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CONTRASTES
Revista Internacional de Filosofía
S U P L E M E N T O
SUMARIO
Presentación 7-10
Los editores
ESTUDIOS
CONTENTS
PRESENTATION 7-10
The Editors
ARTICLES
1 Por citar sólo algunas obras genéricas que han tenido quizá mayor difusión, vale incluir
las siguientes: S. Martínez y A. Barahona (comps.), Historia y explicación en biología, México:
Fondo de Cultura Económica, 1998; R. Gutierrez Lombardo, J. Martínez Contreras y J. L. Vera
Cortés (eds.), Estudios en historia y filosofía de la biología (2 vols.), México: Centro de Estudios
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 7-10. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
8 Antonio dieguez y vicente claramonte
Los editores
Marzo de 2013
RESUMEN
Desde la década pasada, en la evaluación de riesgos se ha propuesto utilizar la información
mecanística con un doble propósito: seleccionar guías de inferencia y realizar extrapolaciones
inter-químicas para establecer categorías de tóxicos. En este trabajo se utilizan aportaciones
procedentes del análisis filosófico de las explicaciones mecanísticas para analizar el concepto
* Este trabajo ha sido elaborado en el marco del proyecto de investigación «La explicación basada en
mecanismos en la evaluación de riesgos», de referencia FFI2010-20227/FISO, del Ministerio de Economía
y Competitividad del Gobierno de España, cofinanciado por fondos FEDER de la Comisión Europea.
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 13-26. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
14 juan b. bengoetxea, josé l. luján y oliver todt
ABSTRACT
Since the 2000s, in risk assessment studies it is usual to use mechanistic information with a
double aim: to select inference guidelines and to make inter-chemical extrapolations to cate-
gorize toxics. Here, we use the contributions made in philosophical analysis of mechanistic
explanations to analyze the concept of mechanistic information used in the risk assessment.
We classify mechanistic information, specifically that concerning modes of action, in terms
of etiological explanations employing sketches of mechanisms. The grade of the details that
mechanistic information must incorporate to risk assessment depends on, among other factors,
pragmatic considerations on the further use of such information.
KEYWORDS
MECHANISTIC INFORMATION, RISK ASSESSMENT, MODEL,
SKETCH, EXPLANATION
I. Introducción
El tipo de explicación científica que se «basa en mecanismos» —«ex-
plicación basada en mecanismos» o EBM, en adelante— está en una fase de
desarrollo en la literatura de la filosofía de la ciencia, la filosofía de la tecnolo-
gía y los estudios CTS a partir, ante todo, de la publicación en el año 2000 del
artículo «Thinking About Mechanisms», de Peter Machamer, Lindley Darden
y Carl Craver. Esto se debe básicamente al reconocimiento actual de un hecho
fundamental identificado en las ciencias de la vida y en las neurociencias, a
saber: que una explicación normalmente incorpora un modelo del mecanismo
considerado responsable de un fenómeno determinado (Bechtel & Abrahamsen
2005, p. 421).
EBM, por lo tanto, se aleja del modelo nomológico-deductivo (ND) típico
de la filosofía de la ciencia, según el cual explicar un fenómeno consiste en sub-
sumirlo bajo una ley (Suppe 1977). Se sabe no obstante que la mayor parte de
las explicaciones biológicas y neurocientíficas no recurre de este modo a leyes,
sino que más bien describe mecanismos (Craver 2007, p. 107). Por ello, desde la
filosofía de la ciencia —Cartwright (1983, 1999), Giere (1999)— se ha criticado
futuro. Para Salmon (1989, p. 156), una explicación causal involucra la revelación
de los mecanismos que funcionan en el mundo.
La causación, por su parte, se puede caracterizar como una noción organi-
zativa que cubre las actividades involucradas por las entidades de un mecanismo.
Por ejemplo, en el caso del fenómeno de la transmisión del sonido, la causa de
éste cubre las actividades de vibración y de movimiento. Todas estas actividades
son lo que Salmon (1989, p. 109) llama «procesos causales» o procesos capaces
de transmitir una ‘marca’, energía o información desde una parte del mecanismo
a otra. Como tipo de explicación, los modelos mecanísticos representan la ‘cau-
sabilidad’ específica mediante entidades, interacciones y actividades, siempre
teniendo en cuenta el tipo generalizado de fenómeno del que se trate.
Es importante enfatizar que un modelo mecanístico no requiere
una ley para obtener su efecto. Aunque a menudo se empleen leyes –por
ejemplo, la ley de Ohm se emplea para explicar el movimiento de los io-
nes a través de la membrana de una célula–, los modelos no siempre son
legaliformes. Esto implica que se pueden alterar a lo largo del proceso
de investigación. De este modo, una definición no ‘necesitarista’ de la
causalidad deja lugar a un falibilismo que indica el intento continuado por
remediar problemas con modelos mecanísticos, en vez de apegarse a uno
en particular que podría ser insuficiente para explicar un tipo específico
de fenómeno.
De hecho, las EBMs incluyen no sólo el porqué y el cómo del funciona-
miento de los mecanismos en ciertas circunstancias y condiciones, sino también
el porqué y el cómo de la carencia de funcionamiento en otras circunstancias y
condiciones. Craver (2006, p. 358), al respecto, coincide con Woodward (2003),
para quien las explicaciones establecen por qué y cómo ocurre un fenómeno y por
qué y cómo no ocurriría si se dieran ciertas intervenciones. Se trata de criterios
que apuntan a la importancia de la capacidad de manipulación (manipulability)
en la construcción de una explicación basada en mecanismos.
Pues bien, el establecimiento de los mecanismos de acción en la evaluación
de riesgos consiste precisamente en determinar las secuencias de diferentes
estadios clave que conduzcan, pongamos por caso, a un cáncer o que, inver-
samente, indiquen en qué circunstancias no se produciría el fenómeno. Esta
característica es común a las explicaciones basadas en mecanismos (Craver
2006), distinguibles a su vez en dos tipos, las etiológicas y las constitutivas
(Robins & Craver 2009). Las explicaciones etiológicas son las que sitúan un ítem
dentro de la estructura causal del mundo describiendo sus causas antecedentes
y los mecanismos mediante los cuales el fenómeno que queremos explicar se
produjo (Robins & Craver 2009). Según Salmon (1984, p. 269), las explicaciones
etiológicas explican un hecho dado mostrando cómo llegó a ser lo que es como
resultado de sucesos, procesos y condiciones pasadas. Estas explicaciones son
criterios de Hill (1965) para demostrar una conexión causal entre los pasos
mecanísticos.
Los criterios señalados apuntan a la obtención de información sobre la
base de los mecanismos y de las explicaciones en ellos basadas. En realidad,
se trataría de información obtenida sobre todo a partir del examen de modos
de acción, no tanto de los propios mecanismos, a pesar de que casi siempre se
emplea este último término. Pero la cuestión clave para la evaluación de riesgos
no es la terminología, sino ver si los criterios constituyen una base suficiente
para obtener información que permita predecir la toxicidad de las mezclas. Y a
pesar de las carencias detectadas en todos los grupos de criterios (cf. Borgert et
al. 2004, p. 90), hay que resaltar que todos ellos consideran casi exclusivamente
los modos de acción para sustancias químicas únicas, y no tanto los mecanismos
por medio de los cuales las sustancias químicas podrían interaccionar, dado que
identificar el modo de acción es menos exigente que caracterizar secuencias
mecanísticas completas.
IV. Modelos y bosquejos para la evaluación de riesgos
Esta imagen compleja y flexible de los modos de acción constituye un factor
favorable para nuestro análisis de la noción de información mecanística, pero
también el germen de un problema que requiere un tratamiento adecuado: la
determinación de cuándo una hipótesis, dependiente de la información de un
modo de acción, es suficientemente detallada para una aplicación particular –o
problema del establecimiento de estándares de prueba para la evaluación de
riesgos. No se ha de olvidar que la plausibilidad de obtener e interpretar los datos
mecanísticos requeridos (información mecanística) es un elemento crítico para
considerar si los enfoques mecanísticos mejorarán o no la base científica de la
evaluación del riesgo. Aunque identificar el modo de acción sea menos exigente
que caracterizar la secuencia mecanística completa, tampoco es fácil obtener
e interpretar aquel conjunto de datos, más laxo, para la mayoría de sustancias.
Entre las dificultades potenciales, cabría resaltar que por lo general hay poca
información mecanística en el caso de muchas sustancias químicas, lo cual hace
incierta la caracterización de los modos de acción; o que muchas sustancias
producen diferentes efectos en diferentes niveles de dosis, lo cual hace que la
caracterización del modo dependa en gran medida de la dosis; o que muchas
otras causan múltiples efectos por medio de mecanismos diferentes, incluso con
el mismo nivel de dosis, lo cual oscurece los vínculos causales entre los pasos
y los efectos mecanísticos clave.
Consideramos que el análisis contrastivo que proponemos sirve para res-
ponder a este reto con una propuesta que aúna el análisis de las explicaciones
basadas en mecanismos y el de la evaluación de riesgos en una dinámica de
mejora por retroalimentación. En particular, consideramos que hay dos nociones
los modos de acción y los mecanismos de acción. Esta distinción encaja bien
con la diferencia entre explicaciones basadas en mecanismos etiológicas y
constitutivas. Desde una perspectiva normativa, la distinción entre modelos
de posibilidad, de plausibilidad y de realidad puede utilizarse para valorar la
información mecanística.
En la evaluación de riesgos, la información mecanística más común es la
relativa a los modos de acción. Como hemos visto, se trata de una secuencia
de episodios clave que conducen desde la exposición hasta la aparición de un
determinado fenómeno (e.g., enfermedad). Esta es una información incompleta
que parece adecuarse a los denominados bosquejos de mecanismos antes que a
los modelos completos. Los mecanismos de acción en la evaluación de riesgos
sí podrían considerarse modelos completos. Por lo tanto, en relación con la
información mecanística aparece también el problema del establecimiento de
los estándares de prueba, en este caso relativo al nivel de detalle que el modelo
del mecanismo ha de incorporar. Dado que la evaluación de riesgos es una
actividad científica con un propósito concreto, parece claro que los factores
pragmáticos son importantes.
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SCHLOSSER, P. M.; BOGDANFFY, M. S. 1999: «Determining Modes of Action for
Biologically Based Risk Assessments», Regulatory Toxicology and Pharmacology,
1, pp. 75-79.
Líneas de investigación:
Estudio de los mecanismos y la explicación en la práctica científica (química), el análisis
ético de las prácticas en ingeniería y el examen de usos lingüísticos en ciencia y tecnología
Publicaciones recientes:
(2006, con C. Mitcham) «Culture and Technology in Spain: From Philosophical Analysis
to STS», Technology and Culture.
(2010, con C. Mitcham) Ética e ingeniería.
José Luis Luján es Catedrático del Departamento de Filosofía de la Universitat de les Illes
Balears.
Línea de investigación:
Análisis filosófico de la evaluación de riesgos y del papel del conocimiento científico en
la regulación en ciencia y tecnología.
Publicaciones recientes:
(2012, con A. Muñoz y C. Moreno) «Who is willing to pay for science? On the relations-
hip between public perception of science and the attitude to public funding of science», Public
Understanding of Science.
(2012, con J.A. López Cerezo «Ciencia y valores en la regulación del cambio tecnológico»,
Líneas de investigación:
Conflictos sociales relacionados con la regulación en ciencia y tecnología, y gobernanza
de la tecnología por múltiples actores.
Publicaciones recientes:
(2008, con J.L. Luján) «A new social contract for technology? On the policy dynamics of
uncertainty», Journal of Risk Research. y
(2012, con J.L. Luján) «Precaution: A taxonomy», Social Studies of Science.
RESUMEN
La existencia de propiedades biológicas sobrevinientes a las propiedades físicas no invalida el
desarrollo de programas de investigación biológica de corte reduccionista como el de la Biología
Molecular. La existencia de tales propiedades deja margen para el desarrollo de programas de
investigación biológica que no asuman ese enfoque, pero no deslegitima los resultados obtenidos
por programas que sí lo hacen. Sin embargo, reconocer que existen distintos grados de sobre-
viniencia, puede ayudarnos a determinar en dónde es dable esperar que la molecularización de
la Biología genere lucros cognitivos efectivos y dónde es de temer lo contrario.
PALABRAS-CLAVE
FISICALISMO, BIOLOGIA MOLECULAR, REDUCCIONISMO, SOBREVINIENCIA
ABSTRACT
The existence of biological properties that supervene on physical properties, do not invalidate
the development of reductionist biological research programs such as Molecular Biology. The
existence of such properties leaves room for the development of biological research programs
that do not take that approach, but it does not annul results obtained by programs that follow that
reductionist approach. However, recognizing that there are different degrees of supervenience,
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 27-40. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
28 gustavo caponi
can help us to determine where we should expect that the molecularization of Biology could
generate cognitive profits and where we shouldn’t expect that.
KEYWORDS
MOLECULAR BIOLOGY, PHYSICALISM, REDUCTIONISM, SUPERVENIENCE
de sobreviniencia sólo nos brinda algo así como una salida negociada para la
querella del reduccionismo.
Una salida que deja la solución de la cuestión librada a lo que el propio
devenir de la Biología pueda decirnos sobre ella. Cosa que, por otra parte y
vista desde cierto ángulo, no parece estar nada mal. Decidir a priori hasta
dónde puede llegar un emprendimiento cognitivo en pleno desarrollo, y por
dónde habrá de hacerlo, parece ser algo que escapa a las posibilidades de una
reflexión epistemológica que no quiera arrogarse conocimientos transcientíficos
y que, por eso, tampoco quiera verse enredada, como muchas veces ocurre, en
divagaciones metafísicas sobre la naturaleza íntima de lo real. Será el propio
futuro de la Biología el que nos dirá si el enfoque molecular puede desarrollarse
y progresar al punto de tornar ociosos todos los demás modos de enfocar a los
fenómenos biológicos; o si, en lugar de eso, continuará existiendo margen y
motivo para el desarrollo de emprendimientos cognitivos que no obedezcan a
ese punto de vista reduccionista.
De todos modos, y más allá de lo saludable y conveniente que pueda resultar
la adopción de ese agnosticismo filosófico sobre cuestiones que compete a la
ciencia resolver, yo pienso que la idea de sobreviniencia puede servirnos para
algo más que para justificar esa salida negociada, o diferida, de la querella del
reduccionismo. Ella, como dije, puede ayudarnos a la hora de juzgar posiciones
y decisiones que deben tomarse actualmente en el desarrollo de las ciencias
de la vida: posiciones y decisiones que tienen que ver con comprometerse, o
dejar de comprometerse, con agendas de investigación que sean, o no sean, de
corte reduccionista. La idea de de sobreviniencia puede servirnos para juzgar
la legitimidad que tienen las agendas de investigación que no siguen el vector
epistemológico de la Biología Molecular; y ella también puede servirnos para
estimar los lucros cognitivos que cabe esperar de esos programas de investiga-
ción que sí intenten seguir tales lineamientos.
Pero, para que la noción de sobreviniencia pueda operar de esa forma, hay
que aceptar su uso comparativo asumiendo que las propiedades sobrevinientes
a las propiedades físicas no son, todas ellas, sobrevinientes en un mismo grado.
Hay que reconocer que la sobreviniencia, en general –de lo biológico a lo físico,
de lo psíquico a lo cerebral, o de lo molecular a lo atómico–, no es una cuestión de
todo o nada, no es una cuestión de 0 a 1; y reconociendo eso se puede pensar en
establecer comparaciones de niveles o de grados de sobreviniencia.11 Siendo esos
niveles de sobreviniencia los que habrán de darnos indicaciones sobre dónde,
en que subdominio de las ciencias de la vida, es dable esperar que la molecu-
larización de la Biología genere progreso teórico y en dónde es dable esperar
que ocurra lo contrario. O dicho de otro modo: reconocer, aun cuando sea de
órganos pueden ser caracterizados como ojos aun cuando su estructura física,
y el modo de registrar imágenes que uno y otro tengan, sean tan diferentes
cuanto pueden serlo el ojo de un pulpo y el ojo de un halcón. Pero ya en esos
dos ejemplos se insinúa una diferencia que no parece muy difícil de enunciar:
ojo o visión son conceptos que parecen físicamente más acotados, físicamente
más fácilmente delimitables, que eficacia darwiniana; aun cuando pueda pen-
sarse que ese acotamiento, esa sinuosa línea que delimita la extensión física de
lo que un ojo y la visión pueden ser, no sea, ni por aproximación, lo único que
tengamos que conocer para poder entender qué es un ojo y qué es la visión.
