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Módulo II: Teoría del Conflicto

TEORÍA DEL CONFLICTO


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Autor
Jorge Ordóñez Valverde
Magíster en sociología de la Universidad del Valle. Especialista en Teoría y Métodos de
Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad del Valle. Especialista en
Investigación en Contextos de Docencia Universitaria de la Universidad San
Buenaventura de Cali y psicólogo de la Universidad del Valle. En la actualidad es
coordinador del campo de Psicología Social de la carrera de psicología de la Pontificia
Universidad Javeriana Cali. Su actividad como investigador se ha centrado en los temas
de Prácticas culturales indígenas y chamanismo, Cultura juvenil y violencia. Participa
desde hace cuatro años en el equipo de investigación sobre justicia restaurativa, en la
Pontificia Universidad Javeriana Cali.
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

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Introducción
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En un sentido radical la justicia restaurativa no busca simplemente una conciliación y una


reparación puntual del conflicto, sino una efectiva transformación de las condiciones que die-
ron origen al delito. Si el propósito es restaurar el lazo social dañado por la acción delictiva;
luego resulta fundamental conocer las dimensiones del conflicto que le han dado origen y
proceder a transformarlas. La filosofía restaurativa implica reconocer la naturaleza conflictiva
de la sociedad y las consecuencias positivas y negativas de esa condición. Aspiramos a que
esta reflexión teórica haga posible una un ejercicio de restauración más eficaz y consecuen-
te, más centrado en dinámicas sociales concretas, más adaptado a la realidad social.

El conflicto es un fenómeno de la vida social ampliamente abordado desde las disciplinas


sociales tradicionales, aunque desde perspectivas distintas. En este curso vamos a enfocar
el problema siguiendo dos tradiciones de la sociología clásica, que de una parte nos des-
cubren matices y singularidades y de otra nos sugieren puntos de complementariedad. La
primera de estas dos tradiciones está representada por Emile Durkheim en Francia y cuya
influencia se refleja en las escuelas funcionalistas y sistémicas de tanta importancia en las
ciencias sociales. La segunda tradición es la de la del enfoque histórico-dialéctico del gran
pensador alemán Karl Marx, de enorme influencia en el siglo XX y continuada, entre otras,
por la escuela crítica de Frankfurt.

El enfoque de la teoría del orden se ocupa del tema de la integración social respondiendo
a la pregunta sobre que es lo que hace que una sociedad permanezca unida. En sus desa-
rrollos recientes da fundamento a las teorías sobre las diferentes formas de regulación del
conflicto social, morales, culturales y legales.

La sociología del conflicto de Marx es una respuesta a la pregunta sobre la naturaleza del
cambio en la sociedades. Describe la dinámica social como una lucha por el poder social
entre los diferentes grupos de interés, lo que nos conduce a una teoría de la dominación. En
sus desarrollos actuales conduce a una teoría del conflicto donde se examinan sus aspectos
positivos y se analizan las relaciones de las dimensiones estructurales de la violencia como
la marginalidad y la exclusión.

Luego de ver estos dos enfoques en sociología examinaremos sus influencias más impor-
tantes en las teorías contemporáneas del conflicto, en particular la problemática de la violen-
cia estructural y en el modelo funcional, el fortalecimiento de las formas de regulación social.
Hacia el final examinaremos la justicia restaurativa para ilustrar la utilidad de los conceptos
teóricos en la lectura de problemas sociales concretos.

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

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Objetivo General
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• Hacer una reflexión crítica sobre las teorías generales sobre el conflicto y los con-
ceptos derivados, y su aplicabilidad para la comprensión de los ejercicios de res-
tauración y transformación de conflictos.

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Objetivo Específicos
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• Conocer los lineamientos básicos de las teorías sobre conflictos y los conceptos
asociados como regulación social, cambio social y el modelo de sociedad que les
subyace.
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• Definir una estrategia de lectura y análisis de los conflictos. en sus dimensiones
objetivas y subjetivas, estructurales y culturales.
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• Ejemplificar el uso de las teorías a propósito de una investigación sobre justicia
restaurativa.

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

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Contenidos
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1. La Integración Social y las teorías sistémicas de la sociedad. Donde vamos a


ocuparnos de la conceptualización de la sociedad como un sistema funcional. Las
tesis acerca del conflicto como desadaptación social y los modelos de regulación
social que conectan con cierta visión del Estado.
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2. El conflicto y el cambio social y las teorías de la dominación. Donde veremos los
conceptos de estructura social, determinismo económico y dominación ideológica.
Al final una discusión sobre la crisis de los modelos de regulación social del estado
moderno.
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3. Teorías del conflicto: El conflicto y sus definiciones positiva y negativa.
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4. Conflicto objetivo: Aquel definido por la desigual distribución de los recursos y el
enfrentamiento de intereses opuestos de los actores sociales.
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5. Conflicto subjetivo: Donde miramos el papel que juegan los sentimientos y las
emociones en la dinámica del conflicto y como a veces el conflicto subjetivo ad-
quiere autonomía respecto de las bases objetivas.
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6. La definición del conflicto de Johan Galtung: Violencia directa, violencia estructural
y violencia cultural.
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6.1. Violencia directa: las manifestaciones objetivas.
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6.2. Violencia estructural: Análisis de la sedimentación de las injusticias sociales,
las relaciones desiguales de poder, la marginalidad y la exclusión.
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6.3. Violencia cultural: Análisis de las narrativas e ideologías que justifican la acción
violenta. El mito del triunfo y la derrota, la adicción a la venganza, el trauma de
la violencia, los imaginarios del odio y del rechazo del enemigo.

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

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1. La integración social y las teorías sistémicas de la sociedad
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La pregunta que guía la obra de Emile Durkheim y buena parte de las teorías so-
ciológicas es: ¿Qué es lo que hace que una sociedad permanezca unida? Las res-
puestas a esta pregunta definen todo un enfoque en el estudio de la sociedad, sus
instituciones y sus funciones.

Así, la sociedad se concibe como una unidad armónica basada en un orden mo-
ral. Esta armonía y este orden implican un consenso general entre los miembros de
esta sociedad en virtud de los intereses comunes que los agrupan.

En esta perspectiva los elementos principales son:

a. La sociedad es una totalidad.


b. Las partes que componen la sociedad son interdependientes y están interre-
lacionadas.
c. Sólo se pueden analizar estas partes en relación con el todo; aisladas de él
carecen de significación.
d. El sistema social tiene una dinámica definida por la adaptación.

La sociedad está basada en un orden moral, dice Durkheim que la sociedad es


una totalidad con autoridad moral sobre el individuo. En su obra El suicido señala:
“Es la constitución moral de la sociedad la que fija en cada instante el contingente de
las muertes voluntarias. Existe pues, para cada pueblo una fuerza colectiva, de una
energía determinada, que impulsa a los hombres a matarse. Los actos que el pacien-
te lleva a cabo y que, a primera vista, parecen expresar tan sólo su temperamento
personal son, en realidad, la consecuencia y prolongación de un estado social, que
ellos manifiestan exteriormente”.

De aquí se deducen varias consecuencias importantes:

a. El individuo está gobernado por una conciencia colectiva que se le impone.


b. Los fenómenos de la vida social se le imponen coactivamente al sujeto y no
dependen de su voluntad personal.
c. La moral se encuentra a la base de la sociedad, determinando los fenómenos
que en ella ocurren.
La integración social se explica por los factores de cohesión, interés de la so-
ciedad y coacción. Dice Durkheim: “... desde el momento en que los hombres

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forman una sociedad, por rudimentaria que ella sea, hay normas que presi-
den sus relaciones, y por consiguiente, una moral que si bien no se parece a
la nuestra, no por eso deja de existir”.

De lo que se desprende:

a. Las normas hacen posible que los individuos compartan intereses y que exis-
ta consenso en la sociedad.
b. Las normas tiene un efecto de constreñimiento de la acción social definiendo
y regulando las conductas.

La presencia de normas coactivas implica un criterio de orden y control social, lo


que hace referencia a los métodos y mecanismos con que cuenta la sociedad para

“La gente está obligada a obedecer los dictados de su cultura según formas dife-
rentes. Desde su punto de vista las obligaciones son externas, derivadas de la cultura
y de las demandas de la vida social, las cuales operan en las situaciones concretas
en que se encuentran los hombres”. (...) “… el poder, la autoridad y la religión sirven
par imponer el respeto a las normas sociales”.

Dentro de esta concepción de la sociedad como totalidad sistémica organizada y con-


trolada el conflicto sólo puede surgir por la desadaptación de los individuos. Hay conflicto
cuando el individuo presenta resistencias u oposiciones a las instituciones o a las reglas
y en consecuencia la función de regulación consiste en adaptarlo o aislarlo.

Estas ideas han sido desarrolladas con concepto de control social que distingue una
clara dicotomía entre individuo y sociedad y se fundamenta en un primer momento en las
ideas darvinistas de la adaptación de las especies por la vía del aprendizaje y la selec-
ción. La corriente desarrollada en la sociología clásica apela al concepto de conciencia
colectiva y su valor coercitivo para todo aquello que se califique como desviación social.
Según Durkheim esta desviación social tiene su origen en los impulsos animales que
conducen a la violencia y al cálculo egoísta. La sociedad se arroga el derecho del control
social partiendo de la noción de Contrato Social en la que se renuncian a ventajas y liber-
tades individuales negativas para la vida en común, en aras de los beneficios colectivos
que redundan en nuevas ventajas y libertades individuales. El contrato social es una
dominación intencionada que cumple una función de integración en la vida social.

El control social se logra incidiendo en procesos específicos de la vida social como son:

• La opinión pública, en la medida en que homogeneiza las formas de pensa-


miento colectivo.

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• El derecho que funciona como un sistema de regulación del conflicto por la apli-
cación de una normativa jurídica a la que subyace el concepto de justicia.
• El sistema de creencias, que hace posible la integración a una comunidad.
• La educación, que es la estrategia fundamental de la socialización y el disci-
plinamiento.

La religión, que es la institución integradora por excelencia y que procura la crea-


ción y transmisión de valores y tradiciones.

Unas y otras estrategias de control social procuran reproducir el sistema social y


garantizar que el conflicto introduzca desequilibrios y crisis.

En autores como Talcot Parsons el control social se remite básicamente al control


de la desviación social, es decir el conjunto de prácticas desadaptadas que atentan
contra el bien colectivo. La desviación social ocurre, según este autor, por aprendizaje
en contextos de alta conflictividad, por el desarrollo de ciertos tipos de personalidad
antisocial y por la serie de presiones y oportunidades que ofrece el medio ambiente.
Se parte del supuesto de que la sociedad es un sistema que funciona de manera
normal y que toda desviación es una anomalía que el sistema debe controlar.

En este punto es importante introducir la noción de institución social indisoluble-


mente ligada a las de orden y control social. Las instituciones sociales son la dimen-
sión objetiva de la realidad social (Berger y Luckmannn, 1979). Una de las funciones
principales de las instituciones sociales es la regulación del conflicto, además de
garantizar la producción y reproducción de los valores, tradiciones y costumbres.

Las instituciones sociales en el ejercicio del control social se proponen:

a. Impedir la aparición de tensiones que suscitan el deseo de desviación: Es


decir que las instituciones sociales procuran evitar la aparición de conflictos,
o que éstos puedan querer resolverse por vías no legales o ilegítimas.
b. Reforzar la conformidad social, que consiste en el desarrollo de ideas y prác-
ticas que aumenten el grado de satisfacción de la población con la situación
social.
c. Expresar y promover lo que considera socialmente conveniente, mediante
prácticas y representaciones que expresan los valores imperantes en la so-
ciedad.
d. Promover sanciones negativas. Ciertas instituciones sociales han sido “di-
señadas” con el propósito de regular los conflictos sociales castigando la
desviación de la norma. Es el caso del aparato jurídico de los estados y el
régimen penal.

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e. Modificando pautas sociales tendientes a promover la adaptación social.


Educando, reeducando o resocializando a las personas que han incurrido en
prácticas de desviación social.

En las sociedades modernas la institución encargada del control y la regulación del


conflicto es el Estado. El estado moderno surge, como es sabido, con el triunfo de la
revolución burguesa contra la monarquía en las revoluciones europeas del sigo XVIII.
El ideal revolucionario de igualdad, libertad y fraternidad, se pretende lograr con un
estado moderno basado en la racionalidad del derecho.

El Estado existe en la medida en que siendo hegemónico en un territorio, ejerce


un monopolio tributario y un monopolio de la violencia. Estos monopolios se justifican
por el bien común con el recurso de que el Estado obedece al derecho. Para cumplir
esta función desarrolla un sistema normativo que es el corpus de las leyes y un apa-
rato jurídico encargado de hacerlas cumplir.

