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La calidad educativa, se refiere a los efectos positivamente valorados por la sociedad

respecto del proceso de formación que llevan a cabo las personas en su cultura. Se
considera generalmente cinco dimensiones de la calidad.

Existe un cuestionamiento generalizado a la calidad de la educación en Latinoamérica,


debido a que los graduados de nivel primario, secundario o universitario no muestran
niveles de competitividad, ello está respaldado con los sorprendentes resultados de las
pruebas internacionales como Pisa u otras donde Latinoamérica se ubica luego del
puesto cuarenta, a excepción de uno o dos países, no obstante todos se encuentran bajo
el promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE). De igual forma en los rankings internacionales como el QS y el
ranking Shanghái de universidades no resaltan universidades latinoamericanas con
algunas excepciones, todo ello muestra de que la educación superior de Latinoamérica
se aleja de universidades americanas, europeas o asiáticas.

La calidad en la educación puede definirse desde diferentes puntos de vista, tomando en


cuenta su origen etimológico, calidad, procede del latín “qualitas”.

Para tener presente lo que vamos a entender por calidad educativa, recurrimos al
documento denominado Guía de Autoevaluación de la UCB (Marzo 2014), al respecto
dice: “El concepto de calidad aplicado al servicio público de la educación superior
hace referencia a la síntesis de características que permiten reconocer un programa
académico específico o una institución de determinado tipo y hacer un juicio sobre la
distancia relativa entre el modo como en esa institución o en ese programa académico
se presta dicho servicio y el óptimo que corresponde a su naturaleza”. Para
aproximarse a ese óptimo, se han definido un conjunto de características generales de
calidad. Con respecto a ellas se emiten los juicios sobre la calidad de instituciones y
programas académicos, pero la determinación más específica y el peso relativo de esas
características estarán, en buena parte, condicionados a la naturaleza de la institución y
a la del programa académico en cuestión.

En este contexto, un programa académico tiene calidad en la medida en que haga


efectivo su concepto, en la medida en que se aproxime al ideal que le corresponde tanto
en relación con sus aspectos universales como en lo que toca a los que corresponden al
tipo de institución a que pertenece y al proyecto específico en que se enmarca y del cual
constituye una realización.

Es posible sintetizar mencionando que,la calidad de un programa educativo se entiende


como un conjunto de características específicas de acuerdo a su naturaleza y categoría.
Dichas características son las que se valoran para mencionar cuál es el nivel de calidad
de ese programa y que la garantía pública de la calidad en un momento determinado es
la acreditación por pares externos.

Respecto a los pares externos, existen variadas instituciones o agencias de acreditación,


en el caso de Bolivia, dependerá del nivel o ciclo educativo; en el primario y secundario
el Estado por medio de la Ley Avelino Siñani-Elizardo Peréz Nº 070 crea
el Observatorio Plurinacional de la Calidad Educativa para medir la calidad educativa;
sin embargo, hasta la fecha no se realizó ninguna medición global de la calidad. A partir
del año 2010 se implementó un nuevo modelo educativo denominado “Modelo
Educativo Sociocomunitario Productivo” a pesar de haberse cambiado los planes
curriculares alineados a una ideología de partido de gobierno, que si bien ha logrado una
mayor inclusión, deja dudas en cuanto a la calidad propiamente dicha, puesto que no se
han realizado mediciones para conocer el nivel de la calidad educativa. Es de resaltar
que en Bolivia no se hacen mediciones de la calidad de la educación desde el año 1997,
cuando se realizó la última medición por parte del Laboratorio Latinoamericano de
Evaluación de la Calidad Educativa dependiente de la UNESCO.

