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El sistema capitalista internacional está en crisis, y además ha

generado la crisis civilizatoria de la humanidad. ¿Cómo seguimos?

Por Luis Lafferriere (*)

El orden social capitalista ya ha logrado en este siglo XXI imponerse en casi todos
los rincones del planeta. Analizar su situación nos puede dar señales sobre dónde
estamos y hacia dónde vamos como humanidad, y de esa manera no sólo tomar
conciencia de los graves problemas actuales y de los peligros futuros, sino también
poder actuar para intentar cambiar el rumbo suicida hacia el abismo que implica la
marcha global del sistema.

Las lógicas dominantes del sistema capitalista

El capitalismo se asienta en una dinámica económica que tiene como características


ciertos rasgos esenciales: uno, que quienes deciden si se va a producir o no, y qué
cosas se van a producir, son los empresarios dueños de los medios de producción, y
cuando deciden tienen como prioridad la búsqueda de la máxima ganancia; otro, que
el sistema busca el máximo crecimiento posible, ya que de lo contrario entra en
crisis; y un tercero, es que para lograr el crecimiento, además de inversiones se
necesita que aumente la demanda global de manera sostenida en el tiempo.

De todos modos, el crecimiento histórico del capitalismo muestra que el mismo se


produce de manera cíclica, intermitente, con etapas de expansión y con momentos
donde la misma se interrumpe y se genera una recesión.

En los momentos de expansión, el crecimiento puede generar mejoras relativas en


el empleo y los salarios, pero siempre se acompaña con una mayor concentración de
la economía y de sus mercados, en paralelo a una creciente desigualdad social.
También durante la expansión se multiplica la extracción de recursos de la
naturaleza, el uso de energía y la expulsión de residuos y derechos al ambiente. Por
lo tanto, crecimiento se iguala también a la depredación de los bienes comunes y a
la creciente contaminación ambiental.

Si durante una recesión o una crisis el crecimiento se interrumpe, habrá menor


depredación; pero por el contrario se agravan los problemas sociales, por la caída
de los ingresos y el aumento de la desocupación, con su secuela de mayor pobreza e
indigencia. (1)

La marcha del capitalismo mundial: crisis, reestructuración y nueva crisis.


Si analizamos lo que viene sucediendo en las últimas décadas en el mundo, podemos
observar el fin del largo proceso expansivo producido durante la segunda
postguerra (el llamado modelo “fordista-keynesiano”, vigente entre mediados de
los años ’40 y los años ’70 del siglo XX). Una de las causas de ese final estaría dada
en la caída tendencial de la tasa de ganancia de las grandes empresas de los países
del norte global. (2)

Eso dará lugar a una crisis del modelo vigente hasta entonces, y a una profunda
reestructuración del sistema capitalista internacional, impulsada por las grandes
corporaciones y el capital financiero más concentrado de los países centrales, a
través de su proyecto neoliberal, buscando recomponer la disminuida tasa de
ganancia.

Esa reestructuración implicó un cambio en la orientación política de los gobiernos,


favorables a la desregulación, las privatizaciones de empresas públicas, las
reformas fiscales para desgravar a los ricos y recargar a los que menos tienen, las
reformas laborales para quitar derechos a los trabajadores y bajar el costo de
producción; además de un cambio de las estrategias de las grandes empresas
transnacionales, de organizar la producción a escala mundial, llevando parte de sus
procesos productivos a países de muy bajo costo laboral, tributario y ambiental
(acompañado por un notable desarrollo de las innovaciones tecnológicas).

En paralelo, parte importante de las inversiones se canalizan hacia actividades


especulativas, lo que dio inicio a una acumulación irracional e insustentable de
rentabilidad fuera de la esfera productiva, que irá generando burbujas que no se
apoyan en generación real de riquezas y provocarán grandes desequilibrios y crisis
financieras.

