- Corrosión de metales
OBJETIVOS
- Conocer los principales tipos de corrosión, así como los parámetros y situaciones que pueden
acelerar el fenómeno.
- Adquirir una visión general del diseño anticorrosivo y de los tipos de protecciones contra la
corrosión.
El trabajo con dispositivos en un medio tan agresivo como el agua de mar, ya sea
situados en sus cercanías, semisumergidos, o sumergidos en su totalidad, propicia
que los efectos de la corrosión puedan llegar a ser devastadores si no se tienen en
cuenta ciertas medidas preventivas en su diseño, o en la elección de los materiales,
asegurando de esta forma el fracaso del proyecto y haciendo aumentar la
desconfianza en la tecnología asociada a las energías renovables.
Nos plantearemos, en primer lugar, cuáles son las características de los procesos
corrosivos, qué fenómenos ocurren y qué parámetros los controlan y, a partir de ahí,
se analizarán las características de dichos procesos en un medio como es el agua
de mar, estudiando la influencia de los mismos por los factores ambientales.
Se debe aclarar que los daños causados por medios físicos no reciben el nombre
de corrosión, sino de erosión, abrasión o desgaste. En este caso, si el ataque
químico va acompañado de daños físicos, se denomina desgaste corrosivo o
corrosión-erosión.
La importancia de los estudios de corrosión es doble. En primer lugar, hay que tener
en cuenta el aspecto económico, ya sea de una forma directa o indirecta. En
efecto, de una forma directa, se tienen los costes asociados a las pérdidas de
material producidas por el desgaste progresivo de los materiales debido a los
procesos de corrosión (roturas y reposición total de materiales), o los mayores
gastos ocasionados por las medidas de protección (recubrimiento, embalaje,
acondicionamiento). Asimismo, indirectamente, la economía se ve resentida por los
paros temporales de producción, fugas de líquidos y sobredimensionamiento de las
instalaciones.
El problema que plantea la corrosión es, por tanto, fundamental, siendo necesario
un control de la misma, por lo que se precisa establecer un conjunto de estrategias
que la limiten o solucionen parcialmente.
donde:
Y = peso del metal.
t = tiempo.
Ki = constantes que dependen de la temperatura del material.
a) Que existan sobre la superficie del metal unas zonas que actúen de ánodos y
otras que lo hagan como cátodos. Los factores para que estas zonas existan se
esquematizarán más adelante.
El cinc metálico tiene una cierta tendencia a pasar a la disolución en forma de iones
Zn2+, mientras que los iones Cu2+ se depositarán sobre la lámina de Cu metálico. Al
mismo tiempo, la disolución anódica se va saturando de iones Zn2+ y la catódica se
hace cada vez más diluida en iones Cu2+. De esta forma, al cabo de un cierto tiempo,
la pila se agota (figura 4.2).
Figura 4.2: Pila de corrosión.
Por último, supongamos que se repite el experimento con una barra de cinc con
incrustaciones microscópicas de cobre (impurezas). Se observará que el cinc se
disuelve mientras que el cobre se depositará preferentemente en las zonas de cobre
preexistentes, incluso formando cristales.
Figura 4.3: Pila de corrosión con reducción de la actuación a tiras de los dos metales.
Tal y como se verá, en el proceso de corrosión no es necesario que aparezcan dos
metales de distinta identidad, sino que puede ser suficiente la presencia de uno sólo
con algún elemento ambiental que posibilite el otro proceso (catódico) necesario en
la corrosión electroquímica.
En efecto, en presencia de un medio húmedo, una parte del metal actuará como
ánodo, según la expresión 4.4:
Y la otra parte del metal captará los electrones, produciéndose la reacción catódica:
Es importante destacar que no sólo se corroerán los metales que presenten algún
tipo de impureza, sino que también lo harán los metales ultrapuros. Esta situación
es siempre posible si se cumplen las condiciones necesarias para el desarrollo de
la pila electroquímica; es decir, la condición necesaria y suficiente para que el
proceso de corrosión se produzca es que la reacción de disolución del metal esté
acompañada, simultáneamente, por una reacción catódica (reducción) en la
interfase metal-ambiente.
