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Cap. VII.

- LENGUAJE Y COMUNICACION

De los temas que surgen a propósito del lenguaje el de la comunicación es


tal vez uno de los más interesantes. Al menos es uno de esos que ha despertado
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mayor interés entre los científicos, los psicólogos y los filósofos en general . El
lenguaje de las palabras habladas es el lenguaje articulado y es, a su vez, el más
corriente entre los seres humanos, el más natural y el más espontáneo. Aun con sus
limitaciones, es también el más perfecto. Sin embargo no es tan perfecto como para
permitir establecer por medio de él una verdadera comunicación.

1.- NOCIONES

En efecto, la comunicación de la que se trata, no es la comunicación física o


material de las cosas, sino la comunicación de las ideas, los pensamientos, los
deseos, las intenciones, los afectos, etc., es decir, la comunicación de lo que
acontece en la conciencia del ser que quiere llevar a la conciencia de los otros, los
destinatarios del lenguaje, esas mismas ideas, esos mismos pensamientos, esos
mismos deseos, intenciones y afectos. Comunicar es poner algo en común, hacer
partícipes a los demás de una misma cosa, de una misma idea o mensaje. Eso es
precisamente lo que pretenden los oradores políticos, los predicadores religiosos,
los escritores científicos y literarios, los padres respecto de sus hijos, el maestro
respecto de sus alumnos, etc. La finalidad del lenguaje parece ser ésta: que los
otros tengan las mismas ideas que yo o los mismos ideales, los mismos pensamien-
tos, los mismos sentimientos, etc, como si las ideas, los pensamientos y los
sentimientos fueran igual que las monedas que pasan de mano en mano con toda
facilidad.

2.- LOS PROBLEMAS DE LA COMUNICACION HUMANA

No todos los científicos dedicados a la filología, a la psicología y a las


ciencias de la comunicación están de acuerdo con esta interpretación de los
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procesos comunicativos entre los sujetos . Sin embargo, de una manera espontánea
somos llevados a pensar que las ideas por sí mismas no pueden ser transferidas de
un ser físico a otro porque ellas mismas no tienen naturaleza física; pero, asociadas
a un elemento físico como es la palabra articulada o la palabra escrita, sí pueden ser
objeto de esa transferencia. La palabra misma les sirve de vehículo o de cauce. De
esta manera puede haber ideas comunes, opiniones comunes (opinión pública),
ideales comunes, sentimientos colectivos, principios comunes, creencias comunes,
moral común, ciencias universales, etc.

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Los que piensan así olvidan algo muy importante: las ideas son cualidades
de la inteligencia, cualidades profundamente arraigadas en forma de hábitos
especulativos. Salvadas las diferencias, están grabadas en la mente lo mismo que el
sello en el papel. Son, por consiguiente, intransferibles. No pueden repartirse a los
demás como se reparten los gajos de una naranja. Cada uno tiene sus ideas, las
suyas, las que él ha producido personalmente; no, las de los otros. Las ideas sólo
pueden poseerse produciéndolas en el mismo acto de la intelección y
conservándolas en la memoria. No hay ideas prestadas o compartidas. Creerlo así
es un espejismo, como lo es creer que uno participa de los dolores y sufrimientos de
los otros disminuyendo así la cantidad y la intensidad de los mismos en el que los
padece. Eso puede hacerse únicamente con las cosas materiales. Por el hecho de
tener partes, esas partes pueden distribuirse entre muchos. Pero las ideas y los
pensamientos, ni son materiales, ni tienen partes que puedan distribuirse. Tampoco
pueden multiplicarse como se multiplican los rayos del sol cuando caen sobre un
espejo. Entre otras razones, porque ahí tampoco hay multiplicación alguna. La física
demuestra que a cada rayo incidente corresponde un rayo reflejo y sólo uno.
Podemos hablar de haces de rayos y de haces de ideas. Pero a cada objeto
corresponde sólo una de ellas y en cada sujeto hay una sola respecto de él cuando
ha logrado producirla. La metáfora del banquete de las ideas, donde todos los
comensales podían participar de las mismas es una hipótesis que sólo sirve para las
ideas de PLATON, las cuales, en su contexto filosófico, no son ideas, sino cosas.
Esto que acontece con las ideas acontece también con todos los procesos
de la vida psíquica y la vida fisiológica. Somos organismos cerrados, como las
mónadas de LEIBNITZ; sin ventanas. Todos poseemos la vida y la ejercemos
mientras la poseemos; pero cada uno vivimos la nuestra. Con independencia de las
teorías leibnitzianas, la única posibilidad que tenemos de salir de nuestra mónada
para llegar a la mónada de los demás es el lenguaje. Su función fundamental
consiste en ejercer el papel de estímulo para que los demás produzcan en sí
mismos unas ideas, unos pensamientos, unos deseos, unos afectos y unas
intenciones semejantes a las nuestras, es decir, unas ideas y pensamientos que se
correspondan con los pensamientos que nosotros tenemos o pretendemos expresar
con nuestro lenguaje el cual es un estímulo especial o un conjunto de estímulos que
son elevados al nivel de la intencionalidad psíquica, la cual les confiere una
virtualidad especial que supera con mucho la virtualidad de las simples señales.
Pero, en cualquier caso, esas ideas y esos pensamientos serán propios y exclusivos
del que los produce, no, nuestros.
No podemos aspirar a otra cosa. Aunque nuestro lenguaje sea muy
perfecto, entre nuestras ideas y las ideas de los que nos escuchan hay sólo
correspondencia. No hay igualdad; mucho menos, hay identidad. Las ideas de unos
no son copias exactas de las ideas de los otros. No hay dos ideas iguales. Las
cosas y los objetos son los mismos para todos los hombres, pero las ideas que cada
uno se forma acerca de ellos en contacto directo o por medio del lenguaje de los
otros, son muy diferentes. Si son producto de cada uno, cada uno pone en ellas su
nota personal. La idea de átomo de DALTON, la de RUTHERFORD y la de
EISNTEIN son muy diferentes. La realidad, el átomo, es la misma, pero la idea de
cada uno de estos sabios no es la misma, ni siquiera es una copia. Hay entre ellas
una mera correspondencia referencial. Pensamos sobre las mismas cosas, pero no
tenemos los mismos pensamientos. De ahí que el lenguaje, como medio para
establecer las coincidencias ideológicas en cualquier campo del saber humano,
resulte ser un medio muy precario. A veces su servicio queda reducido a la

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posibilidad que nos suministra para ponernos de acuerdo sobre nuestras propias
diferencias.
En tanto que instrumento del pensamiento, el lenguaje participa de la acción
de la causa principal que, en este caso es la facultad del lenguaje y, en último
término, la inteligencia. Como todos los instrumentos, participa de la acción de la
causa que lo maneja, pero su naturaleza es distinta o heterogénea respecto de esa
causa. Por ejemplo, esta pluma con la que estoy escribiendo es un instrumento que
facilita el contacto entre mi mente y las letras materiales que voy dejando sobre el
papel, pero el lenguaje ni tiene la naturaleza de la mente ni tiene la naturaleza de la
tinta en forma de letras. Únicamente participa de la acción de escribir que yo realizo.
Mejor que participar de la acción de la causa principal, quizá deberíamos decir que
participa en la acción. El tenedor es un instrumento que facilita el contacto físico del
hombre con el alimento, pero el tenedor, ni tiene la naturaleza del hombre, ni tiene la
naturaleza de los alimentos. Si no tiene la naturaleza, tampoco puede ejercer las
operaciones específicas que de ella se derivan. Por eso el lenguaje (los sonidos, los
rasgos sobre el papel, etc.) ni tiene naturaleza mental ni puede ejercer por sí mismo
las operaciones propias que derivan de la mente, es decir, ni posee las ideas, ni las
produce por su cuenta.
Respecto del que habla, el lenguaje es un instrumento, como he dicho
antes, utilizado como estímulo para que el que lo escucha produzca sus propias
ideas, su propia información. La información, por tanto, no viene de fuera. De fuera
vienen los estímulos sensoriales (colores, sabores, sonidos, etc.), pero ellos mismos
todavía no constituyen información alguna. La información acontece cuando esos
estímulos son convertidos en datos de la conciencia. Ahora bien, esta conversión
corre a cargo de la mente de cada uno. Por eso cada uno produce su propia
información, y, en consecuencia, cada uno tiene sus propios datos de conciencia:
sus imágenes, sus ideas, sus razonamientos, sus tomas de decisión, sus deseos,
sus sentimientos, etc. La única fuente inmediata de la información humana es la
mente de cada uno cuando abstrae esa información de los datos de la percepción o
del lenguaje de los demás que también es un conjunto de datos de la percepción,
pues el lenguaje nos entra por los sentidos (el oído). Los medios universalmente
conocidos, la radio, la prensa, la televisión, etc., en realidad, no son fuentes de
información inmediata, sino estímulos para poner en actividad una única fuente que,
en este caso, es la mente del hombre, el espectador, el oyente, sobre el que inciden
esos medios.
En consecuencia, la comunicación se lleva a efecto cuando la información
producida de esta manera espontánea por el receptor se corresponde con las cosas
de las cuales proceden esos estímulos sensoriales, o con la información que hay en
la mente del que habla (emisor), vertida al exterior en forma de lenguaje que es un
estímulo para el que escucha.
Este supuesto de la incomunicabilidad de las ideas que forma parte de la
tradición aristotélica no suele ser tenido en cuenta por la mayor parte de los
representantes de la psicología actual. Más bien se da por supuesto que las ideas
son comunicables por medio del lenguaje, e, incluso, se establece como principio
fundamental que las ideas o los conceptos son engendrados por el lenguaje como
causa adecuada de los mismos.
Uno de esos autores que se hacen eco de los supuestos aristotélicos a este
respecto es STONES cuando afirma rotundamente que 'es imposible la transmisión
de conceptos del profesor al alumno por medio del lenguaje'. Este mismo autor se
hace eco de otro pasaje de VIGOTSKY: el profesor que pretendiera transmitir sus
conceptos al alumno por medio del lenguaje... 'no lograría más que un huero

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verbalismo, una repetición mecánica, por su parte, de palabras, simulando un
conocimiento de los conceptos correspondientes, pero en realidad, cubriendo un
3
vacío conceptual' .
Esto es así porque el origen, el verdadero origen de nuestros conceptos o
ideas es la experiencia personal interna o externa, sobre la cual la inteligencia
ejercita sus funciones abstractivas, las cuales le permiten conocer la naturaleza de
los objetos que caen bajo esa experiencia. El lenguaje no es más que un
instrumento cuya función esencial consiste en facilitar, e, incluso, hacer posible esa
experiencia. Y tanto los conceptos como el pensamiento constituido a base de esos
conceptos, son personales. Como he afirmado anteriormente, cada uno construye
los suyos. Nadie puede sustituirle en esa tarea. La afirmación según la cual hay
personas y sociedades que viven gracias a los pensamientos y las ideas prestadas
no pasa de ser una metáfora.
Esto que parece una deficiencia para el pensamiento y la comunicación,
constituye, por otra parte, uno de sus valores más destacados. En fin de cuentas
esto es lo que permite que los pensamientos sean originales, creadores y
progresivos. El alumno puede aventajar a su profesor y el hombre de una época
determinada puede tener unos pensamientos y unas ideas mucho más ricas y
originales que los hombres de la etapa inmediatamente anterior. El lenguaje es un
instrumento muy pobre, pero permite que se produzcan estos efectos.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. c.7.- 1) Aranguren, 1975;


Akmajian y otros, 1979; Alajpuanine y otros, 1964; Buyssens, 1967, 1978; Kellog,
1968; Miller, 1951, 1967, 1969, 1970; Rowell y otros, 1962; Spradlin, 1963. Basil,
1994; Brown, 1981; Taylor, 1986; Luria, 1980, 1985; Nakazima, 1982; Halliday,
1975, 1983; Perelló, 1980; Pita y otros, 1986. 2) Osgood, 1986; Pask, 1976; Peraita,
1988; Shanon y otros, 1949; Stewart, 1970; Foucault, 1974; Gortázar y otros, 1989;
Heineman, 1980; Martín Serrano y otros, 1976. 3) Stones, 1969.

