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FÉLIX LOPE DE VEGA Y CARPIO nació en Madrid el 25 de noviembre 1562.

El llamado Fénix de los


ingenios, fue el más prolífico y uno de los mejores dramaturgos del Siglo de Oro, pero su ingenio le
llevó también a escribir poesía, novelas, epopeyas etc. Su propia vida fue tan intensa compleja y
exuberante como su obra.

Su padre, Félix de Vega, era bordador de profesión. Félix fue un niño muy precoz. Aprendió latín y
castellano y componía versos desde los cinco años y a los doce ya escribía comedias, lo que motivó
su ingreso en la escuela de Madrid, regentada por Vicente Espinel, y continuó su formación en el
estudio de la Compañía de Jesús, que más tarde se convertiría en el Colegio Imperial. Ingresó en 1577
en la Universidad de Alcalá de Henares, pero no logró ningún título. Estudió gramática con los teatinos
y matemáticas en la Academia Real y sirvió de secretario al Marqués de las Navas.
Elena Osorio fue su primer gran amor, la "Filis" de sus versos, separada entonces de su marido, el
actor Cristóbal Calderón; Lope pagaba sus favores con comedias para la compañía del padre de su
amada. Sus cuitas amorosas lo llevaron a ser desterrado durante ocho años de la Corte y dos del reino
de Castilla. Se casó en 1588 con Isabel de Alderete y Urbina. El 29 de mayo del mismo año intentó
reanudar su carrera militar alistándose en la Gran Armada, en el galeón San Juan. En diciembre de
1588 volvió tras la derrota de la Gran Armada y se dirigió a Valencia. Con Isabel de Urbina vivió en
Valencia. Tras cumplir los dos años de destierro del reino, Lope de Vega se trasladó a Toledo en 1590
y allí sirvió a don Francisco de Ribera Barroso, más tarde segundo marqués de Malpica y, algún tiempo
después, al quinto duque de Alba. Para esto se incorporó como gentilhombre de cámara a la corte
ducal de Alba de Tormes, donde vivió entre 1592 y 1595. En diciembre de 1595, cumplió los ocho años
de destierro de las Cortes y regresó a Madrid. Al siguiente año, allí mismo, fue procesado por
amancebamiento con la actriz viuda Antonia Trillo. En 1598 se casó con Juana de Guardo, hija de un
adinerado abastecedor de carne de la Corte, tuvo cuatro hijos.

Se enamoró de Micaela de Luján, la "Celia" o "Camila Lucinda" de sus versos; mujer bella, pero inculta
y casada, con la cual mantuvo relaciones hasta 1608 y de la que tuvo cinco hijos, entre ellos dos de
sus predilectos. Durante bastantes años Lope se dividió entre los dos hogares y un número
indeterminado de amantes, muchas de ellas actrices, como da fe el proceso legal que se le abrió por
andar amancebado en 1596 con Antonia Trillo.

En 1609 leyó y publicó su.

El 24 de mayo de 1614 decidió ordenarse sacerdote, a pesar de ello se enamoró de Marta de Nevares.
Lope de Vega murió el 27 de agosto de 1635.

Lope de Vega fue el definitivo renovador del teatro nacional. Consolidó el género de la comedia, que
se liberó de las reglas aristotélicas. No le interesaba la unidad de lugar, aceptaba a de acción y se
oponía a la unidad de tiempo, tal como desarrolló en su Arte nuevo de hacer comedias, publicado en
1609.

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ nació en la hacienda de San Miguel Nepantla, Estado de México,
el 12 de noviembre de 1648. Su nombre, antes de tomar el hábito, fue Juana de Asbaje y Ramírez ya
que fue hija natural de la criolla Isabel Ramírez de Santillana y el vizcaíno Pedro Manuel de Asbaje.
Siendo pequeña, Sor Juana se crió con su abuelo materno Pedro Ramírez, en la hacienda de
Panoayan. Su genio se manifestó desde temprana edad: habiendo estudiado apenas las primeras
letras en Amecameca.

