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“Mi hijo creó un
Domingo, 12 de Febrero de 2006 blog. ¿Qué
hago?”
Por Rafael A. Torrech San Inocencio Glosario
El autor es un historiador puertorriqueño, especializado en historia rural, autor
de “Los Barrios de Puerto Rico” y coautor del “Atlas de la Historia de Puerto
Rico”.

Lo que parece novedad no siempre lo es. La reciente discusión de la posible eliminación de municipios evoca
un experimento estadounidense de principios de siglo, cuyo resultado fue la supresión de veinticinco
municipios en poco más de tres años, con la intención de crear condados o counties a la usanza de los
Estados Unidos. Entonces, como ahora, era un asunto de finanzas: había que eliminar aquellos municipios
cuyo ingreso de contribuciones no daba para cubrir los salarios de los funcionarios municipales.

Recién establecido el régimen estadounidense, entre 1898 y 1900, el Gobierno militar suprimió cinco
municipios, y los incorporó a otras municipalidades. Como resultado, Hormigueros pasó a ser parte de
Mayagüez y Luquillo fue dividido entre Fajardo y Río Grande (1898); Ceiba se integró a Fajardo y Las Piedras
a Humacao (1899); y Barceloneta pasó a ser parte de Manatí (1900).

A poco, esta intención se convirtió en política pública. La ley de 1902 para la consolidación de ciertos términos
municipales de Puerto Rico significó la supresión de veinte municipios adicionales, para lograr economías y
mejorar la eficiencia de la administración municipal. Ahora la cosa iba en serio: Moca pasó a Aguada; Rincón a
Añasco; Barranquitas a Barros (Orocovis); Gurabo a Caguas; Trujillo Alto a Carolina; Cidra a Cayey; Juncos a
Hato Grande (San Lorenzo); Loíza a Río Grande; Vega Alta a Vega Baja; Maunabo a Yabucoa; Naranjito y Toa
Baja a Bayamón; Quebradillas y Hatillo a Camuy; Arroyo y Salinas a Guayama; Peñuelas y Guayanilla a
Ponce; y Corozal y Dorado a Toa Alta. No obstante, hubo una retracción: esa misma ley devolvió a
Hormigueros su condición de municipio.

Como resultado, el mapa municipal de Puerto Rico, quedó reducido a sólo cuarenta y seis municipios, y
algunos de ellos, como Bayamón, Toa Alta, Ponce, Río Grande, Guayama y Camuy, aumentaron
significativamente su extensión territorial mediante la incorporación de varios municipios colindantes.

La supresión de estos municipios no fue una medida popular. Para los partidos políticos de principios de siglo,
los municipios eran muy importantes. Desde los tiempos de España, los puertorriqueños fueron excluidos de
los puestos públicos insulares, y era en los municipios en donde se ejercía el trabajo político fundamental de
los partidos. Además, durante la breve operación del Gabinete Autonómico de 1898, el movimiento político
encabezado por Luis Muñoz Rivera procedió a sustituir a casi todos los alcaldes y a nombrar cientos de
concejales afectos a los autonomistas a los ayuntamientos municipales. Muchos de ellos permanecieron en
sus puestos luego del cambio de soberanía.

En 1905 el Consejo Ejecutivo planteó dividir a la Isla en siete condados o counties, a modo de provincias. Pero
el descontento era general. Por tanto, no es de extrañar que por iniciativa de José de Diego, aliado de Muñoz
Rivera, ese mismo año se revocara la ley de 1902 devolviendo su carácter de municipios a casi todas las
localidades anexadas o suprimidas.
Algunos municipios, como Barceloneta, Ceiba, Luquillo y Las Piedras, tuvieron que esperar entre seis y nueve
años más para recuperar su franquicia municipal. Guaynabo, eliminado en el 1875, fue reconstituido en 1912
con diez de sus doce barrios originales. Posteriormente, se crearon los nuevos municipios de Jayuya (1911),
Guánica (1914), Villalba (1917), Cataño (1927), Culebra (1928), y más recientemente Florida y Loíza en 1968.
En el caso de Loíza, se recuperó una franquicia municipal que fue absorbida por Canóvanas en 1909.
Finalmente, Río Piedras se incorporó en 1951 a San Juan, perdiendo su identidad como municipio aparte.

Es de esperar que, al igual que hace exactamente un siglo, cualquier intento de suprimir municipios enfrente
una monumental resistencia. Pero tal vez, la idea de desarrollar el equivalente a condados o provincias
adaptadas al siglo XXI sea una idea que merezca atención. Ya el alcalde de Caguas ha manifestado la
deseabilidad de crear estructuras transmunicipales que atiendan necesidades y servicios que se benefician de
las economías de escala de un consorcio de municipios. Pero lo fundamental es conocer la historia, y no
repetir sus errores.

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