Una buena actuación ética es simultáneamente una buena actuación profesional. La ética descubre
en los hombres algo de más valor que la simple actuación. Para el cristiano es el reflejo, en las
actuaciones humanas, de la voluntad de Dios, con el que se mantiene una relación personal, que es
la oración.
La ética empresarial es una exigencia de la persona, cualquiera sea su trabajo. La ética empresarial,
supone que sus principios son los mismos de la moral general. Si genuinamente se mantiene una
preocupación por los empleados (calidad y ambiente, remuneración, sentido de familia, incentivos,
seguridad) proporcionándoles "dignidad y respeto", el trabajador estará feliz y motivado por
producir calidad. Este estado de ánimo, sentido de felicidad, es en sí una cuestión ética. En muchas
empresas inmersas en la competitividad y falta de tiempo para todo, los trabajadores son el
"recurso humano". Esto puede al menos interpretarse como sujetos que no son personas sino
recursos (con todas las implicaciones éticas que esto signifique). Estos recursos son atractivos en la
medida que cumplan con juventud, dedicación, resultados, identificación con la empresa, esfuerzo
que vaya más allá de la estricta responsabilidad, ser capaz de trabajar en equipo, ser agradables,
saber de computación y tener un idioma alternativo. Mejor aun si su costo es "bajo". Una vez que
este recurso se ha desgastado --y luego de haber entregado la vida a la empresa (sin olvidar que la
familia también vive este proceso)--, puede ser fríamente reemplazado por otro recurso joven, que
sepa computación, de bajo precio, etc., Este es el comportamiento de las empresas hacia los
recursos humanos (personas con familias que dependen de ellos, aspiraciones, necesidades, sentido
de dignidad, sueños de justicia) en la mayoría de las empresas que interactúan en un ambiente de
competencia, y sin embargo existen empresas que no dudan en mencionar que las personas son
uno de sus principales activos. La ética empresarial, en cuanto a tal, sin embargo, significa actuar en
un ambiente que no solo procura el más alto respeto y dignidad de sus empleados (personas y nunca
recurso), sino que procura que la empresa se presente frente a la sociedad de manera honrada,
veraz y honesta , más idealmente en la procuración del bien social.
En la toma de decisiones, los ejecutivos buscan minimizar el riesgo por medio de la obtención de
exhaustivos análisis, demostraciones y proyecciones empíricas. Sin embargo, pocas veces se
considera que elemento adicional, el sexto sentido, el sentido común y el sentido ético. Hay ámbitos
del saber a los que pedimos demostraciones; y otros a los que pedimos persuasiones. Las decisiones
éticas pertenecen a este segundo ámbito de conocimiento. Los datos empíricos son siempre
necesarios, pero no son el último factor determinante a la hora de decidir. Hay un sexto sentido que
nos insinúa si un buen negocio es o no bueno.
En el lenguaje ético, la dificultad para saber cuándo una acción humana es buena o mala, es similar
a la de preguntarse si un negocio será bueno o malo: no tenemos seguridad, pero tenemos una idea
suficiente para saber si una decisión es razonable (la experiencia como referencia juega un papel
determinante). Toda decisión conlleva implícito un riesgo, que no sabremos con certeza hasta
ejecutar la acción, hasta intentarlo. No basta con contar con las mejores herramientas, para pasar
del análisis a la ejecución hay que estar convencidos, hay que prever las consecuencias y
responsabilidades. Hay que asumir el riesgo. El paso del ser al deber ser conlleva riesgos. Esto es lo
que básicamente tiene en común la ética y los negocios.
2. El esfuerzo y el éxito
En la medida que consideremos la realidad laboral desde el punto de vista de una necesidad
dignificante del ser humano, miraremos al trabajo bajo un profundo sentido de solidaridad.
Trabajo y empleo no es lo mismo. El empleo es bien escaso, y el trabajo es una necesidad natural.
El trabajo es la principal fuente de la realización personal. Otorga dignidad al hombre, sentido de
pertenencia, de responsabilidad; sentido de ser útil. Solo bajo perspectiva de la dignidad de la
necesidad de trabajar se puede enfocar la solidaridad.
La ética es un valor intrínseco de toda actividad económica y empresarial, ya que cualquier actividad
empresarial incluye al ser humano. La ética es una exigencia que se hace más significativa mientras
mayor es la complejidad social. Si la ética se encuentra inserta en toda actividad empresarial, no
puede ser considerada como un Valor Agregado sino como un Valor Componente.
