Según Renouard, la ciudad es: “una aglomeración cerrada por murallas, en ella viven
pobladores organizados en familias nucleares, dedicados a actividades agrícolas,
mercantiles, artesanales; lo hacen en casas construidas alrededor de una iglesia,
erigida bajo un patrón particular y, muy a menudo, también de una fortaleza. Tales
hombres constituyen una comunidad individualizada que posee condiciones jurídicas
propias, es consciente de su originalidad y coordina las actividades de una región más
o menos extensa.”
Rasgos de ciudad:
Morfología: hay tres modelos principales. El primero, fue la ciudad constituida por un
núcleo antiguo, romano, en torno al cual se fueron formando uno o varios barrios en
continuidad. El segundo, es de una ciudad creada a partir de la reunión de varios
núcleos prácticamente autónomos. El tercero, fue la ciudad creada de la nada.
En los tres modelos pudo evidenciarse un doble proceso: la compactación del caserío,
eliminando poco a poco los espacios agrícolas interiores, y la lotificación del espacio
urbano.
La división social del trabajo: habían dos extremos posibles. Uno, una escasa variedad
de actividades económicas, con predominio de la ganadería y la agricultura, como
sucedía en núcleos de la frontera hispana frente al islam. Y el otro, una aguda división
del trabajo mercantil y artesanal, como en ciudades de Flandes o del norte de Italia.
En Alemania, Flandes y Francia del Sena al Rin, fueron apareciendo wiks y portus,
que eran pequeños establecimientos en que algunos mercaderes ambulantes
instalaron sus almacenes y organizaron unos mínimos intercambios que se
consolidaron durante el siglo X y comienzos del XI, cuando los comerciantes
obtuvieron privilegios tanto para ellos como para los barrios en que habitaban. El doble
carácter de los núcleos se reflejó en su plano, donde de un lado estaba la civitas, y del
otro el burgus, comerciante y artesano.
Había 3 espacios regionales. El italiano fue el que conservó mejor los núcleos físicos
de época romana y la mentalidad que permitió su renacimiento urbano en el siglo XI.
Eran recintos fortificados, los gorods. Algunas eran sedes episcopales, otros
residencias de príncipes.
Aparecieron en las aldeas, pero sus expresiones más acabadas se dieron en las
ciudades. El paso de una situación a otra implicó dos hechos. De un lado, un aumento
de la demanda, en función del crecimiento de la población y de sus exigencias. De
otro, el tímido comienzo de una valoración social positiva de las invenciones técnicas.
Artesanos de grandes dominios y artesanos de aldeas.
El renacimiento comercial.
La actividad comercial en Europa nunca había llegado a desaparecer del todo. En los
grandes dominios señoriales, buena parte de los resultados del comercio fue
amortizándose en forma de tesoros litúrgicos, que luego las expediciones de saqueo
vikingas y húngaras movilizaron y redistribuyeron por toda Europa.
a) El mercader
En un principio, fue un “pies polvorientos”, un hombre que recorrió los caminos con la
carga a cuestas, con uno o dos asnos. Desde el siglo X, estos mercaderes
establecieron almacenes fijos en algunos lugares, y desde el siglo XI contrataron a
transportistas encargados de acarrear los productos. El recelo eclesiástico ante una
actividad que incluía operaciones de préstamo y cobro de intereses acabo
diluyéndose.
Las vías terrestres fueron muchas veces un sendero en torno al cual circulaban
hombres y mercancías. Sólo excepcionalmente la voluntad política de facilitar el
tránsito entre dos regiones ponía los medios para abrir una ruta concreta. La
inseguridad de los caminos, las dificultades climatológicas, la imposición por parte de
los poderes señoriales de sus telóneos, peajes, pontazgos, portazgos, contribuía a
aumentar los precios de las mercancías en tránsito y a crear en el mercader una
mentalidad de soborno e indefensión. Los medios de transporte terrestres más
comunes fueron los hombros de hombres y mujeres y las cabalgaduras.
Las vías fluviales que ofrecían ventajas respecto a los caminos terrestres, porque las
barcas y barcazas tenían una capacidad de carga muy superior a la de carros y
carretas, se vieron entorpecidas cada vez más por la construcción de molinos y
puentes.
Las vías marítimas fueron las rutas mercantiles más atractivas, en las que los grandes
mercaderes forjaron sus fortunas. Sin peajes, ni molinos y azudas permitían rápidos
desplazamientos de mayores cantidades de mercancías, aunque los piratas y los
temporales podían ponerlos en peligro.