Anda di halaman 1dari 2

13-Noviembre-2009 | RAFAEL TORRECH SAN INOCENCIO

HISTORIADOR

El problema
El problema del país no es el déficit. Todo gobierno toma prestado más allá de sus
medios. Es como hipotecarse para adquirir una casa. El problema es que esa deuda
acumulada del Gobierno no rinde una infraestructura autosustentable. Si lo prestado se
consume sin generar nueva riqueza, entonces nunca habrá con qué pagar la deuda.

El problema no son los empleados públicos. Su productividad es un reto que ningún


gobierno ha asumido. Tanto conocimiento, tanto peritaje, tanta universidad no han
forjado una ética de servicio al ciudadano que rinda su inversión. Como resultado, el
servidor público se percibe como enemigo de sus consumidores. El problema es lograr un
modelo de gerencia pública eficiente y efectiva para el pueblo, no para los políticos.

El problema no es reducir el Gobierno. El gobierno es una criatura que siempre procurará


su incremento. Mediante la contratación externa, el gasto neto del Gobierno no se
reducirá. A corto o a largo plazo, el pueblo seguirá pagando el nuevo estrato de servicios
público-privados. El problema es asegurar que las alianzas público-privadas sean
eficientes, transparentes y pertinentes al desarrollo económico del país.

El problema no es el sector privado. Ellos responden a su propio afán de multiplicar sus


ingresos. El problema es que está mal acostumbrado a que toda inversión de riesgo sea
asumida por el Gobierno. Que el Gobierno financie e incentive su prosperidad, pero que
asuma sus pérdidas cuando la gestión fracase. El mantengo corporativo es otra instancia
de nuestro profundo síndrome de dependencia. El problema es incentivar un
empresariado eficaz, solvente y socialmente responsable.

El problema no es necesariamente Fortuño. Al menos propone un cambio. El problema es


que su base de apoyo subestima a importantes sectores del país y fomenta un
paternalismo atropellante y subordinante por parte de la clase dominante. No hay pacto
social. El torpe afán por generar crédito para sus obras ha llevado al país a la polarización
y al borde del caos. A apenas un año de gobierno, todavía puede cambiar su curso.
Cualquier análisis serio de sus resultados derivará la urgente necesidad de acción
correctiva inmediata.
El problema no es volver a la normalidad: no hay paraíso perdido, no es cuestión de
volver atrás. Muchas de las estrategias de la oposición están tan caducas como las de
Fortuño. Los problemas del siglo XXI no pueden abordarse con demagogias de la Guerra
Fría. Aparte de resistir al Gobierno, la oposición tiene que articular un nuevo e inspirador
modelo de desarrollo para la redención del país, conectado a lo que pasa en el resto del
mundo y en la Administración de Obama. El país está harto de machacar el problema y
sediento de alternativas de esperanza.

El problema sí es la dependencia. Seguimos planteando soluciones egoístas dirigidas a


que otro pague la cuenta. El “otro” es el Gobierno, los federales, el sector privado, los
ricos, los dueños de hogares, los empleados públicos, el consumidor, los pobres, en fin,
cualquiera que pueda cargar algún grado de culpa por el caos. La culpa es de todos, no
puede seguir siendo del otro.

Cuando el país entienda que no es una colonia de sí mismo, ni de su gobierno, ni de su


sector privado ni de sus partidos políticos, comenzará la verdadera reivindicación. La
autosustentabilidad es un estado mental. También lo es la soberanía. Asumir
responsabilidad implica comenzar a hacernos cargo. No como tribus en guerra unas
contra otras, sino como una nación que avanza o, si no, se desintegra.

Anda mungkin juga menyukai