Anda di halaman 1dari 2

Trabajo Práctico de Historia – La Primera Guerra Mundial

Los siguientes testimonios pertenecen a un hombre y una mujer que vivieron los años de la
Gran Guerra. ¿Cómo interactúan los grandes relatos históricos con las vivencias de las
personas “comunes”? ¿Cómo se refleja en sus vidas lo que los historiadores intentan
explicar y elaboran como grandes relatos?
Leemos los testimonios y luego respondemos reflexivamente las preguntas.

Józef Lewandowski, Polonia


"Nos fuimos a dormir un día estando en Alemania y al otro nos despertamos ya en Polonia"
Józef Lewandowski recuerda: "Mis padres se mudaron de Sępólno Krajeńskie a Bydgoszcz en 1918,
antes de que Polonia hubiera conseguido la independencia. Yo en aquel entonces tenía cinco años.
Pese a lo que pueda parecer, la Primera Guerra Mundial fue, o al menos así fue para mi familia y
para mí, un periodo muy tranquilo. No recuerdo en aquella época ni un disparo, ni batallas ni
derramamiento de sangre de ningún tipo. ¿Cómo fue el final del conflicto? Pues simplemente nos
fuimos a dormir un día estando en Alemania, y al otro, nos despertamos ya en Polonia. No hubo
grandes festejos. Cambiaron las autoridades, las banderas y toda la Administración. Pero para una
familia proletaria media como en la que yo fui educado, no se notó mucha diferencia. La vida siguió
su curso. En las calles de Bydgoszcz podía uno seguir oyendo dar los “buenos días” tanto en polaco
como en alemán. Los periódicos alemanes se siguieron publicando. La compra la hacíamos en las
mismas tiendas de antes, que eran principalmente propiedad de alemanes.
Tras el fin de la guerra, en 1919, estalló en la ciudad de Poznań el alzamiento de la región de la Gran
Polonia. En Bydgoszcz se mantenía la tranquilidad, aunque la lucha continuaba en las poblaciones
cercanas. Por aquel entonces yo vivía con mis padres en una casa de la calle Jasna, en un barrio de
la ciudad llamado Okole, cerca de las vías del ferrocarril. Me gustaba mirar por la ventana y ver cómo
pasaban los trenes. Una vez vi cómo el Ejército polaco tendía una emboscada a un vagón alemán.
Salía de la estación de Bydgoszcz y transportaba soldados que probablemente tenían que apoyar a
sus compañeros en las batallas cerca de Nakło. Los nuestros se escondieron tras un terraplén y se
les echaron encima cuando la máquina se estaba acercando. Pillaron a los alemanes por sorpresa.
Se rindieron sin presentar resistencia. Los polacos los desarmaron. No sé qué pasó con ellos
después.

Emma Morano, Italia.


Con 114 años, la mujer más anciana de Europa conserva aún recuerdos de su recorrido a
caballo entre siglos
“Augusto y yo soñábamos con tener una vida juntos, éramos jóvenes y estábamos prometidos. Él
había nacido en 1899, como yo. Cuando llamaron a los soldados a la guerra, se fue a luchar a las
montañas, con los alpinos. Nos dijimos adiós. Durante un tiempo recibí cartas de él, que, por
supuesto, hablaban de amor. Y de la guerra. Hasta que dejaron de llegar cartas. Y nunca más volví a
ver a Augusto”.
Emma Morano tiene 114 años, es la mujer más anciana del Viejo Continente y conserva todavía
muchos recuerdos de su recorrido a caballo entre siglos. Algunos nítidos, y otros que se confunden
con otros muchos ya esfumados. En los años de la Gran guerra, ya se había trasladado con la
familia de su pueblo de origen, Civiasco nel Vercellese, a Villadossola, donde el padre había
encontrado trabajo en una fábrica de acero.
“En aquellos años habitábamos en una de las casas de obreros dentro de la planta de acero. Yo era
joven, me gustaba cantar y, cuando la gente pasaba bajo mi ventana, se paraba a escuchar. Tenía
una voz bonita. Y Augusto se enamoró. Junto con mi hermana Angela, escuchábamos a menudo la
radio, las noticias que llegaban del frente. Eran años de ilusiones, aunque estuviéramos en guerra.
Íbamos a bailar y, si no volvíamos a casa a la hora fijada, mi madre venía a buscarnos y nos daba
golpes en las piernas. Comíamos arroz, un poco de pan y queso y nos calentábamos con la estufa.
Yo también llevaba dinero a casa, había empezado a trabajar a los 13 años en el Jutificio Ossolano,
la fábrica de objetos de yute. Hacíamos sacos con una máquina de coser de ocho o nueve metros, y
debíamos tener cuidado de no romper nada, porque teníamos que pagarlo. Pero tenía mala salud, y
el médico me aconsejó mudarme a Pallanza, donde encontré trabajo en el Jutificio Maioni, del mismo
dueño. La guerra ya había terminado y así inicié un nuevo capítulo de mi vida”. Sin Augusto, un chico
del 99 caído en los campos de batalla que Europa, un día, volvería a unir.