La visión moderna de la justicia

Los sistemas de regulación legal (el derecho entre ellos) responden a campos de con-
flictos cambiantes en el tiempo, no es lo mismo juzgar y hacer justicia en las sociedades
tradicionales, que en las sociedades industriales o en las sociedades contemporáneas.
Desde la visión moderna las funciones de regulación legal de la sociedad apelan a un
fundamento racional y a unos ideales éticos, definidos por la noción de ciudadano en un
estado democrático.

El régimen penal tuvo su origen en una concepción racional del delito que lo re-
duce a una lógica de equivalencias y permutaciones, que permite dosificar el castigo
que merece un infractor dependiendo del tamaño de su delito. Esta proporción abs-
tracta entre pena y delito reemplaza toda la singularidad de los conflictos sociales
que dan origen al crimen por una estructura homogénea e igualitaria, acorde con los
presupuestos de la modernidad en boga en las sociedades occidentales desde hace
200 años. En su momento constituyó un significativo avance en la humanización de
la justicia, ya que de esta manera se abandonaron las técnicas del suplicio y el casti-
go físico, por el castigo del alma en los largos años del encierro; las salas de tortura
se cambiaron por las celdas de las prisiones, y el régimen carcelario reemplazó las
brutales ejecuciones públicas. La perfectibilidad racional de todas las instituciones
sociales iba de la mano un concepto de individuo que considera su autonomía, su
conciencia, su voluntad y su capacidad de cambio.

Sin embargo, como lo señala Michel Foucault, esa perfectibilidad racional no se


logró sin una particular conjunción entre el saber y el poder como una sanción le-

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gal y técnica del control social. Los funcionarios del Estado encargados del régi-
men penitenciario son en cierta manera ingenieros de la conducta, ortopedistas de
la individualidad (Foucault, 1989). Hay en el diseño de las nuevas instituciones una
economía del poder, entre los siglos XVI y XIX se crea una nueva tecnología: “un ver-
dadero conjunto de procedimientos para dividir en zonas, controlar, medir, encauzar
a los individuos y hacerlos a la vez ‘dóciles y útiles’. Vigilancia, ejercicios, maniobras,
calificaciones, rangos y lugares, clasificaciones, exámenes, registros, una manera
de someter los cuerpos, de dominar las multiplicidades humanas y de manipular sus
fuerzas, se ha desarrollado en el curso de los siglos clásicos, en los hospitales, en el
ejército, las escuelas, los colegios o los talleres: la disciplina. El siglo XIX inventó, sin
duda, las libertades; pero les dio un subsuelo profundo y sólido la sociedad discipli-
naria de la que seguimos dependiendo”.1

¿Se acepta dócilmente esta estrategia de dominación, esta tecnología del poder?
O con cierta independencia, ¿los grupos sociales continúan sus prácticas y represen-
taciones culturales acerca de la justicia?

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2. El conflicto y el cambio social
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La pregunta por el cambio social o los elementos de transformación de la sociedad, lle-


va a Karl Marx a plantearse la sociedad como una totalidad en conflicto permanente. Una
sociedad compuesta por estamentos, grupos y clases sociales que tiene intereses distintos
y que entran en conflicto constantemente por esta causa. El orden que impera en este mo-
delo de sociedad es el de la dominación y la coacción.

La estructura de la sociedad se basa en las relaciones históricas de producción que ha


siempre se ha resuelto con la explotación de una clase por otra, amos y esclavos, señores
de la gleba y siervos, burgueses y proletarios. Estas clases, evidentemente, tiene intereses
contrapuestos, lo que se ha resuelto mediante diversas estrategias de dominación, entre
las que se incluye la ideología: la clase dominante impone sus ideas, valores, creencias, ha-
ciéndolos ver como universales y encubriendo la realidad de la desigualdad y al opresión.

Dice Marx que la sociedad es el conjunto de las relaciones sociales que los hom-
bres contraen entre sí y que vienen determinadas por el grado de desarrollo de las
facultades productivas de la sociedad de que se trate. De esta manera “a determina-
das fases de desarrollo de la producción, del comercio, del consumo, corresponden
determinadas formas de constitución social, una determinada organización de la fa-
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1
Michel Foucault, Vigilar y Castigar. Siglo XXI editores. México 1989.

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milia, de los estamentos o de las clases; en una palabra, una determinada sociedad
civil” (Marx).

Ha diferencia del modelo de la sociedad armónica en esta perspectiva los sistemas


sociales no están organizados en torno al consenso sobre valores, sino que implican
una totalidad dinámica en situaciones particulares de conflicto. Estas situaciones par-
ticulares se caracterizan por un desequilibrio de poder y una pretensión de dominio y
legitimidad de cada una de las partes enfrentadas.

El conflicto desde este punto de vista no se piensa como externo al sistema sino
como elemento constitutivo y como el factor principal de la dinámica social. No surge
de la desadaptación a un único esquema de valores, sino de la contraposición de in-
tereses de diferentes sectores sociales con desiguales relaciones de poder. De esta
manera el conflicto no se resuelve con la adaptación individual, sino con la transfor-
mación de las relaciones sociales injustas.

La crisis del modelo penitenciario

El modelo que conocemos como justicia retributiva (que se sirve del régimen pe-
nal) ha fracasado. Sus propósitos de disminuir el delito mediante el temor al castigo
y lograr la rehabilitación del delincuente con el recurso del encierro, no se han cum-
plido. Hoy en día asistimos impotentes a una creciente incapacidad del sistema peni-
tenciario para condenar y rehabilitar a los delincuentes, además de constatar que la
prisión no elimina las causa sociales del delito, y en vez de rehabilitar al infractor, lo
cualifica en las formas más diversas, sofisticadas y perversas de la delincuencia.

El más bello sueño de la modernidad la perfectibilidad racional del hombre es lo


que hoy en día ha hecho crisis. El Estado, al suplantar a la comunidad y a la socie-
dad civil, en la administración de justicia, hace un ejercicio de abstracción que toma
demasiada distancia de las condiciones de vida reales de las comunidades y la so-
ciedad. Lo que es natural y consuetudinario en las tradiciones de los pueblos, se ve
reemplazado por un principio racional que no pocas veces lo contradice. Todas las
diferencias y singularidades de los conflictos se ven puestas en un ordenamiento que
las priva de su historia y oculta su carácter profundamente humano. Tenemos que
admitir que quizá la razón sea sólo una, entre las muchas fuerzas que gobiernan el
devenir social.

Lo que estamos afirmando es que tanto las causas sociales del delito como las
ideas que tienen las comunidades acerca de la justicia, desbordan con creces el mo-
delo racional -jurídico de la Constitución y sólo pueden comprenderse atendiendo sus
dimensiones culturales. Es aquí donde hay una significativa ventaja de los modelos

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

alternativos que se centran no en el castigo de la infracción, sino en la comprensión


y transformación de los fundamentos sociales del delito.

Modelos de justicia en sociedades tradicionales como la justicia restaurativa han


existido desde muchos siglos antes del modelo de la justicia penal. En estos modelos
premodernos la restauración de las relaciones sociales dañadas por el delito, se hace
posible porque existen fuertes lazos sociales entre los miembros de la comunidad.
Para el caso de las comunidades indígenas por ejemplo, sus vínculos de solidari-
dad privilegian la condición grupal por encima de toda condición individual. Son por
así decirlo sociedades “cerradas” (el término no es peyorativo) que fundamentan su
identidad en un conjunto de tradiciones, valores y costumbres muy homogéneos, lo
que da fuerza y estabilidad a sus formas de regulación social (formas de solidaridad
mecánicas). La pregunta que se hace en este punto es ¿qué tan exitosa puede ser
la resolución de conflictos en una comunidad urbana, donde prima la individualidad y
lo que los sociólogos denominan formas de solidaridad orgánicas (la relación de los
hombres como productores)?

Quizá valga la pena conocer las dinámicas culturales propias de las sociedades
urbanas y contrastarlas con la organización legal racional del Estado.

Si la justicia hoy en día se propone una verdadera disminución de la criminalidad


debe intentar resolver los conflictos en sus dimensiones objetivas y subjetivas, cultu-
rales y estructurales y para ello debe dar el paso de las acciones sólo punitivas a las
acciones de restauración, debe pasar de la absoluta abstracción legal a la compren-
sión del conflicto real.

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3. Conflicto
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“Los conflictos se pueden definir como una lucha en torno a valores o pretensiones
a estatus, poder y recursos escasos, en la que los objetivos de los participantes no
son sólo es obtener los valores deseados, sino eventualmente neutralizar, dañar o
eliminar a sus rivales. Se puede dar entre individuos, entre colectividades o entre indi-
viduos y colectividades” (Enciclopedia internacional de las ciencias sociales). En una
versión más positiva hay que pensar, también, que los conflictos se pueden resolver
de manera no violenta y contribuir al desarrollo individual y grupal con el recurso de
la cooperación, es decir un conflicto es una situación de diferencia de intereses que
tiene diversas formas de resolverse: se puede pasar a la confrontación violenta, se
puede negociar o puede incluso dar lugar a una transformación en que los intereses
opuestos se vuelvan intereses comunes.

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4. Dimensiones objetivas del conflicto
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Los conflictos tiene bases objetivas cuando están referidos a la distribución de


una gran variedad de bienes y valores escasos: ingresos, estatus, poder, dominio
territorial. Es de carácter realista en cuanto los actores pugnan por expectativas de
ganancia específicas y las razones de la discordia son evidentes y claras para los
actores. La confrontación violenta es un medio funcional de obtener lo que se quiere,
que puede cambiarse si se encuentran otros más eficaces. Aquí encontramos por
ejemplo, los conflictos de tierras, los conflictos económicos, las luchas por cuotas de
poder.

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5. Dimensiones subjetivas del conflicto
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Hacen referencia a las disposiciones tales como la hostilidad , el odio, el resen-


timiento y otras similares que a veces acompañan las causas objetivas o que a ve-
ces originan conflictos con una base no realista. Es apenas natural que cualquier
confrontación genere una reacción emocional y sentimental. Si se es víctima de la
arbitrariedad o la violencia los sujetos desarrollan miedo, rabia y toda una serie de
experiencias negativas. Cuando son origen ellos mismos de un conflicto, su finalidad
consiste básicamente en liberar esos impulsos agresivos y no tiende a un objetivo
concreto en términos funcionales. Por ejemplo, los crímenes de odio, los chivos ex-
piatorios, los conflictos étnicos, las barras bravas. Todos ellos se caracterizan por que
no buscan una ganancia objetiva concreta, incluso puede perjudicar mayormente a
quien comete la agresión, pero da una ganancia psicológica en la medida en que
permite dar salida a las emociones reprimidas.

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6. La teoría de Johan Galtung
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Este autor propone una lectura de la violencia constituida en tres dimensiones de


las que sólo una es directamente visible. De la violencia lo más evidente, expresado
en los combates, las muertes, las agresiones físicas, es lo que todos ven y lo que
reproducen los medios de comunicación, pero a esa violencia evidente le subyacen
causas estructurales y culturales que hunden sus raíces en la historia.

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

Al lado de las definiciones conceptuales haremos en lo que sigue una reflexión


teórica sobre los resultados de una investigación sobre los conflictos de pandillas
en el distrito de Aguablanca en Cali. Procuramos organizar los hallazgos en una
perspectiva teórica que los describe y nos permite plantear hipótesis sobre la natu-
raleza cultural del conflicto y los nexos psicosociales que presenta con la dimensión
estructural. Hemos seguido las ideas del teórico de la Paz Johan Galtung, que afirma
que a toda expresión física de violencia, subyacen causas estructurales y culturales
sin las que ésta no se explica. El autor plantea que no ha de verse la violencia como
producto de la naturaleza humana y atribuirla sin más a un atávico impulso instintivo,
sino que debemos explicarla en términos de sus dimensiones culturales y estruc-
turales: “la violencia cultural y estructural causan violencia directa, utilizando como
instrumentos actores violentos que se rebelan contra las estructuras y empleando
la cultura para legitimar el uso de la violencia” (Galtung, 1996). Con este modelo se
procura resolver los problemas de reduccionismo propios de ciertas teorías sobre la
violencia que, o bien adoptan una perspectiva psicologista en la que la violencia se
explica por procesos individuales de desadaptación social, o bien optan por la pers-
pectiva puramente estructural donde la violencia es un producto de la determinación
externa y mecánica de la injusticia social.

A las teorías sobre violencia les subyace un problema epistemológico complejo.