Si bien, no existen mediciones de la calidad en el nivel primario y secundario desde el


año 1997, si lo hay en el nivel universitario, de hecho las universidades optan por las
denominadas “acreditaciones” ante distintos organismos como el Comité Ejecutivo de
la Universidad Boliviana, el Mercosur, Qualitas y otras agencias. Estas acreditaciones,
puede que tengan énfasis en aspectos de infraestructura y logística para que funcione la
parte académica, pero de alguna manera permiten documentar los avances en cuanto a
calidad. Asimismo, una de las evidencias que se constituye en un factor positivo de la
calidad universitaria es que los Bolivianos cuando cursan programas de postgrado en el
exterior, lo hacen con bastante éxito; lo que no podría decirse lo mismo de los
Bolivianos que no tienen la oportunidad de salir al exterior a estudiar postgrados. Por
otro lado, uno de los factores negativos en la educación pública universitaria es el
cogobierno docente estudiantil que ha generado una crisis de gobernanza y dificulta la
mejora de la calidad, acompañado de la masificación de la población estudiantil en las
aulas y el poco dominio del idioma inglés.
La educación es uno de los instrumentos más poderosos para reducir la pobreza, promover la
equidad y la inclusión social, incrementar la productividad e impulsar un crecimiento sostenido
y de calidad en los países, con el fin de alcanzar el desarrollo sostenible. Una sociedad con más
y mejor educación aumenta sus posibilidades de desarrollar y aprovechar el potencial humano
de sus ciudadanos para crear respuestas y soluciones innovadoras frente a los grandes
desafíos actuales y futuros del planeta. Asimismo, ciudadanos más educados tendrán mejores
oportunidades para transformar la realidad y contribuir a la construcción de sociedades más
democráticas, más justas y más prósperas. Durante los últimos años, América Latina ha
logrado avances significativos en el acceso a la educación formal y el incremento de los años
de educación de la población económicamente activa. Sin embargo, la región no logra aún su
objetivo de universalizar el acceso a la educación primaria y persisten déficits importantes de
cobertura en educación inicial, educación media y superior. Garantizar el acceso universal a la
educación sigue siendo un desafío crucial para la región. Esto implica la necesidad de diseñar y
poner en práctica nuevas estrategias dirigidas a garantizar la incorporación de los niños y
jóvenes que no asisten a la escuela. De igual forma, América Latina enfrenta una crisis de
aprendizaje. La mayoría de los niños y jóvenes que van a la escuela aprenden poco. Los logros
alcanzados en aumento de cobertura no han sido acompañados en su totalidad por políticas y
estrategias que aseguren mejoras en la calidad de la educación y en el desarrollo de las
habilidades que requieren los jóvenes para lograr una participación creativa y gratificante en la
sociedad, así como el acceso a un trabajo formal de calidad que permita el incremento de los
ingresos y mejoras en la calidad de vida. Consolidar y mejorar los sistemas educativos de los
países de América Latina requiere un esfuerzo firme y de largo plazo por parte de los Estados.
Este esfuerzo debe estar dirigido a garantizar el acceso y la permanencia de los estudiantes, la
pertinencia de los programas y contenidos y la calidad de los aprendizajes, de manera que los
niños y jóvenes puedan desarrollar su capacidad analítica y su sentido crítico, en conjunto con
valores éticos y las habilidades esenciales para desenvolverse de manera individual y colectiva
frente a la diversidad humana y cultural, las motivaciones y las dificultades de la vida diaria. En
esta Agenda Educativa para los próximos cinco años, CAF - banco de desarrollo de América
Latina- presenta su marco de acción para una educación del siglo XXI. En tal sentido, se
presenta un diagnóstico sobre los avances y desafíos del sector educativo en América Latina y
se definen las prioridades de la institución para apoyar las iniciativas de sus países accionistas a
través de tres lineamientos estratégicos: (i) aumentar el acceso a la educación, con énfasis en
la población de menores recursos; (ii) mejorar la calidad de la educación en todos los niveles,
con énfasis en la equidad; y (iii) fortalecer la pertinencia de la educación, afianzando los
vínculos entre las instituciones educativas, las habilidades y el empleo. Esta Agenda Educativa
ratifica el compromiso de CAF con una educación de calidad para todos y su determinación de
apoyar a los países de la región en el propósito de mejorar la calidad, la eficiencia y los
beneficios sociales, humanos y económicos de las políticas educativas.

