INTELIGENCIA EMOCIONAL
La inteligencia emocional tiene que rastrearse en las obras que se ocupan de la
inteligencia y de la emoción. Estos son los dos componentes básicos de inteligencia
emocional, que como descriptor se está utilizando solamente a partir de la segunda
mitad de la década de los noventa.
Por lo que respecta a los antecedentes centrados en la inteligencia, nos hemos
referido a ellos en los apartados anteriores. A continuación vamos a referirnos
preferentemente a los antecedentes centrados en la emoción. Como antecedentes
están los enfoques del counseling que han puesto un énfasis en las emociones.
Particularmente la psicología humanista, con Gordon Allport, Abraham Maslow y Carl
Rogers, que a partir de mediados del siglo XX ponen un énfasis especial en la
emoción. Después vendrán la psicoterapia racional-emotiva de Albert Ellis y muchos
otros, que adoptan un modelo de counseling y psicoterapia que toma la emoción del
cliente hic et nunc como centro de atención. Este enfoque defensa que cada persona
tiene la necesidad de sentirse bien consigo misma, experimentar las propias
emociones y crecer emocionalmente. Cuando se ponen barreras a este objetivo básico
pueden derivarse comportamientos desviados. Taylor et al. (1997) al ocuparse de los
desórdenes afectivos hacen referencia a algunos aspectos históricos de la inteligencia
emocional.
En 1966, B. Leuner publica un artículo en alemán cuya traducción sería «Inteligencia
emocional y emancipación» (cit. por Mayer, Salovey y Caruso, 2000). En él se plantea
el tema de como muchas mujeres rechazan un rol social a causa de su baja
inteligencia emocional.
La noción de inteligencia está vinculada a la capacidad para escoger las mejores
opciones en la búsqueda de una solución. Es posible distinguir entre diversos tipos de
inteligencia, según las habilidades que entran en juego. En cualquier caso, la
inteligencia aparece relacionada con la capacidad de entender y elaborar información
para usarla de manera adecuada.
Inteligencia emocional
Emocional, por otra parte, es aquello perteneciente o relativo a la emoción (un
fenómeno psico-fisiológico que supone una adaptación a los cambios registrados de
las demandas ambientales). Lo emocional también es lo emotivo (sensible a las
emociones).
El concepto de inteligencia emocional fue popularizado por el psicólogo
estadounidense Daniel Goleman y hace referencia a la capacidad para reconocer los
sentimientos propios y ajenos. La persona, por lo tanto, es inteligente (hábil) para el
manejo de los sentimientos.
Para Goleman, la inteligencia emocional implica cinco capacidades básicas: descubrir
las emociones y sentimientos propios, reconocerlos, manejarlos, crear una motivación
propia y gestionar las relaciones personales.
La inteligencia emocional tiene una base física en el tronco encefálico, encargado de
regular las funciones vitales básicas. El ser humano dispone de un centro emocional
conocido como neocórtex, cuyo desarrollo es incluso anterior a lo que conocemos
como cerebro racional.
La amígdala cerebral y el hipocampo también resultan vitales en todos los procesos
vinculados a la inteligencia emocional. La amígdala, por ejemplo, segrega
noradrenalina que estimula los sentidos.
Es importante dejar patente que aquella persona que cuente con importantes niveles
de inteligencia emocional es un individuo que gracias a la misma consigue los
siguientes objetivos en su relación con los demás:
• Que quienes le rodean se sientan a gusto con él.
• Que al estar a su lado no experimenten ningún tipo de sensación negativa.
• Que confíen en él cuando necesiten algún consejo tanto a nivel personal como
profesional.
Pero no sólo eso. Alguien que dispone de inteligencia emocional es quien:
• Es capaz de reconocer y de manejar todo lo que pueden ser las emociones de tipo
negativo que experimente.
• Tiene mayor capacidad de relación con los demás, porque cuenta con la ventaja de
que consigue entenderlos al ponerse en sus posiciones.
• Logra utilizar las críticas como algo positivo, ya que las analiza y aprende de ellas.
• Es alguien que precisamente por tener esa inteligencia emocional y saber encauzar
convenientemente las emociones negativas, tiene mayor capacidad para ser feliz.
• Cuenta con las cualidades necesarias para hacer frente a las adversidades y
contratiempos, para no venirse abajo.
Por los importantes beneficios y ventajas que tiene cualquier persona que dispone de
inteligencia emocional, muchos son los estudios que se han llevado a cabo hasta el
momento. Algunos de ellos vienen a dejar patente que entre las señas de identidad
que más identifican a quienes la poseen, se encuentran las siguientes:
• Huyen de la monotonía, intentan en todo momento buscar alternativas para tener una
vida más plena y feliz.
• Son firmes cuando así se requiere.
• Siempre miran hacia adelante a la hora de seguir viviendo.
• Les encanta estar aprendiendo continuamente.
El ímpetu del interés por la inteligencia emocional se inició con dos artículos en
revistas especializadas (Mayer, DiPaolo y Salovey, 1990; Salovey y Mayer, 1990). Si
bien fue este último el que tuvo mayor resonancia, cuyo título era, precisamente:
Emotional Intelligence (Salovey y Mayer, 1990).
A menudo pasa desapercibido que en 1994 se fundó el CASEL (Consortium for the
Advancement of Social and Emotional Learning) con objeto de potenciar la educación
emocional y social en todo el mundo. Este hecho, claramente educativo, fue anterior a
la publicación del libro de Goleman (1995).
Las aportaciones de la neurociencia no permiten dirimir el litigio entre los dos modelos
de inteligencia emocional (amplio o restrictivo). Sin embargo, estas investigaciones
aportan evidencia que apoyan la existencia de una inteligencia emocional, entendida
como un conjunto de habilidades que son distintas de las habilidades cognitivas o CI
(Bechara, Tranel, Damasio, 2000).
No han faltado autores que han criticado la propuesta de una inteligencia emocional
(Hedlund y Sternberg, 2000). Davies et al. (1998) a partir de una investigación
empírica llegan a una conclusión crítica: tal vez el constructo de inteligencia emocional
no sea realmente una aptitud mental. Estos autores se cuestionan que se pueda incluir
en la tradición psicométrica de inteligencia. Los datos ponen de manifiesto la dificultad
de operacionalizar la inteligencia emocional como un constructo diferente.