beneficio o las ventajas que espera recibir compensan de alguna forma los
esfuerzos y sacrificios que necesariamente tendrá que realizar. El valor,
determinante fundamental de la intención de compra, surge al fin como el
resultado de este balance entre la calidad del producto y el correspondiente
sacrificio asociado a su obtención. Coincide con lo que habitualmente se
conoce como «relación calidad/precio»: el fruto del trade-off entre lo que
se espera recibir —calidad— y lo que a cambio hay que dar —precio—.
El desarrollo de la intención de compra —constrained preferences
(Rao, 1970)— se entiende así: como el resultado de un proceso de evalua-
ción sometido a limitaciones de coste y directamente orientado a la elec-
ción (Rao y Gautschi, 1982, p. 74). Por ello, a diferencia de lo que ocurre
con las preferencias, las intenciones de compra se revelan como predicto-
res razonables de la conducta final del consumidor.
Las interrelaciones entre los precitados conceptos —calidad, precio y
valor—, así como los factores que determinan las percepciones de la cali-
dad y el valor, pueden describirse y analizarse desde la doble perspectiva
que proporcionan los puntos de vista normativo y positivo. No obstante,
una idea comŭn subyace bajo estos dos planteamientos altemativos: que
todo consumidor, cuando se encuentra ante una gama de opciones de com-
pra —productos distintos o variantes de un mismo producto—, eval ŭa y
compara las ventajas —calidad— y los costes —sacrificio— asociados a
cada una de ellas, de forma que —al menos, en primera instancia— la
intención de compra se dirige hacia aquélla que proporciona la mejor rela-
ción percibida calidad/sacrificio, esto es, el valor percibido más alto. Las
diferencias entre ambos planteamientos se refieren fundamentalmente a
los criterios de evaluación que se utilizan para la estimación del sacrificio,
el nivel de calidad y el valor.
***
Desde un enfoque normativo, los consumidores se conciben como indi-
viduos capaces de estimar el nivel de calidad del producto a partir ŭnica-
mente de los atributos intrinsecos de éste, es decir, con absoluta indepen-
dencia del precio y de cualquiera otra clase de atributo extrinseco 4 . El
dad. A diferencia de lo que ocurre con los intrinsecos, los atributos extrinsecos se muestran
incapaces de generar utilidad y proporcionar satisfacción. Por este motivo, no son desea-
bles en sí mismos; tan sólo se aprecian en la medida en que de su mera presencia en el pro-
ducto se pueda deducir la existencia de ciertos atributos intrinsecos que sí son determinan-
tes de la calidad. Ŭnicamente de este modo afectan a la evaluación de la calidad: a través
de la inferencia.
5 Es posible afirmar que cualquier atributo del producto, variable del marketing-mix
o característica del fabricante o vendedor, en determinados momentos, puede ser utilizado
por algŭ n consumidor como señal de calidad. Sin ánimo ninguno de ser exhaustivos, pode-
mos citar como ejemplos de atributos extrinsecos, además del precio, el nombre de marca,
el nombre y la imagen del fabricante o vendedor, el volumen del gasto publicitario, el país
de origen del producto, el nivel de cobertura de las garantías ofrecidas o la antigtiedad y el
tamaño de la empresa. Ni que decir tiene que las decisiones estratégicas que tome la
empresa también pueden servir, de igual forma, para comunicar una idea de calidad.
La utilización del precio como indicador de la calidad del producto 69
ATRIBUTOS CALIDAD +
INTRINSECOS PERCIBIDA
VALOR INTENCION
PERCIBIDO DE COMPRA
PRECIO
ESTIMADO
SACRIFICIO
0 ESFUERZO -
i
(b) Simplificación del modelo positivo de comportamiento del consumidor
ATRIBUTOS +
INTRINSECOS
ATRIBUTOS CALIDAD +
EXTRINSECOS PERCIBIDA
DISTINTOS
DEL PRECIO +
t VALOR INTENCION
PERCIBIDO DE COMPRA
PRECIO
ESTIMADO
SACRIFICIO
0 ESFUERZO -
t
* Para cada relación, los signos «-F» y «—» indican si la influencia es positiva o negativa.