Reestructuración capitalista muy exitosa… pero genera nuevos problemas

El éxito innegable de la reestructuración capitalista neoliberal se puede observar


no sólo en la magnitud de los cambios productivos y de todo el orden social, sino
también en la generación de dos grandes problemas para el crecimiento del propio
sistema. (2)

Por un lado, la concentración de riquezas en un puñado reducido de gigantescas


corporaciones y bancos, va a dejar a las mayorías de las sociedades con un escaso
poder de compras, lo que constituirá un fuerte limitante para generar un mayor
consumo y el despliegue de una nueva fase expansiva.
Por otro lado, el aumento sideral de la masa de capitales especulativos fue
superando ampliamente al comercio y la producción mundial, y llevó a un
enriquecimiento de los especuladores basado no sólo en la apropiación de la
ganancia productiva sino también en la desposesión de riquezas y el saqueo de
recursos del resto de la sociedad. Este eufórico crecimiento del crédito y los
instrumentos financieros surge como necesidad de mantener el consumo alicaído
por la débil demanda que dejan las políticas neoliberales.

Si bien el crecimiento económico se pudo mantener provisoriamente, se logró en


base a políticas “artificiales” promovidas en especial en los Estados Unidos, con
aumento del gasto público (en especial gastos en defensa, en armamentismo, en
C&T en beneficio de las grandes corporaciones del complejo militar industrial, etc)
y un aumento del gasto privado impulsado por la multiplicación del crédito y por
sucesivas burbujas especulativas que a través del efecto riqueza provocaban
fuertes aumentos del consumo privado.

Estados Unidos fue así operando como “locomotora” de la demanda mundial durante
la última década del siglo XX y los primeros años del nuevo siglo.
El reflejo de esta acción fue un creciente déficit del comercio externo
norteamericano, al comprar del resto del mundo mucho más de lo que colocaba, y
entregar a cambio papelitos de colores (aceptados como moneda universal). Eso
permitía que la gran capacidad productiva global pudiera evitar temporalmente el
obstáculo de mercados insuficientes, ya que la mayor producción sobrante se
colocaba en el mercado de los EEUU. (3)

La explosión de una nueva y gran burbuja/estafa

La última gran burbuja impulsada por los bancos comerciales más grandes de la
potencia hegemónica, fue la hipotecaria. La misma, a través de créditos
irresponsables otorgados a deudores de dudosa capacidad de pago, incentivó el
mercado inmobiliario y la construcción de viviendas, con gran impacto reactivante
sobre la economía. Sobre la base de esas hipotecas se generaron se generaron a su
vez nuevos instrumentos de inversión, que los grandes bancos norteamericanos
colocaron en todo el mundo.

Cuando llegó la hora de pagar los créditos y se manifestó la insolvencia de los


deudores, los bancos vieron caer los valores de los inmuebles y de las propias
hipotecas, y con ellas los compromisos con los instrumentos de inversión colocados
en todo el mundo y que luego no podían afrontarse.
De esa manera, lo que se inició en el 2007 como una crisis hipotecaria en los
Estados Unidos, se transformó en una grave crisis financiera, afectando la
seguridad y la rentabilidad de grandes bancos y fondos de inversiones
internacionales. Esto a su vez provocó una crisis de la economía real, por el impacto
negativo sobre la construcción y el mercado inmobiliario, por la caída de la liquidez
en el sistema financiero, y por la suba de la tasa de interés con el objeto de
retener ahorristas. Pero avanzada como estaba la globalización financiera, la crisis
se extendió desde los EEUU al resto del mundo. (4)

Eso provocó una recesión sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, y sus
efectos se extendieron paulatinamente a muchos espacios del planeta.

Esta estafa gigantesca que dio lugar a esa gran crisis financiera y económica
internacional, en lugar de llevarse presos a los banqueros responsables y de
ponerse mayores controles sobre el sistema, tuvo como respuestas de los Estados
de los países centrales, acudir con ayuda inédita a esos banqueros estafadores.

