cuando le decía que estaría bien pasar a trabajar en diván, él lo

rechazaba tajantemente.

El paciente tenía un dominio de mí en la contratransferencia del que yo no podía

salir. El elemento de dominio estaba no solo cuando sentía que yo lo maltrataba, sino que

él me maltrataba a mí con sus caras, con su rechazo y crítica a lo que yo le dijera. Juan

sentía que me aprovechaba de él cuando le cobraba las sesiones que faltaba, cuando en

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realidad era él quien proyectaba su voracidad y parasitismo en mí. El sometimiento con

su mirada, los sentimientos que me causaba, eran producto en parte de lo que él me

proyectaba, pero definitivamente había algo más, algo propio.

Era muy despreciativo conmigo, sin embargo yo lo consideraba una víctima. Una

de las acciones a las que recurría era golpearse a sí mismo para hacer sentir mal a su

pareja; algo similar pasaba entre nosotros. Yo resonaba con su tristeza y no lograba ver

como él se lastimaba para dañar al otro; como dominaba mediante su victimización. La

tiranía fue el campo que apareció como una situación clínica central.

Hablando de mi parte de la contratransferencial consciente, pienso que al yo estar

empezando a trabajar con pacientes, y el miedo de que el paciente se vaya me provocaba

una carga tremenda. En cuanto a mis partes inconscientes, las empecé a trabajar en mi

análisis y esto me permitió salir de ese dominio y hablar más libremente sin sentirme tan

sometida.

Cuando supervisé el caso y logré salir de la contraidentificación proyectiva, hubo

un movimiento brusco en el análisis que tanto el paciente como yo sentimos. Él se enojó

mucho, y amenazó con dejar de venir, pero no lo hizo y llegamos a comprender sus partes

más hostiles, así como el mecanismo de victimización que utiliza constantemente en su

vida. En palabras del paciente “con esto llegamos a las peores partes de mí que no quería

que conocieras”. Sólo al salirme del sometimiento en el que me encontraba -con ayuda

de la supervisión de analistas con mucha experiencia y conocimiento-, es que llegamos

a entender y trabajar estas partes oscuras de su mente.

La transferencia negativa se trabaja sosteniéndola y hablando de ella. Había un

tema de abuso y aprovechamiento que proyectaba en mi. Yo era la que me aprovecho

cuando en realidad él es quien se aprovechaba de mi. Hay que describir la transferencia

negativa con paciencia y después mostrar cómo se comporta de esa misma forma afuera

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con sus seres queridos y cómo también, en la relación transferencial, sucede lo mismo.

Detrás de la victimización había un ejercicio de tiranía, y toma mucho tiempo y trabajo

para que un masoquista deje de usar su sometimiento para dominar al otro. Hay que

sostener, describir y aguantar la transferencia negativa para después poder regresarla

en forma de interpretación. Es importante saber distinguir las partes de la contratransfe-

rencia que son de uno, de aquellas partes que pertenecen al paciente para poder enton-

ces trabajarlas. Muchas veces se vuelve difícil hacer esta distinción por nuestros puntos

ciegos y por estar dentro de la relación. De aquí la importancia de supervisar, analizarse

y estudiar mucho para trabajar y entender verdaderamente lo que pasa con nuestros

pacientes.

La transferencia negativa se trabaja sosteniéndola y hablando de ella. Hay que

describir la transferencia negativa con paciencia y después mostrar cómo sucede lo

mismo en las relaciones con sus seres queridos. Detrás de la victimización había un ejer-

cicio de dominio. Toma mucho tiempo que un masoquista deje de usar su sometimiento

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para dominar al otro. Hay que sostener, describir y aguantar la transferencia negativa

para después poder regresarla en forma de interpretación.

Es importante saber distinguir las partes de la contratransferencia que le pertene-

cen a uno, de las partes que son del paciente, para poder entonces trabajarlas. Muchas

veces se vuelve difícil hacer esta distinción por nuestros puntos ciegos y por estar dentro

de la relación. De aquí la importancia de supervisar, analizarse y estudiar para trabajar y

entender verdaderamente lo que pasa con nuestros pacientes.

Despues de un tiempo, al salirme yo de esta postura de contraidentificación, co-

menzamos a trabajar mucho más libremente, lo pasé al diván, deje de temer a las inter-

pretaciones, le subí los honorarios como tenía que hacerlo y sucedió algo impactante

para mí. Juan dejó de victimizarse, empezó a escucharme con atención y se comprometió

con el tratamiento como nunca antes. Comenzó a aceptar mis interpretaciones transfe-

renciales y a pensarlas, y hasta llegó a valorarme como analista y pedirme con humildad

y reconocimiento hacia mi trabajo cuando quería alguna reposición. Claro que de repente

aparecía la transferencia negativa, pero de forma mucho menos agresiva que antes.

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