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Universidad Francisco Marroquín

Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales


Historia de Iberoamérica II
Prof. Glen Cox

Comentario de texto sobre la obra Yo el Supremo (2010) por Augusto Roa


Bastos

Eduardo E Cordón K.
Carne # 20090425

Guatemala, octubre de 2012


Comentario de texto sobre la obra Yo el Supremo (2010) por Augusto Roa Bastos

El Realismo Mágico es, según Sandra Sartor en su documento Literatura Latino


Americana Contemporánea (s.f.), un género literario en el cual el autor combina elementos
fantásticos y fabulosos con el mundo real, creando así un equilibrio entre la atmósfera mágica
y la cotidianidad; quebrantando -de esa manera- las fronteras entre lo real y lo irreal. La
novela Yo el Supremo (2010) de Augusto Roa Bastos es un caso ejemplar de esta corriente,
razón por la cual se presenta este comentario de texto con la intención de analizar y
diferenciar las variadas aplicaciones del fenómeno político del caudillismo en los países de
América Latina desde su independencia. Para esto, se toma como punto de partida la
Dictadura Perpetua de José Gaspar Rodríguez de Francia en Paraguay que, al mismo tiempo
es la trama de la novela de Roa Bastos.

Más de una vez, se ha analizado el caudillismo como tipo de gobierno, como


fenómeno político o como respuesta a peculiares circunstancias de las sociedades
latinoamericanas. Todo lo que se ha dicho, no obstante, parece que ha generado más
confusión que claridad en torno a este concepto. Por consiguiente, para la realización de este
trabajo es pertinente establecer una definición base.

Entonces, según Carlos Sabino en su Diccionario de Economía y Finanzas (1991)


[versión en línea] como aparece en eumed.net: enciclopedia virtual, el caudillismo es una
“forma de dictadura unipersonal, típica de América Latina, que se caracteriza por la
subordinación de toda la vida política de un país –o eventualmente de un partido o una región-
a los designios de un líder o caudillo.” A esto, debe agregarse que el cabecilla toma el poder
por medio de la violencia, la amenaza de violencia o algún método alternativo; que no daña su
prestigio personal y aumenta su apoyo popular. De allí que una vez alcanzado el poder,
instaura una forma personal de gobierno –autocracia– que repudia y estanca los procesos
políticos societarios; a la vez que dice ser una expresión de los deseos de la nación. Entre sus
consecuencias inmediatas, deben destacarse dos: el aumento del clientelismo en la sociedad y
el rezago de la movilidad social vertical. Esto, a su vez, contribuye a hacer más rígida la
jerarquía establecida.

Ahora que contamos con una base conceptual, debemos repasar el contexto histórico y
político del Paraguay a inicios del siglo XIX, puesto que allí podremos encontrar factores que
favorecen el desarrollo del fenómeno político en cuestión. A propósito, debe aclararse que la

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experiencia colonial de ese país difiere, en gran medida, de la del resto de América española.
Esto se debe, principalmente, a la importancia de la Compañía de Jesús hasta 1776 en la
pacificación, asimilación e inclusión de los pueblos indígenas a la sociedad. Además, que el
territorio paraguayo, por encontrarse tierra adentro en el continente, está rodeado de selva
amazónica, el desierto del Chaco y la cadena montañosa de los Andes.

Desde inicios de 1800, las guerras europeas contra el dominio del imperio francés bajo
Napoleón Bonaparte hacen que España debilite su presencia militar en América. Los ingleses
aprovechan la situación y en 1806 y 1807 atacan el Virreinato de la Plata, poniendo en
evidencia al raquítico sistema colonial español. No obstante, es la invasión napoleónica a la
península ibérica en 1808 cuando estalla la crisis política del imperio español. En medio de
esta situación, se convoca a las Cortes Generales para la organización del gobierno, momento
que aprovecha la periferia colonial –ahora organizada en Juntas de Gobierno– para
emanciparse, con algunas excepciones.

Entre las independizadas de la madre patria se encuentra la Junta de Gobierno de


Buenos Aires, que rápidamente invita al resto de las provincias del antiguo virreinato a
unírsele. En un primer momento, la provincia de Paraguay declara ser fiel al legítimo
gobernante, Fernando VII, y se separa de la capital al no reconocer su movimiento. Esto causa
malestar a los bonaerenses, por la cual deciden invadir al rebelde territorio. Sin embargo, son
fuertemente rechazados por la población que ya se había organizado para la defensa de la
provincia.

