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Nom del diàleg: Turisme, diversitat cultural i

desenvolupament
Data: 14 Juliol
Sessió: primera sessió plenària del diàleg

Ponent: Eugenio Yunis Ahués

“El imperativo de la
sostenibilidad en el turismo del
siglo XXI”
Intervención de Eugenio Yunis Ahués, Jefe de
Desarrollo Sostenible, Organización Mundial del
Turismo

Crecimiento y evolución del turismo

Después de casi medio siglo de crecimiento sostenido, desde sus tímidos comienzos,
pocos años después de la 2ª Guerra mundial, la industria del turismo se enfrenta en este
nuevo siglo al gran desafío de alcanzar un desarrollo más sostenible.

El espectacular crecimiento de las llegadas turísticas internacionales, así como de los


movimientos turísticos internos en cada país, ha sido una de las características de la
sociedad contemporánea. Según las estadísticas recogidas y analizadas por la
Organización Mundial del Turismo, la tasa de crecimiento promedio anual del turismo
internacional fue de 6,9 por ciento entre 1950 y 2000. El turismo interno por su parte
resulta más difícil de medir, pero es sabido que en muchos países –incluyendo algunos
muy desarrollados como Estados Unidos, Francia o España y otros de menor desarrollo
relativo, como Argentina, Chile, Brasil o incluso China- el volumen de nacionales que
practica turismo interno o doméstico es superior al número de turistas extranjeros que
visitan el país.

Otra de las características del desarrollo del turismo, además de su rápido


crecimiento global, es su continua expansión geográfica y la diversificación de los
destinos turísticos. Mientras que en 1950 los 15 principales destinos turísticos,
todos ellos en Europa occidental y en Norteamérica, concentraban el 97% del
total de las llegadas mundiales, en 2000 esta proporción descendió al 61%,
incrementándose la participación en el mercado de los países en desarrollo y las
economías en transición, sobre todo del sudeste asiático, de Europa central y
oriental, y de Latinoamérica.
La generación de ingresos, divisas y fuentes de empleo ligada a la actividad turística ha
llevado a muchos gobiernos a estimular aún más el crecimiento del turismo, aunque éste
es habitualmente liderado por la iniciativa y la inversión privada en la mayoría de los
países.

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Estos impactos económicos, que no han cesado de crecer en los últimos 50 años, han
llevado a prácticamente todos los gobiernos -nacionales y locales- a centrar sus
esfuerzos en aumentar las llegadas de turistas con el convencimiento, muchas veces
erróneo, de que un incremento en las llegadas lleva implícito un incremento en los
ingresos de divisas, en el empleo y otras variables económicas. Pocos Estados se han
propuesto como meta el aumento del ingreso promedio por turista o el crecimiento del
ingreso o del empleo global en el sector. Peor aún, prácticamente ningún Estado se ha
planteado optimizar la distribución del ingreso generado por el turismo entre la
población; o maximizar otras variables ligadas a la actividad turística, como puede ser la
contribución del sector a la conservación de la naturaleza o del patrimonio histórico-
cultural, recursos que constituyen la materia prima esencial del sector; o a aumentar los
niveles educativos o sanitarios de los residentes en destinos turísticos, entre otros
posibles objetivos de desarrollo.

Ahora bien, es precisamente este tipo de variables e indicadores los que, de resultar
positivos, determinan el nivel de sostenibilidad del turismo, entendido en su triple
dimensión: social, medioambiental y económica.

El turismo y la sostenibilidad

La paradoja del turismo es que, probablemente más que ningún otro sector de actividad
económica, él debiera permitir alcanzar ese ansiado equilibrio entre los objetivos
económicos, sociales y medioambientales que se sintetizan en el concepto de desarrollo
sostenible.

El turismo se construye y prospera gracias a la existencia de unos atractivos naturales,


culturales y de otro tipo, a condición de que éstos se encuentren en buen estado de
conservación. En principio, el turismo puede utilizarlos, pero no necesariamente
agotarlos, reducirlos o modificarlos sustancialmente como sucede con las actividades
extractivas, la agricultura intensiva o la industria manufacturera. Pero, y allí está lo
paradojal, es evidente que esto no ha sido así en la mayoría de los casos, especialmente
en los destinos de litoral, que se han caracterizado en todo el mundo por seguir una
estrategia de crecimiento ilimitado de la oferta y de la demanda.