La utilización del precio como indicador de la calidad del produc(o 71
9 En este contexto, un individuo informado es aquél que tiene un conocirr ŭento subs-
tancial acerca de la calidad del producto; un conocimiento éste que puede provenir tanto de
la asimilación de la información objetiva que facilitan expertos independientes y neutrales,
como de la acumulación de las experiencias personales adquiridas con el uso y consumo
continuados del producto. La experiencia a la que hacemos referencia se define respecto de
una determinada clase de producto. No se trata, por tanto, de esa experiencia general del
individuo en tanto que sujeto consumidor.
76 Jesŭs Gutiérrez Cillán
10 Decimos que son respuestas anómalas porque suponen desviaciones respecto del
comportamiento normativo. En efecto, en el supuesto de utilización del precio como señal
de calidad, la reacción negativa ante el precio que predice la teoría económica se ve atem-
perada, compensada o incluso superada por una de sentido contrario, que, en el extremo,
puede Ilegar a producir una curva de demanda de pendiente positiva. En el caso de aver-
sión al precio, el efecto negativo del precio sobre la intención de compra es, por contra, a ŭn
más fuerte que el previsto.
11 El valor de la información es una función de la cantidad, calidad e importancia de
la misma (Chang, 1988, p. 47).
La tailización del precio como indicador de la calidad del producto 77
12 A este respecto-pueden verse también los trabajos de Miller (1956), Jacoby, Spe-
ller y Kohn (1974a y 1974b) y Keller y Staelin (1987).
78 Jesŭs Gutiérrez Cillán
más bien, a una «U» abierta. Pero, otras curvas alternativas son también
admisibles. Y es que la forma funcional exacta de la relación depende,
en ŭltimo extremo, de factores tales como el tipo de individuo, la clase
de producto o la naturaleza de la información disponible (Chang, 1988,
p. 91).
En el segundo de los trabajos indicados, Rao y Monroe (1988) obtienen
una relación entre la importancia relativa del precio y el nivel de experien-
cia o familiaridad con el producto prácticamente similar a la observada por
Chang (1988). Sin embargo, la justificación del mismo fenómeno se apoya
en razones algo distintas. Para alcanzar sus conclusiones, Rao y Monroe
(1988) dividen la población objeto de estudio en tres grandes clases, cons-
tituidas respectivamente por individuos poco, moderadamente y muy fami-
liarizados con el producto en cuestión. Pues bien, el examen de los com-
portamientos de evaluación seguidos por individuos con diversos niveles
de conocimiento y experiencia revela que los sujetos poco familiarizados
con el producto tienden a utilizar el precio como indicador de la calidad
con mayor frecuencia e intensidad que aquellos otros que poseen un grado
de familiaridad superior. En efecto, a medida que el conocimiento y la
experiencia aumentan, se reduce la necesidad de inferir la calidad del pre-
cio: el individuo se va encontrando —cada vez más— en mejores condi-
ciones para procesar e interpretar adecuadamente la información que se
desprende de los atributos intrinsecos. Se comprueba, además, cómo de
forma paralela crece un sentimiento de desconfianza hacia la mayoría de
los atributos extrinsecos. Sin embargo, cuando el consumidor alcanza una
enorme experiencia y se encuentra muy familiarizado con el producto, los
atributos extrinsecos, y particularmente el precio, pueden volver a recupe-
rar su importancia perdida. Así, la utilización del precio como indicador
de la calidad se presenta como un fenómeno propio de algunos individuos
con niveles de familiaridad extremos: muy bajos o muy altos.