La corrosión electroquímica, como cualquier otra reacción química, se rige por unos
principios termodinámicos y cinéticos, que muestran una información
complementaria sobre cómo se verifica la reacción. Por ejemplo, los factores
termodinámicos aportarán información sobre qué procesos son factibles, es decir,
cuáles tienen tendencia a producirse, aunque el control final de los mismos vendrá
dado por la velocidad o cinética de la reacción.
1 Siempre interesa que la disolución salina sea del metal del que esté constituida la barra.
2 Es importante aclarar que los conceptos de ánodo y cátodo no se refieren a la polaridad positiva y
negativa, sino al proceso de oxidación-reducción que ocurre en ellos. De esta forma, en el ánodo
siempre tiene lugar la oxidación, mientras que en el cátodo se produce la reducción.
1Tal y como se ha visto, se produce al unir dos electrodos de diferente potencial y cerrar el circuito
mediante un puente salino o tabique poroso.
Figura 4.4: Corrosión del hierro respecto a la variación de humedad relativa del aire.
Fuente: referencia bibliográfica nº 2.
Por último, añadir que el hielo es un mal conductor eléctrico, por lo que no cumple
la función de electrólito en emplazamientos donde la temperatura sea inferior a 0
ºC, produciéndose una corrosión negligible.
Los contaminantes que más pueden influir en la corrosión atmosférica por orden de
importancia son el SO2 y los Cl-, aunque la acción específica de cada uno depende
siempre del contenido en humedad. Por lo que respeta al dióxido de carbono (CO 2),
Vernont demostró que realmente su acción disminuía la corrosión.
4.2.3.3. Temperatura
4.2.3.4. Orientación
CORROSIÓN
MEDIA
CONDICIONES DE EXPOSICIÓN DE LA
LUGAR
PROBETA METÁLICA
g/dm2 x
mm/año
mes
Cara mirando al
5,30 810
mar
Vertical a 1,5 m del
Lagos a 46 m del mar
suelo
Cara mirando al
2,20 335
suelo
Cara mirando al
0,50 76
mar
Vertical a 1,5 m del
Lagos a 183 m del mar
suelo
Cara mirando al
0,45 68
suelo
Cara superior
1,07 163
mirando al mar
A 45º mirando al mar y
Lagos a 183 m del mar
a 6 m del suelo
Cara inferior
1,36 206
mirando al suelo
Cara superior a
0,22 33
barlovento
Puerto Harcourt A 45º
Cara inferior a
0,25 38
sotavento
donde:
ΔG= energía libre de Gibbs de la reacción, J.
n= número de electrones implicados en la reacción de corrosión.
F= valor de 1 Faraday (96.493 C).
E= f.e.m. (fuerza electromotriz) de la pila de corrosión, V .
Todos los metales son, en mayor o menor medida, solubles, llegándose a alcanzar
un equilibrio entre el metal y su catión respectivo disuelto en una solución acuosa.
Se define el potencial de electrodo como la diferencia de potencial que se alcanza
en el momento en que una barra metálica introducida en un recipiente con agua
llega a una situación de equilibrio con sus iones disueltos.
Asimismo, se define la serie electroquímica como una disposición ordenada de los
potenciales estándares de oxidación o de reducción de todos los metales.
Figura 4.7: Pila para medir potenciales estándar con electrodo de hidrógeno.
Es importante añadir que los metales que tienen un potencial positivo se oxidarán
con mayor dificultad que los que tienen un potencial negativo.
donde:
E = potencial de reducción de un electrodo en condiciones no estándar, V.
E0= potencial estándar de un electrodo a 25 ºC y actividad unitaria, V.
R = constante de los gases nobles, 8,3 J/mol·K.