El resultado en tales destinos es igualmente evidente: el medio ambiente natural e


histórico-cultural que estuvieron en el origen del turismo se han deteriorado, a veces en
forma irreversible; las tradiciones locales se han degenerado en un afán ciertamente
erróneo de satisfacer las pretendidas “necesidades de la demanda”; y la calidad general

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de la oferta y de la experiencia que se ofrece a los turistas ha disminuido, con la


consiguiente baja de los ingresos.

Sólo siguiendo una estrategia de desarrollo sostenible, y no de simple crecimiento en las


llegadas, se puede garantizar que los recursos que utiliza el turismo mantengan su
atractivo original o lo eleven; ello permite un aumento de la calidad global del producto
o servicio turístico y de su valor intrínseco a ojos del consumidor, con lo cual resulta
legítimo aumentar los precios que se cobran a los turistas, y por ende los ingresos. Es lo
que se podría denominar el "ciclo sostenible del turismo", contrariamente al "ciclo
negativo de crecimiento exponencial", en el cual el aumento en el volumen de la oferta
conduce a una competitividad basada solamente en los precios, a un aumento en los
volúmenes de demanda, a una saturación del destino, a una caída en los precios y a un
deterioro generalizado del destino.

El desarrollo sostenible consiste en lograr el equilibrio entre los objetivos sociales,


económicos y ambientales. El objetivo central en el ámbito social es la erradicación de
la pobreza, para lo cual la Conferencia del Milenio de Naciones Unidas se ha propuesto
reducir a la mitad el porcentaje de personas con rentas inferiores a un dólar diario.

La Organización Mundial del Turismo, en su nueva condición de agencia especializada


del sistema de Naciones Unidas, se ha sumado a los esfuerzos internacionales para
alcanzar este objetivo. Estamos convencidos de que el turismo ha contribuido en
muchos países a aliviar la pobreza y que puede hacerlo aún más. Si remontamos nuestra
mirada a los años 60, encontraremos numerosos ejemplos en los países del
Mediterráneo, incluida España, Grecia, Chipre, la antigua Yugoslavia, Túnez y varios
otros, donde los niveles de pobreza fueron superados gracias al turismo. Pero más
recientemente podemos observar como ciertos países han dejado de estar en la categoría
de “país menos avanzado”, o están a punto de salir de esa lista, como Botswana y
Maldivas, o Viet Nam y muchas provincias de India, China, Brasil entre otros, gracias
al turismo.

El objetivo global en el campo económico es cambiar los patrones no sostenibles de


consumo y de producción, incluidos los referidos al turismo evitando el exagerado e
innecesario sobre-consumo, tan habitual en las sociedades de altos ingresos, y los
procesos productivos ineficientes. Las empresas del sector turismo, especialmente los
hoteles y los transportistas turísticos, tienen todavía un enorme margen de acción para
contribuir a este objetivo, reduciendo sus consumos energéticos y el excesivo consumo
de agua potable en sus establecimientos, así como orientar su cadena de suministros, y
también a sus clientes, hacia la adquisición de bienes y servicios producidos localmente,
para evitar las fugas económicas tan comunes en esta actividad.

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En la esfera ambiental finalmente, la meta consiste en gestionar de manera sostenible


los recursos naturales para el desarrollo, reduciendo los niveles de contaminación, la
ocupación indiscriminada e intensiva de suelos, especialmente en zonas del litoral, y
ampliando los esfuerzos de conservación de ecosistemas y de la biodiversidad.

En estos tres ámbitos, el turismo puede hacer una contribución bastante significativa.
Pero ella será posible siempre y cuando los gobiernos, el sector privado y las
comunidades locales, en tanto que principales actores, y el sistema internacional de
organismos de ayuda al desarrollo le presten una mayor atención a este sector. Por
ahora, son contados los casos en que coinciden políticas de gobierno claras, decididas
sin ambigüedad y aplicadas con continuidad, con sectores empresariales conscientes de
sus responsabilidades corporativas respecto del medio ambiente y de las comunidades
anfitrionas, y con agencias de ayuda al desarrollo que vean al turismo como un
elemento central de la estrategia de desarrollo sostenible que, por ello mismo, requiere
de soporte externo, tanto técnico como financiero. Y esta cruda realidad a pesar de que
todos estos imperativos sociales, económicos y medioambientales están incorporados en
el Código Mundial de Ética del Turismo, que recibió el apoyo de las Naciones Unidas
en su última Asamblea General, después de ser aprobado por consenso por todos los
Estados Miembros de la OMT, y lo están también en el Plan de Acción aprobado en
Johannesburgo con ocasión de la Cumbre Mundial del Desarrollo Sostenible.

