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Carole S. Vance – La teoría de la construcción social:


problemas en el campo de la historia de la sexualidad – 1987
Extraído de A. Van Kooten Kierkerk y T.Van Der Meer (eds.),
Homosexuality, Which Homosexuality? (Amsterdam: An Dekker,
1989): 13-34
Trad: Facundo Ternavasio
La teoría de la construcción social (SCT, por sus siglas en
inglés) en el campo de la sexualidad propone una idea
extremadamente escandalosa [outrageous]. Sugiere que una de
las últimas trincheras de lo que consideramos “natural” en
nuestro pensamiento es en realidad algo fluido y modificable,
el producto de la acción y la historia humana más que una
invariante resultante del cuerpo, la biología o un deseo
sexual innato.
En los últimos 20 años el trabajo empírico y teórico en
historia de la sexualidad, mediante la noción de construcción
social, ha estimulado las preguntas planteadas por movimientos
sociales como el feminismo y de liberación de lesbianas y
gais, que son ampliamente responsables de esa noción.
Ciertamente, el vínculo entre SCT y el activismo gay es muy
profundo. Los esfuerzos por transformar la sociedad plantean
inevitablemente preguntas sobre el pasado y el futuro, así
como ponen en cuestión los marcos ideológicos de trabajo que
tenemos para examinar lo que cuenta como “hechos” en el campo
del sexo y el género.
Este intento por historizar la sexualidad ha producido un
cuerpo de trabajo innovador en el que historiadorxs,
antropólogxs, sociólogxs, entre otrxs, han contribuido
mediante una inusual conversación interdisciplinaria. SCT se
ha convertido en un marco con gran influencia en la nueva
historia del sexo, con cierta carga de ortodoxia. Sus ventajas
(permítanme que se las recuerde) pueden reconocerse
inmediatamente mediante la comparación con las principales
corrientes de la literatura contemporánea en sexología y
biomedicina, reinos aparentemente arcaicos en los cuales el
cuerpo y sus imperativos todavía gobiernan.
Las muy reales ventajas de la SCT, sin embargo, y el
entusiasmo que ha generado, hacen que sea aún más necesario
identificar y explorar los problemas actuales de la
construcción social. Haciéndolo, este escrito intenta
diferenciar los problemas generados por las malas
interpretaciones de la SCT –los cuales son más fáciles de
resolver- de los problemas analíticos insertados en el marco
de la SCT, que no tienen una fácil y rápida solución.
2

Confesiones verdaderas de unx constructivista social


En el acalorado debate que tuvo lugar entre esencialismo y
constructivismo social, la palaba “esencialismo”, a veces,
suena cada vez más peyorativamente en algunas áreas -una mala
palabra, despectivamente considerada por estar
irremediablemente desactualizada. Sin embargo, aún tenemos que
empezar reconociendo que todxs hemos sido educadxs para pensar
la sexualidad de una forma esencialista.
El esencialismo puede adoptar varias formas en el estudio de
la sexualidad: la creencia de que el comportamiento humano es
"natural", predeterminado por mecanismos genéticos, biológicos
o fisiológicos y, por lo tanto, no está sujeto a cambios; o la
noción de que los comportamientos humanos que muestran cierta
similitud en la forma son idénticos, la expresión de un
impulso o tendencia humana subyacente. Se puede suponer que
los comportamientos que comparten una similitud externa
comparten una esencia y un significado subyacentes.
El desarrollo de la ciencia y de la ciencia social euro-
americanas en el siglo pasado puede ser caracterizado como un
movimiento general desde el marco esencialista hacia
perspectivas que, aunque con diferentes nombres, son
constructivistas. Estos nuevos marcos desafiaron el estatus
“natural” de muchos dominios, presentando la posibilidad de
una verdadera investigación social así como la sugerencia de
que las acciones humanas habían estado y continúan estando
sujetas a fuerzas históricas y, por lo tanto, al cambio. El
género y la sexualidad fueron los últimos dominios en los que
se puso en cuestión su estatus natural y biologizado. Para
todxs nosotrxs, el esencialismo fue nuestra primera forma de
pensar sobre la sexualidad y todavía sigue siendo hegemónico
en la cultura.
La novedad de la aproximación constructivista en sexualidad
explica muchas cosas: la reacción volátil a ella (entre lxs
heterosexuales también, no solo entre lesbianas y gais); el
esencialismo residual en todxs nosotrxs, incluso entre quienes
están tratando de trabajar en un marco social constructivista;
y la dificultad de adoptar una aproximación constructivista
consistente más que parcial. Algunxs utilizan la expresión
“construcción social”, aun cuando sus marcos de análisis
muestran -inadvertidamente- muchos elementos residuales del
esencialismo. Esto conduce al fenómeno de “tendencias
esencialistas” poco atractivas, aunque triunfantes, en el
trabajo de sus colegas. Visto desde una punto de vista más
general, este escrutinio es un intento por clarificar las
3

asunciones que utilizamos al hacer nuestro trabajo y volverlas


explícitas.
La hegemonía de la aproximación esencialista también explica
por qué hay tan pocos que se autoproclaman esencialistas. Sólo
aquellxs que se apartan del sistema dominante tienen interés
en etiquetarse a sí mismxs; quienes trabajan dentro de él
permanecen más inconscientes. Por las mismas razones por las
que lxs heterosexuales no se clasifican a sí mismxs o tienen
una conciencia desarrollada de la “identidad heterosexual”,
lxs esencialistas han tenido menos razones para nombrarse y
reflexionar sobre su práctica que lxs constructivistas
sociales.
La principal virtud de la SCT son las nuevas preguntas que nos
permite hacer. La construcción social no es un dogma, una
religión o un artículo de fe. Si o cuando, en el curso de esta
discusión, llegase a reificarse, pierde completamente su
valor. La SCT no predica una respuesta particular: si algo que
llamamos “identidad gay” existió en el siglo XVIII o XIX, en
Londres o en la Polinesia, o si la amistad romántica entre
mujeres en el siglo XIX, o si la relación entre mujeres
/cossing-women/ puede ser llamada propiamente “lesbiana”, son
materia de exámenes empíricos. La identidad gay contemporánea
puede existir en otros tiempos y otras culturas o puede no
existir; su construcción puede ser tal como la conocemos ahora
o radicalmente diferente. La SCT no tiene tanto interés en la
respuesta como compromiso en hacer las preguntas con desafíos
que perjudican incluso nuestra capacidad de imaginar estas
preguntas. La SCT está en contra de cualquier clausura
prematura y su precio es la apertura a la ambigüedad.
El inútil criticismo de la SCT
Las formas en que la SCT se cruza con las políticas sexuales y
nuestra vida social y personal diaria le dan a la discusión
que la rodea un peso y una especial volatilidad, a menudo
disfrazada de preocupaciones más intelectuales sobre
cuestiones de legitimidad. Es evidente que muchos problemas de
la SCT tienen todavía que ser trabajados. Sin embargo, hay una
clase de criticismo en la SCT que se basa en un malentendido y
posiblemente en una malinterpretación intencional de ésta.
Este criticismo no avanza en el desarrollo de nuestra
discusión, porque se asienta sobre problemas falsos y pone
atención en cuestiones de legitimidad. Antes de avanzar sobre
los problemas genuinos de la SCT, me gustaría identificar
formas inútiles y equivocadas de abordar el problema.
Algunxs críticxs sostienen que la SCT implica que la identidad
sexual, o más precisamente, que la identidad de lesbianas y
4