Ver, ciertamente, es algo que puede ser hecho por estructuras que son
físicamente muy diferentes; y lo mismo ocurre con digerir. Sin embargo, esa
analogía funcional que se establece entre estructuras físicamente tan disímiles
como pueden serlo el ojo de un pulpo y el ojo de un halcón, o entre el rumio de
una vaca y el buche de una cucaracha, supone, pese a todo, un cierto grado de
semejanza física que no puede ignorarse. Un ojo y un estomago son sistemas
físicamente pluri-realizables; la propiedad de ser un ojo o de ser estomago es,
en este sentido, sobreviniente a las propiedades físicas de las estructuras que
pueden ser caracterizadas como ojos o estómagos. Pero, aun así, para que algo
pueda ser considerado un ojo o un estómago, su funcionamiento normal debe
tender a producir ciertos efectos, como registrar imágenes o contribuir en la
descomposición de los alimentos ingeridos de forma tal que sus nutrientes
puedan ser absorbidos y asimilados por el organismo; y esos efectos no dejan
de tener una semejanza físicamente delimitable. Físicamente hablando, digerir
y ver puede ser hecho de muchas formas; pero no cualquier proceso físico
puede ser caracterizado como una digestión o como una visión. Hay algo, un
conjunto de efectos físicos análogos [que quizá no sea, ni muy simple, ni muy
importante, definir de forma precisa] que suponemos presente en todo lo que
hemos de llamar ‘digestión’ o ‘visión’.
Pero si ser un estómago o ser un ojo supone tener algún grado mínimo de
semejanza física con otra cosa que también lo sea, a primera vista por lo menos,
tener una eficacia darwiniana 1,5 no parece exigir nada de eso. Ese mismo
índice de eficacia puede ser atribuido a una variante presente en una población
de cucarachas urbanas y a una variante presente en una población de camarones
marinos. Es decir, dos fenotipos tan diferentes cuanto pueden serlo el de una
cucaracha y el de un camarón, sometidos a condiciones ambientales tan disímiles
como las que cucarachas urbanas y camarones marinos deben enfrentar, pueden
presentar una semejanza que no parece atada a ninguna semejanza física que
sea relevante apuntar o conocer. Ahí parece haber un grado de sobreviniencia,
o de pluri-realizabilidad, mucho mayor que en el caso de una caracterización
funcional de una estructura como la que hacemos cuando decimos que algo es
un ojo o un estomago.
No creo, sin embargo, que la realizabilidad variable, o la sobreviniencia,
de un índice de eficacia darwiniana sea exacta y definitivamente absoluta;
es decir: no creo que ella sea totalmente independiente de todo y cualquier
substrato de semejanza física. O por lo menos no creo que la aceptación de
esa independencia absoluta de cualquier substrato de semejanza física, sea una
condición exigida para poder atribuirle un carácter sobreviniente a la eficacia
darwiniana, o a cualquier otra propiedad o predicado. Walter Bock y Gerd von
Wahlert, por ejemplo, propusieron definir el ‘grado de adaptación’ en términos
de los recursos energéticos que un ser vivo necesita para realizar su ciclo vital
en el nicho ecológico por él ocupado: a menor requerimiento energético, mayor
adaptación;18 y ese modo de pensar, sobre todo en la medida en que se considera
que la reproducción es parte del ciclo vital de un ser vivo, podría sugerir una
posible delimitación física, ciertamente muy general, del concepto darwiniano
de aptitud. Otra cosa distinta es saber cuánto es lo que realmente se aprendería
con esa delimitación.
Creo, incluso, que nadie se atrevería a afirmar la existencia de una propie-
dad, atribuible a objetos empíricos, que quepa considerar como ‘infinitamente
sobreviniente’ o ‘infinitamente pluri-realizable’. Hasta me permito a decir que,
estrictamente hablando, tampoco existen propiedades que sean nulamente so-
brevinientes. Creo, en todo caso, que existen propiedades cuya sobreviniencia es
despreciable por aproximarse indefinidamente a cero; y que, en el otro extremo
de la escala, existen propiedades cuya pluri-realizabilidad es tan grande que su
delimitación difícilmente llegue a ser cognitivamente relevante. La delimitación
física de lo que es un líder carismático no parece interesarle a ningún sociólogo
o historiador. Y esa referencia a la relevancia cognitiva también es importante
para aclarar la diferencia existente entre decir que algo es un ojo y atribuirle a
un fenotipo un cierto índice de eficacia darwiniana. Es que, contrariamente a lo
que ocurre con la atribución de una propiedad funcional como ser un estoma-
go, la atribución de un índice particular de eficacia darwiniana no requiere de
un conocimiento, ni siquiera vago o aproximado, del conjunto de propiedades
físicas compartidas por todo y cualquier fenotipo al cual quepa atribuirle ese
índice de eficacia.
No es que esas propiedades físicas definitivamente no existan; sino que el
conocimiento de las mismas, resulta mucho menos relevante que en el caso de
una identificación anátomo-funcional. Y ahí, en la consideración simultánea
del aspecto ontológico y del aspecto epistemológico de la cuestión, está la clave
para darle una forma un poco más clara a la idea de niveles o grados de sobre-
viniencia que aquí estoy procurando explicitar: dados dos sistemas u objetos,
cuando menor sea el grado de semejanza física entre ellos del que depende
la correcta atribución de una propiedad común a ambos, y cuando menos
relevante sea un conocimiento preciso de esa semejanza para justificar tal
atribución, mayor es el grado de sobreviniencia de dicha propiedad. Aunque
otra forma de definir esa misma idea también puede ser la siguiente: Dados dos
sistemas u objetos, cuanto menos delimitado o especificado esté el conjunto
de predicados físicos del que depende la correcta atribución a ambos de un
predicado biológico, más sobreviniente será ese predicado.
“Ser un tubo digestivo” o “ser un organismo fotosintético” son, en este
sentido, propiedades menos sobrevinientes que “ser una homoplasia” o “ser
una adaptación”; y estas dos últimas propiedades son ciertamente más sobre-
vinientes, o más pluri-realizables, que “ser una característica mimética” o que
“ser un predador”, aun cuando estas últimas lo sean en menor grado que las
dos primeras. Y esas comparaciones de grados de sobreviniencia se mantienen
idénticas si, en vez de hablar de propiedades hablamos de predicados. Pero,
más que esa dualidad, lo que aquí quiero destacar es la relevancia, o la utilidad,
que, según he dicho, esa idea de niveles o grados de sobreviniencia puede tener
para un mejor planteamiento de la cuestión del reduccionismo. Los niveles de
sobreviniencia –lo digo sin pensar que estoy haciendo una gran revelación–
denuncian grados de reductibilidad.
Conforme lo apunté al inicio, aceptar que existen propiedades biológicas
sobrevinientes a las propiedades físicas no conlleva una condena de las ex-
pectativas reduccionistas que podrían estar implicadas en el proyecto de una
molecularización integral de la Biología. A lo que esa aceptación conduce, en
todo caso y como también ya fue dicho, es a un reconocimiento de la legitimi-
dad de los programas de investigación no-reduccionistas que se desarrollan en
Biología. Comprometerse con estos últimos programas, podemos quedarnos
tranquilos, no implica ir en contra del fisicalismo; aunque eso no quiera decir,
ni suponga creer, que en los fenómenos biológicos exista algo que sea intrínseca
e irremediablemente inabordable desde un enfoque puramente molecular. Es
obvio, sin embargo, que existen aspectos o dominios de los fenómenos biológi-
cos que se han mostrado menos permeables que otros a ese enfoque; y es eso
lo que, según me parece, puede ser entendido apelando a la idea de niveles o
grados de sobreviniencia.
La idea es ésta: aquellos aspectos de los fenómenos biológicos cuya carac-
terización envuelve propiedades, o predicados, menos sobrevinientes, se prestan
más a los desarrollos reduccionistas que aquellos aspectos de dichos fenómenos
que pueden ser caracterizados haciendo referencia a propiedades, o predicados,
más sobrevinientes. La Neurofisiología sería un buen ejemplo de lo primero y la
las personas votan como votan, un conocimiento que hasta nos permita anticipar
ese voto e incluso manipularlo con la propaganda y la mentira, es muy posible
que la neurofisiología nos diga mucho menos que una investigación sociológica
clásica, basada en entrevistas y no en imágenes obtenidas por Pet Scan. Con
relación a las propiedades neurofisiológicas, “ser conservador” o “ser de izquier-
da” son propiedades mucho más sobrevinientes que “estar en pánico” o “estar
estresado”. Por eso nadie, sobre todo ningún sociólogo, se toma muy en serio la
posibilidad de explicar las posiciones políticas en términos neurofisiológicos.
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Líneas de Investigación:
Filosofía de la Biología, Historia de la Biología
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ANTONIO DIÉGUEZ
Departamento de Filosofía. Universidad de Málaga (España)
RESUMEN
Los modelos científicos son recursos explicativos fundamentales en la ciencia, y particularmente
en aquellas ciencias en las que es dudoso que podamos contar con leyes científicas genuinas,
como es el caso de la biología (y de las ciencias sociales). La cuestión de cómo explican los
modelos ha despertado una gran atención en las últimas décadas y, sin embargo, sigue siendo
una cuestión controvertida. Hay muchos tipos de modelos y no es de extrañar, por tanto, que
puedan proporcionar explicaciones de los fenómenos de formas muy diversas. Si se puede señalar
un rasgo común a todos estos modos diferentes de explicar, es el hecho de que los modelos nos
ofrecen una mejor comprensión de los fenómenos. Se argumenta en este trabajo que la noción
de ‘comprensión’ aquí implicada no es irremediablemente subjetiva.
PALABRAS CLAVE
MODELOS BIOLÓGICOS, EXPLICACIÓN CIENTÍFICA,
COMPRENSIÓN, LEYES CIENTÍFICAS
ABSTRACT
Scientific models are basic explanatory resources in science. This explanatory function is es-
pecially relevant in biology and social sciences, where it is doubtful the existence of genuine
scientific laws. How models can provide scientific explanations has been a widely debated issue
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 41-54. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
42 antonio diéguez
in the past decades, but in spite of this fact it remains as a controversial one. There are many
kinds of models in biology, so it is not surprising that they provide scientific explanations of
phenomena in very different ways. A possible common feature among this diversity is the fact
that models give us a better understanding of phenomena. It is argued in this paper that the
notion of ‘understanding’ is not irremediably subjective.
KEYWORDS
BIOLOGICAL MODELS, SCIENTIFIC EXPLANATION,
UNDERSTANDING, SCIENTIFIC LAWS
1 Desde Braithwaite (1953), Hempel (1965), Nagel (1961) y Hesse (1966), diversos
autores que han analizado el uso de modelos en la ciencia, o la explicación científica en general,
han intentado dar cuenta del poder explicativo de los modelos científicos, si bien, pese a tales
intentos, en el caso de los modelos aún carecemos de propuestas suficientemente generales y
de amplio alcance. Por mencionar algunas de estas propuestas, uno de los primeros intentos
de proporcionar un modelo general de explicación científica por medio de modelos fue la
«explicación estructural» de Ernan McMullin (McMullin 1978). También hay que señalar la
noción de explicación como simulacro de Nancy Cartwright (Cartwright 1983, cap. 8). Según
Cartwrght, «explicar un fenómeno es encontrar un modelo que encaje (fits) en el marco básico
de la teoría y que nos permita así derivar análogos para las complicadas y desordenadas leyes
fenomenológicas que son verdaderas para el fenómeno» (p. 152). Es decir, de acuerdo con esta
tesis, ofrecer un modelo analógico perteneciente al ámbito de una teoría equivale a ofrecer una
explicación de un fenómeno. Sin embargo, Cartwright no desarrolla esta propuesta. Para una
crítica, puede verse Elgin y Sober (2002). La «explicación por equilibrio» de Elliot Sober es otro
intento que merece ser mencionado (cf. Sober 1983). En la corriente estructuralista, el asunto
ha sido tratado con cierto detenimiento, aunque todos ellos son dependientes de la aceptación
de la estricta noción de modelo propia de esta corriente (e. g. Bartelborth 2002, Forge 2002,
Díez 2002 y Moulines 2004, y para una crítica, Frigg 2006). Más abajo mencionaremos algunas
propuesta más recientes.
1 Como es bien sabido, Wesley C. Salmon sostuvo que una explicación científica no
adopta la forma de un argumento, sino que más bien ha de especificar los mecanismos causales
que producen el fenómeno, o al menos los factores causales relevantes que lo producen. Esta
forma de concebir la explicación científica encaja bastante bien con un cierto tipo de explica-
ción mediante modelos (la explicación mecanicista) que ha sido prolijamente desarrollada en
los últimos años, como diremos después. Uno de los principales problemas de este enfoque, sin
embargo, es que no todos los modelos explicativos en biología son causales, como por ejemplo
muchos modelos en genética de poblaciones (cf. Plutinski 2004). También Bas van Fraassen
rechazó la exigencia de que una explicación científica haya de ser un argumento.
2 Mencionemos solo los nombres de Michael Scriven, Paul Humphreys, Wesley Sal-
mon, Philip Kitcher, Bas van Fraassen, Nancy Cartwrihgt y James Woodward. Éste último, sin
embargo, sostiene que una explicación debe contener, si no una ley estricta, sí al menos una
generalización que permanezca invariable bajo algunas intervenciones (cf. Woodward 2001).
3 La literatura sobre la (in)existencia de leyes en la biología es demasiado amplia para
ser incluida aquí. Algunos artículos influyentes son Beatty (1995), Brandon (1997), Mitchell
(1997), Sober (1993 and 1997), Waters (1998), and Rosenberg (2001). Puede encontrarse una
revisión del tema en el capítulo 6 de Diéguez 2012.
4 Podría argüirse que el modelo de van Frasssen –que no exige que la explicación sea
un argumento ni que haga uso de una ley científica– podría ser adaptado para describir cómo
explican los modelos biológicos. Para van Fraassen, una explicación es fundamentalmente
una respuesta a una pregunta por-qué, que está especificada contextualmente, que hace uso de
alguna teoría científica como conocimiento de fondo. Sin embargo, creo que éste no es el mejor
camino a tomar. El modelo pragmático de explicación de van Fraassen sigue siendo demasiado
restrictivo. En primer lugar, no todo modelo es una respuesta a una pregunta por-qué (vide infra).
En segundo lugar, los modelos no son siempre capaces de establecer una clase de contraste en
cualquier asunto. Y, finalmente, los criterios que van Fraassen propone para evaluar las respuestas
dadas en una explicación establecen condiciones muy estrictas –tal como favorecer una clase de
contraste en lugar de otra– que muchos modelos explicativos no pueden satisfacer.
ni son convertibles en leyes. Pero entonces, la pregunta sigue en el aire: ¿en qué
consiste explicar mediante un modelo?
II. La pluralidad de los modelos (y de sus usos)
Entre las dificultades que encontramos para poder articular una respuesta
a esta cuestión, sin duda una de las más importantes reside en la polisemia del
término ‘modelo’. En biología en particular, ‘modelo’ puede designar cosas muy
diferentes: organismos concretos (como Drosophila melanogaster) que son am-
pliamente usados en investigación por sus especiales cualidades de fácil manejo
o por ser representativos de otros organismos; objetos materiales que representan
de forma simplificada a otras entidades (como los modelos moleculares hechos
con plástico y metal); soluciones paradigmáticas a problemas empíricos (como
el modelo de operón de la lactosa); interpretaciones teóricas e idealizadas de la
estructura y mecanismos funcionales de algunas entidades o procesos biológicos
(como el modelo de bicapa lipídica, el modelo llave-cerradura de la acción enzi-
mática, el modelo de McArthur y Wilson de la biogeografía insular, el modelo
de Mitchell de fosforilación oxidativa); conjunto de ecuaciones que describen
algunos aspectos del comportamiento de sistemas biológicos complejos (como
el modelo Lotka-Volterra de competencia interespecífica, el modelo cinemático
Michaelis-Menten para la determinación de la velocidad de la acción enzimática,
o el modelo metapoblacional de Levins); programas de simulación en ordenador
(como los programas de Vida Artificial); etc.