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Cap. VIII.- PROCESOS PSIQUICOS IMPLICADOS EN LA
PRODUCCION DEL LENGUAJE

1.- INTRODUCCION

Cuando hoy se habla del lenguaje es imprescindible echar mano de un


concepto nuevo, el concepto de 'código' y su derivado, el concepto de 'codificación'.
La ciencia actual maneja este concepto con mucha frecuencia, debido tal vez a la
tremenda influencia que ejercen sobre ella la Informática y la Cibernética. En este
caso el código es un conjunto de signos que materializan o contienen una
información dada o un conjunto de normas destinadas a expresar la información a
base de caracteres materiales. Se trata de la sustitución de lo inmaterial, la
información, por lo material, el código o el signo, de una maneara semejante a la ya
expuesta con el nombre de suppositio. La facilidad para manipular (procesar) los
elementos de estos códigos, tanto por lo que se refiere a la cantidad de los mismos
como por lo que se refiere a la velocidad, es lo que permite manipular o procesar
con estas mismas ventajas la información o los mensajes en ellos representados.
Esto es así en virtud de la correspondencia que previamente se ha establecido de
una manera arbitraria entre los códigos y los mensajes con anterioridad al inicio del
proceso. Los códigos que utiliza la informática constituyen un vocabulario conven-
cional equiparable al vocabulario constituido por las palabras habladas o escritas.
Son símbolos más artificiales, y más elaborados en los que cuenta de una manera
exclusiva la dimensión sintáctica. La dimensión semántica solo aparece al principio
del proceso, cuando de hecho son elegidos para expresar un mensaje determinado,
y al final, cuando se desea obtener el mensaje elaborado. La dimensión pragmática
carece de relevancia, puesto que su valor es siempre unívoco o invariable, toda vez
que en los distintos momentos o partes del proceso ese valor se encuentra
protegido o garantizado por las leyes de la física y de la mecánica las cuales, por
naturaleza, son invariables.
Por la semejanza que tiene con todas estas cosas, al lenguaje natural, al
lenguaje de las palabras habladas y al lenguaje de las palabras escritas se le llama
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'código'. Algunos autores, como M. GROSS , llevan esta semejanza hasta extremos
inconcebibles tratando de descubrir en el lenguaje ordinario estructuras que son
equiparables a las estructuras de la matemática. Por esta razón a las funciones que
ejerce la inteligencia cuando emplea el lenguaje se les llama 'codificación'. Esto,
desde el punto de vista del emisor del lenguaje. Desde el punto de vista del receptor,
se le llama 'descodificación' o 'decodificación'. Tanto la codificación como la descodi-
ficación son funciones complejas. De ellas nos ocuparemos un poco más adelante.
Esta complejidad es contemplada por los autores desde muchos puntos de
vista. MAYOR hace una síntesis de estas opiniones: BÜHLER entiende que esa
función del lenguaje es triple: expresión (lenguaje como síntoma), apelación
(lenguaje como señal) y representación (lenguaje como símbolo); JAKOBSON
constata que hay una función emotiva, una función denotativa y una función
connativa; para HALLIDAY estas funciones son la ideativa, la interpersonal y la

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textual; LEFEVRE entiende que las funciones del lenguaje son cuatro, la
comunicativa, la acumulativa, la situacional y la racional; OGDEN Y RICHARDS,
aumentan el numero de estas funciones: la cognitiva, la referencial, la informativa, la
emotiva y la evocativa; ROBINSON, por su parte, las amplía hasta el número de
catorce: escapisno verbal, conformismo verbal, estética, reglamentadora del
encuentro, productora, reguladora, etc. El propio MAYOR hace una síntesis que es
su propia opinión:

“nosotros creemos que éstas y otras muchas podrían reducirse a dos grandes
funciones: la comunicativa y la cognitiva. La primera englobaría las ya citadas
funciones, expresiva, apelativa, fática, metalingüística, poética, comunicativa, y, en
parte, la acumulativa, la situacional y el uso emotivo del lenguaje; se pone de relieve
en situaciones comunicativas, potencia la capacidad de comunicación y facilita el
intercambio y la interacción social. La segunda, que podríamos denominarla también
simbólica, englobaría las ya citadas funciones representativa, denotativa , referencial,
racional, y, en parte, la acumulativa y el uso cognitivo del lenguaje; a través suyo los
hablantes representan la realidad y la manipulan a través de procesos mediadores
verbales, se facilita y potencia la actividad del pensamiento o cognitiva en general y
permite un manejos sustitutivo de los objetos y relaciones del mundo, contribuyendo
al desarrollo de la cultura. La comunicación y la cognición constituyen así, no sólo los
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contextos básicos del lenguaje, sino sus principales funciones” .

Cuando este mismo autor se refiere a los procesos psíquicos que tienen
lugar en el sujeto que produce y emplea el lenguaje, señala en este mismo orden los
siguientes: planificación del mensaje, estructuración sintáctica, búsqueda lexical,
ajuste morfológico y control motor.
No es este el momento indicado para enmendarle la plana a un autor de
tanto prestigio. No obstante considero necesario introducir algunos matices. Es el
caso que, a lo largo de muchos años en el ejercicio de la enseñanza, he podido
analizar detenidamente el pensamiento y el lenguaje de los alumnos de bachillerato.
Como resultado de ese estudio prolongado, he podido constatar que los procesos
que desarrollan estos sujetos son los siguientes y se suceden en este mismo orden:
a) planificación o determinación del mensaje, concepción de la idea o el
pensamiento y toma de decisión de comunicarlos, b) estructuración lógica del
mensaje, c) búsqueda de las palabras adecuadas según las posibilidades de cada
uno, d) toma de decisión en orden a la expresión o codificación del mensaje,
elección de las más aptas de entre las disponibles, e) codificación, f) configuración
de las estructuras morfosintácticas, g) toma de decisión sobre la ejecución material,
emisión del habla o de la escritura, h) emisión o ejecución efectiva, i) reflexión o
evaluación del lenguaje emitido. Estamos hablando de un individuo normal. En los
disminuidos u oligofrénicos, o no se dan algunos de estos procesos, o estos
procesos no se dan en este orden. Algunos de estos procesos merecen un breve
comentario.

2.- LA DETERMINACION DEL MENSAJE

Para poder comunicar algo es necesario tener algo que comunicar. Para
comunicar ideas y sentimientos hay que tener ideas y sentimientos. No hay
lenguajes vacíos. La razón es la misma de siempre. Los lenguajes vacíos no son
lenguajes. La dimensión semántica es imprescindible para que la voz o el gesto

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puedan convertirse en símbolos. La esencia misma del lenguaje implica que los
símbolos lingüísticos son realmente símbolos cuando son elegidos y utilizados como
tales y cumplen su función esencial de llevarnos al conocimiento de los contenidos
mentales del que los emplea.

3.- DECISION Y EXPRESION

La concepción del mensaje tiene que ir acompañada de la decisión de


comunicarlo. De otra suerte el pensamiento no se convertiría jamás en mensaje. El
lenguaje interno seguiría siendo lenguaje interno en el más absoluto de los secretos.
Sólo los disminuidos psíquicos o aquellos que no tienen control sobre su conciencia
hablan lo que no han pensado, es decir, expresan lo que pertenece a la
inconsciencia o la subconsciencia. El verdadero lenguaje tiene su origen en la
conciencia, es decir, en la inteligencia, por las razones ya expresadas en párrafos
anteriores. El lenguaje que no procede de la conciencia no es un verdadero
lenguaje.

4.- COHERENCIA DEL MENSAJE

Las ideas y los pensamientos, antes de ser expresados, tienen que ser
vistos por el hablante como 'aptos para ser expresados'. Ahora bien, esta aptitud
implica un mínimo de coherencia, es decir, un mínimo de enlace o ilación de los
elementos que lo componen entre sí, y un mínimo de ilación o enlace del mensaje
en su conjunto con los demás contenidos de la conciencia que le sirven de contexto.
Esta coherencia es la base fundamental sin la cual no se produce la decisión de
convertir un pensamiento en mensaje. La decisión que es un acto de la voluntad
tiene siempre como base la coherencia de las ideas que son el acto de la
inteligencia o el efecto de ese acto. Esto, por una parte; por otra, el mensaje está
destinado a ser expresado o codificado por medio de palabras, las cuales son su
vehículo adecuado si tienen un mínimo de coherencia morfosintáctica. Ahora bien,
aunque en abstracto puede darse la dimensión sintáctica (leyes sintácticas) sin la
dimensión semántica del lenguaje (leyes lógicas y ontológicas), en concreto esta
independencia es imposible. Para que el lenguaje sea un auténtico vehículo de la
comunicación y cumpla sus objetivos, las relaciones y leyes de la sintaxis tienen que
estar fundamentadas sobre las relaciones y leyes de la lógica y la ontología. Es el
razonamiento al que se recurre con frecuencia en este libro. En efecto, una palabra
no puede desempeñar el oficio de sujeto de un predicado en un enunciado
cualquiera (dimensión sintáctica) si la naturaleza, las relaciones y las leyes del
contenido semántico de la misma en relación con el predicado no la hacen apta para
desempeñar el papel de sujeto. Evidentemente estas relaciones del contenido del
sujeto con el contenido del predicado son relaciones lógicas y relaciones ontológi-
cas. Con independencia de estas relaciones, podemos formular enunciados, pero
esos enunciados jamás podrán ser portadores de verdaderos mensajes.

5.- SELECCION DEL MEDIO MATERIAL

Es la búsqueda de las palabras o símbolos adecuados para la expresión del


mensaje. En esto acontece lo mismo que en todos los problemas de la vida.

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Ciñéndonos al tema de las palabras, lo normal es que el sujeto busque entre las
palabras ya existentes, y de éstas, entre las que él conoce de acuerdo con su nivel
cultural. Sucede con frecuencia que la penuria del lenguaje tiene lugar, no porque
las palabras no existan, sino porque no se conocen. La primera búsqueda, pues, se
produce entre las palabras disponibles para un sujeto determinado. Pero hay
ocasiones en que las palabras no existen. Este es el caso de los científicos o los
grandes sabios. Los nuevos descubrimientos, los nuevos objetos o las nuevas
características, las nuevas relaciones entre las cosas descubiertas por ellos no
encuentran en el diccionario la palabra que les corresponde. Entonces, para ellos,
se impone la necesidad de crear palabras nuevas. Una de las funciones esenciales
de las Reales Academias de la Lengua es precisamente ésta: el estudio y la
aceptación de estos neologismos que están creándose de una manera
ininterrumpida en todos los contextos culturales. Esta experiencia de penuria del
lenguaje que padece el sabio en el terreno de su propia ciencia es también la
experiencia del artista, la experiencia del teólogo, la experiencia del literato, la
experiencia del místico, etc. Nadie mejor que ellos conoce la inmensa distancia que
existe entre lo que la realidad es y lo que de la realidad puede expresarse de una
manera efectiva.
Sin embargo esto no es lo normal en los procesos lingüísticos, pues la
mayor parte de los individuos de una sociedad cualquiera, ni son sabios, ni son
artistas, ni son literatos, ni son teólogos, ni son místicos. Lo normal para ellos es
todo lo contrario: la existencia de muchas palabras para expresar una misma idea o
un mismo pensamiento. Por ejemplo, para expresar la idea de 'gordura' u 'obesidad'
el sujeto de habla española dispone de muchas palabras, algunas de las cuales son
las siguientes: abultado, atocinado, adiposo, amondongado, bamboche, barrigón,
botija, carigordo, cebado, ceporro, corpulento, cuadrado, chaparro, gordezuelo,
gordete, gordinflón, graso, grueso, imbunche, inflado, jergón, lleno, mantecoso,
mofletudo, mollejón, morcón, mostrenco, obeso, panzudo, pesado, potoco,
rechoncho, redondo, retaco, repolludo, regordete, robusto, rollizo, rubicundo, tripero,
tripón, tripucho, tripudo, ventrudo, voluminoso, zaborro, zamborotudo. Todas estas
palabras expresan la misma realidad, el mismo rasgo físico. Pero el empleo de estas
palabras para cada uno de los casos concretos no es indiferente, ni mucho menos.
Cada una de ellas tiene un matiz específico que es el que tiene que corresponderse
con el matiz de la idea y el objeto que se quiere expresar. Los términos sinónimos
que permitirían el uso de estas palabras con indiferencia, tal como los entiende la
gente, son inexistentes. Los sinónimos de una palabra no son sinónimos de ella,
sino de alguna de sus acepciones. Esto forma parte de las convicciones más
arraigadas de los lingüistas de nuestros días. Por eso se impone la necesidad de
determinar el matiz que se quiere expresar para elegir la palabra adecuada, y esta
elección impone, a su vez, la necesidad de elegir entre las palabras disponibles
(toma de decisión). Para esto se necesita mucha finura de espíritu; mucha
sensibilidad. Cuando esto no se toma en serio, el lenguaje se convierte en una garla
o en mera charlatanería. Esto es lo que acontece en los discursos de nuestros
políticos y en la inmensa mayoría de las intervenciones de nuestros profesionales de
la radio: filatería, labia, palabreo; sólo eso. Es el intento o el recurso de suplir con
palabras vacías la pobrería de las ideas o el conocimiento superficial de las cosas.
La toma de decisiones es siempre cosa de la voluntad, pero tiene sus raíces en la
inteligencia, pues la voluntad elige únicamente una de las opciones que le presenta
la inteligencia.
Las variables independientes que intervienen en esta decisión de la
voluntad son muchas: la idiosincrasia del sujeto, la cultura y la civilización en que

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vive, los usos y las costumbres, los estilos, los gustos y preferencias, las modas o
las presiones sociales, etc. Sin embargo la única variable que debería tenerse en
cuenta es esa a la que me he referido antes: el matiz de la idea o el objeto que se
quiere expresar. Los estilos cognitivos influyen en la configuración del lenguaje,
pero, a veces, ellos mismos son efecto de esta misma configuración que se debe, al
menos en parte, a otros factores, como acabamos de ver.