Dorothy Ellis, Reino Unido.


"Se suponía que iba a ser la guerra que acabara con todas las guerras pero no lo fue”
Durante su noviazgo no surgió el tema de la Primera Guerra Mundial. Fue después de casarse
cuando advirtió una cicatriz del tamaño de una moneda en la parte inferior de la pierna de su marido,
Wilfred. “Al principio no hablamos de la guerra”, dice. “Teníamos muchas otras cosas de las que
hablar. Y, como a muchos otros hombres de la época, no le gustaba hablar de lo que había vivido.
Pero cuando vi la herida le pregunté. Me dijo: ‘Es un agujero de bala’, y entonces empezó a
contarme cosas poco a poco”.
Dorothy, de 92 años, es la última viuda superviviente de un soldado británico de la Primera Guerra
Mundial. No nació hasta tres años después de la guerra y no se casó con Wilfred hasta 1942. Pero
sus recuerdos de él, las conversaciones que mantenía y las escasas reliquias que conserva de
cuando él era un adolescente que luchaba en el horror embarrado del Frente Occidental ofrecen un
extraordinario, frágil y valioso eslabón con la Gran Guerra.
“Cuando vi la cicatriz me contó cómo le dispararon en el tobillo y casi no podía andar”, recuerda
Dorothy. “Se apoyó en el hombro de un amigo que le ayudó a atravesar la tierra de nadie. Llegaban
balas de todas partes, pero consiguieron esquivarlas y llegar al otro lado. El amigo le dijo: ‘Aquí
estamos, no puedo hacer más por ti’. Wilfred contestó: ‘Muchas gracias’”.
Estaban metiendo a los heridos en carromatos. Wilfred preguntó si podían llevarle y se las arregló
para subir. “Ocupó la última plaza”, dice Dorothy.
Wilfred tenía 19 años y no le dejaron remolonear en el hospital. “Había tantos muertos que les
ordenaban volver al frente incluso aunque todavía no estuvieran bien del todo”.
Dorothy sabe con exactitud la fecha de la herida porque Wilfred la anotó en la primera página de una
Biblia diminuta que llevaba, hoy una reliquia delicada y llena de señales de su servicio. Escribió:
“Herido en marzo de 1918”. La siguiente anotación es igual de breve: “Gaseado en agosto de 1918”.
Durante todo ese tiempo, Dorothy siempre quiso que Wilfred le contara cosas. En una ocasión le
preguntó porqué se había alistado antes de cumplir 18 años. “Le pregunté por qué lo había hecho”,
dice. “El caso es que era alto, (1,88) y delgado. Parecía mayor, y en esos días, en Inglaterra, las
señoras daban una pluma blanca, una señal de cobardía, a los hombres que no iban de uniforme.
Wilfred me contestó: ‘Me propuse que ninguna señora tuviera que darme nunca ninguna pluma. Así
que me alisté y me fui’”.

Testimonios extraídos de https://elpais.com/internacional/2014/01/07/actualidad/1389098487_628086.html

1) A partir de lo leído y trabajado en clase imaginen y construyan un perfil de los soldados que
participaron del conflicto. ¿Qué podemos suponer a partir de lo que cuentan los testimonios? ¿Cómo
cambió la guerra la vida de la gente común?

2) ¿Cómo vivieron los protagonistas los grandes cambios políticos que se dieron luego de la guerra?

3) ¿Cómo se transformó la vida de las mujeres, según cuentan estas testigos, y cómo era su relación
con los hombres? Relacionen esto con el contexto económico más amplio que se generó a partir de
la guerra.

Anda mungkin juga menyukai