Si se apoyan en la tradición empírico-analítica2 los argumentos apelan a un determi-
nismo causal parecido al de las ciencias naturales, que deja de lado las intenciones,
voluntades y deseos de los actores sociales, con lo que nos resulta una especie de
violencia sin sujetos, en la que los actores serían como marionetas gobernadas por
poderes extraños. Si decide tomar la perspectiva de los actores en un individualismo
psicologista, se supone que todos actúan con un cálculo racional de intereses en el
que el contexto social no parece tener mayor incidencia. Si decide explorar la deter-
minación inconsciente tampoco quedan claras las relaciones sociohistóricas en las
que el sujeto construye su subjetividad.

Para una crítica del modelo empírico analítico empezaremos diciendo que Los prin-
cipios de la mecánica clásica pueden ser muy apropiados para explicar fenómenos
del mundo físico, pero son insuficientes para comprender el mundo de las relaciones
sociales, donde las acciones sociales están cargadas de significados y sentidos para
los actores sociales. Las fórmulas del tipo: “la pobreza o la riqueza causan violencia”
o “la injusticia de las estructuras sociales producen la violencia” impiden apreciar la
relación de elementos dinámicos en la generación del fenómeno de la violencia Pero
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2
Apelamos aquí a la distinción establecida por Jurgen Habermas en su libro Conocimiento e Interés, que diferen-
cia tres tradiciones en la producción científica a partir del interés del investigador: Las ciencias Empírico Analíticas
que procuran explicar y controlar, las ciencias Histórico Hermenéuticas que quieren comprender e interpretar y las
ciencias Critico Sociales que tiene un interés emancipatorio. Para el caso del modelo empírico- analítico se hace
referencia a los métodos propios de las ciencias naturales.

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

ocurre que no todos esos significados y sentidos son conscientes, y aun admitiendo
su carácter inconsciente, hay que hacer el esfuerzo de ver la representación incons-
ciente como una figuración de dimensiones sociales e históricas.

Atentos a estas razones optamos por la perspectiva etnográfica en la que nos


interesa interpretar los sentidos y los significados sociales de los actores acerca del
fenómeno, antes que explicarlo por medio de relaciones causales. Nos interesan la
estructura de las argumentaciones y sus implicaciones, antes que la suma de datos
cuantitativos. Nosotros en particular intentamos un vínculo entre lo estructural y lo
cultural a partir de categorías psicosociales que hacen referencia a la forma como
los actores sociales se representan su realidad y la manera como las adaptaciones
psicológicas se convierten en textos culturales.

Nuestra hipótesis central está orientada a que la suma de factores de violencia


estructural (marginalidad, exclusión) se corresponde con el desarrollo de una parti-
cular estructura del carácter, en la que los sujetos se representan el destino de sus
vida como algo sobre lo que no tienen una capacidad de actuación, el destino no
depende de la voluntad propia, sino de factores externos como el azar, la fatalidad,
la religiosidad o la magia. Este foco de control externo de sus vidas y el consecuente
debilitamiento del Yo, tiene como correlato un aumento de las formas defensivas de
la psique al que hemos dado el nombre de perspectiva egocéntrica. Este egocentris-
mo consiste en la negativa a asumir la responsabilidad por las consecuencias de sus
actos y en justificar todas las acciones violentas como actos de defensa legítima.

Nos apartamos de ciertas posiciones que afirman una esencial contradicción entre
cultura y violencia. Estas posiciones definen a la cultura como instrumento de domi-
nio de la violencia y la violencia como destrucción de la cultura, por ejemplo, en su
artículo sobre La violencia y la memoria colectiva (Valencia, 2001), el profesor Alberto
Valencia dice: “La expresión ‘cultura de la violencia’ ha desatado toda clase de reac-
ciones y producido toda clase de críticas casi siempre con razón. La expresión misma
es una contradicción en los términos y corresponde a aquello que en la preceptiva
literaria se podría llamar un oxímoron, la unión de dos palabras que por su sentido se
excluyen, como se puede ver en el ejemplo del ‘hielo frito’. Cuando se habla de cultura
se hace una referencia a una situación en que la violencia se encuentra excluida. Vio-
lencia y cultura serían, pues, dos términos antitéticos y excluyentes” (Valencia, 2001).
(...) “... con dicha expresión (cultura de la violencia) se hace referencia a una especie
de atavismo que cargaríamos en la sangre los colombianos de manera hereditaria y
genética”. Nos parece que hay aquí una inadecuada definición de los términos: en un
primer momento se confunden naturaleza y cultura (éste sí un verdadero oxímoron)
al afirmar que la existencia de una cultura de la violencia significaría que la violencia
sería atávica, una forma de predestinación genética (biológica) y no producto de las

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

relaciones sociales. En otro momento el argumento sigue la idea de una oposición


fundada en el concepto de cultura como elemento integrador y la violencia como
elemento disgregador. Esta distinción simplista y esquemática no permite explorar la
complejidad de las relaciones entre la violencia y la cultura.

Lo cultural, en un sentido más amplio, es un mecanismo de producción y repro-


ducción de significados y sentidos. Así vamos a pensar la violencia en los pandilleros
como un mecanismo adaptativo ligado a unas formas de representación donde se
encuentran las estrategias de inclusión y exclusión, las imágenes del yo y del otro.
Las relaciones entre violencia y cultura pueden llegar a ser muy complejas. Cristina
Rojas en su libro Civilización y violencia, plantea un régimen de representaciones
en el que se combinan una teoría del poder, un enfoque histórico y variables psico-
lógicas y sociales: “En la historia de la colonización, la civilización y la violencia se
entrelazaron y apoyaron mutuamente. Las narrativas de civilización y de la violencia
cumplen un papel crucial en la formación de identidades raciales, de género y de
clase; además proporcionan una lógica cardinal tanto para la formación de la nación
y del Estado como para los procesos de desarrollo capitalista” (Rojas, 2001). La vio-
lencia puede llegar a ser un patrón de socialización o incluso un importante elemento
integrador de los grupos, que se cohesionan imaginariamente a partir de la definición
de un interior bueno y un exterior malo. La oposición a otros con toda su carga de
proyección imaginaria es un elemento fundacional de la identidad de los grupos.

Vamos ahora a desarrollar las dimensiones físicas (los hechos de violencia), las
dimensiones estructurales de la violencia (el conjunto de variables sociales y econó-
micas) y las dimensiones culturales (las narrativas que justifican la acción violenta).

En lo que sigue haremos una primera definición de los conceptos y pasaremos a


ilustrarlos con apartes de la investigación sobre el conflicto de las pandillas de Agua-
blanca, un sector marginal de la ciudad de Cali.

Manifestaciones directas del conflicto

Son aquellas expresiones evidentes del conflicto como las batallas, las agresio-
nes, los combates, las acciones específicas de los actores en pugna. Son las razo-
nes evidentes del enfrentamiento entre las partes y la manera como se ha dado ese
enfrentamiento. Son producto de procesos previos de carácter estructural y cultural
que no son directamente visibles, pero que se han desarrollado de manera larvada
hasta explotar en la violencia directa.

En el caso colombiano tenemos las tomas guerrilleras de las FARC, los combates
con el ejército, los atentados terroristas como los del club el Nogal, las voladuras del

15
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

oleducto por parte del ELN que son la manifestación directa de una violencia que tuvo
un origen político, en la lucha por el poder justificada por la injusticia social, pero que
luego se ha desarrollado dentro de una lógica militar que ha reemplazado la ideolo-
gía por el pragmatismo de la guerra. Es así como las razones del sostenimiento de
la guerra (en particular su financiación con el recurso del secuestro y la droga) han
primado sobre la defensa de los ideales libertarios y los derechos de los oprimidos. A
esto se suma el hecho de que para un sector social la acción armada es una oferta la-
boral y al guerrilla una forma de vida, al igual que su contraparte, el paramilitarismo.

En el caso de cualquier sociedad la delincuencia común y la organizada, se manifiesta


directamente en la violación del derecho a la vida y a la propiedad de las víctimas, pero
también ese tipo de violencia tiene una explicación en el funcionamiento de la sociedad y
en la psicología y cultura de los actores de violencia. A las condiciones de vida y experien-
cias familiares y de crianza, que forjan en los sujetos una relación conflictiva con la norma,
se suman una organización social donde existen los recursos y oportunidades del delito.

La violencia familiar y los conflictos barriales se expresan en el maltrato, abuso y


agresiones a las víctimas, pero cada conflicto tiene una historia, y esa historia con-
tiene dimensiones que corresponden a injusticias sistémicas y a narrativas culturales
que les dan forma y explicación.

Violencia directa

La violencia es la primera causa de mortalidad en el distrito de Aguablanca en


Cali, y los jóvenes las principales víctimas. Por violencia o manifestaciones físicas
de la violencia vamos a entender todos los canjes violentos, todas las expresiones
materiales del conflicto a las que subyacen las causas estructurales y culturales. Son
la evidencia tangible de abaleos, puñaladas, violaciones, delitos, agresiones, con su
saldo de muertos, sangre, odios y venganzas.

La violencia directa en datos estadísticos

Los datos que se consignan a continuación son tomados de los archivos de la Policía
Metropolitana, Fiscalía (sede Los Mangos) y Medicina Legal.3 Los datos son aproxima-
ciones tentativas al fenómeno real a partir de inferencias estadísticas4 logradas con regis-
tros parciales de lo que acontece en la zona del distrito de Aguablanca, en relación con el
resto de la ciudad en los años 2001 - 2002.5 Anotemos que sólo se refieren a los casos
denunciados con lo que hemos de suponer que los casos ocurridos son muchos más.
-------------------------------------------------------------
3
Los datos recabados generan algunas inquietudes por cuanto no son consistentes unos con otros en relación
con las diferentes fuentes (Policía Metropolitana, Fiscalía, Medicina Legal). Tampoco existe un centro de sistema-
tización de datos para la ciudad ni se tiene un sistema unificado para la recolección y análisis, cada dependencia
maneja sus propios datos unos más sistemáticos que otros, pero en cualquier caso independientes.

16
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

Acceso carnal violento

El acceso carnal violento: Las comunas 13, 14 y 15 presentaron el 19% de las de-
nunucias mientras las restantes 19 comunas de la ciudad obtuvieron el 81% de casos
reportados en el 2002. En el 2003 las denuncias pasaron a ser el 36%.

Homicidios

En el 2001, entre las comunas 13, 14 y 15 presentaron el 27% de los homicidios,


mientras que en el resto de la ciudad se presento el 73% de las denuncias. Para el
año siguiente no se presentaron diferencias significativas, ya que el distrito de Agua-
blanca reportó el 24% en contraste con el 76% que presenta el resto de Cali.

Lesiones

Las lesiones, según la clasificación de la Policía, pueden ser producidas con ar-
mas de fuego, armas blancas o con otra clase de armas. En el 2001, las tres comu-
nas no presentaron diferencias significativas entre ellas: la comuna 13 presento el
8% de casos reportados por lesiones, la comuna 14 presento el 10% y la comuna 15
presento el 9%, lo que indica que entre las tres comunas presentaron el 27% de las
lesiones, mientras que el resto de la ciudad presento el 73%.

En el siguiente año, las denuncias por lesiones, se mantuvieron sin cambios apa-
rentes. La comuna 13 y 14 presentaron cada una el 10% de los casos denunciados,
y la comuna 15 presentó el 11% de los casos. En general entre las tres comunas
presentaron una incidencia del 31% en contraste con un 69% de casos reportados
en el resto de las comunas de la ciudad.

Hurtos

En relación con los hurtos se van a tener en cuenta: Hurto (robo), hurto (atraco),
hurto callejero, hurto carros y hurtos motos, reportados en toda la ciudad, el distrito
de Aguablanca presento el 13% mientras que el resto de la ciudad presento el 87%
en el 2001. En el siguiente año las cifras y el comportamiento de los resultados se
mantuvieron muy similares, presentando entre las comunas 13, 14 y 15 el 12% mien-
tras que la incidencia en las otras comunas de la ciudad fue de 88%. Un aspecto a
-------------------------------------------------------------
4
La información que se presenta a continuación, fue suministrada por la Policía Metropolitana de Santiago de
Cali, específicamente por el Centro de Investigaciones Criminológicas. Estos datos están basados en las denun-
cias realizadas por las víctimas ante dicha institución, sin embargo es importante aclarar que esta información
solamente da una aproximación a la realidad, pues no se puede desconocer que la mayoría de los casos no son
denunciados.
5
La fuente de todos los gráficos es la Policía Metropolitana de Cali.

17
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

resaltar es que los hurtos en el distrito de Aguablanca presentan un número muy bajo
en relación con el resto de la ciudad.

Un dato que vale la pena resaltar está relacionado con el hurto (robo), ya que en
las comunas 13, 14 y 15 en los dos últimos años, sólo se presentó el 4% de las de-
nuncias que se hicieron en toda la ciudad (96%).