6.- CODIFICACION

La codificación es, sin duda, el proceso más importante en la producción del


lenguaje. El 'codex' o 'caudex' para los clásicos era el libro de cuentas (codex
accepti et expensi, en CICERÓN) o el libro simplemente (codiecem scribere:
CICERÓN). Con posterioridad vino a significar el libro en el que se encontraban las
leyes o normas de convivencia de una sociedad e, incluso, el conjunto de leyes
escritas, por ejemplo, el Código de Justiniano. Este mismo significado tiene en la
actualidad: Código de Derecho Civil, Código de Derecho Canónico, para expresar el
conjunto de leyes civiles o religiosas respectivamente. Hay, pues, tres cosas en el
código: a) una que es material o tangible, por ejemplo, el libro o la ley escrita
(código), b) otra que es inmaterial e invisible que es el contenido, las ideas, la
norma, la convivencia espiritual, las relaciones jurídicas entre los miembros de la
sociedad, etc. (mensaje), y c) el carácter normativo o prescriptivo del código, pues,
mediante el código, los sujetos tienen conocimiento de cómo deben comportarse o
de lo que deben hacer. Incluso la naturaleza se comporta de acuerdo con sus
propios códigos, por ejemplo, el código genético. El comportamiento y la vida entera
de un ser vivo se desarrolla inevitablemente de acuerdo con las directrices
determinadas o fijadas en el código de sus propios genes. El código, por
consiguiente, es una cosa material y visible de forma directa o indirecta, que sirve
de cauce para el conocimiento de otra cosa inmaterial e indivisible. En otras
palabras, es un sistema de signos visibles y reglas que permiten formular y conocer
un mensaje secreto.
En la actualidad la palabra código es empleada con mucha profusión en los
más diversos campos de la actividad humana. Pero en el terreno de la lingüística su
uso se encuentra condicionado por las directrices de la informática y la cibernética.
En efecto, los códigos que utiliza la informática son combinaciones de elementos
físicos (impulsos eléctricos) o bits que tienen la función de representar mensajes
(números, letras). Mediante ellos puede expresarse cualquier número en base 2, en
base 4, en base 6, en base 8, etc. Por ejemplo el Código Binario de Exceso Tres y el
Código de Aitken utilizan configuraciones de seis bits para expresar sus símbolos
elementales. En cualquier casos se trata de elementos muy simples materiales y de
fácil manipulación con la ayuda de una máquina (el ordenador) que expresan
mensajes de otro orden (palabras, números), los cuales expresan, a su vez, otros
mensajes inmateriales (ideas y pensamientos). La posibilidad de sustituir estos
mensajes por las configuraciones de bits es lo que permite procesar los
pensamientos y las ideas con esa facilidad y ahorro de energía. La codificación en
este caso tiene lugar al comienzo de todo el proceso y consiste en la asociación de
las ideas a estas configuraciones o combinaciones de bits. En la vida normal esta

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asociación consiste en la vinculación mental de las ideas y los pensamientos a las
palabras y los enunciados materiales.

7.- LA NATURALEZA DE LA CODIFICACION

He resaltado la palabra 'mental', porque la vinculación de las ideas a las


palabras o codificación acontece sólo en la mente. Fuera de ella no existe
vinculación alguna. Esto supone que la codificación es un proceso mental
exclusivamente. Las palabras llevan su carga significativa (mensaje) en la medida
en que se hallan en la mente, es decir, en la medida en que son conocidas por la
inteligencia. Para uno que no las conozca, las palabras pueden ser percibidas por el
oído, pueden ser leídas por el sentido de la vista, pero para él no llevan carga sig-
nificativa alguna, es decir, no son portadoras de mensaje alguno. Esto es lo que nos
acontece cuando oímos una conversación en otra luenga que no es la nuestra. Las
palabras son las mismas, pero para nosotros, no significan nada. La vinculación
entre la palabra y la idea tiene que ser conocida por el que habla (emisor) y por el
que escucha (receptor). Esto constituye una exigencia del lenguaje por la sencilla
razón de que sus elementos son signos convencionales. Los sonidos materiales son
llevados a la mente (conocidos) y allí son convertidos en símbolos de las ideas en
virtud de una decisión libre tomada por el que habla (signos arbitrarios). Esta
decisión es insustituible. Las decisiones sólo se dan en la mente, no en la realidad.
Por tanto la elevación de un sonido material articulado a la categoría de símbolo
acontece en la mente y sólo en la mente. La condición de símbolos le corresponde a
las palabras, no en razón de su ser de „cosa', sino en razón de su 'ser de objeto'. En
fin de cuentas la codificación es la conversión de las palabras o las cosas en
símbolos de las ideas o los pensamientos.

8.- LA ESTRUCTURA MORFOLOGICA Y SINTACTICA

La configuración de las palabras en estructuras morfológicas y sintácticas es


una exigencia de la dimensión pragmática del lenguaje. De una manera indirecta, es
también una exigencia de la dimensión lógica y ontológica de las ideas y los pensa-
mientos. Las ideas que constituyen el mensaje tienen una estructura lógica impuesta
por la naturaleza racional o dialéctica de la inteligencia humana (logos). Pues bien,
esa estructura, para ser expresada correctamente, exige un correlato en la
estructura morfosintáctica de las palabras. No es que haya identidad entre ambas
estructuras, la mental y la verbal, pero sí hay correspondencia. El sentido de las
palabras no depende sólo de ellas, depende también de las otras que se encuentran
a su lado (contexto). Este contexto no es únicamente el conjunto de las palabras que
tiene alrededor, sino la forma de presentarse en relación consigo mismas y la forma
de relacionarse con las demás. Estos factores pueden variar completamente el
sentido del mensaje. Por ejemplo, la relación o estructura sintáctica del oráculo de
Delfos es fundamental para fijar o interpretar el mensaje del mismo: 'ibis redibis non
peribis'. En muchos casos la posición de los signos de puntuación (en este caso, las
comas) es el factor que decide el sentido del enunciado. En este enunciado
concreto, la posición de estos signos hace que el mensaje sea completamente
contradictorio: 'ibis, redibis, non peribis', o bien 'ibis, redibis non, peribis'. Por

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consiguiente para que el lenguaje cumpla su cometido de transmitir un mensaje
determinado, una vez elegidos los símbolos o las palabras, estas palabras tienen
que ser estructuradas convenientemente de acuerdo con las reglas de la sintaxis
que vienen exigidas por las reglas de la lógica y la ontología. La estructura
morfosintáctica tiene que ser precisamente aquella que satisface estas exigencias,
no otra.
Sin embargo, para satisfacer esta exigencia, las estructuras sintácticas del
lenguaje humano no son herméticas o cerradas, sino abiertas o flexibles. En esto se
diferencia el lenguaje humano del lenguaje de las máquinas o lenguaje del
ordenador. La riqueza en el manejo de esta variedad de estructuras morfosintácticas
es uno de los factores que constituyen los estilos literarios. Evidentemente el estilo
de AZORÍN se parece muy poco al estilo de CERVANTES y, sin embargo, las
estructuras morfosintácticas que emplean uno y otro son completamente correctas y
satisfacen esa exigencia de la que he hablado anteriormente. El estilo de ORTEGA
se parece poco el estilo de UNAMUNO, sin embargo, aparte de la belleza de la que
hacen alarde ambos autores, las estructuras sintácticas y morfológicas del lenguaje
de ambos constituyen un fiel correlato de las estructuras de las ideas y los
pensamientos que brotaban de sus mentes privilegiadas.
Estas estructuras morfosintácticas son muy diferentes en cada una de las
lenguas, en cada una de las culturas, en cada uno de los individuos, etc. Pero hay
algunas estructuras superiores que se repiten en todos ellos como una especie de
denominador común. Son las estructuras profundas, o estructuras latentes, de las
que las otras estructuras no son más que manifestaciones, ejemplares, o concrecio-
nes. Esas estructuras profundas derivan de la estructura lógica y ontológica a la que
me he referido antes, la cual exige que las partes del lenguaje que expresan la
causa o el sujeto de una acción, en el orden lógico y ontológico, sean un sustantivo
o una expresión equivalente en el orden morfológico, y desempeñe el oficio de
sujeto en el orden sintáctico; que las partes del lenguaje que expresan relaciones,
cualidades o determinaciones, en el orden ontológico, sean adjetivos o expresiones
equivalentes en el orden morfológico, y desempeñen el oficio de predicado o atributo
en el orden sintáctico; que las partes del lenguaje que expresan acciones, pasiones
u operaciones, en el orden ontológico, sean verbos en el orden morfológico y
desempeñen el oficio de tales en el orden sintáctico. Las leyes y las estructuras
lógicas y ontológicas imponen la exigencia de que los elementos del lenguaje, de
cualquier lenguaje, reducidas a sus estructuras más simples, como fundamento de
todas las demás estructuras, se configure como la forma 'S es P'. La necesidad que
experimenta la inteligencia humana de formar o construir mentalmente estas
estructuras elementales es una exigencia innata; no, adquirida. Por tanto es una
exigencia para todos los hombres, sea cual sea la cultura a la que pertenecen y la
lengua que hablan. La diferencia entre los hombres no está en estas estructuras
más simples, sino en el uso discrecional de las contexturas desinenciales y la ayuda
de las composiciones sincategoremáticas.

9.- LA TOMA DE DECISIONES Y LA EJECUCION DEL MENSAJE

Una vez transcurridas las fases anteriores, el proceso se continúa con la


ejecución material del lenguaje, que en unos casos es el habla; en otros casos, la

91
escritura; en otros casos, los gestos; en otros casos, ciertos movimientos del cuerpo;
en otros casos, la utilización de otros cuerpos materiales seleccionados para ser
cauce de los mensajes mentales tal como lo hemos descrito en los párrafos
anteriores. La nueva fase consiste en la ejecución material de los movimientos
conducentes al habla, a la escritura, a los movimientos del rostro o del cuerpo, al
ejercicio de las manos o los pies, etc. Pero esta ejecución supone una nueva toma
de decisiones por parte de la voluntad o la continuación o renovación de la decisión
previamente tomada sobre la elección de los símbolos o palabras que se estiman
más adecuadas. Esta decisión es formulada por la voluntad como todas las
anteriores sobre los datos u opciones posibles que le presenta la inteligencia. Esta
decisión es ejercida, no por el cerebro, sino sobre el cerebro, en los centros que
corresponden a la motricidad. En esos centros se producen los impulsos eferentes
que descienden por las vías nerviosas eferentes hasta llegar a los músculos que son
activados (enervados) de la forma que ya hemos descrito en el apartado dedicado al
lenguaje como conducta del 'homo loquens'.
Hay, no obstante, una gran diferencia entre los efectos de esta toma de
decisiones y las tomas de decisiones anteriores referidas a la formulación mental del
mensaje y a la selección de los símbolos más adecuados para expresarlos. Esta
diferencia consiste en lo siguiente:

a) Lo propio de la voluntad humana es la autodeterminación. Por otro nombre, a


esta determinación se la conoce como 'libertad' o 'libre albedrío'. Este es el mayor
exponente de la característica fundamental de la vida, que es la espontaneidad en
grado sumo. La voluntad, pues, se autodetermina. Este es su acto específico o
comportamiento natural. Pero, en virtud de la unidad física y psíquica del ser
humano, ella misma determina de alguna manera a las demás facultades cuyo
ejercicio depende de la inteligencia. Este dominio de la voluntad es doble: político y
despótico. El dominio político es aquel respecto del cual las otras facultades pueden
no obedecer, por ejemplo, la memoria, cuando la voluntad le ordena recordar una
lista de nombres propios para un examen; unas veces obedece, pero otras, no. El
dominio despótico es aquel respecto del cual las otras facultades carecen de la
capacidad suficiente para resistirse al mandato, negarse a obedecer, por ejemplo,
cuando la voluntad le ordena a un brazo que se levante, o cuando le ordena al ojo
dirigirse a un objeto cualquiera. Naturalmente estamos hablando de un individuo
normal o individuo sano; no de un individuo anormal o enfermo.

b) Este imperio o mandato de la voluntad dirigida por la inteligencia,


utilizando los impulsos nerviosos eferentes, puede ser proyectado sobre los órganos
de la fonación humana para que articule una serie de palabras en forma de
lenguaje o habla, o ser dirigido a la mano para que describa sobre el papel unos
trazos en forma de letras equivalentes a otros tipos de lenguaje. Pues bien, este
dominio de la voluntad sobre estas facultades (los órganos de la fonación y las
manos) es un dominio despótico, de tal suerte que dichas facultades, si el individuo
está sano, se encuentran incapacitadas para resistir y no obedecer. El individuo que
quiere hablar o escribir, si el resto de las variables intervinientes son favorables o no
lo impiden físicamente, ese individuo habla o escribe con absoluta seguridad. Si
aparece algún fallo en el proceso, acontece por otras razones o causas, pero no por
deficiencias de la orden que procede de las facultades superiores que son la
inteligencia y la voluntad; por ejemplo, porque tiene los órganos deteriorados o
impedidos física o fisiológicamente, porque no sabe escribir, porque no tiene nada

92
que decir, es decir, porque no tiene ideas, etc. Por tanto, desde el punto de vista de
la voluntad y la inteligencia, estas decisiones cumplen siempre sus objetivos.

10.- LA EJECUCION MATERIAL DEL HABLA

El paso siguiente es la ejecución material del habla, la ejecución de la


escritura, etc., las cuales son acciones materiales que derivan del ejercicio físico de
las facultades ejecutivas u órganos (instrumentos) del lenguaje, activados por los
impulsos nerviosos eferentes que proceden del cerebro. En la psicología actual, esta
fase es conocida con el nombre de 'emisión'. En el paralelismo que los psicólogos
establecen entre el hombre y el ordenador, esta fase es la equivalente a la ejecución
material de la resolución final del proceso para que salga en la pantalla o en la
impresora. Esta ejecución material del habla, de la escritura o de otros símbolos,
sigue las pautas ya descritas en el referido apartado sobre 'el lenguaje como
conducta del homo loquens'.