LA EDUCACIÓN ES FUNDAMENTAL PARA EL CRECIMIENTO, EL BIENESTAR SOCIAL Y EL


PROGRESO INDIVIDUAL La educación es un pilar esencial para el crecimiento económico y el
desarrollo de los países. Una población más educada eleva la capacidad de los países de
desarrollar conocimiento, incrementar la productividad, la calidad del empleo y el ingreso, y
consolidar un desarrollo sostenible. Sin embargo, la productividad y el crecimiento económico
están vinculados no solo a los años de escolaridad de la población sino también a la calidad
educativa, medida a través del rendimiento académico alcanzado por los estudiantes.1 En ese
marco, los bajos puntajes en pruebas estandarizadas en América Latina pueden explicar gran
parte de las bajas tasas de crecimiento económico de largo plazo (Gráfico 1). A nivel individual,
una mejor educación está asociada con mayores posibilidades de desarrollo humano, mejores
oportunidades de empleos de calidad y mayores remuneraciones. En América Latina, más del
80% de los adultos con educación terciaria completa están empleados, en comparación con
57% de adultos que no terminaron la secundaria. Tres de cada cinco adultos asalariados que
no completaron la secundaria trabajan en el sector informal, en comparación con uno de cada
cinco con educación terciaria completa. Finalmente, los trabajadores con educación terciaria
completa ganan entre dos y cuatro veces y media más que los que no completaron la
secundaria (Gráfico 2).

El ministro de Educación, Roberto Aguilar, informó que Bolivia se incorpora este año
de manera plena a los procesos de Evaluación de la Calidad Educativa (ERCE) con la
finalidad de determinar cuál es el estado de la educación Bolivia.
“Bolivia lleva adelante este proceso hace tres años (…) En 2018 se realizó una prueba
piloto y la prueba definitiva se realizará el mes de noviembre (…)Es la primera prueba
oficial que brindará resultados de la educación boliviana”, dijo.
En mayo de 2016, Bolivia se adhirió al Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la
Calidad de la Educación (Llece). Éste es el principal mecanismo de monitoreo y
seguimiento con el que cuenta la región, con la participación de 19 países. Se trata de un
estudio de gran escala que medirá logros de aprendizaje de los estudiantes de primaria y
los factores asociados que inciden en los resultados.
Informó que este año se evalúan los logros de aprendizaje de estudiantes de tercer y sexto
grado de primaria en las áreas de matemáticas, lectura y escritura (tercer grado) y
matemáticas, lectura, escritura y ciencias naturales (sexto grado). Acompaña la
evaluación, un estudio de los factores asociados y su incidencia en los resultados de
aprendizaje.
Por su parte, el coordinador general del Llece, Atilio Pizarro, informó que el ERCE será
implementado en 300 unidades educativas fiscales, de convenio y privadas.

Según el Gobierno, la educación fluye sin problemas y, a más de algunos aspectos


administrativos, no habría que preocuparse, pero la realidad es otra; la educación no está
apalancando el desarrollo del país; la inequidad educativa no ha sido superada; la ley A.
Siñani-E. Pérez no ha consolidado una educación de calidad acorde al avance de la ciencia y la
tecnología; se sigue confundiendo educación con instrucción enciclopédica o escolarización con
aprendizaje.

El razonamiento, la investigación, la programación y/o el estudio virtual no son moneda


corriente. En ese marco, la educación boliviana se encuentra enredada entre una concepción
heredada del siglo XIX, los maestros con una mentalidad del siglo XX y los estudiantes con
vivencias del siglo XXI.

Encontrar soluciones a este enredo significa encarar, entre otros, los siguientes desafíos:
a. Sintonizar educación y desarrollo nacional.

El actual modelo económico basado en el extractivismo y la informalidad no genera condiciones


para que la educación aporte al desarrollo nacional; es un modelo que exige conocimientos
básicos y capacidad limitada para realizar tareas simples en minería, agricultura, servicios,
comercio legal o ilegal.

El impacto de la educación en el desarrollo nacional es débil y sigue como factor funcional a un


modelo económico sin visión de futuro.

