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SUPERAR LA EXCLUSIÓN, CONQUISTAR LA EQUIDAD: REFORMAS,

POLÍTICAS Y CAPACIDADES EN EL ÁMBITO SOCIAL, EDUCATIVO


OVERCOME EXCLUSION, CONQUER EQUITY: REFORMS, POLICIES
AND CAPACITIES IN THE FIELD OF SOCIAL, EDUCATIONAL,

Autora; MSc. Carmen Pinto


C.I. 4101093
RESUMEN
La marginalidad en Venezuela reside en dos sectores muy diferente y es un
fenómeno surgido por el régimen de producción capitalista en su etapa
monopólica, está constituido por la división y la distinción de cada uno de los
grupos, que conforman fronteras y territorios. Sin embargo, en los últimos años
esta tendencia se ha frenado algo, debido a diversas causas, entre las cuales se
cuenta la presencia de los centros poblados surgidos de la reforma agraria. En
cuanto a la exclusión es considerada como la falta de participación de
segmentos de la población en la vida social, económica educativa y cultural de
sus respectivas sociedades debido a la carencia de derechos, recursos y
capacidades básicas que le permitan el acceso a la legalidad, al mercado
laboral, a la educación, a las tecnologías de la información, a los sistemas de
salud y protección social, a la seguridad ciudadana y es allí donde interviene la
equidad, como el sistema de distribución de los bienes y servicios del Estado,
de manera que puedan compensarse estas diferencias y así alcanzar el
equilibrio social, lograr el derecho a educarse a la ciudadanía, ya que, es la
educación, la que forma un sistema provisor de conocimientos socialmente
significado que ofrece felicidad a sus ciudadanos.
Palabras clave: Marginalidad, exclusión, equidad educativa.
ABSTRACT
Marginality in Venezuela lived in two very different sectors and was, a
phenomenon arisen by the regime of capitalist production in its monopoly stage,
it was formed by the division and the distinction of each of the groups, which
were divided by borders and territories. However, in recent years this trend has
has slowed somewhat, due to different causes, which include the presence of the
towns of agrarian reform. In terms of the exclusion is considered the lack of
participation of segments of the population in the social, economic educational
and cultural life of their respective societies because the lack of rights, resources
and basic capabilities that allow access to the legality, to the labour market, to
education, to the technologies of information and systems of health and social
protection, public safety and it is there where is involved equity, such as the
distribution of goods and services of the State system, so that they can to
compensate for these differences and reaching social equilibrium, achieving the
right to educate the citizenry, is education, which forms a system provisor of
knowledge socially meaning happiness, offering its citizens.
Keywords: marginality, exclusion, educational equity.
INTRODUCCIÓN
En Venezuela, se considera a una persona marginal cuando vive fuera de los
límites legales y/o sociales establecidos por la comunidad en que vive, a la que
no se haya integrado, al estar fuera de lo establecido arbitrariamente por la
sociedad para encontrarse en su interior, se lo excluye o margina. Ahora bien, al
conceptualizar la separación existente entre ello, ya en nuestros tiempos, se
evidencia que el gran desafío de las ciudades quizá sea enfrentar la tendencia
a una creciente separación física de grupos sociales (ricos y pobres), algo que
consagra marcados contrastes y una distribución asimétrica de oportunidades,
lo que nos lleva a pensar, que entre uno y otro grupo existía un margen, una
frontera.

Las fronteras son superables, aunque sea en forma ilegal, y el otro territorio
conquistable. Marginalidad era un concepto de algún modo abierto a la
esperanza. Quizás no dice mucho de la realidad, pero sí de la actitud de
quienes la conocían así. Decía de frontera, pero también de cercanía y no sólo
de posibilidad de superación, sino además de disposición a ello. Apuntaba,
pues, que el proceso de marginación se pensaba como reversible y a ello se
encaminaron reformas, políticas y capacitaciones.

Sin embargo, en los últimos años esta tendencia se ha frenado algo, debido a
diversas causas, entre las cuales se cuenta la presencia de los centros poblados
surgidos de la reforma agraria, así como el aumento de la producción
agropecuaria en volumen y remuneración. Fue a raíz del paro petrolero (2002-
2003), que se comenzó hablar de la exclusión y de los incluidos, es allí donde
puede precisarse que la conceptualización de cada uno de estos grupos era
diferente, no era lo mismo el problema presentado por los de barrios urbanos,
que los presentados por los campesinos o indígenas.

