Se vive en una época donde las quejas, los sufrimientos, los padecimientos, los malestares,
los dolores y las maledicencias, son las constantes vívidas de particulares, gremios y
sociedades. Y esas constantes, innegables, imborrables se sintetizan bajo el concepto de
enfermedad (1).
Las concepciones sobre la enfermedad han cambiado a través de la historia, así como las
tendencias actuales y su impacto en los problemas de salud y en los programas de
prevención de las enfermedades. Se requiere conocer la forma en que se ha explicado la
enfermedad a través del tiempo, para identificar las concepciones dominantes (2).
El hombre llegó a identificar momentos durante los cuales sentía malestar o dolor y
momentos en los cuales se sentía no solo libre de molestias sino además, bien y eufórico.
Es lógico suponer que en su constante deseo de simbolizar creara expresiones que le
permitieran comunicar a otros sus vivencias de malestar o bienestar. En esta forma nació
posiblemente el dualismo cultural de las palabras salud y enfermedad (6).
ÉPOCA PRIMITIVA
En las culturas primitivas, para curar dichas enfermedades existía el brujo, quien era
curandero por dos virtudes: por su conocimiento de plantas y preparación de brebajes y por
su cercanía con los dioses. Las plantas de donde se extraían las infusiones y los bebedizos
eran albergue de los espíritus de los dioses, que debían ser invocados mediante
ceremonias y rituales. Dichos curadores posiblemente no diferenciaban los problemas del
cuerpo de los del espíritu, y su visión del individuo, la sociedad y la naturaleza era aislada.
(5,8).
Los curadores primitivos consideraban enfermedad no solo a lo que causara dolor, sino
también a ciertos estados físicos y psíquicos que impedían al sujeto participar en las
actividades de supervivencia de grupo e interferían con el bienestar colectivo (5).
La asignación del rol de curador es desconocida, pero probablemente las mujeres hayan
tenido un papel protagónico, estas reconocían las hierbas o raíces alimenticias y
observaban las que tenían propiedades tóxicas, vomitivas o purgantes y fueron las primeras
en aprender a preparar y emplear los remedios y contravenenos. Ellas asistían a las
parturientas y acumulaban conocimientos prácticos sobre el cordón umbilical y la placenta.
Lo cual les permitió adquirir conocimiento avanzado en obstetricia y fitoterapia (5,6).
La preocupación del hombre por mitigar sus dolencias lo ha llevado a buscar recursos
eficaces para sus males. Ha sido evidente que la eficacia de las recomendaciones en
ocasiones se basaba casi exclusivamente en lo que se ha llamado fe de los enfermos, ya
sea en el curador o en los remedios que éste recomendaba. Ese tipo de oscurantismo
ciertamente significó un estancamiento - y hasta un retroceso - del conocimiento y de las
prácticas sanitarias que se prolongó hasta el Renacimiento (9,10)
Hipócrates definía las enfermedades como la perdida de la armonía al interior del cuerpo o
entre el cuerpo y su medio ambiente. Además afirmaba que las enfermedades no se podían
ver como un fenómeno sobrenatural puesto que ocurría en el cuerpo físico, eran
observables, estaban sujetas a leyes susceptibles de comprensión, y podían responder a
tratamientos basados en el razonamiento. También se caracterizaba por ser dinámicas
puesto que así como aparecían podrían desaparecer (5).
Tanto la salud como la enfermedad estaban regidas por leyes naturales y reflejaban la
influencia ejercida por el medio y las condiciones higiénicas; es decir, se contemplaba la
salud como el resultado de una relación armoniosa entre el hombre y su ambiente, del
equilibrio de los humores corporales (sangre, flema, bilis amarilla y negra), como resultante
de la combinación con los elementos primarios de la naturaleza: caliente-húmedo, frío-seco
y los elementos del planeta; fuego, tierra, agua, aire (9).
Por otra parte la enfermedad está caracterizada por un conjunto de fenómenos (signos y
síntomas) que deben llevar a la curación en virtud de los esfuerzos de la naturaleza, a la
cual, denomina con el nombre de Physis (7).
La observación de los signos y síntomas del enfermo debe ser – según Hipócrates – el
método fundamental para llegar a establecer un diagnóstico acertado. La inteligencia y los
sentidos son los únicos instrumentos adecuados para formularlo (7).