A los tres años Sor Juana ya sabía leer, a los siete pedía que la mandaran a estudiar a la Universidad
y a los ocho escribió una loa para la fiesta de Corpus.
En 1656, a la muerte de su abuelo, su madre envió Sor Juana a la capital a vivir a la casa de su
hermana, María Ramírez, esposa del acaudalado Juan de Mata.

Ahí Sor Juana Inésestudió latín “en veinte lecciones” con el bachiller Martín de Olivas, bastándole
solamente esas pocas para dominar esta lengua, cosa que se demuestra en la maestría de varias de
sus obras, sobre todo en los villancicos, que contienen versos latinos.

Sor Juana cuenta en su “Carta respuesta a Sor Filotea de la Cruzleía”, estudiaba mucho, y era tal su
obstinación por aprender que llegó a recurrir al método autocoercitivo de cortarse el cabello para poner
como plazo que le volviera a crecer, para haber aprendido ya algo que deseaba.

Sor Juana leyó mucho durante toda su vida tanto autores clásicos romanos y griegos como españoles.
En 1664 Sor Juana ingresó a la corte como dama de compañía de la virreina, Leonor María Carreto,
marquesa de Mancera, a la que dedicó algunos sonetos con el nombre de Laura. El virrey, admirado,
hizo reunir a cuarenta letrados de todas facultades para someterla a un examen sin igual del cual, por
supuesto, salió triunfante, dejando admirados a los sabios por haber contestado con sabiduría toda
pregunta, argumento y réplica que estos le hicieran.

Harta de la vida cortesana, Sor Juana decidió entrar a un convento porque, según ella misma dice,
“para la total negación que tenía al matrimonio era lo más decente que podía elegir en materia de la
seguridad de mi salvación”. Primero entró al convento de San José de las Carmelitas Descalzas en
1667 pero salió de ahí a los tres meses, por la severidad de la regla y el rigor de la orden. Después
ingresó a la mucho más flexible orden de las jerónimas, en el convento de Santa Paula, donde por
fin profesó el 24 de febrero de 1669.

En el convento, donde vivió lo que le quedaba de vida, Sor Juana Inés de la Cruz hizo oficios de
contadora y archivista pero, más que nada, se dedicó al estudio y a la escritura. Dentro de su celda
-que era individual y espaciosa- llegó a poseer más de 4,000 volúmenes, instrumentos musicales,
mapas y aparatos de medición y a tener conocimientos profundos en astronomía, matemáticas,
lengua, filosofía, mitología, historia, teología, música, pintura y cocina, por citar solamente algunas de
sus disciplinas favoritas.

Famosa, aun dentro del claustro, Sor Juana constantemente era llamada para escribir obras por
encargo: en 1689 se le encargó hacer el Arco Triunfal a la llegada a la capital de los Marqueses de la
Laguna y Condes de Paredes, obra que concluyó con éxito y que tituló Neptuno Alegórico.

Tres años después Sor Juana ganó dos premios en el certamen universitario del Triunfo Parténico y
constantemente se le encargaban villancicos para las festividades religiosas, además de la importante
cantidad de sonetos, rondillas, décimas, silvas y liras que constantemente componía.

El primer libro publicado por Sor Juana Inés de la Cruz fue Inundación Castálida, que reunió una
buena parte de su obra poética y fue publicada en Madrid, antes que en la Nueva España.

PEDRO SALINAS (Madrid, 1891 - Boston, 1951) Poeta español, miembro de la Generación del 27, en
la que destacó como poeta del amor. Profundo intelectual y humanista, Pedro Salinas estudió las
carreras de derecho y de filosofía y letras. Fue lector de español en la Universidad de París entre 1914
y 1917, año en que se doctoró en letras.

En la década de 1920 comenzó una asidua colaboración con la Revista de Occidente y fue catedrático
de lengua y literatura españolas en las universidades de Sevilla y Murcia. Trabajó como lector de
español en Cambridge. Junto a Guillermo de Torre dirigió la revista Índice literario (1932-1936). En
este último año emigró a Estados Unidos, donde se desempeñó como profesor en distintas
universidades, y allí vivió hasta su muerte, salvo algunos períodos en que dictó clases en la
Universidad de San Juan de Puerto Rico.