gais son ficcionales, triviales, sin importancia, o no reales,


porque están construidas socialmente. El cliche “es sólo una
construcción social” es la marca característica de éstxs
críticxs, que revela su creencia en que sólo los fenómenos
biológicamente determinados tienen alguna significación en la
vida social humana. Esta es una posición dispar que lxs
historiadores y cientistas sociales tomaron. La perspectiva
constructivista social llama la atención sobre la paradoja
entre las maneras históricamente variables en las que la
cultura y la sociedad construyen realidades y experiencia
aparentemente estables: aquí, las maneras en que el sistema
sexual prevaleciente parece natural e inevitable para sus
nativxs, y para muchxs individuxs la expresión de una profunda
esencia sentida. Pero explicar cómo se construye una realidad
no implica que ésta no sea real para la persona que viven en
ella -trivial, sin importancia, o pasajera; aunque también es
cierto que la visión constructivista, cuando es absorbida por
lxs nativxs (es decir nosotrxs) tiene el potencial de
subvertir el estatus natural del sistema sexual y poner en
cuestión y repensar nuestra experiencia de la identidad
esencial.
Otra variante de esta mala interpretación sugiere que la
identidad sexual es fácilmente cambiable, como un nuevo
atuendo sacado del armario a capricho; y que las formaciones
culturales a gran escala con respecto a la sexualidad se
cambian fácilmente. Dado que lxs constructivistas sociales no
han dicho nada por el estilo, unx se siente al principio
desconcertadx por la inmensidad de esta mala interpretación,
pero tal vez la explicación se encuentre en el estatuto
especial del sexo en nuestra cultura y nuestro pensamiento.1
Una analogía con la antropología puede ser útil aquí. Es un
lugar común para lxs antropólogxs decir que el comportamiento
humano está construido social y culturalmente, lo que quiere
decir que el comportamiento está aprendido y no está
intrínseca o esencialmente determinado. Pero sugerir que toda
característica de la vida humana, por ejemplo, la identidad
nacional o étnica, están socialmente construidas no quiere
decir que sean triviales. Tampoco quiere decir que toda la
cultura puede ser transformada de un día para otro, o que lxs
individuos socializadxs en una tradición cultural pueden
aculturarse como les plazca.
Este criticismo de la construcción social confunde el nivel
individual con el nivel cultural: que la sexualidad se
1
Gayle Rubin, “Thinging Sex”, en Carole S. Vance (ed.), Pleasure and Danger: Exploring Female Sexuality
(London:Routledge & Kegan Paul, 1984): 267-319.
5

construya a través de la historia y la cultura mediante


complejas interacciones que estamos tratando de comprender
ahora, no significa que lxs individuos tienen una gran
habilidad abierta para construirse a sí mismxs, o para
reconstruirse a sí mismxs múltiples veces en la adultez.(Esto
no implica negar las experiencias individuales o la
maleabilidad sexual y el cambio, que probablemente sean más
extensos de lo que admiten nuestros marcos culturales y
nuestras propias narrativas biográficas.) Esta comparación
resalta la singularidad del sexo, ya que una visión bastante
ordinaria y aceptada sobre la construcción cultural en la
mayoría de las áreas de la vida humana parece muy difícil de
entender sin distorsión cuando se aplica a la sexualidad.
Cuando abordamos el sexo, nuestra mente se detiene: las
distinciones normales se vuelven incomprensibles y el campo de
la lógica se desorganiza.
Otro de los malentendidos más importantes sobre la SCT
concierne a la continuidad y el cambio. En contraste con las
asunciones esencialistas sobre la continuidad de la conducta y
el significado subjetivo, la construcción cultural aparece
como mucho más receptiva a la posibilidad de cambio,
discontinuidad y ruptura. Algunxs críticxs exageraron esta
caracterización, afirmando que la teoría constructivista
implica solamente discontinuidad y, entonces, cualquier
demostración de continuidad histórica o social prueba que la
teoría constructivista está equivocada. Sin embargo, la
apertura para reconocer la diferencia en el comportamiento y
el significado subjetivo de ninguna manera compromete al lx
investigadorx a encontrarla siempre, ni descarta el
descubrimiento de similitudes. La naturaleza misma del cambio
histórico y cultural hace que sea probable que las personas
estrechamente relacionadas por el tiempo y el espacio muestren
muchas continuidades.
Debemos estar especialmente atentos a este tipo de criticismo
de la SCT (especialmente señalada por el latiguillo “es solo
una construcción social”) porque la demanda continua de
abordar las interpretaciones erróneas de la teoría es inútil y
necesita ser puesta a un lado. La energía estaría mejor
invertida en la exploración de tres genuinos y difíciles
problemas teóricos: 1) los grados en la SCT; 2) la
inestabilidad de la sexualidad como categoría; y 3) el lugar
del cuerpo.
Diferentes grados de la construcción social
El uso extendido de la construcción social como término y
paradigma oscurece el hecho de que lxs escritorxs
6

constructivistas han utilizado el término de maneras diversas.