Será un desafío superar ese modelo y sintonizar las políticas de desarrollo sustentables con las
educativas, entendiendo el desarrollo como el desarrollo de la gente para vivir con dignidad
individual y social, en un Estado de derecho, con democracia, justicia y respeto medioambiental,
generando conciencia para administrar los recursos de ahora sin poner en riesgo los de las
generaciones futuras.

b. Democracia y equidad

Nuestra educación está marcada por la verticalidad. El Estado decide qué, cómo, cuándo y
dónde estudiar. Esa imposición expresada en la escuela, y en el aula, con fuertes jerarquías,
genera malestar y angustia en los estudiantes. Esto es expresión de la ausencia de democracia
en el sistema educativo, tanto en la administración como en la vida escolar. Además, no existe
equidad ya que conviven diferentes tipos y calidades de educación para diferentes grupos
socio-económicos.

Así, parece haber una educación universal, pero no es democrática ni equitativa.

El desafío será trabajar por la equidad con un servicio educativo de calidad para todos los
sectores sociales y desarrollar una educación democrática, no sólo en lo administrativo sino en el
mismo proceso educativo.
c. Cambio de paradigmas en la educación

Nuestros paradigmas educativos devienen del modelo prusiano implantado en el país a


principios del siglo XX. Esos paradigmas confunden educación con escuela; aprender con pasar
de curso; y arrastran un régimen de disciplina cuasimilitar, un currículum enciclopédico como base
de cultura, una pedagogía conductista que anula la creatividad y la investigación; etc.

El eje central del cambio educativo son los/las estudiantes. El enredo señalado arriba se puede
resolver alineando la concepción educativa y la mentalidad de los docentes a las exigencias y
expectativas de los estudiantes y recuperando la esencia primigenia de educar (lat. educere), es
decir, de apoyar el desarrollo de las potencialidades y capacidades de cada persona. Para
ello será necesario cambiar varios “chips” paradigmáticos:

– Cambiar el chip conceptual tradicional de la educación. Definir un modelo pedagógico de


aprendizaje personalizado con base a la cooperación, la interacción y el enfoque virtual; el
aprender a aprender con pedagogías nuevas; la flexibilidad de los procesos educativos y la
participación social.

Un modelo ético y humanista que desarrolla razonamiento lógico, creatividad y producción


intelectual.

Comprender que, además de la escuela, existen otras instancias educativas como las TIC y
desarrollar capacidades de anticipación (visión de futuro), captando los avances científicos y
tecnológicos.

– Cambiar el chip organizacional del sistema educativo. Considerar un currículum fundamental,


común y obligatorio y otro currículum complementario; replantear una estructura educativa
flexible, acorde a las edades de las/los estudiantes y generar condiciones de apoyo educativo
a diferentes niveles.

– Superar el chip endogámico. Todo el sistema educativo está administrado, conducido,


evaluado y reproducido por el magisterio. Es hora de superar esa endogamia que asfixia y que
impide renovación.
d. Calidad educativa y su evaluación

El sistema educativo se mueve a ciegas. No hay información actualizada y confiable que dé


pautas de su calidad. Una educación de calidad tiene efectos directos en los estudiantes, en la
calidad de la ciudadanía formada y en los procesos de desarrollo económico. Con base a
diagnósticos, habrá que formular un Plan Nacional de la Educación, buscar un Acuerdo Nacional
por la Calidad de la educación y contar con un sistema de evaluación educativa que garantice
procesos serios e integrales.

e. Innovación educativa

La educación no puede estar al margen del rápido avance científico y tecnológico y ello exige
innovarla para que marche a la par y pueda influir en el desarrollo del país. Una innovación
coherente que no se confunda con maquillaje.
El Estado debe definir las pautas de una educación innovadora entendida como un conjunto de
ideas, procesos y estrategias planificadas para introducir cambios en la educación. Seguir
haciendo lo mismo pensando que los resultados serán diferentes es un engaño.