Poeta subjetivo, heredero de la tradición amorosa de Garcilaso de la Vega y de Gustavo Adolfo


Bécquer, el gran tema de su poesía fue el amor, a través del cual matizó y recreó la realidad y los
objetos. En su producción se pueden distinguir tres etapas. La primera se inscribe en la corriente de
la «poesía pura», influida por Juan Ramón Jiménez, que caracterizó también los comienzos de muchos
de sus compañeros de generación, como Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Federico
García Lorca o Rafael Alberti. Abarca desde sus primeros versos hasta 1931, e incluye los
poemarios Presagios (1924), Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931).

La segunda alcanza hasta 1939 y fue la de la poesía genuinamente amorosa, fruto de su apasionada
relación con la profesora norteamericana Katherine Whitmore. En ella celebra el amor que da sentido
al mundo; la amada es una criatura concreta, en un espacio cotidiano, con la que el poeta mantiene
un coloquio continuo. El amor de su lírica no es atormentado y sufrido; es una fuerza prodigiosa que
da sentido a la vida (La voz a ti debida, 1933; Razón de amor, 1936; y Largo lamento, 1939).

Las obras de esta etapa se nutren de una lírica en segunda persona, vocativa, dirigida a la imagen de
la amada, envuelta en las circunstancias externas de la vida actual: relojes, teléfonos, playas, calles,
publicidad, automóviles y calendarios aparecen en tal poesía cambiados y transfigurados. La mujer es
vista en una perspectiva de proximidad, como una amiga que se convierte en amada al contemplarse
reflejada en el "espejo ardiente" que el amor le ofrece. Tal actividad poética, en la que se utilizan
elementos métricos muy tenues y leves (metros cortos, con asonancias de una gran flexibilidad, que
subrayan el ritmo interno de las metáforas, las ideas y la fluida elocución), halla su mejor
representación en La voz a ti debida, obra que ha influido profundamente en la poesía española.

La tercera etapa va de 1939 hasta su muerte. La poesía de estos años reflejó sus inquietudes
filosóficas, y una preocupación por la función del poeta y del arte, ya que su espíritu humanista se
rebeló ante el mundo moderno; pero no fue la suya una poesía meramente intelectualista, sino que se
apoyó también en lo sensual, en una visión cósmica pero fuertemente emotiva. Tres libros componen
la producción de este período: El contemplado (1946), Todo más claro y otros poemas (1949)
y Confianza 1942-1944 (1955), recopilación de poemas sueltos publicada póstumamente.

Pedro Salinas fue también autor numerosos ensayos críticos, entre los que destacan Jorge Manrique
o tradición y originalidad (1947) y La poesía de Rubén Darío (1947), dedicados respectivamente al
poeta medieval español Jorge Manrique y al nicaragüense Rubén Darío, iniciador del Modernismo.
Escribió además los ensayos El defensor (1948) y Ensayos de literatura hispánica (1958), así como
relatos (El desnudo impecable y otras narraciones, 1951) y varias obras de teatro, la mayor parte
todavía inéditas. En 2002 aparecieron finalmente las Cartas a Katherine Whitmore, un resumen de la
copiosa correspondencia que intercambió con su amada, sobre todo entre 1932 y 1939.

OLIVERIO GIRONDO (Buenos Aires, 1881 - 1967) Poeta argentino que revolucionó la estética de su
país, a través de una obra que incorporó las principales corrientes vanguardistas. Figura central de la
renovación literaria de los años veinte y treinta, fue uno de los jóvenes miembros de la vanguardia
poética argentina, junto a Jorge Luis Borges y Raúl González Tuñón. Si todos ellos asumían una
idéntica postura en cuanto a la necesidad de romper con la tradición (que veían encarnada en la obra
de Leopoldo Lugones), en el caso de Girondo esa necesidad cobraba una fuerza que lo llevó a
distanciarse nítidamente de las convenciones impuestas por el uso y aceptadas por el público.

