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oa ETNOLOG\A I Gulnoy@) ANT 928 ee Nota sobre el problema de las identidades colectivas en los Andes meridionales Nathan Wachtel College de France, Paris No PARECE YA necesario abogar en favor de una investigacién que aso- cie la historia y la antropologia para el estudio de las sociedades ¢me- rindias, Desde hace algunos decenios, 'a profunda renovacién de nites- ‘ros cbnocimientos en ol rea andina en particular, da fe de la fecundidad de la colaboracién entre ambas dieciplina: también puede ser conveniente, sin poner en discusién el priticipio ‘mismo de esta colaboraci6n, preguntarse sobre los eventuales malen- tendidos, tratar de realzar algunos deslices abusivos. En un articulo reciente, Emmanuel Terray sefiala con pertinencia una primera difi- cultad: “Mientras los antropélogos se vuelcan hacia una historia que apenas si les interesa a los historiadores, éstos toman como fuonte de piracién una antropologia que muchos antropélogos consideran su- perada” (Terray 1990: 67). Si suponemos que este malentendido esté isipado por completo, no escapamos a otra dificultad que plantea un probleme de fondo.|Cuando se trata de sociedades precolombinas 0 co- Joniales, el uso de Ia antropologia por la historia no implica mas que In aplicacin de una problematica o de un aparato conceptual a les textos de cronistas y a los documentos de archivo. {Cémo combiner cesta aproximacién con el trabajo de campo a partir del cual se ha ela- dorado ese aparato conceptual y que por definicién constituye el fun- damento de la antropologia? | Sabemos bien que, metodolégicamente, no se puede brincar los si- silos y relacionar les datos etnograficos directamente con las huellas de un pasado Iejano: el tratamiento de un corpus compuesto de mate- 1 Alrespeeto, as convesiente rend homenaje alas obras pioneras de Jokn V. Mu 12a do Tom Zuidome on amuse wacerae iales heterogéneos no terminaria siendo mas que la construccién de objetos artificiales, desprovistos de tomporalidad. De hecho, en su Dbiinqueda de lo que es especificamente autéctono, alguncs trabajos re- ientes se apoyan en continuidades tan macizas que realzar rejticios ideolégicos mas que una investigacién rigurosa."ISe emplea ‘asi la nocién —por lo demas vaga— de “Io andino” como si se tratase de una entidad inmutablel De hecho se puede reconocer que existen algunas continuidades pero, jemo evaluar su peso con respecte a 10s ‘cambios, a las rupturas y a las innovaciones que tan profundamente hhan afectado a las sociedades indigenas desde la invasin europea? Por cierto, no podemos probibirnes operar con aproximaciones en el tiempo, de un periodo al otro, pero es importante distingiir dos proce- dimientos: una cosa es mezclar desconsideramente datos situados en épocas diferentes y otra cosa es realizar idas y venidas del presente al pasado y del pasado al presente, a fin de asaciar las perspectivas com: plementarias. Sin embargo, gen qué medida y en qué condiciones son legitimos estos itinerario Cuando Mare Bloch recomendaba recurrit a una historia regresi- ‘va, era porque a pesar de ser medievalista, tenia el mas vivo interés por el presente, como lo atestigua L’Etrange défaite, su anlisis de la sociedad francesa de los afos treinta. Ademas experimentaba un gus- ‘to evidente pur In obvervacién etnografica, como tambien Jo demuestra ‘au famoso articulo sobre la difusién de noticias falsas durante la gue- rra de 1914-1918 (Bloch 1963 [1921)). Por otra parte, se sabe que esta experiencia de guerra le inspiré Les Rois thaumaturges, su interpreta: cidn racionalista de la f8 en ol milagro real, cobsiderado como tna “gi: gantesta noticia faisa’ y el “resultado de un error colectivo” (Bloch 1969 (1924)! Pero es sabre tno on Les earacivescniginane da Thi wy toire rurale frangaise que el método regresivo es practicado de manera| eiemlar: falta de documentacin para le perodas mis aniguot, se ‘trata, por de pronto, de ir de lo bien a lo no tan bien conocido; es decir, de cerear el objeto estudiado a partir de gu transformacién para ens guida remontar del estado de terminado al de bosqueja, Ahora bien, el ‘objeto en cuestién no se reduce a una coleccién de elementos yuxta- uestos en los cuales se buscan las huellas del pasado par eeparado. ‘Un “régimen agrario’, por ejemplo, "forma una red comploja de rece. tas técnicas y de principios de organizacién social” (Bloch 1956 (1931), 2. Es ast que una obra como Raizes de Amtrica e! mundo aymara,edtada por ts Yer Alb (Miedrd, Alianza Editorial Uneezo, 1088), que rene coneibuiones ex cetleates, no escapa en su concepeie de conjunta a na idoliacn del mead 27 ‘mara, al punte de a