Es verdad que todxs rechazan la definición trans-histórica o
trans-cultural de la sexualidad y sugieren en cambio que la
sexualidad está mediada por factores culturales e históricos.
Pero la lectura atenta de los textos constructivistas muestra
que la construcción social abarca un campo teórico en el que
podría construirse el impulso sexual o la sexualidad misma: en
un rango que va de los actos sexuales, las identidades
sexuales, las comunidades sexuales, las direcciones del deseo
sexual (la elección de objeto).
Como mínimo, todas las aproximaciones sobre construcción
social adoptan el punto de vista que sostiene que actos
sexuales físicamente idénticos pueden tener varios
significados sociales y sentidos subjetivos dependiendo de
cómo son definidos y entendidos en diferentes culturas y
períodos históricos. Porque los actos sexuales no tienen en sí
mismos sentidos sociales universales, se sigue que la relación
entre actos sexuales e identidades sexuales no es fija, y se
proyecta con gran peligro desde el tiempo y lugar del
observador a otrxs. Las culturas proveen categorías muy
diferentes, esquemas y niveles para enmarcar las experiencias
sexuales y afectivas. La relación entre el acto sexual y la
identidad sexual con la comunidad sexual es igualmente
variable y compleja. Estas distinciones entre actos sexuales,
identidades y comunidades son ampliamente utilizadas por lxs
investigadorxs constructivistas.
Un paso más lejos en la SCT propone que incluso la dirección
misma del deseo sexual, por ejemplo la elección hetero/homo de
objeto, no es intrínseca o inherente al individuo, sino
construida. No todxs lxs constructivistas dan este paso; para
algunxs, la dirección del deseo y el interés erótico son
fijos, aunque la forma de comportamiento que toma este interés
se construirá a partir de los marcos culturales
prevalecientes, al igual que la experiencia subjetiva del
individuo y la importancia social que le atribuyen lxs demás.
La más radical forma de constructivismo2 sostiene que no hay
nada esencial, un impulso sexual indiferenciado, una dirección
del deseo o “libido”, que reside en el cuerpo debido al
funcionamiento fisiológico y la sensación. El impulso sexual
mismo está construido por la cultura y la historia. En este

2
No sugiero que la forma más radical de SCT sea la mejor, aunque el ejercicio de deconstrucción total de
una de las categorías más esencializadas, es decir “la sexualidad”, a menudo tiene un efecto electrizante y
energizante en el pensamiento. Si este grado de deconstrucción puede ser plausible, es otra cuestión,
explorada en otra sección de este ensayo. Una explicación más comprensiva se ofrece en mi artículo “An
Intellectual and Political History of SocialConstruction Theory”, manuscrito no publicado.
7

caso, una pregunta constructivista importante concierne al


origen de éstos impulsos, desde el momento en que se asume que
no son intrínsecos o incluso necesarios. Esta posición, por
supuesto, contrasta bruscamente con las teorías
constructivistas menos radicales que implícitamente aceptan un
impulso sexual inherente que se construye en términos de
actos, identidad, comunidad y elección de objeto. El contraste
entre las posiciones de término medio y las radicales vuelve
evidente que lxs constructivistas tienen discusiones entre
ellxs, así como con lxs esencialistas. Cada grado de la
construcción cultural supone diferentes preguntas y
asunciones, posiblemente diferentes métodos y posiblemente
diferentes respuestas.
La creciente popularidad del término “construcción social”,
sin embargo, hace aparecer a la construcción social como una
aproximación unitaria y singular y que todxs lxs escritores
constructivistas tienen el mismo paradigma. Pero una revisión
de la literatura que hizo su aparición distintiva en la mitad
de los 70, y sus precursores en los 60, muestra el desarrollo
gradual de la habilidad para imaginar cómo es construida la
sexualidad. La historia intelectual del constructivismo es
compleja, y los momentos ofrecidos aquí son ilustrativos, no
exhaustivos.3
Lxs precursorxs intelectuales de la aproximación
constructivista, por ejemplo, incluyen antropólogxs haciendo
investigaciones transculturales sobre la sexualidad en los
60.4 Ellxs asumieron que la cultura habilita y deshabilita la
expresión de prácticas y relaciones sexuales específicas. Por
ejemplo, el contacto oral genital, puede ser parte de la
heterosexualidad normal en un grupo, pero tabú en otro; la
homosexualidad femenina puede ser castigada severamente en una
tribu y tolerada en otra. Sin embargo, lxs antropólogxs
aceptan la existencia de categorías universales como
heterosexual y homosexual, sexualidad femenina y masculina y
deseo sexual. La cultura da forma a la expresión y las
costumbres sexuales, pero la materia básica sobre la que
trabaja -una especie de plastilina sexual previa- es igual en
todos lados, una categoría naturalizada y entonces nunca
abierta a la investigación. Aunque se puede reconocer este
3
Una explicación más comprensiva se ofrece en mi artículo “An Intellectual and Political History of
SocialConstruction Theory”, manuscrito no publicado.
4
Para un típico examen de esta aproximación, ver: Robert C. Suggs, Marquesan Sexual Behavior (New York:
Harcourt, Brace, & World, 1966); Marvin K. Opler, "Anthropological and CrossCultural Aspects of
Homosexuality" in Judd Marmor (ed.), Sexual Inversion (New York: Basic Books, 1965): 108-23; William
Davenport, "Sexual Patterns and their Regulation in a Society of the Southwest Pacific" in Frank A. Beach
(ed.), Sex and Behavior (New York: Wiley & Sons, 1965): 164-207.
8

trabajo como precursor de la SCT, claramente contiene muchos


elementos esencialistas.
La lucha por moverse fuera del marco esencialista y
naturalizado para pensar la sexualidad es una lucha difícil.
El ensayo de Mary McIntosh de 1968 sobre el rol homosexual nos
parece un artículo histórico, ofrece muchas sugestivas
propuestas sobre la construcción histórica de la sexualidad en
Inglaterra.5 Pero sus observaciones se desvanecieron como
guijarros en un estanque, hasta que se involucraron con
escritores de mediados de la década del 70, claramente
motivados por las cuestiones del feminismo y la liberación
gay. Una aproximación constructivista es identificable desde
este período, no antes.
El temprano trabajo en historia de lesbianas y gais intenta
recuperar y revivir documentos (y vidas) que han sido perdidas
o vueltas invisibles. Estas vidas fueron concebidas por
primera vez como lesbianas y gais, y la empresa es similar a
una búsqueda de raíces históricas, un intento por documentar
la existencia de personas y experiencias gais. Esta fue una
contrahistoria, una historia contra la narrativa
heterosexista: en suma, historia activista e historia como
trabajo político. Para su crédito, lxs investigadores que
comenzaron esta empresa desde el punto firme de categorías
sexuales fijas comenzaron a considerar otras formas de mirar
sus materiales y a hacer preguntas más expansivas. El trabajo
de Jonathan Katz es un ejemplo de este proceso, desde que su
primer libro, Gay American History, se coloca muy en la
tradición de sus “ancestros gais”.6 En el curso de la
investigación, su segundo libro, Gay/Lesbian Almanac, comienza
a considerar que las prácticas sexuales en los documentos de
la América colonial desde el siglo XVII, por ejemplo la
sodomía, puede no ser equivalente a la homosexualidad
contemporánea.7 La sodomía -la comprensión de cualquier
práctica sexual no reproductiva como antinatural- era una
tentación y un pecado del que cualquiera, hombre o mujer,
podría ser víctima, como la envidia o el robo. Aunque los
documentos muestran ampliamente el descubrimiento y el
castigo, la sociedad colonial no parecía concebir un tipo
único de persona, unx “homosexual” que participara en estos
actos, ni proporcionaba una identidad homosexual a nivel