Oliverio Girondo nació y vivió su primera infancia en Buenos Aires, pero luego viajó periódicamente a
Europa. Aunque se graduó como abogado, sus inquietudes artísticas y literarias lo desviaron de esa
profesión. En 1911 fundó con un grupo de amigos el periódico Comoedia, de escasa duración. En
Europa tomó contacto con los movimientos artísticos y literarios de vanguardia, como el cubismo
de Picasso, el dadaísmo de Tristan Tzara o el futurismo de Marinetti, así como con la rompedora obra
de Guillaume Apollinaire. Emprendió en 1926 una gira intercontinental llevando la representación de
las revistas Martín Fierro, Proa, Valoraciones, Noticias Literarias e Inicial, para establecer relación
entre los movimientos innovadores de habla hispánica. En 1943 se casó con la escritora Norah Lange.
Girondo defendió la autonomía plena del lenguaje (rechazando ataduras que lo ligaran a sus funciones
convencionales) para tratar de transmitir la pura esencialidad de la invención poética. Ese gesto de
permanente desafío a la inercia y a la inmovilidad es acaso el que mejor caracterizó la personalidad
del autor y su vocación por sobrepasar los límites de lo manifestable.

En sus libros Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922), Calcomanías (1925)
y Espantapájaros (1933) demostró su maestría en el manejo de la metáfora y confianza absoluta
(siguiendo en esto los postulados del ultraísmo) en el poder de la imagen poética para alcanzar la
esencia de las cosas. Especialmente dotado para la experimentación con el lenguaje, Girondo poseyó
una destreza singular en el manejo de la ironía. En tales obras reafirmó su actitud de irreverencia moral
y estética, su sentido del humor y su óptica desquiciadora del lugar común.

Sus poemas son emblemáticos de la nueva sensibilidad estética, que se caracterizaba por la búsqueda
incesante de nuevos ángulos desde donde abordar la realidad, desde la más sublime a la más
cotidiana. Así, las ciudades y los paisajes que con insistencia aparecen en sus textos son vistos a
través de una lente que construye combinaciones inéditas entre los objetos, señalando lo que la mirada
común no percibe y sólo la estratégica posición del ojo poético logra descubrir y nombrar.

Posteriormente publicó Plenilunio (1937), Persuasión de los días (1942) y Campo nuestro (1946). Su
última obra, En la masmédula (1954), es acaso la más audaz de todas por el caos verbal y alucinatorio
que propone. En 1961 fue atropellado por un automóvil que lo dejó inválido.

FRANCESCO PETRARCA (Arezzo, actual Italia, 1304 - Arqua, id., 1374) Poeta y humanista italiano.
Durante su niñez y su primera adolescencia residió en distintas ciudades italianas y francesas, debido
a las persecuciones políticas de que fue objeto su padre, adherido al partido negro güelfo. Cursó
estudios de leyes en Carpentras, Montpellier, Bolonia y Aviñón, si bien nunca consiguió graduarse.

Según relata en su autobiografía y en el Cancionero, el 6 de abril de 1327 vio en la iglesia de Santa


Clara de Aviñón a Laura, de quien se enamoró profundamente. Se han hecho numerosos intentos por
establecer la identidad de Laura, e incluso sus contemporáneos llegaron a poner en duda su existencia,
considerándola una creación para el juego literario. Petrarca defendió siempre, sin embargo, su
existencia real, aunque sin revelar su identidad, lo que ha inducido a pensar que quizá se tratara de
una mujer casada. Sí que está comprobado, en cambio, que mantuvo relaciones con otras mujeres y
que dos de ellas, cuyos nombres se desconocen, le dieron dos hijos: Giovanni y Francesca.