La hostilidad entre ambos gobiernos continúa por el lapso de un año, hasta que la
última declara su independencia por medio del congreso de 1811 y da vida a la Junta de
Gobierno de Asunción. A la cabeza del nuevo país están Fulgencio Yegros y J.G. R. de
Francia, cada uno representando a distintos sectores de la sociedad paraguaya. El primero, es
el actor político de la élite criolla, mientras el segundo es la figura principal de las clases
medias y bajas del incipiente país. Esta situación tensa las relaciones entre ambos dirigentes,
pues la clase dominante que controla el gobierno insiste en la unión con Buenos Aires. Es
hasta 1813, que de Francia consigue completar la autonomía del Paraguay, por medio de
evitar la anexión al unitarismo; razón que le gana la enemistad de la élite.

Mientras tanto, en la antigua capital virreinal el movimiento unitario se fortalece bajo


el liderazgo de Juan Manuel de Rosas, al tiempo que Brasil amenaza con anexar Asunción a
su territorio. En vista de esto, José Gaspar Rodríguez de Francia convoca nuevamente al

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congreso en 1816 y logra que se declare la Dictadura Perpetua con él como gobernante del
país. Inmediatamente, la élite criolla pone en marcha una serie de conspiraciones contra el
sistema impuesto por de Francia, que culminan con el fusilamiento de Fulgencio Yegros en
1821 y la derrota definitiva de la clase dominante. Es en este momento cuando el gobierno
autocrático se consolida y, rápidamente aísla al país del exterior con el propósito de frustrar el
las pretensiones de Brasil y Buenos Aires.

De Francia reorganiza la administración y levanta un sistema paternalista de gobierno


para compensar la falta de contacto con el extranjero. A pesar de esto, en algunos años
establece una economía autosuficiente con un modesto nivel de vida para la población y
despliega el poder de un Estado policial autoritario. Este sistema superará, en 1840, la muerte
del Dictador Supremo y es una marca indudable del inicio de la época nacional independiente
del Paraguay.

A propósito, debe mencionarse que el caudillismo es un tipo de gobierno paternalista y


por consiguiente, la fórmula de estabilidad de más fácil aplicación en América española
cuando el poder colonial desaparece. Esto porque no representaba cambios radicales, más
bien, utilizaba las instituciones existentes en la sociedad para imponer el orden. Pese a que es
un mismo fenómeno, cada región lo experimenta de distinta manera. Para caracterizar los
distintos tipos de caudillismo en Suramérica, se utilizan las notas de clase del curso Historia
de Iberoamérica II (2012) impartido por el Prof. G. Cox en la Universidad Francisco
Marroquín.

Por lo tanto, la experiencia paraguaya muestra tres grandes diferencias. La principal


característica es que se frustra la pretensión de poder político a la élite criolla y refuerza las
estructuras gubernamentales establecidas al apoyarlas en las clases medias y bajas. Una
segunda particularidad es la importancia y constante preocupación del gobernante por
mantener la independencia, soberanía y libertad del nuevo país. Por esta razón, levanta una
economía autárquica, en donde el único comprador es el Estado y, por consiguiente, el
monopolizador de las exportaciones. De igual manera ocurre con el trato al exterior, el cual
limita severamente para evitar contagios ideológicos que amenacen al sistema o conduzcan a
la anarquía. Otra característica es la rapidez con la que se elimina el poder económico y
político de la Iglesia Católica, que queda sujeta al estipendio gubernamental, sin privilegios y
con actividades clericales limitadas. Podría decirse que es una secularización del Estado.

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Por otro lado, se encuentra el caudillismo peruano y boliviano. Estos se diferencian del
resto de la región porque en esos países el ejército monárquico tenía una mayor presencia. De
allí que su papel en el proceso de independencia tiene más importancia y le da su
particularidad militar al fenómeno político en esos países. Mientras que el surgido en
Ecuador, se distingue de ambos por ser de corte teocrático y tiene como mayor exponente a
García Moreno. Por último, en las Provincias de la Plata el distintivo particular lo establece
Juan Manuel de Rosas, quien es un caudillo telúrico; es decir, que basa su poder en la tierra.
Esto contrasta con la experiencia paraguaya puesto que él recibe gran apoyo del naciente
grupo de saladeros-ganaderos, así como permite que la élite tradicional bonaerense sigua
enriqueciéndose mientras no se oponga a su gobierno. Además, Rosas no destruye el poder de
la iglesia, más bien lo utiliza como un pilar sostenedor de la dictadura unitarista. Es
importante mencionar, que él representa también otro tipo de caudillismo, el «fronterizo», que
quiere decir que para imponer el orden se apoya a la ciudad o la provincia, dependiendo la
situación.