5
Mary Mcintosh, "The Homosexual Role", Social Problems 16 (1968): 182-91. Reimpreso en Kenneth
Plummer (ed.), The Making of the Modern Homosexual (London: Hutchinson, 1981).
6
Jonathan Katz; Gay American History (New York: Thomas Y. Crowell, 1976).
7
Jonathan Katz, Gay/Lesbian Almanac (New York: Harper & Row, 1983).
9

cultural ni nada parecido a una subcultura homosexual en un


nivel social.
El segundo libro de Katz marca una brusca separación del
primero, en esta investigación o explicación; los documentos
sobre relaciones o emociones entre personas del mismo sexo no
son tomados como evidencia de personas gais y lesbianas, sino
que son tratados como puntos de partida para toda una serie de
preguntas sobre el significado de estos actos para las
personas que participaron en ellos y para la cultura y el
tiempo en que vivieron.
El desarrollo intelectual reflejado en el trabajo de Katz no
es exclusivo de él, sino que aparece también en otrxs. Y de
este trabajo nos llega una impresionante voluntad imaginativa:
¿las categorías de homosexual o lesbiana siempre existieron? Y
si no, ¿cuál fue el punto en el que se originaron y cuáles
fueron las condiciones de que se desarrollaran? Si actos
físicos idénticos tienen diferentes significados subjetivos,
¿cómo fueron construidos estos significados sexuales? En estas
y otras preguntas, los investigadores están tratando de
imaginar cual es el elemento fundante de la historia lesbiana
y gay.8
La historia intelectual de la SCT es compleja. Al señalar
brevemente algunos momentos de su historia aquí, quiero
simplemente ilustrar que lxs teóricxs de la construcción
social difieren en su disposición a imaginar qué es lo que se
construyó. Para nosotrxs, sus diferencias sugieren que
deberíamos evitar usar la “construcción social” de manera
indiferenciada. Como lectores, debemos tratar de aclarar
aquello que cada autor imagina que se construirá. Como
escritorxs debemos tratar de indicar más exactamente qué
entendemos por construcción social en nuestro propio trabajo.
La inestabilidad de la sexualidad como categoría
Los paradigmas biomédicos y sexológicos ofrecen una ventaja al
haber estado atados a las asunciones esencialistas que
plantean factores biológicos y fisiológicos como influyentes
8
Una de las cuestiones más interesantes son las diferentes manifestaciones de construcción social, entre la
teoría lesbiana y la historia de los hombres gay. Las batallas más contendiosas entre esencialistas y
constructivastas han sido libradas en el campo gay, no en la historia lesbiana. A primera vista, unx podría
pensar que se debe a que la SCT ha dejado un impacto menor en la historiografía lésbica y, ciertamente,
hay una invocación menos auto-consiente del marco de trabajo constructivista en algunos de sus trabajos.
Un examen de la contienda actual, sin embargo, sugiere una extendida adherencia a las perspectivas
constructivistas en la historiografía lésbica. Y el esencialismo, cuando aparece, a menudo toma diferentes
formas, focalizando menos la universalidad de las prácticas sexuales, como en el caso de la historiografía
de hombres gay, y más en la universalidad de la emoción y de las relaciones impersonales. Las razones de
estas diferencias pueden ser interesantes para explorar.
10

en la determinación de los contornos de la sexualidad: la


sexualidad disfrutaba del estatus de una entidad estable,
continua y cohesiva. El paradigma constructivista admite de
manera más flexible la variabilidad en el comportamiento y el
motivo a lo largo del tiempo y del espacio. Pero en la medida
que la SCT afirma que las prácticas sexuales, las identidades
e incluso el deseo mismo están mediados por factores
culturales e históricos, el objeto de estudio -la sexualidad-
deviene evanescente y amenaza con desaparecer. Si la
sexualidad se construye diferencialmente en cada momento y
cada lugar, ¿podemos usar el término de una manera
significativamente comparativa? En línea con la historia de
lesbianas y gais, ¿los construccionistas han socavado sus
propias categorías? ¿Hay un “eso” para estudiar?
Hemos intentando abordar el problema del falso universalismo
poniendo mayor cuidado en nuestra terminología y nuestras
categorías conceptuales: así, examinando la felación entre
hombre adultos y jóvenes Sambia en las tierras altas de Nueva
Guinea,9 resulta más apropiado hablar de “sexo entre iguales”
/“same-sex”/ que de actos o relaciones “homosexuales”. El
primer término intenta describir una práctica sexual sin
asumir que sus significados afectivos y sociales son
equivalentes a los de la sociedad contemporánea: New Guinea no
es Ámsterdam o Greenwich Village. Este término y otros como él
estimulan la apertura más que el cierre prematuro de nuestro
pensamiento sobre el sentido cultural e histórico de los
diversos actos e identidades sexuales. Sin embargo, aún con
todo mi cuidado, ya he designados estos actos como “sexuales”.
Aquí podemos detectar que, a pesar de los esfuerzos genuinos
hacia concepciones y definiciones abiertas, incluso la nueva
historia del sexo tiene una relación ambivalente y compleja
con la noción de sexualidad como una categoría coherente.
Algunxs constructivistas sociales explícitamente defienden la
total deconstrucción de la categoría de “sexo”, como por
ejemplo Foucault. Otrxs que no tomaron esta posición teórica,
dejan que la categoría reste implícita en sus trabajos.
Porque, si la sexualidad se constituye de manera diferente en
diferentes momentos y lugares, se deduce que los
comportamientos y las relaciones que lxs euroamericanxs
contemporáneos consideran sexuales pueden no serlo para otrxs,
y viceversa.10