11.- LA EVALUACIÓN DEL LENGUAJE PROPIO

El último paso del proceso de la producción del lenguaje es la evaluación del


mismo por parte de la inteligencia. El individuo normal es consciente de lo que
acaba de decir o expresar y, de una forma automática, es arrastrado por la
curiosidad que le plantea al menos tres interrogantes: a) si lo que ha dicho o
expresado lo ha dicho o expresado bien, es decir, si realmente era ese el mensaje
que quería transmitir, b) si lo que ha dicho o expresado es lo que en ese momento
debía decir o expresar, c) si lo dicho o expresado por medio de estos símbolos es
aceptado por el destinatario o no es aceptado, etc. Si constata que la respuesta a
estos interrogantes es afirmativa, el proceso se concluye con una nueva afirmación:
'sí efectivamente esto es así'. Esta nueva afirmación puede ser interna o externa.
No es infrecuente que, después de esa breve reflexión, esta afirmación se produzca
de una manera externa.

12.- LA VINCULACION ENTRE LAS FASES DEL


PROCESO

Acabo de describir el proceso psíquico del lenguaje como una sucesión de


actos que se desarrollan a través de varias etapas. Esta sucesión no puede
entenderse exclusivamente como una sucesión cronológica, sino como una
sucesión lógica y ontológica. El hecho de ser una sucesión no implica que entre
fracción y fracción de la misma haya de transcurrir un tiempo determinado. Hay una
dependencia entre estas fases; esto es evidente. Pero no tenemos datos para
afirmar que esta dependencia sea una dependencia según el antes y el después. En
cuanto al tiempo, algunas de estas fases son completamente simultáneas, por
ejemplo, la elección y la codificación, en muchos casos.

93
BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. c.8.- 1) Gross, 1976,
Mayor, 1985. 2) Ver Mayor, 1985; Beltrán, 1984; Butterworth, 1980; Jenkins y otros,
1964; Luria, 1980, 1985; y otros, 1956; Searle, 1980; Sánchez Zavala, 1982; Torres,
1984; Olerón, 1977; Nakazima, 1983; Antimucci y Parisi, 1983; Peraita, 1988.

94
Cap. IX.- PROCESOS PSIQUICOS IMPLICADOS EN LA
RECEPCION DEL LENGUAJE

1.- INTRODUCCION

En algunos libros de psicología suelen sintetizarse los procesos parciales


que intervienen en el lenguaje como si ellos mismos formaran parte de una cadena
cuyos eslabones son los siguientes: elección del mensaje y el medio, codificación,
emisión, recepción, descodificación, comprensión. Los tres primeros corren por
cuenta del que habla y los otros tres corren por cuenta del que escucha o recibe la
información. Otros autores simplifican todavía más el proceso de comunicación
reduciéndolo a dos actos fundamentales, el acto de 'hablar' o expresarse, por parte
del emisor, y el acto de 'comprender', por parte del receptor. Sin embargo un análisis
más detenido nos obliga a introducir otros procesos parciales no menos importantes
como parte de esa misma cadena, tal como ha quedado expuesto en el capítulo
anterior a propósito de los actos que realiza el que habla o emite un mensaje si
1
quiere que ese mensaje sea efectivo .
El objeto de la Psicolingüística es la descripción de los procesos psíquicos
que tienen lugar cuando los hombres utilizan enunciados verbales. Estos procesos,
por parte de aquel al que va dirigido el lenguaje, son los siguientes: oír o escuchar
el enunciado, identificarlo, aceptarlo, interpretarlo, entenderlo, creer o asumir su
validez en relación con la propia conducta. Sin embargo 'los límites entre estos
2
niveles (procesos) no son claros y precisos' (MILLER) . Esta serie de procesos que
intervienen en la recepción del lenguaje no es la misma en todos los autores que se
ocupan del tema. No obstante, en los rasgos principales, las coincidencias son
altamente significativas.
Por mi parte, entiendo que, en lo que concierne al destinatario del lenguaje,
esos procesos parciales son los siguientes: a) percepción sensorial del habla, b)
análisis e identificación de los sonidos con los sonidos que ya tiene en su memoria,
c) identificación de las unidades lingüísticas que se contienen en esos sonidos, d)
descodificación (interpretación) o producción de la idea y el pensamiento propios,
e) inserción de esa idea o pensamiento en las estructuras mentales que ya posee, f)
modificación de esas estructuras o producción de otras nuevas, g) sensación de
plenitud o satisfacción, h) eventual planificación de la conducta, en su caso. Como
puede observarse, en líneas generales, este proceso complejo es el mismo que
ejerce el emisor, pero en sentido contrario. Esto acontece, sobre todo, en la parte
principal que es la descodificación.

95
2.- LA FASE FISICA DEL LENGUAJE

En el lenguaje, en este caso, el habla, la recepción del mismo consiste en la


llegada de una serie de estímulos a las partes sensibles del oído consistentes en
una serie de ondas de aire producidas por las vibraciones de los órganos de la
fonación humana del emisor, sobre todo, por sus cuerdas vocales. La transmisión de
estas ondas sonoras constituye la fase física o proceso físico de la audición, pues su
desarrollo obedece exclusivamente a las leyes de la física.
En efecto: en los procesos auditivos interviene como causa eficiente un
estímulo material constituido por las ondas sonoras. Estas ondas no son más que
partículas de aire que se mueven de una manera cíclica a una velocidad aproximada
de 332 m/s. Este movimiento cíclico de las partículas de aire produce una especie
de vibración que choca con los elementos receptores del oído, dando lugar al sonido
que es, en fin de cuentas, la sensación auditiva. La medida de estas vibraciones se
expresa en unidades por segundo. La sensibilidad del oído humano está preparada
para recibir estas unidades cuando se producen entre 15 y 20.000 ciclos por
segundo. Cuando la frecuencia de los ciclos está por encima o por debajo de estos
umbrales, el sonido no es perceptible por el hombre, pero sí por otros animales, por
ejemplo, el perro o el murciélago (120.000 c/s), etc. Las vibraciones extremas llegan
efectivamente a los órganos receptores, pero en estos casos, o carecen de la
energía suficiente para activarlos, o rebasan el nivel de energía tolerable, causando
una perturbación en el funcionamiento de los mismos. Y, si los activan, en el primer
caso, el impulso nervioso resultante es tan pequeño o tan débil que no llega a la
zona correspondiente de la corteza cerebral, y, consiguientemente, no se convierte
en dato de la conciencia (conocimiento, información). No obstante la llegada a los
elementos receptivos del oído (lo mismo, en el caso del ojo) de los ciclos que se
hallan fuera de estos umbrales puede tener la virtualidad de introducirse en la
conciencia en forma de percepción subliminal o incluso, de percepción
3
extrasensorial .
Acerca del sonido hay que tener en cuenta: a) la intensidad, es decir, la
fuerza o sonoridad que se corresponde con la diferencia entre la cantidad de
compresión y descompresión del aire producidas por la vibración del cuerpo
generador del fenómeno; b) el tono o frecuencia de la vibración, y c) el ciclo, que es
la suma de una comprensión y una descompresión completas. Cuantos más ciclos
por segundo, más elevado es el tono del sonido. Es preciso tener en cuenta todos
estos factores en el caso del habla, pues la disposición y la proporción de los
mismos puede alterar considerablemente los contenidos del mensaje.

3.- LA FASE FISIOLOGICA DEL LENGUAJE

A esta fase sigue la fase fisiológica. El proceso fisiológico se desarrolla de la


siguiente manera: con la ayuda de la oreja y a través del canal auditivo penetran las
ondas sonoras hasta el tímpano, que es una membrana que se mueve hacia
adelante y hacia atrás (vibra) cuando chocan con ella las ondas sonoras que
proceden del exterior. Al vibrar el tímpano, roza un huesecillo (martillo) el cual
mueve, a su vez, el yunque, conectado con el estribo al que comunica su movi-
miento. El estribo, por su parte, ejerce una presión sobre la ventana oval que es otra
membrana que da paso al oído interno. El movimiento de la ventana oval es
transmitido a la cóclea que está llena de un líquido en el cual se dejan sentir las

96
correspondientes vibraciones u ondas de presión. Estas ondas de presión causan, a
su vez, un movimiento cíclico en la membrana basilar que se corresponde con los
ciclos u ondas sonoras. Sobre esta membrana se encuentran la células ciliares
dotadas de pequeños pelos (cilios). Estos pelos son precisamente los que se
mueven de arriba abajo produciendo así un flujo de corriente que se desplaza por
las células ciliares. La conversión de los impulsos mecánicos físicos o vibraciones
en impulsos nerviosos en los que en el lenguaje actual se llama transducción. Por
último, esta corriente es transmitida a las fibras auditivas produciendo en sus
dendritas la liberación de neurotransmisores en una cantidad proporcional a la
intensidad y a las demás modalidades de la vibración. Las fibras auditivas, que ya
han recogido por medio de sus dendritas ese flujo de corriente nerviosa, lo
transportan a la zona auditiva del córtex cerebral. Lo que ocurra a partir de aquí ya
no es de la competencia de las ciencias. El paso siguiente es la conversión de estos
impulsos recibidos en el córtex en datos de la conciencia (información,
conocimiento). Ahora bien, esto no puede ser objeto del experimento científico. Lo
más que puede hacer la ciencia es un seguimiento de las irradiaciones de esos
impulsos recibidos en el córtex. Pero, ni los impulsos, ni sus radiaciones, son hechos
de conciencia. Ya quedó dicho en el párrafo anterior: lo psíquico comienza
precisamente donde acaba lo experimental.
Las teorías más destacadas acerca de la recepción de los estímulos u
ondas sonoras en el órgano del oído son las siguientes: a) la teoría de la resonancia
4
(HELMHOLTZ) o de la vibración simpática . Es el fenómeno consistente en la vibra-
ción de todas las cuerdas DO del piano cuando el pianista canta un DO sobre la caja
de resonancia. En el caso del oído, las vibraciones u ondas sonoras pasan a través
del caracol y chocan con la membrana basilar sobre la que se halla el órgano de
Corti con sus 24.000 fibras que actúan como las cuerdas del piano. Cada sonido
tiene su fibra correspondiente. Si ésta ha desaparecido o se encuentra deteriorada,
la audición de ese sonido no se produce. La disposición graduada de estas fibras
permite la audición graduada de los sonidos. Por tanto cada sonido es registrado
con independencia de los demás. b) La teoría telefónica (RUTHERFORD): La
membrana basilar vibra como un todo, no de manera fragmentaria como afirmaba la
5
teoría anterior . Es decir, en el caracol no se separan los tonos del conjunto de los
sonidos, sino que son sentidos en conjunto y remitidos a la zona correspondiente de
la corteza cerebral donde se lleva a cabo el verdadero análisis de los mismos. Hay,
pues, una correspondencia exacta entre la frecuencia e intensidad de los sonidos y
la frecuencia e intensidad de la corriente nerviosa. Esta teoría es difícil de aceptar,
pues la velocidad de los segundos es más lenta y no puede explicar la celeridad de
las vibraciones sonoras, por ejemplo, las de la cuerda de un violín. c) La teoría de la
descarga (E. WEBER Y CH. BRAY): Esta teoría resume los datos de las dos
anteriores. Las fibras auditivas actúan en grupos o constelaciones y de modo alter-
nativo. Cuando una constelación descarga una condensación de ondas, se abstiene
de hacerlo cuando recibe la carga siguiente para aumentar su potencialidad,
6
dejando paso a la descarga de otra constelación . Esto permite explicar el hecho
según el cual el nervio auditivo puede transmitir a más de mil ciclos por segundo,
cuando cada fibra por separado responde con una frecuencia muy inferior. d) La
teoría de la configuración tonal (J. EWALD): La membrana basilar en general vibra
por el simple choque de cualquier onda sonora, pero configura de manera distinta
7
cada nota o conjunto de notas . Por tanto la configuración del sonido se debe a la
membrana; no al estímulo (HELMHOLTZ).
He hecho este análisis de la recepción de los sonidos por ser el lenguaje
hablado el más usado para la comunicación. Pero, para ser justo, debería seguir con

97
el estudio o el análisis de la recepción de los demás signos por parte del sentido de
la vista, del sentido del gusto, del sentido del tacto, del sentido del olfato, etc., pues
también a través de estos sentidos pueden ser captados los signos portadores de
mensajes.