veces vongolar al ajsiara' on une exenia eterna” (fla tne {inde Gilles Rivire, 1968: 691603), 3, Véase el profacio de Jacques Le Got x Bicch (1089 (1924: VE y XXVN, [NOTA SOBRE EL PROBLIMA DEUS IEATIONDES CORE TVAS on 36): sus componentes (condiciones del medio natural, utillaje, tipo de habitat, pricticas agropastoriles, sistema de relaciones sociale te) son reunidos por relaciones de compatibilidad y de adecuacién, trazando una configuracién que se rige por uns coherencia interna. La puesta en lugar de esta configuracién os la que el historiador se es: fuerza por dilucidar al remontar el tiempo. ‘Bota vuelta hacia atris en la historia puede aclarar algunos aspec{/ tos de la complementaridad entre historia y antropologia. El anélisis del presente tiene por meta, on primer lugar, defini el objeto estudia do y observar las practicas 0 las representaciones que eseapan & lo es. crito por causa de la naturaleza de los documentos de archivos. No se limita a un inventario de datos emp{ricas: éstos se inseriben en una sociedad viva en la que se propone poner al dia los lazos internos, las contradicciones y las légicas subyacentes. Segiin nuestros cortes, loa diferentes registros (econémicos, politicos, magico-religiosos, simb ‘08, ete) entre los que se recogen los hechos sociales forman sistemas de relaciones especificas que sélo toman sentido en su globalidad, Ahora bien, sin que sea cuestin de proyecter mecinicamente el pre] y sente sobre el pasado, estos analisis sincrénices pueden dar cuenta fonémenos mas antiguos. Asi, en el mundo andino, abundantes docu ‘mentor dal siglo XVIL, rolativoo a leo campaiias de “extirpacigu de ido- latrias", proporcionan descripciones a menudo minuciosas de ritos y ‘ereencias “diabdlicas” quo, sin embargo, se mantienen aisladas de su contexts. Sin duda no esti atin acebada la inscripcién de los apo eristianos y de las tradiciones paganas en un sistema sincrético, El étodo regresivo permite, a partir del presente y desde el interior, comprender las roglas légicas que ordonan el sineretismo pagano-cris- tiano en el que las categorias del pensamiento dual subsumen a los) santas de una parte y a las divinidades autéctonas de Ia otra. Por sit lado, la informacién histérica se esfuerza por descubrir lo que la tradi- ign oral no registra o no transmite: por ejemplo a través de los rela- ‘tos de los informantes se descubren los temas recurrentes de una m ‘moria colectiva, pero no es més que a través de los documentos de archivo que se puede seguir el trabajo de osta memoria y reparar lo que ella ha retenido, rechazado 0 transformade. Mas atin, con la re- ‘resin hacia el pasado se intenta desentrafiar la génesio de los siste- ‘mas constitutivos de una sociedad de Ja cual se intenta seguic la evor Iucién de las permanencias de la historia. Pues como coneluia Mare Blech, no hay més que “una ciencia de los hombres en el tiempo y que sin cesar tiene necesidad de unir el estudio de los muertos con el de las vivos" (1974 [1941]: £0). 4 problema de las identidades colectivas en el mundo andino, s0 plantea en términos diferentes segiin se le aborde a partir del presente © 8 partir del siglo XVI. Conforme los espafoles invadian el Tahuan- wed 00 arian wach, tinsuyu, el imperio inca de las cuatro partes, encontraron decenas de formaciones sociales de dimensiones variables, generalmente designa- das por el término de naciones que casi no sabemoo traducir: jefatu- ras, grupos étnicos? Pero, {qué se entiende aqui por etnicidad? Del 1g0 Titicaca al lago Poopé, por ejemplo los lupacas, los pacajes, los rangas, los soras y los quillacas forman unidades sociopoliticas distin- tas (teniendo de por si diversas subdivisiones) pero hablan una misma lengua, el symara, y al parecer, comparten un niverso comiin de rep- resentaciones simbélicas. Igualmente se sabe que la famosa “visita” de Garci Diez a Chueuito (1567), la “visita general” del virrey Toledo (1570-1575) y los empadronamientos ulteriores inscribieron a los tri- Dutarios del altiplano bajo dos rubros diferentes, él de los aymaras de (areca ees la otra, Por Jo tanto, para esta époes, ise esti autorizado a hablar de una identidad-aymara 0 de una identidad tru? Los ribros en cuestién corresponden a catogorfas esencialmente Sacalee en las que se mezclan los eriterios étnios, sin duda, pero tam- bién los socioeconémicos. Con los indios asi clasificados, «dénde se si- 1 {tian les limites del sentimiento de pertenencia a una entidad colecti- va? Se puede suponer que las mayores Iineas divisorias pasan entre diversas “naciones’, al interior del conjunto aymara, y entre sub- tunidades en el conjunto uru, tales como las de los irwitus ochosumas, la