Obviamente, no todo modelo ha sido concebido para explicar un fenómeno.
En ocasiones, como en el caso de los modelos a escala, su función es meramente
ilustrativa o ejemplificadora de los rasgos fundamentales de otra entidad. Y no
son la explicación y la ejemplificación las únicas funciones que cumplen los
modelos en la ciencia. También pueden ser usados como elementos auxiliares
en la experimentación, la manipulación o la enseñanza; o como fuente de ra-
zonamientos subrogatorios;5 como heurísticos para el logro de nuevas hipótesis
o para la orientación en el análisis de escenarios alternativos posibles; o como
herramientas para la predicción; o como instrumentos para el cálculo o para la
precisión de ideas; o como meras descripciones simplificadas de estructuras y
procesos; o como pruebas de la posibilidad de existencia, etc.
Demetris Portides (2008, p. 385) ha señalado que la mayor parte de estos
sentidos de ‘modelo’ están ligados a las ideas de representación e idealización.
Pero incluso este mínimo común denominador puede ser llevado a cabo de
maneras muy diferentes (cf. Morrison 1999 and Weisberg 2007b). ¿Puede en-
5 Esta función ha sido subrayada por diversos autores como central en el uso de los
modelos en la ciencia (Swoyer 1991, Suárez 2004, Contessa 2007, y de Donato y Zamora Bonilla
2009). Coincido ampliamente con esta tesis.
y hermenéuticas han sostenido que mientras que las ciencias naturales deben
buscar la explicación causal de los fenómenos, las ciencias sociales deben, en
cambio, buscar prioritariamente la comprensión del significado de las acciones
humanas. De acuerdo con ello, comprender es captar un significado (de alguna
acción humana o de alguna intención). Este procedimiento metodológico ha
de estar, pues, restringido a las ciencias sociales, porque no hay lugar para los
significados en el ámbito de los objetos naturales. El comportamiento de las
entidades físicas no parece tener significado alguno. Sin embargo, cabe aducir
que este enfoque asume un sentido muy estrecho del término ‘comprensión’. No
sólo los productos o las actitudes humanas (acciones, intenciones, inferencias,
ideas, obras de arte, discursos, etc.) son susceptibles de comprensión. También
pueden ser comprendidas las situaciones objetivas, las funciones, los mecanis-
mos de funcionamiento, las relaciones entre cosas, etc., y todo ello puede ser
localizado en entidades físicas y biológicas (cf. Salmon 1998). Podemos tener
un conocimiento comprensivo no sólo acerca del significado de una acción sino
también acerca de los mecanismos homeostáticos que mantienen constante la
temperatura en los mamíferos, o acerca de los procesos de autorreplicación
del ADN y de las razones por las que es semiconservativa. Por lo tanto, pese a
lo que han defendido diversos autores de la tradición hermenéutica, es posible
también la comprensión en el ámbito de los fenómenos naturales.
Si nos centramos en los modelos en lugar de en las teorías, parece haber
diversos modos en los que éstos pueden mejorar nuestra comprensión de los
fenómenos. Una de las formas más importantes, y posiblemente la más frecuente,
en las que pueden hacerlo es describiendo, de una forma simplificada, los meca-
nismos causales que producen el fenómeno y la interacción de sus componentes.
Éste es, con diferencia, el caso más estudiado en la literatura reciente sobre el
tema (cf. Salmon 1998, p. 77, Machamer, Darden & Craver 2000, Bechtel &
Abrahamsen 2005, Craver 2006, Darden 2008, Bechtel 2011). Pero no debería
pensarse que esta es la única forma en la que lo hacen. Otra forma en la que
mejoran nuestra comprensión es poniendo de relieve por medio de ecuaciones
matemáticas las relaciones estructurales entre los rasgos fundamentales del
fenómeno representado. Otra es mediante la unificación de fenómenos consti-
tutivamente diferentes. Otra, como en el caso de la «explicación por equilibrio»
proporcionada por modelo de Fisher de proporción de sexos, es mostrando cómo
diversos escenarios causales con diferentes condiciones iniciales conducen sin
embargo al mismo resultado. Otra, ejemplificando propiedades del sistema re-
presentado (cf. Elgin 2009). Otra, ofreciendo un «mundo creíble» que presente
ciertas similitudes importantes con el mundo real (cf. Sudgen 2011). Y a buen
seguro podrían señalarse bastantes más formas. En este asunto, como en tantos
en filosofía de la biología, el enfoque pluralista parece inevitable (cf. Plutynski
2004, Bokulich 2011, Brigandt 2011).
Líneas de investigación:
Epistemología evolucionista, realismo científico, filosofía de la tecnología, filosofía de la
biología.
Publicaciones recientes:
(2012), La vida bajo escrutinio. Una introducción a la filosofía de la biología, Barcelona:
Biblioteca Buridán.
(2013) «Life as a Homeostatic Property Cluster», Biological Theory, Volume 7, Issue 2,
Page 180-186.
http://www.springerlink.com/openurl.asp?genre=article&id=doi:10.1007/s13752-012-
0052-4
ABSTRACT
The view of the gene as a structural and functional unit has been increasingly challenged by
findings mostly resulting from eukaryote research. We can classify these challenges in three
kinds: (i) one-to-many correspondences between DNA segments and RNAs/polypeptides (as,
for instance, in alternative splicing); (ii) many-to-one correspondences between DNA segments
and RNAs/polypeptides (as in genomic rearrangements, say, those involved in the generation of
diversity in lymphocyte antigen receptors); (iii) lack of correspondence between DNA segments
and RNAs/polypeptides (as, for example, in mRNA editing). However, even if a single definition
of a gene may not be a realistic (or even helpful) goal, being able to have different definitions
connected to each other –operationally and theoretically– is of central importance.
KEYWORDS
GENE CONCEPT, DEFINITION, DNA
RESUMEN
La idea según la cual el gen es una unidad estructural y funcional se ha visto cada vez más
cuestionada a causa de descubrimientos realizados en investigaciones con eucariotas. Podemos
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 55-68. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
56 charbel el-hani y diogo meyer
clasificar los desafíos planteados a dicha idea en tres tipos: (i) correspondencias uno-a-muchos
entre segmentos de ADN y ARN/polipéptidos (como, por ejemplo, en el empalme alternativo);
(ii) correspondencias muchos-a-uno entre segmentos de ADN y ARN/polipéptidos (como en
las reorganizaciones genómicas, tales como las implicadas en la generación de diversidad en
los receptores de antígenos de los linfocitos); (iii) falta de correspondencia entre segmentos del
ADN y ARN/polipéptidos (como, por ejemplo, en la edición del ARNm). Sin embargo, incluso
si, por estas razones, no sería realista (o incluso útil) buscar una definición única de gen, es de
capital importancia que seamos capaces de formular diferentes definiciones conectadas entre
sí teórica y operacionalmente.
PALABRAS CLAVE
CONCEPTO DE GEN, DEFINICIÓN, ADN
gene-P and gene-D. We will not deal with these comments here, but they were addressed in
Meyer et al. (in press).
cified genetic and behavioral properties), D, a dene, and B, a bene. The dene is
a statement about O’s DNA (or, more precisely, a truth-valued function of O’s
DNA sequence) and the bene, a statement about O’s behavior (more precisely,
a truth-valued function of O’s temporal life-span).
The dene is a concept intending to capture the bases of genetic transmission,
but, differently from the gene, it does not denote merely a stretch of DNA. Ra-
ther, a dene is a general kind of statement about DNA (a predicate or property)
representing much more intricate characteristics of this molecule than the simple
statement that it contains a particular expressed subsequence. Even though the
constitutive elements of the dene are in DNA, the dene itself does not reside
in this molecule, because it is at a different logical level, as a statement about
it, or designated property of it. The dene may refer to the entire genome of an
organism, or to some contiguous or disjoint parts of it, with fixed or variable
boundaries, and with overlapping or iterated subsequences, possessing functional
meaning, even if not expressed. The dene is, thus, a very flexible statement about
DNA, which can accommodate challenges to the classical molecular concept.
Keller and Harel’s framework has a distinctive advantage in relation to our
current language about genes: it provides a clearer separation between structure,
that is, what constitutes the organism and, thus, what it materially inherited, and
function, that is, what the organism dynamically does with what it inherited, or,
to put it differently, its functionality and behavior. The dene is a statement about
DNA as a static entity and, thus, says nothing about function in and by itself. It
is the bene that specifies the behaviors associated to (not determined by) DNA
sequences, as a statement about how the organism dynamically develops, lives,
behaves, etc. This is a broad and rich statement, referring to complex modal
and temporal characteristics of the organism’s behavior over time, irreducible
to simple statements about, say, protein synthesis or transcription.
Finally, it is the genitor that expresses the functional relation between D
and B, connecting static and dynamic aspects. This relation is more complex
than the simple genotype-phenotype mapping found in genetic determinism: the
bene does not simply follow from the dene, but only has the dene as one of its
parts, alongside with O’s environment, developmental mechanisms, epigenetic
processes, and so on.
In their proposal of a new language to talk about genetic systems, Scherrer
and Jost (2007a,b) depart from two distinct aspects involved in the production
of polypeptides –coding and regulation– to arrive at the proposal that we need
distinct terms to account for them. The problem of the gene is conceived, thus,
as resulting from the ascription of a very large diversity of meanings to a single
term. Conceptual analysis can help, then, in solving this problem, as it leads to
new concepts and terms that embrace meanings previously captured by «gene».
For Scherrer and Jost, our understanding of gene expression should be broken
up into gene function, on the one hand, and the mechanisms of storage and
expression, on the other. The gene is mostly related to the functional aspect.
We cannot found at the DNA level, however, a unit that can account for gene
function. They propose, then, that the gene emerges at the level of mature RNAs,
a claim that we will discuss in the next section.
The second aspect, regulation, is related to the process of creation of the
gene in RNA out of pieces in the genome, which Scherrer and Jost call «geno-
mic domains».5 They stress the role of a programme that comes along with the
transcript and «[…] secures the generation of the gene, in the cellular space and
in time, through the many steps of gene expression» (Scherrer & Jost 2007a, p.
3).6 This cis-acting regulatory programme is, in their vocabulary, the «genon»
(a contraction of the terms «gene» and «operon»), which amounts to the addi-
tional information needed to gene expression, contained within each RNA as
an ensemble of signals, that is, potential binding sites for regulatory proteins,
RNAs or ribonucleoproteins. The genon is both added to and superimposed
onto the coding sequence. Each genon is unique to each distinct mRNA and
polypeptide and, thus, to each gene, even though two different genes and genons
can share DNA segments. When the cell builds a gene out of DNA sequences,
it also builds a corresponding genon.
Besides the cis-acting regulatory programme corresponding to the genon,
gene regulation depends on an ensemble of regulatory factors codified in other
chromosomes that potentially recognize and act on the signals in cis found in
a given genon. Scherrer and Jost call this ensemble the «transgenon». As the
genon of an mRNA is immersed into a pool of trans-acting factors («holo-
transgenon») which are capable of recognizing signals or «oligomotifs» in the
nucleotide sequence, a specific transgenon is selected out by each genon. It
is from this genon-transgenon specific interaction that the regulation of gene
expression emerges.
After translation of a gene found at the mature RNA level ends up, the gene
is degraded alongside with the genon. As genes are conceived in this framework
as being created by the cell from their parts encoded in genomic domains in
DNA and then degraded, they become much more dynamic entities than they
are in the current picture. Not only challenges to the classical molecular con-
cept are overcome by this proposal (with some remaining exceptions, such as
alternative modes of translation), but a distinctly different way of understanding
genes comes to the fore. But is it really reasonable to locate genes in RNA?
III. Genes in RNA?
As we mentioned above, Scherrer and Jost (2007a,b) locate the gene at the
level of mature RNAs. They propose the following definition for «gene»:
[…] the uninterrupted nucleic acid stretch of the coding sequence in the mRNA
that corresponds to a polypeptide or another functional product; thus, in eukaryotes
typically not yet present at DNA level, but assembled from gene fragments (exons)
in course of RNA processing (Scherrer & Jost 2007b, p. 106).
For Scherrer and Jost, this uninterrupted mRNA sequence is the unit of
function and genetic analysis, as the equivalent of the polypeptide chain when
reliably translated. They build this argument by focusing mostly on protein-
coding genes. In the case of genes transcribed into RNA molecules that are not
translated, the situation is a bit more complex. After all, if there is no proces-
sing involved in the synthesis of a functional RNA, we might locate the gene
at the DNA level. However, we need to consider how often functional RNAs
are processed and, thus, could have genes located only at the RNA level. In
fact, most kinds of functional RNAs experience post-transcriptional editing.
For example, tRNA (e.g., Abelson et al. 1998), rRNAs (e.g., Cech et al. 1981),
siRNAs, miRNAs (e.g., Pontes & Pikaard 2008), and snoRNAs (e.g., Giorgi
et al. 2001) all have been documented to experience either splicing or editing
events subsequent to the generation of the primary transcript. For the sake of
coherence and generality, it is better to locate also in these cases the gene at the
functional RNA level, claiming that, in the exceptional cases where no proces-
sing is involved, what we would see is equivalence between genomic domain
(in DNA) and gene (in RNA). It is curious, however, that the aspect of coding
has no place in genes coding for RNA that are not translated, when conceived
in these terms: the synthesis of functional RNAs does not depend on any set of
rules to translate from one kind of polymer to another. But notice, first, that genes
are more essentially related by Scherrer and Jost to a functional rather than a
coding aspect, suggesting that we can identify genes with no coding involved.
Second, that the problem that there is no coding involved in genes transcribed
into functional RNA molecules is already present in the current framework of
molecular biology. The only difference is that this problem comes to the fore
when one intends to locate genes in RNA.
What could be the advantages of locating genes in RNA? First, it preser-
ves the gene concept, which is not very likely to be dismissed (Judson 2001).
Second, locating genes in RNA can dissolve several challenges that result from
looking for a structural unit corresponding to the gene at the DNA level. Third,
this proposal captures the idea of a translation unit and, also, of a transcription
unit corresponding to the nucleotide sequences of several classes of functional
RNAs. Fourth, there is a good relationship between the location of genes in RNA
and operational procedures carried out by molecular biologists and geneticists,
such as those for counting genes.
However, there are also problems with this proposal. First, a close rela-
tionship between genes and DNA has marked biological discourse since the
double helix (Joaquim & El-Hani 2010). To separate genes from DNA is, in
fact, a substantial effort of reconceptualization, but this may be the price to
pay in order to rebuild a consistent, parsimonious, and explanatorily powerful
account of genes. Second, it is difficult to think that genes would only exist in
the zygote as mere possibilities (Keller 2000), since the gene would only be in
RNA, and in metazoans most of the transmission of genetic information takes
place through DNA. Third, if located in RNA, genes would not have the perma-
nence and stability usually attributed to them, as a requirement for inheritance.
Regarding the latter problems, we can replace genes by other intergenerationally
stable entities when explaining inheritance. Genomic domains (as proposed by
Fogle 1990, and Scherrer and Jost 2007a,b), out of which genes are constructed
by the cell, can play the role of mediating inheritance in the place of genes.
Then, we might eliminate from the gene the ideas of permanence and stabili-
ty, making it more reasonable to conceive it as a unit of structure and genetic
analysis in mature RNAs.7 Evidently this cannot settle the discussion. It is far
from being simple and straightforward to disentangle the aspects of permanence
and stability from the gene: these aspects and, more generally speaking, the
role of genes in inheritance are at the heart of the gene concept since the very
beginnings of genetics!
7 Scherrer and Jost (2007a,b) treat the gene as both a structural and a functional unit at
the RNA level. We do not consider, however, that a functional unit can be located in a nucleic
acid, no matter if DNA or RNA, due to the context-dependence of gene function, which demands
that we conceive of function in terms of causal roles played by higher-level entities and processes
in a cell. Both DNA and RNA are evidently related to the emergence of these causal roles, but
not as units to which these causal roles could be reduced. Nevertheless, we cannot expand this
discussion here.