Más grave aún, sin embargo, es que los billones de dólares estatales que se
destinaron a salvar a los grandes bancos privados no llegaron ni a las empresas en
dificultades ni a los asfixiados deudores, pero sí contribuyeron a ampliar el poder
de la banca más concentrada, causante y beneficiaria central de ese proceso
fraudulento.

La raíz de la nueva crisis de la economía mundial no está en el crecimiento notable


de los instrumentos financieros especulativos, sino en que los mismos crecieron
para tratar de contrarrestar la caída tendencial del crecimiento económico
mundial, desde fines de los años ’60 del siglo XX.

Los productos financieros derivados, principal componente de la trama


especulativa global, “que representaban en 1988 unos 80 billones de dólares (2,5
veces el Producto Global de ese año), en diciembre de 2003 alcanzaban los 200
billones de dólares (5,3 veces el PBG) y a mediados de 2008, en plena euforia
financiera, saltaron a 680 billones (11 veces el PBG), la recesión de 2009 los hizo
caer: para mediados de ese año habían bajado a 590 billones (9,5 veces el PBG).”
(5)

Al explotar la burbuja hipotecaria y romperse la cadena fraudulenta de los títulos


basura, llegaba a su fin la euforia especulativa. Desde entonces, las cifras
nominales se estancaron o subieron muy poco reduciendo su importancia respecto
del Producto Bruto Global.
El crecimiento sostenido de la economía mundial hasta el momento de desatarse
esta última crisis (año 2007/2008) tuvo como uno de sus principales protagonista a
la República Popular China, gran proveedor de los Estados Unidos y gran
demandante de bienes primarios del resto del mundo. Esta nueva potencia mundial
comenzó su trayectoria ascendente en los años ’80, impulsada por una nueva
orientación de su economía y por la llegada masiva de inversiones de corporaciones
estadounidenses, que buscaban recuperar su tasa de ganancia en un mercado con
mano de obra muy barata. Desde ese territorio producirán para vender sus bienes
en el mercado de EEUU, que se había convertido en la locomotora de la demanda
mundial.

Hasta la gran crisis, y acompañando el crecimiento mundial y la demanda creciente


de productos primarios por la República Popular China, también se había producido
un boom de los precios de las commodities, y con ello el despliegue del nuevo
extractivismo en América Latina, de la mano de gobiernos de distintos signos
políticos. Pero la crisis los hará caer estrepitosamente. Será el inicio del
agotamiento de los prósperos años del extractivismo latinoamericano, y de un
período de estancamiento con grandes dificultades internas, tanto económicas
como sociales.

En las sociedades del norte opulento las cosas no fueron mucho mejores. Los
estados endeudados para salvar a los bancos estafadores, de la mano de gobiernos
neoliberales, buscarán solventar sus déficits fiscales apelando a las recetas ya
conocidas de bajar el gasto público destinado a fines sociales y aplicar políticas de
ajuste. Los ingresos se irán concentrando cada vez más en los bolsillos de los
grandes especuladores, y la débil recuperación económica no alcanzará a
compensar a la masa de trabajadores por la caída de sus salarios.

A más de una década de la gran crisis/estafa

La orientación de las políticas neoliberales se mantendrá luego de la crisis en casi


todos los países capitalistas centrales, lo que implica una continuidad en la
generación de nuevas burbujas especulativas, el crecimiento de la masa de
capitales líquidos, el enriquecimiento de una minoría reducida de la población
mundial y una grosera desigualdad en la distribución del ingreso y la riqueza. (6)