9
Para un abordaje etnográfico de estas prácticas, ver Gilbert Herdt, Guardians fo the Flutes (New York:
McGraw Hill, 1981).
10
Hemos sido sensibilizados sobre el peligro y las limitaciones de imponer nuestras categorías y sistemas
de significados. El compromiso de evitar lecturas etnocéntricas para prácticas no occidentales, sin
11

Sin embargo, cuestionar la categoría misma de sexualidad


resulta difícil. Un estudiante mío, que estaba de acuerdo con
que sería incorrecto denominar “homosexuales” los ritos de
iniciación masculinos de los Sambia que involucran felación
entre hombres mayores y menores, estaba sin embargo convencido
de que esto era experimentado como un acto sexual para los que
estaban implicados en él. ¿Cómo sabe usted que es sexual?, le
pregunté. Él respondió: “Su cosmología indica que el joven
muchacho sólo puede crecer y lograr la masculinidad a través
de la ingesta de semen… pero no los vemos comiendo en un tazón
con una cuchara.” El movimiento de cuestionar la categoría de
“sexualidad” sigue resultando contraintuitivo, y por lo tanto
resulta a menudo una postura intelectual que solo puede ser
mantenida de manera inconsistente y poco convincente. El
intento de deconstruir la sexualidad como una construcción
universal significativa ha generado una reacción considerable
por razones que describiremos más adelante.
Muchxs otrxs constructivistas asumen, porque quizás es más
fácil, que los comportamiento específicos y las relaciones
físicas se entienden de manera confiable como sexuales, a
pesar de que ocurren en diversas culturas o períodos
históricos. El supuesto o la asunción de que tal
comportamiento es efectivamente sexual sirve como guía de lo
que debe ser estudiado o lo que debe ser ignorado de manera
segura. Renunciar a esta suposición amplía considerablemente
el campo de lo que podría ser objeto de estudio, con buenos y
malos resultados. Las suposiciones a menudo implícitas sobre
la naturaleza sexual de las prácticas o relaciones físicas
dependen a su vez de tramas culturales profundamente
arraigadas que usamos para pensar sobre el cuerpo.
El lugar del cuerpo
La mayor fortaleza de la SCT radica en su violación de nuestro
conocimiento popular y de las ideologías científicas que
enmarcarían la sexualidad como “natural”, determinada por la
biología y el cuerpo. Esta transgresión de hecho nos obliga a
plantear preguntas que un discurso de naturalización
oscurecería y ocultaría. Lxs constructivistas sociales han
sido equitativxs en este esfuerzo, destronando el cuerpo en
todos los campos -en la historia de la heterosexualidad tanto

embargo, encuentra otro problema: la tendencia en la literatura trans-cultural a retener y descartar datos
sobre homosexualidad, por motivos combinados de reticencia sexual y homofobia. Similares problemas
existen en historia. Sabiendo esto, lxs lectores alertas son reacixs a aceptar los descartes simplistas y
formularios de que el comportamiento en cuestión no constituye homosexualidad, y en cambio salta a la
evidencia sugestiva, tratando los sólo los datos que pueden verse como pistas de evidencia definitiva.
Necesitamos trazar un rumbo entre estos dos extremos.
12

como en la de lesbianas y gais. Al principio, saludamos este


desarrollo con buen ánimo, feliz de deshacer el legado
histórico de las economías espermáticas y ováricas del siglo
XIX; la innata pasividad sexual de las mujeres, y la eterna
búsqueda por encontrar la causa hormonal de la homosexualidad.
Sin embargo, la virtud de la SCT también puede ser su vicio.
¿La teoría de la construcción social, particularmente las
variantes que ven el “impulso sexual”, el “deseo sexual” o la
“libido” como creadas, no han dejado espacio para el cuerpo,
sus funciones y fisiología? ¿Cómo reconciliamos, como sujetos
sexuales, el constructivismo teórico con la realidad visceral
de nuestros cuerpos y nuestra experiencia de ella? ¿Si nuestra
teoría de la sexualidad deviene crecientemente
descorporalizada, alcanza un punto de inverosimilitud, incluso
para nosotrxs? ¿Y si queremos incorporar el cuerpo dentro de
la teoría de la construcción social, podemos hacerlo sin
retornar al determinismo esencialista y biologicista?
Déjenme discutir este punto más concretamente, a través de un
ejemplo de mi propio trabajo sobre la circuncisión femenina.
Aunque no se trata de un tópico de lesbianas y gais
especialmente, ilumina las dificultades para pensar sobre la
relación entre la sexualidad y el cuerpo, que tiene mucho que
ofrecer para otros problemas corporales.
Brevemente, la circuncisión femenina11 es un término paraguas
para algunas costumbres tradicionales en países de Medio Este
y África. Estas costumbres implican alteraciones quirúrgicas y
el removido de tejido genital femenino, usualmente realizadas
por parteras y parientes mujeres. Los procedimientos varían en
rango y severidad, desde la remoción de parte o de todo el
clítoris (circuncisión simple) a la remoción de los labios
(excisión). En la infibulación, la más radical forma de
cirugía, clítoris y labios son extirpados, y la apertura
vaginal es suturada para reducir su circunferencia, haciendo
imposible la penetración heterosexual y garantizando entonces
la virginidad. Estas operaciones se realizan en diferentes
edades y por diferentes razones -para promover la higiene y la
fertilidad, para volver a la mujer estéticamente más femenina
y casable y para promover la virginidad. Es importante
comprender que estos procedimientos están muy extendidos y en