La lectura de las Confesiones de Agustín de Hipona en 1333 lo sumió en la primera de las crisis
religiosas que le habrían de acompañar toda la vida, y que a menudo se reflejan en su obra, al
enfrentarse su apego por lo terreno a sus aspiraciones espirituales. Durante su estancia en Aviñón
coincidió con Giacomo Colonna, amistad que le permitió entrar al servicio del cardenal Giovanni
Colonna. Para este último realizó varios viajes por países europeos, que aprovechó para rescatar
antiguos códices latinos de varias bibliotecas, como el Pro archia de Cicerón, obra de la que se tenían
referencias pero que se consideraba perdida.

Con el fin de poder dedicarse en mayor medida a la literatura, intentó reducir sus misiones
diplomáticas, y para ello consiguió una canonjía en Parma (1348) que le permitió disfrutar de beneficios
eclesiásticos. Posteriormente se trasladó a Milán, donde estuvo al servicio de los Visconti (1353-1361),
a Venecia (1362-1368) y a Padua, donde los Carrara le regalaron una villa en la cercana población de
Arqua, en la cual transcurrieron sus últimos años.

Su producción puede dividirse en dos grupos: obras en latín y obras en lengua vulgar. Las primeras
fueron las que le reportaron mayor éxito en vida, y en ellas cifraba Petrarca sus aspiraciones a la fama.
Cabe destacar en este apartado el poema en hexámetros África (que dejó inacabado y en el que
rescata el estilo de Tito Livio), las doce églogas que componen el Bucolicum carmen y la serie de
biografías de personajes clásicos titulada De viris illustribus. Reflejo de sus inquietudes espirituales
son los diálogos ficticios con San Agustín recogidos en el Secretum.

Petrarca logró en vida una importante fama como autor latino y humanista, tal como prueba su
coronación en Roma como poeta, en 1341. Sin embargo, sus poemas en lengua vulgar recogidos en
el Cancionero fueron los que habían de darle fama inmortal. Aunque Petrarca los
llamaba nugae (pasatiempos), lo cierto es que nunca dejó de retocarlos y de preocuparse por su
articulación en una obra conjunta, lo cual denota una voluntad de estilo que por otra parte resulta
evidente en cada una de las composiciones, de técnica perfecta y que contribuyeron grandemente a
revalorizar la lengua vulgar como lengua poética.

En la primera parte del Cancionero, las poesías reflejan la sensualidad y el tormento apasionado del
poeta, mientras que tras la muerte de Laura, acontecida según declara el poeta en 1348, su amor
resulta sublimado en una adoración espiritual. Petrarca supo escapar a la retórica cortés del amor,
transmitiendo un aliento más sincero a sus versos, sobre todo gracias a sus imágenes, de gran fuerza
y originalidad. Su influencia se tradujo en la vasta corriente del petrarquismo, destinada a perdurar
hasta el siglo XVII, y a cuya tradición pertenecen desde Ausiàs March, Garcilaso de la
Vega o Francisco de Quevedo hasta Edmund Spenser y William Shakespeare.

GUTIERRE DE CETINA (Sevilla, 1520 - México, ¿1557?) Poeta español que fue una de las figuras
más significativas del Renacimiento. Su lírica, inspirada esencialmente en Petrarca, se desarrolla en
torno al refinado artificio del amor visto en su más típica abstracción. Entre los poetas españoles
italianizantes, Cetina es, después de Garcilaso de la Vega, el más notable y el más perfecto, y no se
le puede negar el derecho de ocupar el lugar más destacado del parnaso español después de la media
docena de celebridades de su época.

Descendiente de una ilustre familia de la nobleza, Gutierre de Cetina vivió mucho tiempo en Italia,
donde sirvió en las tropas de Carlos V y entabló amistad con los ingenios más insignes de la época,
por los cuales estuvo evidentemente influida su orientación poética. Además de Petrarca, le inspiraron
Luigi Tansillo, Ludovico Ariosto y Pietro Bembo, y entre los españoles, Garcilaso de la Vega en
particular. Pasó la mejor parte de su existencia en el refinado ambiente que rodeaba al príncipe de
Ascoli, a don Luis de Leyva y al insigne humanista Diego Hurtado de Mendoza, todos ellos amigos
íntimos de Cetina.