DESARROLLO
Es lógico suponer que en ese momento pos golpe, muy delicado para la
gobernabilidad, se procuró mantener la adhesión de los sectores populares
mediante los programas compensatorios, de alta aceptación entre la población
objetivo. Y a partir de allí, no se hablo más de marginalidad sino de exclusión.
Al referirnos a la exclusión, la describimos como la falta de participación de
segmentos de la población en la vida social, económica y cultural de sus
respectivas sociedades debido a la carencia de derechos, recursos y
capacidades básicas (acceso a la legalidad, al mercado laboral, a la educación,
a las tecnologías de la información, a los sistemas de salud y protección social,
a la seguridad ciudadana) que hacen posible una participación social plena, es
decir, es hablar de separación no de frontera sino de muralla, de afuera y de
dentro; El que está dentro construye su muralla y delimita y defiende así su
territorio; Es el de dentro el que construye la muralla, no el de fuera.
Ahora bien, no podemos hablar de exclusión sin hablar de inclusión en
relación con este aspecto citamos lo expresado por Moreno (2000), en el
Centro Latinoamericano de Ciencia Sociales (CLACSO), Estoy convencido de
que en el fondo se trata propiamente de posibilidades de vida, pero en estos
términos tan crudos no lo planteamos sino quienes estamos éticamente
comprometidos con los excluidos. Nuestro discurso tiene visos, para el resto,
de moralismo utópico. Entiendo que, en los términos de este evento, se trata de
mercado y de ciudadanía. Superar la exclusión y conquistar la equidad habría
que entenderlo, por tanto, en relación al mercado y a la ciudadanía, una
ciudadanía, por otra parte, inseparable del mercado.
Se trataría, pues, de un discurso económico y político, lo cual resulta
coherente con los objetivos fijados para el mismo, especialmente el segundo.
No voy a decir que éstas son máscaras que encubren el verdadero problema ni
centros de atención que desvían el foco de lo que verdaderamente debería
iluminar porque, quizás, las posibilidades de vida humana se juegan en estos
momentos en el mercado y la ciudadanía, por lo menos desde la perspectiva
de quienes plantean estos problemas.
Esta nueva orientación resultó más coherente con los preceptos
constitucionales y objetivos programáticos del proyecto de revolución
bolivariana. Principios como corresponsabilidad social, universalismo, equidad,
empoderamiento, equilibrio social, entre otros, que se lograrían mediante la
adición de "más moléculas de política social que de política económica" a la
acción de gobierno, fueron propuestos desde la primera campaña presidencial
(1997–1998) por Chávez y su partido, en la convocatoria dirigida a "los pobres",
a quienes el presidente interpela directamente, sin figuras mediadoras en esa
relación. Dichos principios pasaron a formar parte del nuevo ordenamiento
jurídico normativo del cual la nueva Constitución nacional es su máxima
expresión, incluyendo por primera vez la participación social ciudadana como
un derecho humano y social fundamental. Con la figura de las misiones estos
preceptos vuelven a ser exaltados, pero sus objetivos parecían imposibles de
edificar con las estructuras administrativas heredadas, mucho más por la
urgencia puesta en su ejecución (Lander, 2007).
Esta configuración de nuevos saberes y capacidades reclama otro tipo de
tiempo. Como lo plantea Hintze (2008: 50):

La ecuación (aún no resuelta) entre tiempos políticos–tiempos


técnicos tensionada por la constante transformación hacia
nuevas formas de intervención, nuevos actores, nuevas
institucionalidades, incide en la construcción de conexión entre
organizaciones públicas y emprendimientos. Esto hace necesario
incluir un tercer término en la ecuación: el papel de los tiempos
sociales necesarios para construir el actor colectivo capaz de
apropiarse efectivamente de la gestión y control de las políticas
como propone la rica normativa que propicia la participación
popular.

En virtud de la dinámica política y de las capacidades económicas del


Estado gobierno, la actual política social ha podido cubrir a gruesos grupos de
población tradicionalmente excluidos (en áreas como educación, salud, acceso
a alimentos con precios inferiores a los del mercado, entre otras) que no se
beneficiaban directamente de las llamadas políticas "universalistas" vigentes en
Venezuela hasta 1988, que cambiaron de rumbo a partir de 1989 con las
fórmulas neoliberales de selectividad focalización.