T= temperatura, K.
n= número de electrones involucrados en la reacción de oxidación -reducción,
adimensional.
F=número de Faraday, 96.493 C.
aA = actividad de la sustancia A, M. Es el denominado coeficiente de concentración.
Es un cociente, cuyo numerador es el producto de las concentraciones de las
especies activas del segundo miembro de la reacción (elevadas a sus respectivos
coeficientes estequiométricos), y su denominador es el producto análogo de las
concentraciones de los reactivos.
La serie electroquímica tiene una relativa poca utilidad, pues dos mismos
metales pueden actuar uno de cátodo, y el otro de ánodo (o viceversa), en
función de la actividad de cada uno.
Plata Plomo
Inconel (80 Ni, 13 Cr, 7 Fe) (pasivo) Fundición Ni-Resist. (20% Ni)
P Ni-
Acer Ni
Acer b Cr
M Z A C o Fundició N Lató C Bronc -
o y -
g n l d bajo n i n u e C
inox. S M
C u
n o
Mg
Zn
Al
Cd
Acero
bajo C
Fundició
n
Acero
inox.
Pb y Sn
Ni
Latón
Cu
Bronce
Ni-Cu
Ni-Cr-Mo
Asimismo, por encima de un cierto potencial umbral, distinto para cada metal, los
metales se disuelven y los óxidos e hidróxidos previamente precipitados también,
para dar lugar a aniones o iones complejos (figura 4.8).
De constitución:
De orden mecánico:
De estado superficial:
Diferencias de temperatura.
Heterogeneidades en las
Diferencias de potencial:
condiciones de exposición
- Al medio ambiente.
Para visualizar el proceso que da lugar a las pilas de aireación diferencial, se puede
observar como una misma zona expuesta a distintas condiciones de oxígeno genera
una diferencia de potencial, condición termodinámica suficiente para la aparición de
la reacción de corrosión (figura 4.10).
Figura 4.10: Pila de aireación diferencial que ocurre al exponer un metal en dos ambientes de
distinta concentración de oxígeno.
Tal y como se verá más adelante, en dichas leyes se establece la relación entre la
masa perdida de un metal y la intensidad de corriente que circula entre el ánodo y
cátodo (en nuestro caso, entre las dos zonas que establecen el proceso corrosivo).
Esta relación es directamente proporcional a la intensidad de corriente que circula
y al tiempo.
Figura 4.13: Ejemplo de pila de galvánica (metales de distinta naturaleza unidos por un hilo
conductor).
En esta situación se puede medir la evolución del potencial y la corriente que circula
mediante un voltímetro y un amperímetro, respectivamente. Cuando se conectan
los dos electrodos, se forma una pila cuya diferencia de potencial es la
correspondiente a la de los dos electrodos, y que producirá una intensidad de
corriente (I) regida por la ley de Ohm:
donde:
donde:
Figura 4.14: Diagramas de Evans. Método gráfico para el análisis de la relación entre la velocidad
de corrosión y la intensidad de corriente en distintas situaciones de polarización.
Una pila de corrosión debe cumplir con la ley de Ohm, según la cual la diferencia de
potenciales entre la zona anódica y catódica debe ser igual al producto de la
intensidad de corriente por la resistencia óhmica.
Existen varias clases de polarización (por activación, concentración y resistencia).
Una de las más inteligibles es la polarización por concentración, que provoca que la
evolución de la concentración de los electrodos sea tal que el potencial del ánodo
aumente (sea menos negativo), mientras que el del cátodo disminuya (sea más
negativo), hasta llegar a un momento en que la diferencia de potencial se iguale a
cero para la máxima densidad de corriente o densidad de corriente límite.
En resumen, los diagramas de Evans ofrecen una visión de los factores de influencia
sobre la pila de corrosión, es decir, la polarización (Ec- Ea), la resistencia de la pila
de corrosión (R) y la polarización de cada uno de los procesos. Lógicamente, la
máxima intensidad de corrosión dependerá de la influencia de estos parámetros,
que se reflejará en las curvas de polarización, permitiéndonos explicar los factores
que controlan la corrosión.