11
Aunque “circuncisión femenina” es quizás el más común término occidental para éstas prácticas, muchas
investigaciones en el campo prefieren “cirugía genital femenina” y “operación genital femenina”.
Circuncisión femenina sugiere más fácilmente una analogía con la circuncisión masculina, aún cuando los
procedimientos ejecutados sobre las mujeres son usualmente más serios en términos de grados de
remoción de tejido y de consecuencias físicas y fisiológicas.
13

términos locales se consideran requeridos por la religión o la


costumbre.12
En los últimos 10 años, una intensa conversación ha sido
desarrollada entre feministas occidentales y del tercer mundo
sobre estas prácticas. Mi objetivo no es aquí describir este
debate a fondo, creyendo que nosotras tenemos un punto de
vista privilegiado o derecho a intervenir. Lo que me interesa
es preguntar cómo pensar sobre estas prácticas y sobre el
cuerpo en momentos menos cautelosos.
Primero, tendemos a pensar sobre los efectos de estas
costumbres, particularmente sobre el funcionamiento sexual.
Nos basamos en el modelo fisiológico de Masters y Johnson, que
ubica el clítoris en el centro de la respuesta sexual femenina
y del orgasmo.13 Pensamos que la remoción de parte o de todo el
clítoris interfiere con el orgasmo, quizás volviéndolo
imposible. Esto es, estamos universalizando un hallazgo
fisiológico sobre sujetos estadounidenses sin pensarlo mucho.14
¿Podrían ser diferentes las respuestas de las mujeres
sudanesas?
Si nosotrxs estamos dispuestxs a considerar que la respuesta
sexual es más que la fisiología, podemos preguntar qué sabemos
sobre la experiencia sexual de las mujeres en éstas culturas.
La respuesta no es muy clara, en parte debido a las poco
numerosas investigaciones hechas, pero también debido a la
dificultad de hacerlas. Un ginecólogo sudanés comparó a
mujeres con diferentes grados de circuncisión en Jartum,
encontrando que las mujeres con grados más leves de
circuncisión reportaron orgasmos mientras que las mujeres con
grados severos no.15 Pero incluso esta investigación depende de
obtener una respuesta a términos como “orgasmo”, cuyo

12
Para descripciones más detalladas y para discutir la circuncisión femenina, ver: Asma El Dareer, Women,
Why Do You Weep? Circumcision and Its Consequences (London: Zed Press, 1982; Olayinka Koso-Thomas,
The Circumcision of Women: A Strategy for Eradication (London: Zed Press, 1987); A. Verzin, “Sequelae of
Female Circumcision”, Tropical Doctor 5 (1975); World Health Organization, Eastern Mediterranean
Regional Office, Tropical Doctor 5 (1975); World Health Organization, Eastern Mediterranean Regional
Office, Traditional Practices Affecting the Health of Women and Children (Khartoum, February 1979); R.
Cook, Damage to Physical Health from Pharaonic Circumcision (Infibulation) of Females: A Review of the
Medical Literature (World Health Organization, Office for the Eastern Mediterranean, 1976); Fran P.
Hosken, The Hosken Report: Genital and Sexual Mutilation of Females, 3rd rev. ed. (Lexington, MA.:
Women's International Network News, 1982).
13
William Masters y Virginia Johnson, Human Sexual Response (New York: Bantam Books, 1966).
14
Lxs constructivistas pueden preguntar si la respuesta sexual, incluso en las mujeres americanas, debe ser
vista como función de la fisiología.
15
Ahmed Abu-el-Futuh Shandall, “Circumcision and Infabulation of Gemales: A General Consideration of
the Problem and a Clinical Study of the Complications in Sudanese Women”, Sudan Medical Journal 5
(1967): 178-207.
14

significado subjetivo es lo que está en cuestión. Una mujer


sudanesa altamente educada que había sido infibulada
reflexionó sobre este problema durante nuestra conversación en
Nueva York. Familiarizada con el marco de Master y Johnson que
sugiere que el orgasmo sería poco probable, ella me preguntó
si había yo experimentado un orgasmo. A falta de recurrir al
adagio estadounidense claramente inapropiado “¿si preguntas es
porque no lo tuviste?” ella luchaba por recorrer los límites
de la cultura y el lenguaje, afirmando que ella lo tenía,
desde que disfrutaba del sexo con su esposo y encontraba allí
una experiencia placentera.
Nuestra respuesta se complica: aún atada a un marco
fisiológico, pensamos en los diferentes grados de remoción de
tejido, las posibles terminaciones nerviosas que quedan debajo
del clítoris extirpado, la transferencia de la respuesta
sexual de una zona del cuerpo a otra. Nos esforzamos por
imaginar un escenario diferente de placer, aún plausible
dentro de nuestro marco. Las feministas occidentales también
piensan en aquello que resulta familiar a nosotrxs: la
acomodación femenina a la falta de placer sexual e incluso un
activo displacer -ritualizaciones, declaración de
satisfacción, bajas expectativas. Considerando estas
costumbres, oscilamos entre imaginar lo sexualmente familiar y
lo no familiar. Tampoco estamos solxs en nuestros esfuerzos
por comparar y contrastar: otra mujer sudanesa familiarizada
con la cultura occidental encontró que su situación distaba
mucho de ser única. “Ustedes también circuncidan mujeres,
dijo, pero lo hacen a través de la teoría freudiana, no a
través de la cirugía. No son tan diferentes a nosotrxs.”
Si renunciamos a los marcos fisiológicos de pensamiento sobre
la circuncisión y reconocemos que en estos países es una
práctica culturalmente normativa, comenzamos a plantear
preguntas inquietantes. ¿El orgasmo femenino es una
construcción? ¿Cuáles son las condiciones para él? ¿Es
necesario? ¿Si es un mero potencial fisiológico, que
expresiones pueden facilitarlo o impedirlo? Si está impedido,
¿es esto represión o injusticia? ¿O la construcción del
orgasmo femenino es abierta, sin ningún imperativo que
garantice que suceda? ¿Puede construirse el placer sexual
totalmente sin que existe orgasmo de la mujer? (Y aquí quiero
decir ¿pueden la mujeres en toda una cultura experimentar
placer sexual, aunque raramente o nunca experimenten el
orgasmo? No es la pregunta más habitual que podríamos hacerse
en nuestra propia cultura: ¿puede un solo episodio sexual ser
placentero, aún cuando la mujer no tuvo un orgasmo? Esta es
una pregunta muy diferente).
15