Hoy vuelve nuevamente la amenaza de una nueva gran crisis, según el consenso de
gran cantidad de expertos, que indican con muchos fundamentos que la misma
podría producirse entre 2020 y 2021.
Las principales economías (China, EEUU y Alemania) que representan alrededor del
55% del producto mundial muestran una fuerte disminución de su actividad, y otras
muy importantes (como Japón, Italia, etc) vienen con muchos problemas desde
hace varios años. Lo mismo sucede con otras economías menores de la periferia del
sistema, como Brasil, México, Argentina, Venezuela, etc. No sólo la debilidad del
consumo global y de la inversión productiva, sino también la insuficiencia de las
políticas monetarias expansivas y las dificultades para incrementar el gasto público
(por el alto endeudamiento estatal), que se suman a la nueva oleada proteccionista
y los crecientes conflictos comerciales, se agregan a este cóctel explosivo que
incluye un endeudamiento astronómico de estados, empresas y consumidores, y la
acumulación gigantesca de capitales especulativos que ya no tienen sustento en la
generación de riquezas genuinas. (7)

Junto a nuevas señales de la posibilidad de otra gran crisis (donde no se discute si


tendrá lugar o no, sino cuándo sucederá), el orden social capitalista ha conducido a
toda la humanidad a una crisis civilizatoria sin precedentes.

Por un lado, una crisis ambiental que a través de la depredación y sobreexplotación


de los bienes comunes de la Tierra está provocando una escasez creciente de
bienes esenciales para la vida, y por la contaminación gigantesca está modificando
las condiciones que permitieron la supervivencia de los humanos y de muchas otras
especies. Por otro lado, una crisis humanitaria, que implica que más de la mitad de
la población mundial se encuentra en una situación de pobreza, y alrededor de dos
mil millones de personas pasan hambre todos los días.

El consenso científico es casi unánime en sus llamados cada vez más enérgicos para
cambiar el rumbo, porque estamos superando varios de los límites que nos pone el
planeta, y marchamos hacia colapsos inevitables. El calentamiento global, los
futuros colapsos energéticos, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación de
las aguas, y el avance la sexta extinción masiva de especies provocada por la
actividad humana, ponen un marco preocupante para la continuidad de un sistema
que sólo reconoce sus únicas prioridades, que son la maximización de las ganancias
a nivel micro y del crecimiento a nivel macro.

En medio de esta crisis civilizatoria se presenta la antes mencionada crisis del


sistema como tal, que requiere una demanda creciente y sostenida que no podría
darse ni aún incluyendo a la fiesta hiper consumista a parte de los miles de millones
empobrecidos, ya que la limitación de los recursos materiales cada vez más escasos
impediría una salida de ese tipo. (8)
Este complejo y preocupante panorama obliga a un urgente y profundo debate
acerca de la imposibilidad de continuar en el marco de un orden social suicida y
biocida, y de buscar soluciones en la coyuntura que no ignoren los graves
condicionantes estructurales sino que contribuyan a transitar por otros rumbos
sistémicos, en procesos de transición para construir nuevas formas de producir, de
consumir y de convivir. En armonía con nosotros mismos, entre nosotros y con la
naturaleza de la cual formamos parte. Único camino posible si deseamos que las
futuras generaciones puedan seguir viviendo este planeta, nuestro único hogar.

29 de octubre de 2019.-

(*) Docente universitario de economía política UNER – Director del Programa de


Extensión de cátedras “Por una nueva economía, humana y sustentable” – Miembro
de la Junta Abya Yala por los Pueblos Libres (JAPL) y del Frente de Lucha por la
Soberanía Alimentaria Argentina (FLSAA).

Notas

(1) Ver: Lafferriere, Luis 2017. “Un cáncer que está devorando a la humanidad”.

(2)Ver: Lafferriere, Luis 2002. “El actual marco internacional”.

(3) Ver: Lafferriere, Luis 2016. “Economía hoy. Capitalismo en crisis y humanidad en
peligro”.

(4) Ver: Torres López, Juan 2007. “Diez ideas para entender la crisis financiera”.

(5) Ver: Beinstein, Jorge 2016. “Alerta roja. Señales de implosión en la economía global”.

(6) Ver: Andreu, Albert 2018. “A diez años del crac financiero”.

(7) Ver: Torres López, Juan 2019. “La crisis que viene”.

(8) Ver: Lafferriere, Luis 2016. “Capitalismo en crisis, humanidad en peligro… y llega
Trump!”.

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