Ahora bien, introducir a esos grupos a la noción de derecho a aprender no


reemplaza, sino que complementa la visión tradicional del gobierno en su afán
por rescatar el derecho a la educación como derecho a la escolarización.
Especialmente para los sectores más postergados de la sociedad, el acceso a
las oportunidades educativas encuentra en la asistencia a la escuela la
condición primera e indispensable. Así, estas dos dimensiones escolarización y
aprendizaje debieran ser consideradas criterios básicos para orientar las
políticas de equidad educativa. Entendiéndose por equidad educativa que se
trata, a nuestro juicio, de un debate no sólo académicamente interesante sino
políticamente necesario: la definición de equidad con que se trabaje debiera
constituir un criterio de evaluación de la efectividad de las políticas educativas.
Tres nociones han dominado los debates sobre equidad, cada una de las
cuales tiene orígenes filosóficos y políticos diferentes, y más importante
La Equidad
En ambos casos, la noción de equidad, está asociada a las diferencias que
existen entre personas y grupos, que no les permiten hacer uso de sus
libertades individuales y convertir los recursos en logros, lo que justifica el
tratamiento diferencial: se trata de distribuir los bienes y servicios del Estado,
de manera que puedan compensarse estas diferencias. Por obvia que parezca,
esta definición no es evidente para todos los grupos sociales, que tienden a
identificarla con la noción de igualdad, característica de la tradición
democrática.
Ahora bien, según el Proyecto de la Agenda Educativa para la Equidad,
(2006), parte del reconocimiento de las grandes desigualdades sociales
existentes en Venezuela, fenómeno que se manifiesta desde hace mas tres
décadas, sin que hayan tenido existo al alternativas adoptadas para disminuir
sus efecto, no obstante los grandes esfuerzo adoptados por el Estado
venezolano y las buenas intenciones que han apoyado en la puesta en marcha
de estas políticas y programas sociales que se han destinados a reducirlas y a
revertir la tendencia a su profundización estructuralmente instalada.
Por otra parte tenemos el crecimiento de la pobreza y las brechas sociales y
culturales en expansión han puesto en evidencia como problema ineludible la
búsqueda de modelos sociales alternativos, más humanos y éticamente
compatibles con el derecho que todos tener a la inclusión y a la justicia social a
la cual todos nos afiliamos, no solo en el plano individual, sino también, como
fundamento de nuestro proyecto nacional soportados en principios.
Una educación que no excluya se construye en las prácticas sociales que se
generan en la sociedad en general y en las escuelas en particular, las cuales
hasta la actualidad han sido poco valoradas para la configuración de
propuestas que las resignifiquen (Castro, 2017). En este estudio concebimos
las prácticas educativas escolares como una forma de actuar que refleja las
decisiones de distintos actores de una escuela para dar respuesta a
necesidades, situaciones o problemas del contexto educativo. Recordemos que
la educación corresponde a una práctica social que no se desarrolla desligada
de la política ni de la economía, sino unida indisolublemente a las prácticas en
esos niveles. Las normativas, decretos y documentos legales tienen el poder
formativo de regular las prácticas de la escuela, distorsionándolas desde una
lógica de la competencia y la rendición de cuentas (Ball, 2001). Las prácticas
educativas entre profesores y estudiantes se construyen en la vida cotidiana,
pero a la vez desde la organización económica, política y social de la que
formamos parte (Rivero, 2013).
Marchesi (1998), al referirse a la igualdad en la educación expresa que: “Se
puede hablar de igual de oportunidades cuando todos los alumnos tiene formal
y legalmente la misma oportunidad. Cuando estas posibilidades se hacen
accesibles a todos los alumnos, superando formas de acceso y de selección
encubiertas, el término más preciso es el de igual en el acceso”. Finalmente
dice Marchesi “que la igual en educación encuentra su significado más fuerte
cuando se analizan los resultados escolares”.
Pobreza, Exclusión, Inclusión y Educación
La pobreza y la exclusión social presente en muchos países de
Latinoamérica, se ha convertido en el factor determinante que impulsa hoy, la
construcción de nuevos modelos políticos y sociales en distintas partes del
mundo, los cuales vienen alertando a buscar soluciones sobre los problemas
de la desigualdad y la inequidad a escala mundial.
La Equidad se ha convertido en una suerte de óptica omnipresente desde la
cuales se diseñan la intervenciones de los estados para que los seres humanos
vivan mejor, puedan acceder socialmente, tengan mejor calidad de vida,
escapen del flagelo de la pobreza, entre muchas expresiones del altruismo
humano hecho político y gestión. Más aún en sociedades perturbada por las
dificultades para pasar de las promesas a las realidades en materia de ascenso
social.
En relación a la exclusión educativa, Dakar (2000), sugirió plantear como
meta además de los suscritos por los distintos países en la declaración de la
UNESCO, el compromiso de “….velar porque antes del 2015, todos los niños y
niñas que se encuentren en situaciones difíciles y los que pertenecen a
minorías étnicas, tengan acceso a una enseñanza primaria gratuita y
obligatoria de buena calidad y la terminen”, en correspondencia con los
objetivos planteados.