Ya que se han aclarado las particularidades de cada experiencia, se pasa a hacer el


argumento de la obra para luego analizarla e interpretarla.

Yo el Supremo presenta la historia del gobierno de José Gaspar Rodríguez de Francia,


dictador perpetuo de la República del Paraguay. A pesar que la trama se desenrolla en la
capital del país (Asunción), se mencionan otros lugares de importancia para la correcta
compresión de la época, tales como Tevegó, Buenos Aires, Córdoba, entre otros. Aunque el
horizonte temporal cubre desde 1810 hasta 1840, se ven entremezclados eventos futuros; tales
como la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) y la Guerra del Chaco en 1932. Así como
eventos pasados como la llegada del primer gobernador español al Paraguay. Por lo que,
según Sandra Sartor (s.f) en Literatura Latino Americana Contemporánea, el relato tiene una
característica cíclica típica del realismo mágico (p.6).

La trama ocurre bajo la perspectiva de un narrador protagonista que presenta todo


cuanto ocurre al Supremo. Hasta cierto punto, es posible decir que posee características de un
narrador omnisciente, pues es capaz de expresar reflexiones, sentimientos y actitudes; tanto de
los personajes secundarios como de lo que ocurre dentro y fuera del Paraguay. A su vez, esto
aproxima al lector al actuar del Dictador Supremo, convirtiéndolo en un cómplice de las
decisiones del gobierno. Entre los temas más recurrentes, deben mencionarse el aislamiento
político y económico, la fuerte presencia del ejército en el interior, el malestar de la élite
criolla por su exclusión del gobierno, entre otros. Además, se señalan -sin mucho detalle- el
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buen nivel de educación de la población, la economía de autosuficiencia del país, la
estabilidad del fisco y los intentos diplomáticos que realizan distintas naciones.

Dentro de la novela, existe una variada gama de actores secundarios que tienen la
función de evidenciar la dinámica del relato y completar el panorama que recibe el lector de la
historia. Para mencionar algunos están Juan P. Robertson, Ana Díaz, Petrona Regalada, Doña
Juana Esquivel, el perro Sultán, Correira da Camara, etc. Sin embargo, como personajes
principales destacan el Dictador Supremo y Policarpo Patiño, quienes están presentes a lo
largo del texto. Es importante mencionar que todos los participantes de la narración se
refieren al dictador como “Su Majestad”, “vuecencia” o “excelencia”, poniendo en evidencia
la distancia que existe entre el Dictador Supremo y sus ciudadanos.

Por extraño que parezca, la obra se compone de pequeños relatos –podría decirse que
es un mosaico– en donde cada uno aporta una pieza que completa la visión histórico-
panorámica protagonizada por el Supremo. Esto se refleja en los tipos de texto que utiliza
(Los Apuntes, Circular Perpetua, Cuaderno Privado, Auto Supremo, y Las Notas), así como
transmiten la idea de que cada uno está dirigido a distinto destinatario. De allí que explicar las
diferencias entre ellos es importante. El resumen de los distintos tipos de texto se hace con
base al comentario «La escritura en Yo el Supremo» de Milagros Esquerro, contenida en la 7ª
edición de Yo el Supremo (2010) publicada por Ediciones Cátedra.

El primer texto que aparece son Los Apuntes, los cuales podemos decir que son la base
de la obra. Allí se desenvuelven los hechos del día a día, incluido el monólogo entre el
Dictador y Policarpo Patiño. El siguiente es el Cuaderno Privado, en el cual el Supremo
reflexiona sobre los acontecimientos y busca un balance entre estos. Podría decirse que lo
utiliza como un cuaderno comercial. Luego está la Circular Perpetua, cuya principal función
es dar órdenes al funcionariado público. Sin embargo, dentro de ella también se escriben
consejos y todo aquello importante que evite distorsiones y malas interpretaciones de los
hechos. Por otro lado están Las Notas, en donde se incluyen textos aclarativos, explicaciones
y una variada matiz de contenido que pretende ensanchar la perspectiva de los sucesos. Por
último, están Las otras modalidades. Éstos aparecen una vez en la obra y su oficio primordial
es aclarar algún evento específico dentro de la trama. Para mencionar algunos están el Auto
Supremo, el Pasquín, el Cuaderno de Bitácora, etc.