LOS VALORES
Las empresas debieran ser conformadas por propósitos responsables dirigidos a la consecución de
valores éticos para con la comunidad y los empleados. La actividad empresarial de una organización
afecta a muchos grupos constituyentes o Stakeholders (proveedores, accionistas, clientes,
consumidores, competencia, comunidad general, etc.). Se exige de ella una actitud responsable para
con dicha comunidad, ya que su comportamiento le repercute directa o indirectamente. Ser
responsable significa dirigir la empresa midiendo el impacto de su actuación en estos grupos,
respetando sus derechos e intereses legítimos. Se requiere evitar el engaño y la desinformación. La
honestidad requiere de la rectitud y sinceridad con la información demandada por la comunidad.
Las señales que entrega una empresa afectan muchas personas, que confiando en la información,
toman decisiones que a su vez afectan a otros. La comunidad confiará en estas señales en la medida
que sean honestas.
El respecto, significa reconocer que los individuos sostienen relaciones fuera de la empresa, poseen
autonomía, privacidad, dignidad, derechos y necesidades.
Por otra parte, los ejecutivos deben procurar el respecto a la propiedad intelectual y privada,
poniendo especial cuidado cuando la actividad comercial involucra la propiedad ajena (pública o
propia de la naturaleza).
Reporte informativo que explica cómo es que la responsabilidad social corporativa está actualmente
bajo el microscopio.
La ética y la conducta empresarial siguen siendo temas candentes. Un libro publicado hace unos
meses da un sucinto vistazo a los principales temas implicados en el concepto de responsabilidad
social corporativa.
Escrito por el profesor de la Universidad de California, David Vogel, «The Market for Virtue»
(Brookings Institution Press) comienza preguntando qué significa, de hecho, ser una empresa
virtuosa. Hay una gran cantidad de literatura sobre el tema y miles de políticas diversas entre las
empresas con respecto a la conducta ética.
Vogel observa que las empresas pueden tener diferentes motivaciones a la hora de seguir políticas
virtuosas. Algunas pueden ser defensivas, para evitar publicidad hostil, mientras que otras pueden
provenir de un compromiso genuino por las metas sociales. En cualquier caso, añade: «El mercado
es la fuente de virtud corporativa que la ha hecho posible y la que obliga a ello».
Hay un mercado para la virtud, observa, pero es limitado. Desde una perspectiva de mercado, los
negocios pueden justificar políticas de responsabilidad social, bajo ciertas circunstancias. Pero hay
límites para esto, y también hay un gran espacio para los competidores menos responsables.
Esto se debe a las ventajas, y a los límites, del capitalismo de mercado. En el lado positivo, las
empresas son libres para innovar y los ciudadanos tienen la posibilidad de influir en las prácticas
empresariales a través de sus decisiones sobre qué comprar y dónde invertir. En el lado negativo,
puesto que las políticas éticas son voluntarias y las empresas están sujetas a la disciplina de
mercado, las compañías las seguirán cuando tengan una orientación buena para los negocios. Así,
la responsabilidad social corporativa puede remediar algunos problemas, pero no es una solución
plena.
Aumenta la preocupación
La preocupación sobre las cuestiones éticas ha aumentado considerablemente en los últimos años
debido al aumento de la globalización y a la desregulación económica. Estos desarrollos han
producido muchos beneficios, pero también han generado insatisfacción con algunas de sus
consecuencias negativas, afirma Vogel.
Los consumidores, observa Vogel, prestan más atención en sus compras a los factores relacionados
con la responsabilidad social. Pero advierte que las encuestas que pretenden demostrar que
grandes porcentajes de población quieren cambiar sus hábitos de compra deberían aceptarse con
precaución. La lealtad a la marca sigue siendo fuerte y los compradores son reacios, por lo general,
a cambiar sus hábitos.
También se están implicando los gobiernos. Según Vogel, desde el año 2000, Gran Bretaña tiene un
ministro para la responsabilidad social corporativa y seis gobiernos europeos exigen que los fondos
de pensiones consideren las prácticas sociales al tomar decisiones de inversión.
Los negocios, por su parte, están cooperando. El Consejo Comercial Mundial para el Desarrollo
Sostenible fue fundado por 170 empresas después de la cumbre de 1992 de Naciones Unidas sobre
el medioambiente. Y el Global Compact de Naciones Unidas ha atraído a más de 1.300 empresas.