No obstante esta aparente semejanza entre los comportamientos que
siguen ambos tipos extremos de individuos, las motivaciones subyacentes
en cada uno de ellos son claramente diferentes (Rao y Monroe, 1988, p.
255). En el caso de los sujetos inexpertos, existe un problema de incapaci-
dad para juzgar la calidad del producto, a no ser mediante la inferencia
más simple y sencilla. El recurso al precio —o a cualquier otro tipo de
atributo extrinseco: el nombre de marca, por ejemplo— se presenta, pues,
como la ŭnica posibilidad al alcance del consumidor poco familiarizado
con el producto. En el caso de los expertos, la situación es muy distinta.
Los conocimientos adquiridos y las experiencias acumuladas les facultan
para estimar con cierta precisión la relación existente entre los diversos
atributos del producto —sean intrinsecos o extrinsecos— y el correspon-
diente nivel de calidad. Así, ante la evaluación de una variante específica,
el experto puede recurrir al uso del atributo o del conjunto de atributos que
considere pertinente. Si, por ejemplo, su experiencia le indica que, en un
determinado mercado, precios y calidades están correlacionados positiva-
La utilizaciatz del precio como indicador de la calidad del producto 79
13 Ello podría justificar los resultados obtenidos por Lambert (1972) o Krishnan
(1984) y que, tanto uno como otro, consideran inesperados. En el primero de los estudios
(Lambert, 1972, p. 38), el recurso al precio fue mayor en el caso de los consumidores
expertos. En el segundo (Krishnan, 1984, pp. 254-255), no se encontraron diferencias sig-
nificativas en el nivel de dependencia del precio de individuos con distintos niveles de
experiencia.
80 Jesŭs Gutiérrez Cillán
contrario del riesgo de tipo II. Al mismo tiempo, y para los estudios que se
realicen en lo sucesivo, seriala la conveniencia de desglosar el riesgo perci-
bido en sus componentes fundamentales.
Y el segundo argumento; más bien una consideración crítica de orden
conceptual (en extenso, véase Krishnan, 1984, pp. 84-89). El estudio de la
relación precio-calidad percibida se ocupa de la posible influencia del pre-
cio sobre la percepción de la calidad, esto es, del efecto del precio en la
fase de evaluación del producto. Bien es cierto que, en algunos casos, esta
influencia se puede deducir de la elección final, pero el fenómeno que se
trata de analizar se produce en la etapa de evaluación.
La teoría del riesgo percibido se sit ŭ a en el marco más amplio de la
teoría de la elección. Por ello puede resultar apropiada para el desarrollo
de hipótesis acerca de la relación precio-calidad percibida en el ámbito de
la elección, pero no en el campo de la evaluación del producto (Krishnan,
1984, p. 87). A este respecto, conviene tener presente que no toda evalua-
ción que se realice está necesariamente orientada a la elección. Existen
situaciones en las que el consumidor eval ŭa y forma sus preferencias sin
una intención clara de elegir y comprar. En tales casos, el individuo
puede experimentar los efectos de la incertidumbre, pero no percibe nin-
guno de los riesgos asociados a la compra (Krishnan, 1984, p. 89). El
riesgo percibido sirve, así, para tratar de justificar la elección y compra de
la alternativa más cara, pero en modo alguno puede ser capaz de explicar
la utilización del precio como indicador de calidad en la fase previa de la
evaluación; máxime cuando la evaluación no se realiza con vistas a la
elección y la compra.
16 RELi , RELi2 y RELi3 (para cualquier producto j: 1, 2, ... 20) representan las
puntuaciones que los individuos genéricos de las clases 1, 2 y 3, respectivamente, conce-
den al producto j.
17 Kochunny (1988) proporciona evidencia empírica suficiente de la existencia de
estas creencias preconcebidas para el caso de la relación país de origen-calidad.
