La publicación de este libro causó una gran conmoción en Japón, donde nunca hasta
entonces se había tratado de modo tan la brutal la persecución sufrida por los cristianos
desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII. La obra inspiró con anterioridad
otra adaptación cinematográfica: Os Olhos da Ásia (1996) del director portugués João Mário
Grilo.
Ferreira fue nombrado superior del distrito Kami, encargado de los cristianos de Miyako y
Fushimi. Las persecuciones continuaban. Pronunció sus últimos votos en Nagasaki el 1 de
octubre de 1617. Y comienza a actuar como secretario del provincial Mattheus de Couros
SJ. Durante este tiempo, y debido a la enfermedad del provincial, el P. Ferreira tuvo que
viajar mucho por la provincia y mantener constante contacto con los demás misioneros
jesuitas que permanecían en Japón.
En ese momento los martirios y persecuciones están en su punto álgido. Se había creado
un nuevo martirio, llamado “la fosa”. La lista de religiosos y cristianos muertos bajo este
tormento es larga.
Las autoridades japonesas le trasladaron a Nagasaki y le obligaron a vivir en una casa con
la viuda japonesa de un mercante chino. Adoptó el nombre de Sawano Xhuan. Vivía al modo
japonés y recibía del gobernador un estipendio anual para vivir.
Como las pocas noticias que llegaban de Japón eran heroicos relatos de martirio de
cristianos (muchos de ellos escritos por el propio Ferreira), su apostasía causó un gran
impacto en el mundo católico europeo. Las autoridades japonesas lo emplearon de traductor
de documentos españoles y portugueses. Y varios documentos lo sitúan como testigo en
otras apostasías de cristianos. Su nombre llegó a aparecer en la historia de la medicina
japonesa.
El 27 de junio de 1643 arribó un grupo de jesuitas, donde estaba Giussepe Chiara (el P.
Sebastiao Rodrigues en la novela y película), a la isla de Oshiva con la intención de entablar
comunicación con Ferreira. E inmediatamente fueron arrestados.
Aunque no existe documento ni fecha oficial, se ha admitido la versión que narra que al final
de sus días, con unos 70 años, Cristóvão Ferreira, en 1650, tras haber abjurado su
apostasía es martirizado en la fosa donde muere. Según otras fuentes, Giussepe Chiara
también abjuró su apostasía y acabó sus días en una inhumana celda de castigo.
y teología
Hay suficientes datos históricos que apoyan el admitir que Ferreira abdicó de la fe cristiana
y quedó absorbido por la sociedad japonesa, a la que prestó variados servicios, incluyendo
la medicina. Una de sus funciones era intervenir en la apostasía de otros cristianos. Parece
ser que este fue el caso en la abdicación de Chiara (Sebastiao Rodrigues). Existen también
indicios de que tanto Ferreira como Chiara, ambos integrados en la sociedad japonesa tras
su abjuración, volvieron a manifestar su fe cristiana. Fueron entonces apresados, torturados
y llegaron a perder la vida, siendo martirizados. Pero, en todo caso, no existe certeza total
sobre lo que realmente aconteció.
El argumento parte, pues, de las noticias que llegan a Portugal sobre la abdicación de
Ferreira. Esto crea desconcierto, ya que, para la mentalidad de la época, era un grave
escándalo que se renegase de la fe cristiana. Esta debía estar preparada para el martirio, y
mucho más en cristianos sacerdotes, de probada virtud durante años y años. ¿Qué había
pasado con el P. Ferreira? ¿Se le podía ayudar? Dos jesuitas deciden afrontar el peligro de
ir a Japón para intentar averiguar qué ha pasado con Ferreira, y, en su caso, ayudarlo. Son,
en la película, Sebastiao Rodriguez y Francisco Garupe. Llegan a las costas de Japón y son
acogidos por aldeas de cristianos ocultos que los amparan. Pero, al final, se separan y son
apresados.
Tras diversas vicisitudes, Garupe muere heroicamente. Rodrigues atraviesa un largo acoso
psicológico, en el que interviene Ferreira, y torturas, hasta que al final, ante él, se tortura a
diez cristianos que van a morir lentamente, a no ser que Rodrigues abjure de su fe. Duda,
hasta que cede, decide abjurar y salvar a los cristianos.
Pero queda entonces envuelto, como pasó ya con Ferreira en la sociedad japonesa,
recibiendo, como antes Ferreira, una mujer como esposa. El argumento acaba siguiendo
con brevedad los últimos años de vida de Rodrígues, incluyendo su contacto con unos
mercaderes holandeses. La película concluye con su muerte. El supuesto histórico (del que
parece haber indicios) de que tanto Ferreira como Garupe hubieran vuelto al cristianismo y
hubieran sido entonces martirizados, no es contemplado por el argumento.