El hecho que cada tipo de texto esté dirigido a diferente destinatario es a lo que Jesús
Florencia Z., en su artículo Yo el Supremo: las otras historias dentro de la historia (2006), se

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refiere como «intertextualidad». Esto quiere decir, que se crea la percepción de estar
presenciando un monólogo que despliega la historia desde el punto de vista del protagonista.
Por lo tanto, el autor consigue mantener a ese personaje como el centro de atención y logra el
sentimiento de ser un espectador –o cómplice– dentro del pensamiento del gobernante.

Entonces, al desenvolverse de la memoria, el autor sumerge al lector en la historia-


ficción de modo que le sea difícil distinguir entre lo que es real y lo que no. De ésta manera,
los relatos permiten una visión general de la situación política, económica y social en la que
se encuentra Paraguay, al tiempo que le da su carácter mágico a la obra que construye su
presente a partir de alusiones al pasado y visiones al futuro. Además, el peculiar estilo de
redacción de Roa Bastos, como explica Milagros Ezquerro en su comentario La escritura en
Yo el Supremo (2010), muestra un “castellano habitado por el guaraní” (p.73). De allí que la
obra es una celebración al bilingüismo innato del Paraguay, lo que permite una efectiva
transmisión de emociones. Por lo que analizar y juzgar los acontecimientos es parte de la
experiencia literaria.

Este constante juego desemboca en el desenlace, en el cual el gobernante decide


incendiar su oficina mientras él todavía se encuentra adentro. En ese momento, por última
vez, hace el balance general de su sistema, los acontecimientos que marcan su gobierno, su
vida y al país.

A continuación se hará al análisis e interpretación de la novela. Se aclara que se utiliza


la obra Yo el Supremo (1974) [versión en línea] de Augusto Roa Bastos por Bibliotex, S.L.
(2001) y se especifica que todas las referencias y citas provienen de esa publicación.

El propósito principal del relato –lo que Roa Bastos desea transmitir– es la denuncia
del caudillismo como el fenómeno político-social que concentra la autoridad del Estado en
una sola persona. De esta intención, se desarrolla el poder como tema central que se
acompaña de otros, como la dualidad del hombre, para demostrar las consecuencias de
enfocar el poder absoluto que dirige a un país.
Aquí la generalidad del pueblo se encarna en el Estado. Aquí puedo afirmar yo sí con entera
razón: El Estado-soy-Yo, puesto que el pueblo me ha hecho su potestatario supremo.
Identificado con él, qué miedo podemos sentir, quién puede hacernos perder el juicio ni el seso
con estas bufo-nadas. (Roa Bastos, p.129:2001)

Y para demostrar como la dualidad del hombre acompaña durante toda la obra al tema central,
dice el narrador:

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Difícil ser constantemente el mismo hombre […] YO no soy siempre YO. El único que no
cambia es ÉL. Se sostiene en lo invariable. Está ahí en el estado de los seres superlunares. […]
Sólo ÉL permanece sin perder un ápice de su forma, de su dimensión; más vale creciendo-
acreciéndose de sí propio. (Roa Bastos, p.35: 2001).

Por lo tanto, el poder soberano del país no cambia, los únicos que cambian son las personas
que lo ejercen en distintas épocas. Más que eso, recibir autoridad modifica al individuo, les
internaliza un conflicto societario; puesto que la sociedad no distingue entre la persona y el
gobernante.