Habrá que contar con un marco legal para desarrollar unidades educativas experimentales e
irradiar al resto del sistema educativo innovaciones validadas. Algunas escuelas de convenio,
públicas y/o privadas deberían tener ese carácter experimental, adecuadamente organizadas,
supervisadas y evaluadas.
f. Formación y actualización docente
La calidad del servicio educativo está, en gran medida, en directa relación con la calidad de
las/los docentes y esta relación se constituye en un importante desafío. Además de los
contenidos de la formación profesional y la actualización, hay que superar la imagen del profe
tradicional, portador de saberes, y avanzar para formar tutores capaces de guiar el desarrollo
de los estudiantes, de orientar y manejar metodologías innovadoras.
Ello significa, además, dignificar su rol brindándoles mejor formación, mejores retribuciones y
condiciones laborales, pero también significa exigir eficacia y eficiencia en sus labores.
Los anteriores desafíos no son la totalidad, pero razones de espacio impiden detallar otros.
La educación es la savia, el elemento vivificador, de la sociedad. Si ese elemento vital es
secundarizado, el árbol social y el país sufrirán las consecuencias.
Uno de los problemas que confrontamos cuando se trata de diseñar políticas educativas y dar
seguimiento a su implementación, es la falta o insuficiencia de datos para analizar la situación
educativa actual y, más aún, para entender su desarrollo histórico. Sólo contando con dicha
información es posible plantearse derroteros o evaluar los efectos logrados. “La educación en
Bolivia. Indicadores, cifras y resultados” se constituye, en este sentido, en un aporte valioso
para coadyuvar en la solución de este problema. Hace tan sólo diez años, el sistema educativo
boliviano se encontraba en una suerte de oscurantismo en cuanto a su situación, sus logros y
temas pendientes, contexto en el que el diagnóstico de la realidad educativa no era posible,
salvo algunas aproximaciones que sólo tenían un carácter intuitivo. Fue por ello que en los
propios planes de transformación del sistema se incluyó la creación de instancias y de
instrumentos oportunos, periódicos, pertinentes y confiables, destinados a la recolección,
sistematización y análisis de información proveniente de las escuelas, para dar cuenta de lo
que ocurría con los niños y niñas del país. Muestra de la prioridad que se le asignó a la
información es que el Programa de Reforma Educativa planteó en sus inicios la aplicación del
Mapa Educativo Básico de 1993, como base para generar la información que el país
necesitaba. El siguiente desafío consistió en organizar el Sistema de Información Educativa
(SIE) cuya puesta en marcha constituyó un avance importante porque logró generar un flujo
permanente de información desde la escuela. Con la consolidación del SIE, ahora se cuenta con
información que facilita la toma de decisiones para las políticas educativas en el país. Una
publicación como la preparada por la Dirección de Análisis del Ministerio de Educación da
cuenta de lo acontecido en Bolivia a lo largo de un período que coincide con la primera etapa
de implementación de la Reforma Educativa, y es por eso que resulta especialmente
importante en un momento en el cual esta repartición ministerial se encuentra abocada a la
discusión de la Estrategia de la Educación Boliviana 2004-2015. No cabe duda que los datos
que este informe ofrece al país serán de utilidad a todos quienes les toca diseñar propuestas y
estrategias para el sector, principalmente a los analistas y planificadores de la educación
boliviana. Obviamente, también resultarán de mucho beneficio a las autoridades de los niveles
descentralizados del sistema educativo y a las organizaciones representativas de los docentes,
pues esta información les permitirá comparar lo que ocurre en distintas regiones del país y, a
partir de ello, poder plantear propuestas de acción destinadas al mejoramiento educativo de
las zonas en las que trabajan. La continuidad técnica, que ha caracterizado al Ministerio de
Educación en la pasada década, permite contar con información sistematizada y analizada, lo
que constituye un motivo de satisfacción para los planificadores y las nuevas autoridades de
esta instancia gubernamental. Todo ello resulta todavía más valioso cuando se establecen
comparaciones con los resultados educativos de otros países de la región, permitiendo de esta
manera analizar y replantear los derroteros que la educación nacional se ha propuesto. Los
datos y el análisis consecuente de los mismos han permitido, asimismo, desestimar hipótesis y
revertir discursos declarados desde la oscuridad de la ignorancia, además que han revelado
necesidades ocultas o problemas que se creían inexistentes. Adicionalmente, se abre la
posibilidad de focalizar las acciones (y los recursos) y, en algunos casos, diversificar la política
educativa en función de las realidades de cada región del país. Si bien parece obvio, los

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