de los quinaquitaras, ete. Ahora bien. las Ii Yas entre ls diferentes grupee eis tienen una intensidad més o) menos fuerte'y a diversoa niveles, los umbrales pueden desplazarse funciGn de Ia coyuntura histérica: durante el periodo colonial em nuevas formaciones sociales cuya persistencia hasta nuestros dias no| significa de ninguna manera que se remonten al siglo XVI. Que its idontidades colectivas abservadas hoy dia son Tos reaults- 4 | doo de cresciones colonisles, queda iustrado por tras casos diferentes y comparables, situados en los Andes meridionales y objeto de traba- jos recientes: se trata de los indios de Yura (de lengua quechua on una fren antiguamente aymara), de Wulta (de lengua aymara) y de Chipa- ye (de lengua puquina, enclave uru en el medio de una vasta zona ay. mara) (Rasnake 1988; Abercrombie.1996; Wachtel 1990). Es significa. i tivo de una cierta coyuntura intelectual que, en los trea estudios, los autores hayan recurrido a férmulas y a pasos anélogos: “del presente al pasado’, “de los archivos al campo”, “de la etnogratin a Ia historia” Gasnake 1988: 17, 20, 99; Abercrombie 1986: 26, 29). Partarnos en- tonces del presente y oxaminemos estos tres ejemplos. En los tres casos ol sontimiento de identidad colectiva se tuna eseala que se puede lamar local, de manera esquematica, en el marco del cantén, segiin la organizaciin a ‘sin las categorias indigenas del ayllu en el sentido amplio: es decir; 1un pueblo principal y su territorio sobre el que se distribuyen un ci NOTASOBRE EL MIORLEMA § {AS IENTDADES COLECIVAS oa to miimero de estancias. En efecto, el hibitat es goneralmente doble: ‘cada jefe de familia dispone de una o més “casas” en una de las estan- cias y en el pueblo; éste itimo desemperia el rol de contro administra. tivo y ceremonial. Tanto mas cuanto se trata de unidades demograf camente poco numerosas: alrededor de seis mil yuras, cuatro mil ultas y un millar de chipayas. ;Cémo se define su respectiva identi ‘dad? Fila asocin diversos companentes tan complejos de por si, que inguno solo bastarfa para fundarla: entre otros, la lengua y el vesti- do, In base territorial, la organizacién comunal, el sistema de cargos y de autoridades, el conjunto de précticas y de representaciones simbili cas. Sin embargo, guardémonos do una simple yaxtaposiciin de ra heteréclitos: éstos toman sentido en una totalidad ordenada por lig cas internas que aseguran sa cohesién. {Cual es, entonces, el Jaz0 | une los componentes realzados de registros diferentes? Este lazo no es otro que el dela organizacién dual cuyos principios ordenan por todas partes la distribucin del espacio, la representacién| del tiempo, la reparticin de los grupos sociales y en definitiva, la con-| ‘epeién del universo y de los poderes sagrados. Ahora bien, una de las caracteristicas de este orden binario se trasluce en sus éstructuras “en espejo": los elementos que entran en una de sus eatagorias clasificato- risa son susceptibles de desdoblamientos indefinidos (lo arriba de arri- ba, lo abajo de arriba, etc), de suerte que socialmente dan Iogar a un sistema de eneaje de grupos y de subgrupos en los cuales las relacic- nes de solidaridad y de oposicién se articulan en niveles sucesivos, se- atin ol modelo segmentario: la estancia, el linaje, el barrio, el ayllu en sentido estricto, la parcialidad, en fin, el conjunto formado por las dos mitades (eo decir, el ayllu o la comunidad en sentido amplic). Asf Is idontidad ee define por oposicién a un otro més y més alejado pero que dovione uno mismo en el marco de unidades cada vez més globalizado- ras; la alteridad verdaderamente otra comienza més allé dela unided, conatituida por las dos mitades mayores: es a este nivel quo pasa la ‘mayor Iinea divisoria en nuestro tiempo. {Estamos autorizados a reco- nocer este conjunto asf delimitado como un grupo étnico? De hecho, se trata de un conjunto ordenade de tal suerte que cons: tituye un universo cerrado sobre s{ mismo y en principio auténomo en tados Jos plans: econémico (en tanto que organizacién comunitaria), politico (aai sus autoridades estén evidentemente sometidas a las del Estado boliviano), social y sobre todo simbdlico. De acuerdo al modelo de solidaridades, las reglas del sistema de parentesco se aplican por igual y encajan unas con otras: los matrimonios, preferenciales en el ‘marco del ayllu, con Ievados a cabo casi en su totalidad dentro del srupo, sea yura, k'ulta o chipaya. Entonces, se trata cada vez de una uunidad fuertemente endégama en la que el grupo esta definido por los vineulos de sangre y de alianza. Paralelamente, siguiendo cclos regu- \v

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