Condiciones para un turismo más sostenible

A menudo existe una confusión sobre el concepto de sostenibilidad cuando es aplicado


al turismo. Algunos autores y sobre todo algunas empresas turísticas tienden a equiparar
el concepto de turismo sostenible con el de ecoturismo, lo cual es incorrecto. El
concepto de sostenibilidad y los principios que éste implica deben de aplicarse a todas
las formas de turismo, cualquiera sea la motivación del viaje, el tipo de destinos o las
actividades que el turista realice en ellos. El ecoturismo, que por supuesto debe también
ajustarse a principios sostenibles, se refiere sólo a un segmento del mercado turístico,
aquel que está motivado por la apreciación de la naturaleza y los ecosistemas poco
intervenidos, idealmente con una contribución a su conservación y a las comunidades
locales que allí habitan.

La sostenibilidad del turismo tampoco debe de ser vista como un concepto estático,
referida únicamente a las etapas de planificación y desarrollo. Para asegurar un turismo
sostenible se requiere un proceso continuo de gestión y monitoreo “adaptativo”,
aplicado en todas las etapas del proceso turístico, incluyendo sobre todo la gestión, la
comercialización, la evaluación de resultados, etc.; esto es necesario pues, a medida que

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los destinos se desarrollan y se popularizan entre un mayor número de turistas, aparecen


nuevos problemas y habrá que encontrar nuevas soluciones, apoyados en nuevos
desarrollos tecnológicos. En otras palabras, el imperativo de la sostenibilidad en
turismo requiere de una actitud vigilante y de mecanismos de supervisión permanentes
que, con la ayuda de un sistema de indicadores de sostenibilidad, verifiquen
periódicamente el estado medioambiental, social y económico de los destinos.

Para alcanzar un desarrollo sostenible de la actividad turística se requiere normalmente


satisfacer una serie de condiciones, las que se resumen a continuación:

- en primer lugar, formular una política de turismo a los niveles nacional, regional
y local; el turismo no puede seguir creciendo en forma desordenada o anárquica,
con acciones espontáneas por parte de actores que operan en un marco
totalmente desregulado y descoordinado;
- la política de turismo debe ser el resultado de un proceso participativo, en el cual
todas las partes interesadas y especialmente la comunidad local son consultadas;
- se requiere adoptar un enfoque integrador, en el cual el turismo es parte de un
desarrollo global de la localidad o el país, y en el cual las infraestructuras
propiamente turísticas son planificadas en concierto con los requerimientos de
infraestructuras generales, de formación de recursos humanos, de transportes,
etc. así como también con el adecuado marco institucional;
- las técnicas de evaluación de impacto ambiental deben de ser aplicadas desde el
comienzo a todos los proyectos turísticos y desde su etapa inicial, antes de
implementarlos. Debe de asegurarse que los costos de evitar ciertos efectos
potenciales negativos son tomados en cuenta en los análisis de pre-inversión;
- la gestión de los destinos y de las empresas turísticas que allí operan debe de
tener al medio ambiente natural, a la cultura local y a los residentes locales en el
centro de sus preocupaciones; ninguna de las acciones que realicen las empresas
turísticas para satisfacer a los turistas debe ser en detrimento de la localidad;
- los límites al crecimiento del turismo -expresados por ejemplo en términos de
capacidad de carga turística u otro indicador- deben de ser respetados de igual
manera por autoridades públicas, empresarios privados y turistas.

Hay que señalar también de que existe el riesgo de que las actuaciones internacionales o
al interior de los países se dispersen si no existe un liderazgo institucional claro, y de
que los escasos recursos públicos nacionales e internacionales disponibles para reforzar
la sostenibilidad del turismo se malgasten con escasa eficacia.

