respecto del proceso de formación que llevan a cabo las personas en su cultura. Se
considera generalmente cinco dimensiones de la calidad.
Para tener presente lo que vamos a entender por calidad educativa, recurrimos al
documento denominado Guía de Autoevaluación de la UCB (Marzo 2014), al respecto
dice: “El concepto de calidad aplicado al servicio público de la educación superior
hace referencia a la síntesis de características que permiten reconocer un programa
académico específico o una institución de determinado tipo y hacer un juicio sobre la
distancia relativa entre el modo como en esa institución o en ese programa académico
se presta dicho servicio y el óptimo que corresponde a su naturaleza”. Para
aproximarse a ese óptimo, se han definido un conjunto de características generales de
calidad. Con respecto a ellas se emiten los juicios sobre la calidad de instituciones y
programas académicos, pero la determinación más específica y el peso relativo de esas
características estarán, en buena parte, condicionados a la naturaleza de la institución y
a la del programa académico en cuestión.
El ministro de Educación, Roberto Aguilar, informó que Bolivia se incorpora este año
de manera plena a los procesos de Evaluación de la Calidad Educativa (ERCE) con la
finalidad de determinar cuál es el estado de la educación Bolivia.
“Bolivia lleva adelante este proceso hace tres años (…) En 2018 se realizó una prueba
piloto y la prueba definitiva se realizará el mes de noviembre (…)Es la primera prueba
oficial que brindará resultados de la educación boliviana”, dijo.
En mayo de 2016, Bolivia se adhirió al Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la
Calidad de la Educación (Llece). Éste es el principal mecanismo de monitoreo y
seguimiento con el que cuenta la región, con la participación de 19 países. Se trata de un
estudio de gran escala que medirá logros de aprendizaje de los estudiantes de primaria y
los factores asociados que inciden en los resultados.
Informó que este año se evalúan los logros de aprendizaje de estudiantes de tercer y sexto
grado de primaria en las áreas de matemáticas, lectura y escritura (tercer grado) y
matemáticas, lectura, escritura y ciencias naturales (sexto grado). Acompaña la
evaluación, un estudio de los factores asociados y su incidencia en los resultados de
aprendizaje.
Por su parte, el coordinador general del Llece, Atilio Pizarro, informó que el ERCE será
implementado en 300 unidades educativas fiscales, de convenio y privadas.
Encontrar soluciones a este enredo significa encarar, entre otros, los siguientes desafíos:
a. Sintonizar educación y desarrollo nacional.
Será un desafío superar ese modelo y sintonizar las políticas de desarrollo sustentables con las
educativas, entendiendo el desarrollo como el desarrollo de la gente para vivir con dignidad
individual y social, en un Estado de derecho, con democracia, justicia y respeto medioambiental,
generando conciencia para administrar los recursos de ahora sin poner en riesgo los de las
generaciones futuras.
b. Democracia y equidad
Nuestra educación está marcada por la verticalidad. El Estado decide qué, cómo, cuándo y
dónde estudiar. Esa imposición expresada en la escuela, y en el aula, con fuertes jerarquías,
genera malestar y angustia en los estudiantes. Esto es expresión de la ausencia de democracia
en el sistema educativo, tanto en la administración como en la vida escolar. Además, no existe
equidad ya que conviven diferentes tipos y calidades de educación para diferentes grupos
socio-económicos.
El desafío será trabajar por la equidad con un servicio educativo de calidad para todos los
sectores sociales y desarrollar una educación democrática, no sólo en lo administrativo sino en el
mismo proceso educativo.
c. Cambio de paradigmas en la educación
El eje central del cambio educativo son los/las estudiantes. El enredo señalado arriba se puede
resolver alineando la concepción educativa y la mentalidad de los docentes a las exigencias y
expectativas de los estudiantes y recuperando la esencia primigenia de educar (lat. educere), es
decir, de apoyar el desarrollo de las potencialidades y capacidades de cada persona. Para
ello será necesario cambiar varios “chips” paradigmáticos:
Comprender que, además de la escuela, existen otras instancias educativas como las TIC y
desarrollar capacidades de anticipación (visión de futuro), captando los avances científicos y
tecnológicos.
e. Innovación educativa
La educación no puede estar al margen del rápido avance científico y tecnológico y ello exige
innovarla para que marche a la par y pueda influir en el desarrollo del país. Una innovación
coherente que no se confunda con maquillaje.
El Estado debe definir las pautas de una educación innovadora entendida como un conjunto de
ideas, procesos y estrategias planificadas para introducir cambios en la educación. Seguir
haciendo lo mismo pensando que los resultados serán diferentes es un engaño.