4.4.2. Pasividad
Se define la pasividad como aquella situación que se produce durante la corrosión
de un metal, en la que éste queda cubierto por un compuesto estable frente al
electrólito, convirtiéndose el metal en un elemento pasivo, y disminuyendo de
manera importante la velocidad de corrosión hasta prácticamente anular el proceso,
mientras perdure la capa protectora. Por ejemplo, este fenómeno sucede al
sumergir una barra de hierro en una solución de ácido nítrico concentrado.
A veces interesa que haya corrosión porque ésta mejora las propiedades, sobre
todo para piezas que deben sufrir un gran desgaste, al formarse una capa protectora
de óxido sobre su superficie.
Se ha visto que en esta reacción interviene una fase reactiva (metal), un medio
agresor (gas, líquido, o sólido), y una interfase donde se desarrolla la reacción.
Estos tres sistemas son, en conjunto, los que permiten la evolución del proceso: por
ello, los sistemas de protección se basarán en un control de los mismos.
Bronce de aluminio, Aleaciones con metales más nobles: Zn, Al o Ni con Cu- aplicable
Cuproníqueles al agua de mar, hélices.
Tabla 4.7. Metales empleados para mejorar la resistencia a la corrosión de diversos materiales.
Los revestimientos orgánicos que más se utilizan son las planchas de 2-4 mm de
grosor y los recubrimientos con pinturas. La utilización de la pintura siempre puede
tener una fiabilidad menor, debido a que es difícil aplicarla de forma uniforme, y en
caso de tener que aplicar más de una capa, siempre puede aparecer alguna
porosidad. Por esta razón, en el caso de que los agentes implicados sean muy
agresivos, las condiciones térmicas muy elevadas, se produzcan situaciones de
abrasión-erosión, la necesidad de tener una cierta resistencia mecánica, o una vida
de la pieza superior a los 15 años, será mejor el uso de las planchas de material
frente a la pintura.
- Por otro lado, los termoplásticos (PVC, politetraflúor etilé-teflón) tienen como
principal característica su intervalo de fluidez que permite, a la hora de realizar el
revestimiento, su mejor adaptación a la forma del recipiente y la posibilidad de soldar
más de una plancha, solucionando así el tema de las juntas que aparece al recubrir
depósitos de grandes dimensiones. Aunque tienen una buena resistencia química
a temperaturas normales, en general son frágiles y poco elásticos, y presentan una
baja resistencia térmica a altas temperaturas.
- Finalmente, los recubrimientos termoestables presentan dificultades de
adherencia a las superficie que deben proteger, con problemas de soldabilidad, pero
a la vez son resistentes a altas temperaturas, y tienen una gran estabilidad frente a
la mayor parte de agentes químicos.
La pintura es una sustancia que se puede definir como un fluido pigmentado que, al
extenderlo sobre cualquier superficie en capas de poco grosor, se convierte en una
película sólida y opaca adherida a la superficie por un proceso físico o físico-
químico.
Electrodeposición
donde:
I= intensidad aplicada, A.
Los metales más comunes en la aplicación de está técnica son el níquel, el paladio,
el cobalto, el platino, el cobre, el oro, la plata y algunas aleaciones de estos
elementos.
Las principales ventajas sobre la electrodeposición radican en que las capas son
más uniformes y menos porosas, además, no se requiere de ningún tipo de
dispositivo de medida ni control eléctrico, y se pueden realizar recubrimientos sobre
piezas de materiales no conductores.
El inconveniente es que los agentes reductores que se utilizan suelen ser una fuente
de electrones más cara si se comparan con la corriente eléctrica necesaria para un
proceso de electrodeposición.
Se pueden utilizar piezas de magnesio, cinc, cobre, cadmio, plata y acero, aunque
la más frecuente es la de aluminio.