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Research interests:
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Email: charbel@ufba.br
Diogo Meyer is professor at the Institute of Biosciences of the University of São Paulo
(Brazil).
Research interests:
Evolutionary Biology and Population Genetics
Recent publications:
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www.els.net.
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GUILLERMO FOLGUERA
CONICET/Instituto de Investigaciones Filosóficas; Facultad de Filosofía y Letras/
Universidad de Buenos Aires (Argentina)
ALFREDO MARCOS
Departamento de Filosofía, Universidad de Valladolid (España)
RESUMEN
El debate sobre la noción de especie se viene produciendo en dos planos. En el plano conceptual
y en el ontológico. Respecto del primero, se han analizado las ventajas y desventajas de diversos
conceptos de especie (biológico, fenético, ecológico, filogenético…). En el plano ontológico se
discute si las especies son clases, individuos o algún otro tipo de entidad. Ambos debates has
estado marcados durante casi medio siglo por el puesto central que ocupaba el nivel genético.
Con la extensión de la síntesis biológica producida en las dos últimas décadas, el gen empieza a
perder al lugar central y privilegiado que ocupaba, como causa y explicación de todo fenómeno
biológico. Comenzamos ahora a reconocer la importancia ontológica y causal de otros niveles
de la jerarquía biológica. Pensamos que este cambio de perspectiva afectará al debate sobre la
noción de especie, tanto en el plano conceptual como en el ontológico. Todavía no estamos en
disposición de ofrecer conclusiones cerradas, pero sí de vislumbrar el rumbo que tomará de
ahora en adelante el debate de las especies. Estimamos probable que tengamos que convivir
indefinidamente con una pluralidad de conceptos de especies. Y en el plano ontológico pro-
ponemos un tipo de pluralismo no homogéneo, con reconocimiento de entidad y fuerza causal
a los diversos niveles de organización biológica, desde el gen hasta el ecosistema, incluyendo
posiblemente la especie, pero no otorgándoles el mismo peso a cada uno.
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 69-82. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
70 guillermo folguera y alfredo marcos
PALABRAS CLAVES
CONCEPTO BIOLÓGICO DE ESPECIE, GEN, ESPECIE COMO INDIVIDUO
ABSTRACT
The debate on the notion of species has been occurring in two realms: conceptual and ontolo-
gical. Regarding the former, the biologists have analyzed the advantages and disadvantages of
various concepts of species (biological, phenetic, ecological, phylogenetic...). In the ontological
realm, biologists and philosophers have discussed whether species are classes, individuals or
some other entity. For nearly half a century, both debates have been marked by the prominent
role of the genetic level. With the extension of the biological synthesis produced in the last two
decades, the gene begins to lose its privileged place as cause and explanation of every biological
phenomenon. We now begin to recognize the importance of other ontological and causal levels
along the biological hierarchy. We think that this change of perspective will affect the debate
on the notion of species, both in the conceptual and ontological realms. We are not yet able to
offer definitive conclusions, but we will shine a light on the future direction of the debate on
the notion of species. We estimate that we have probably to live indefinitely with a plurality of
concepts of species. And, regarding the ontological plane, we would propose a non-homogeneous
pluralism. Probably we will be forced to recognize causal force and ontological weight to enti-
ties of various levels, from the gene to the ecosystem, possibly including species, although not
according the same weight to each one.
KEYWORDS
BIOLOGICAL CONCEPT OF SPECIES, GEN, SPECIES AS INDIVIDUAl
I. Introducción
Desde la década de 1930 se originó y consolidó la denominada teoría sin-
tética de la evolución, conjunto teórico de gran importancia dentro de la biología
contemporánea. Sus componentes fueron aportados, principalmente, a partir de
investigaciones de fuerte influencia mendeliana y darwiniana. En particular, las
dos subdisciplinas que contribuyeron en mayor medida a la síntesis biológica
fueron la genética clásica y la genética de poblaciones. Entre los pilares de la
síntesis pueden señalarse –siguiendo a Douglas Futuyma (1998)– el acento en
los mecanismos microevolutivos para dar cuenta de la diversidad de lo viviente,
la consideración del azar como fuente de variabilidad primaria a través de la
deriva génica, el rol prioritario de la selección natural como mecanismo evolu-
tivo y la consideración de que los cambios en la evolución son principalmente
de tipo gradual.
Sin embargo, desde los finales de la década de 1960 algunas de las pro-
puestas de la síntesis biológica comenzaron a ser profundamente revisadas. En
De modo complementario, Hull (1980) señala que los individuos son en-
tidades localizadas espacio-temporalmente, que presentan un comienzo y un
final en el tiempo. Durante ese lapso, el individuo debe estar bien integrado
(«well-integrated»; Hull, 1980).
Por otro lado, Gould y Lloyd (1999) señalan que entre los criterios que
deben cumplir las entidades para ser consideradas como individuos aparecen
la capacidad de generar descendencia, la herencia de la información biológica
y que «esos individuos evolutivos deben funcionar como interactores con el
ambiente» (Gould y Lloyd, 1999, p. 11906). De este modo, pueden reconocerse
diferentes requisitos para la individualidad, tales como la cohesividad, here-
dabilidad y reproductividad, entre otros. No es nuestro objetivo aquí presentar
un panorama de las discusiones que se han dado respecto a dichos criterios y
a la necesidad o no de su aceptación. Se trata más bien de entender cómo estos
criterios pueden resultar afectados por las modificaciones conceptuales que han
ocurrido en los últimos años. Por ello, en la próxima sección, avanzaremos en
la presentación de los cambios teóricos que involucran alteraciones relativas a
la noción de gen.
IV. La extensión de teoría sintética y la crítica al centrismo del gen
¿En qué consiste actualmente la extensión de la síntesis biológica? Antes
de avanzar, advertimos que en nuestro recorrido restringiremos la indagación a
aquellas alteraciones de la noción de gen que resulten significativas a los fines
de investigar las modificaciones conceptuales y ontológicas de la especie. A su
vez, es importante señalar que en la actualidad no hay total acuerdo en el seno
de la comunidad científica y filosófica respecto a la respuesta al interrogante
previo.
Tal como adelantamos, desde la perspectiva de la síntesis biológica, el
ámbito genético fue el principal componente explicativo para dar cuenta de las
variaciones sincrónicas y diacrónicas del fenotipo. Sin embargo, aún dentro
de la propia síntesis biológica, este rol central admitió matices relevantes. Por
ejemplo, pudo percibirse que la expresión del componente genético mostraba
narios biológicos. Más bien, el problema a partir de los cambios teóricos de los
últimos años parece ser que la cohesión no está garantizada sólo por los genes,
sino que existen otras posibles instancias cohesivas en otros niveles biológicos.
Tampoco es obvia la función del gen como agente cohesivo, dadas las grandes
complejidades establecidas en la relación genotipo-fenotipo.
VI. Conclusiones, perspectivas, nuevos interrogantes
Los cambios teóricos que han ocurrido en las últimas décadas en el marco
de la denominada extensión de la síntesis biológica parecen haber incidido de
manera directa sobre nuestra conceptualización del ámbito genético. El gen ya
no es el único centro de atención de la investigación biológica. Hemos empezado
a reconocer la fuerza explicativa y causal de los fenómenos biológicos que se
producen en diversos niveles. A su vez, nuestros estudios se han focalizado en
cómo impactan dichas modificaciones en el análisis de la especie biológica tanto
en términos conceptuales como ontológicos. A partir de estas consideraciones,
es pertinente interrogarse acerca de cómo la alteración de este lugar central del
gen nos empuja al reconocimiento de la complejidad jerárquica en sus diver-
sos niveles. De este modo, «es la vida desde una perspectiva holista, sintética
y sistémica la que ha pasado a ocupar el centro de la investigación» (Marcos
2012, p. 100). En el caso de la noción de especie, esta complejidad pareciera
establecerse tanto en términos conceptuales como ontológicos.
Tal como hemos visto, en la dimensión conceptual, el ámbito genéti-
co tenía un rol central en el concepto biológico de especie. Por ello, dichos
cambios teóricos parecen arrojarnos hacia cierta arena pluralista. Parece que
tendremos que convivir indefinidamente con una pluralidad de conceptos de
especie. De este modo, resulta imperioso en los nuevos escenarios teóricos, el
reconocimiento de una multiplicidad de niveles y de la consolidación de una
crisis del reduccionismo teórico. Sin embargo, debemos reconocer que, pese a
la necesidad de incorporar entidades correspondientes a otros niveles, esto no
necesariamente nos conduce a otorgar las mismas características a todos los
niveles. Resulta importante, por ello, no dejar de reconocer la especificidad del
material genético y su contribución a la identidad y estabilidad del organismo
y de la especie (Marcos 2012).
A su vez, hemos intentado recuperar en este trabajo, no sólo las implica-
ciones que los cambios teóricos tienen en términos conceptuales, sino también
ontológicos, otro de los aspectos centrales que no deben ser olvidados en este
contexto. Nuevamente, al igual que para el caso conceptual, las alteraciones del
rol central del gen modifican el escenario en el cual se ha discutido en décadas
pasadas, en este caso respecto a la posibilidad (o no) de que la especie cumpla
algunos de los criterios propios de las entidades individuales. Si bien se han
registrado importantes disensos respecto a qué criterios deben efectivamente
ser considerados, es claro que en gran medida los criterios propuestos partieron
de cierta consideración de que los genes lograban cumplirlos, tal como en los
casos de herencia y cohesividad. Nuevamente, las críticas al centrismo del gen
no implican la no consideración de dicho criterios, aunque sí parecen implicar
la necesidad de asumir cierto pluralismo respecto a qué entidades biológicas
garantizan cada uno de los criterios en diferentes casos. Esta pluralidad, al igual
que para el análisis conceptual, podría asumir diferentes roles y pesos para
cada una de las entidades correspondientes a los diferentes niveles, esto es, un
«pluralismo no homogéneo» (Marcos 2012).
Nuestro trabajo no ha intentado cerrar este debate sino por el contrario,
señalar algunos de los nuevos interrogantes que se abren a partir de los cambios
teóricos de los últimos años. En este sentido, las discusiones filosóficas relativas
a la noción de especie que se han dado con tanta frecuencia en la filosofía de
la biología deberán en gran medida ser recuperadas, pero ahora bajo un nuevo
contexto, dentro del cual las implicaciones para la especie será sólo uno de los
ejes significativos. Por ejemplo, otro de los ejes que cobrará mayor dimensión en
el contexto actual refiere a la comparación entre las interacciones y las entidades
en el seno de la biología, tanto en términos conceptuales como ontológicos. Se
abre así un gran desafío para la filosofía de la biología de los próximos años.
Agradecimientos
GF desea agradecer a la Universidad de Buenos Aires y al CONICET,
organismos que han permitido la elaboración del presente trabajo.
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Vol. 23: 536-544.
Líneas de investigación:
Filosofía de la evolución, filosofía de la EvoDevo, relaciones subdisciplinares en biolo-
gía.
Publicaciones recientes:
FOLGUERA, G. y LOMBARDI, O. «The relationship between microevolution and ma-
croevolution, and the structure of the extended synthesis». History and Philosophy of the Life
Sciences. Vol. 34, Nº 4, 2012.
FOLGUERA, G.y DI PASQUO, F. «Jerarquías ecológicas. Intentos reductivos de la fisio-
logía a través de la macroecología». Ludus Vitalis. Vol. XIX, Nº 36, pp. 137-151. 2011.
Líneas de investigación:
Filosofía de la ciencia, filosofía de la biología, estudios aristotélicos.
Publicaciones recientes:
MARCOS, A. (2012): Postmodern Aristotle, Cambridge Scholars Publishing, Newcastle,
UK, 154 pp., ISBN 13: 978-1-4438-3968-6; ISBN: 1-4438-3968-X.
MARCOS A. (2011): «Bioinformation as a Triadic Relation», in G. Terzis & R. Arp (eds.),
Information and Living Systems: Philosophical and Scientific Perspectives, M.I.T. Press, 2011,
pp. 55-90, ISBN-10: 0-262-20174-7; ISBN-13: 978-0-262-20174-2.
SANTIAGO GINNOBILI
Universidad de Buenos Aires – Universidad Nacional de Quilmes – CONICET
(Argentina)
RESUMEN
Existe un acuerdo relativo en la necesidad de distinguir dos usos del término «fitness»: el
ecológico y el de la genética de poblaciones. Algunos consideran que el segundo ha venido
a reemplazar al primero. Otros que el fitness ecológico tiene cierta capacidad explicativa de
la que el segundo carece. Estos últimos autores han intentado dar respuesta a cómo es que el
fitness ecológico se relaciona con las propiedades particulares de los organismos, siendo estas
tan heterogéneas. En este trabajo intentaré dar una respuesta más adecuada a esta cuestión,
utilizando el marco conceptual de la metateoría estructuralista.
PALABRAS CLAVE
FITNESS, SUPERVENIENCIA, SELECCIÓN NATURAL, ESTRUCTURALISMO META-
TEÓRICO, INTERPRETACIÓN PROPENSIONISTA DEL FITNESS
ABSTRACT
There is relative agreement on the need to distinguish two different uses of the term «fitness»:
the ecological fitness and the population genetics fitness. Many consider that the latter has come
to replace the former. Others think that the ecological fitness has certain explanatory power that
the population genetics fitness lacks of. Among the last ones, many have tried to give response
to how ecological fitness relates to organism’s properties, especially because of their being so
heterogeneous. In this paper I will try to give a better answer to this matter using the conceptual
framework of metatheoretical structuralism.
KEYWORDS
FITNESS, SUPERVENIENCE, NATURAL SELECTION, METATHEORETICAL STRUC-
TURALISM, PROPENSITY INTERPRETATION OF FITNESS
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 83-97. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
84 santiago ginnobili
y podría plantearse de este modo: si el fitness sólo se calcula a través del éxito
reproductivo real de los diferentes organismos, qué papel juegan en la explicación
las propiedades físicas de los organismos y cómo se relacionan con el fitness.
La solución a la relación entre las propiedades de los organismos y el éxito en
la reproducción diferencial en las aplicaciones que hacen los biólogos de TSN
no es un problema metafísico. La cuestión en juego es cómo relacionan estos
diferentes conceptos en las explicaciones dadas por científicos en su práctica
habitual. La respuesta metafísica no puede, en este sentido, ser ni pertinente ni,
en consecuencia, satisfactoria. Si las propiedades físicas de los organismos tienen
un rol explicativo en las aplicaciones de TSN, entonces, tienen que aparecer de
algún modo en una reconstrucción adecuada de TSN.
III. Inadecuación de las reconstrucciones disponibles de la teoría de la
selección natural
Esta ley permitiría por medio de las especificaciones correctas llegar a las
propiedades específicas. El ejemplo brindado por Brandon es el de la famosa
Biston betularia. Por instanciación de la ley fundamental es possible obtener:
«Si a tiene las alas más oscuras que b (en E) entonces (probablemente) a dejará
más descendencia que b (en E)» (Brandon 1980, 1990, p. 23). La forma en que se
obtiene el enunciado es reemplazando la propensión a dejar más descendencia,
por una de sus realizaciones físicas, en este caso, el color de las alas.
Es posible realizar dos comentarios relevantes al tema que estamos tratando,
respecto de esta forma de pensar TSN propuesta por Brandon.
Por una parte, la instanciación de los diferentes componentes de esta ley
fundamental no brinda la explicación darwiniana completa. En ésta se explicita
el modo en el cuál la coloración de las alas es relevante para la supervivencia.
La explicación completa tendría más componentes:
Las polillas de alas de color más oscuro se mimetizan mejor con su ambiente a los
ojos de sus predadores, mejorando su supervivencia, mejorando en consecuencia
su éxito en la reproducción diferencial.
Los organismos que portan un rasgo que cumple más efectivamente una función
mejoran su fitness, tendiendo a mejorar, en consecuencia, si el rasgo es heredable,
su éxito reproductivo diferencial.
ley fundamental de TSN parece una ley estadística aislada, pero no lo es. En-
dler nos da una pista de en qué podrían consistir las leyes especiales de TSN.
