El orden social capitalista ya ha logrado en este siglo XXI imponerse en casi todos
los rincones del planeta. Analizar su situación nos puede dar señales sobre dónde
estamos y hacia dónde vamos como humanidad, y de esa manera no sólo tomar
conciencia de los graves problemas actuales y de los peligros futuros, sino también
poder actuar para intentar cambiar el rumbo suicida hacia el abismo que implica la
marcha global del sistema.
Eso dará lugar a una crisis del modelo vigente hasta entonces, y a una profunda
reestructuración del sistema capitalista internacional, impulsada por las grandes
corporaciones y el capital financiero más concentrado de los países centrales, a
través de su proyecto neoliberal, buscando recomponer la disminuida tasa de
ganancia.
Estados Unidos fue así operando como “locomotora” de la demanda mundial durante
la última década del siglo XX y los primeros años del nuevo siglo.
El reflejo de esta acción fue un creciente déficit del comercio externo
norteamericano, al comprar del resto del mundo mucho más de lo que colocaba, y
entregar a cambio papelitos de colores (aceptados como moneda universal). Eso
permitía que la gran capacidad productiva global pudiera evitar temporalmente el
obstáculo de mercados insuficientes, ya que la mayor producción sobrante se
colocaba en el mercado de los EEUU. (3)
La última gran burbuja impulsada por los bancos comerciales más grandes de la
potencia hegemónica, fue la hipotecaria. La misma, a través de créditos
irresponsables otorgados a deudores de dudosa capacidad de pago, incentivó el
mercado inmobiliario y la construcción de viviendas, con gran impacto reactivante
sobre la economía. Sobre la base de esas hipotecas se generaron se generaron a su
vez nuevos instrumentos de inversión, que los grandes bancos norteamericanos
colocaron en todo el mundo.
Eso provocó una recesión sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, y sus
efectos se extendieron paulatinamente a muchos espacios del planeta.
Esta estafa gigantesca que dio lugar a esa gran crisis financiera y económica
internacional, en lugar de llevarse presos a los banqueros responsables y de
ponerse mayores controles sobre el sistema, tuvo como respuestas de los Estados
de los países centrales, acudir con ayuda inédita a esos banqueros estafadores.
Más grave aún, sin embargo, es que los billones de dólares estatales que se
destinaron a salvar a los grandes bancos privados no llegaron ni a las empresas en
dificultades ni a los asfixiados deudores, pero sí contribuyeron a ampliar el poder
de la banca más concentrada, causante y beneficiaria central de ese proceso
fraudulento.
En las sociedades del norte opulento las cosas no fueron mucho mejores. Los
estados endeudados para salvar a los bancos estafadores, de la mano de gobiernos
neoliberales, buscarán solventar sus déficits fiscales apelando a las recetas ya
conocidas de bajar el gasto público destinado a fines sociales y aplicar políticas de
ajuste. Los ingresos se irán concentrando cada vez más en los bolsillos de los
grandes especuladores, y la débil recuperación económica no alcanzará a
compensar a la masa de trabajadores por la caída de sus salarios.
Hoy vuelve nuevamente la amenaza de una nueva gran crisis, según el consenso de
gran cantidad de expertos, que indican con muchos fundamentos que la misma
podría producirse entre 2020 y 2021.
Las principales economías (China, EEUU y Alemania) que representan alrededor del
55% del producto mundial muestran una fuerte disminución de su actividad, y otras
muy importantes (como Japón, Italia, etc) vienen con muchos problemas desde
hace varios años. Lo mismo sucede con otras economías menores de la periferia del
sistema, como Brasil, México, Argentina, Venezuela, etc. No sólo la debilidad del
consumo global y de la inversión productiva, sino también la insuficiencia de las
políticas monetarias expansivas y las dificultades para incrementar el gasto público
(por el alto endeudamiento estatal), que se suman a la nueva oleada proteccionista
y los crecientes conflictos comerciales, se agregan a este cóctel explosivo que
incluye un endeudamiento astronómico de estados, empresas y consumidores, y la
acumulación gigantesca de capitales especulativos que ya no tienen sustento en la
generación de riquezas genuinas. (7)
El consenso científico es casi unánime en sus llamados cada vez más enérgicos para
cambiar el rumbo, porque estamos superando varios de los límites que nos pone el
planeta, y marchamos hacia colapsos inevitables. El calentamiento global, los
futuros colapsos energéticos, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación de
las aguas, y el avance la sexta extinción masiva de especies provocada por la
actividad humana, ponen un marco preocupante para la continuidad de un sistema
que sólo reconoce sus únicas prioridades, que son la maximización de las ganancias
a nivel micro y del crecimiento a nivel macro.
29 de octubre de 2019.-
Notas
(1) Ver: Lafferriere, Luis 2017. “Un cáncer que está devorando a la humanidad”.
(3) Ver: Lafferriere, Luis 2016. “Economía hoy. Capitalismo en crisis y humanidad en
peligro”.
(4) Ver: Torres López, Juan 2007. “Diez ideas para entender la crisis financiera”.
(5) Ver: Beinstein, Jorge 2016. “Alerta roja. Señales de implosión en la economía global”.
(6) Ver: Andreu, Albert 2018. “A diez años del crac financiero”.
(7) Ver: Torres López, Juan 2019. “La crisis que viene”.
(8) Ver: Lafferriere, Luis 2016. “Capitalismo en crisis, humanidad en peligro… y llega
Trump!”.