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Viviendo y Disfrutando

La riqueza de la Oración
II. CONFESION
1ª. JUAN 1:9
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad”
INTRODUCCION.
Habiendo alabado a Dios verbalmente, en el cual todos nuestros pensamientos van
dirigidos solo a la persona de Dios; tenemos que abordar de lleno el asunto del
pecado personal que es el estorbo más grande de la oración, como dice el salmista:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos;
24Y ve si hay en mí camino de perversidad,

Y guíame en el camino eterno” 139:23-24

Que Dios, a través de su Palabra nos ilumine y nos libre de errores ocultos
“¿Quién podrá entender sus propios errores?
Líbrame de los que me son ocultos” 19:12

I. LA REALIDAD:
A menudo Dios no escucha las oraciones de nuestros labios porque en nuestro
corazón, los deseos por las cosas del mundo claman con más fuerza y con voz mas
alta, que nuestra comunicación con él. Nuestra maldad hace que nuestra oración sea
ineficaz, y es por la presencia del pecado.

II. ARREPENTIMIENTO:

Por el acercamiento que tenemos con Dios, se nos revela el pecado que mora en
nosotros, el cual nos aflige, entristece y avergüenza delante de Él, lo cual nos lleva al
arrepentimiento y aceptamos nuestra culpa. Aceptamos que hacemos acciones que
desagradan a Dios; el arrepentimiento permite que las reconozcamos y nuestra
responsabilidad es cambiarlas.

III. CONFESION:
Al ser descubierto nuestro pecado, admitimos nuestra culpa y reconocemos que
debemos cambiar, tenemos que decírselo a Dios y pedirle perdón porque le hemos
ofendido. La confesión es la solución para el problema de la culpa por el pecado
haciéndonos libres por la sangre de nuestro Señor Jesucristo.
IV. RESPONSABILIDAD
Nuestra responsabilidad es orar por un cambio personal antes que pedir que otros
cambien o que cambien las circunstancias.
Comienza el proceso de purificación dejando aquello que no está de acuerdo
con Dios. Cuando hemos cambiado ha habido un arrepentimiento de vida a través
del Espíritu Santo.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
11
No me eches de delante de ti,
Y no quites de mí tu santo Espíritu. Sal. 51:10-11

a) Nuestra responsabilidad es confesar continuamente nuestras acciones,


pensamientos y sentimientos pecaminosos porque trae limpieza espiritual,
poder y paz a nuestras vidas
b) Nuestra responsabilidad es tener una actitud perdonadora y misericordiosa
hacia los demás.
c) Nuestra responsabilidad es dedicar suficiente tiempo a a confesión para que
haya una completa limpieza.

CONCLUSIÓN

 Pídale a Dios que escudriñe su corazón para ver si hay algún pecado no
confesado. (mentira, ira, dureza, amargura, falta de perdón, palabras
deshonestas, enojo, hurto, gritería, malicia) Efesios 4:25-32
“Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque
somos miembros los unos de los otros. 26Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre
vuestro enojo, 27ni deis lugar al diablo. 28El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje,
haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece
necesidad. 29Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena
para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. 30Y no contristéis al
Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. 31Quítense
de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 32Antes sed
benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios
también os perdonó a vosotros en Cristo.”

 Examine mentalmente sus recientes actividades y descubra aspectos de falla


espiritual que necesite confesar.
 Confiese pecados específicos donde se sienta culpable, bien contra Dios o
contra su prójimo. Ademas pida perdón a su prójimo.
Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo
contra ti, 24deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu
hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. (Mateo 5:23-24).

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