Para Endler el fitness no es únicamente una propensión a dejar más descen-
dencia, sino una relación entre un rasgo y la habilidad para encontrar pareja,
la fertilidad, la fecundidad y/o la supervivencia, que afecta a la reproducción
diferencial (Endler 1986, pp. 3-15, 1992). Es decir, el fitness en sus diferentes
aplicaciones varía entre una de las habilidades señaladas. El gráfico con el que
Endler ilustra las diferentes subdivisiones de TSN puede ser interpretado como
las diferentes leyes especiales en las que la ley fundamental presentada puede
especializarse (ver fig. 1).
Fig. 2 – Ilustración de las diferentes formas en las que la ley fundamental de TSN puede
especificarse.
Referencias bibliográficas
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Líneas de investigación:
Filosofía de la ciencia, filosofía de la biología
Publicaciones recientes:
(2011) «Función como concepto teórico», en Scientiae Studia, vol. 9, nº 4, São Paulo,
RESUMEN
Traigo a colación observaciones sobre problemas que subyacen a muchas de las reflexiones de
filosofía de la biología entorno a la caracterización del viviente y la noción de función biológica.
Alerto sobre la suplantación de la realidad por información científica inexacta, nocionesentifica-
das y modelos teóricos preconcebidos. Abogo por el análisis, antes de cualquier otra reflexión,
de la relación entre la unidad y la multiplicidad de notas del viviente, análisis que explica la
distintiva individualidad del organismo. Finalmente, anuncio el paradigma constitucional como
una nueva aproximación al viviente, marco que toma como punto de partida al viviente como
realidad estructurante.
PALABRAS CLAVE
SISTEMA VIVO, UNIDAD, FUNCIÓN, INDIVIDUALIDAD, ZUBIRI
ABSTRACT
This paper aims to deal with some problems underlying contemporary reflections on philosophy
of biology, particularly the definition of living being and the idea of biological function. I warn
about the danger of taking for granted imprecise scientific information and biased theoretical
models. I defend the analysis of the relationship between unity and multiplicity as key features
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 99-111. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
100 francisco güell pelayo
of the living being, which highlights the distinctive individuality of the organism. Finally, I in-
troduce the constitutional paradigm as a new approach to the study of the living being, a frame
which takes, as its starting point, the living being as «structuring reality».
KEY WORDS
LIFE SYSTEM, UNITY, FUNCTION, INDIVIDUALITY, ZUBIRI
viviente. Las ciencias biológicas, con lo dicho, nos proporcionan unas descrip-
ciones y datos científicos imprescindibles donde se nos presenta la realidad a
la que aproximarnos filosóficamente. Por este motivo entiendo que un ejercicio
de la filosofía de la biología «fiel» a la realidad de que pretende dar cuenta ha
de ir ligado a un interés y constante compromiso con la «biología».
Pero el dato científico, y esto es importante tenerlo presente, no es el hecho
biológico. Cuando nos proponemos describir o definir a un viviente frente a otros
sistemas, el «viviente» no es el dato ni las descripciones: la información científica
pretende mostrar el «hecho biológico». Si digo esto es porque, normalmente,
el quehacer filosófico comprometido con el dato científico suele tomar a este
acríticamente, como si lo científico fuera el mismo hecho biológico. Esta con-
fianza en el dato científico es compartida por los mismos científicos: no parece
razonable dudar de las descripciones de un manual científico de referencia o de
la información científica publicada en revistas de alto impacto.
Pues bien, he de alertar que la comunidad científica no posee ningún cui-
dado con el lenguaje en las descripciones del hecho biológico. Para los objetivos
estrictamente científicos, esta falta de precisión puede no ser relevante, pero para
reflexiones de carácter interdisciplinar, entender la realidad de forma incorrecta
tiene, necesariamente, fatales consecuencias: el punto de partida de la reflexión
no es la «cruda realidad». Un llamativo ejemplo a este respecto es la descripción
que encontramos sobre la primera mitosis tras la fecundación. Tal y como he
mostrado en otro lugar,2 en los principales manuales de embriología se afirma
que, tras la fecundación, los pronúcleos masculino y femenino se atraen, se
fusionan, y el material genético se mezcla.3 Pues bien, esta descripción es del
todo imprecisa. Afirmar que el material genético procedente del padre y de la
madre se «mezcla», se «entremezcla» o se «recombina» tras la fusión de los
pronúcleos, puede dar a entender que, con esa mezcla, aparece un nuevo ADN,
o que se constituye un ADN distinto del que había antes de la fusión de los
pronúcleos. Esto aquí dicho es, sencillamente, una falacia. En la primera mitosis
tras la interacción de los gametos –y al igual que en las siguientes mitosis– los
cromosomas de origen paterno y materno se alinean en el ecuador de la célula
y, por decirlo así, «sin tocarse», se distribuyen de modo ordenado en el citoplas-
ma. En la fecundación no se da la mezcla o recombinación que sí observamos
y podría afirmarse en la profase de la meiosis I que acontece en la formación
de los gametos (el denominado crossing over). He podido comprobar a lo largo
de varios años que, como consecuencia de estas descripciones científicas, mu-
chos académicos y gran parte de la sociedad piensa que en la doble hélice de
la molécula de ADN de un individuo, una de las hebras proviene de la madre
y otra del padre, y que esta «combinación» ocurre en la fecundación. No voy a
entrar aquí en detalles, pero ocurre el mismo problema cuando se afirma que
los pronúcleos se fusionan; pues bien, no existe tal fusión: las membranas de los
pronúcleos se acercan, y sin tocarse, se desintegran. Es probable que los manuales
tomen prestadas explicaciones de tratados anteriores; en el caso de la fusión de
los pronúcleos, por ejemplo, nos podemos remontar a los manuales de biología
del desarrollo de principios del XX,4 cuando la imprecisión respondía a las
limitaciones de los medios que disponían para observar la «cruda realidad».
Además de la falta de precisión en las descripciones, la comunidad científica,
en su ejercicio, considera, sin percatarse, nociones científicas abstractas como
hechos biológicos. Esta entificación se aprecia, por ejemplo, en el modo con que
se alude a algunas estructuras celulares de vital importancia. Difícil de creer es
lo acontecido con el «genoma». En otro lugar5 he mostrado cómo esta noción
teórica, que alude al concreto orden de nucleótidos repetidos que encontramos
en las moléculas de ADN de las células de un individuo, se ha tomado como una
realidad física. En la realidad física no encontramos «un genoma». El genoma
es una abstracción. Lo que encontramos, como decía, es una multiplicidad de
moléculas de ADN que, en condiciones normales, posee el mismo orden de
nucleótidos en las células de un mismo individuo. Considero urgente llamar
la atención de esta y otras entificaciones que, de forma alarmante, se produce
en las ciencias de la vida, ciencias que, en principio, se caracterizan por estar
apegadas a la realidad.
Además de las descripciones imprecisas y la entificación de ciertas no-
ciones, existe un tercer tipo de error sobre el que he de llamar la atención. Me
serviré de un ejemplo ilustrativo. En la bibliografía especializada se afirma
que el genoma del embrión no comienza su expresión hasta completar, tras la
fecundación, las primeras divisiones mitóticas.6 Una lectura atenta de la me-
embryonic genome activation predicts development to the blastocyst stage», Nature Biotechnol-
ogy, 28 (2010), pp. 1115-1121.
7 F. Güell op. cit.
8 Por otra parte, y sin querer entrar en más detalles, si la síntesis de proteínas se realiza
en su mayoría desde los ARN mensajeros de origen materno y encontramos abundante ARN
no codificante de origen gamético es por una estrategia metabólica del sistema: la existencia y
uso del ARN mensajero para formar proteínas y la actividad funcional del ARN no codificante
de origen espermático y ovular en el sistema devenido de la interacción gamética elimina la
necesidad de una transcripción extensiva del genoma del embrión por la ARN polimerasa, la cual
podría interferir con la rápida replicación del genoma por la ADN Polimerasa (D. S. Latchman,
Gen control, New York: Garland Science, 2010, pp. 273-277).
9 Por ejemplo, el dinamismo del sistema con la interacción con el medio es normalmente
ilustrada con flechas de ida y vuelta.
10 A este respecto, es muy sugerente el estudio cf. J. I. Murillo, «El tiempo y los métodos
de la biología», Studia Poliana, 2 (2010), pp. 55-68.
11 Por ejemplo, cf. E. Clarke, «The problem of biological individuality», Biological
Theory, 5 4 (2010), pp. 312-325.
12 Cf. X. Zubiri, Sobre la esencia, 2º ed., Madrid: Alianza Ed., 2008, pp. 138 ss.
13 F. Güell, op. cit.
14 W. Hennig, Elementos de una sistemática filogenética. Buenos Aires: EUDEBA, 1968;
M. Ghiselin, M. «A radical solution to the species problem», Systematic Zoology, 23 4(1974), pp.
536-544 y, recientemente, G. Caponi, «Linajes y sistemas: dos tipos de individuos biológicos»,
Scientiae Studia, Sâo Paulo, 10 2 (2012), pp. 243-268.
fender como central: en los seres vivos, se atribuye la función a una parte solo
desde la unidad del viviente.
En mi opinión, una de las causas del olvido de la unidad del viviente y, en
todo caso, de la falta de consideración de la prioridad de la unidad del viviente
frente a su multiplicidad es, de nuevo, el modo inexacto de describir el hecho
biológico sobre el que se discurre. Es común entender al viviente del modo
como es explicado en los manuales de fisiología de las ciencias biológicas
y biomédicas. En aquellas, el cuerpo se presenta organizado en sistemas: el
nervioso, el muscular, el óseo, el reproductor, el digestivo, el respiratorio, etc,
cada uno con sus aparatos y sus órganos, y todos ellos configurando un cuerpo.
Se entiende, entonces, que el individuo es la suma de esos sistemas y órganos,
cada cual con su función. Ciertamente, el modo más práctico que tienen las
ciencias biomédicas de conocer el cuerpo y su funcionamiento es estudiarlo
analizando sus partes y su relación. Pues bien, como decía, los análisis sobre
el viviente han tomado la «realidad» sobre la que reflexionar de los datos y
las descripciones que han ofrecido las ciencias. Esto se aprecia cuando en las
reflexiones filosóficas sobre los seres vivos es habitual traer a colación, para
apoyar o criticar teorías, los paradigmáticos ejemplos del corazón como órgano
encargado de bombear sangre19 y el del pulmón como órgano al que se atribuye
la función de respirar.20 En mi opinión, y siguiendo con el ejemplo citado, hay
un hecho que suele pasar inadvertido: si se le adscribe al corazón la función
de bombear sangre –y no, por ejemplo, la de hacer ruido– es porque sabemos
que los nutrientes han de llegar a todos los rincones del cuerpo para alimentar
a cada célula, y, por su parte, si se atribuye al pulmón la función de respirar es
porque sabemos que las células que configuran la unidad del cuerpo necesitan
oxígeno en su metabolismo. Creo, por este motivo, que sería interesante que
las reflexiones sobre la función biológica recogieran la unidad del organismo
como imprescindible para atribuir la función.
Algunas reflexiones se han percatado de la necesidad de aludir, en la atri-
bución de una función, a un determinado proceso o sistema de referencia, y
se han referido, más concretamente, al ciclo vital.21 La función, entonces, hace
referencia a una parte, parte que contribuye con su función y coopera con la
función del resto de partes al ciclo vital. Haré dos anotaciones a este respecto.
En primer lugar, considero que podemos seguir varias vías de reflexión llegados
19 Por ejemplo, cf. M. Perlman, «Traits have evolved to function the way they do be-
cause of past advantage», en F. J. Ayala y R. Arp (eds.), Contemporary Debates in Philosophy
of Biology, Reino Unido: Wiley-Blackwell Malden, 2010, pp. 53-71.
20 M. Artiga, «Re-Organizing Organizational Accounts of Function», Applied Ontology,
6 (2011), pp. 105-124.
21 G. Caponi, «Función, adaptación y diseño en biología», Signos filosóficos, 24 (2010),
pp. 79 ss.
22 ibid. p. 94.
23 A. Serani Merlo, El viviente humano. Estudios biofilosóficos y antropológicos, Pam-
plona: Eunsa, 2000, p. 38
24 Principalmente en cf. X. Zubiri, Sobre la esencia, 2º ed., Madrid: Alianza Ed., 2008,
pp. 95-371. Para una síntesis de carácter filosófico, cf. F. Güell, «Teoría zubiriana de la esencia
(I): sobre lo esenciable y lo esenciado», Cuadernos Salmantinos de Filosofía, XXXVIII (2011),
pp. 165-207 y F. Güell, «Teoría zubiriana de la esencia (II): sobre la esencia», Cuadernos Sal-
mantinos de Filosofía, XXXIX (2012), pp. 309-368.
25 Para una exposición completa del planteamiento filosófico zubiriano aplicado a la
caracterización del viviente, cf. F. Güell, El estatuto biológico y ontológico del embrión humano:
el paradigma epigenético del siglo XXI desde la teoría de la esencia de Xavier Zubiri, Berna:
Línea de investigación:
El estudio de la unidad del viviente y la relación entre la biología y la subjetividad desde
la filosofía de Xavier Zubiri.
RESUMEN
En este trabajo abordo el problema de la fundamentación teórica de la noción de normatividad
natural desde una perspectiva naturalista. Presento el debate actual sobre las funciones biológicas
en filosofía de la biología, en el cual pueden encontrarse algunos intentos de fundamentar las nor-
mas naturales a través del concepto de función biológica. Sostengo que el enfoque predominante
etiológico-evolutivo no es capaz justificar la adscripción de normas naturales en los sistemas
biológicos y propongo que la nueva perspectiva organizacional está en la mejor posición para
ofrecer un tratamiento naturalista de la teleología biológica y de la normatividad natural.
PALABRAS CLAVE
NORMATIVIDAD, FUNCIÓN, NATURALISMO, TELEOLOGÍA,
MALFUNCIÓN, ORGANIZACIÓN
ABSTRACT
In this paper I consider the problem of the theoretical grounding of the notion of natural nor-
mativity for the naturalistic perspective. I present the current debate on biological functions in
philosophy of biology in which there are some attempts to ground natural norms through the
notion of biological function. I argue that the mainstream account, i.e. the evolutive-etiological
approach, is not able to ground the ascription of natural norms in biological systems and I defend
that the new organizational approach is in the best position to offer an adequate naturalistic
account for biological teleology and natural normativity.
KEYWORDS
NORMATIVITY, FUNCTION, NATURALISM, TELEOLOGY,
MALFUNCTION, ORGANIZATION
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 113-124. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
114 cristian saborido
I
Nuestras intuiciones nos dicen frecuentemente que el funcionamiento
de los artefactos y de los organismos se ajusta a normas. Nos decimos que las
cosas que funcionan pueden funcionar bien o mal y que somos capaces de saber,
al menos en la mayoría de los casos, cuándo algo actúa de forma correcta o
incorrecta. Así, las calderas de agua pueden fallar pero también pueden hacerlo
los corazones o los pulmones y en todos estos casos nos encontramos ante tipos
de funcionamiento que consideramos incorrectos. No obstante, y tal y como se
intentará mostrar, la justificación teórica de estas normas es un asunto complejo
y la normatividad funcional ligada a los artefactos y la relativa a los seres vivos
precisan de tratamientos teóricos diferentes. En este trabajo abordaremos las
peculiaridades de esta dimensión normativa de la idea de funcionalidad cuando
se aplica al ámbito de lo biológico.
Existe toda una tradición en filosofía de la biología que entiende el com-
portamiento de los sistemas biológicos de una forma normativa. Según esta
tradición, los seres vivos se regirían de acuerdo a ciertas normas o reglas que
regulan su forma de actuar. De hecho, este carácter normativo es una propiedad
determinante de los organismos. En palabras de Canguilhem:
Para esta tradición los sistemas biológicos son normativos porque la vida
se caracteriza por este establecimiento constante de normas a las que el com-
portamiento de los seres vivos debe someterse. Respirar, alimentarse, moverse...
toda actividad biológica implica la existencia de normas que permite, tanto al
organismo como al observador externo, juzgar el cumplimiento efectivo de
esta actividad en términos de «correcto» o «incorrecto». El biólogo identifica
normas al describir la organización y el comportamiento de los sistemas bioló-
gicos y prueba de esto es que frecuentemente se habla en biología de «fallos»,
«carencias» o «disfunciones». El lenguaje científico de la biología es típicamente
normativo.