4.- LA FASE PSICOLOGICA DEL LENGUAJE

a) La identificación de las palabras:


El análisis y la identificación de los sonidos del habla con los sonidos del
glosario (léxico) conservados en la memoria es un proceso absolutamente necesario
para que el lenguaje cumpla su cometido de transmitir un mensaje. Ya hemos dicho
que el código tiene que ser conocido por el que habla y por el que escucha, es decir,
tiene que ser un elemento común que sirve de cauce y que es elegido o aceptado
por ambos. Para que la corriente eléctrica encienda una bombilla, el cable tiene que
estar en conexión con la fuete de energía (emisor) y con la propia bombilla
(receptor).
El conocimiento del código por parte del receptor implica el conocimiento del
símbolo, en este caso, el conocimiento de la palabra. Ahora bien este conocimiento
se produce cuando es capaz de identificar esos sonidos articulados con los sonidos
articulados que ya conoce previamente y que conserva en su memoria, de la misma
manera que conozco una cosa, por ejemplo, una manzana, cuando la comparo y la
identifico con la idea o la imagen de manzana que ya poseo en mi mente con
anterioridad. El conocimiento se consuma cuando me doy cuenta de que la esencia
o naturaleza de manzana que en mi mente existe en razón de su „ser de objeto‟,
existe también en esa cosa material que tengo delante en razón de su „ser de cosa‟.
La palabra 'pebetero' que acabo de escuchar en la radio es conocida por mí
como símbolo de una realidad (el perfumador) cuando la comparo con esa misma
palabra o conjunto de signos articulados que ya existen en mi mente con esa misma
carga semántica. Cuando no es posible establecer esta identificación, las palabras
son sonidos y como tales son percibidos, pero no son símbolos; por tanto el habla
en estos casos no es un lenguaje. Como hemos dicho, es el mismo ejemplo ya
analizado del que oye palabras de un idioma que no conoce en absoluto.
Ahora bien esta identificación de las palabras ya no es cosa de la
sensibilidad, sino de la inteligencia. La sensibilidad no es capaz de percibir o
analizar las relaciones. Y mucho menos la relación de identidad, la cual surge entre
dos seres, no por razón de la cualidad o la cantidad, sino por razón de la esencia o
la substancia.
Las teorías que intentan explicar este proceso de identificación son muchas.
Entre ellas se encuentra la teoría del 'patron de rasgos' o 'logogen' que entra en
acción impulsado por los datos sensoriales y contextuales para introducirse en la
memoria; la teoría de la 'búsqueda activa' que actúa de abajo arriba tomando nota
además de los factores léxicos, sintácticos y semánticos; la teoría de los
'archivadores' fonológicos, semánticos y ortográficos como depósitos mnémicos en
9
los que se guardan las palabras; etc. (MAYOR) . Evidentemente estas teorías no
son más que hipótesis no demostradas de forma absoluta, pues las técnicas
experimentales no tienen acceso a los objetos y los procesos a los que todas ellas
se refieren. G. ALBEA hace un resumen de las teorías de otros autores que
destacan la importancia del léxico y se ocupan de los procesos implicados en esta
tarea de identificación o reconocimiento de la palabra. Estos procesos son los

98
siguientes: “1) Ante un determinado imput sensorial, por ejemplo visual, en el
lenguaje escrito, se efectúa un análisis que daría por resultado la unidad perceptiva
que llamamos 'palabra'. 2) La palabra en cuestión deberá estar representada de
alguna manera en la memoria del sujeto, conteniendo la información que le sea
pertinente (léxico interno, diccionario mental)... La entrada léxica no sería otra cosa
que la representación mental de una palabra... 3) El sujeto reconoce tal imput
sensorial como tal palabra cuando el resultado de su análisis perceptivo se
corresponda con la entrada léxica pertinente..., reconocer una palabra sería una
actividad análoga a la de encontrar en un diccionario la información correspondiente
a una entrada determinada. 4) Dadas las características de rapidez, efectividad y
tolerancia a la distorsión que acompañan al reconocimiento de las palabras, tal
como es llevado por el sujeto humano en las circunstancias normales de comunica-
ción, el sistema computacional que subyace a esta actividad debe estar regido por
10
unos principios de optimización de recursos que haga esto posible” .
Las gramáticas estructurales y transformacionales están siendo
desplazadas por las gramáticas lexicales, como hemos visto en capítulos anteriores.
El interés de los psicólogos y lingüistas está derivando hacia el estudio de las
palabras y el léxico en general. Por eso estos mismos autores hablan del 'alto
contenido informativo de las palabras: “conocer o, si se quiere, reconocer, una
palabra equivale a disponer de una gran cantidad de información de todos los
niveles; primero implica saber que eso que reciben nuestros órganos sensoriales o
eso que produce nuestro sistema musculatorio, es una palabra y no una mera
sucesión de sonidos más o menos conexos; pero además se sabe cómo se
pronuncian (y en algunos casos, incluso, cómo se escriben), se sabe cómo
combinarlas y modificarlas, si es preciso, para formar frases u oraciones y se sabe lo
que significan y la manera de usarlas en la práctica para transmitir un determinado
mensaje a los demás. Este alto contenido informativo de la unidad-palabra, junto a
su probada realidad psicológica... puede ser un gran aliciente para el estudioso del
procesamiento de la información en el hombre, de cara a establecer la forma
concreta que tiene éste de llevar a cabo dicho procesamiento en el caso del
11
lenguaje” .
La identificación de la palabra es un proceso común que tiene lugar en
ambos extremos del lenguaje: en el que habla y en el que escucha. Hay, pues, un
doble léxico: el externo y el interno, el real del diccionario y el mental de la
conciencia o la memoria. El verdadero problema está en la descripción de la
organización del léxico mental y en el diseño de las relaciones que hay entre uno y
otro. Las investigaciones actuales parecen encaminarse a la descripción del proceso
consistente en el acceso al léxico mental. Es el problema de la correspondencia
entre el imput sensorial y la entrada de ese dato en los ámbitos de la memoria.
Cuando estos procesos se desarrollan correctamente es cuando se produce el
reconocimiento de la palabra.

b) La identificación de las unidades lingüísticas:


El paso siguiente es la identificación de las unidades lingüísticas contenidas
en el habla. En efecto, una cosa es la percepción e identificación de las palabras y
otra es la constatación e identificación de las unidades lingüísticas que están
formadas a base de ellas. Las palabras sueltas pueden sugerir ideas, pero las
unidades lingüísticas sugieren juicios y razonamientos, que es lo propio de la
inteligencia humana. Más aun, las palabras sueltas sugieren ideas posibles (valor
potencial del lenguaje); pero la inteligencia del que escucha lo que busca es una

99
idea concreta, un mensaje determinado que esté referido a algo real (valor
existencial). Pues bien, esta idea concreta o este mensaje determinado es sugerido
por la palabra en la medida en que ésta se encuentra incardinada en una estructura
morfolingüística. El lenguaje está hecho para comunicar unos mensajes
determinados, no unos mensajes posibles cuya determinación queda al albur de los
factores subjetivos del que escucha. Si me tomo la molestia de hablar es para que el
otro tenga unas ideas que se correspondan con las mías, no para que el otro forme
en su mente de forma indeterminada cualquier idea o pensamiento utilizando como
estímulo el habla que yo pronuncio. Esto es lo que pretenden hacer los pintores y
artistas modernos cuando utilizan unos símbolos totalmente indefinidos. En virtud de
esta indefinición ese lenguaje se encuentra desposeído de todo contenido. Allí no
hay mensaje alguno. Por tanto tampoco hay comunicación. El mensaje, dicen, se
produce al final cuando el destinatario interpreta sus símbolos. Pero, aparte de que
no hay nada que interpretar como acabo de decir, ese mensaje final o esas ideas y
sentimientos que surgen en el que contempla esos cuadros no son mensajes, sino
invenciones, fantasmas o fabulaciones. Una cosa es la comunicación de ideas o
pensamientos consistente en la producción de símbolos para que las ideas y
pensamientos del que habla y del que escucha se correspondan, y otra cosa es la
provocación desconsiderada, irreverente y temeraria consistente en la producción
de estímulos indiferenciados o amorfos para que el que escucha produzca las ideas
que quiera. En el primer caso hay ideas y pensamientos en el que habla y en el que
escucha. En el segundo caso en el que habla no hay ideas; por tanto tampoco hay
pensamientos. Lo único que hay es una ambición desmedida por encontrar un
medio en el exterior que compense la vaciedad interior para justificar el renombre o
la diadema del genio que se atribuye. Desgraciadamente muchos discursos políticos
y académicos hechos con palabras son comparables, por su contenido, a estos
cuadros llenos de rasgos o manchas amorfas.
Ni en estos cuadros ni en estos discursos es posible identificar las unidades
lingüísticas o las estructuras morfosintácticas mínimas que les habiliten para ser
portadores de un mensaje. Por lo que atañe a los cuadros y esculturas no hay nada
equivalente a estas estructuras. La comunicación o transmisión de información, en
estos casos, es suplantada por la provocación vacía y presuntuosa, como acabo de
afirmar unas líneas más arriba.
Para explicar este proceso de identificación de las unidades lingüísticas se
han diseñado unos modelos: el 'modelo tranformacional' consistente en la
transmutación o cambio de la estimulación sensorial en una estructura superficial
que luego se transforma, a su vez, en una estructura profunda latente en el
enunciado; el 'modelo de las estrategias cognitivas', por ejemplo, la suposición de
que la estructura lingüística más frecuente es la de sujeto verbo y predicado (S es
P); el 'modelo de la computadora' que toma como base la secuenciación que hace el
ordenador; el 'modelo HERSAY' constituido por un programa computacional y una
central de mensajes; el 'modelo RTA' o 'redes de transmisión ampliada que trata de
identificar estas estructuras sin necesidad de los recursos transformacionales de los
12
que hemos hablado antes; y otros modelos .
Como en el caso anterior, estos modelos y las teorías que los protagonizan
o avalan no son más que hipótesis no demostradas, pues, por las mismas razones,
ni los procesos, ni los objetos de esos procesos, pueden ser sometidos a los
tribunales del experimento científico. Es evidente que para la identificación de estas
estructuras lingüísticas es necesario que la inteligencia tenga acceso a la memoria.
Pero también es cierto que la memoria no la tiene tan lejos como si fuera un
departamento contiguo o lejano. La memoria intelectiva es la propia inteligencia. Y

100
para conocer lo que hay en ella le basta con un sencillo proceso de reflexión, o,
como se dice actualmente, una operación concisa estrictamente metacognitiva. Las
otras facultades, no; pero la inteligencia sí puede hacerlo.

c) La descodificación:
La descodificación, desde el punto de vista del que escucha o recibe el
mensaje, es sin duda la acción más importante en el proceso de comunicación, de la
misma manera que la codificación lo era desde el punto de vista del que habla. Este
proceso no consiste como suele creerse en la separación de las ideas respecto de
las palabras a las cuales habían sido asociadas o vinculadas mentalmente por el
emisor. Las palabras y los símbolos en general, desde el momento en que son
desprendidos del emisor, ya no llevan contenido psíquico alguno. Con ellos no van
las ideas, los pensamientos, las imágenes, los sentimientos del emisor. Entre otras
razones, porque esas ideas, pensamientos, imágenes y sentimientos son cualidades
suyas, exclusivamente suyas, y no puede desprenderse de ellas. Las ideas sólo
pueden existir en la mente del que las ha formado. Con las palabras o símbolos
tampoco va una copia de esas ideas, pensamientos, imágenes y sentimientos. Las
ideas no tienen copias como las tienen las fotografías del laboratorio. Cada imagen y
cada idea entitativamente son únicas para cada uno de los sujetos que las poseen y
para cada uno de los objetos. Las palabras y los símbolos son sólo sonidos, ondas,
vibraciones, impulsos eléctricos o mecánicos. Fuera de la mente no es posible
semejante asociación, pues, como acabo de afirmar, las ideas, los pensamientos,
las imágenes y los sentimientos se encuentran radicalmente incapacitados para
existir fuera de ella. Si hiciéramos la prueba de dotar al mejor de los investigadores
de los medios más sofisticados y le pidiéramos que investigara el contenido de unas
palabras grabadas en la cinta magnética, en las vibraciones del aire o en las líneas
de una carta, nos encontraríamos con la sorpresa de que allí debajo, como
elementos últimos, no había ideas o imágenes, sino sólo partículas de metal más o
menos ordenadas, movimientos de las partículas del aire o montoncitos de tinta en
forma de rasgos.
Esto es lo que acontece cuando alguien intenta analizar una palabra
hablada o escrita en una lengua totalmente desconocida. Las posibles ideas las
forma él siempre que se den estas dos condiciones, al menos estas dos: a) que
conozca esos elementos en tanto que códigos, es decir en tanto que factores
elegibles por el emisor con la finalidad de ser códigos, b) que el conocimiento de
estos elementos, en tanto que códigos, tenga alguna conexión con su experiencia
personal presente o pasada, como luego veremos.
La descodificación, por tanto, no consiste en la separación del mensaje
respecto de las palabras u otros signos, porque allí no hay nada que separar. La
descodificación es la acción del receptor, el que escucha o recibe materialmente el
símbolo, consistente en la formación o producción mental de unas ideas, unos
pensamientos, unas imágenes y unos sentimientos que se correspondan con las
ideas, los pensamientos, las imágenes y los sentimientos del emisor. Pero entonces
son ideas suyas, pensamientos suyos, imágenes y sentimientos propios, no una
copia o una parte de los contenidos mentales del emisor. Esta manera de interpretar
los procesos cognitivos se encuentra mucho más cerca de la posición de algunos
autores modernos como OSGOOD, que de la posición de los pensadores aris-
totélico-tomistas. El lenguaje desempeña el papel de mediador entre el que habla o
escribe y el que escucha o lee. Pero cada uno de ellos ejerce sus propios procesos