Por lo tanto, resulta urgente la necesidad de una acción más concertada de todo el sector
público nacional al interior de los Estados, del sistema de organismos internacionales y

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de las agencias de ayuda bilateral, así como de las asociaciones empresariales y las
empresas individuales del sector. Se ha mencionado ya que el turismo afecta a otros
muchos sectores de actividad; su sostenibilidad, por tanto, posee componentes
económicos, ambientales y socioculturales que atañen a redes complejas de proveedores
de bienes y servicios públicos y privados. La actuación independiente de un organismo
o de una empresa en uno solo de esos aspectos difícilmente dará resultados
significativos en términos de lograr que el sector turístico en su conjunto sea más
sostenible. Tan sólo la acción coordinada puede garantizar que se aborden de forma
coherente todos los aspectos que influyen en la sostenibilidad del turismo.

Las agencias del sistema de organismos internacionales, y la Organización Mundial del


Turismo en primer lugar, cumplen un papel importante, dado su carácter técnico,
objetivo, neutral y su vocación universal. Pero hay que tener presente que, si bien las
agencias pueden generar y difundir conocimientos técnicos sobre las diversas facetas de
la sostenibilidad del desarrollo y de la gestión del turismo, y pueden igualmente
promover procesos de concertación multi-actores en torno a ciertos objetivos y metas,
no está generalmente en sus manos la puesta en práctica de los mecanismos necesarios
para alcanzar tales objetivos. Por el contrario, existe una tendencia hoy en día a privar a
los organismos internacionales de facultades, así como de recursos financieros, para
intervenir en áreas de acción que se consideran de competencia soberana de los Estados
y sus gobiernos, o bien del sector privado.

La dificultad radica en la ausencia de mecanismos para controlar su correcta y plena


aplicación. ¿Quién puede obligar a los gobiernos a cumplir con las recomendaciones
que le fueron hechas por la Comisión de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas en
su 7ª sesión (1999), dedicada al Turismo? Y en cuanto a los empresarios, ¿quién
controla si ellos están aplicando las numerosas recomendaciones y normativas tan
variadas que se han formulado en el último decenio en materia de sostenibilidad en el
turismo?; ¿tienen los gobiernos nacionales o municipales las atribuciones legales para
hacerlo?; ¿será suficiente con promover el establecimiento de iniciativas voluntarias por
parte de los empresarios para asegurar la adopción de criterios sostenibles de desarrollo
y de prácticas sostenibles de gestión?; y ¿quién controla que estas iniciativas voluntarias
están siendo efectivamente respetadas y no constituyen puramente un "enverdecimiento
de fachada"?.

Estos son temas en los que conviene reflexionar, sobre todo teniendo en cuenta algunos
elementos que caracterizan al sector turismo. Primero, que se está en un mundo cada
vez más competitivo, con más y más destinos que salen al mercado con una variedad
enorme de productos y servicios no homogéneos. Segundo, que la competencia se ejerce
primero entre destinos y luego entre empresas dentro de cada destino. Tercero, que el

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número y variedad de operadores privados dentro de cada destino es generalmente muy


grande y que muchos de ellos operan en forma aislada, sin afiliación a ninguna cadena
comercial o asociación empresarial. Cuarto, que la promoción y venta de los productos
y servicios turísticos, a diferencia de aquella relativa a bienes físicos, se realiza a
distancia y sin ninguna posibilidad para el consumidor de verificar la veracidad de lo
que se indica en la publicidad, ni menos todavía la calidad ambiental o el nivel de
sostenibilidad de la oferta. Y quinto, que el grado de repetición de compra, y por tanto
la posibilidad de que el mercado castigue a una empresa por ser insostenible, es
intrínsecamente muy bajo comparado con el que se aprecia en otros sectores de
actividad económica, lo cual no permite al mercado actuar como un eficaz regulador.

Es altamente probable, por lo tanto, que la autorregulación, en la forma de “iniciativas


voluntarias”, no sea suficiente para asegurar que todo el sector empresarial turístico
opere en forma sostenible. Ello lleva inmediatamente a considerar la necesidad de
recurrir a sistemas de regulación para los distintos tipos de empresas turísticas y para los
destinos, sistemas y normas cuyo cumplimiento sea demostrable ante alguna entidad
neutral, no comercial.