Gutierre de Cetina volvió a España en 1554 y hasta algún tiempo después no encontró nuevas
aventuras en las que desahogar su espíritu inquieto. Atraído por la fascinación de la empresa
americana, marchó en 1556 a México (donde había estado ya entre 1546 y 1548, aproximadamente)
con su tío Gonzalo López, quien se dirigía allí como procurador general. En aquella región de América
se pierden las huellas de su vida, y a partir de entonces sólo perdura en el tiempo la leyenda forjada
en torno al poeta. La naturaleza americana debió de imprimirse profundamente en la sensibilidad de
Gutierre de Cetina, al propio tiempo que la seducción bárbara de aquella civilización. También en
México halló el poeta otra inspiradora amorosa: doña Leonor de Osma, de la cual parece haberse
enamorado locamente y bajo cuyo balcón, en Puebla de los Ángeles, fue herido por Hernando de
Nava, un rival celoso. A partir de 1557 nada se sabe ya acerca de él, por lo que se le cree muerto en
tal fecha.
La obra poética de Gutierre de Cetina es conocida o a través de fragmentos sacados de manuscritos,
o por ejemplos y testimonios, o, finalmente, formando parte de antologías. Bartolomé J. Gallardo, en
su conocido Ensayo de una biblioteca de libros raros y curiosos, presentó abundantes muestras de la
obra poética de Cetina; pero hasta que el erudito sevillano Hazañas y La Rúa no publicó sus poesías
en 1895, puede decirse que faltó la verdadera base para estudiarlas, al igual que ocurrió con su
biografía, acerca de la cual carecemos de datos seguros, a pesar de que muchos investigadores han
dedicado a ello sus esfuerzos.

Sus obras poéticas están constituidas por madrigales (cinco en total, entre ellos el conocidísimo "A
unos ojos", al que debe buena parte de su popularidad), sonetos, canciones, diecisiete epístolas y
quince composiciones varias, todas ellas en la línea de la manera italianizante inaugurada por Juan
Boscán y Garcilaso de la Vega. Es quizás el único poeta español de su época del que no se conoce
ninguna composición de carácter castellano en versos cortos, excepto una anacreóntica de cuya
paternidad se duda; es preciso subrayar que no todas las poesías publicadas por Hazañas son de
atribución segura.

Teniendo en cuenta que debió escribir tales composiciones entre los veinte y los veintiséis años,
podemos considerar que se trata de una producción abundante; parece seguro que Cetina partió a los
veintiséis años para México y que allí ya no escribió nada más. Pero, a pesar de que esa producción
sea esencialmente de juventud, raras veces ocurre que produzca tal impresión, y esto,
indudablemente, se debe a la preocupación constante de Cetina por seguir los grandes modelos
clásicos e italianos.

Entre los primeros figuran Marcial, Juvenal y Ovidio; de éste es probable que Cetina tradujera algún
fragmento de las Heroídas, si las traducciones que se le atribuyen son en verdad de Cetina. Entre los
autores italianos, en primer lugar se halla Petrarca y luego, en orden decreciente de importancia,
Tansillo, Bembo y Ariosto. Entre otras influencias importantes se aprecia en Cetina, como en muchos
contemporáneos suyos, la de Ausiàs March, que quizás sea la más importante si prescindimos de
Petrarca.

Todo ello contribuyó a formar la personalidad de Cetina, y justifica un juicio muy acertado del gran
poeta sevillano del siglo XVI Fernando de Herrera: "si se hubiese preocupado de la fuerza como lo
hizo por la dulzura y la pureza, nadie le habría superado; en cuanto a número, lengua, dulzura y
sentimiento, nadie podría negarle un lugar entre los primeros". Ciertamente la admiración y emulación
de sus modelos restó a Cetina la espontaneidad que debiera ser natural por su juventud, y acaso
también la energía a que se refiere Herrera.

