Roma se introdujo en el sistema del mundo helénico en formación y, una vez dentro del
mismo, empezó a transformarlo. La sociedad esclavista del mar Mediterráneo y de la misma Roma
sufrió, en el curso de las conquistas romanas, profundos cambios: considerable aumento de la
circulación monetaria, enorme desarrollo de la esclavitud, concentración de las tierra,
proletarización de los pequeños productores libres. Estos cambios fueron rasgos específicos del
sistema económico romano, que se convirtió en la forma superior de la antigua sociedad esclavista.
Roma nos ha legado una inmensa herencia al mundo occidental. Desde la literatura a la
filosofía, desde la retórica a la arquitectura, de la pintura al derecho, todos los aspectos de la cultura
occidental tiene en la cultura romana su legado. Dentro de este amplio abanico, la herencia más
evidente dejada por los romanos es precisamente su lengua. No solamente en los países que poseen
un idioma romance, una lengua con raíz latina, como el castellano, el italiano, el francés, el
portugués, etc., si no también ésta raíz latina ha dejado importantes huellas en las lenguas de raíz
germánica, como el inglés, el alemán, el holandés, etc. Estas lenguas, con frecuencia, para indicar
un concepto o una cosa, utilizan dos palabras distintas, una de origen germánico y otra de
derivación latina. Roma está presente en Occidente y se deja sentir físicamente desde el extremo
norte de Europa hasta las orillas del Mediterráneo.
Pero si hay un acontecimiento que marco la historia de Roma fueron las Guerras Púnicas,
señalaron un periodo crítico en la historia de Roma, pasó de ser aquella potencia simplemente
italiana del año 265 a.C. para convertirse, en 146 a.C., en la fuerza dominante del Mediterráneo. El
imperialismo romano no fue una creación de las Guerras Púnicas, pero el proceso lo aceleró el
conflicto con Cartago. La Primera y la Segunda Guerras Púnicas acostumbraron a los romanos a
comprometer de manera masiva y a largo plazo, hombres y recursos en las campañas. Sus enormes
reservas de gente para el ejército les permitió perseverar a pesar de las perdidas colosales que
sufrieron en la Primera y Segunda Guerras Púnicas. En los diez años que siguieron a Cannas se
mantuvieron regularmente en servicio más de veinte legiones. Es después del 146 a.C. Cuando los
romanos se establecieron como la principal potencia del Mediterráneo, incrementando de manera
directa el territorio que gobernaban de manera directa, y aumentando su influencia aún con mayor
amplitud. En los ciento veinte años que siguieron, la República cayó en una gran confusión a
medida que los políticos se volvían cada vez más violentos y que la rivalidad entre los senadores
más importantes se resolvía habitualmente por el recurso de la guerra civil. La estabilidad retornó
cuando Augusto derrotó a su último rival el 31 a.C. Y sustituyó el gobierno del senado y los
magistrados elegidos anualmente por una forma de monarquía conocida como el Principado. Este
periodo de caos interno fue testigo del periodo más intenso de expansión imperial, que sólo
finalizaría a la muerte de Augusto, ocurrida el 14 d.C., un momento en el que el Imperio había
alcanzado sustancialmente el tamaño que, con algunas adiciones, conservaría en los cuatro siglos
siguientes.
Las Guerras Púnicas no fueron la única causa de los principales cambios de la sociedad
romana desde mediada la República hasta su final, pero constituyeron un episodio muy importante
en la historia de Roma. Antes del conflicto con Cartago, Roma era ya una activa imperialista,
considerando la guerra como parte inseparable de su sistema político. Éstos se acostumbraron a
mantener un gran ejército y a gobernar y explotar las provincias de ultramar.
Pero hay algo todavía con mayor significado, el mundo sería muy diferente si Cartago
hubiera salido vencedor de su conflicto con Roma. La derrota en un conflicto de esa magnitud
habría sido suficiente para provocar el hundimiento de Roma como Estado. La expansión romana se
hubiera frenado durante un largo periodo de tiempo y quizás no habría ocurrido nunca. La cultura
romana del imperio que cubrió la mayor parte de Europa, el norte de África y el Oriente Próximo
durante más de quinientos años ejerció una profunda influencia sobre el mundo occidental, y a
través de él, se extendió por la mayor parte del mundo. Numerosos sistemas legales se asientan
sobre el derecho romano. La existencia del Imperio romano, y la relativa facilidad que eso permitió,
facilitó en gran medida la expansión del cristianismo y, evidentemente, la creación de la Iglesia
católica romana. Todo esto no hubiera ocurrido si los romanos hubieran perdido la guerra.
Estuvieron muy cerca de la derrota en muy pocas ocasiones durante la Primera Guerra,
nunca en la Tercera y al borde del colapso en la Segunda Guerra Púnica. No perdieron porque se
negaron a admitir la derrota a pesar del enorme número de bajas, y vencieron por su firma
determinación y por el deseo de invertir recursos masivos en el esfuerzo bélico. Que sobrevivieran
al desafío que les planteo Aníbal confirmaba su diferente actitud hacia la guerra, hasta que las
condiciones cambiantes de finales de la Edad Antigua hicieron imposible su mantenimiento. El
implacable talante de los romanos ante la guerra constituyó uno de los factores más importantes que
explican la creación de su imperio, unido todo ello a su notable talento para absorber a otros
pueblos, lo que les ofreció una gran estabilidad.
BIBLIOGRAFÍA.
LIVIO, T., Historia de Roma desde su fundación, Madrid, 1997.
GÓMEZ, J., Historia antigua (Grecia y Roma), Barcelona, 2009.