Comentario
Ana Virginia Persello
Empiezo por el nombre de las jornadas porque de algún modo marca la aparición de
problemas nuevos en el campo historiográfico. Hasta no hace tanto tiempo era el
peronismo, y de algún modo sigue siéndolo, el que monopolizaba los trabajos sobre los
años ´40-´50. La aparición de la oposición como objeto es relativamente nueva. En las
jornadas interescuelas comenté que cuando, hace ya muchos años, comencé a trabajar
en la cátedra Argentina del siglo XX, uno de los escasos textos que hacía mención a la
dinámica que se establecía entre gobierno y oposición, y en ese caso, en el Congreso,
era el texto de Ciria, que colocaba el eje de la antinomia peronismo-antiperonismo en la
disputa entre justicia social y libertades públicas.
Los trabajos de José Zanca y Germán Friedman, ambos muy importantes no sólo para
analizar a los opositores al peronismo sino para reconstruir ideas y estructuras
organizativas de los actores en la entreguerras y en la posguerra, abonan de alguna
manera la hipótesis de Sigal. Otro catolicismo y otra Alemania, personalismo y
humanismo y alemanes antinazis, se constituyen en el marco de un antagonismo, de una
antinomia que preexiste al peronismo. Y en ambos casos la coyuntura de emergencia de
la antinomia se plantea hacia mediados de los años ’30. La llegada del peronismo
reactualiza sus términos. La clave no es justicia social-injusticia social ni democracia
real-democracia formal, sino fascismo-antifascismo. Y también en ambos casos
implican una disputa en el propio campo: el humanismo disputa con el nacionalismo
católico y con la jerarquía eclesiástica cual es la manera más legítima de ser católico y
los alemanes antinazis, la de ser alemanes. En ambos trabajos queda clara una cuestión
que tal vez parezca obvia pero que no siempre está lo suficientemente trabajada: los
actores no son unívocos, no podemos referirnos a la iglesia o a las asociaciones
alemanas sin establecer diferencias.
A inicios de los años ´90, Nuestros años ´60, de Oscar Terán, vino a plantear que el
fenómeno peronista había operado sobre los intelectuales una oposición casi “natural”
que había obviado las diferencias. El peronismo soldó las más diversas corrientes en un
antiperonismo que jugó como factor de unidad negativa. La negación fue la fuente de
reconocimiento y la esfera de alianzas objetivas. Se necesitó, sigue planteando Terán, de
su derrocamiento, de la exclusión del peronismo del Estado para que fueran visibles sus
diferencias.
Es decir, si fue necesario el alejamiento del peronismo del Estado, tal como plantea
Terán, para que el campo intelectual se fracturara, aunque esas fracturas preexistieran,
estos trabajos vienen a plantearnos por donde pasaban esas fracturas que no sólo
separaban al liberalismo de la izquierda sino a cada campo internamente.