Sus epístolas a don Diego Hurtado de Mendoza tienen el contenido moral que se espera del género.
Escribió además unos pocos, pero selectos, versos dictados por una inspiración heroica, como el
soneto a Cartago o el dedicado a los soldados caídos en Castelnovo. Pero su poesía es casi
exclusivamente amorosa, y precisamente en este tema han de buscarse sus más logrados éxitos,
sobre todo en sus sonetos, llenos de sorpresas que saltan por doquier a los ojos del lector, y en sus
madrigales. En sus composiciones de mayor empeño, las bellezas no son menores que en las breves,
pero con notables diferencias a pesar de que en cada caso posean auténticos valores poéticos.

Las amadas a las que el poeta alude en sus obras amorosas son principalmente tres. Una va
designada con el nombre de Amarilis; por ciertas alusiones geográficas que figuran en los pasajes en
que habla de ella, se puede colegir que el poeta la conoció en España. Otra dama, que también debió
conocer en España y a la que cortejó unos diez años, si hemos de creer sus palabras, aparece con el
nombre de Dórida.
Pero el enigma más interesante es el de la tercera dama, que algunos estudiosos han creído identificar
con la ilustre Laura Gonzaga. El uso constante de la palabra "lauro", que aparece a menudo y con
diversos sentidos, y la certidumbre de que el poeta tuvo familiaridad con la bellísima mujer, ha inducido
a algunos eruditos a formular esta hipótesis. A la tal dama estaría dedicado el celebérrimo madrigal
que empieza con los versos "Ojos claros, serenos...", composición sobre la que se halla cimentada la
popularidad del autor.

VICENTE HUIDOBRO (1893-1948) nació el 10 de enero de 1893 en Santiago de Chile (Chile) en el


seno de una familia de posición social acomodada. Era hijo de Vicente García Huidobro y de Maria
Luisa Fernández, relevante feminista chilena.

Estudió con los jesuitas y desde muy niño comenzó a sentirse atraído por la literatura, especialmente
por el modernismo de Ruben Darío y por los vanguardistas franceses como Apollinaire.

En el año 1911 debutó como escritor al publicar el libro de poemas “Ecos Del Alma” (1911). En esa
época fundó varias revistas literarias, como “Azul” o “Musa Joven”.

En 1913 contrajo matrimonio con Manuela Portales Bello, de quien se separó a mediados de los años
20 tras enamorarse de Jimena (o Ximena) Amunátegui.

Amante de los movimientos vanguardistas franceses, especialmente del simbolismo, su original


escritura se engloba en el creacionismo, corriente que valoraba más la palabra en cuanto creación
independiente literaria que por su significado como tal. Sus teorías fueron expuestas en el libro
“Manifiestos” (1925), aunque con anterioridad ya había esbozado sus pensamientos creacionistas con
la lectura del manifiesto “Non Serviam” en el Ateneo de Santiago de Chile.

Las ideas vanguardistas del autor chileno las compartió y expandió por Europa, residiendo en París y
Madrid, lugares en los que coincidió con grandes nombres de la intelectualidad artística de ambas
poblaciones.

Cuando estalló la Guerra Civil Española, Huidobro asistió en el año 1937 al Congreso de Escritores
Antifascistas, que se celebró en Valencia.

Tras la Segunda Guerra Mundial, en la que participó como corresponsal bélico en el ejército francés,
regresó a Chile en compañía de su tercera mujer, Raquel Señoret.

Entre su producción destacan títulos como “Las Pagodas Ocultas” (1914), “Adán” (1916), “Horizonte
Cuadrado” (1917), “Poemas Árticos” (1918), o “Mío Cid Campeador” (1929) o “Altazor o El Viaje En
Paracaídas” (1931).

Además de sus libros en español, Huidobro escribió también algunos títulos en lengua francesa, como
“Horizon Carre” (1917) y “Tour Eiffel” (1918).

Falleció en Cartagena, Chile, el 2 de enero de 1948, tras sufrir un derrame cerebral. Tenía 54 años.
Fue enterrado en un lugar próximo de su casa en Valparaíso, San Antonio, Cartagena. Tuvo cinco
hijos.