Habrá que contar con un marco legal para desarrollar unidades educativas experimentales e
irradiar al resto del sistema educativo innovaciones validadas. Algunas escuelas de convenio,
públicas y/o privadas deberían tener ese carácter experimental, adecuadamente organizadas,
supervisadas y evaluadas.
f. Formación y actualización docente
La calidad del servicio educativo está, en gran medida, en directa relación con la calidad de
las/los docentes y esta relación se constituye en un importante desafío. Además de los
contenidos de la formación profesional y la actualización, hay que superar la imagen del profe
tradicional, portador de saberes, y avanzar para formar tutores capaces de guiar el desarrollo
de los estudiantes, de orientar y manejar metodologías innovadoras.
Ello significa, además, dignificar su rol brindándoles mejor formación, mejores retribuciones y
condiciones laborales, pero también significa exigir eficacia y eficiencia en sus labores.
Los anteriores desafíos no son la totalidad, pero razones de espacio impiden detallar otros.
La educación es la savia, el elemento vivificador, de la sociedad. Si ese elemento vital es
secundarizado, el árbol social y el país sufrirán las consecuencias.
Uno de los problemas que confrontamos cuando se trata de diseñar políticas educativas y dar
seguimiento a su implementación, es la falta o insuficiencia de datos para analizar la situación
educativa actual y, más aún, para entender su desarrollo histórico. Sólo contando con dicha
información es posible plantearse derroteros o evaluar los efectos logrados. “La educación en
Bolivia. Indicadores, cifras y resultados” se constituye, en este sentido, en un aporte valioso
para coadyuvar en la solución de este problema. Hace tan sólo diez años, el sistema educativo
boliviano se encontraba en una suerte de oscurantismo en cuanto a su situación, sus logros y
temas pendientes, contexto en el que el diagnóstico de la realidad educativa no era posible,
salvo algunas aproximaciones que sólo tenían un carácter intuitivo. Fue por ello que en los
propios planes de transformación del sistema se incluyó la creación de instancias y de
instrumentos oportunos, periódicos, pertinentes y confiables, destinados a la recolección,
sistematización y análisis de información proveniente de las escuelas, para dar cuenta de lo
que ocurría con los niños y niñas del país. Muestra de la prioridad que se le asignó a la
información es que el Programa de Reforma Educativa planteó en sus inicios la aplicación del
Mapa Educativo Básico de 1993, como base para generar la información que el país
necesitaba. El siguiente desafío consistió en organizar el Sistema de Información Educativa
(SIE) cuya puesta en marcha constituyó un avance importante porque logró generar un flujo
permanente de información desde la escuela. Con la consolidación del SIE, ahora se cuenta con
información que facilita la toma de decisiones para las políticas educativas en el país. Una
publicación como la preparada por la Dirección de Análisis del Ministerio de Educación da
cuenta de lo acontecido en Bolivia a lo largo de un período que coincide con la primera etapa
de implementación de la Reforma Educativa, y es por eso que resulta especialmente
importante en un momento en el cual esta repartición ministerial se encuentra abocada a la
discusión de la Estrategia de la Educación Boliviana 2004-2015. No cabe duda que los datos
que este informe ofrece al país serán de utilidad a todos quienes les toca diseñar propuestas y
estrategias para el sector, principalmente a los analistas y planificadores de la educación
boliviana. Obviamente, también resultarán de mucho beneficio a las autoridades de los niveles
descentralizados del sistema educativo y a las organizaciones representativas de los docentes,
pues esta información les permitirá comparar lo que ocurre en distintas regiones del país y, a
partir de ello, poder plantear propuestas de acción destinadas al mejoramiento educativo de
las zonas en las que trabajan. La continuidad técnica, que ha caracterizado al Ministerio de
Educación en la pasada década, permite contar con información sistematizada y analizada, lo
que constituye un motivo de satisfacción para los planificadores y las nuevas autoridades de
esta instancia gubernamental. Todo ello resulta todavía más valioso cuando se establecen
comparaciones con los resultados educativos de otros países de la región, permitiendo de esta
manera analizar y replantear los derroteros que la educación nacional se ha propuesto. Los
datos y el análisis consecuente de los mismos han permitido, asimismo, desestimar hipótesis y
revertir discursos declarados desde la oscuridad de la ignorancia, además que han revelado
necesidades ocultas o problemas que se creían inexistentes. Adicionalmente, se abre la
posibilidad de focalizar las acciones (y los recursos) y, en algunos casos, diversificar la política
educativa en función de las realidades de cada región del país. Si bien parece obvio, los