En relación a Ferreira no hay una incursión en su mundo interior. Sólo se presenta su figura
objetivamente, dando por supuesto que abjuró del cristianismo, que estaba integrado en la
sociedad japonesa y que intervino en la abjuración de Rodrigues. Lo que interesa al filme es
el drama interior de Rodrigues. El drama interior de Ferreira, si existe, se ignora.
La teología de la historia fílmica son las ideas, experiencias, angustias, dudas del mundo
interior de Rodrigues, metido hasta el fondo en acontecimientos dramáticos en que la
capacidad de sufrir, el equilibrio psicológico y la fidelidad a las propias convicciones del ser
humano, quedan sometidas a una prueba extrema. En realidad, los sufrimientos y torturas
a que se ve sometido Rodrigues son casi inimaginables. Desde un punto de vista fílmico, la
crudeza de las imágenes y el espectáculo de crueldad son realmente muy fuertes.
Ahora bien, ¿cuál es entonces la “teología” que discurre por el mundo interior de Rodrigues?
En primer lugar, debemos constatar que Rodrigues, todos los jesuitas que aparecen en la
historia (los Superiores en Europa, Ferreira, Garupe y Rodrigues), así como los cristianos
creyentes de Japón, viven subjetivamente en un estado de certeza incuestionable de la
verdad de Dios.
Esta certeza tenía una base en la filosofía y teología teocéntrica de la época, más presente
en los jesuitas que en los creyentes japoneses, sin apenas formación teológica. Pero en
ambos, jesuitas y creyentes, existe la persuasión de la fe – de la experiencia mística de Dios
– que produce una seguridad emocional cuasi absoluta, incontrovertible. Por ello, tiene
sentido que Rodrigues y Garupe emprendan su arriesgada aventura (casi un suicidio)
confiados en que el Dios (del que no dudan y en el que confían) deberá ayudarlos.
Sin embargo, frente a esta expectativa de amparo divino, el calvario que atraviesan
Rodrigues y Garupe, desde su arribada al Japón, es indescriptible. Garupe, hasta su muerte,
parece mantenerse entero (por otra parte, su mundo interior no es seguido en la película).
Sin embargo, la película muestra que este desamparo hace mella en Rodrigues. La
constatación de que, ante tanto sufrimiento y solicitud de ayuda, de parte de Rodrigues y de
los cristianos ocultos, Dios parece ausente, en silencio, se convierte en un hecho
desconcertante para Rodrigues.
Esta experiencia de silencio divino ante el drama del creyente es lo que sentido al título del
filme: SILENCIO. Frente a este silencio, el sistema de sentido religioso construido por
Rodrigues lo lleva a la resignación y a aceptar sin rechistar que Dios esté en silencio. Pero
hay un momento de la película que muestra que el sin-sentido de este silencio divino no es
fácil de aceptar y lo está llevando al extremo de la angustia y de la duda. Es cuando exclama
atormentado: … durante años he estado rezando a la Nada! Sin embargo, Rodrigues se
sobrepone y sigue adelante superando las contrariedades, apoyado en su fe cristiana. Pero
todo llega al final en el momento extremo en que entiende, manipulado psicológicamente
por Ferreira, que, si no apostata, diez cristianos van a morir, tras un tormento terrible. Es
entonces cuando, angustiado y entre dudas, apostata objetivamente, d forma externa y
social.
Da la impresión de que discurre como un autómata, obligado por las circunstancias que lo
atrapan y por su mala conciencia de creerse lejos de Dios, irremediablemente culpable.
Sin embargo, la película sigue todavía, hasta el final, el mundo interior de Rodrigues. El filme
va dándonos una serie de pistas para entender que el Dios cristiano, a pesar del complejo
de culpa por la apostasía, sigue presente en su interior. En un momento oye una voz, la voz
de Dios, que le dice: … pensabas que no estaba ahí por mi silencio, pero Yo estaba ahí
siempre presente por detrás de mi silencio.
Cuando muere es enterrado en un féretro (curioso féretro de estilo japonés) y su mujer deja
deslizar entre sus manos cadavéricas una pequeña y rudimentaria cruz de madera que le
pertenecía. Su mujer había entendido el drama cristiano interior de su conciencia, lo había
respetado, y quiere que su mundo cristiano lo acompañe hasta el final. Por eso decía que
su esposa se muestra como una gran mujer.
La película, como decía, no sigue el mundo interior de Ferreira. Sólo describe sus acciones
en esa sociedad japonesa, en la que había quedado atrapado, por un proceso previo de
apostasía, similar al posterior de Rodrigues.
Quizá (esto es una suposición que queda abierta como posible por la historia narrada en el
filme) su mundo interior pudiera estar atravesando un proceso criptocristiano similar al de
Rodrigues. Ya hemos dicho que informaciones de la época afirmaban que tanto Ferreira
como Rodrigues volvieron al cristianismo y murieron martirizados. Nunca lo sabremos con
certeza. Pero el argumento de la película no lo contempla.
Martin Scorsese en 2010. Imagen: Georges Biard, CC BY-SA 3.0. Fuente: Wikimedia Commons.