De la misma manera, planteaba como forma de evitar las enfermedades omitir los excesos
y realizar ciertas prácticas higiénicas, aunque dichas prácticas no era de carácter obligatorio
Tal posición realista, representaba ya un gran avance; lamentablemente, sus frutos serían
cosechados casi dos mil años después, debido al posterior dominio de los filósofos
moralistas e idealistas que, entre otras cosas, retardarían la aparición de las ciencias
fácticas, sin las cuales, fue imposible disponer del conocimiento necesario para comprender
la enfermedad (4).
ÉPOCA ONTOLÓGICA
En un tercer momento aparece la concepción ontológica, en la cual persisten nociones de
enfermedad de la época primitiva; se considera al enfermo como un hombre al que le ha
penetrado o se le ha quitado algo. La enfermedad es una entidad con existencia
independiente capaz de provocar un mal. Ese mal genera la pedida de la salud y se le
atribuyen razones mágicas (9).
Los hospicios medievales polivalentes donde se brindaba atención a los más necesitados
fueron convirtiéndose en hospitales, especializados en la atención de enfermos, aparece la
clínica la cual se caracteriza por realizar una observación minuciosa de los signos y
síntomas de cada enfermo, que permitió realizar una taxonomía de las enfermedades (5).
En el siglo XX la clave de la
enfermedad se desplazó al
sistema inmunitario y se prevé
que el desarrollo de la genética
a principios del siglo XXI
conllevará a una evaluación de
las enfermedades desde los
determinantes genómicos (5).
En la naturaleza, la
enfermedad no existe como tal
sino como un fenómeno
biológico que sólo puede
distinguirse porque rompe
cierta secuencia de eventos
que son parte de un proceso
continuo. Si no está el ojo
testigo del ser humano, ese fenómeno no adquiere sentido. Es el individuo y la sociedad
los que otorgan el rótulo de enfermedad a determinado evento (12).
ÉPOCA SOCIOLÓGICA
Las diferentes concepciones sobre enfermedad
explicadas con anterioridad dieron origen a la
concepción sociológica de la misma, en este
pensar, se cuestiona el carácter puramente
biológico de la enfermedad y de la práctica
médica dominante; el sociólogo Talcott
Parsons propone que la enfermedad
antes que nada, era un hecho social
claramente definido en función de los
roles de los médicos – definir la
enfermedad, legitimar el rol del enfermo
y devolverlo a su estado natural- y de las
personas enfermas-incapacitado para
cumplir con sus funciones normales, se
le exige que haga todo lo posible para
buscar ayuda y ponerse bien- (5,13).
El concepto de enfermedad no debe desligarse de lo cultural puesto que Cada una y todas
las culturas poseen conceptos sobre lo que es ser enfermo o saludable. Cada grupo se
organiza colectivamente – a través de medios materiales, pensamiento y elementos
culturales – para comprender y desarrollar técnicas en respuesta a las experiencias o
episodios de enfermedad e infortunios, sean ellos individuales o colectivos (14).
Por lo tanto se puede evidenciar como cada comunidad indígena en diferentes países
latinoamericanos a pesar de tener similitudes en cuanto a costumbres, creencias,
organización, han creado de la enfermedad un concepto propio y causas diferentes, como
es el caso de la Kichwa del Ecuador; para esta comunidad la enfermedad es considerada
como la ruptura del equilibrio y la falta de armonía que provoca el excesivo trabajo, el
maltrato, la tristeza, la desorganización, la contaminación y agotamiento de los recursos
naturales. En cambio para la Aymara de Bolivia es un desequilibrio fisiológico y social que
puede ser considerado por un cuerpo extraño o por voluntad de los dioses a consecuencia
de una serie de faltas (pecados) que pudo haber cometido un individuo, igualmente puede
resultar de la acción de los hechiceros; así mismo para la Cuna de Panamá es la lucha
entre las fuerzas del mal y el hombre (15).
Por lo tanto, las cuestiones relativas a la salud y a la enfermedad, no pueden ser analizadas
de forma aislada de las demás dimensiones de la vida social mediada y compenetrada por
la cultura. El entendimiento del enfermar ha evolucionado a través de los tiempos. Es por
ello En su elaboración han contribuido el sentido común y el pensamiento mágico, pero
también el pensamiento reflexivo y creador. Uno a uno los diferentes sistemas de
conocimiento han infundido significado y explicación al concepto enfermedad (14,4).