GUILLAUME APOLLINAIRE (Wilhelm Apollinaris de Kostrowitzky; Roma, 1880 - París, 1918) Poeta
francés que tuvo una influencia decisiva en la formación de las vanguardias de principios de siglo XX.
Hijo de una aristócrata polaca y de padre desconocido (acaso el oficial italiano Francesco d'Aspermont
o un príncipe de la Iglesia), después de estudiar en liceos de Mónaco, Cannes y Niza viajó junto a su
madre a París, pero las dificultades para encontrar empleo le obligaron a colocarse como preceptor de
una familia en Alemania durante dos años.

Apollinaire frecuentó los círculos artísticos y literarios de la capital francesa, donde adquirió cierta
notoriedad. Trabajó como contable en la Bolsa y como crítico para varias revistas, desde las que
teorizó en defensa de las nuevas tendencias, como el cubismo de sus amigos Pablo
Picasso y Georges Braque y el fauvismo de Henri Matisse, con los que compartió la vida bohemia de
la época.

El núcleo de su obra fue la poesía, a la que entendía como un arte inseparable del conjunto de
experiencias de la vida cotidiana. Fue una pieza clave en el paralelismo entre pintura y poesía que
fracturó la problemática estética de las décadas anteriores y generó nuevas prácticas de vanguardia
en la literatura y el arte modernos. Desde sus primeros poemas, escritos en 1897, expresó su inquietud
por temas como el recuerdo, la angustia, el amor, la melancolía y el erotismo, y su intento de innovación
literaria lo situó como una figura de transición entre el movimiento simbolista y el surrealista.

Apollinaire dirigió y editó una colección de clásicos eróticos (Los maestros del amor, 1909), colaboró
en numerosas publicaciones, como París-midi, Mercure de France y Les Marges, en las que hacia
1909 firmaba con el seudónimo de Louise Lalane, y fundó las revistas Le Festin d'Esope (1903) y Les
Soirées de París (1912). Escribió las novelas eróticas Las once mil vergas (1908) y Las hazañas de
un joven Don Juan (1908), y las prosas de El encantador en putrefacción (1909), obra basada en la
leyenda de Merlín y Viviana al que siguieron una serie de relatos de contenido fabuloso.

Su libro de poemas El bestiario o el Cortejo de Orfeo (1911) refleja la influencia del simbolismo, al
tiempo que introduce ya importantes innovaciones formales; el reconocimiento de la crítica le llegó
con Alcoholes (1913), poemario que establecerá un singular puente entre las experiencias del
simbolismo y las inmediatas vanguardias. En los años siguientes publicó La antitradición
futurista (1913), Los pintores cubistas (1913), defensa encendida del nuevo movimiento como
superación del realismo, La Roma de los Borgia (1914) y El poeta asesinado (1916), texto fantástico
iniciado en 1900 en el que aplicó su refinada ironía en la propuesta de una campaña para exterminar
a todos los poetas del mundo.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, se alistó como voluntario en el ejército francés, donde
obtuvo el grado de teniente y la condecoración de la Cruz de Guerra. El 17 de marzo de 1916 recibió
una herida de metralla en la cabeza que dejó secuelas en su salud, y durante su convalecencia escribió
algunos de sus textos más recordados, como los poemas gráficos de Caligramas (1918), "ideogramas
líricos" que abrirán el camino a los experimentos de la poesía visual durante el resto del siglo, y los
dramas surrealistas Los pezones de Tiresias (1917) y El color del tiempo (1918). El 2 de mayo de 1918
contrajo matrimonio con Jacqueline Kolb, y el 9 de noviembre del mismo año murió víctima de la
epidemia de gripe que azotaba París.

En los poemas de Caligramas, aparecidos póstumamente, Guillaume Apollinaire llevó al extremo la


experimentación formal de sus anteriores obras, preludiando la escritura automática surrealista al
romper deliberadamente la estructura lógica y sintáctica del poema. Son célebres, por otro lado, sus
«ideogramas», en que la tipografía servía para «dibujar» objetos con el texto mismo del poema, en un
intento de aproximarse al cubismo y como expresión del afán vanguardista de romper las distinciones
de géneros y artes.

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