Inmersiones
Otra forma de proporcionar una capa metálica protectora a una pieza que queramos
proteger de la corrosión es mediante la técnica de inmersión. Este método se basa
en recubrir un metal con otro que tenga el punto de fusión más bajo, dándole un
baño de inmersión. Se suelen utilizar baños de cinc, aluminio o estaño. A este
proceso para el acero con baño de cinc se le denomina galvanizado.
Hay que recordar que la zona por la que sale la corriente del metal en dirección al
electrólito es el ánodo, donde se produce la corrosión, mientras que la zona donde
la corriente penetra del electrólito al metal es el cátodo.
Por ejemplo, si se conecta una barra de hierro (E= -0,441 V) con una barra de cinc
(E=-0,762), esta diferencia de potencial dará un corriente del cinc (ánodo) hacia el
hierro (cátodo) a través del electrólito.
Uno de los primeros metales que se utilizó como ánodo de sacrificio fue el cinc, sin
embargo, actualmente, y gracias a la experiencia adquirida, se sabe que tiene
algunas limitaciones:
No es aconsejable su uso en caso de resistividades del medio superiores a
1.000 Ω/cm.
En algunas ocasiones, la intensidad necesaria que hay que inyectar para evitar la
corrosión puede llegar a ser muy elevada, sobre todo en grandes superficies
(buques). De esta manera, se puede recurrir al uso del metal que más nos
convenga, junto a la utilización de una fuente de corriente continua que suministre
la diferencia de potencial necesaria. En este tipo de sistemas, el terminal positivo
de la fuente de alimentación se une al ánodo, consumible o inerte, y el terminal
negativo se conecta siempre a la superficie que se quiere proteger.
Con el fin de utilizarlos como ánodos, se pueden emplear trozos de chatarra que se
consuman, o aluminio en protecciones donde el medio es agua dulce, fría o caliente.
Sin embargo, los que más se utilizan son los ánodos permanentes con consumos
pequeños, como el hierro-silicio, grafito, magnetita, titanio-platino, plomo-plata y
plomo-platino.
En los últimos años se han empezado a utilizar ánodos de titanio recubiertos de una
capa en la que se mezclan óxidos de rutenio y de titanio.
Figura 4.18: A) Esquema idealizado de protección catódica mediante corriente impresa y por ánodo de
sacrificio fijado del casco de un barco.
B) Tubería subterránea protegida por ánodo de sacrificio de magnesio.
4.5.4.3. Inhibidores
Los inhibidores constituyen el tercer sistema más empleado para evitar la corrosión,
con una amplia profusión a nivel industrial, especialmente en sistemas de
refrigeración e industria del petróleo.
Dentro de los inhibidores orgánicos destacan los tritiones, que son compuestos
sulfurados muy efectivos, debido a que la distancia entre los átomos de azufre es
muy parecida a la distancia de los átomos de la red cristalina del hierro, facilitando
la deposición de moléculas del inhibidor sobre la superficie de este metal.
En calderas de agua aireadas con exceso de O2, se pueden usar sulfitos para evitar
la corrosión con la posterior formación y extracción periódica de Na2SO4, o también
se consigue el mismo efecto, pero sin necesidad de realizar ningún tipo de
mantenimiento, mediante la hidracina (N2H4).
Por tanto, lo más conveniente será describir los factores que en el medio marino
tienen un efecto significativo sobre los metales. Esta estrategia permitirá establecer
qué materiales sufrirán una corrosión más importante expuestos a determinadas
condiciones. Analicemos, en primer lugar, las singularidades y características
fisicoquímicas del mar y sus posibles consecuencias.
Por otro lado, en las áreas portuarias se produce algunas veces una atípica
protección en las zonas de la interfase, debido a la presencia de aceites, grasas, o
lodos en suspensión, que proporcionan una ligera película protectora sobre la
superficie metálica.