Esta inclusión de «normas» parece además una característica propia de
los seres biológicos. Al contrario de las leyes en física, las normas en biología
pueden transgredirse. De hecho, los organismos biológicos las transgreden
muy frecuentemente. Es más, el fundamento mismo de la medicina está en la
búsqueda de la corrección o mitigación de estas transgresiones a las normas
biológicas, esto es, en tratar de «arreglar lo que funciona mal» en el cuerpo hu-
mano (Boorse 1977, Lennox 1995). Sin embargo, y aunque las normas pueden ser
omnipresentes en el discurso de las ciencias biomédicas, su justificación teórica
es una delicada cuestión que está lejos de ser resuelta. En la actualidad, es en
el debate contemporáneo acerca del concepto de función biológica en filosofía
de la biología en donde esta cuestión es abordada (Davies 2001, Barham 2012,
Christensen 2012).
II
Muchos análisis teóricos que se han presentado en este debate creen que
es posible naturalizar la idea de «norma natural» a través del concepto de
«función biológica». Según estas posturas, describir un rasgo de un ser vivo
como funcional implica hacer una distinción normativa: atribuir una función
determinada a un rasgo biológico significa atribuir a este rasgo una norma a la
cual su actividad debe someterse. La noción de funcionalidad biológica, según
defienden estos autores, está inherentemente vinculada a la presencia de una
normatividad natural (McLaughlin 2009, Price 1995). Una vez que afirmamos
que la función natural de X es F, estamos diciendo que producir F es una
norma propia de X. De este modo, se afirma que las funciones biológicas son
normativas, al igual que se considera normalmente que ocurre en el caso de las
funciones de los sistemas socio-técnicos. Así, muchos teóricos defienden que
el corazón debe bombear sangre, del mismo modo que usualmente se afirma
que los faros de un coche deben alumbrar la calzada o que los bomberos deben
sofocar los incendios.
que erróneamente se interpreten los seres vivos como seres teleológicos, esto
es como entidades que tienen ciertos propósitos que deben cumplir.
III
Sin embargo, aún a pesar de estos argumentos, es posible defender que hay
una vía para fundamentar, en términos naturalistas, esta dimensión teleológica
en los sistemas biológicos y, por lo tanto, también una dimensión normativa.
Efectivamente, los propósitos de los organismos precisan de un tipo de fun-
damentación teórica diferente al de las normas de las entidades y sistemas
socio-técnicos. En el caso de los artefactos y las instituciones sociales es rela-
tivamente sencillo aludir a una teleología externa que sirve para fundamentar
la normatividad: los artefactos y las instituciones deben actuar de una cierta
manera porque han sido diseñados, creados y mantenidos con el objetivo de
comportarse de tal manera. El nomos de estas entidades se basa en un telos, un
propósito, que hace referencia a una intencionalidad externa al objeto.
Dado que en el caso biológico ya no podemos contar con un diseño
intencional que nos sirva como referencia ¿es posible fundamentar el telos de
estos sistemas del mismo modo que ocurría con las entidades artificiales? Una
vez que no se puede contar con una intencionalidad externa, la finalidad que
da sentido al funcionamiento biológico debe fundamentarse en una suerte de
criterio propio del organismo. Un organismo debe funcionar de una determinada
manera porque esto es bueno para el propio organismo (Bedau 1992). De este
modo, atribuir funciones a un rasgo concreto implica hacer una referencia a algún
efecto específico que creemos de especial relevancia para este rasgo, lo cual
permite que su actividad actual pueda ser normativamente evaluada (Neander
1995, McLaughlin 2009, Krohs 2010). Este tipo de teleología interna al sistema
supone un fundamento teórico para la atribución de funciones a rasgos de lo
seres vivos y es también la base para la fundamentación de la atribución de
normas a estos rasgos.
Recientemente, Tyler Burge ha defendido que, en un sentido básico, una
«norma natural» es:
natural: una malfunción hace referencia a una norma que puede cumplirse mejor
o peor. La malfuncionalidad es una cuestión de grado (Krohs 2010: 342). Una
malfunción puede ser algo letal o simplemente un inconveniente leve. Un rasgo
es malfuncional cuando lleva a cabo su función de una forma incorrecta y esto
puede hacerlo con diferentes grados de relevancia para el sistema.
Defenderemos por lo tanto que las normas que fundamentan el con-
cepto de malfunción y las normas que fundamentan el concepto de función
normativa son de un tipo diferente. Una caracterización teórica del concepto
de malfunción precisa de una fundamentación de un tipo de normatividad más
sofisticado. Más allá de determinar cuáles son las normas a las que el funciona-
miento de un sistema obedece de facto, una teoría sobre las malfunciones debe
ofrecer los recursos teóricos necesarios para poder decir cuándo estas normas
se están llevando a cabo de un modo incorrecto, y en qué medida. Una función
puede ser llevada a cabo correcta o defectuosamente, y esto implica postular
que existe una norma que puede o no ser cumplida y que nos permite evaluar
en términos de «bueno» o «malo» –o de «mejor» o «peor»– un comportamiento
funcional con respecto a los intereses y objetivos del propio sistema.
VI
Por lo tanto, una teoría de las funciones capaz de abordar adecuadamente la
noción de malfuncionalidad debe cumplir al menos con estas tres condiciones:
1) debe ser capaz de fundamentar la dimensión teleológica de los organismos
biológicos, pues las dimensiones teleológica y normativa están íntimamente
relacionadas, 2) ha de ser sistémica, esto es, basada en las propiedades actúales
de los sistemas funcionales (aunque esto no excluya necesariamente aspectos
históricos o evolutivos) a fin de no caer en el epifenomenalismo, y 3) debe
ofrecer los recursos teóricos necesarios para fundamentar la gradualidad de
las malfunciones y tener en cuenta por tanto la diferencia entre las nociones de
malfuncionalidad y no-funcionalidad.
Teniendo esto en cuenta y considerando el estado actual del debate sobre
las funciones en filosofía de la biología, puede afirmarse que la más promete-
dora forma de lograr un análisis teórico adecuado del concepto de malfunción
es partiendo del nuevo marco organizacional (Schlosser 1998, Christensen &
Bickhard 2002). El argumento central de este enfoque es que una función es
un efecto específico (diferenciado) de un rasgo que supone una contribución
al mantenimiento de un cierre causal que se da entre distintos efectos de las
estructuras y procesos de un sistema. Este efecto funcional es una condición
necesaria para el auto-mantenimiento de una organización biológica que produce
y mantiene al rasgo y cuya existencia depende a su vez de la acción diferenciada
de sus componentes (Mossio et al. 2009, Saborido et al. 2010, 2011). Así pues,
la contribución a las dinámicas de auto-mantenimiento biológico es el telos –y
por lo tanto también la norma– de los rasgos biológicos. Así, esta perspectiva
organizacional ofrece un enfoque sistémico, ya que se circunscribe en el marco
de las propiedades actuales de los organismos, y al mismo tiempo teleologico,
pues es capaz de naturalizar la idea de propósito natural, por lo que da un criterio
no epifenoménico para establecer la normatividad.
Si aplicamos este modelo teórico al caso de los rasgos malfuncionales
debemos decir que un rasgo que malfunciona es, ante todo, un rasgo funcional,
pues contribuye al auto-mantenimiento de la organización, pero es un rasgo
que no realiza esta contribución de acuerdo con ciertas normas que van más
allá de este auto-mantenimiento organizacional. Postular malfunciones orga-
nizacionales implica suponer que las contribuciones al auto-mantenimiento
biológico pueden darse con diferentes niveles de eficiencia. Desde un enfoque
organizacional, el criterio para determinar cuándo un rasgo contribuye al auto-
mantenimiento de un modo incorrecto debe fundamentarse en las propiedades
de la misma organización del organismo. Y la organización biológica nos per-
mite decir cuándo un comportamiento funcional supone una mala o defectuosa
contribución.
La forma de establecer un criterio interno que fundamente la adscripción de
malfunciones en los sistemas biológicos consiste en profundizar en la compren-
sión de las propiedades organizacionales. Los rasgos biológicos muestran una
gradualidad en su eficiencia funcional y pueden ser calificados como «buenos» o
«malos» atendiendo a una norma corporeizada (embodied norm) que se basa en
la acción del subsistema regulatorio que el resto del organismo presupone y que
permite todo un rango de posibles comportamientos malfuncionales, desde una
leve inconveniencia hasta un efecto letal. La organización biológica es tal que
presupone cierto nivel de eficiencia en el funcionamiento de los rasgos biológicos
y está regulado para preservar y mantener este nivel. Cuando un rasgo no es
capaz de cumplir con su «presuposición funcional» (cf. Christensen & Bickhard
2002) se desencadena toda una serie de reacciones adaptativas destinadas a
restablecer el funcionamiento optimo del conjunto del sistema.
De este modo, y partiendo de un enfoque de raíces aristotélico-kantianas,
es posible afirmar que un análisis organizacional que incorpore las propiedades
de presuposición funcional y de regulación adaptativa que muestran los sis-
temas biológicos nos permite salvar las limitaciones de los diferentes análisis
teóricos que se han presentado sobre el concepto de función, ofreciéndonos
los recursos teóricos necesarios para desarrollar un enfoque desde el marco
organizacional capaz de justificar teóricamente la atribución de malfunciones
biológicas y, por lo tanto, abriendo una prometedora vía para la naturalización
de normas naturales.
Agradecimientos
Este trabajo se ha beneficiado de intensas conversaciones y discusiones
con Alvaro Moreno, así como de las preguntas y comentarios de la audiencia
del primer congreso de la AIFBI, celebrado en Valencia en noviembre de 2012.
Además, Alba Amilburu tuvo la amabilidad de leer detenidamente un borrador
completo y de corregir y mejorar muchos de los aspectos del texto.
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Líneas de investigación:
Filosofía de la Biología, Filosofía de la Medicina.
Publicaciones recientes:
SABORIDO, C.; ÁLVAREZ, J. F. (2012) «A vueltas con la teleología en ciencias sociales
(Teleology in Social Sciences)». Diálogo Filosófico 83: 53-72. ISSN: 0213-1196.
SABORIDO, C.; MOSSIO, M & MORENO, A. (2011) «Biological organization and
cross-generation functions». British Journal for the Philosophy of Science 62 (3): 583-606.
Doi: 10.1093/bjps/axq034.
Mario Casanueva*
Departamento de Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa,
México, D.F. Φ-bio: Seminario de filosofía de la Biología, UAM-C (México)
Guillermo Folguera
Grupo de Filosofía de la Biología. Facultad de Filosofía y Letras/Facultad de Cien-
cias Exactas y Naturales. Universidad de Buenos Aires. CONICET (Argentina)
Mariana Peimbert
Departamento de Ciencias Naturales Universidad Autónoma Metropolitana-Cuaji-
malpa, México, D.F. Φ-bio: Seminario de filosofía de la Biología, UAM-C (México)
RESUMEN
Históricamente, las jerarquías han servido para clasificar y organizar la vida. Actualmente, es
claro que capturar conceptualmente la complejidad y diversidad de la vida, requiere más de una
* Este trabajo participa de los proyectos CB 182084, del CONACYT, México y del
PICTR 2006 Nº 2007, de la ANPCyT, Argentina.
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 127-142. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
128 MARIO CASANUEVA, guillermo folguera y mariana peimbert
sola jerarquía. Aquí se abordan algunos de los principales retos que enfrentan las jerarquías
al procurar aprehender la biodiversidad. Para resolverlos, se propone una red de jerarquías
que sirven de descriptores de procesos con genidentidad y pluralismo ontológico, desde una
perspectiva y nivel particulares. La red de jerarquías se concibe como un conjunto de ramas en
crecimiento que pueden dividirse y unirse de múltiples maneras. Nuestra perspectiva resuelve
varios de los problemas identificados e integra perspectivas multinivel justo lo que se requiere
para construir del marco demandado por la evo-devo.
PALABRAS CLAVE
EVO-DEVO, DIVERSIDAD BIOLÓGICA, PLURALISMO ONTOLÓGICO, TIEMPO EN
BIOLOGÍA, TEORÍAS MULTINIVEL
ABSTRACT
Throughout history hierarchies have been useful for categorizing and organizing life. It is clear
that one hierarchy is not enough for the conceptualization of the complexity and diversity of life
as we currently understand them. In this paper we address some of the key challenges associated
hierarchies when apprehending biodiversity. Furthermore, we propose a network which consists
of different hierarchies that serve as descriptors of processes with genidentity and ontological
pluralism. Each hierarchy describes a process from a particular perspective and level. Thus, this
network is conceived as growing branches that can divide and join multiple ways. Our approach
solves several of the identified challenges and it becomes a way of integrating thoughts to allow
the construction of a framework required by evo-devo.
KEY WORDS
EVO-DEVO, DIVERSITY OF LIFE, ONTOLOGICAL PLURALISM, TIME IN BIOLOGY,
MULTI-LEVEL THEORIES
I. Introducción
A lo largo de la historia de la biología tanto holistas como reduccioni-
stas han encontrado en la idea de jerarquías una de las vías conceptuales más
fructíferas para pensar la complejidad y diversidad de lo viviente (Eldredge
1985, 2007; Maynard Smith y Szathmáry 1997; Emmeche, Stjernfelt y Køppe
2000; Mazzochi 2008). A su vez, las jerarquías han sido de gran utilidad para
categorizar y organizar la vida. El arreglo de las especies en series de clases
anidadas que agrupan entidades similares relacionadas se remite al pensamiento
griego y llegó hasta nuestros días a través de la obra de Linneo cuya taxonomía,
refleja el pensamiento jerárquico, incluso en el nombre de las especies.1 En la
biología actual, la estructura formal de las clasificaciones reconoce una serie
1 A pesar del esencialismo creacionista de Linneo, que hoy juzgamos inadecuado (Mayr
1982) aún conservamos su manera de nombrar especies y grandes ramas de su taxonomía.
Figura 1. Ejemplo de una red multinivel. Una célula (a) del mesodermo, interactúa
con las células vecinas. Dicha célula, surgió de células del ectodermo y dará lugar al
músculo y esqueleto de la pata de un gato. La célula del mesodermo va a migrar y sólo
después de esto va a expresar de forma oscilatoria varios grupos de genes, incluida
la vía de señalización Notch (proteína receptora involucrada también en la génesis
del tejido sanguíneo del adulto).
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Forgotten Cause in Evolutionary Theory», en G. B. Müller y Stuart A. Newman
(eds.), Origination of Organismal Form: Beyond the Gene in Developmental and
Evolutionary Biology. Cambridge MA: MIT press 2003, pp. 3-10.
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MIQUEL DE RENZI
Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva.
Universitat de València (España)
RESUMEN
La noción de propósito es inherente a la finalidad (adaptación, función) si se toma ésta como
causa principal de las estructuras orgánicas. Éstas surgen a través del desarrollo, que tiene una
causalidad propia, sin propósito con respecto al organismo adulto. El desarrollo esta canalizado
y sujeto a limitaciones (constraints); por ello, no se alcanzan óptimos adaptativos en general.
Sobre tales posibilidades limitadas en variabilidad actúa la selección natural; la modularidad
permite combinar selectivamente aspectos independientes, pero siempre dentro de limitaciones.
Pueden surgir estructuras no funcionales que llegarán –o no– a constituir exaptaciones, que
serán el paso previo a toda adaptación.
PALABRAS-CLAVE
ADAPTACIONISMO, EXAPTACIÓN, CANALIZACIÓN,
LIMITACIÓN DE DESARROLLO, MODULARIDAD
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 143-157. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
144 miquel de renzi de la fuente
ABSTRACT
The notion of design is inherent to finality (adaptation, function) if this last one is taken as the
main cause of organic structures. Structures arise throughout development, which has its own
causation, decoupled from the design referred to the adult organism. Development is canalized
and subjected to constraints; because of this, adaptive optima are not generally reached. Natural
selection works on these possibilities of constrained variability; modularity allows the selective
combination for independent features, but always within a constrained framework. Nonfunc-
tional structures are expected, which will arrive –or not– to give exaptations, the previous step
to any adaptation.
