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CBA p.

15, Comentario sobre Mateo

María.-
Gr. María. El mismo nombre en Heb. es miryam, y en la LXX es Mariam. Al igual que José, María
era de la casa de David (DTG 30; cf. Hech. 2: 30; 13: 23; Rom. 1: 3; 2 Tim. 2: 8), porque sólo por
intermedio de ella Jesús podía ser literalmente "del linaje de David según la carne" (Rom. 1: 3; cf.
Sal. 132: 11). El hecho de que la "parienta" de María (Luc. 1: 36) fuera de las "hijas de Aarón"
(Luc. 1: 5) de ningún modo requiere que María fuera de la tribu de Leví y no de la tribu de Judá.
Ver com. Luc. 1: 36 con referencia a la palabra traducida como "parienta".

Al parecer María pasó su juventud en Nazaret (Luc. 1: 26). Tenía una parienta, Elisabet, esposa de
Zacarías (Luc. 1: 36). Además tenía parientes que vivían en Caná, aldea situada a unos 13 km al
norte de Nazaret (Juan 2: 1, 5; DTG 118, 120). La idea de que su madre se llamaba Ana se basa
exclusivamente en la tradición. María fue sumamente favorecida por el Señor y bendita entre las
mujeres (Luc. 1: 28, 42). Desde que se dio la primera promesa de un libertador, que había de ser de
la "simiente" de la mujer (Gén. 3: 15; Apoc. 12: 5), las piadosas madres en Israel habían esperado
que su primogénito fuera el Mesías prometido (DTG 23). Este honor le fue concedido a María.

Sin duda, Dios escogió a María en primer lugar, porque en el momento designado (Dan. 9: 24-27;
Mar. 1: 15; Gál. 4: 4) su carácter reflejaba con mayor perfección los ideales divinos de la
maternidad que los de cualquier otra hija de David. Ella pertenecía a esa selecta minoría que
aguardaba "la consolación de Israel" (Luc. 2: 25, 38; Mar. 15: 43; cf. Heb. 9: 28). Esta fue la
esperanza que purificó su vida (cf. 1 Juan 3: 3) y la preparó para su sagrada tarea (PP 316; PR 185;
DTG 49-50). Toda madre en Israel hoy puede cooperar con el cielo como lo hizo María (DTG 473),
y en cierto sentido, puede transformar a sus hijos en hijos e hijas de Dios. Ver com. Luc. 2: 52.

Hubo ángeles que acompañaron a José y María en su viaje de Nazaret a la ciudad de David. El
edicto de la Roma imperial para empadronar a los pueblos de sus vastos dominios alcanzó hasta
los moradores de las colinas de Galilea. Como antaño Ciro fué llamado al trono del imperio
universal para que libertase a los cautivos de Jehová, así también Augusto César hubo de cumplir
el propósito de Dios de traer a la madre de Jesús a Belén. Ella era del linaje de David; y el Hijo
de David debía nacer en la ciudad de David. De Belén, había dicho el profeta, “saldrá el que será
Señor en Israel; cuya procedencia es desde el principio, desde los días de la eternidad.” Pero José
y María no fueron reconocidos ni honrados en la ciudad de su linaje real. Cansados y sin hogar,
siguieron en toda su longitud la estrecha calle, desde la puerta de la ciudad hasta el extremo
oriental, buscando en vano un lugar donde pasar la noche. No había sitio para ellos en la atestada
posada. Por fin, hallaron refugio en un tosco edificio que daba albergue a las bestias, y allí nació el
Redentor del mundo. (DTG p. 30)

CBA Lucas 1: 36 Parienta.


Gr. suggenís, "parienta". En esta palabra no hay nada que indique algún grado de parentesco. La
ley permitía el matrimonio entre personas de diferentes tribus (ver com. Núm. 36: 6), y a menudo se
casaban personas de la tribu de Leví con las de Judá. Elisabet era de la tribu de Leví (ver com.
Luc. 1: 5), y María, de la tribu de Judá (ver com. vers. 27, 32). Como María era de esta tribu, es
posible que su padre también perteneciera a ella. Por lo tanto, es probable que el parentesco de
María con Elisabet fuera por parte de la madre de una de ellas. Algunos han conjeturado que
debido a este parentesco Jesús sería descendiente tanto de Leví como de Judá; sin embargo, sólo se
puede comprobar que María era descendiente directa de David (ver com. vers. 27).

Hijos de David: 1 Crón. 3: 1-9


Genealogías: Mateo 1 y Lucas 3: 23-38
Rom. 1:3 (Según la carne)
Así que cuando Cristo fue tratado con desprecio, sintió una fuerte tentación a
manifestar su carácter divino. Por una palabra, por una mirada, podría obligar
a sus perseguidores a confesar que era Señor de reyes y gobernantes,
sacerdotes y templo, Pero le incumbía la tarea difícil de mantenerse en la
posición que había elegido como uno con la humanidad. -- DTG 649.

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