Por lo que respecta a la parte enterrada en el fondo marino, la corrosión puede ser
debida a la acción de pilas de concentración de oxígeno, a la acción erosiva de la
arena, o a la presencia de bacterias reductoras de sulfatos.
ZONAS FACTORES
Un caso especial lo constituyen los estuarios, donde hay una variación de salinidad
con la distancia, y las oscilaciones de las mareas. Las fluctuaciones climáticas
afectan a los ciclos de evaporación y precipitación y, en consecuencia, a la
salinidad, más alta en zonas tropicales y subtropicales, donde los procesos de
evaporación superan las entradas por lluvia, y más baja en las zonas polares y
subpolares.
En la tabla 4.7 se citan los elementos marinos que tienen un efecto significativo
sobre los metales y su concentración en el agua de mar.
CATIONES % ANIONES %
Los iones sodio, cloruro, sulfatos, magnesio y calcio, constituyen algo más del 90%
en peso de los materiales disueltos. Estos porcentajes son constantes e
independientes de las variaciones de salinidad, por lo que la sola determinación de
uno de ellos condiciona a los demás. Esta determinación se hace en términos de
clorinidad (S(‰)= 1,806555 Cl(‰)).
Disueltos también en agua de mar, nos encontramos gases como el N2, O2 y CO2.
El oxígeno es primordial en la corrosión marina, ya que facilita la sustancia que
participa en la reacción catódica. El dióxido de carbono puede influir también en
los procesos de corrosión, ya que se halla en equilibrio con los iones bicarbonato y
carbonato. Este equilibrio influye en la formación de sedimentos calcáreos: la
precipitación de los carbonatos de calcio, magnesio y estroncio, limita el acceso del
oxígeno sobre la superficie metálica en las zonas catódicas y, por tanto, puede
reducir la corrosión del metal.
El proceso anódico, es decir, la disolución del metal (M= Mz+ + ze-), se verifica sin
dificultad, pues a la abundancia de electrólito, se suma el hecho de un alto contenido
en ión cloruro, lo que motiva una elevada velocidad anódica con poca polarización.
El proceso catódico de reducción del oxígeno (½O2 + H2O + 2e- = 2OH-) está
condicionado por la presencia de oxígeno sobre la superficie metálica, en relación,
entre otras variables, con la temperatura y corrientes convectivas que faciliten el
acceso del mismo.
En los ambientes marinos se pueden observar casi todas las formas de corrosión.
Los ataques más frecuentes suelen ser localizados, con formación de picaduras y
corrosión en hendiduras.
Figura 4.20: Registro de oxígeno, temperatura, pH y salinidad de una estación oceanográfica del Atlántico
Central.
Este proceso es más agresivo que el que realmente acontece en el agua de mar.
En efecto, la presencia de iones calcio y magnesio en el agua marina hace que se
facilite la precipitación de carbonatos de calcio e hidróxido de magnesio, gracias a
la reacción catódica de reducción de oxígeno, que crea un ambiente alcalino en la
superficie del metal. Estos precipitados, a su vez, inhiben la reducción catódica y,
por tanto, la corrosión. No obstante, hay que tener en cuenta factores como la
temperatura, la presencia de organismos, contaminantes, etc., que pueden
incrementar la velocidad de corrosión.
Figura 4.21: Representación del proceso de corrosión medido como hierro disuelto y oxígeno disuelto en
función de la concentración de NaCl.
Fuente: referencia bibliográfica nº 2.
4.6.4.2. Efecto de la temperatura
En las aguas tropicales, las velocidades de corrosión deben ser más altas, pero se
ven atenuadas por la disminución del oxígeno disuelto y por algunos otros factores,
como el incremento de las incrustaciones biológicas, que reducen la superficie
expuesta y, por tanto, la reducción del acceso de oxígeno.
La gran superficie de contacto entre el mar y el aire, unido al oleaje, entre otros,
contribuye a que el agua de mar esté aireada hasta profundidades considerables.
