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Cuentos breves Aforismos

Conocidos y no tanto
Muchos jueces son absolutamente incorruptibles: nadie puede La galaxia del cuento
La uña inducirlos a hacer justicia.
Año IV- No.12 -2006
El cementerio está cerca. La uña del meñique derecho de BERTOLD BRECHT ALEMANIA 1898-1956
Pedro Pérez, enterrado ayer, empezó a crecer tan pronto Lo propio de nuestra época es vivir en plena contradicción sin
como colocaron la losa. Como el féretro era de mala darse de ello cuenta, o, lo que es peor, ocultándolo Miguel de Unamuno
calidad (pidieron el ataúd más barato) la garfa no tuvo hipócritamente. (1864-1936)
dificultad para despuntar deslizándose hacia la pared de ANTONIO MACHADO ESPAÑA 1875-1939
la casa. Allí serpenteó hasta la ventana del dormitorio, se Nada puede ser más destructivo para un hombre que él mismo y
metió entre el montante y la peana, resbaló por el suelo nada mejor para salvarlo que él mismo.
escondiéndose tras la cómoda hasta el recodo de la MAGUIB MAHFUZ EGIPTO 1911-2006
pared para seguir tras la mesilla de noche y subir por la El ejército no debe ser más que el brazo de la nación, nunca la
orilla del cabecero de la cama. Casi de un salto atravesó cabeza.
la garganta de Lucía, que ni ¡ay! Dijo, para tirarse hacia PÍO BAROJA ESPAÑA 1872-1956
la de Miguel, traspasándola.
Fue lo menos que pudo hacer el difunto; también es Apócrifos
cuerno la uña.
Max Aub Si sé adónde voy, ¿por qué me pierdo?
MARIANA ORTIZ 1º.7ª. 2003
El verdugo Un cuento sobre el cuento
El verdugo, ansioso, afila su hacha brillante con El tiempo libre es lo que esperamos todo el día, y cuando lo
ahínco, sonríe y espera. Pero algo debe vislumbrar en
tenemos no sabemos qué hacer con él. Novela del yo fortuito
los ojos de quienes lo rodean, que petrifica su sonrisa y
Al abrir el libro, leo que soy yo quien espera que la luz
se llena de espanto. LUZ PARONZINI 2º.9ª. 2004
cambie para poder cruzar la esquina cuando el coche se
El Heraldo se acerca al galope y lee el nombre del
detiene frente a mí. En el lugar del chofer una mujer de
condenado, que es el verdugo.
ojos árabes sonríe en silencio. Satisfecha del azar, aguarda
Diego Muñoz Valenzuela
ser reconocida y ya ríe de mi sorpresa. Pero en el mismo
instante que la reconozco, en ese proceso absorto de una
emoción feliz, por fin la saludo como si en verdad me
reconociera a mí mismo. Y cuando de inmediato me
despido, riendo ambos en el juego de lo fortuito, sé que
esos segundos que saboreo pertenecen a la novela del
asombro. Esa promesa se precipita, como una torre de
arena que sucumbe. Ella va camino al aeropuerto, yo en
cambio al despacho, y nos despedimos como quien duda en
qué página debe seguir leyendo.
Julio Ortega
PRIMER PREMIO
SEGUNDO PREMIO MENCIÓN ESPECIAL
CONCURSO
CONSURSO CONCURSO

Venganza El paseo
Catorce puñaladas. Por catorce largos años de Salimos a la calle. El unicornio nos esperaba ansioso y dispuesto
infidelidad; pero fue el disparo en la sien lo que lo mató. Su a remontarnos hacia la más sublime travesía. Nos acomodamos en Todo comenzó o terminó cuando me encontraba recostada en el
cuerpo sin vida yacía sobre la alfombra nueva. ¡La alfombra! una confortable silla tibetana y colocamos nuestros pis en los campo con los ojos entrecerrados. Estaba en soledad escuchando mi
Especialmente comprada para la fiesta de Navidad. estribos. Intercambiamos algunas entusiastas miradas con mi respiración con tanta atención que parecía que sabía lo que iba a
Finalmente, este año, ella sería la anfitriona. ¡La alfombra! acompañante y le agradecí su invitación al paseo. Sonrió. Me sentía pasar. Mi corazón latía fuertemente como una bomba a punto de
Tan bella, trenzada cuidadosamente por artesanos orientales. exhausta y un tanto extática por la magnificencia del fastuoso estallar, mi pecho subía y bajaba con un ritmo acelerado, por mi
Miraba sin expresión a su marido. Inmóvil, derramó un carruaje, cuya excepcional estrella, el esplendoroso unicornio, no frente corría una gota de sudor frío y a la vez sentía arder la sangre
par de lágrimas, las últimas, las más saladas. Increíblemente resignaba protagonismo. en mis venas; sentí un repentino mareo, me desvanecí, mis ojos
espesas, no recorrieron el camino habitual, bañando sus Mi compañero tomó las bridas y las riendas: nos dispusimos a comenzaron a cerrarse lentamente hasta no sentir nada más.
hoyuelos, hasta caer sobre la alfombra, donde sólo las partir. Esbocé un saludo con mi mano hacia aquellos que aguardaban Luego de esa especie de transición logré levantarme; no sé
hormigas podrían advertirlas. ¡La alfombra! Se había nuestra partida. Mi acompañante le dio las órdenes para que cuánto tiempo estuve allí tirada, estaba confundida y en un gesto de
convertido en su único amigo, su único confidente. Es comenzara a galopar. Sin embargo, al intentar sujetarme firmemente, desesperación posé mis manos sobre mi frente y llorando me
extraño cómo, ante la soledad humana, se busca refugio en rocé con mi mano, accidentalmente, el cuerno de la singular criatura rasguñé la cara. Corrí hacia mi casa y a cada paso que daba me
objetos que antes brillaban por su ausencia. y esta, estremecida y convulsionada, dio un gran salto, en el cual se sentía en un mundo distinto; seguí corriendo mientras miraba a mis
Tan enamorada, conocía cada gesto suyo, cada expresión. manifestaba una amarga fusión entre temor y asombro. Él mismo me costados. Al llegar sentí un alivio profundo por ver mi entorno igual
Mas él, al cabo de unos años dejó de quererla, sintió lástima despidió de su lomo a varios metros de distancia. que antes; me preguntaba qué hacía allí si hacía sólo un momento
por su amor incondicional. El paso de los años empezaba a Avergonzada por haber estropeado la excursión, me apresuré, me encontraba perfectamente bien.
notarse en sus ojos cansados. Una sola vez le pegó. Una sola turbada, y tomé el primer taxi a mi alcance. Acudí a mi madre, padre, hermanos y los mismos gestos se
vez ella soportó el daño físico. Ante todo, debía cuidar las repetían una y otra vez como una película: yo hablándoles y ellos
apariencias: no era bien visto una mujer con un ojo morado. Ivanna Dudzinskas 3º8ª sólo miraban a su alrededor como si sintieran una presencia extraña
Cerró los ojos del infiel y en un último esfuerzo lo que los incomodaba. Me sentí abrumada y tomé la decisión de
envolvió en la alfombra. volver a aquel lugar donde todo había ocurrido. Contemplé las
Ananda Elgueta 3º8ª estrellas por un momento y al bajar la mirada hallé mi cuerpo
pálido, frío y sin vida. Nada más pude hacer para regresar a la vida.
Mayra Chiribao 3º8ª

Diego Sister

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