Conceptos
Básicos
de
Economía
2
Los
problemas
esenciales
de
la
macroeconomía
argentina
Por
Estanislao
Malic
El
breve
período
del
“uno
a
uno”,
donde
no
casualmente
coincidió
una
bajísima
inflación
con
una
gran
abundancia
de
dólares,
se
caracterizó
por
un
explosivo
endeudamiento
externo
sumado
a
ingentes
ingresos
de
divisas
producto
de
las
privatizaciones.
Un
modelo
a
las
claras
inviable.
Si
desde
el
salto
industrialista
del
primer
gobierno
de
Perón
hasta
el
presente
esta
escena
se
repite
una
y
otra
vez
con
sus
consabidas
consecuencias
(diversos
niveles
de
inflación,
tipos
de
cambio
desdoblados,
control
de
cambios,
devaluaciones,
etc.)
deberíamos
ser
muy
necios
para
pensar
que
es
un
problema
de
los
gobiernos
populistas.
Al
punto
de
que
incluso
durante
las
dictaduras
más
conservadoras
(liberales
en
lo
económico)
se
mantuvieron
este
tipo
de
problemas.
Descartando
así
todo
tipo
de
explicaciones
cortoplacistas
y
evitando
considerar
que
se
trata
de
variables
de
fácil
manejo
por
parte
del
gobierno,
podemos
pensar
que
este
tipo
de
problemas
tienen
un
carácter
estructural
y
descartar
de
esta
forma
todo
tipo
de
“solución
mágica”,
o
por
simple
decisión
política.
Nuestro
país,
desde
que
inició
su
industrialización,
encontró
limitaciones
en
la
balanza
de
pagos
para
llevarla
adelante.
Concretamente:
Argentina
necesita
insumos
importados
para
expandirse,
pero
no
cuenta
con
los
dólares
necesarios
ya
que
la
principal
actividad
exportadora,
que
es
la
agrícola,
posee
fuertes
limitaciones
para
aumentar
la
producción
(la
cantidad
de
tierra).
La
industria
no
sólo
por
ser
incipiente,
sino
también
por
las
dificultades
que
acarrea
el
comercio
exterior,
nunca
pudo
generar
suficientes
exportaciones
para
autoabastecerse.
Las
devaluaciones
crónicas
(que
no
solucionan
el
problema
de
fondo)
tienen
una
estrecha
relación
con
esta
situación,
ya
que
contraen
el
salario
real,
reduciendo
la
actividad,
las
importaciones
y
restaurando
el
equilibrio
externo.
Siempre
a
costa
de
generar
presiones
inflacionarias
Mientras
que
la
dolarización
de
los
ahorros,
producto
de
estas
devaluaciones,
resguardas
al
ahorrista
pero
agrava
la
situación
general
disminuyendo
la
cantidad
de
dólares
disponibles,
la
puja
por
la
distribución
del
ingreso
entre
los
diferentes
sectores
de
la
economía
expande
el
impulso
inflacionario.
El
diagnóstico
parece
simple,
pero
las
soluciones
no
lo
son
tanto.
A
corto
plazo
(años,
tal
vez
décadas)
la
única
opción
consiste
en
lidiar
con
los
conflictos
distributivos
y
cambiarios
“a
los
tumbos”,
pero
de
la
forma
más
civilizada
posible,
como
las
paritarias
por
ejemplo.
A
largo
plazo,
si
queremos
conseguir
estabilidad
macroeconómica,
olvidarnos
de
las
variaciones
de
precios
y
de
la
cotización
del
dólar,
no
hay
otra
opción
más
que
expandir
las
exportaciones
y
reducir
el
nivel
de
importaciones
(la
vía
del
endeudamiento
externo
ya
ha
demostrado
suficientes
veces
sus
cualidades
pirotécnicas),
siendo
éste
un
camino
conflictivo
y
no
falto
de
estrategias
encontradas.
Sin
embargo
debemos
tener
en
claro
que
la
superación
de
este
tipo
de
restricciones
no
impide
la
búsqueda
de
objetivos
que
poca
relación
tienen
con
ellas,
como
son
las
batallas
contra
la
desigualdad,
el
déficit
habitacional
y
la
pobreza,
o
el
mejoramiento
de
los
niveles
de
educación
y
salud.
Cuando
los
populismos
expanden
derechos
y
mejoran
la
distribución
del
ingreso
no
generan
desequilibrios
en
el
sistema
económico,
sino
en
el
bolsillo
de
los
privilegiados.