Sergio Montes, sj
Quisiera comenzar señalando que, como uds. saben, la palabra crisis tiene una carga negativa, pero
también una positiva (oportunidad para el cambio), y desde ambas connotaciones es posible acercarnos
a la realidad de la democracia en el país, desde un enfoque de fe cristiana.
Es posible vivir la crisis como la oportunidad para un kairós, un tiempo de especial densidad por la
actuación de Dios en la historia del conjunto de la Creación.
Sin embargo, quisiera puntualizar tres aspectos de lo que considero está en crisis actualmente en nuestra
vida política y democrática en el país.
La democracia es una forma de vida y organización del poder, de la sociedad y del gobierno, con
aciertos y disfuncionalidades, mejor que otras, que dominaron los sistemas políticos durante
siglos, pero también tiene que desarrollarse y reconfigurarse, precisamente a partir de las
experiencias contextuales que se presentan en la historia de los pueblos y Estados.
2. CORRUPCIÓN EN EL ESTADO QUE AFECTA EL BIEN COMÚN. El uso de los recursos públicos para
beneficios particulares o sectoriales ha sido una práctica común en la última década. Casos como
el Fondo Indígena, Taladros de YPFB, Desfalco en el Banco Unión, Barcazas Chinas, etc. están
presentes en diversas estructuras e instituciones del Estado, privilegiando una visión del
aprovechamiento individual o grupal a la del bien común, para un mayor beneficio. El uso de
recursos públicos con afán electoral, corrompe las relaciones entre el Estado y la sociedad, con
actitudes prebendales o clientelares; o cuando se hace un mal uso, el mismo es irracional o ajeno
a las necesidades y urgencias en un país que tiene muchas carencias.
Procurar el mayor bien, que alcance a más personas o a la población más urgida de políticas
pública eficientes con recursos que las hagan sostenibles es una visión a incorporar en los actores
políticos de nuestro país.
El bien común, como parte de la Doctrina Social de la Iglesia, es un pilar ético necesario para la
acción política y que puede ayudar a desmontar esas estructuras de corrupción que afectan
principalmente a los más vulnerables, desfavorecidos y pobres. Gastar, perder o mal invertir
dinero del Estado significa no poder contar con mejores infraestructuras hospitalarias, con
equipamiento e insumos, no poder pagar más ítems, no realizar inversiones u otorgar incentivos
a los pequeños y medianos productores de alimentos, no contar con equipamiento para atender
a situaciones de emergencia y desastre.
Abusar del poder para generar injusticia pareciera la lógica a la que están acostumbrados muchos
de los líderes políticos en el mundo. Con un manto de aparente legalidad se ha pisoteado la
voluntad soberana del pueblo en el referéndum del 21F, se han realizado unas elecciones
primarias con un afán plebiscitario que no tuvo los efectos que se pretendieron y hoy se cambia
candidatos a dedo. Se persigue a dirigentes que no se subordinan a los dictámenes del Ejecutivo
y se realizan acciones judiciales para condenarlos, también bajo el manto de que –
aparentemente- todo es legal. A Jesús también le hicieron un juicio simulado, pero el interés y la
condena ya estaban establecidos de antemano. La ley puede servir para muchas cosas, depende
quién tenga el poder de usarla a su favor.
Pero como canta Mercedes Sosa… ¡quién dijo que todo está perdido!, es necesario actuar para poner el
corazón en la conversión de la crisis en un kairós
El Magisterio de la Iglesia, su Doctrina Social, muchas veces puede servir como orientación
efectiva para atender problemáticas y crisis en diversos contextos sociales e históricos, pues nace
de la fuente principal que es el Evangelio de Jesús, desde ahí uno puede rastrear lo que representa
el ser cristiano en el mundo. Por ello, al hablar de la democracia, la justicia, la dignidad de las
personas y los pueblos podemos apelar a la reflexión que, con sabiduría, ha ido planteando la fe
cristiana desde los principios del Evangelio.
El Papa Francisco ha escrito la encíclica Laudato Si, publicada con anterioridad a la COP21 sobre
el cambio climático y por ello un documento orientador y oportuno. El planteamiento de una
crisis socioambiental global ayuda a comprender que hay unos modelos de pensamiento y acción,
unas concepciones de la vida, de la naturaleza, del ser humano, que resultan ser atentatorias
contra los mismos: mentalidades desarrollistas en función de la riqueza, el consumismo,
sociedades tecnocráticas y condicionadas por modelos económicos capitalistas son ejemplos de
que es preciso llegar a las causas estructurales donde le juego democrático se define y condiciona.
Por ello, es oportuno plantear puntualmente algunos lineamientos que servirían para el diálogo y
debate con las visiones antes señaladas:
La pregunta es ¿en qué notamos que los líderes políticos asumen tales valores, criterios y
visiones? O más bien ahondan la crisis de la democracia. Eso requiere por una parte una
ciudadanía activa y efectiva, porque es conciente de su responsabilidad y la denuncia profética
que no permite la injusticia a la vez que señala nuevos caminos posibles a recorrer.
Es fundamental y necesario que la ciudadanía asuma su vocación ciudadana, que sea capaz de ver
con perspectiva la realidad cotidiana y sin la ceguera de apasionamientos o fundamentalismos de
las ideologías, analizarla y detectar las tendencias de vida y de muerte que se ciernen sobre sus
respectivas sociedades.
No todo depende del Estado, de lo que se le exija o demande. Como sociedad tenemos también
la responsabilidad de hacernos cargo de la porción de realidad en la que estamos inmersos.
Como ciudadanos tenemos que identificar la realidad con claridad, poniendo nombre a las cosas,
no disimulando como si nada pasase. En nuestro país se atenta contra los DDHH de muchas
personas, se manipulan las leyes e instituciones a gusto y beneficio de las autoridades, de todos
los niveles, hay mucha corrupción y eso es un pecado que insulta la dignidad de los pobres.
No se trata de ser profetas de calamidades, viendo sólo lo negativo o malo. En toda realidad está
en germen la posibilidad de una vida nueva, transformada, reconfigurada. Tampoco significa que
se tengan que invisibilizar o dejar de lado la denuncia profética frente a las situaciones que hemos
presentado.
Pero toda crisis puede ayudar a abrirse a nuevos horizontes y descubrir por dónde la acción del
Espíritu va obrando y marcando las tendencias a seguir.
La denuncia profética es una forma de abrir esos caminos hacia nuevos horizontes, en la medida
que las circunstancias históricas lo permitan. Por ello, junto con tal actitud está la capacidad
mística, de ojos abiertos, y atenta a los dinamismos en la trama de la historia.