Parece evidente que las zonas más oxigenadas son las superficiales, donde es más
fácil el intercambio de oxígeno con la atmósfera y existe una gran actividad biológica
de las plantas, fomentada por la acción de la luz solar (figura 4.20).
Por debajo de los 200 m y hasta los 1.000 m de profundidad, a causa del consumo
de oxígeno en la oxidación de la materia orgánica, hay una disminución en la
concentración de este elemento. A mayores profundidades, el contenido en oxígeno
aumenta de nuevo, permaneciendo sensiblemente constante a partir de los 2000 m.
En los fondos marinos, la concentración de oxígeno suele ser insignificante, por lo
que resulta ser una zona especialmente apta para la proliferación de bacterias
anaerobias, que también contribuyen la corrosión marina.
Figura 4.23: Perfil de corrosión a lo largo de un pilote metálico si estuviera anclado y sobresaliente del nivel
del mar.
Figura 4.25: Influencia del pH sobre la corrosión del hierro en agua aireada a temperatura ambiente.
Obsérvese que dentro de la zona de (pH 4 a 10), la velocidad de corrosión es
independiente del pH (línea horizontal), y sólo depende de cómo se difunda el
oxígeno a la superficie del metal, que es el promotor de la reacción anódica. En esta
zona se forma óxido ferroso hidratado, que se renueva continuamente por el
proceso de corrosión. Por tanto, independientemente del pH del agua dentro de la
zona indicada, la superficie del hierro está siempre en contacto con una solución
alcalina (básica) de óxido ferroso hidratado, cuyo pH es aproximado a 9,5.
Cuando las velocidades son superiores a 1 m/s, los organismos se fijan con
dificultad a la superficie, a menos que lo hayan hecho previamente. En general, la
capacidad de adherencia también depende del tipo de material, mientras que en los
aceros estas incrustaciones pueden ser máximas, en las aleaciones de cinc y cobre
decae dicha capacidad, debido al carácter tóxico de estos metales.
Las velocidades que nos podemos encontrar en el agua de mar oscilan desde las
aguas tranquilas, donde las incrustaciones pueden ser máximas, hasta valores
superiores a los 30 m/s en hélices, turbinas y bombas. La velocidad, por tanto,
puede contribuir mecánicamente a la corrosión a medida que ésta se incrementa.
Figura 4.26: Efecto de fallo por acción de la velocidad de flujo sobre distintas aleaciones.
Fuente: referencia bibliográfica nº 2.
4.6.4.7. Efecto de las incrustaciones biológicas (fouling)
Las bacterias son las primeras que colonializan las superficies artificiales
sumergidas y, aunque se encuentran en las aguas marinas a lo largo de todo el año,
su actividad es más intensa durante el invierno, ya que en primavera, la presencia
de grandes masas de fitoplancton y el aumento de la concentración de oxígeno
disuelto reduce su fijación de forma apreciable.
Figura 4.27: Imágenes de percebes con una gran capacidad de adherencia a distintos materiales.
Las zonas con altas cargas contaminantes de materia orgánica como estuarios,
puertos o zonas costeras, favorecen la existencia de condiciones anaeróbicas,
medio ideal para el desarrollo de bacterias sulforeductoras que liberan cantidades
importantes de ácido sulfhídrico. Condiciones similares se pueden presentar
también en los fondos marinos. El efecto de la contaminación sobre la corrosión
está en relación con el papel que desempeñan los microorganismos.
Otros tipos de contaminantes que pueden contribuir al proceso de corrosión son los
iones de metales pesados presentes en efluentes de ríos de cuencas mineras que
alcanzar el mar. Así, por ejemplo, la presencia de iones cobre, puede acelerar la
corrosión del aluminio por acción galvánica, en comparación con sus potenciales de
reducción.
Por último, se puede considerar la acción de las partículas en suspensión que
puedan llegar al mar, que actúan mecánicamente sobre la superficie de los metales,
mediante una acción erosiva.