101
cognitivos. En otras palabras, la función de simbolizar que se le atribuye al lenguaje
no es la función fundamental suya. La función fundamental consiste en suscitar una
serie de ideas, imágenes, pensamientos o sentimientos en aquel que lo recibe, sin
que por esto el lenguaje tenga la consideración de causa eficiente de estos
procesos cognitivos o afectivos. Cuando PINILLOS resume la teoría de OSGOOD, a
este respecto, se expresa así: 'la función del símbolo verbal no consiste en servir de
signo a las palabras, sino en suscitar componentes desgajables de la conducta real
suscitada por los objetos asociados a la estimulación fonetográfica en que consiste
13
la palabra hablada o escrita' . Para mí esos componentes desgajables de la
conducta real son las ideas, los pensamientos, las imágenes, los sentimientos, etc.
El lenguaje tiene la virtualidad de suscitar una serie indefinida de ideas, imágenes,
sentimientos, etc. en el que lo recibe, pero lo cierto es que no hay comunicación
mientras que no se produzca la elección de una de ellas que es precisamente la que
se corresponde con el mensaje o la idea que el emisor ha asociado a su código. Si
no se produce esta correspondencia, lo que tiene lugar entre ambos no es una
comunicación real; y lo que tiene lugar en el que escucha es el error. Una
interpretación mala o incorrecta jamás dejará paso a la verdadera comunicación.
Ahora bien, esta elección sólo es posible si el receptor tiene en cuenta el contexto
de todo el proceso: las ideas que él posee, las ideas que se supone tiene el que
habla o emite el lenguaje, las ideas que ya ha recibido de él con anteriorodad, la
consecuencia o ilación lógica que vincula unas ideas a otras, los estados
emocionales o afectivos de ambos, la situación ambiental, etc. Todo esto es lo que
permite la 'anticipación' de la cual se habla en el apartado siguiente.
La base fundamental para que se produzca esta correspondencia entre las
ideas del emisor y las ideas del receptor está en la utilización del símbolo como
elemento común, pues ambos le otorgan el mismo valor cuando va incardinado en
unas mismas estructuras psicolingüísticas. Esto último que acabo de afirmar es lo
que permite al receptor anticipar en cierta manera el mensaje, es decir, esperar que
el emisor, a través de estas estructuras, va a poner los medios para que él produzca
en su mente unas ideas o unos pensamientos determinados. En toda comunicación
se da esta anticipación. Cuando el habla responde a estas expectativas, se
establece la comunicación. Cuando no hay posibilidad en absoluto de anticipar las
líneas generales del mensaje, percibimos los sonidos, advertimos que esos sonidos
son palabras y que forman oraciones, incluso oraciones correctas, pero la
comunicación no se produce en absoluto porque nosotros, utilizando ese lenguaje
como estímulo, somos incapaces de producir idea o pensamiento alguno. La des-
codificación, por tanto, consiste en darse cuenta de que eso que percibimos no es
un mero sonido material o un conjunto de sonidos, no es un rasgo sobre el papel o
un conjunto de rasgos, no es un movimiento del cuerpo o una serie de movimientos
materiales, sino que es un símbolo o un conjunto de símbolos para los cuales hay
un sentido en la mente del que los oye o los lee.

d) La producción de información nueva:


La producción de una idea o un pensamiento no consiste en descubrir el
contenido semántico de los símbolos del lenguaje sino en hacer donación de
contenido a esos símbolos, de una forma paralela a como hizo donación de ese
contenido el emisor. Pero hay algo más, la donación de contenido es también la
donación de sentido. La comunicación es efectiva cuando las ideas o pensamientos
nuevos tienen sentido. Ese sentido tiene que dárselo el mismo que las produce,
pues nadie puede intervenir o violar el santuario de las ideas de los demás.

102
Los símbolos que son recibidos como parte de un lenguaje cualquiera
adquieren sentido cuando desde la mente es posible atribuirles un contenido
semántico y, además, cuando ese contenido semántico puede ser insertado al lado
de otros contenidos semánticos que ya forman parte de las estructuras lógicas que
ya existen en la mente del receptor. Este contenido semántico no es absolutamente
nuevo para él, pues, para la mente humana no existen contenidos o ideas
absolutamente nuevas. Cualquier contenido o idea, nacido de esta manera a
propósito de la recepción de un símbolo como parte del lenguaje, ya estaba
presente de una manera implícita en las estructuras de la conciencia del que lee o
escucha. En virtud del lenguaje lo que era implícito se hace explícito, lo que era
solamente virtual se hace actual, y lo que era tácito u oculto se convierte en
explícito, claro, terminante o formal. El que oye o escucha, cuando recibe las partes
elementales del lenguaje debidamente estructuradas, expresa su propio
conocimiento, su propia idea; la declara o la dice mentalmente, la da a luz, de la
misma manera que la dio a luz el emisor en virtud de este u otros procesos de los
cuales habla la psicología, entre ellos, la abstracción. El lenguaje en este caso,
desempeña el papel de estímulo del pensamiento, sin que quepa la posibilidad de
interpretar ese estímulo en el sentido mecanicista de la psicología behaviorista.
El lenguaje y las partes que lo constituyen adquieren sentido en el
destinatario que lo recibe cuando estas ideas nacientes emergen de las ideas
anteriores y vuelven a ellas para formar una estructura nueva y más perfecta o más
rica, es decir, más apta para conocer e interpretar la realidad.
Cada vez que surge una idea nueva, cada vez que emerge de las demás
ideas en las que ya se encontraba de una manera implícita o latente, se produce un
aprendizaje. Pues bien, cuando esta idea es susceptible de ser incardinada o
insertada en las estructuras anteriores con la ayuda de las leyes lógicas, ese
aprendizaje es un aprendizaje significativo. Esta inserción puede ser llevada a efecto
en virtud de las leyes del pensamiento eidético, las leyes del pensamiento apofántico
o las leyes del pensamiento lógico. En cualquier caso el pensamiento resultante es
un pensamiento nuevo; más rico y más perfecto.

e) El constructivismo del conocimiento humano:


La psicología actual entiende que la formación del pensamiento humano
obedece al paradigma del 'constructivismo'. En efecto, no sólo el alumno que se
entrega a las tareas del aprendizaje en las aulas, sino también el hombre en
general, desarrollan una serie de procesos conducentes al aprendizaje. Estos
procesos duran absolutamente toda la vida. Durante mucho tiempo la psicología de
la educación ha estimado que este aprendizaje era un aprendizaje directivo,
interpretando estos procesos como una actividad del maestro o educador
conducente a trasladar a la mente del alumno sus ideas o sus conocimientos en
general; como una acción consistente en copiar en la mente del alumno las
estructuras mentales, los hábitos, las destrezas, las habilidades y los valores que
había en su propia mente. Hoy la psicología interpreta los procesos educativos
según los paradigmas del constructivismo en el sentido de considerar al alumno, no
como receptor, sino como actor, creador, moldeador y configurador de sus propias
ideas y de sus propias estructuras mentales. La producción de información que tiene
lugar a propósito del lenguaje, tal como se expone en los apartados anteriores, se
sitúa en esta misma línea. Hasta tal extremo, que en muchos casos, la nueva idea
concebida a propósito del lenguaje, cuando es profunda e innovadora, obliga a
cambiar las estructuras mentales existentes, para sustituirlas por otras en las cuales
quede mejor representada la realidad. Uno de estos casos es el de COPÉRNICO,

103
cuando concibió la idea del heliocentrismo. Esa idea, le obligó a cambiar sus
estructuras mentales, pero también obligó a cambiar las estructuras mentales de la
humanidad entera para representarse la realidad y el funcionamiento del universo
celeste. Si las estructuras renovadas son importantes, tienen una cierta coherencia,
y, por otra parte, si son homogéneas, esas estructuras constituyen una nueva
ciencia.

f) Los procesos afectivos concomitantes:


Los procesos psíquicos cognitivos nunca se producen solos. Cada uno de
ellos arrastra detrás de sí una serie de procesos afectivos. Pues bien, el primero de
estos procesos, cuando el lenguaje cumple su función, es el sentimiento de
satisfacción o placer mental. Cuando esto acontece, uno tiene la sensación de
plenitud. 'Ya lo sé', 'me he enterado', 'tengo la noticia', 'estoy al corriente'. La
sensación es siempre de plenitud. Lo es, aunque la noticia sea mala o dolorosa. El
dolor procede de otros factores; no precisamente de la información en cuanto tal.
Este sentimiento de placer se experimenta de una manera especial cuando el
receptor tiene que ejercer mucho esfuerzo para producir su idea a propósito del
lenguaje que le dirigen, por ejemplo, cuando hablamos una lengua que conocemos
poco y vamos entendiendo algunas palabras o algunas frases. La sensación de
satisfacción se produce, sobre todo, porque la intelección es una actividad espontá-
nea, fruto de la creatividad mental propia de la inteligencia. En este sentido la alegría
de entender es comparable a la alegría de la madre cuando da a luz su propio hijo
contemplándolo después de haber nacido.

g) La planificación de la conducta:
La última de las fases del lenguaje por parte del receptor del mismo es la
eventual planificación de la conducta. Esto es lo que entienden algunos autores,
pero suprimiendo de la frase la palabra 'eventual'. Entonces el lenguaje es entendido
como un proceso destinado a desencadenar una conducta en el que escucha. Este
es el caso de STAATS cuando dice que el lenguaje cumple su función sólo cuando
esta conducta se produce; por ejemplo cuando la madre le dice a su hijo que vaya a
14
comprar pan y éste, de hecho, coge el camino y va a la panadería .
Dos cosas conviene constatar a este respecto: a) Ni el lenguaje, ni el
pensamiento que emerge en la mente del individuo que recibe el lenguaje, tienen
como efecto necesario e inmediato la conducta. El individuo humano es libre para
realizar una conducta o no realizarla. La conducta no tiene como causa inmediata
las ideas o los pensamientos, sino las decisiones de la voluntad que pueden
encontrar motivaciones suficientes en esas ideas o pensamiento o no encontrarlas.
En cualquier caso, estas decisiones son completamente libres. El lenguaje estimula,
pero no produce la conducta. En cuanto a la planificación de la misma por parte del
lenguaje, son muchas las teorías que pululan por las páginas de los libros de la
psicología actual. Parece que el niño va dirigiendo su conducta por medio del
lenguaje, es decir, por medio de las palabras que va pronunciando mientras ejecuta
15
los movimientos del juego o de otro tipo de actividad . Sin embargo estas teorías
piagetianas distan mucho de ser contundentes. Frente a los argumentos en favor de
la dirección de la conducta por parte del lenguaje hay otros argumentos paralelos y
no menos respetables o ponderados según los cuales, tanto el lenguaje, como los
movimientos que está efectuando, son efecto del pensamiento que en ese momento
se desarrolla en su mente. El lenguaje no es necesario para la acción. La prueba
está en que, no tardando mucho, el niño comienza a prescindir de él, sin que quepa
interpretar esto como una internalización del mismo. b) El fruto o efecto indirecto del

104
lenguaje en el que lo recibe es la producción de ideas o pensamientos como ya
hemos visto. Ahora bien hay ideas y pensamientos que no están destinados a ser
llevados a la conducta, por ejemplo, los pensamientos acerca de la naturaleza de los
seres, los pensamientos acerca de las propiedades de las figuras y los volúmenes
de la geometría, los pensamientos e ideas acerca de la belleza del firmamento, los
pensamientos e ideas acerca de la naturaleza y los atributos divinos, los
pensamientos e ideas acerca de la propia personalidad ontológica y del yo, etc. Los
pensamientos y las ideas más profundos, así como los valores y los sentimientos
más sublimes, están hechos para ser admirados y disfrutados, pero no para ser
materialmente producidos o ejecutados.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. c. 9.- 1) Mayor, 1985;


Beltrán, 1988; Ervin-Tripp, 1970, 1971; Donaldson y otros, 1970; Gibson y otros,
1969; Eimas, 1971; Di Vesta y otros, 1962, 1967. 2) Miller, 1965; Peraita, 1988;
Ajuriaguerra, 1983; Nelson, 1988; Castilla del Pino, 1972; Garagalza, 1990; Mura,
1987; Oleron, 1977; Nakazima, 1983. 3) Luria, 1980, 1974. 4) Helmholtz, 1912. 5)
Rutherford, ver Jolivet, 1956. 6) Weber, 1939. 7) Ewald, ver Jolivet, 1956. 9) Mayor,
1985. 10) García Albea, 1982, 1986, 1987. 11) García Albea, 1982, 1987. 12)
Mayor, 1985, Rumelhart, 1977; Clark y Clark, 1972, 1977; Lenneberg, 1982.;
Osgood, 1986; Weizembaum, 1978. 13) Pinillos, 1975; Osgood, 1986. 14) Staats,
1983; Luria, 1980, 1985, 1980. 15) Piaget, 1983.

105
106
Cap. X.- ANALISIS DEL HABLA Y DEL LENGUAJE

1.- ANALISIS DEL HABLA

De la misma manera que se hace un análisis del lenguaje hablado en tanto


que expresión del pensamiento, cabe la posibilidad de hacer un análisis del habla en
tanto que conducta fisiológica con independencia de su significación. En este
sentido cabe afirmar que el habla es un conjunto de sonidos articulados producidos
por los órganos de la fonación humana, es decir, un conjunto de sonidos que son
voces. Por tanto no se trata de cualquier tipo de sonidos.
En efecto, el habla es un conjunto de sonidos vocálicos apto para
convertirse en lenguaje, es decir, apto para expresar un pensamiento o una serie
de ellos. Pues bien, de este fenómeno forman parte: a) los movimientos de los
órganos, b) la producción del sonido (voz) y c) la articulación del mismo. Los
miembros de esta serie, tomados de atrás adelante son independientes, pero no
viceversa. Es decir, puede haber movimientos de los órganos y no haber sonido
(voz); de la misma manera puede haber sonido (voz) y no haber articulación. En
cambio, es imposible que haya articulación si no hay sonido (voz); lo mismo que es
imposible que haya sonido (voz) si no hay movimiento de los órganos.
a) Forman parte del movimiento de los órganos: la acción de los pulmones
que impelen el aire; el choque del aire con las cuerdas vocales productoras del
sonido y su roce con el paladar, la lengua, los dientes y los labios; la acción y la
fuerza de estos órganos en cada caso, las vibraciones de las cuerdas vocales
mediante las cuales el sonido se convierte en voz; la posición de la lengua y los
dientes, y la oclusión y apertura alternativas de los labios, el desplazamiento de
estos órganos, la presión y el choque en movimientos recíprocos, etc.
b) Forman parte del sonido o de la voz: el volumen o intensidad que deriva
de la amplitud de las ondas sonoras medidas en decibelios; el tono o entonación
que deriva de la frecuencia de esas mismas ondas en una unidad de tiempo (el
segundo) medida en herzios, en un margen que va de 100 a 3.500; y el ritmo o
adaptación de las divisiones de que es susceptible esta sucesión de sonidos, algo
así como la forma peculiar de combinarse la duración de cada uno de ellos en cada
uno de los intervalos; en los sonidos musicales esta sucesión es el compás.
c) Forman parte de la articulación de los sonidos o las voces: el paso del
aire por las distintas zonas de la boca; la simple vibración de las cuerdas para la
emisión de sonidos vocales; la apertura y el cierre de los órganos (lengua, dientes,
paladar) para la emisión de sonidos consonánticos (modificación o alteración
voluntaria de la salida del aire al exterior); la combinación física de ambos sonidos

107
para la formación de las sílabas; la combinación física de los sonidos silábicos para
formar las palabras, etc.
d) También forman parte del habla, como fenómeno general, otros
movimientos físicos asociados o concomitantes como las embolofrasias y las
sinkinesias: movimientos de manos, pies, ojos, músculos faciales, posiciones del
cuerpo, etc.
e) Son frecuentes, de la misma manera, otros movimientos físicos
concomitantes, si bien algunos de ellos tienen un carácter parcialmente psíquico:
sudoración, hipersalivación, taquicardias, espasmos, alteraciones respiratorias,
alteraciones del pulso, subida o bajada de la tensión arterial y de la tensión muscular
(fenómenos electromiográficos), etc.