Asimismo, cerca de 2.000 empresas publican actualmente informes sobre su funcionamiento a nivel
social o medioambiental, por encima de las cerca de 500 que lo hacían en 1999.
Muchos negocios sostienen que «una buena ciudadanía corporativa es también un buen negocio»,
explica Vogel. Pero hay también críticos que mantienen que crear riqueza para los accionistas es la
única función de una compañía. Vogel rechaza este argumento, sosteniendo que se pueden
combinar las metas de beneficios y las no financieras.
De hecho, hace notar, el libro típico de negocios sobre responsabilidad social corporativa pone de
relieve sus lazos con los beneficios y se concentra en firmas que sean exitosas financieramente.
Además, si una empresa toma la iniciativa a través de la autorregulación, puede estar mejor
colocada en el momento en que aparezcan nuevas regulaciones del gobierno. Y una firma más
responsable hace frente a menos riesgos de boicots de los consumidores o accionistas
descontentos con sus prácticas.
Esto no significa, aclara Vogel, que las firmas más responsables socialmente cosechen beneficios
más altos. Pero no serán necesariamente menos valiosas por haber añadido objetivos éticos a sus
metas. Más de 120 estudios académicos han analizado la relación entre ética y beneficios, observa.
Los resultados varían. Algunas encuentran una relación positiva, otros negativa, y otros que hay una
cara y una cruz.
Vogel comenta que es difícil sacar conclusiones firmes de los estudios, debido en parte a la
diversidad de métodos analíticos. Por ejemplo, un resumen de 95 estudios encontró que la actividad
económica se media de 70 formas diferentes, con 49 tipos de medidas contables. Igualmente
importante, las correlaciones presentadas de las encuestas sobre comportamiento de las empresas
y beneficios no pueden establecer la dirección de la causalidad, observa Vogel. No queda claro si las
firmas más responsables tienen más éxito, o si las compañías de más éxito simplemente tienen más
dinero disponible para gastar en buenas prácticas de negocios.
Una cuestión incluso más problemática es si ser responsable realza la reputación de una empresa.
La responsabilidad social corporativa es sólo un componente de la reputación, observa Vogel, junto
con otros factores, como la satisfacción del consumidor y el funcionamiento financiero. Además, las
firmas tienen como objetivo un blanco móvil, puesto que los activistas presionan continuamente
para lograr más progresos.
Al final, tanto las firmas más responsables como las menos responsables tienen que sobrevivir en
mercados altamente competitivos. Ambas están sujetas a las preferencias del consumidor y una
mala gestión. Y las compañías que caen en problemas financieros pueden encontrar difícil el
mantener muchas de sus prácticas éticas.
Vogel sostiene que la asistencia social suele estar mejor atendida si los estándares voluntariamente
aceptados por algunas empresas son el contenido de leyes nacionales o internacionales. Pero,
consciente de que esto no va a suceder con frecuencia, cree que las políticas éticas de una empresa,
incluso cuando son una segunda opción, son mejores que no tener nada.
Vogel señala algunas áreas donde mejores prácticas corporativas han traído consigo resultados
concretos. Éstas incluyen la reducción de la utilización de mano de obra infantil y una mejora en las
condiciones de seguridad en muchas fábricas que proveen de ropa y juguetes; un aumento en los
precios que reciben algunos productores agrícolas en países en desarrollo, especialmente para el
café; y una disminución de los impactos negativos medioambientales.
Incluso así, el adherirse a códigos voluntarios varía ampliamente y es difícil de verificar. Pero no sólo
son las compañías las que tienen una responsabilidad, apunta Vogel. Si los consumidores están
dispuestos a pagar más por los productos, entonces se podrá pagar más a los trabajadores en los
países en desarrollo. Y si los gobiernos en algunos países siguen exigiendo sobornos, entonces los
compromisos corporativos de evitar fomentar la corrupción se verán minados.
El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia trata el combinar los negocios con la ética. La
economía tiene una dimensión moral, explica el número332, que significa que el aumento de
riqueza debería acompañarse de una preocupación por la solidaridad y de un espíritu de justicia y
caridad.
El esfuerzo de crear proyectos capaces de animar a una sociedad más equitativa y un mundo más
humano es difícil, reconocen los números siguientes. Pero tal esfuerzo es necesario para preservar
la calidad y el significado moral de la actividad económica.
Analice la empresa que su grupo tiene asignada, desde la ética, responsabilidad social empresarial.