Tal y como se ha visto con anterioridad, una pintura de este tipo se constituye de un
vehículo (aglutinante o disolvente), un pigmento (tóxico o atóxico) y de unos aditivos.
De todos ellos, los principales componentes son los aglutinados, que definen las
propiedades de la pintura, ya que establecen el sistema de formación de la película
y su forma de actuar, y los pigmentos tóxicos, que determinan su actividad y el
tiempo de vida efectivo.
Más modernamente se empezó a trabajar con resinas duras del tipo vinílicas
(clorocaucho y caucho ciclado) que, convenientemente equilibradas con
plastificantes y resinas blandas, dieron lugar a los antiincrustantes avanzados o de
larga duración, que funcionaban por un mecanismo de difusión y por el contacto
continuo de los biocidas usados en su formulación.
Este tipo de pinturas presentan una tasa de lixiviación más constante a lo largo de
su vida, pero necesitan de espesores de pintura mayores para alargar la liberación
tóxica del recubrimiento.
Puntos a destacar
4. Una pila electrolítica está formada por un ánodo que se oxida o corroe (cede
electrones) y un cátodo, que se reduce (gana electrones). Para que ocurra el
proceso debe existir un gradiente de potencial tal que venciendo la resistencia, se
forme una corriente de electrones del ánodo al cátodo.
7. El Diagrama de Pourbaix es el que distingue, en función del pH, las especies que
se generan en un proceso corrosivo. Si se generan productos de corrosión solubles
(pH bajo), la corrosión seguirá su curso, pero si se producen productos que son
insolubles y precipitan, crean una capa de protección, llamada también capa de
pasivación, que limitará la velocidad de corrosión.
10. En los sistemas que transforman el metal se intenta conseguir que éste tenga
un potencial de reducción mayor que el oxígeno para que, de esta forma, no se
oxide y, por tanto, no se corroa.
13. En el medio marino hay muchos factores que influyen en la corrosión pero, sin
duda, el más importante, es la concentración de oxígeno, ya que todos los demás
factores influyen en este elemento. El oxígeno es el responsable directo de la pila
de Evans o de aireación diferencial, debido a su alta electronegatividad (tendencia
a rodearse de electrones); las zonas con alta concentración de oxígeno actúan
como cátodo, mientras que las restantes como ánodo.
15. Los gradientes de salinidad pueden dar potenciales de pila pequeños. Sin
embargo, el mayor efecto que tiene es sobre la concentración de oxígeno disuelto:
a mayor salinidad, menor concentración de oxígeno disuelto. El hecho de que se
genere una pila debido únicamente al efecto de la salinidad (sin tener en cuenta el
oxígeno) requiere de grandes variaciones de salinidad en un espacio pequeño, cosa
improbable en el océano abierto.
16. Mediante el cálculo del pH del agua de mar, podemos llegar a saber qué
especies de metal se generarán tras la corrosión, pudiendo predecir si quedará
pasivada (en el caso de que se formen preciptados insolubles) o seguirá su curso
(en el caso de que se formen especies iónicas solubles).
17. El efecto de la velocidad del flujo sobre la corrosión es sólo importante para
casos particulares donde se generen gradientes de velocidad muy grandes. Por eso
nos centramos en hélices y cascos de barcos, donde se produce un gradiente de
velocidad tal que se llegan a formar procesos de corrosión-erosión, debido
únicamente a la velocidad del flujo y no al oxígeno como se ha visto hasta ahora.
18. El principal efecto de las incrustaciones biológicas es que se crean pilas por
aireación diferencial entre la zona donde se adhieren (zona anóxica) y la zona donde
no hay incrustaciones (zona oxigenada), provocando corrosión. No obstante,
pueden tener un efecto benéfico si recubren por completo el metal, consiguiendo
una distribución homogénea de oxígeno.
Bibliografía
Bibliografía actual
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