Este aspecto se refiere a las políticas internacionales para una educación
inclusiva. Los organismos internacionales como UNESCO y OCDE han iniciado
desde fines del siglo pasado un movimiento para la inclusión en educación. En
el año 1990 representantes de 155 países declaraban el énfasis en la
Educación Para Todos en la conferencia mundial de Educación en Jomtiem
(UNESCO, 1990), reconociendo la educación como un derecho humano y se
proponía en un plazo de 10 años universalizar el acceso al aprendizaje con
foco en la educación primaria, y fomentar la equidad. Cumplido el plazo, pero
no dichas metas, la OCDE (2012) mantiene estos propósitos afirmando que la
equidad en educación puede revertir el efecto de inequidades sociales y
económicas, idea que funciona como una promesa social. Para esto propone
abordar dos dimensiones: un trato justo para todos, lo que significa que
circunstancias sociales y personales no deberían ser obstáculos para logros
educativos; y una educación inclusiva, la cual se lograría si todos alcanzan
estándares mínimos de educación.
Ambos organismos coinciden en que para concretar la agenda inclusiva
convergen dos aspectos: un aspecto social en relación a equipar oportunidades
de desarrollo de las personas independiente de sus circunstancias económicas,
sociales o culturales; y otro aspecto referido a que dicho desarrollo y logro
educativo debe verse reflejado en aprendizajes mínimos. Es lo que Murillo
(2003) ha denominado “eficacia de la mejora escolar” o Ainscow (2005) “mejora
con actitud”, en los cuales se entiende la inclusión en términos de metas de
aprendizaje, es decir escuelas eficaces e inclusivas simultáneamente. Esta
doble preocupación busca transformaciones profundas y sistémicas de las
escuelas, sus aulas y relaciones pedagógicas, así como del currículo y la
enseñanza para que la educación inclusiva no sea solo un sueño, sino que se
plasme en prácticas educativas concretas (Echeita et al., 2014; Escudero y
Martínez, 2012).
En la actualidad aún siguen vigentes tres formas de marginación educativa
especialmente en la educación pública: marginación por exclusión total que se
refiere al acceso al sistema educativo; marginación por exclusión temprana que
implica abandono escolar en los primeros niveles; y marginación por inclusión
que se produce por la segmentación del servicio educativo en circuitos de
diferente calidad. Esta última nos indica que los estudiantes en escuelas
públicas, pese a que están “incluidos” en el sistema educativo son excluidos de
su participación social y sus potenciales aprendizajes curriculares (Aguerrondo,
2008).
En Venezuela, con la entrada de la revolución la educación es inclusiva y de
calidad pero al igual que otras naciones del continente americano, la inequidad
es un flagelo, no obstante su condición de país que se ha visto beneficiado a lo
largo de los años y en momentos distintos de la historia por inmenso recursos
excedentarios de la renta petrolera. Estamos conscientes de la suma
importancia de superar la enorme diferencia que separan a quienes disfrutan
de los grandes beneficios sociales de aquellos que no tienen acceso a estos.
En el entendimiento en que los sustentado por Armartya Sen (1996), nos
referimos a la existencia de condiciones de libertad que permitan a las
personas de disfrutan de las oportunidades que todos y todas debemos tener
para alcanzar el desarrollo de nuestras potencialidades. En el plano social la
convivencia, ello se traduce en el despliegue de las capacidades de las
personas para aprender a ser, a conocer, a hacer y a convivir, y para escoger
entre diferentes opciones una ruta de vida en libertad en función de aquello que
valoran positivamente.
A manera de conclusión, es importante señalar que en nuestro país desde
dos década para acá, ya no se habla más de marginalidad, pero sí de
exclusión, esto quiere decir que ell proceso no sólo no se revirtió, sino que
avanzó a un nuevo estadio más radicalmente separador el cual viene a ser la
falta de participación de segmentos de la población en la vida social,
económica, educativa y cultural, es impedir el acceso de estos grupos
excluidos, a estos sistemas que le garantizarían propiamente las posibilidades
de tener una mejor vida.
Superar la exclusión y conquistar la equidad no ha sido tarea fácil, en virtud
que existe una división tajante entre dos sectores muy distintos de una
sociedad, en relación a la equidad habría que entenderlo, por lo tanto, como la
participación que estos grupos tienen al mercado, al derecho a educarse y a la
ciudadanía, ya que, es la educación, la escuela las que forman un sistema
provisor de conocimientos socialmente significativo y gradado como certificado
de aprendizajes, es altamente valorado como una de las instituciones sociales
con alta posibilidades para ofrecer felicidad, favorecer el control social y
difundir principios y valores que aseguren cohesión social a la que se suman la
competencia para avalar y certificar capacidades para triunfar en la vida,
quedando demostrado hasta ahora que mas escolaridad es la mejor oferta y la
mas manuable como demostración de que se hace lo ofrecido.
En relación a la inclusión en nuestro país se refiere el reconocimiento de la
diversidad, de las diferencias individuales, y la obligación de atenderlas en la
escuela eliminando barreras de discriminación por razones económicas, de
sexo, etnia, cultura, idioma, ubicación geográfica, religión, características
personales y cualquier otra.
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