KEYWORDS
ADAPTATIONISM, EXAPTATION, CANALIZATION, DEVELOPMENTAL CON-
STRAINTS, MODULARITY
I. Introducción
Estamos acostumbrados a oír que toda estructura tiene su función en el
organismo, lo cual puede inclinarnos a pensar que existe un propósito inheren-
te a las mismas, lo cual ha estado presente en buena parte de la historia de la
biología. Si partimos de los cuatro tipos de causas reconocidos por Aristóteles,
podemos aplicarlos a la forma orgánica, bien sea a la concha de un molusco, a
un diente o a un pulmón. La causa material estará en las células (pulmón) y, para
las conchas o dientes, en las proteínas específicas y sustancias orgánicas en ge-
neral, y los iones. Las fuerzas actuantes (causa eficiente) van desde movimientos
celulares a interacciones eléctricas asociadas a las cargas de las proteínas y los
iones. Los modelos (causa formal) vendrían dados por los grados de libertad
que determinarían los espacios confinantes para las fuerzas; v.g. la cavidad
extrapaleal del molusco o la cámara aislada en que tiene lugar la morfogénesis
del diente. Una vez ultimada la estructura podría realizar su función (causa
final, finalidad) en el organismo: respiración (pulmón), protección o flotación
(concha) o procesado de alimento (esmalte dental).
Desde Aristóteles, la finalidad se concibe como algo inherente a los seres
vivos y sus estructuras, aunque requiere del concurso de las otras tres causas
para que pueda cumplirse, como se concluye de la parábola aristotélica de la casa
(Thompson 1942, p. 6).1 Immanuel Kant fue su adalid, aunque matizadamente;
afirmó que las especies subsanarían la imperfección inicial de sus estructuras
hasta lograr la adecuación estricta entre la forma y la función que cumplen (Kant
1 Aristóteles, con el precedente de Platón, pensaba que las causas finales y formales
dirigían las eficientes y materiales. La época moderna se distinguió por una inversión de este
principio al concebir el mundo como una máquina y no como un organismo (Collingwood,
2006).
2007, p. 358). Así, todo el mundo tendía a admitir que la función daba razón de
los órganos. El enfrentamiento surgió a principios del siglo XIX dentro de la
discusión entre Cuvier y Geoffroy Saint-Hilaire: para el primero no existirían
órganos sin función, mientras que para el segundo, lo primordial sería la uni-
dad de plan. Si esto último fuera así, la función sería secundaria, ya que el plan
único sería compatible con todas las funciones y, en consecuencia, no podría
comprometerse con ninguna de ellas (Geoffroy Saint-Hilaire 1830).2
Ahora bien, la funcionalidad existe. En la perspectiva evolucionista, Darwin
(1859) plantea que la selección natural daría origen a las adaptaciones y a las
mejoras funcionales en general.3 Sin embargo, para él la unidad de plan no
tendría explicación funcional –en coincidencia con Richard Owen– 4 y, en con-
secuencia, no habría intervenido la selección (Darwin 1859, p. 435). La versión
final de la síntesis evolutiva moderna pasa a ser enormemente adaptacionista y
seleccionista; el resto de mecanismos (mutación, migración y deriva genética)
son prácticamente irrelevantes (Gould 1980).
El adaptacionismo dominante fue muy criticado por Gould y Lewontin
(1979), que argumentaron mediante la Konstruktions-Morphologie (posterior-
mente biomorfodinámica; Seilacher 1970, 1991), cuyos planteamientos tendrían
más tarde el soporte de la evo-devo inicial, representada por los trabajos de Pere
Alberch, que recuperaban, entre otros, el concepto de canalización de Wadding-
ton (1957).5 Todo apuntaba a limitaciones (constraints), tanto de morfologías
posibles y variabilidad como de capacidad de alcanzar óptimos funcionales.
A la vista de todo lo dicho el problema sigue en pie. Ahora bien, si no
admitimos propósito externo en los aspectos funcionales y estos existen, de-
bemos aceptar que en las explicaciones de los mismos nos faltan elementos.
Reconocer que surgen estructuras sin uso funcional es uno de los caminos para
resolverlo. No obstante, una vez formada la estructura puede resultar útil en
algún sentido, aunque ello no ocurra necesariamente; si se da tal utilidad, nos
remite al concepto de exaptación de Gould y Vrba (1982). Que estas estructuras
9 Alberch no habló expresamente de morfología construccional, pero con sus ideas dio
fundamento para identificar como limitación histórica la estabilidad del desarrollo durante la
filogenia; se puede ver, en términos de revisión, mi trabajo en Rasskin-Gutman y De Renzi, eds.
(2009; pp. 45-66).
Müller (op. cit.) es que las estructuras homólogas actúan como organizadores
(organizers) del fenotipo; debo comentar que este concepto de organizador es el
mismo que acuñó Spemann en colaboración con Mangold (Jahn et al. 1990). Es
obvio que toda vinculación entre tal principio y los estados finales funcionales
es inexistente.
V. Modelos morfogenéticos, estados finales y limitaciones que se derivan
Estructuras muy distintas implicadas en diversas funciones o efectos se
fabrican mediante unos pocos mecanismos morfogenéticos simples. Sin em-
bargo, su causalidad se centra en la inherente a los procesos del desarrollo, sin
relación con la posible funcionalidad en el estado adulto de las estructuras que
generan. Me centraré sobre las microestructuras de las conchas o dientes, y en
los relieves de las coronas dentales de los mamíferos, pero también examinaré
las posibles limitaciones que pueden surgir para las posibilidades adaptativas.
Las microestructuras proceden de procesos de biomineralización con una
base común a todos los organismos que construyen cerámicas biológicas (es-
tructuras mineralizadas): un juego entre macromoléculas hidrófobas e hidrófilas
que origina una matriz extracelular altamente ordenada; dicha ordenación se
puede obtener in vitro, ya que obedece únicamente a las leyes físico-químicas.
Esa matriz regula la nucleación cristalina, el crecimiento y la forma de los cris-
tales minerales que se forman en ella (Margolis et al. 2006). Las interacciones
proteína-proteína y proteína-iones inorgánicos (Ca2+, PO43-, CO32-) constituyen
el proceso de autoorganización –self-assembling; Margolis et al. 2006–, que se
inicia con una disminución local de entropía y termina con una jerarquización
de estructuras (Sheliepin 2005), con la emergencia de propiedades mecánicas
muy importantes relacionadas con la resistencia a la rotura o al desgaste (para
el esmalte dental, cf. Lucas et al. 2008). Sin embargo, el proceso se realiza en
obediencia a las leyes de la física y de la química, sin relación final con el orga-
nismo adulto. En principio, las microestructuras, si útiles, tuvieron el carácter
de exaptaciones.
El otro caso a comentar, los relieves de las coronas dentales de los ma-
míferos, obedece a otro modelo puramente físico-químico, como es el de
reacción-difusión, concebido por Turing (1952) y perfeccionado posteriormente
(cf. Nijhout 2003). Se debe indicar que si bien el esmalte está mineralizado y a
penas posee materia orgánica (se digiere durante su formación), los relieves que
presenta corresponden en realidad al epitelio que actúa como molde o matriz
sobre el cual se forma. Por lo tanto, el esmalte simplemente refleja la morfología
del tejido vivo que le sirve de base y lo que se va a decir vale para la morfo-
logía de cualquier órgano o estructura orgánica. Durante la morfogénesis de
los repliegues de dicho epitelio, un activador autocatalítico de corto alcance se
difunde, activa de algún modo determinadas células del esbozo embrionario y
Donde [A] e [I] representan las concentraciones del activador A y el inhibidor I. Los primeros
miembros de las ecuaciones describen sus concentraciones en el tiempo; k1, k2 y k3 son constan-
tes, junto con los coeficientes de difusión DA y DI del activador y el inhibidor, mientras que los
términos con el operador ∆ 2 describen espacialmente la difusión del activador y el inhibidor.
posteriores. Con lo dicho hasta aquí, queda claro que no todo es funcionalidad,
ni existe propósito, ni, en su caso, se alcanzan los óptimos.
Agradecimientos
Este trabajo se encuadra en el proyecto CGL2010-15326 (subprograma
BTE) del Ministerio de Ciencia e Innovación de España.
Referencias bibliográficas
Línea de investigación:
ARANTZA ETXEBERRIA
Departamento de Lógica y Filosofía de la Ciencia
Universidad del País Vasco - Euskal Herriko Unibertsitatea, UPV-EHU
RESUMEN
La evo-devo ha sostenido, a diferencia de la biología evolutiva estándar, que la morfología puede
estudiarse experimentalmente y que los procesos generativos cumplen un papel causal en la
evolución. En este trabajo se examinan dos actitudes distintas dentro de la evo-devo sobre si el
estudio de la morfología que sostiene el enfoque comparativo para hacer clasificaciones evolutivas
puede apoyarse en una metodología causal generativa, o si debe ser estrictamente genealógico.
La primera considera que el estudio de los procesos morfológicos permite hacer inferencias
evolutivas más exactas, mientras que la segunda aconseja cautela al respecto. Así que pueden
distinguirse dos posiciones diferentes sobre la integración de disciplinas biológicas.
PALABRAS CLAVE
CLASIFICACIÓN, DESCRIPCIÓN/EXPLICACIÓN, HOMOLOGÍA, INTEGRACIÓN,
PATRONES Y PROCESOS
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 159-171. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
160 arantza etxeberría
ABSTRACT
Evo-devo has maintained, unlike standard evolutionary biology, that morphology can be stu-
died experimentally and generative processes play a causal role in evolution. In this paper two
different approaches within evo-devo are examined on whether the study of morphology at the
basis of the comparative approach for systematic classifications can be based in a causal gene-
rative methodology, or it must be strictly genealogical. The first one considers that the study of
morphological processes enables more accurate evolutionary inferences, whereas the second is
cautious about this. Accordingly, two different attitudes towards the integration of biological
disciplines can be distinguished on this issue.
KEYWORDS
CLASSIFICATION, DESCRIPTION/EXPLANATION, HOMOLOGY, INTEGRATION,
PATTERNS AND PROCESSES
Introducción
Una de las señas que distinguen a la biología evolutiva del desarrollo
(evo-devo) de la biología evolutiva estándar ha sido su preocupación por las
formas o estructuras orgánicas, a las que tiende a considerar como previas a las
funciones que desempeñan, y en general como punto de partida de las investi-
gaciones biológicas.1 Para este campo de investigación la explicación causal o
mecanicista de cómo se generan las morfologías en los procesos ontogenéticos
es un ingrediente que debe completar la teoría de la evolución heredada de la
síntesis moderna (SM). En contraste, la biología evolutiva más estándar otorga un
papel meramente descriptivo a la morfología, siendo la clasificación de las formas
orgánicas una labor genealógica en la que no entran en juego consideraciones
sobre el origen generativo de las mismas. Aun así, el papel de la morfología en
la teoría de la evolución sigue siendo un aspecto controvertido incluso dentro
de la evo-devo, pues los esfuerzos por defender su carácter explicativo chocan
con la enorme complejidad y diversidad de las formas vivientes, que aconseja
a veces cautela a la hora de hacer inferencias desde los mecanismos de desa-
rrollo a los procesos evolutivos (Wagner et al. 2000). A pesar del entusiasmo
de autores como Pere Alberch o Simon Conway Morris, entre otros, en defensa
de una biología predictiva, este asunto es aun controvertido y este trabajo está
dedicado a este problema.
Uno de los pilares de la Síntesis Moderna (SM) ha sido la distinción de
Mayr (1961) entre las causas próximas y las causas últimas de los fenómenos
biológicos. Las causas próximas son influencias mecánicas, inmediatas de los
rasgos en la operación e interacción de elementos estructurales. Las causas
son la propia integración de los taxones biológicos que muestran una unidad
de tipo que se puede estudiar teórica y experimentalmente. Otros miembros
del equipo de Wake, como Pere Alberch, subrayaron este aspecto integrador
basado en un marco teórico formal que permite estudiar las variedades como
temas (Alberch 1989).
Por otro lado, desde este marco también se suscitan cuestiones sobre la
distinción clásica entre homología y analogía. Wake (1991) ha preferido hablar
de homoplasia en lugar de analogía, para indicar que la semejanza de los rasgos
que no se atribuyen a un ancestro común detectado podrían no ser resultado de
la selección natural, sino de convergencia, paralelismo, o reversiones basadas
en que todos ellos comparten el desarrollo en algún grado (Wake et al. 2011, p.
1032). Como consecuencia de este enfoque generativo es que las distinciones
dicotómicas entre homología y paralelismo, o entre paralelismo y convergencia
tienden a diluirse en principio, de forma que el juicio es dependiente del nivel
jerárquico en el que se plantee una investigación y de la naturaleza de la misma.
Abouheif (2008, p. 4) propone que el paralelismo podría ser una transición entre
caracteres verdaderamente homólogos y verdaderamente convergentes, y que
las dificultades deben plantearse distinguiendo el nivel en el que se analizan
los rasgos.
IV. El enfoque comparativo descriptivo o genealógico
El énfasis en la importancia de las causas próximas y de los procesos
ontogenéticos ha sido uno de los motivos principales/centrales de la evo-devo
más dedicada a subrayar los aspectos «devo» o de desarrollo de este campo de
investigación. Por su parte, la cara evolutiva (o «evo») se asienta, entre otros
factores, en la defensa del método comparativo y la sospecha de las inferencias
realizadas en base a los organismos modelo. Así, Minelli (2003) se queja de que
el encuentro entre la biología del desarrollo y la biología evolutiva aún no se ha
producido, pues ambas continúan ancladas en sus respectivas «metafísicas».
En su parecer la primera sigue siendo «finalista», y presta más atención a las
estructuras adultas de los organismos que al proceso complejo de la ontogenia
del organismo, mientras que el enfoque basado en el progreso hace tiempo que
ha sido abandonado en la teoría de la evolución (p. xvi). Su propuesta de acer-
camiento requeriría prestar más atención al enfoque comparativo que permitiría
trascender la información obtenida del estudio experimental de los organismos
modelo para integrar aspectos descriptivos típicos del enfoque comparativo. Así,
el desarrollo adquiere un sentido propio, no sólo como proceso para obtener un
organismo adulto, sino un elenco variado de patrones cada uno de los cuales
debe ser estudiado en sí mismo.
A partir de estas ideas Scholtz (2008, 2010) defiende un enfoque compa-
rativo de carácter genealógico frente al experimental. Su argumento es que los
de este tiene que ver con las inferencias evolutivas: ambas perspectivas están
en desacuerdo sobre los méritos respectivos del enfoque formal o experimental
para estudiar la morfología, o sobre la metodología de análisis exhaustivo de la
diversidad orgánica o de síntesis de las formas en base a los descubrimientos
sobre la producción dinámica autoorganizativa de las formas. También sostienen
posiciones metafísicas dispares sobre la forma y la materia (el enfoque generativo
tiende a considerar que la forma orgánica depende de las propiedades dinámicas
de la materia), que pueden ser particularmente relevantes en el contexto del uso
de modelos computacionales de las morfologías para estudiar la evolución, donde
el enfoque genealógico perseguiría necesariamente un enfoque combinatorio,
mientras que el generativo sería procesual dinámico. Por último, la manera dis-
par en la que se concibe el método comparativo desemboca en una concepción
integradora o desintegradora de las disciplinas biológicas.
Agradecimientos
Este texto se desarrolla a partir de lecturas y reflexiones realizadas en cola-
boración estrecha con Laura Nuño de la Rosa, aunque ella no es responsable de
posibles errores o lagunas en el mismo. Agradezco la financiación ofrecida por
los proyectos de investigación IT 505-10 del Gobierno Vasco, y FFI2011-25665
del MEC y los fondos FEDER de la UE para la realización del mismo.
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Líneas de investigación:
Publicaciones recientes:
SIMON, JR, ETXEBERRIA A., CASADO, A. Eds. 2013: «Special issue: Philosophy of
Medicine Roundtable», Theoretical Medicine and Bioethics, (en prensa).
MAXIMILIANO MARTÍNEZ
Departamento de Humanidades. Universidad Autónoma Metropolitana.