En relación con hurto (atraco), para el 2001 fueron denunciados en el distrito de


Aguablanca el 6% de los casos, mientras que en el resto de la ciudad se reportaron
el 94%. Sin embargo, para el 2002 este porcentaje cambio, ya que las tres comunas
del distrito presentaron un 9% en contraste con el resto de las comunas de Cali que
presentaron el 91%.

Violencia intrafamiliar

En el distrito de Aguablanca se reportaron el 27% de las denuncias por violencia


intra-familiar en contraste con el 73% reportado en el resto de la ciudad en el año
2001. En este año, la comuna 13 paso del 7% al 3%, la comuna 15 presento el 7%
igual que el año anterior y la comuna 14 continuo manteniéndose como la comuna de
mayor presencia de casos denunciados por violencia intra-familiar (12%).

Esto en términos de las cifras estadísticas sobre las formas de violencia en el dis-
trito. Ahora veamos ahora las formas de expresión de violencia física más comunes
entre los jóvenes de estos barrios, los conflictos por territorialidad, las venganzas y
la delincuencia común.

Territorialidad

Buena parte de la violencia entre las pandillas se da por problemas de territorio. Los
parches y pandillas se apropian de un territorio y establecen con él una relación de
profundo afecto que les sirve de referente de identidad. Los jóvenes de estos barrios
conocen cada calle, cada casa, cada esquina y tienen una representación imaginaria
del territorio hecha de experiencias, afectos, temores y conflictos. “La calle es como
su vida, es su propio universo (...) En la calle se aprende, en la calle se comparte, en
la calle hay conflictos, en la calle está la vida pero también está la muerte...” (Osvaldo,
junio 2002).6 Los procesos de socialización se dan en un contexto con altos niveles
de conflicto y violencia, pero también con los afectos y solidaridades del grupo. La
calle es sin lugar a dudas un factor definidor de identidades.

-------------------------------------------------------------
6
Osvaldo es un sociólogo que trabaja con los jóvenes de la comunidad.

18
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

Este sentimiento marcado de propiedad sobre el territorio genera una serie de re-
glas implícitas, entre las que la más importante es defenderlo de cualquier forma de
intrusión: “Los de la gallera y los del palo. Los de acá con los de allá. Se mantienen
en guerra a toda hora porque los de allá no pueden venir pa’cá, los de acá no pueden
ir pa’llá. Pues los de la gallera necesitan venir pa’cá porque tienen de pronto amigas
o que se yo..” (Jhon, 8 de marzo del 2002). No se permite que los jóvenes de otras
pandillas, parches o simplemente muchachos de otros barrios transiten por las calles
del barro dominadas por el grupo. Las reacciones van desde la decisión de atracarlo
y robarle sus pertenencias, hasta la de golpearlo de manera inmisericorde, pasando
por toda suerte de actos de intimidación o sospecha: “No, pues, un día cogimos a
uno y casi lo matamos, le metimos un poco de pedradas, ese peladito quedo ahí en
el suelo, y nosotros no, ¡pues, matamos a es peladito! Y yo estaba todo asustado, ya
estaba pensando en irme pa´onde mi tía” (Diego, abril 2002).

Otras pandillas se apoderan de calles estratégicas y ejercen sobre ellas un de-


recho, una especie de patente de corso para delinquir. Es famoso el caso de las
pandillas de la “calle ancha” o los “areperos” que en efecto dominaban un sector en
el cual delinquían y que les generó un conflicto por la definición de las fronteras y
por la circulación en territorios ajenos, la violación de las fronteras o el delinquir en
territorio de la otra pandilla era castigado con la muerte. El dominio por la fuerza de
un territorio, de una calle se expresa en juegos crueles como: “La próxima que pase
nos la comemos..”., que en una frase resume la forma como justifican las violaciones
a mujeres en una calle de su territorio, es decir ellos imponen su ley con las armas y
pueden disponer a su antojo de las personas que por allí circulan.

Con el territorio se puede hablar de una especie de geografía imaginaria del con-
flicto: los territorios se delimitan por los conflictos y los desenlaces violentos de esos
conflictos. Aquí es muy apropiado el concepto, frecuentemente utilizado por los lu-
gareños, de la “calentura” un sitio se pone caliente cuando ha ocurrido en él un he-
cho violento porque la policía acude a buscar sospechosos o testigos y porque los
dolientes de la víctima andan buscando venganza. Todo esto empieza a delimitar
unas fronteras, donde hay ciertos sitios vedados y otros permitidos: “En casi todo
el barrio he tenido problemas, aunque deje de delinquir he tenido problemas, por la
droga, por el hurto y por las calenturas” (Tomás, marzo 2002). No se puede pasar por
las cuadras donde hay “liebres”, es decir, enemigos o personas con las que se haya
tenido un conflicto y se teme una venganza: “En la 13, con unos manes porque no
me dejaban pasar por esa cuadra, porque yo voy con Dios, pero ahora ya casi no...
Pero, ¿por qué son esos problemas? Porque ellos mataron a unos amigos, entonces
nosotros llevamos los muertos a Cauquita y esos nos dieron plomo y a uno le dieron
en una oreja, a otro casi lo matan y a mi también, entonces, por eso tenemos una
tirria” (Diego, marzo 2002).

19
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

De manera real o figurada las agresiones a los foráneos se justifican diciendo que
viene a robar, o que son miembros de la pandilla rival que vienen a intimidarlos o a
cobrar una vieja deuda, o vienen a “caerle” a las peladas de ellos o sencillamente,
hay que agredir al desconocido para hacer un acto ejemplarizante de intimidación.
“Digamos que la banda de acá no puede ir la banda de allá, porque si no nosotros
vamos allá, allá nos prenden y si ellos vienen pa la banda de acá pues también se les
hace lo mismo... Pues, hay veces en que nosotros nos hemos ido por allá y pum pum
que le pegan un tiro a uno o a otro, entonces, claro uno se tiene que poner activo, si
uno va con su porte7 ahí encima le toca responder porque que más puedo hacer. (...)
Hay veces en que ellos se meten a robar acá y uno los pilla y que tales y, entonces,
también le toca agredirlos, toca pararles el brinco y que tales porque nos boletean a
nosotros acá” (Kevin, marzo 2002). nótese, en la argumentación del joven acerca de
los problemas del territorio, el carácter inevitable que tienen las consecuencias: “le
toca responder porque que más puedo hacer, entonces, también toca agredirlos”. Se
trata de algo que va más allá de sus voluntades, algo de lo que de alguna manera no
son responsables. Esta justificación se repite todo el tiempo en cada acto violento del
que hablan y constituye una especie de foco de control externo de la motivación de
su conducta.

La venganza

Este es un factor muy asociado a un patrón cultural que describiremos más ade-
lante con el nombre de “sed de venganza”, se refiere a los canjes violentos que se
cumplen como retaliación a agresiones previas. Es una constante que todo acto de
violencia implica una respuesta tanto o más violenta que la original, con el fin de equi-
librar o intimidar, e impedir futuras agresiones: “Hay que probarles que no se pueden
meter con nosotros” (Christian, marzo 2002).

Esta práctica desafortunadamente produce por lo general, un efecto contrario, se


devuelve el golpe pero la nueva agresión no estabiliza el conflicto sino que lo reinicia,
les da razones a los agresores agredidos para sentirse ofendidos y tomar venganza,
en un ciclo infernal de ojo por ojo y diente por diente, que termina por dejarlos a todos
ciegos y muecos. En el tiempo en que desarrollamos el trabajo de campo pudimos
darnos cuenta de un trágico episodio en el que dos jóvenes pertenecientes a galla-
das distintas resultaron abaleados por un robo en el que ninguno de ellos participó.
Ambos quedaron inválidos. El primero de ellos, Christian fue testigo de un atraco a un
muchacho que decidió volver a la escena del delito con su parche, para recuperar lo
robado y lo acuso de ser cómplice. Al tratar de huir le dispararon por la espalda. Los

-------------------------------------------------------------
7
Se refiere a un arma; por aquello del porte ilegal de armas.

20
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

amigos de Cristian decidieron vengarse y buscaron a la otra gallada, y al atacarlos


una bala disparada prácticamente al azar hirió a John en la columna.

El ciclo de las venganzas siempre genera unos resultados que resultan despropor-
cionados con los hechos que le han dado origen, es fama por ejemplo que el conflicto
de la gallada del palo con los de la gallera, que ha cegado la vida de varios jóvenes,
se inicio por el robo de una bicicleta. Es un efecto de bola de nieve con una lógica
propia que cada vez logra mayor independencia de las voluntades individuales y que
termina por sujetarlos en una espiral de la que no se pueden salir. Es lo que en las
teorías marxistas se denomina reificación, un proceso mediante el cual el mundo de
las cosas termina por gobernar el mundo de los hombres, aquí las consecuencias
no previstas de las acciones violentas, generan una dinámica propia que deja de
depender de las voluntades de los actores y convierte a los individuos en juguetes de
poderes extraños.

A esta autonomía que adopta la escalada de violencia generada por las venganzas
se suma un proceso de despersonalización, en el que los actos de retaliación a veces
se cumplen con personas que, si bien pertenecen a las galladas, son diferentes de
los agresores. Esto ocurre a veces por error o porque no importa con quien se cumple
el desquite siempre y cuando pertenezca al bando contrario. Esto aumenta a su vez
la actitud de prevención y los niveles de riesgo que enfrentan los muchachos.

La delincuencia común

“Allí hay desde los problemas pequeños relacionados con el tráfico de drogas, los
pequeños hurtos, los pequeños atracos callejeros, hasta las oficinas de sicarios, jó-
venes dedicados al asunto de los homicidios y desde hace un tiempo un repunte de
la actividad subversiva...” (Osvaldo, junio 2002). La delincuencia en estos barrios es
una actividad de supervivencia frente a la pobreza, las necesidades y la falta de opor-
tunidades, pero por lo que vimos en estos barrios se sustenta también en buena parte
por la idea de viveza, la idea de que hay que aprovecharse del otro, sacar ventaja,
no desperdiciar oportunidades, comportamiento que se refleja en que no consideran
malos los pequeños atracos o agresiones a otros, pero si consideran graves aquellos
que se perpetran contra ellos.

Parece ser que en las condiciones de la marginalidad los valores morales de adap-
tación y autorregulación imperantes en ciertos sectores de la sociedad dominante,
sufren un efecto de inversión y se valoran las actitudes y gestos contrarios e, incluso,
se adquiere cierto estatus por la exhibición de lo que podríamos llamar antivalores.
Para algunas personas en estos contextos un joven adaptado y con un empleo me-
diocre, es considerado alguien de menor valía que un joven que se atreve a la delin-

21
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

cuencia, alguien que tiene la audacia de tomar un arma y asaltar un bus, por ejemplo,
y alzarse con una cantidad de dinero mucho mayor que en un trabajo honrado. Hay
que señalar que éste no es un fenómeno producido exclusivamente por las condicio-
nes de marginalidad, para nadie es un secreto la presencia de antivalores en todos
los sectores sociales, sobre todo con la cultura del dinero fácil instaurada por el nar-
cotráfico.

Sin embargo, con el propósito de contextualizar esta problemática, hemos de decir


que los jóvenes de estos sectores se mueven en un medio donde proliferan muchos
ilegalismos: el robo de energía y de los servicios públicos, la facilidad para traficar
con cosas robadas, los enfrentamientos entre las pandillas que acaban con lesiona-
dos o muertos, el porte ilegal de armas, etc. Todo esto hace que los valores que se
formen estén referidos a estas formas de sociabilidad y no a las que promueven los
valores de una cultura de lo legal.

Esta ilegalidad, sin embargo, no está exenta de reglas, los jóvenes que incurren
en robos menores, por ejemplo, respetan en su mayoría una norma que consiste en
respetar el propio territorio, y sólo atracar en otros barrios lejos de sus calles: “Si nos
boletean porque de pronto piensan que somos los del parche de acá los que estamos
robando acá y son los de allá los que vienen a robar acá” (Kevin, marzo 2002). Al
igual que también hay categorías sobre la gravedad del delito y es distinto si alguien
roba por estricta necesidad o si lo hace movido por la simple codicia, además es malo
si los roban a ellos, pero no lo es si ellos roban a otros.