2.- ANALISIS DEL LENGUAJE HABLADO

Desde el punto de vista de la psicología resulta mucho más interesante el


1
análisis del lenguaje . El habla, en tanto que conjunto de sonidos físicos (voces)
articulados, cuando es asumida para expresar un mensaje o un pensamiento, se
convierte en lenguaje hablado. Pues bien, el lenguaje hablado, considerado como
un todo, también es susceptible de un análisis, lo mismo que el habla. Como
habremos podido observar, se trata de un todo integral en el que los elementos no
son partes metafísicas, ni partes lógicas, sino partes físicas o partes integrales.
Estas partes integrales, en un primer nivel, son los fonemas; en un segundo nivel,
son los morfemas; y, en un tercer nivel, son los enunciados u oraciones.
El estudio científico de cada uno de los tres niveles a los que acabo de
referirme corresponde a una ciencia especial: el estudio de los fonemas es el objeto
de la Fonética; el estudio de los morfemas es el objeto de la Morfología; y el estudio
de los enunciados u oraciones es el objeto de la Sintaxis gramatical. Esto exige una
precisión importante, pues entiendo que la Fonética no tiene como objeto esencial el
estudio de los sonidos materialmente considerados, esto es cosa de la Física, sino
el estudio de la naturaleza y constitución de los sonidos vocales o consonánticos
(voces) en tanto en cuanto que son aptos para formar estructuras de mayor alcance,
es decir, estructuras que sean aptas para formar parte de un lenguaje o de una
estructura portadora de un mensaje. A su vez, la Morfología no tiene como objeto el
estudio de las palabras como entidades físicas, sino de las palabras como
estructuras articuladas aptas para soportar un contenido semántico y para formar
parte de otras estructuras superiores dotadas igualmente de significado. Por último,
el objeto esencial de la Sintaxis no son las oraciones en tanto que entidades físicas
constituidas por unos sonidos determinados, sino en tanto que son entidades
significativas de pensamientos completos y, además, partes potenciales de una
estructura compleja que obedece a las leyes de la coordinación, la subordinación y
la yuxtaposición.
a) El nivel uno del análisis es el nivel de las sílabas o los fonemas. Estos
elementos del lenguaje, tomados aisladamente unos de otros, no poseen carga
semántica alguna, es decir, no significan nada. Sin embargo no son elementos
indiferenciados. Ante todo son una parte de la voz humana que es apta para unirse
o articularse con otras partes de la misma voz y así poder recibir una carga
significativa determinada. Los fonemas pueden estar constituidos por el sonido vocal
o consonante correspondiente a una sola letra, por ejemplo, 'a', o pueden estar
constituidos por sonidos que corresponden a varias letras vocales o consonánticas,

108
por ejemplo, 'al'. Se da la circunstancia de que algunos de estos fonemas, aun
siendo partes elementales del lenguaje, tienen significado por sí mismos (carga
semántica). Tal es el caso de los dos ejemplos que acabamos de proponer.
Los autores actuales procedentes del campo de la lingüística hacen un
análisis todavía más detallado y que en muchos aspectos no coincide con en
analisis que acabamos de hacer. En este sentido no dudan en afirmar que el analisis
de la palabra tiene como resultado tres factores elementales, los fonemas, las
sílabas y los monemas: a) los fonemas son fragmentos de la palabra que se
corresponden con los sonidos de las letras vocales o consonantes, por ejemplo, el
sonido correspondiente a la i o a la s; los fonemas tomados aisladamente no tienen
carga significactiva alguna; b) las sílabas, son fragmentos de las palabras
constituidos por una sola emisión de voz, por ejemplo, des-o-rien-ta-do; las sílabas,
tomadas independientemente de las otras que constituyen la misma palabra,
tampoco tienen carga significativa; c) los monemas son fragmentos de la palabra
que sí tienen carga significativa, aun tomados por separado, por ejemplo, des-
orient-ado. La división de la palabra en fonemas y sílabas es una división fonética,
mientras que la división en monemas es una división significativa o semántica (L.
2.
CARRETER)
Los monemas, por su parte, pueden ser morfemas o lexemas: a) los
lexemas son los monemas que tienen significado pleno, es decir, tienen un
contenido semántico propio: contenido semántico; este es el caso del monema
orient de la palabra anterior; b) los morfemas tienen significación pero no es propia;
se limitan a relacionar o modificar el significado de los morfemas; este es el caso del
monema ado de la palabra anterior, utilizado para expresar que la acción del
morfema es una acción pasiva y pasada; por eso nos dicen que su significado en
meramente gramatical, en el sentido de que su valor consiste en servir para
expresar las variaciones, los accidentes o formas gramaticales de los lexemas, por
ejemplo, la s del plural, la a del femenino, el artículo, los prefijos y los sufijos, las
desinencias verbales, etc. Hay excepciones en las que, no obstante, los lexemas
son también morfemas, por ejemplo, 'extra'.
b) El nivel dos del análisis del lenguaje es el nivel de las palabras o los
morfemas. Estos elementos del lenguaje ya tienen un contenido semántico por sí
mismos, es decir, lo tienen con independencia de otros elementos de su misma
categoría. Tomados aisladamente, salvo raras excepciones, los morfemas no
expresan pensamientos completos, pero son símbolos verbales de los noemas (las
ideas) los cuales, por naturaleza, son mentales. Como podemos comprobar, esta
nomenclatura, referida a los morfemas, no se ajusta del todo a la nomenclatura
utilizada en el párrafo inmediatamente anterior. Los fonemas son más o menos los
mismos en todas las lenguas, pero los morfemas son distintos, pues cada lengua
hace una articulación propia de sus fonemas. Aun dentro de una misma lengua, los
morfemas pueden presentarse bajo distintas formas (singular-plural, masculino-
femenino, etc.), pueden presentarse como categoremas o como sincategoremas,
pueden ser palabras primitivas o palabras derivadas, etc. La referencia a los
contenidos noemáticos en cada uno de estos casos es siempre distinta, bien porque
cambian estos contenidos al cambiar los morfemas, bien porque cambia la
referencia que las palabras tienen con las ideas. En casos excepcionales, hay
morfemas que sí expresan pensamientos completos, por ejemplo, 'vete'. En casos
más excepcionales todavía, hay fonemas que tienen este mismo valor, por ejemplo
'i', que en la lengua latina significa lo mismo que 'vete' en el ejemplo anterior.
c) El nivel tres del análisis del lenguaje es el nivel de los enunciados u
oraciones, es decir, los fragmentos del lenguaje que se comportan como patrones

109
de pensamiento completos o pensamientos en los cuales hay por lo menos una
afirmación o una negación. Estas estructuras están constituidas por otros elementos
más simples que son los morfemas. Las estructuras o patrones más simples, en
este tercer nivel, son aquellas que constan de sujeto, verbo copulativo y atributo ('S
es P'), o aquellas que constan de sujeto y verbo predicativo. El verbo predicativo ya
es un atributo. Por eso cualquier enunciado simple es reducible a la formula general:
S es P. La articulación de varias estructuras simples da lugar a una estructura o
enunciado compuesto. Estas estructuras compuestas pueden ser yuxtapuestas, si
entre los miembros no existe vínculo alguno desde los contenidos semánticos.
Pueden ser coordinadas, si entre la acción o el estado expresado por el verbo de
cada una existe una relación meramente temporal o espacial, sin que esto suponga
dependencia ontológica alguna entre los contenidos semánticos (aspecto discutible
desde el punto de vista de la lógica matemática). Y pueden ser subordinadas si
entre la acción o el estado expresado por cada uno de los verbos hay alguna
relación más profunda, por ejemplo, relación de causa-efecto, relación de
antecedente-consiguiente, relación adjetiva, relación temporal, relación condicional,
relación consecutiva o relación concesiva, etc.
d) Hay un nivel cuatro del lenguaje. Este nivel es el metalenguaje, del cual
se habla también en este libro. El metalenguaje es un lenguaje sobre el lenguaje
que empleamos para expresar nuestras ideas. Aparte de su dimensión lógica y
gnoseológica, el metalenguaje también tiene una dimensión língüística. Por
supuesto, los niveles del metalenguaje son los mismos que los niveles del lenguaje:
nivel de los fonemas, nivel de los morfemas y nivel de los enunciados.
Algunos autores dan por supuesto que la inteligencia recorre estos cuatro
niveles empezando por el primero. Es decir, que va desde los fonemas a los
enunciados, pasando por los morfemas. Sin embargo entiendo que la marcha de la
inteligencia se produce siempre en sentido contrario. La inteligencia humana
practica el análisis antes que la síntesis. Se lanza a la operación de sintetizar sólo
después de conocer los elementos que maneja, es decir, los elementos que son
susceptibles de composición o estructuración. Y éstos los conoce por medio de la
síntesis. Por tanto el niño, cuando nace, comienza oyendo enunciados complejos y
el extraño que aprende la lengua de un país extranjero comienza igualmente oyendo
enunciados complejos. Su entendimiento de la lengua, en el caso del niño, se
produce a medida que va practicando el análisis sobre aquello que oye. En el caso
del extranjero que se enfrenta con una lengua nueva, acontece exactamente lo
mismo. Conviene reflexionar sobre esto: la inteligencia no sintetiza más que los
elementos de que dispone y estos elementos los ha obtenido de la realidad por
abstracción o por análisis.
Que esto sea así, es decir, que la inteligencia se comporte de esta manera,
no tiene nada de extraño. Bien vistas las cosas parece lo más natural del mundo. En
la naturaleza hay cosas, no elementos de cosas. Lo primero son las síntesis, las
totalidades, por ejemplo, la sangre, el aire, los cuerpos en general, etc. Los glóbulos
rojos y blancos, el oxígeno y el hidrógeno, las moléculas y los átomos
independientes o separados vienen después, cuando el científico ha practicado el
análisis. Si trasladamos esto al campo del conocimiento humano y animal hay que
reconocerle su parte de razón a la psicología gestaltista, según la cual no percibimos
elementos o cualidades simples y aisladas de las cosas, sino cosas como
totalidades. La percepción de los elementos o cualidades viene después por análisis
del objeto de la percepción.
Todas nuestras facultades son abstractivas. Lo son incluso las más
elementales, por ejemplo, el sentido de la vista cuando, de todas las cualidades de

110
las cosas, selecciona y elige sólo el color o la forma. La facultad abstractiva por
antonomasia es la inteligencia. En el orden ontológico, de todos los elementos que
constituyen la cosa material, en tanto que objeto de la percepción y la imaginación,
la inteligencia selecciona o elige la esencia o alguno de sus elementos esenciales,
constituyéndolo en objeto propio de su conocimiento. Abstraer es analizar, es decir,
realizar una acción mental sobre un todo (síntesis) preexistente. Pues bien, el
hombre tiene una facultad especial que es el lenguaje y, en esto, no constituye
excepción alguna. El lenguaje también es una capacidad abstractiva (ahora la
3
llaman 'restrictiva) .
Lo primero que oímos son enunciados complejos, discursos,
conversaciones, etc. De ahí, por análisis, pasamos al conocimiento de las palabras,
y posteriormente, también por análisis, pasamos al conocimiento de los monemas,
las sílabas y los morfemas. Cuando hoy se reconoce, a propósito de las teorías de
CHOMSKY, que el niño aprende mucho más de lo que le enseñan, es precisamente
por esto: el análisis de los enunciados complejos, que es lo que le enseñan, lo que
oye, es a su vez lo que le permite inducir las reglas del lenguaje aun antes de
aprender las palabras y las sílabas. La prueba de ello es que el niño ya las aplica
cuando aprende las palabras nuevas de su lengua materna o de otra lengua
cualquiera. El resultado inmediato del análisis del discurso verbalizado no son las
palabras, sino las reglas que afectan a la naturaleza, a las formas y al régimen de
las mismas. Mientras que las palabras son aprendidas, las reglas del lenguaje son
4
inferidas en su mayor parte .
El metalenguaje merece una consideración aparte respecto de los otros
niveles del lenguaje. En efecto, 'la conciencia metalingüística, la capacidad de
pensar en el lenguaje, la capacidad de comentarios sobre el lenguaje, no sólo la
capacidad de generarlo y comprenderlo, se desarrolla tardíamente. El instrumento
fundamental del lingüista que se ocupa del lenguaje adulto es la capacidad de los
hablantes para decidir si una oración es gramatical o ingramatical, y para corregir las
oraciones ingramaticales. Pero el hablante no da muestra de esta capacidad hasta
5
más o menos los cinco años' (DALE) . Otros autores demuestran que esta
6
capacidad comienza a desarrollarse incluso antes de esa edad . En otras palabras,
los niños de corta edad utilizan las reglas de formación y transformación de
estructuras lingüísticas a poco de nacer; sin embargo no son conscientes de ello
hasta una edad un tanto avanzada que ronda los cinco años.

