Para poder potenciar el desarrollo de las capacidades expresivas de los niños de cero a
seis años el educador debe centrar su atención en los agrupamientos, favoreciendo sobre
todo la intervención individual y en pequeño grupo, y en la organización del espacio,
siendo la más adecuada la distribución en zonas, que pueden ser entendidas como
rincones o talleres de expresión.
Durante los primeros dos años, cuando el acercamiento del educador al niño debe ser
individualizado para captar su atención, no es viable el planteamiento de actividades
grupales, sin embargo, sí cabe el riesgo de abusar de este tipo de actividades en el
segundo ciclo de Educación Infantil.
Con los niños más pequeños la intervención será eminentemente individual, pero
también pueden realizarse actividades de expresión y comunicación dirigidas a todo el
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grupo, como la asamblea, contar un cuento, cantar una canción, observar si están todos
los compañeros del grupo o falta alguien, etc...
Así pues, el educador debe tener muy en cuenta las diferencias personales de cada niño,
no sólo su momento evolutivo o sus mayores habilidades en determinadas actividades,
sino también aspectos tan importantes como la introversión o las habilidades
comunicativas. Para ello, puede potenciar la participación de los niños con menos
habilidades expresivas mediante el agrupamiento flexible.
En general, esta posibilidad del agrupamiento exige una organización singular del
espacio, algo que analizaremos a continuación.
Aunque la organización del espacio es tarea del educador, es importante que responda a
un planteamiento pedagógico elaborado por el equipo educativo. La elaboración de una
propuesta consensuada puede rentabilizar el uso de espacios comunes para destinarlos a
talleres de expresión que puedan ser utilizados por diferentes grupos de niños.
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Así, durante los primeros dos años, cuando la expresión y comunicación se centra en la
experimentación y a realización de acciones sobre los objetos, las actividades expresivas
se desarrollarán en todas las zonas, sin que exista un espacio específico para cada una de
ellas.
Las zonas que suelen contemplarse en esas edades son: sueño, alimentación,
tranquilidad, movimiento y juego. Las actividades de expresión que no necesiten
material (como verbal o musical) se pueden realizar en todas las zonas, mientras que
aquellas que requieran el empleo de materiales específicos se realizarán en zonas de
juego.
B. Rincones
A partir de los dos años se pueden ir incorporando, de forma progresiva, rincones
orientados a actividades específicas de expresión artística, tecnologías o lenguaje verbal.
Estos rincones irán evolucionando en su dinámica de funcionamiento, pero siempre
teniendo en cuenta que esta organización espacial implica una actividad paralela de
diferentes grupos de niños. Organizar un espacio por rincones para utilizarlo en tiempos
libres o con todo el grupo a la vez es un contrasentido.
Aunque el espacio se organice en rincones, suele reservarse una zona para el encuentro
con todo el grupo, en la que se realizan actividades grupales como la asamblea, la
organización de las actividades, pasar lista, observar el calendario o el tiempo
atmosférico, contar cuentos o cantar canciones.
Los talleres comunes: si el centro contempla talleres para uso común (como
talleres artísticos de plástica y música) se podrán priorizar otro tipo de rincones
pare le espacio cotidiano del grupo.
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C. Talleres
Los talleres pueden tener un formato muy variado. Se pueden incorporar en el espacio
cotidiano o fuera de él, pueden ir destinados a un mismo grupo o a que los niños acudan
a él con compañeros de otros grupos; también pueden centrarse en un medio de
expresión o combinar varios. Generalmente se utilizan de forma complementaria al
trabajo diario en el aula y con un número reducido de niños.
En los talleres se trabaja la expresión de forma más específica que en los rincones,
centrando el proceso del niño en la percepción y la exploración. Son, por tanto, un buen
medio para reforzar procesos atendiendo de forma más individualizada a la diversidad
del grupo.
Cuando el niño descubre a los otros, y según va aumentando su competencia social, los
tiempos de actividades grupales se irán combinando con tiempos de actividades
individuales y en pequeño grupo.
A. La sesión diaria
La actividad expresiva y comunicativa está presente de forma espontánea en todas las
sesiones, pero el educador debe planificarla diariamente para ajustar su intervención
educativa.
Ejemplo: para apoyar un proyecto determinado: Carnaval, Día del libro, fiesta de
los amigos, etc…
Pueden diseñarse con una continuidad temporal, con unas coordenadas fijas.
Para ello, y en relación con las actividades expresivas, el equipo educativo deberá
decidir:
B. La secuencia temporal
En muchas de las actividades expresivas y comunicativas es necesario preparar
previamente el espacio o los materiales específicos. Esto debe preverse, porque un
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tiempo prolongado de espera puede hacer disminuir la motivación de los niños por la
actividad.
Hay que evitar realizar con todo el grupo actividades que requieran un tiempo de
atención individual excesivo. Esta atención implica largos periodos de espera de los
niños, que acaban aburriéndose e, incluso, puede generar situaciones de conflicto.