De otra parte hay una particularidad que vale la pena resaltar: buena parte de los
conflictos e intercambios violentos están asociados al robo de prendas que otorgan
cierto prestigio e imagen entre los jóvenes: las zapatillas, las gorras y los pantalones
o buzos de marca. No se trata aquí de la satisfacción de “necesidades primarias”
sino de la definición de un ideal estético de prestigio que presenta un desfase con los
recursos accesibles, esto hace que se sobrevaloren las prendas que otorgan cierto
estatus: “Con las pertenencias llega alguien con las zapatillas, entonces el otro se las
pide y se las da al hermano o se las coge para uno, pero el tipo está pendiente de
quien se quedo con sus zapatillas y al cabo de dos lo pistean y le reclaman al her-
manito: páseme las zapatillas que son mías y recupera lo suyo y eso también pasa
al revés. Pero uno está pendiente porque el tipo no reclama a uno sino que viene a
atacar” (Christian, marzo 2002). No se trata aquí de la satisfacción de necesidades
primarias, sino de la apropiación de bienes de distinción simbólica, que parece ser
una fuerza social mayor que tampoco es exclusiva de estos sectores marginales.
Más adelante ejemplificaremos in extenso con el análisis del conflicto entre las pan-
dillas de Aguablanca, un sector marginal de la ciudad de Cali.

22
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

Bases estructurales del conflicto

Son aquellas que subyacen las manifestaciones directas y están constituidas por
la sedimentación de las injusticias y desigualdades sociales, las relaciones asimétri-
cas de poder, la inicua distribución de los recursos. Son la pobreza, la marginalidad,
la exclusión, la falta de oportunidades, la imposibilidad de ejercer los derechos.

También se la llama violencia sistémica, se caracteriza por la desigual distribución


de poder, riqueza, derechos y oportunidades entre diferentes estamentos de la socie-
dad, haciendo que uno de ellos viva en condiciones de exclusión y que encuentre en
la violencia una forma de expresar su descontento o de obtener lo que desea.

Las desigualdades estructurales tiene origen en la historia de violencias previas,


conquistas, colonias, guerras, expropiaciones, que con el paso del tiempo se legiti-
man en regímenes políticos que mantienen privilegios de los estamentos dominan-
tes. En cada sociedad es posible conocer la historia de afianzamiento de las des-
igualdad que ha llevado a la situación actual, aunque no todo es producto del afán
egoísta de un sector social que se alza con privilegios, sino también producto de la
acción conjunta de los actores sociales que produce resultados no previsibles por
cada actor individual. La imprevisión, el conocimiento parcial de la realidad social, la
falta de planeación, generan condiciones estructurales específicas que no dependen
exclusivamente de la intención o acción de un actor individual.

Violencia estructural

El distrito de Aguablanca representa uno de los cinturones de miseria de la ciu-


dad de Cali, lugar de excluidos, de aquellos que no han tenido cabida en el sistema,
lugar en donde el papel del Estado ha sido inconstante y asistencialista, lugar que
ha sido objeto de la manipulación antiética de políticos cuyo único interés, como ya
se mencionó anteriormente, es asegurar clientela electoral y no propugnar por la
consecución de mejoras para sus habitantes, lugar donde sus habitantes libran una
lucha diaria por sobrevivir, en donde tienen lugar la “…lucha por las identidades, la
agresión, la muerte y hasta la defensa de territorios…” (Vanegas, 1998).

Por violencia estructural vamos a entender la suma de todas las contradicciones y


conflictos, que incrustados y solidificados en la estructura social resultan generadores
de violencia. En nuestro caso nos vamos a referir a factores como la falta de oportuni-
dades, la pobreza, la ignorancia y la marginalidad, pero también vamos a señalar una
particular configuración del contexto de interacción de los jóvenes, que es producida
por la misma violencia: Los actos violentos generan una serie de consecuencias no
esperadas y no controladas, que imponen a los actores un comportamiento defensi-

23
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

vo para enfrentar la indeterminación de su porvenir. Esta percepción de un entorno


peligroso se convierte en un elemento mismo del contexto.

Las dimensiones estructurales introducen un importante grado de complejidad en


el fenómeno de la violencia, se establecen relaciones de causalidad y de contexto y
se supera la versión solipcista o psicologista en la que todo depende de la maldad
del infractor. Al hablar de estructuras se habla de instituciones y relaciones sociales
construidas con una lógica que les da permanencia y estabilidad. Parafraseando
a Marx (Marx, 1990) diríamos que los actores hacen su propia historia, pero no la
hacen a su libre arbitrio sino bajo condiciones de posibilidad heredadas de las ge-
neraciones anteriores y en el contexto de las instituciones. Este modelo estructural
ha sido criticado por autores como Camacho y Guzmán en su libro Colombia, ciudad
y violencia (Camacho y Guzmán, 1990): “... La estructura social se convierte en un
demiurgo, desaparece la dimensión activa de la acción y se cae en explicaciones
fatalistas y esencialistas. Fatalismos y esencialismos que, incluso cuando se trata de
corrientes de un supuesto marxismo estructuralista, escamotean la naturaleza social
de la estructura y no permiten comprender cómo se gestan las relaciones entre ella y
los actores que la dinamizan. Mucho menos permiten examinar las particularidades
de las sociedades concretas para encontrar allí las explicaciones de los proceso so-
ciales. Y menos aún facilitan explicarse cómo en estructuras relativamente similares
se gestan proceso diferentes”. Esta crítica es válida para los modelos estructuralistas
ahistóricos, pero en el caso de Galtung desconoce su concepto de violencia cultural
y su intento de una explicación holística. Las relaciones entre las dimensiones estruc-
turales y culturales pueden dar lugar a una noción de proceso y a una perspectiva
que no deja de lado la acción de los actores sociales.

La respuesta a esta crítica –que no deja de tener validez– hay que buscarla en la
redefinición de lo estructural ya sea como atributo de largo plazo como proponen los au-
tores a propósito de Gonzalo Sánchez (Sánchez, 1986), “cuando las acciones violentas
continuadas tienen por objeto la conservación o modificación de los arreglos institucio-
nales básicos de esa sociedad”. Tal vez a un nivel macro esto sea un modelo adecuado
para pensarse las dimensiones estructurales, nosotros preferimos explorar en la lógicas
simbólicas de los grupos del estudio, vínculos entre las dimensiones estructurales y cul-
turales que para el caso son el entorno marginal y las narrativa sobre la violencia.

El contexto de Aguablanca está signado por la marginalidad, la pobreza y la exclu-


sión. Veamos algunas cifras sociodemográficas que sustentan esta afirmación:

Demografía

Según datos del Dagma (1998), el distrito presenta una población de 500.000 ha-

24
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

bitantes y 69.598 viviendas hasta 1996, lo que puede suponerse, debido a nuevas
migraciones y crecimiento poblacional, ha aumentado a esta fecha.

La densidad poblacional en la comuna 13 es de 344 habitantes por hectárea, la de


la comuna 15 es de 361.6 habitantes por hectárea y la de la comuna 14 es de 287.7
habitantes por hectárea frente a la de Cali que es de 207.8 habitantes por hectárea.

Densidad poblacional
-------------------------------------------------------------
ZONA HABITANTES POR HECTÁREA
Comuna 13 344
Comuna 14 287.7
Comuna 15 361.6
Cali 207.8

Dagma: Datos de 1998


-------------------------------------------------------------

Situación económica

Los habitantes del distrito de Aguablanca, según su capacidad económica están


ubicados en los estratos I, II y III que corresponde a Bajo-Bajo, Bajo y Medio-Bajo; las
comunas 13 y 15 agrupan los tres rangos, la 14 sólo llega hasta el II. Según el DANE,
para 1994 el porcentaje de hogares en indigencia era del 7% y en pobreza del 12%.

Estratificación socioeconómica
-------------------------------------------------------------
ESTRATO BARRIOS % VIVIENDAS % POBLACIÓN %
Bajo-bajo 12 29 6.582 14 36.412 13
Bajo 19 46 29.436 62 176.106 65
Medio-bajo 10 24 11.644 24 60.023 22
Total 41 100 47.662 100 271.541 100

Dagma: Datos de 1998


-------------------------------------------------------------

25
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

Avalúo y estratos por comuna


-------------------------------------------------------------
COMUNA ESTRATO AVALÚO CATASTRAL
SOCIO-ECONÓMICO PREDOMINANTE PROMEDIO ($)
13 1, 2, 3 414.758
14 1, 2 384.923
15 1, 2, 3 407.480

Dagma: Datos de 1998


-------------------------------------------------------------
La población económicamente activa de la ciudad de Cali es de 833.419 personas; la de la co-
muna 13, de 62.941; la de la comuna 14, de 58.345; y la de la comuna 15, de 45.728 personas.

Población económicamente activa


-------------------------------------------------------------
LUGAR POBLACIÓN ECONÓMICAMENTE ACTIVA
Cali 833.419
Comuna 13 62.941
Comuna 14 58.345
Comuna 15 45.728

Dagma: Datos de 1998


-------------------------------------------------------------
El ingreso familiar promedio calculado para el distrito de Aguablanca en las tres
comunas es de 1.70 salarios mínimos, frente al calculado para la ciudad de Cali, que
es de 3.51 salarios mínimos. Esto para una época en la que la tasa de desempleo en
la cuidad era de 10.93% y la del distrito, sin cifras precisas, se estimaba en 23%. En
la actualidad el desempleo en la ciudad oscila entre el 20 y 21% y se calcula que en
la zona del distrito se concentran aproximadamente el 50% de los desempleados.

Salarios por hogar


-------------------------------------------------------------
SALARIOS DAB8 CALI
Un salario mínimo más o menos 42% 2.6%
2 y 3 salarios mínimos 52.9% 29.2%
Más de 3 salarios mínimos 5.1% 68.2%

Dagma: Datos de 1998


-------------------------------------------------------------

26
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

Frente a este panorama las personas tratan de buscar un sostén diario a través de di-
versas actividades. Del 88.52% de ocupados el 62.5% son trabajadores independientes y
el 22.10% son empleados, el resto se dedican al “rebusque” (Muñoz y Ramírez, 1990). La
mayoría de las mujeres trabajan vendiendo chontaduros, frutas o pescados, y en algunas
ocasiones trabajan como empleadas de oficios domésticos. Los hombres se dedican al
oficio de la construcción cuando se les presenta la oportunidad debido a que hay crisis
en el sector. Así mismo, los hombres venden frutas en los semáforos o comercializan lo
que se rebuscan. Pero no sólo trabajan hombres y mujeres, ante una situación económica
tan precaria es muy corriente que los niños y niñas participen de actividades informales
para contribuir al ingreso familiar, es común que ayuden a sus padres, vendan diversos
artículos en los semáforos, limpien parabrisas, o voceen periódicos. Con este trabajo, se
pueden ganar entre dos mil y cuatro mil pesos diarios.

Salud

Los servicios de salud en el distrito de Aguablanca resultan insuficientes. Las ins-


tituciones funciona en edificios que no cuentan con toda la adecuación necesaria y el
personal médico, así como los equipos son escasos para atender la población. Hay
en total 22 puestos de salud, seis (6) centros de salud y dos (2) centros hospitalarios,
distribuídos así: la comuna 13 tiene nueve (9) puestos de salud, dos (2) centros y un
hospital; la comuna 14 tiene ocho (8) puestos de salud y tres (3) centros; en tanto que
la comuna 15 tiene cinco (5) puestos de salud, un centro y un hospital.

-------------------------------------------------------------
COMUNAS PUESTOS DE SALUD CENTROS DE SALUD HOSPITALES
13 9 2 1
14 8 3 0
15 5 1 1
-------------------------------------------------------------
Las causas de morbilidad más frecuentes corresponden, en su orden, a infec-
ción respiratoria aguda, enfermedad diarréica aguda, virosis en general (dengue),
enfermedades de órganos genitales, enfermedades bacterianas y parasitarias, hiper-
tensión, enfermedades del aparato urinario, enfermedades dermatológicas, heridas,
tumores malignos y enfermedades cardiovasculares.

Entre las causas de mortalidad se encuentran, en su orden, homicidios y lesiones


personales, enfermedades cerebrovasculares, neumonías, accidentes en vehículos
de motor, enfermedades isquémicas del corazón, otras enfermedades del aparato
respiratorio, nefritis, diabetes y accidentes.
-------------------------------------------------------------
8
Siglas DAB: Distrito de Aguablanca

27
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

Educación

En cuanto a la educación se puede decir que en términos generales es muy de-


ficiente ya que los establecimientos que existen no son suficientes ni satisfactorios.
Hay tres tipos de establecimientos educativos los oficiales, los privados y los comu-
nitarios. La infraestructura de los centros educativos, sobre todo de los privados, es
deficiente, no tienen adecuada distribución de espacios, iluminación ni ventilación, no
tienen espacio para la recreación y no disponen de materiales didácticos, además el
número de maestros es bajo, en ocasiones un profesor tiene hasta tres cursos a su
cargo. El problema educativo es más agudo en el nivel de secundaria ya que el déficit
es de aproximadamente 90%, en primaria es de alrededor del 22%. El caso de los
centros comunitarios es un poco diferente, pues cuentan con el apoyo de fundacio-
nes que permiten la contratación de docentes mejor cualificados y ofrecen mejores
servicios, incluso el de comedor (Dagma, 1998).