Otra muestra del tema central dentro de la novela es cuando el Dictador Supremo
explica que estar investido de autoridad deviene del afán del pueblo por defender su
independencia y su soberanía; ya que es trabajo del gobierno protegerlos. Por lo tanto, el
depósito se hace temporalmente sobre algunos hombres, en este caso él, pero siempre regresa
al mismo pueblo. Nos dice:
No me he elegido yo. Me ha elegido la mayoría de nuestros conciudadanos. Yo mismo no
podría elegirme. ¿Podría alguien reemplazarme en la muerte? Del mismo modo nadie podría
reemplazarme en vida. Aunque tuviera un hijo no podría reemplazarme, heredarme. Mi
dinastía comienza y acaba en mí, en YO-ÉL. La soberanía, el poder, de que nos hallamos
investidos, volverán al pueblo al cual pertenecen de manera imperecedera. (Roa Bastos,
p.95:2001).

Sin embargo, el ungimiento del caudillo como gobernante hace que la población pierda
derechos y libertades; de allí que tras unos años inicia una nueva búsqueda por recuperarlos.
Esto, a su vez, es algo que los gobernantes no consiguen comprender, puesto que están
seguros de ser una expresión de los deseo de la patria. Esto se muestra cuando el dictador
cuestiona la actitud de las personas.
¡Y todavía hay pasquinarios que se atreven a presentar la Dictadura Perpetua como una época
tenebrosa, despótica, agobiante! Para ellos sí. Para el pueblo no. ¡La Primera República del
Sur convertida en Reino del Terror! ¡Archifalsarios felones! ¿No les consta acaso que ha sido,
por el contrario, la más justa, la más pacífica, la más noble, la de más completo bienestar y
felicidad, la época de máximo esplendor disfrutada por el pueblo paraguayo en su conjunto y
totalidad, a lo largo de su desdichada historia? (Roa Bastos, pp.192-193:2001)

Por último, otra muestra del poder como tema central aparece cuando el Dictador
explica cuál es la base del mismo en América.
El poder de los gobernantes […] está fundado sobre la ignorancia, en la domesticada
mansedumbre del pueblo. El poder tiene por base la debilidad. Esta base es firme porque
su mayor seguridad está en que el pueblo sea débil. (Roa Bastos, p.65:2001).

A propósito, debe mencionarse que aquí se ve uno de los aspectos del fenómeno del
caudillismo, pues en la medida que el pueblo sea menos organizado y débil, más poder y
autoridad podrá ejercer el líder.

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Por otro lado, está la debacle interna del protagonista, quien está atrapado adentro de
la figura del dictador. El dilema gira, según las palabras de Roa Bastos, entre la “Persona-
corpórea/Figura impersonal” (p.77:2001), en donde el «YO» no puede expresarse
autónomamente ni desea ser influenciada por el poder; del que es depositario. Mientras el
«ÉL» -el Dictador Supremo- ejerce la autoridad a ojos de la sociedad que le ama y teme; en
un sentido maquiavélico. Esto se observa en varios momentos de la obra, aunque se citan los
dos que se consideran más importantes. La primera dice:
A mi turno me revuelco en el barro en busca de no sé qué cosa perdida. Perdido en dos por la
concusión de la caída. Me encontré en el caso de quien ya no puede decir YO porque no está
sólo, sintiéndose más solo que nunca en esas dos mitades, sin saber a cuál de ellas pertenece.
(Roa Bastos, p.41-42:2001)

Y la segunda dice:
Me ven cabalgando el cebruno. No se engañan. Saben que ese Yo no es El Supremo, a quien
temen-aman. Su amor-temor les permite saberlo, obligándoles a la vez a ignorar que lo saben.
Su miedo es toda la sabiduría que tienen. No ser nada. No saber nada. (Roa Bastos,
p.68:2001).

Además, la cantidad de símbolos y mensajes de la novela se transmiten a través de la


dualidad antagónica. Este juego de contrastes tiene la función de demostrar la recurrente
contrariedad entre el gobierno y la sociedad que, hasta hoy en día, existe en América Latina.
La primera muestra ocurre en la relación Dictador-secretario, en donde el Estado intenta que
las personas hagan aquello que él quiere.
Cuando te dicto, las palabras tienen un sentido: otro, cuando las escribes. De modo que
hablamos dos lenguas diferentes […] Escribes lo que te dicto como si tú mismo hablaras por
mí en secreto al papel. Quiero que en las palabras que escribes haya algo que me pertenezca.
(Roa Bastos, p.41:2001)