Silencio es, a nuestro entender, una gran película. Lo es desde un punto de vista estético:
el paisaje brumoso, los encuadres, el ritmo… Pero, sobre todo, lo es porque trata con
competencia y brillantez temas esenciales de la vida humana: el drama de la vida y de la fe
en Dios. La calidad de la película no significa que llegue a ser popular ante el público.
Difícilmente.
Pero el ritmo de la acción y la seriedad del drama humano-religioso que plantea pueden ser
intuidos por muchos. Podría tener interés para sectores imprevistos. En todo caso SILENCIO
es una película de calidad que quedará en Internet y en las videotecas: se verá durante años
y pasará a ser un clásico del cine de temática religiosa. Creo que caben aquí algunas
sugerencias interpretativas, expuestas obviamente como opinión personal.
Todo ser humano, quizá no con la fuerza de Rodrigues, tiene en su vida la experiencia del
drama de la historia y de sus sufrimientos personales que abocan terminalmente a la muerte.
Por ello, la historia de Rodrigues, aunque extrema, es símbolo de lo que, en alguna manera,
acontece en todo hombre.
En este sentido es una historia inteligible porque todo hombre puede llegar a intuir que las
angustias que abruman a Rodrigues son las mismas angustias, en pequeño, que él mismo
ha pasado, está pasando o deberá pasar en años por venir. Por ello es un filme purificador,
como lo era la tragedia griega, porque nos induce a entender qué significa vivir y a asumir
en profundidad lo que la vida dramáticamente significa.
Rodrigues, aunque se ve asaltado por la duda, como hemos visto, sin embargo, sigue en la
creencia religiosa cristiana heróica hasta el final. Solo cede cuando se le pone ante los diez
cristianos terriblemente torturados, a los que puede salvar si apostata. Incluso tras la
abjuración del cristianismo sigue, en su mundo interior, manteniendo una apertura
dramática, con complejo de culpabilidad, al Dios del cristianismo, representado en la cruz
de madera que su esposa pone entre sus manos cadavéricas, una vez en el féretro.
Pero, además, los cristianos ocultos de las aldeas japonesas muestran también una
profunda fe, incontrovertible, a pesar de la persecución cruel a que son sometidos y de los
frecuentes martirios. Su fe no se debilita por su experiencia dramática del silencio divino,
mantenida a lo largo de los años.
Hemos dicho que toda posible religiosidad humana es asumida por hombres que tienen una
experiencia similar de sufrimiento y de silencio de Dios. Por ello, igualmente, como los
cristianos ocultos de Japón, al creer en Dios y confiar, en alguna manera, en su poder
salvador, lo hacen siempre a pesar de su lejanía y de su silencio. Esta es la esencia de la
única religiosidad posible para el hombre abierto a la experiencia dramática del silencio
divino ante el sufrimiento (y, además, en el hombre moderno, la experiencia del silencio
divino ante el conocimiento).
La fe no exige el heroísmo objetivo, es una actitud interior ante Dios. Debemos tener
en cuenta que la película, por su época histórica y el tipo de teología del tiempo,
marcadamente teocéntrica, muestra para los cristianos una exigencia moral extrema. El
testimonio de la fe debe llevarse al extremo de poner en peligro la propia vida. Es lo que
sienten Garupe y Rodrigues. No parecen admitir para sí mismos la menor excusa para la
apostasía. No obstante, debe afirmarse que la fe en el Dios cristiano es la actitud interior de
aceptarlo, a pesar del drama de la vida.
En otras palabras, una apostasía social, debida a una presión externa extrema, no es en
realidad apostasía, si el individuo sigue interiormente abierto a Dios. No sería, en el fondo,
apostasía, sino una estrategia social de supervivencia. Dios la comprendería pues, aunque
la fe cristiana mueve al testimonio de la propia creencia, no hay una exigencia de cumplir
este testimonio en grado extremo y heróico. En este sentido, ni Ferreira ni Rodrigues serían
apóstatas reales. Pero la película muestra el sentido de culpabilidad extremo, sin excusas,
que ambos jesuitas, dejan caer sobre su conciencia.
Esta estructura existencial trifásica muestra una extraordinaria similitud con lo que acontece
en el mundo moderno. Primero, la sociedad moderna ha tejido una malla envolvente (distinta
de la crueldad física de Japón, pero de una extremada finura en la presión psicológica y
social) que ahoga el ejercicio de la religiosidad, tanto interior como social (en el mundo
occidental la religión cristiana que ha perdido la capacidad de mostrar su fuerza significativa
y armonía con la realidad).
Tercero, sin embargo, muchos de esos hombres, que han reducido a Dios al silencio, saben
que en su mundo interior son absolutamente libres y pueden dar salida a los profundos
sentimientos que verdaderamente tienen; es en ese mundo donde anidan todavía las
experiencias religiosas y la relación con el Misterio último de Dios.