La utilización del precio como indicador de la calidad del producto 87
Pues bien, son precisamente las creencias orientadas las que llevan al
consumidor a sobreestimar o a subestimar la correlación real entre el pre-
cio y la calidad, y así, le predisponen, respectivamente, a inferir del precio
el nivel de calidad o a rechazar el uso del precio como un criterio para la
evaluación indirecta de la calidad del producto.
Por ŭltimo, y por lo que al origen de estas creencias se refiere, las alter-
nativas que se pueden ofrecer son de índole diversa. En particular, para la
correspondiente a la relación positiva entre precios y calidades, se apuntan
como posibles las siguientes (Tellis y Gaeth, 1990, p. 36):
a) La experiencia consumidora del individuo con unos pocos produc-
tos le indica la presencia de la relación señalada. Ello le lleva a pensar en
la existencia de una correlación positiva generalizable a la totalidad de los
mercados.
88 Jesŭs Gutiérrez Cillán
18 Un argumento de este tipo exige del individuo un cierto grado de confianza en las
prácticas empresariales. Se espera, por tanto, que sean los individuos más convencidos de
la competencia y honestidad del vendedor los que se muestren más inclinados a percibir
una correlación positiva (Shapiro, 1973, p. 290-291).
La utilización del precio como indicador de la calidad del producto 89
ajuste más preciso. No se nos escapa que un fenómeno tan complejo como
el que tratamos de describir no puede explicarse en función de una sola
variable independiente como la considerada.
El Cuadro 3 informa también de un coeficiente C i positivo y significati-
vamente distinto de cero al 95 por ciento de confianza. Ello sirve para con-
firmar nuestras sospechas sobre el efecto de la durabilidad del producto.
4. CONCLUSION
La revisión de la literatura empírica involucrada en el análisis de la
relación precio-calidad percibida pone al descubierto dos aspectos de inte-
rés. El primero: que el recurso al precio para inferir el nivel de calidad del
producto es un fenómeno que se presenta en grados muy distintos seg ŭn
los individuos de que se trate, la clase de producto que se analice y las cir-
cunstancias situacionales que rodean al individuo que eval ŭa el producto.
El segundo: que las cuatro o cinco décadas de historia con las que ya
cuenta la corriente de investigación no parecen haber sido bastantes para
arrojar luz suficiente acerca de la triada «consumidor-producto-situación»
que determina la variabilidad en el grado de utilización del precio como
serial de calidad en la fase de evaluación del producto.
Se hacía necesario, pues, realizar un esfuerzo adicional para tratar de
precisar los factores que explican la presencia e intensidad de la relación
precio-calidad percibida.
En esta idea, comenzamos por discutir la capacidad explicativa de algunos
de los factores que repetidamente aparecen en la literatura sobre el tema
como los principales determinantes del fenómeno estudiado. Nos referimos
al nivel de información y experiencia del consumidor y a la importancia del
riesgo que percibe en la situación de compra. La conclusión a la que Ilega-
mos es que ambos factores —información/experiencia y riesgo percibido--
son incapaces, por sí mismos, de explicar de modo satisfactonio por qué cier-
tos individuos manifiestan una tendencia más o menos sistemática a inferir
precisamente del precio el nivel de calidad del producto.
Con todo, creemos haber llegado a identificar algunos de los factores
susceptibles de explicar la variabilidad del fenómeno a lo largo de la
población. En efecto, con independencia del riesgo que se perciba en cada
situación, la experiencia que se tenga y la cantidad y calidad de la infor-
mación que se posea, un hecho parece cierto: la utilización del precio
como indicador de calidad no puede tener lugar si el individuo no confía
en la inferencia como forma de evaluación indirecta del producto, ni está
convencido de que el precio lleva consigo información fiable acerca de la
calidad.
Entendemos, por tanto, que la utilización del precio como indicador de
calidad exige, como condición necesaria, el cumplirr ŭento simultáneo en
la persona del consumidor de los dos requisitos siguientes:
92 Jesŭs Gutiérrez Cillán
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