Recreación

La recreación para los habitantes del distrito es de difícil acceso. La comuna 13 sólo
tiene tres (3) centros polideportivos y muy pocas zonas verdes, en promedio 0.71 me-
tros cuadrados por habitante; la comuna 14 dos (2) áreas de recreación pasiva, cinco
(5) zonas verdes, siete (7) canchas múltiples y dos (2) juegos infantiles, y la comuna 15
tiene un parque de recreación pasiva, cinco (5) canchas múltiples, dos (2) canchas de
fútbol, cuatro (4) canchas de baloncesto, tres (3) juegos infantiles y una unidad recreativa
(Dagma, 1998).

Servicios públicos

Todas las comunas tienen servicio de agua potable. El alcantarillado ha tenido un


crecimiento acelerado y ha hecho que terminen uniéndose los drenajes de aguas re-
siduales con canales de aguas lluvias, algunas zonas de las comunas tiene propen-
sión a las inundaciones. La cobertura de energía es del 80%. En cuanto al servicio
de teléfonos, Aguablanca es la zona que presenta la densidad más baja de la ciudad
con 11.1 teléfonos por cada 100 habitantes y en la comuna 15, la más densamente
poblada de la ciudad, los valores son aún más bajos (Dagma, 1998).

Las cifras, pese a que no están actualizadas muestran la difícil situación socioeco-
nómica que predomina en el sector. Si realizamos una proyección a la fecha la situa-
ción puede ser incluso más grave, considerando que el municipio en general presen-
ta un grave déficit financiero que ha parado la inversión social y en infraestructura,
y como un fenómeno paralelo, la ciudad y en especial esta zona ha sido el lugar de
recepción de gran cantidad de personas desplazadas en los últimos años.

28
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

Vemos que en general las condiciones de vida en el sector son deficitarias, que los
indicadores de bienestar social son bajos si los comparamos con el resto de la ciudad
y no dan trazas de cambiar en el corto plazo, pero ahora la pregunta es: ¿Estas con-
diciones de injusticia social son generadoras directas de violencia? Y si lo son ¿De
que manera ocurre?

Una formulación simplista encontraría correlación estadística positiva entre los ni-
veles de pobreza y los niveles de violencia. Esto tiene sin duda un valor descriptivo,
pero hace falta una perspectiva teórica para encontrar una relación de causalidad. En
la tradición de la sociología clásica son varias las teorías que se proponen dentro del
modelo de la desadaptación social:

El desfase entre recursos y aspiraciones: Esta tesis afirma que en los sujetos
marginales se presenta un resentimiento derivado de su exclusión social, que no
va en desmedro de su ambición por los bienes y recursos de una vida mejor. La
delincuencia sería una decisión individual y un medio para reducir ese desfase.
Robert K. Merton reelabora el concepto para señalar que toda sociedad construye
sus propios referentes culturales del éxito y los promueve hasta que se transfor-
man en las aspiraciones comunes de toda la sociedad. Suele ocurrir que para al-
gunos sectores sociales esos fines no son accesibles creándose un desfase entre
los fines y los medios que afecta las normas que regulan la adaptación social. Las
personas que no pueden obtener lo que la sociedad les propone como deseable
optan por caminos desviados entre los que hay la opción de rechazar los medios
legítimos y transgredir las normas sociales.

La marginalidad y la pobreza producen una desestructuración familiar. Impli-


ca un proceso de degradación donde los roles de autoridad hacen crisis y la trans-
misión de valores fracasa. Esto haría que los medios de regulación moral para la
solución de conflictos se debiliten. Supone que la familia tendría una estructura
previa y autorregulada, que se rompe por obra de una situación crítica en las con-
diciones de marginalidad.

Bajos niveles de institucionalidad y poca presencia del Estado. Supone que la


violencia ocurre porque no hay coacción de parte de instituciones reguladoras del
conflicto. En estos contextos la ausencia de autoridad se transforma en prácticas
de ilegalidad e impunidad que hacen fácil el recurso a la delincuencia.

Estos dos últimos hacen referencia a lo que Durkheim en 1895 denominaría ano-
mia, el fenómeno de desregulación social sobre las aspiraciones de los individuos
cuyo crecimiento desmesurado terminaba en una frustración excesiva que podría ser
la causa de la delincuencia o de los suicidios.

29
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

Todas estas teorías aportan interesantes explicaciones parciales, uno podría decir
que todos estos factores están presentes en la violencia juvenil en Aguablanca pero
también que hacen falta otros y, sobre todo, hace falta teorizar sobre las conexiones
entre los elementos psicológicos (que no son individuales en la medida en que son
producto de relaciones sociales) y los elementos que derivan de la estructura social
(que también, no lo olvidemos, son producto de las relaciones sociales en el tiempo).

Por lo pronto antes de intentar esas conexiones queremos añadir lo que conside-
ramos es un elemento estructural generador de violencia entre los grupos de jóve-
nes, en la medida en que contribuye a la representación de un contexto social hostil
ante el cual hay que adoptar una agresiva posición defensiva.

Las derivaciones del conflicto

Cada acto de violencia genera consecuencias que van más allá de las previsiones y
el control del agresor inicial. En el caso de nuestros jóvenes una agresión, por robo o por
cualquier otro motivo, produce reacciones en los otros actores (víctimas o amigos de la
víctima) que son consecuencias no esperadas por los victimarios y genera una cadena de
agresiones donde se pierde la relación directa entre agredido y agresor y se pierde el sen-
tido original de la acción violenta Esto resulta en una serie de retaliaciones mutuas que es
desproporcionada en violencia con el acto inicial. Una especie de efecto de bola de nieve,
que ya ningún actor controla, que tiene una autonomía propia y que obliga a todos los que
se van involucrando (incluso contra su voluntad) a comportarse como fichas de un juego
que desconocen y al que reaccionan defensivamente introduciendo cada vez mayores
niveles de imprevisión y descontrol. Recordemos, por ejemplo, el caso de los dos mucha-
chos inocentes que a raíz de un robo en el que no participaron, terminaron abaleados y
en silla de ruedas, o los otros testimonios donde un simple robo de una bicicleta termina
en una vendetta y una enemistad histórica que se renueva con cada nueva víctima.

Tenemos pues una derivación histórica de la violencia que ha acabado por sedi-
mentarse y crear la representación de que el ambiente es hostil y que la manera más
adecuada de adaptarse es manejar altos niveles de agresividad y prevención. Una
representación del otro como enemigo y como obstáculo y de la relación social como
un constante intento de aventajar al otro o agredirlo preventivamente.

Bases culturales del conflicto

Son las narrativas, textos e ideologías que justifican la acción violenta. Todos los
actores de violencia tiene argumentos mediante los cuales explican las razones de
su accionar. La cultura de la violencia está representada por el mito del triunfo y la
derrota, la adicción a la venganza, el trauma de la violencia, los imaginarios del odio

30
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

y del rechazo del enemigo, la afirmación de la propia identidad grupal o individual a


través del rechazo y agresión al otro. Se expresa fundamentalmente a través de las
ideologías, que son un conjunto de representaciones de la realidad social que justifi-
can la hegemonía de un sector social por encima de otro. En la cultura de la violencia
encontramos los machismos, los supremacismos, las ideologías políticas radicales.

La cultura de la violencia tiene la capacidad de reproducir la violencia gracias a su


capacidad de transmisión generacional. Hace posible que las personas o grupos que
no tienen un conflicto coyuntural objetivo, se enfrenten por conflictos heredados bajo
la forma de odios, desprecios y estigmas. La violencia cultural se hace tradición.

Es un concepto que genera ciertas resistencias en la medida en que se entiende la


cultura como elemento de integración social y la violencia como elemento de su desinte-
gración. Así opuestos en lo teórico, resulta una total contradicción la idea de una cultura
de la violencia. En una definición más amplia la cultura es un sistema de producción y
reproducción de significados sociales. Estos significados pueden contribuir a la integra-
ción de los grupos sociales bajo la forma de valores, tradiciones y costumbres, pero no
olvidemos que esas representaciones se construyen, frecuentemente, en oposición a
otros grupos sociales percibidos como antagónicos. Históricamente se puede ver que la
cohesión intragrupo depende no pocas veces del rechazo, el desprecio y la estigmati-
zación de otro grupo. La formación de Estado/Nación en Occidente se logró en un largo
proceso de guerras entre tribus, clanes y facciones que hizo posible un monopolio territo-
rial y tributario y a una identidad cultural. Lo que queremos destacar es que ese proceso
de construcción de identidad nacional fue producto de la violencia, lo cual prueba que no
hay tal contradicción entre violencia y cultura.

En el ejemplo de la experiencia en Aguablanca ahondaremos en el análisis de las narrativas


que justifican de la violencia y al manera como contribuyen a generar formas identitarias.

Violencia cultural

De maneras diversas y desiguales,


los jóvenes han seguido haciendo estallar las certezas
y han continuado señalando,
a través de los múltiples modos en que se hacen presentes,
que el proyecto social privilegiado por la modernidad
en América Latina ha sido, hasta hoy,
incapaz de realizar las promesas de un futuro
incluyente, justo y, sobre todo, posible.

Rossana Reguillo Cruz

31
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

La violencia cultural es la suma de todos los mitos de gloria y trauma, de afirma-


ción de identidad y de racionalizaciones de la defensa y el ataque, que permiten
justificar la violencia directa. Está constituida por las representaciones que subyacen
toda justificación o explicación de la agresión (Galtung, 1991).

El egocentrismo y el foco de control externo, que derivan a su vez de la represen-


tación psicológica que se hacen los jóvenes de su entorno, dan origen a unas narra-
tivas que se convierten en textos culturales que justifican la violencia. Al justificar la
violencia se convierten en una teoría imaginaria muy relacionada con las formas de
la identidad social. Aquí prima la causalidad imaginaria sobre las evidencias de los
hechos.

Un hecho muy significativo es la particular estimación que tienen ciertos rezos y


rituales religiosos en los que se expresa una concepción mágica del mundo. Revela
de manera muy clara su egocentrismo y una teoría de la realidad pensada desde el
deseo. Vamos a transcribir aquí la oración del justo juez que es muy popular entre los
jóvenes y que demuestra de buena manera esa forma de concebir una religiosidad
que recupera lo mágico ritual pero no la reflexión ética.

Sobre esto último es muy diciente la constante apelación a la oración del Justo
Juez, entre los jóvenes pandilleros que vamos a transcribir:

Oración del Justo Juez

Santísimo Justo Juez, hijo de Santa María,


que mi cuerpo no se asombre ni mi sangre
sea vertida, donde que vaya y venga,
las manos del señor delante las tenga, las
de mi señor san Andrés, antes y después,
las de mi señor san Blas, delante y detrás,
las de la Señora Virgen María, que vayan y
vengan, mis enemigos salgan con ojos y no
me vean, con armas y no me ofendan, con
justicia y no me prendan, con el paño que
Nuestro señor Jesucristo fue envuelto sea
Mi cuerpo, que no sea herido ni preso, ni
a la vergüenza de la cárcel puesto. Si en
este día hubiese alguna sentencia en contra
mía, que se revoque por la bendición
del Padre del Hijo y el Espíritu Santo. Amén 9
(Los subrayados son nuestros).

32
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

Se trata, evidentemente, de una oración de la impunidad que se acomoda muy


bien al deseo de delinquir impunemente y que recupera la imagen de los santos y
las deidades católicas en una función amorosa y permisiva, preocupados de manera
exclusiva por la seguridad del devoto creyente. Sin duda esta oración pertenece más
a la tradición de la santería como lo prueba la imagen que la respalda donde a un
Jesús crucificado le acompañan en el mismo escenario una pradera en llamas y toda
una suerte de objetos simbólicos: un sol, un gallo, una escalera, una mortaja con el
rostro del Nazareno, un farol, una serpiente, una calavera, una espada y una lanza.
No vamos aquí a intentar una interpretación simbólica de cada elemento, bástenos
señalar su filiación mágica y el contenido de la oración que parece un conjuro mágico
contra los enemigos. No aparece aquí la prédica cristiana del amor y el respeto por
lo otros, tampoco la justicia divina, sólo una perspectiva egocéntrica de un amor po-
deroso e incondicional.

Las teoría sobre la marginalidad y la violencia estructural son teorías que pien-
san implícitamente en la desviación social, piensan las actividades delincuenciales
o violentas como un alejamiento de las normas y valores de la sociedad dominante,
una desadaptación social. Pero si escogemos como eje la comunidad misma y no la
comparación con nuestra sociedad y modo de vida, nos damos cuenta que hay pa-
trones propios de socialización y resolución de conflictos (“viveza”, “parar el brinco”,
“respeto”, “tener carácter”) y que ciertas actividades violentas de los jóvenes no son
sólo efecto de una des-adaptación a la sociedad dominante, sino de una reacción
sintomática a las crisis y conflictos de ésta, un efecto de su propia dinámica.