Desafíos y retos pendientes

En vista de lo anterior, podemos sugerir que el principal reto que enfrenta el sector
turismo en todo el mundo para alcanzar un nivel más alto de sostenibilidad es
incrementar la aplicación de los conocimientos existentes en la planificación real y en el
desarrollo de los destinos turísticos por parte de las administraciones públicas y en el
funcionamiento cotidiano de las empresas turísticas. Para abordar este reto, pueden
proponerse varias medidas.

En primer lugar, hay que realizar un mayor esfuerzo para adaptar los conocimientos
metodológicos y tecnológicos existentes a las situaciones específicas de cada región,
país o provincia e incluso a cada localidad o centro de atracción turística. Cada destino
turístico tiene sus propias características, sus atractivos, sus problemas y sus áreas de
riesgo; cada uno puede y debe definir su propia estrategia turística. Las soluciones que
han funcionado en un sitio no necesariamente han de funcionar en otro. Se necesita un
proceso de adaptación de las técnicas existentes de planificación, gestión y seguimiento
en materia de turismo, y para llevarlo a cabo ha de cumplirse una condición previa:
entender las necesidades y los deseos de la población residente, y no solamente las de
los turistas.

En segundo lugar, se debe dotar a las autoridades públicas, especialmente a las del
ámbito local, de mecanismos más sólidos para supervisar el cumplimiento de la

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legislación vigente que afecte a la sostenibilidad del turismo. Puesto que la legislación
puede abordar numerosos aspectos del desarrollo y de la gestión del turismo, que son
cada uno de competencia de diversos organismos públicos, es importante que la
administración de turismo tenga suficiente autoridad y capacidad técnica. Reforzar la
administración pública de turismo, ya sea nacional o local, es un elemento clave del
proceso tendiente a mejorar la sostenibilidad del sector turístico y lograr su plena
integración en las políticas nacionales de desarrollo sostenible.

En tercer lugar, si no existe una legislación exhaustiva o detallada de este tipo, o si las
políticas económicas vigentes siguen promoviendo la desregulación de la actividad
económica incluido el turismo, las administraciones públicas deberían al menos contar
con instrumentos adecuados para supervisar el cumplimiento de las normas existentes, y
de las iniciativas voluntarias adoptadas y publicitadas por las empresas, muchas veces
solamente con fines promocionales.

En cuarto lugar, las miles y miles de microempresas y empresas pequeñas y medianas


dedicadas al turismo que existen en todo el mundo necesitan apoyo financiero para
poder aplicar métodos de gestión sostenible o introducir en sus infraestructuras
tecnologías más modernas y respetuosas con el medio ambiente. Si se logra que las
tecnologías sostenibles y las técnicas de gestión sean más accesibles para la pequeña y
mediana empresa turística, se logrará también un mayor grado de sostenibilidad
económica, ya que este tipo de compañías locales garantiza una distribución más
equitativa de los beneficios económicos derivados del turismo al reducir la fuga de
beneficios al extranjero.

En quinto lugar, es necesaria una mayor coordinación por parte de todos los actores
involucrados en la actividad turística. La coordinación y eventual integración de
políticas sectoriales en un mismo territorio, la coordinación de la asistencia técnica y
financiera, el diálogo y la concertación entre el Estado y los empresarios, y entre estos y
las instituciones de formación, son factores fundamentales para garantizar unos
resultados coherentes y un desarrollo sostenible del turismo. Las actuaciones aisladas en
favor de la sostenibilidad no duran por lo general mucho tiempo y, aun cuando
sobreviven, no tienen una incidencia significativa en el nivel global de sostenibilidad
del destino.

En conclusión, se puede señalar dos elementos esenciales para alcanzar mayores niveles
de sostenibilidad en turismo. Primero, que las autoridades y administraciones públicas
nacionales, regionales y locales asuman plenamente su responsabilidad en la definición
de políticas concertadas para el sector, en el establecimiento del marco legal, regulatorio
e institucional correspondiente, y en la supervisión del cumplimiento de normas y

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regulaciones existentes. Segundo, el sector turístico privado, por su parte, debe


desarrollar sus productos y gestionar las empresas siguiendo los principios y
orientaciones en forma más rigurosa que hasta el presente, asumiendo una mayor
responsabilidad activa hacia los recursos naturales, las comunidades locales y sus
acervos y valores culturales.

Muchas gracias

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