En este momento, incluso lxs constructivistas sociales,


particularmente las mujeres, están perturbadxs y molestxs.
Abandonando o incluso apartándonos del marco fisiológico,
podemos sentir -en la medida que cuestionamos esta práctica-
que estamos perdiendo terreno para objetarla. Esto señala la
tendencia, incluso entre lxs constructivistas, de defender la
sexualidad y el placer sexual en términos de derechos
esenciales y de funcionamiento del cuerpo. De manera más
importante, la disconformidad que experimentamos cuando el
cuerpo se escapa o amenaza, en este caso en particular,
sugiere que necesitamos explorar las limitaciones de las
teorías sexuales que no tienen espacio para el cuerpo. Cuando
consideramos restaurar el cuerpo a la teoría SCT, nos
preguntamos si es posible ser materialistas sin caer en el
esencialismo. ¿Hay manera de integrar la sensación y función
corporal en un marco de constructivismo social, mientras
seguimos reconociendo que la experiencia humana del cuerpo
está siempre mediada cultural y subjetivamente, y sin elevar
el cuerpo como determinante? La respuesta no puede ser
encontrada mediante un retorno esencialista, sea franco o
impostado, sino explorando formas más imaginativas y
sensitivas de considerar el cuerpo. Por difíciles que sean
estos problemas, lxs constructivistas sociales no trabajan en
el vacío con cuestiones teóricas sobre los grados de
construcción social, el objeto de estudio o el significado del
cuerpo. La nueva historia del sexo está en deuda con el
feminismo y la liberación gay en muchas de sus ideas, en
entornos no académicos que nutrieron este trabajo durante las
primeras etapas de su desarrollo cuando la universidad lo
desaprobó, y por su urgencia intelectual. Este movimiento
político popular creó una audiencia de activistas y de
individualidades auto-reflexivas que realmente quieren saber y
utilizar el conocimiento para informar sus activismos. Lo
menciono, porque algunxs de los problemas de la SCT,
particularmente la reacción crítica a ella en los últimos años
en los círculos políticos gay y lesbianos, se origina en el
significado de esta teoría para miembros de grupos oprimidos
por las contemporáneas jerarquías sexuales.16
El deseo de historia del sujeto sexual
Una motivación común para fanáticxs de la historia de
lesbianas y gais era el deseo de reclamar el pasado e insistir
en la visibilidad de lesbianas y gais en todos los lugares y
en todo momento. Pero los descubrimientos de los nuevos

16
Par una discusión sobre el concepto de jerarquías sexuales, ver Gayle Rubin: 279-83 (en el original de
“Thinking Sex”).
16

historiadores del sexo a veces han resultado inquietantes


cuando lxs investigadores renunciaron a su certeza inicial
sobre la existencia de “personas gais” y se embarcaron en una
discusión más compleja sobre los orígenes de la identidad gay
en los siglos XVIII y XIX. En estas discusiones, las prácticas
sexuales pueden no ser leídas como indicadores aproblemáticos
de homosexualidad; y más que una esencia inmodificable que
desafió las prohibiciones legales y religiosas, la
homosexualidad llegó a ser vista cada vez más como un
experiencia variable cuyos límites y subjetividad se formaron
a través de complejas negociaciones entre instituciones
estatales, individuos y subculturas.
La variabilidad, subjetividad, negociación y cambio a menudo
violan el deseo de una historia continua. Si el objetivo de la
historia gay fue encontrar las ascendencias, las raíces gay,
entonces para muchxs activistas esta clase de historia gay fue
frustrante, incluso un fracaso. La decepción y la ira por no
poder verse unx mismx reflejadx en el espejo de la historia ha
alimentado algunas de las críticas a la SCT, en la creencia de
que una perspectiva más esencialista permitiría el desarrollo
de solidaridad y grupos históricos.
Además, es común para los grupos políticos y de lobby lésbico
y gay en EEUU usar argumentos y retóricas esencialistas en sus
demandas. Lesbianas y gais son merecedorxs de derechos
civiles, dicen, como las mujeres, los grupos raciales y
étnicos. Estos argumentos derivan menos de una autoconciencia
teórica comprometida con el esencialismo que con la
omnipresencia de los marcos esencialistas en la cultura
estadounidense, particularmente en torno a la raza y la
etnicidad. En un sistema ideológico que define estos grupos
como naturales, reales y organizados de acuerdo con rasgos
biológicos inmodificables, una obvia y poderosa estrategia
simbólica es reclamar igual estatus para lesbianas y gais. En
este contexto ideológico y político, es ventajoso para todos
los grupos que luchan por recursos enfatizar no solo la unidad
grupal y el privilegio histórico (respaldado y documentado a
través de historias de lxs antepasadxs) sino también su
estatus de grupo esencial cuyos miembros son parte del grupo
sin elección. Fundamentalistas y conservadores son aficionados
en ridiculizar la analogía entre los derechos gay y los
derechos de minorías: las minorías son grupos “reales”, sus
miembros no pueden evitar pertenecer a ellos por sus rasgos
raciales, mientras que nadie tiene que ser gay, si él o ella
simplemente se abstienen del pecado y la lujuria. Lesbianas y
gais no constituyen un grupo natural, insisten los
derechistas; sólo son un manojo de perversxs.
17

En tal arena política, lxs políticxs y lobbistas gay


encontraron útil a corto plazo, para responder con
afirmaciones sobre lxs homosexuales a través de las edades,
para hacer valer el reclamo a ser reconocidx como un grupo
natural, e insistiendo en que ser gay es una esencia, un rasgo
innato sobre el que no hay elección. Y, ciertamente,
argumentos esencialistas sobre la identidad sexual pueden ser
extendidos a la heterosexualidad y usados con ventaja: si la
identidad sexual es innata, o al menos fija a través de las
edades, entonces lxs maestrxs de escuelas que son lesbianas o
gais no representan una amenaza para lxs estudiantxs en
términos de influir en su identidad o desarrollo (de manera
indeseable, parecería sostener el argumento). A fuerza de
repetición, algunas ideas sobre el esencialismo gay han sido
reforzadas por el movimiento gay contemporáneo (aunque apenas
eran desconocidos en la cultura estadounidense), y, más
importante, están vinculadas al avance, el éxito y la
autoafirmación. Por lo tanto, los argumentos que se oponen o
descartan la retórica esencialista sobre identidad gay se
hicieron cada vez menos familiares y heréticos, incluso
percibidos como dañinos para los intereses gay. Dentro de las
comunidades de lesbianas y gais las discusiones internas y la
autoeducación, el fracaso en hacer una distinción entre formas
políticamente convenientes de encuadre y argumentos y una
mayor complejidad descriptiva de las relaciones sociales
provocó una adhesión crecientemente rígida al esencialismo
como un arma efectiva contra la persecución.
La relación entre los grupos marginales y la desconstrucción
En un sentido similar, es irónico notar que en la guerra de
ideas contra la hegemonía heterosexual, la SCT se ha hecho más
influyente sólo en los círculos intelectuales de los grupos de
oposición. SCT puede ser la nueva ortodoxia en el feminismo,
el progresismo y los círculos de historia de lesbianas y gais,
pero ha tenido un mínimo impacto en las autoridades oficiales
y en la literatura sexológica y biomédica. Estos grupos
continúan sus investigaciones y teorizaciones desde el
supuesto de una sexualidad esencial. A los sumo, el estatus de
desviación de la homosexualidad reclama ser investigada en sus
etiologías (sean hormonales, psicológicas o sociológicas),
pero las causas de la heterosexualidad han atraído poco
interés. En la ciencia sexual tradicional, la heterosexualidad
permanece como una categoría no examinada y naturalizada, y
poco y nada en la cultura popular hace que lxs heterosexuales
consideren su identidad sexual o sus orígenes e historia.
18