Luego, nuevamente aparece con el Dictador-corrector, en donde la sociedad solamente asume


una función de «conciencia» del gobierno. Así se muestra el contraste gobierno-sociedad y
como la relación está dominada por el primero, cuando debería ser al revés.
(Letra desconocida)[…] Con ellos el azar dicta sus leyes anulando la vértice-calidad de tu
Poder Absoluto. […]
(Narrador) Quienquiera que seas, impertinente corregidor de mi pluma ya estás comenzando a
fastidiarme. […] Así te equivocas y llenas mis márgenes de burlona suficiencia.
(Letra desconocida)… eso de El Supremo deberías omitirlo al menos para ti mismo […]
(Narrador)… no me interrumpas, repito. Yo El supremo mi pasión la juego a sangre fría en
todos los terrenos.
(Letra desconocida) antes clamabas por la sedición, ahora clamas contra ella. (Roa Bastos,
pp.76-77:2001). Distinción Letra desconocida/Narrador es propia.

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Por otro lado, el más notorio mansaje cultural es el constante uso de palabras
guaraníes, que contribuyen a plasmar la cosmovisión de ese pueblo en la novela. Esto se ve,
por ejemplo, cuando el mito popular fusiona la Dictadura Perpetua con la creencia en el
Karai-Guasú. Dicha historia, según la tradición oral guaraní es “… un famoso cacique, brujo y
terrible tirano al que sus súbditos atribuyen el don de la inmortalidad […] Dicen que recorre
sus dominios por tierra o por aire montado en un tigre azul, uno de los mitos zoomorfos de su
cosmogonía.”(Roa Bastos, p.192:2001). Aquí, además, se muestra como se mitifica la
dictadura, no sólo de de Francia sino en general, y se convierte en una idea incrustada en el
ideario social.

Luego, entre los mensajes políticos de la obra, cabe destacar cuando el Supremo habla
sobre las leyes y dice:
Todo lo que se necesita es la igualdad dentro de la ley. Únicamente los pícaros creen que el
beneficio de un favor es el favor mismo. Entiéndalo todos de una vez: El beneficio de la ley es
la ley misma. No es beneficio ni es ley sino cuando lo es para todos. (Roa Bastos, p.31:2001).

Esto se complementa con la discusión que sostiene el dictador con Pedro Alcántara de
Somellera; que va así:
Vea usted, don Pedro, precisamente porque la fuerza de las cosas tiende sin cesar a destruir la
igualdad, la fuerza de la Revolución debe siempre tender a mantenerla: Que ninguno sea los
bastante rico para comprar a otro, y ninguno sea lo bastante pobre para verse obligado a
venderse. […] La igualdad no se da sin la libertad, don Pedro Alcántara. Esos son los dos
extremos que debemos reunir. (Roa Bastos, p.30:2001).

Entonces, es posible decir que el Supremo busca la realización de los principios de igualdad y
libertad. Sin embargo, debe recordarse que la sociedad paraguaya del momento esto era un
cambio radical, pues estaban acostumbrados a un sistema de privilegios y prerrogativas a las
que se accedía según el estrato social en el que se naciera. De allí que el gobierno dictatorial
tuviese que actuar tan fuertemente para contrarrestar las grandes diferencias sociales
existentes.

Esto es uno de los principales mensajes éticos dentro de la novela. Para cimentar la
legitimidad y la autoridad del gobierno, De Francia impone un sistema educativo basado en el
Catequismo Patrio Reformado con lo cual homogenizar y unificar las creencias sobre el
Estado, promover el patriotismo entre la población y enseñar a las personas a vivir
armoniosamente bajo una república.
Nunca como hoy es necesario hacer entera verdad del dicho: En el Paraguay no hay ningún
ciudadano que no sepa leer ni escribir, y lo que es su consecuencia: Expresarse con propiedad.
(Roa Bastos, p.288:2001).

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Sin embargo, esto lo hace a costa del poder político de la Iglesia Católica porque entiende que
el interés de la nación es mejorar constantemente. Abajo se muestra, como de Francia
intentaba educar en los principios de igualdad, libertad y dignidad de la patria.
El Dictador de una Nación, si es Supremo, no necesita ayuda de ningún Ser Supremo. Él
mismo lo es. En este carácter lo que hice fue proteger la libertad de cultos. Lo único que
impuse fue que el culto se sometiera a los intereses de la Nación. Promulgué el Catequismo
Patrio Reformado. El verdadero culto no está en el ir y venir, sino en el comprender y cumplir.
Obras quiero yo, no palabras… (Roa Bastos, p. 257:2001).