3.- ANALISIS DEL LENGUAJE HABLADO DESDE LAS DISTINTAS GRAMATI-


CAS

Los distintos tipos de gramática que hoy tienen su vigencia propia pueden
servir de punto de vista o criterio para hacer otros tantos tipos de análisis del
lenguaje humano. Estas gramáticas son la gramática descriptiva, la gramática
estructural, la gramática generativa, la gramática de casos, etc. También cabe
la posibilidad de hacer una análisis del lenguaje desde la lingüística. En efecto:
7
a) Desde la lingüística es posible hacer un análisis del lenguaje y el
resultado del mismo son los universales lingüísticos a los que ya nos hemos referido
en repetidas ocasiones: las estructuras profundas y las reglas transformacionales en
virtud de las cuales estas estructuras se convierten en estructuras superficiales en
cada una de las lenguas vigentes. Aun más, de este análisis, los elementos
resultantes son los proceso psíquicos más simples mediante los cuales resultan

111
estas estructuras profundas y son descubiertas estas reglas fundamentales. La
lingüística queda incompleta sin una psicolingüística que le sirva de base.
8
b) Desde la gramática descriptiva puede hacerse también un análisis del
lenguaje; y sus resultados, como elementos, son las unidades lingüísticas probables
en una lengua determinada, los criterios que suelen utilizarse para formularlas y la
clasificación de las mismas. La descripción consiste en determinar qué palabra debe
venir (probabilidad) detrás de otra palabra dada. Por ejemplo, después del artículo
'el' debe venir un nombre masculino y singular; después del nombre debe venir el
verbo, etc. Partiendo de una palabra que marca el comienzo de la frase se pueden
determinar con cierta probabilidad los elementos y la configuración concreta de la
misma ateniéndonos a estas reglas que son las mismas para todas las frases o
enunciados del la misma especie. Son líneas de palabras o series en cadena de
izquierda a derecha. Ahora bien, está demostrado que estas leyes secuenciales no
son invariables; tampoco son necesarias y universales. Por tanto, no garantizan que,
dado un comienzo, la oración haya de desarrollarse de esa manera determinada, ya
que las combinaciones posibles de las palabras en una lengua cualquiera son
prácticamente infinitas. Tampoco garantiza que la oración resultante sea correcta, es
decir, sea una oración gramatical.
9
c) Desde la gramática estructural también puede practicarse un análisis del
lenguaje. Los elementos resultantes de este análisis son las partes constituyentes
de la oración: los morfemas y la estructura de la oración. Esta estructura de
elementos constituyentes o palabras puede ser simple, si se la considera como una
totalidad; y puede ser compleja o jerárquica, si se la considera como formada por
varias estructuras más elementales o por oraciones que forman parte unas de otras,
por ejemplo: 'el niño rompió un cristal de la ventana'.
Tomado como totalidad, este enunciado es una estructura constituyente
simple, es decir, es una oración gramatical.
Tomado por partes, hay en él varias estructuras constituyentes que forman
una jerarquía: 1) el niño, 2) rompió un cristal de la ventana. A su vez, la primera
estructura parcial consta de dos elementos constituyentes: 1) 'el' y 2) 'niño'. 3) Por
su parte, la segunda estructura parcial 'rompió un cristal de la ventana' consta de
otras dos estructuras más elementales subordinadas: 1) 'rompió' y 2) 'un cristal de la
ventana'. Este mismo análisis podemos practicarlo con la segunda de estas
estructuras elementales: 'un cristal' y 'de la ventana'. Cada una de estas últimas
estructuras elementales parciales tiene dos constituyentes; 1) 'un', y 2) 'cristal'; 1)
de' y 2) 'la ventana'.
Puesto en esquema esto sería algo así como un árbol invertido y sin tronco
o como una bombilla bajo una pantalla de la cual emergen una serie de rayos de luz.
Una cadena de palabras, si se tiene en cuenta sólo las palabras, suele ser
ambigua, por ejemplo, el pronóstico de la sibila de Delfos al que nos hemos referido
en capítulos anteriores. El significado se determina por la estructura de la frase. La
estructura jerárquica permite determinar este significado y permite además combinar
los componentes en un número elevado de formas casi infinito para configurar un
enunciado gramatical, es decir, un enunciado correcto o enunciado con sentido.
Una oración completa, sometida a análisis, da como resultado dos
estructuras constituyentes: una estructura constituyente nominal (EN) y otra
estructura constituyente verbal (EV). A su vez, la estructura EN sometida a análisis
es descomponible en otras dos estructuras constituyentes más elementales, el
artículo (A) y el nombre (N). Por su parte, la estructura EV sometida a análisis es
descomponible en otras dos estructuras constituyentes, el verbo (V) y otra estructura
nominal (EN), la cual, en un análisis ulterior, es descomponible en A y N.

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Pues bien, la descripción de la oración puede hacerse en forma de árbol
utilizando estas letras sustitutivas de las palabras, de la misma manera que en
lógica matemática se sustituyen las palabras por los functores y los argumentos para
analizar un enunciado cualquiera. Esta estructura se completa con una serie de
reglas mediante las cuales el individuo puede detectar la ambigüedad de una frase y
la aceptabilidad de las frases correctas entre todas las posibles. Este es el objeto de
las gramáticas de estructura de frase o gramáticas generativas. Por ejemplo, en
el caso anterior, una de estas reglas declararía inaceptable la estructura
constituyente AV. Como hemos indicado en otro lugar, estas reglas son restrictivas,
toda vez que, en virtud de ellas, el mundo del lenguaje queda reducido sólo a
aquellas secuencias de sonidos que son aceptables en una gramática determinada.
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d) La gramática transformacional también nos facilita un tipo de análisis del
lenguaje hablado. Si las gramáticas estructurales describen la estructura
constituyente de un enunciado (que es su estructura superficial), las gramáticas
transformacionales describen las estructuras profundas o estructuras latentes, las
cuales a veces no coinciden con las estructuras superficiales. El resultado del
análisis, en este caso, son los universales lingüísticos, sus elementos, las reglas de
formación y transformación de estas estructuras que dan paso a las estructuras
superficiales. Las reglas transformacionales indican la forma en que están
relacionadas las estructuras latentes con las estructuras superficiales.
Algunas de estas reglas son las siguientes: a) si un enunciado consta de SN
(estructura profunda) y de SV, el SN es el sujeto del enunciado y el SV es el
predicado, b) Si el SV consta de un V y un SN, el V es el verbo principal de la
estructura completa y el SN es el complemento, c) Si el SN consta de un N y de otro
término, el N es el sustantivo principal y el otro término (el determinante) es el
modificador, d) la regla de la pasividad: en la transformación de un enunciado de
activa a pasiva se invierten ambos sintagmas y la forma del verbo añadiendo 'por'.
Esta última ley es un claro ejemplo de generalización del lenguaje, y, como
puede verse, este proceso es posible sólo desde las estructuras profundas, pues
desde las estructuras superficiales los enunciados son muy diferentes. En otras
palabras, la ventaja de este análisis desde las estructuras profundas está en que
pueden explicarse las relaciones que hay entre enunciados que se presentan con
diversas formas superficiales, por ejemplo, la identidad entre dos enunciados uno en
voz activa y otro en voz pasiva, pero con los mismos constituyentes. En fin de
cuentas, de lo que se trata es de buscar generalizaciones del lenguaje
independientes de las estructuras superficiales.
En resumen, los elementos resultantes del análisis transformacional son: la
estructura profunda o de base compuesta de otras subestructuras profundas, el
componente transformacional o conjunto de reglas de transformación aplicables a
las estructuras profundas y la estructura superficial que es la resultante de aplicar a
la estructura profunda las reglas que acabo de mencionar.
En cualquier caso, un enunciado cuya estructura profunda es EN+V+EN,
para ser sometido a las reglas transformacionales, necesita el complemento de las
reglas de subcategorización que son las que determinan los distintos usos de una
palabra. No basta con conocer las propiedades fónicas y semánticas de una
palabra. Para un lenguaje correcto tenemos que saber en qué contextos puede
utilizarse con esos fonemas y esos significados. Es el tema de la 'suppositio' de la
que se habla en capítulos posteriores.
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e) La gramática de casos también puede facilitar un tipo peculiar de
análisis del lenguaje en ese nivel de las estructuras profundas. Este tipo de
gramática permite analizar aun más las estructuras profundas, es decir, constituye

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un análisis todavía de mayor calado. En efecto, en los enunciados a) 'Luis escribió
una carta', b) 'la pluma escribió una carta', y c) 'Luis escribió una carta con la pluma',
hay similitud de estructura profunda entre a) y b) , mientras que en principio, parece
que no la hay entre b) y c).
Pues bien, la gramática de casos nos permite determinar que entre estas
dos últimas oraciones también hay similitud (generalización), toda vez que el análisis
a este nivel nos hace ver que el sujeto de un enunciado, sin dejar de serlo, puede
tener dos funciones en el mismo: la función de agente (causa eficiente) y la función
de instrumento o medio (causa instrumental, que también es causa eficiente). Lo
mismo acontece con el predicado y con el complemento. Estas diferencias
funcionales del sintagma nominal son precisamente las que constituyen los
casos. En esto las lenguas clásicas, el latín y el griego, ofrecían considerables
ventajas para este tipo de analisis.
Los elementos resultantes de este análisis son 'pues' los casos. Para las
lenguas clásicas eran seis estos casos. Este número varía en las lenguas actuales.
Las lenguas clásicas los especificaban por medio de desinencias; así lo hacen
también algunas lenguas actuales, por ejemplo, el alemán y el ruso. Otras lenguas
marcan las diferencias de los casos por medio de preposiciones o locuciones
preposicionales. En cualquier caso, tanto las desinencias o las flexiones, como las
preposiciones entre nombres, indican las diferentes funciones de la estructura EN en
relación con la acción del verbo o estructura EV. En las lenguas modernas que no
utilizan desinencias, sólo el sujeto prescinde de las preposiciones. También
prescinde de ellas el complemento directo cuando es un nombre de cosa.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. C. 10.- 1) Aristóteles:


Historia de loa animales, c. 9; Bosch, 1983, 1984; Borzone, 1980; Anderson, 1990;
Alarcos, 1968; Acero Fernández, 1986; Bowerman, 1983; Bresnan, 1978; Bustos,
1986; Coseriu, 1977; Chomsky, 1976; Dale, 1980; Ferguson y otros, 1983; Gazdar,
1981; Gil, 1990; Gili Gaya, 1971; Gross, 1976b; Hernändez Alonso, 1984; Lázaro
Carreter, 1980; Lyons, 1980, 1981; Malmberg, 1964; Martínez Celdrán, 1989; Miller,
1985; Oleron, 1985; Quilis, 1981, Reyes, 1990; Sánchez Zavala, 1982; Trujillo, 1986;
Miller y otros, 1960; Abercrombie, 1967; Alarcos, 1968; Berko, 1958; Bierwisch,
1972; Clark, 1969; Crocker, 1969; Greene, 1970; Halle, 1962; Halliday, 1967;
Hockett, 1964; Jakobson, 1971; Kiefer, 1970; Linell, 1979; Malmberg, 1966;
McCawley, 1968; Marshal, 1970, 1971; Postal, 1964, 1968; Sapir, 1974: Suppes,
1970; Trubetzkoy, 1962; Brown, 1981; Chomsky 1965; Lenneberg, 1982; Lepschy,
1983; Staats, 1982; Beltrán, 1984; Bowerman, 1982; Slobin, 1972; Savia, 1965;
Knebel, 1971; Bloch, 1948; Derrida, 1967; Apresian, 1960, 1974; Antinucci y otros,
1975; Katz y otros, 1964; Klima, 1964; McNeil, 1970; Savin y otros, 1970; Ver Brown
pág. 212. Weinreich, 1970; 1b) Arsióteles, Historia de los animales, c. 9. Cauquelin,
1990. 2) Lázaro Carreter, 1980. 3) Chomsky, 1968. 4) Chomsky, 1968; Lenneberg,
1982; Luria, 1980, 1985;, 1980. 5) Dale, 1976, 1980. 6) Gleitman, 1970; Gleitman y
Gleitman y Shipley, 1972; de Villier y Villiers, 1973. 7) Lázaro Carreter, 1980; Crystal,
1971, 1983; Antinucci y otros, 1975; Bloch, 1948; Beltrán, 1984; Lenneberg, 1982;
Chomsky, 1976, 1989; Brown, 1981; Staats, 1983. 8) Parisi, 1982, Miller, o.c.;
Beltrán, 1984. 9) Parisi, 1982, Miller, 1974; Beltrán, 1984; Apresian, 1974. Savia y
otros, 1965; Weinreich, 1970. 10) Chomsky, 1968; Parisi, 1982; Beltrán, 1984; Miler,
0.c. 11) Parisi, 1982, Brown, 1981, Miller, o.c.; Lenneberg, 1982.

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