La sed de venganza

Habíamos visto que es una de las manifestaciones de la violencia física más fre-
cuentes. Es una regla de reciprocidad y justicia que impera en estos territorios: “En
grupo a veces vamos a Manuela por la sed de venganza, eso por nuestro amigo...
vamos a pistiarlos”. Se trata de una forma de relación social que sigue un patrón
circular, las partes en conflicto siempre pueden decir que los otros empezaron y que
ellos sólo se defienden o vengan el daño que se les ha hecho: “Una vez unos ma-
nes de otro parche vinieron al parche de nosotros y cascaron a un amigo, entonces
a nosotros nos tocó montarnos de porte e ir a responderles allá a la otra banda... y
hubieron (sic) heridos de puñaladas, ese día a mi me pegaron una puñalada” (Kevin,
marzo 2002).

• Ellos van y le dan plomo a uno y uno va y le da plomo a ellos. Ellos le pegan un tiro
a uno de nosotros y nosotros bajamos y le pegamos un tiro a uno de ellos.
Tomás. Canjes violentos.
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Utilizamos la versión comercial impresa en Italia, que lleva este nombre.

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

• Con un socio, un pelado que me quiso quitar una gorra y me pegó una puñalada y
yo le pegué la mía también.
Tomás. Canjes violentos.
• En grupo vamos a veces matar por la sed de venganza, eso por nuestro amigo ...
vamos a pistiarlos.
I. Canjes violentos.
• Uno no le ve la lógica, entonces uno le da mucha rabia y va de pronto a donde los
manes que lo cascaron.
Cristian. Canjes violentos.
• Y muchos visajes no se pueden quedar así, eso se dialoga mañana, el sábado.
Jhon. Canjes violentos.
• Uno prácticamente va a desquitarse por lo que le han hecho a los demás socios y
por que siempre se han tenido ese odio.

Si se ha sufrido una ofensa indudablemente parecerá justo buscar una retribución,


sólo que en general para estos casos se desconoce la trama de los hechos, se olvida
la historia del conflicto, la secuencia de las agresiones, y sólo se piensa en devolver
lo que se ha sufrido sin reconocer las razones del otro. Como práctica consuetudina-
ria termina por conducir a la guerra de todos contra todos: “Las que yo he visto son
manes que llegan con fierros a matar a otros manes porque le han matado al socio,
porque le han, qué sé, yo robado. Ellos sacan lo suyo y tenga” (John, marzo 2002).

La viveza

El contexto social de los jóvenes en este barrio está marcado por cierta inver-
sión de valores de la sociedad dominante, quizá la condición marginal produce una
imagen invertida, como de cámara oscura, en la que los valores de adaptación a la
sociedad dominante resultan inoperantes, estúpidos y carentes de dignidad. Aquí se
privilegia la capacidad de aprovecharse de otros, quien se adapta y autorregula es
de alguna manera alguien sin la presencia de carácter necesaria para obtener lo que
ambiciona.

• Le quitaba muchas veces a mi papá, a mi mamá, a mi hermano y a la gente de la


calle para consumir la droga.
Tomás. Canjes violentos.
• Hay un man que puede pelear mucho y se la está montando a un peladito que yo
veo que el peladito no puede, yo saco la cara y pues lo defiendo.
Tomás. Canjes violentos.
• Con un socio, un pelado que me quiso quitar una gorra y me pegó una puñalada y
yo le pegue la mía también.
• Yo a mi tía le saco son veinte mil pesos pero no es por malo, ni por que yo le quiera

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

robar plata ella. Cristian. Canjes violentos.


• El que pasara, perdía el año, uno lo robaba.
Cristian. Canjes violentos.
• Él vive por allá y baja es a robar y a matar, y si pilla a alguien lo golpea y si vuelve
y pilla otro también lo golea.
Jhon. Formas culturales de justicia.
• Por que alguno quiere cogerse más plata que uno, entonces uno lo baja.
Cristian G. Formas culturales de justicia.

Aclaremos que este fenómeno que hemos dado en llamar viveza no es exclusivo
de los sectores marginales, la práctica de aprovecharse unos de otros ocurre en to-
dos los sectores sociales. Sólo constatamos su particularidad en este contexto.

Es regla general en estos barrios una forma de relación agresiva que no está
mediada por ninguna convención normativa supraindividual, es decir resulta legítimo
agredir a otros si ello redunda en beneficio personal, pero no se acepta la agresión
de otros bajo ningún motivo. Se puede ir a los otros barrios y territorios vedados con
armas a intimidar y a robar pero no se debe delinquir en el propio barrio y mucho
menos tolerar una intrusión de esta índole por otras pandillas en el territorio propio:
“Por lo menos que uno sabe que robarse y con quien gente meterse (sic). Uno con
un hijo de policía no se va a meter tampoco” (Diego, mayo 2002). “Muchas veces los
problemas que he tenido, hay más de uno en el grupo que quieren ser más que otro,
quiere montársela a otros pelados. Hay un man que puede pelear mucho y se la está
montando a un peladito que yo veo que el peladito no puede, yo saco la cara y pues
lo defiendo” (Ricardo, marzo 2002).

Parar el brinco

Los numerosos conflictos que se generan entre los grupos de jóvenes han de ser
resueltos con la demostración de una mayor capacidad de agresión, es importante
parar el brinco, detener con un gesto resuelto y violento los intentos de agresión de
otros. Este valor cultural se integra con el rol de género masculino y hace parte de las
estrategias de socialización.

La valía de un hombre se mide por su capacidad de enfrentar a otros en conflictos


violentos. Sobra decir que esta actitud es generadora de nuevos conflictos y retalia-
ciones porque de ella, por lo general, resulta alguien humillado y derrotado y puesto
en la situación de deshacer la afrenta.

Cuando una gallada reta a otra invadiendo su territorio y robando o simplemente


intimidando, se inicia un ciclo de agresiones que bien puede acabar con la muerte de

35
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

varios jóvenes. Cuando un joven es retado por un compañero del grupo ha de poder
“pararse” y desafiar al otro a pelear a puños o a cuchillo. Quienes pasan la prueba de
enfrentar a sus agresores, reciben a cambio una mayor valoración social. En el caso
de la violencia en los grupos de jóvenes hay que hablar del proceso de construcción
y afirmación de la identidad individual y grupal. El rol de género masculino implica
formas socialmente aceptadas de expresión que implican ciertas prácticas violentas,
las que implican la valentía y cierta capacidad agresiva que les otorga un estatus y
regula las relaciones con los otro: “Ya me tocó pararme porque ya estaba encimado,
el man ya me tenía encima yo no tenía ni lámina ni nada, entonces me pasaron la
lámina y yo me le paré, entonces yo también le pegué una puñalada... no se murió
pero le dañó el tórax” (Kevin, marzo 2002).

“Parar el brinco es que no se la deje montar y pararse duro, que pa cualquier cosa,
pararse también a cuchillo” (Diego, abril 2002).

El respeto

En consonancia con lo anterior el respeto se logra por la capacidad de enfrentar la


agresión. Hay un aspecto de intimidación y otro de valoración social.

Con el respeto pasamos de la prescripción normativa de no dejarse agredir a un


rasgo de la personalidad de alto valor social, se es por lo que se inspira en otras
personas. Esto se logra con ciertos eventos, ciertas acciones como las de parar el
brinco y responder agresiones. Implica una puesta en escena donde se es probado
y se acumula prestigio.

Una de las personas que más inspiraba respeto en estos barrios era un delincuen-
te apodado Chaplin: “Él es de allá del sahumerio. El es uno de los más respetados
acá en el barrio porque lleva muchos visajes raros, matando al que se le da la gana,
robando al que se le da la gana; y el día que se le hacen los atentados a él no le pasa
nada. A él lo han apuñaleado, yo he visto que le han dado con piedras en la cabeza
entre varios, y tras antes de eso yo he visto que le han dado puñaladas y le han dado
bala, y al momentico se hace el muerto y cuando ya los muchachos van más arriba,
ahí mismo se para y se va. Él es uno de los más respetados., más de uno le tiene
miedo y cuando lo ven por ahí, dejan el hueco porque sino los va a robar o va a hacer
algún visaje raro” (Jhon, marzo 2002).

Tener carácter

Habría que pensar en un rasgo de personalidad que deriva del contexto violento.
Cierta dosis de agresividad y una pobre autorregulación configuran este arquetipo.

36
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

Una autorregulación moral pobre, hace posible un rápido paso a las acciones violen-
tas ya que no está mediada por representaciones del otro en un plano de igualdad,
en otras palabras, por procesos psicológicos de identificación.

Se trata de una relación de poder asimétrica, la demostración y exhibición de un


dominio sobre el otro.

“Tener carácter es que no se la deja montar de nadie” (Diego, abril 2002)

El mostró que es hombrecito

Este asunto del “carácter” y “el respeto” está sin duda muy asociado con los pro-
blemas de la identidad masculina, queremos explorar algunas ideas en torno a este
fenómeno desde la teoría de género.

En este sentido es posible que se plantee una pregunta que ahonde en la pro-
blemática de los jóvenes; ¿cómo se define joven como categoría? Entendiendo ca-
tegoría como sistema de clasificación social capaz de dar cuenta de dinámicas y
productos sociales. Desde esta perspectiva, siguiendo a Rossana Reguillo, se trata
de historizar los sujetos y las prácticas juveniles a la luz de los cambios culturales,
rastreando orígenes, mutaciones y contextos político-sociales desde una perspectiva
hermenéutica que indaga en la configuración de representaciones, de sentidos que
los propios actores juveniles le atribuyen a sus prácticas (Reguillo. 2000).

Y enseguida otra pregunta, ¿qué significa ser joven en el distrito de Aguablanca,


o más específicamente, en el barrio Marroquín II? Puede incluso ser más específica,
¿qué significa ser hombre joven en el barrio Marroquín II?

Dado el contexto de exclusión económica, política y social que se ha configurado


en Aguablanca, los roles tradicionales sobre los que se fundamentaba la construc-
ción de las identidades han sido transformados de manera dramática. Este fenóme-
no, aunque no es aislado y tiene conexiones fuertes con cambios que en el mundo
en general se vienen dando en las relaciones entre mujeres y hombres, en este lugar
específico está fuertemente asociado a aspectos relacionados con la exclusión más
que con una transformación positiva de la dinámica social.

Contar con un nivel de desempleo y subempleo que puede rodear el 50% de la


población de la zona, el primero con mayor impacto sobre la población masculina,
es un aspecto que cuestiona seriamente patrones culturales tradicionales sobre la
identidad masculina.

37
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

Por lo común se ha visto la juventud como una etapa de transición hacia la adultez,
cambio marcado por la finalización de la etapa escolar y el inicio de la vida laboral.
Estos dos aspectos son elementos claves para la consolidación de un proyecto de
vida. En este sentido llama profundamente la atención el hecho de que los jóvenes
entrevistados no reportan en sus narraciones ningún tipo de proyecto al futuro en el
sentido adulto tradicional, viven una temporalidad diferente.

Las implicaciones que esta vivencia del tiempo y, específicamente, de su futuro y


proyecto de vida tienen, pueden ser comprendidas desde dos perspectivas una re-
lacionada directamente con el poco compromiso de los jóvenes con la sociedad que
los adultos han construido y por la que sienten muy escaso interés, y otra en relación
con la pesadumbre y pesimismo respecto a lo que les depara el futuro, una cierta
certeza de que no hay lugar para ellos en la sociedad y que en esa medida no tiene
sentido la construcción de un proyecto.

Consideramos que la vivencia de “no futuro” de los jóvenes parte de este estudio,
tienen que ver con ambas perspectivas, con la primera en el sentido de que como
subcultura la banda cumple funciones positivas que no están resueltas por otras ins-
tituciones ganando espacios de autonomía y autoestima. Lejos de constituir un ritual
de pasaje a la vida adulta puede verse como una defensa colectiva y altamente ritua-
lizada contra esa transición (Feixa, 1998). Con la segunda perspectiva, por relación
directa con la estigmatización a la que se ven sometidos, no sólo los jóvenes sino
todos los habitantes de la zona. La estigmatización es un mecanismo de exclusión
que con frecuencia se encuentra relacionada con un tipo específico de fantasías
colectivas, desarrolladas por grupos humanos para marginar y someter a otros. “El
estigma social que arrojan sobre los otros se convierte, en su imaginación, en un
estigma material: es cosificado. Aparece como algo “objetivo” como si la naturaleza o
los dioses se lo hubieran implantado a los marginados” (Elías, 1998).

