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ANSIEDAD EN NIÑOS

Las inquietudes infantiles pueden ser parte del desarrollo evolutivo normal o podemos estar ante
un trastorno de ansiedad, el mal de nuestro tiempo que afecta cada vez maá s ninñ os y adolescentes.
En la actualidad, seguá n los especialistas, este es el trastorno psiquiaá trico maá s frecuente.
Entre el 8 y el 10 % de los ninñ os se hallan gravemente afectados por trastornos de ansiedad. Se
sabe que es entre dos y cuatro veces maá s probable que los ninñ os con ansiedad desarrollen
depresioá n y al llegar a la adolescencia se vean implicados en el abuso de sustancias.
Las consultas por ansiedad, paá nico y fobias en los ninñ os son cada vez maá s frecuentes.
¿Coá mo distinguir entre un miedo normal y un trastorno de ansiedad?
Los miedos normales que presenta el ninñ o durante el crecimiento, como el miedo a los animales (2
a 4 anñ os), a la oscuridad y a los seres imaginarios (4 a 6 anñ os), al danñ o fíásico (6 a 9 anñ os) o a los
accidentes y enfermedades graves (9 a 12 anñ os), son expresioá n de su proceso de maduracioá n
emocional, social e intelectual, y van quedando atraá s al superarse cada etapa. Cuando, por el
contrario, estos temores evolucionan de modo diferente, ya sea por una excesiva persistencia en el
tiempo, por su intensidad, o por las situaciones a las que se asocian, es posible que resulten
patoloá gicos y que pasen a formar parte o a desencadenar un trastorno de ansiedad.
Inquietud, dificultad para concentrarse, agresividad, trastornos de la digestioá n y del suenñ o,
problemas sociales, de desarrollo y de aprendizaje, son algunas de las consecuencias de la ansiedad.
En definitiva, una infancia maá s triste, ya que se produce un deterioro en la calidad de vida.
Cuando los ninñ os que sufren este trastorno no reciben un diagnoá stico y un tratamiento adecuado,
es muy probable que a la ansiedad se le sume la depresioá n.
Si bien se ha comprobado que la ansiedad deriva de una combinacioá n de tres factores –bioloá gicos,
psicoloá gicos y sociales–, la mayoríáa de las consultas actuales corresponde a ninñ os cuyos padres
padecen o han padecido crisis de paá nico, fobias o alguá n otro tipo de trastorno de ansiedad.
En el caso de los ninñ os, es imprescindible considerar la interpretacioá n que los padres y los adultos
significativos hagan de la ansiedad, ya que influiraá como modelo de imitacioá n para la conducta
futura del ninñ o. Una mamaá o un papaá con miedos y preocupaciones sobre situaciones cotidianas,
presentaraá n a su hijo, a traveá s del víánculo, su particular interpretacioá n del mundo como un lugar
peligroso, frente al que es conveniente desarrollar conductas temerosas.
Los padres con ansiedad suelen proteger a sus hijos en exceso, evitaá ndoles circunstancias que a su
juicio causan ansiedad. Con esta actitud envíáan a los pequenñ os el mensaje de que “esto es algo que
da miedo o es peligroso”, y les impiden asíá experimentar desafíáos nuevos a su propio ritmo y sacar
provecho de sus errores.
Una de las grandes dificultades con las que tropiezan los padres que padecen ansiedad es el hecho
de compartir sus angustias con el chico.
Por otra parte, los padres que constantemente fijan las expectativas maá ximas para su hijo, suelen
exponerlo a la angustia y al temor al fracaso. Crean un entorno lleno de esfuerzo y carente de juego,
en una eá poca en que es loá gico que los ninñ os cometan errores y festejen los placeres del propio
camino. El chico que crece en un hogar perfeccionista se vuelve propenso a desarrollar ansiedad
pues siempre tiene miedo a decepcionar a los demaá s. Debido a este continuo miedo al fracaso, corre
un mayor riesgo de sufrir uá lceras o síándrome de intestino irritable, morderse las unñ as o presentar
síántomas fíásicos relacionados con ataques de paá nico. Para este ninñ o, el riego de padecer fobias
sociales, crisis de paá nico y trastornos de ansiedad generalizada es muy alto.
Las preocupaciones y temores son normales en la infancia. Por eso, el primer paso es escuchar a
los hijos atentamente sin minimizar o desvalorizar sus sentimientos. Hay que tratar de
tranquilizarlos, demostrando que sus temores no tienen fundamento real. Tambieá n impulsarlos
suavemente pero con firmeza, para que no eviten situaciones que los atemorizan.
Las senñ ales de alerta son: crisis de ansiedad, miedo o paá nico que persisten en el tiempo e impiden
realizar actividades como ir al colegio o asistir a cumpleanñ os; cuando una reaccioá n inicial de
ansiedad genera síántomas fíásicos como voá mitos, dolores de estoá mago y de cabeza, transpiracioá n
excesiva, peá rdida del entusiasmo y del placer por el juego.

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