Ejemplo: Los niños que van acabando una actividad pueden ir limpiando los pinceles,
ayudar a guardar el material, a limpiar, o jugar con otro material de forma autónoma.
Por último, el educador debe respetar el ritmo biológico de los niños, cuyo ciclo es
irregular, al igual que en los adultos. En determinados momentos estarán más fatigados
y necesitarán actividades más tranquilas (escuchar un cuento, escuchar música, observar
un álbum infantil), y en otras actividades más intensas y de movimiento (manipular una
masa, tocar instrumentos musicales, bailar).
Los materiales deben ajustarse a las necesidades de los niños. En ocasiones es necesario
seleccionar un mismo material con diferentes nivelaciones, como pinceles, utensilios de
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expresión plástica, libros infantiles… Sin embargo, también es importante contar con
materiales versátiles que permitan su uso para diversas finalidades o niveles.
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A. Del proceso de aprendizaje
Entender como finalidad de la evaluación la determinación de la etapa en la que se
encuentra el niño o si sus aprendizajes corresponden a una determinada edad, es
entender de forma superficial lo que significa evaluar.
El proceso evolutivo del niño es individual, por lo que la evaluación también se debe
centrar en la individualidad si se pretende que sea realmente útil para ajustar la acción
educativa a las necesidades de cada niño
Solo así se podrán valorar las estrategias que el niño utiliza, con qué dificultades se
encuentra y qué recursos tiene para superarlas. De esta forma, el educador podrá ajustar
permanentemente su intervención educativa, valorando si el niño puede superar la
dificultad solo, con su apoyo, o si por el contrario la actividad no se ajusta a su
momento evolutivo.
Para poder evaluar las manifestaciones de expresión y comunicación hay que tener un
conocimiento profundo de las características expresivas y comunicativas y de los
elementos que influyen en cada uno de los medios de expresión que el niño puede
utilizar (corporal, gestual, musical, plástica, gráfica…). Todos ellos tienen un eje
común, un proceso secuenciado en el desarrollo de la capacidad expresiva que el
educador debe conocer. Expresión, descubrimiento, experimentación, intencionalidad,
comunicación y representación.
El planteamiento de actividades.
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Suele realizarse mediante la autoevaluación, es decir, es el propio educador el que
recoge información sobre su actuación. Sin embargo, resulta muy enriquecedor plantear
este eje de la evaluación como trabajo de equipo, de forma que pueda ser observada por
un colega y valorada entre ambos.
Utilizar la lengua oral del modo más conveniente para la comunicación con sus
iguales y con adultos, según las intenciones comunicativas, y comprender
mensajes orales diversos, mostrando una actitud de escucha atenta y respetuosa.
Esta nivelación, si está bien elaborada, permite orientar las acciones de prevención en
casos de despiste precoz y en situaciones en las que el niño pueda tener unas
necesidades educativas especiales, bien por retrasos más o menos significativos, bien
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por la presencia de altas capacidades. En este caso, el educador podrá contar con otro
tipo de profesionales para apoyar su labor.
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información que la familia puede aportar a través de las entrevistas, la evaluación cuenta
principalmente con dos técnicas:
La observación sistemática
Por otro lado, es necesario conocer la documentación como estrategia para hacer visible
aquello que interese del proceso individual del aprendizaje de los niños, y que ayude a
entender y orientar la intervención educativa.
De todas formas, la observación de las producciones ofrece una muestra muy explícita
de lo que el niño ha logrado hacer en comparación con lo que lograba ayer y, por tanto,
constituye una valiosa fuente de motivación para el niño y una buena muestra del
proceso de aprendizaje para el educador y para la familia.
4.2. La observación
Para entender la importancia dela observación como técnica de evaluación hay que
recordar las dos funciones fundamentales que tiene el educador en el área de expresión
y comunicación:
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Lo observado debe ser recogido, bien por escrito o bien utilizando otros soportes; solo
sistematizando el proceso se pueden tomar decisiones encaminadas a la mejora del
proceso de enseñanza-aprendizaje, tanto a nivel individual como colectivo.
El contexto donde mejor se puede recoger una información completa y ajustada de los
progresos de los niños es en un ambiente natural, distendido, en el que tengan una
conducta espontánea, ya sea en actividades libres o en otras formas más dirigidas
(individuales o grupales), pero sin crear situaciones artificiales de observación en las
que los niños puedan sentirse cohibidos y no actuar con naturalidad. Este aspecto es
fundamental en el contexto de la expresión y comunicación, pues los pequeños se
entregan a la actividad creativa expresando sensaciones, ideas, pensamientos, etc…
Una vez registrada la observación, debe ser analizada por el educador para poder tomar
decisiones sobre el ajuste de la intervención educativa.
La información obtenida sobre el proceso de aprendizaje del niño debe ser comunicada
a la familia mediante los denominados informes de evaluación. Por lo general, no
suelen hacerse informes específicos de expresión y comunicación.
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