Estos mensajes se complementan con otros como, la denuncia de la opresión militar del
Paraguay bajo la dictadura de Alfredo Strössner; la dependencia económica del país tanto de
Brasil como de Argentina, por medio de referirse al tratado que crea la hidroeléctrica de Itaipú
(1970); o el demostrar que el clientelismo de la sociedad no ha cambiado desde el inicio de la
época nacional.
¿No te parece que debí haber mandado a la horca a todos los que dicen servir a la Patria
cuando lo único que hacen es robarla a discreción?¿Qué opinas tú, mi fideindigno?[…] Si los
bribones-ladrones supiesen las ventajas de la honradez tendrían la pillería de hacerse honrados
a tiempo. (Roa Bastos, p. 266:2001).

A ese mismo respecto, dice más adelante:


Te rodeaste de rufianes que medraban en tu nombre; mantuviste a distancia al pueblo de quien
recibiste la soberanía y el mando, bien comido, protegido, educado en el temor y la
veneración, porque tú también en el fondo lo temías pero no lo venerabas. (Roa Bastos,
p.328:2001).

Por su lado, Sergio Guerra Vilaboy llega a la conclusión que, además de ser el padre
de la patria paraguaya, Rodríguez de Francia es el forjador de la identidad nacional y quien
permite a ese país gozar de estabilidad política, económica y social durante los primeros 20
años de época independiente. Según este historiador, este lapso de tiempo muestra a un
gobernante agudo y eficaz; un constructor de Estado que asegura la supervivencia de su país.
Mientras que para el compilador de Yo el Supremo, este momento histórico representa el
caudillismo, la represión social y el inicio de la tradición autoritaria en Paraguay.

No obstante, debe aclararse que el autor de la novela en ningún momento le resta


crédito al papel gubernamental desempeñado por el Supremo, pues expone cómo fue su
llegada al poder: «Todas mis condiciones fueron aceptadas y establecidas en acta sujeta a
estricto cumplimiento: Autonomía, soberanía absoluta de mis decisiones» (Roa Bastos,
p.128:2001). A su vez, durante el siglo XIX las sociedades latinoamericanas caídas en la
anarquía y el desorden social necesitaron del Estado autoritario para reconstruir el orden. Lo
que evidencia otra excepcionalidad de la Dictadura Perpetua, pues para Paraguay esa anarquía
y desorden llega hasta después de finalizada la Guerra de la Triple Alianza en 1870.
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En conclusión, la experiencia paraguaya con el fenómeno político del caudillismo
mantuvo, por lo menos al inicio, la particularidad que había caracterizado al país desde la
época colonial: su aislamiento. Por consiguiente, la dictadura tuvo una naturaleza benigna que
le permitió institucionalizarse como forma de gobierno legítima. Además, la población en
general percibía los beneficios y no se traicionaron los deseos de las clases populares. De allí
que tras la muerte del Supremo, el Paraguay tuvo otros dos dictadores perpetuos que refinaron
y mejoraron el trabajo iniciado por Rodríguez de Francia. Cabe mencionar que el caudillismo
paraguayo contribuyó a la cohesión social del país, así como es un ejemplo de la continua
búsqueda del punto medio entre la libertad y la igualdad. No obstante los beneficios directos
de este tipo de gobierno, debemos decir que falló –al igual que la mayoría de países
latinoamericanos- en la creación de un Estado Moderno que elimine el clientelismo y
responda a las necesidades de la nación.

Por último, debe decirse que la experiencia regional con el caudillismo ha sido
desastrosa, pues en la mayoría de casos los líderes no han conseguido solucionar los
antagonismos básicos existentes en cada sociedad. De allí que mientras no cambiemos
nuestra cultura política, asistiremos continuamente, como dice el Supremo, al desastre de la
patria. (Roa Bastos, p.328:2001).

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Anexos

A. Mapa del Virreinato del Río de la Plata (1776-


1810) con la delimitación de sus provincias,
intendencias y fronteras.

Bibliografía

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5%2BEl%2Brealismo%2Bmagico.doc%26cmd%3Dfile&ei=IdJXUIGSGsex0QH0ioHgBA&us
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Villegas, A. (1986). Reformismo y revolución en el pensamiento latinoamericano. Siglo Veintiuno
Editores: México.
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