En contraste, el marco constructivista común a los estudios de


historia de lesbianas y gais se ha diseminado a lo largo de un
amplio público de lesbianas y gais. Algunxs se preguntan si
esta perspectiva constructivista es útil. ¿Cuáles son sus
implicaciones? ¿Por qué lesbianas y gais deberían desarrollar
conciencia sobre lo construido de sus identidades sexuales,
cuando lxs heterosexuales no lo hacen? ¿Esta sofisticación
intelectual conduce a una sensación de fragilidad grupal en
lugar de robustez? Y ¿toda historia de una construcción social
inevitablemente propone la posibilidad teórica de una futura
deconstrucción, incluso una futura desaparición, lo cual es
alarmante y poco confortable? Las réplicas de Dorothy Allison
y Esther Newton en conferencias recientes –“deconstrucción
primero de la heterosexualidad” y “me deconstruiré cuando
ellxs se deconstruyan”- reflejan en su inmediatez y robustez
tanto la ansiedad sobre la disolución del grupo y la
improbabilidad de tal desarrollo.
La tensión aquí es idéntica a la tensión sentida dentro del
feminismo, que tiene simultáneamente dos objetivos algo
contradictorios. Un objetivo es atacar el sistema de género y
su primacía en la organización social de la vida, pero su
segundo objetivo es defender a las mujeres como grupo.
Defendiendo a las mujeres o representado sus intereses (en
equidad de salarios, derecho al aborto, o cuidado de lxs
niñxs, por ejemplo) enfatiza su estatus como grupo especial
con un unificado interés colectivo, distinto de los hombres,
reproduciendo y quizás reforzando la dicotomía de género
crucial para el sistema de opresión de género.
Existe la misma tensión irresoluble en el movimiento de
lesbianas y gais, en el que, por un lado, se ataca el sistema
naturalizado de jerarquías sexuales que categoriza y
estabiliza deseos y privilegios de unxs sobre otrxs; y por el
otro lado, defiende el interés de “personas lesbianas y gais”,
lo cual tiende a reificar la identidad en una naturaleza
esencial en el proceso político que acabo de describir. No hay
una solución aquí, desde que abandonar uno de los objetivos
por el otro resultaría tonto. Las vidas reales de lesbianas y
gais deben ser defendidas en un sistema opresivo, y la
jerarquía sexual, que subyace a esta opresión, necesita ser
atacada en muchos niveles, particularmente en niveles
intelectuales y conceptuales de los que los sistemas
naturalizados de dominación sacan gran parte de su energía. No
hay una solución fácil aquí, pero incluso tener conciencia de
esta tensión puede ser útil, desde que contribuye al clima
político y emocional más amplio en el que se recibe la SCT, y
con razón.
19

Conclusión
SCT ofrece muchas posibilidades radicales para la teorización
de la sexualidad. Para tomar el próximo paso, necesitamos
continuar y profundizar nuestra discusión sobre estos mismos
problemas. Aunque la discusión puede ofrecer clarificaciones,
estos problemas no se resolverán solamente con la discusión
sino en el curso de una investigación continuada.
En la medida que la SCT en lugar de buscar un cierre se
posiciona del lado de la incertidumbre a través del
cuestionamiento de las suposiciones, necesitamos aceptar la
ambigüedad y la fluidez. El futuro está menos clausurado de lo
que podemos temer, y quizás más abierto de lo que podemos
esperar. Todos los movimientos de liberación sexual,
incluyendo el de lesbianas y gais, se construyen sobre la
imaginación: imaginando que las cosas pueden ser diferentes,
de otra manera y mejores de lo que son. La SCT comparte este
impulso imaginativo y no constituye una amenaza para el
movimiento lésbico y gay.
Claramente, la tensión entre la deconstrucción del sistema de
jerarquías sexuales y la definición de lesbianas y gais será
continua. En este caso, necesitamos encontrar la manera de
conocer de forma más abierta y contestar más apropiadamente a
las respuestas que la SCT engendra, con afirmaciones
profundamente sentidas sobre identidad, comunidad,
solidaridad, políticas y modos de supervivencia –en suma,
sobre nuestras vidas.
Agradecimientos
Me complace reconocer mis deudas al escribir este ensayo, muy
especialmente al lxs investigadorxs, escritorxs, activistas
(demasiadxs para enumerar sus nombres) cuyos trabajos en los
últimos 20 años originó y refinó la aproximación a la
sexualidad desde la SCT.
Este escrito fue originalmente presentado como conferencia de
apertura en la International Scientific Conference on Gay and
Lesbian Studies en Ámsterdam, en el 15 de diciembre de 1987.
Me he mantenido fiel al formato de conversación en lugar de
convertir mis comentarios en un documento formal. Muchas
gracias a aquellxs responsables por el estímulo y la
producción de la conferencia, al trabajo de la Conference
organizing Committee; la Schorer Foundation y el Reserch Group
of Gay and Lesbian Studies del Interdisciplinary Centre for
the Study of Science, Society, and Religion, Free University
of Amsterdam. Estoy especialmente agradecida a Anja van Kooten
20

Niekerk y a Rick Stienstra por su dedicación y visión. Gracias


también a lxs participantxs de la conferencia por sus útiles
comentario y críticas.
Mientras escribo y reviso el escrito, me beneficio de
comentarios y conversaciones con AlanBerube, Frances Doughty,
Lisa Duggan, Jeffrey Escoffier, Janice Irfine, Jonathan Katz,
Lou McDonald, Esther Newton, Gayle Rubin, Ann Snitow, David
Schwartz y Gilbert Zicklin. Aprecio especialmente el coraje de
Lisa Duggan, Frances Doughty y Alan Berube en momentos
cruciales.

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