Pero lo más complejo de este tipo de mecanismos de exclusión es que por lo ge-
neral va a asociado con un concepto de baja calidad humana de quienes son exclui-
dos, lo piensan así quienes ostentan el poder, y terminan por pensarlo así, quienes
están en calidad de excluidos, se pone en juego la idea de que viven en condiciones
inferiores y tienen menor acceso a recursos económicos y de poder por una cuestión
natural que los hace inferiores.

Esos signos de inferioridad están “objetivados” en el caso del distrito de Agua-


blanca por cuestiones como la etnia, pues tal y como lo mostraban los datos demo-
gráficos presentados en un punto anterior, hay en la zona la mayor concentración
de población negra y adicionalmente es allí donde se han concentrado la mayoría
de desplazados y emigrantes de otras zonas que llegan a Cali en busca de mejores

38
> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

oportunidades de empleo. Este tipo de signos físicos son por lo general asimilados
a símbolos tangibles de una presumida anomia, lo que lleva a considerárseles de
menor valor humano y poseedores de “maldad” (Elías, 1998). En el contexto del que
estamos hablando esto opera bajo la figura del “parcero”, que es la forma como se
describe a los muchachos de estos barrios, esa denominación conlleva un acento en
algún modo intimidante y en otro de burla. Intimidante porque es la descripción de un
delincuente y burlesco por su indumentaria y estilo considerada de mal gusto.

“Para estar en la banda hay que demostrar que se puede pelear, hay que demos-
trar que puede consumir drogas, hay que demostrar que puede salirse de la disciplina
familiar, hay que demostrar en el colegio, si está estudiando, que está más allá de los
otros porque es indisciplinado. Pero esa demostración de verraquera, sobre todo tie-
ne que ver con la violencia: el que es capaz de disparar, el que tiene muchos hurtos,
homicidios, el que ha herido a personas, eso tiene un estatus importante en la banda,
es casi un ritual” (sociólogo, experto en trabajo con jóvenes de la zona).
Las expresiones violentas en el afrontamiento de los conflictos están relacionadas
con manifestaciones de la consolidación de la identidad masculina en un contexto de
exclusión. Siguiendo las ideas de un determinismo cultural de los grupos de pares,
las galladas y bandas son instituciones de socialización (subculturas) que definen
roles de género, jerarquías sociales y patrones de identificación.

Ya en este punto nos adentramos en el tema de la masculinidad, pues es claro


que la presencia de bandas de jóvenes en la zona está marcada sobretodo por el
protagonismo que en ellas tienen los varones. Se parte de la idea de que en el proce-
so de consolidación de su identidad como hombres, los jóvenes de la zona viven los
conflictos y procesos que son corrientes en otros jóvenes, pero que en un contexto
como en el que viven éstos se transforman en acciones violentas.

Las relaciones entre las dimensiones estructurales y culturales

La ausencia de oportunidades, la marginalidad y la pobreza son un contexto de


actuación donde las tentativas de cambio y de éxito son muy bajas y la frustración,
una experiencia cotidiana. Esto hace que la vida sea una experiencia donde los fac-
tores definitorios no radican en la propia voluntad sino en elementos del azar y la
imprevisión, sin embargo, la necesidad psicológica de un sentido y un orden generan
un imaginario de voluntades externas donde lo religioso y lo mágico se funden: “Que
de la muerte nadie se salva, le llega cuando le llega el día , cuando le toca a uno
morirse le toca, mi diosito decide cuando le llega el día a usted”. (…) “Se murió por-
que el ángel de la guarda no estaba con él” (Jhon, noviembre 2002). No piensan en
una causalidad real de la violencia, definida por la trayectoria de las agresiones y del
conflicto; sino en una causalidad mágica en la que su destino está de alguna manera

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

prefijado o depende de una protección divina en la que la suerte parece jugar algún
papel. En los dos casos lo que les ocurre no depende de sus actuaciones concretas
sino de un poder exterior. También se expresa esta externalidad en la ausencia de
responsabilidad que manifiestan en las justificaciones de sus actos, recordemos la
frase de “uno mata por amor a la vida” o aquella dicha por un joven, que a pesar de
estar en el proceso de rehabilitación, abrigaba toda suerte de proyectos de vengan-
za y violencia, al ser cuestionado por ello respondió: “Ah no, si los psicólogos son
buenos uno se cura” (Diego, 26 de abril del 2002); de nuevo el foco de control de su
comportamiento resulta ser una circunstancia exterior.

Podemos conectar las condiciones estructurales con las configuraciones históricas


de dos maneras: por su cristalización en patrones de conducta defensivos del tipo:
guerra de todos contra todos y por su tendencia a reproducirse por la vía de incorpo-
rar dinámicas subjetivas. Las teorías que hablan de la violencia estructural tienden a
dejar de lado el factor individual para volverse puramente deterministas, los sujetos
son víctimas de fuerzas ajenas, exteriores (sus condiciones de vida) que les obligan
a un destino desdichado. La cristalización de patrones defensivos de conducta está
representada por la lógica del comportamiento frente a la agresión, la solución a los
conflictos debe ser violenta, se desconocen otras formas de mediación o frente a
ellas, se privilegian las violentas:

“Por territorio: En estos días arriábamos unos manes de Manuela, entonces ellos
dejaron los zapatos y entonces se los tiramos al caño (...) todo esto porque ellos es-
taban aquí y eso no puede ser”.

“Por objetos: cuando se enamoran de algo que uno tiene, pues uno pelea; en
especial las zapatillas, a veces lo dejan desnudo en la calle y uno dice tírenme un
pantalón aunque sea”.

“Por venganza: todavía no hay represalias pero ya va ha haber por lo que le hicie-
ron a nuestro amigo (...) pero para la otra semana tenemos definida nuestra vengan-
za ya que es justa, ya están listos los juguetes y ya sabíamos quienes eran desde
antes que se muriera”.

“Por enamoramiento: cuando lo miran raro a uno, entonces uno le dice: ‘Parce,
¿esta enamorado de mi?’, entonces se puede dar una pelea dependiendo del man”.

“Por jerarquías: Cuando alguien se las pica de ‘sayayin’ (personaje de los comics
experto en artes marciales) uno los para”.

“Por negocio: Cuando alguien quiere darse más que uno en una vuelta, ganar más

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

plata, pues uno lo enciende a pata, para que aprenda que uno no se deja montar de
nadie”.

“Por robar: Cuando me robe una bici la gente me encendió a plomo y me toco que
salir encendido del barrio, casi me matan”.

“Por hombría: Uno no debe probar lo que es”.

“Por defenderse: Esa es la obvia, porque si usted no protege su pedazo de sangre


nadie se lo protege” (I, marzo 2002).

Todos estos testimonios revelan la presencia y la eficacia de la violencia en la


resolución de conflictos, frente a este tipo de problemas las reglas parecen ser pro-
ceder de manera agresiva y violenta. Hay que introducir aquí la consideración de que
las condiciones de violencia estructural se reproducen por el desarrollo de ciertas
características en el carácter de las personas marginales. Ya dijimos que la más de-
terminante aquí resulta ser el foco de control externo de sus vidas, la convicción de
que su vida y lo que les pasa es algo que no depende de ellos, lo que se materializa
en un rasgo psicológico cual es el egocentrismo.

El egocentrismo lo vamos a definir como una fuerte tendencia psicológica a auto-


rreferenciar los fenómenos del mundo físico y social. Por autorreferenciación enten-
demos una comprensión del mundo imaginaria, centrada en los intereses propios y
caracterizada por una actitud defensiva: Si vivo en un mundo hostil, mi representación
de la realidad está fuertemente teñida de mis propios temores, mi actitud prevenida
se conecta con mis miedos imaginarios y los proyecta en los otros, esta constante
activación de los sistemas de alerta vuelve a todos potenciales enemigos, por eso los
muchachos siempre dicen que se están defendiendo. En el caso de las relaciones
conflictivas y violentas propias de estos grupos de jóvenes se generan consecuen-
cias imprevisibles donde hay mayor nivel de peligro para el sujeto y la reacción psi-
cológica consiste en auto-referenciar el mundo social y psicológico, atándolo a una
representación subjetiva e imaginaria de carácter defensivo, como ya hemos dicho.
Se trata en el caso del mundo social, de un mundo mágico, fatalista, donde incluso
la reacción de la víctima frente a un ataque, es vista, no como legítima defensa o
consecuencia de una agresión, sino a su vez como un ataque del que hay que defen-
derse por amor a la vida. A pesar de ser agresores siempre se ven a si mismos como
víctimas, son incapaces de ver al otro como personas iguales a si mismos sino como
medios u obstáculos de sus deseos. “Primero que todo, no me da remordimientos
con las liebres porque yo peleo por lo que es, porque si uno se arrepiente, entonces
que hace ahí. Uno a veces pelea con mucha calentura porque nos quieren matar,
pero nosotros los matamos. No tengo remordimiento con el muerto porque muerto

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

está, tengo remordimiento a veces con la familia y entonces pienso en mi familia,


por eso deseo calmarme, porque en algún momento me pueden matar y mi familia
es la que va a sufrir”. La convicción de que siempre se pelea por lo que es (siempre
se tiene razón) y el desprecio por la vida del otro sólo son matizadas por el temor a
perder la propia vida.

En conclusión, diremos que un fenómeno como la violencia juvenil no se puede


explicar apelando sólo a modelos reduccionistas que sólo exploran una de las va-
riables en juego. Es necesario incluso introducir un paradigma distinto que permita
interpretar el significado cultural que las prácticas sociales tienen para los actores,
y luego explorar las dimensiones psicosociales de esa práctica cultural. Sólo si in-
terpretamos con suficiente profundidad la naturaleza de un fenómeno tan complejo
como la violencia entre los jóvenes podremos desarrollar estrategias adecuadas y
eficaces de intervención.

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

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Material Complementario
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• Se recomienda la lectura para el curso de la Enciclopedia internacional de las cien-


cias sociales, La definición de conflicto, a cargo de Alfred Lewis Coser.

• También la lectura de la Enciclopedia de los conflictos y la paz, La definición, de


José Ángel Ruiz.

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

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Bibliografía
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• BRITTO y ORDÓÑEZ. Las dimensiones físicas, estructurales y culturales del con-


flicto. Documento de trabajo. Pontificia Universidad Javeriana Cali.
-------------------------------------------------------------
• BERGER, P. y LUCKMAN, T. La construcción social de la realidad. Amorrortu Edi-
tores. Buenos Aires. 1979
-------------------------------------------------------------
• ENTELMAN, R. Teoría de conflictos. Hacia un nuevo paradigma. Gedisa. Barcelo-
na. 2002
-------------------------------------------------------------
• FISAS, V. Cultura de paz y gestión de conflictos. Icaria. Madrid. 1998
-------------------------------------------------------------
• GALTUNG, J. Tras la violencia 3 R: Reconstrucción, reconciliación, resolución.
Afrontando los efectos visibles e invisibles de la guerra y la violencia. Red Gernika.
Madrid. 1998
-------------------------------------------------------------
• MARX, K. Introducción general a la crítica de la economía política. Siglo XXI Edito-
res. México.1984
-------------------------------------------------------------
• FOUCAULT, M. Vigilar y castigar. México: Siglo XXI Editores. 1993
-------------------------------------------------------------
• MARTÍN-BARO, I. Sistema, grupo y poder. Un desorden ordenado. UCA Editores.
San Salvador. 1989
-------------------------------------------------------------
• MOCKUS, A. Divorcio entre ley, moral y cultura. Alcaldía de Bogotá. Bogotá.
2003
-------------------------------------------------------------
• MUÑOZ, F. A. La paz imperfecta. Ed. Universidad de Granada. Granada. 2001

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> MÓDULO II: TEORÍA DEL CONFLICTO.

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Representación Gráfica
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Teoría del conflicto

Enfoques Concepto Dimensiones Bases Investigación


Justicia
Restaurativa
Fase I.
Jóvenes
Negativo Positivo pandilleros

Objetivas Subjetivas

Integración El cambio Culturales Estructurales


Social y las Social y las
Teorías Teorías de
Sistémicas de dominación
La sociedad Conceptualización
del conflicto a partir
de la teoría de
Johan Galtung

E.Durkheim
T. Parsons K. Marx Violencia Violencia Violencia
Berger y directa estructural Cultural
Luckman

1. Pobreza
1.Territorio 2.Marginalidad 1.sed de venganza
2.Venganza 3.Sedimentación 2.Viveza
3.Delincuencia del conflicto 3.Parar el brinco
4.Respeto
5.Tener carácter
6.Masculinidad

1.Foco de control externo


2. Perspectiva egocéntrica

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