Unidad Cuajimalpa (México)
RESUMEN
En este artículo defiendo la necesidad de reformular los conceptos de constreñimiento del desa-
rrollo y variación a la luz de trabajos empíricos y teóricos recientes. Argumento que la noción
de variación refiere a esquemas establecidos en otras épocas y que deben ser reconsiderados
siguiendo los aportes de la biología del desarrollo. La variación no sería irrestricta sino res-
tringida y condicionada. Esta reforma del concepto de variación coincide con una reforma del
concepto de constreñimiento: los constreñimientos son un factor causal positivo en la evolución,
en contraposición a como son usualmente entendidos en la biología.
PALABRAS CLAVE
CONSTREÑIMIENTOS, VARIACIÓN, GENES HOX, MORFOGÉNESIS, EVODEVO
ABSTRACT
In this paper I propose a revision of the concepts of developmental constraints and variation,
in the light of recent empirical and theoretical works. I argue that the concept of variation
evokes schemes established in other times that need to be reconsidered due to the contributions
of developmental biology; variation is not unrestricted but biased. This conceptual reform of
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 173-186. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
174 Maximiliano martínez
variation goes hand in hand with a reformulation of the concept of developmental constraint:
constraints are a positive causal factor in evolution, in contrast with the way they are usually
understood in biology.
KEYWORDS
CONSTRAINTS, VARIATION, HOX GENES, MORPHOGENETICS, EVODEVO
I. Introducción
Los constreñimientos del desarrollo juegan un papel causal central en
la evolución (Gould 1989, 2002, Raff 1996, Caponi 2008, 2009). Sin embargo,
la comprensión de ellos no ha sido generalmente clara y unívoca, ocasionando
diversas confusiones al respecto (cf. Antonovics & van Tienderen 1991; Resnik
1995, Gould 2002, Schlosser 2007, Etxeberria & Nuño 2009, Martínez 2009).
A pesar de la abundante literatura en el tema, aún resulta necesario clarificar
el significado del término ‘constreñimiento del desarrollo’, el cual se presta a
una interpretación ambivalente acerca de si los constreñimientos juegan un
papel positivo encauzador de las variaciones o si por el contrario su papel es
meramente restrictivo o negativo. Intentando hacer claridad al respecto se han
seguido dos estrategias: 1) intentar reformar el concepto de ‘constreñimiento’
de forma tal que este capture el papel causal positivo de los constreñimientos
en la evolución (Gould 1989, 2002, West-Eberhard 1989) o 2) reemplazarlo por
conceptos novedosos que lucirían más apropiados (Arthur 2000). A mi modo de
ver, las propuestas de reemplazar el concepto de ‘constreñimiento’ son encomia-
bles, pero podrían generar mayor confusión y su éxito no está garantizado. Por
esta razón, mi propósito aquí es profundizar en la primera estrategia: articular
una reforma del concepto de ‘constreñimiento’ que permita un mayor grado de
especificación y que de cuenta del papel causal positivo de los constreñimientos.
Me concentro en los constreñimientos históricos y estructurales, argumentando
que ellos suponen un cambio en la manera usual de concebir la variación. Para
ello retomo el trabajo de Gould (2002) y varios trabajos experimentales sobre
morfogénesis genérica y genes Hox. Veamos cómo los constreñimientos implican
una reconsideración de la variación evolutiva.
Gutman & Esteve-Altava 2008).2 Por ello resulta imperativo resaltar su aspecto
positivo. De acuerdo a Gould (2002: 1028):
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Adaptations and the Means for their Avoidance», en Nitecki, M. (Ed.) Evolutionary
Progress. Chicago: Chicago UP, 1988.
Líneas de investigación:
Publicaciones recientes:
RESUMEN
Si bien el problema de la forma ha sido el explanandum clásico de la evo-devo, frente al én-
fasis neodarwinista en la adaptación, en los últimos años un número creciente de autores ha
reivindicado la incorporación del problema de la función en la perspectiva ontogenética de la
evolución. Tras abordar los distintos modos en los que la evo-devo actual investiga la dimen-
sión funcional de la evolución, defendemos que la distancia teórica entre la Síntesis Moderna
y la ‘Síntesis Extendida’ no puede interpretarse en términos de la dialéctica Forma/Función.
Al contrario: la ‘evo-devo funcional’ implica una radical reconceptuación de las funciones y
plantea formas de síntesis alternativas con la teoría sintética.
PALABRAS CLAVE
EVO-DEVO, SÍNTESIS MODERNA, FORMA ORGÁNICA, FUNCIÓN BIOLÓGICA
ABSTRACT
Although the problem of form has been the classical explanandum of evo-devo vs. the Darwinist
emphasis on adaptation, in the last years the problem of function has joined evo-devo’s agenda.
After examining the various ways in which contemporary evo-devo deals with the functional
dimension of evolution, I will argue that the theoretical distance between the Modern Synthesis
and evo-devo cannot be interpreted as a dialectics between Form and Function. On the contrary:
the new ‘functional evo-devo’ implies a radical reconceptualisation of the concept of function
and opens new ways of synthesis with the Modern Synthesis.
* Este trabajo recoge parte del contenido del capítulo 3 de mi tesis doctoral (Nuño de La Rosa 2012).
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 187-199. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
188 Laura nuño de la rosa
KEYWORDS
EVO-DEVO, MODERN SYNTHESIS, ORGANISMAL FORM, BIOLOGICAL
FUNCTION
I. Introducción
Frente al adaptacionismo neodarwinista1, el problema de la forma ha sido
el principal explanadum de la biología evolutiva del desarrollo. Rebelándose
contra la exclusión de la morfología y la embriología de la Síntesis Moderna
(Love y Raff 2003), la evo-devo se propuso investigar los mecanismos onto-
genéticos que constriñen la generación de las formas al margen de su valor
adaptativo. En este nuevo marco teórico, la lógica del morfoespacio revelada
por las homologías, las novedades morfológicas o los planes corporales debía
explicarse atendiendo a la lógica del desarrollo (Alberch 1980).
El ‘espíritu morfológico’ de la evo-devo tiene, no obstante, raíces más pro-
fundas que la mera reactividad ante el ‘panseleccionismo’ neodarwinista. Tanto
la morfología evolucionista como la biología del desarrollo, las dos grandes
disciplinas que convergieron en la fundación de la evo-devo, se habían dedicado
fundamentalmente al estudio de la forma pura. Por un lado, la embriología se
había centrado históricamente en comprender la generación de las estructuras
y no de las funciones, una tendencia que continuó a lo largo del siglo XX, tan-
to en la investigación genética de la morfogénesis (Carroll 2005, p. 11) como
en el estudio de los mecanismos responsables de la formación de patrones
(Salazar-Ciudad et al. 2003). Cuando en los ochenta la evolución comienza a
contemplarse desde la perspectiva del desarrollo, esta histórica desconexión
entre la fisiología y la embriología contribuyó a reforzar la investigación de las
constricciones del desarrollo como constricciones sobre la forma (Amundson
1994). Por otro lado, el acento de la evo-devo en la ‘forma pura’, divorciada de
la función y del entorno ecológico, se remonta a la morfología evolucionista
decimonónica. La elegante solución que ofreciera el Origen a los problemas
de la morfología permitió que la morfología pura se convirtiera rápidamente
al evolucionismo. La relativa separación entre las teorías del origen común y
la selección natural permitió que la anatomía y la embriología comparadas
conservaran la definición de sus conceptos básicos y la metodología para el
la correlación entre los perfiles orgánicos y las exigencias ambientales fue un corolario y no un
explanandum ya establecido explicado por la selección natural.
formas pueden existir desde la perspectiva del desarrollo, sólo aquellas que
son mutuamente compatibles (es decir, aquellas que pueden integrarse en el
organismo o causar un cambio compensatorio) existen de hecho.
Por otro lado, la noción de selección interna rompe con el dualismo entre
el estructuralismo, centrado en las constricciones intraorgánicas, y el funciona-
lismo externalista característico de la Síntesis Moderna, dirigido a investigar la
relación organismo-entorno. Desde la perspectiva de la evo-devo funcional, las
constricciones y la selección no constituyen factores causales independientes,
pues la selección opera en el fenotipo no sólo una vez se ha completado el de-
sarrollo, sino a lo largo de toda su ontogenia (Schwenk y Wagner 2004); y no
sólo porque los organismos deban sobrevivir también al entorno embrionario,
sino también por la lógica interna que impone el ‘milieu intérieur’.
***
Agradecimientos
Este trabajo se ha llevado a cabo gracias a la financiación de un contrato
post-doctoral del Konrad Lorenz Institute for Evolution and Cognition Re-
search.
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Línea de investigación:
Publicaciones recientes:
Evolución humana
y transiciones en la individualidad
PAULO C. ABRANTES
University of Brasilia (Brazil)
ABSTRACT
This paper investigates whether it is fruitful to describe the role culture began to play at some
point in the hominin lineage as pointing to a transition in individuality, by reference to the
works of Buss, Maynard-Smith and Szathmáry, Michod and Godfrey-Smith. The chief ques-
tion addressed is whether a population of groups having different cultural phenotypes is either
paradigmatically Darwinian or marginal, by using Godfrey-Smith’s representation of such
transitions in a multi-dimensional space. Richerson and Boyd’s «dual inheritance» theory,
and the explanation it provides of the evolution of cooperation in the hominin lineage, is taken
into account to shed light on the way Godfrey-Smith deals with cultural evolution, especially
concerning the amount of variation in a population of groups with various cultural phenotypes,
the role played by multi-level selection in the evolutionary dynamics of such a population and
the adequacy of different modalities of group-reproduction.
KEYWORDS
TRANSITIONS IN INDIVIDUALITY, CULTURAL EVOLUTION, DARWINIAN POPU-
LATIONS, EVOLUTION OF COOPERATION, DUAL INHERITANCE THEORY
RESUMEN
Este trabajo indaga acerca de si es fructífero o no describir el papel que la cultura comenzó a
jugar en algún punto en el linaje de los homininos como si se tratara de una transición en la
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 203-220. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
204 PAULO C. ABRANTES
1 Those borrowings of concepts go, actually, in both directions, since it is maybe even
more common to take concepts used to describe humans groups –for instance, that of society–
and apply them to describe other animals: such as in animal societies, or in eusocial animals.
Metaphors are too often used in a loose and a-critical way, sometimes for promoting ideologi-
cal purposes. Furthermore, the borders between metaphorical language and literal language are
often fuzzy, as shown by the so called dead metaphors. I think the danger involved in the use of
metaphors and analogies, such as those suggested by the concept of individual, are worth taken,
given their heuristic potential.
2 Analogical reasoning is all about going back and forth between source and target to
come up with a more abstract description, and it is acknowledgedly a source of models and of
a new theoretical language (Abrantes 1999, 2004).
Level
Individualistic Group-level
Type of thing
3 Since the CPi/CPg distinction is not relevant to my aims here, I will lump both under
the first heading.
inside each group. To rephrase this claim by using the terminology he devised
previously, it would not be appropriate to refer to CPi populations in that case:
«[…] The human and artefactual elements of the culture might be so tightly
knitted together that change in the society is more akin to change within a single
organism than to change in an evolving population» (2012, p. 2167).
He doesn’t consider, however, the very possibility of an evolution taking
place in the population of those «single organisms», given variations in their
fitness (measured, for instance, by differential survival rates in this BPg popu-
lation, I dare say).
This is even more remarkable when Godfrey-Smith comes to the «Discus-
sion» in the final part, where he refers to Whiten and Erdal’s paper on hunter-
gatherer groups, published in the very same issue of the journal. Those groups
are aptly described as «small groups with an egalitarian structure», but instead
of looking at them as making up a DP, he focuses instead on the psychological
requirements for cultural phylogenetic change to take place. In next passage,
Godfrey-Smith keeps addressing behavioral traits of agents (which constitute
the lower-level populations) that might favor the use of phylogenetic methods
in those contexts (2012, p. 2169).
Therefore, his focus is not on the evolution of human groups (as possible
individuals) but on the dynamics of cultural variants. He is looking for «distri-
bution explanations» and not for «origin explanations» (Godfrey-Smith 2009,
p. 42), even though the relevant distribution of traits amenable to phylogenetic
methods is among groups and not group-members.4 Furthermore, if one can
talk of reproduction in this case, it refers to the replication of cultural variants
and not to the groups themselves.
Still, Whiten and Erdal’s paper admits a metaphysical reading, if their
terminology is not taken as plainly metaphorical. They mention, effectively,
«forms of cooperation, egalitarianism, mindreading, language and cultural
transmission» as elements of a «cognitive and behavioural complex [that] allows
a human hunter-gatherer band to function as a unique and highly competitive
predatory organism» (2012, p. 2119).
As a result of this complex, «the band acts as a highly competitive group-
level predator». In another passage, Whiten and Erdal focus on mindreading,
which they claim «[…] provides a central information processing system
unattained by other species» (Ibid., p. 2122).
Like these authors, Wilson and Sober argue that «[…] some aspects of
human mentality can also be understood as a form of group-level cognition
4 Godfrey-Smith uses, in the 2012 paper, the expression «origin explanation» when he
discusses «cumulative cultural adaptation», but this is not the sense of origin in the context of
TIs relevant to the present discussion.
[…]» (1994, p. 593). In their later book, when they discuss the role multi-level
selection plays in fashioning «superorganisms», they compare humans with ants
and bees (2003, pp. 126-30).
In the following sections, I will show how the way Godfrey-Smith frames
a TI in his 2009 book can help to make clear the conditions in which those
claims can be read literally.
II. Could early human cultural groups have been a «type of thing»?
In Godfrey-Smith’s approach, this amounts to ask whether BPg , in the case
of hominin groups, might have been a paradigmatic DP. Hence, we have to locate
this metapopulation in the Darwinian multi-dimensional space. I dealt with the
V (abundance of variation) parameter previously (Abrantes 2011b), and came
up with suggestions about how to address other dimensions of this space, as
far as BPg is concerned. Before moving on, I would like to recapitulate briefly
the main points I made there.
What is at stake is the evolutionary dynamics of a population of groups
having different cultural phenotypes, especially whenever a conformist
behavior-updating rule is followed by the members of those groups. Whenever
their behavior is so biased, they are «de-Darwinized» as far as the abundance
of variation (in their cultural-behavioral phenotype) is concerned: that is, the
population of group-members becomes a marginal one regarding this parameter
of their evolvability.
Dual inheritance theorists built models in which biases like conformism
plausibly evolved given certain environmental conditions, and played a role in
supressing variation inside the group. By the same token, a conformist bias in-
creases variation in the higher-level BPg population of cultural groups and helps
to maintain that variation despite possible inter-group migration (this is, actually,
a requirement for increasing the strength of selection at the group level).
Besides conformism, moral aggression as well as an increasing sensitivity
to symbolic markers contribute to maintain variation in BPg.5 On top of those
mechanisms, emotions such as guilt and shame (included in what Richerson
and Boyd call «tribal instincts») are taken as elements of a social psychology,
that evolved for curbing defection and promoting cooperation inside each group
what, arguably, increases group fitness in certain conditions. Using Michod’s
apt depiction, by those means fitness switches from the level of group-members
to the group-level.
5 Cf. Richerson and Boyd 2005, p. 69; Boyd and Richerson 2005, p. 85; Bowles and
Gintis 2011, pp. 52, 113. I guess Godfrey-Smith would accept my rephrasing of the following
claim: in those cases the group «[…] takes control over the lives and activities of [cultural agents],
especially with respect to their reproduction» (2009, p. 124).
In this account, to explain how could have evolved a social psychology for
sustaining cooperation in large non-kin groups, we need to deal simultaneously
with evolutionary processes going on in different kinds of populations at different
levels, which are causally related in a complex way.7
6 For an overview of the main options, see Bowles and Gintis 2011, p. 53.
7 Richerson and Boyd 2005; Hammerstein 2003, p. 462; cf. Bowles and Gintis 2011,
pp. 50, 112. A gene-culture coevolutionary account is also compatible with Wilson and Sober’s
One could rephrase the main elements of the explanation of the evolution of
human cooperation I sketched above by using Godfrey-Smith’s categorization
of DPs in the cultural realm, but it would be cumbersome to do so, since the
evolutionary dynamics of all four kinds of DPs have to be taken into conside-
ration.8
To be fair, this wouldn’t be a mere redescription of the very same points
made before, since the framework proposed by Godfrey-Smith points to further
questions, concerning the evolvavility of those DPs: are they marginal or para-
digmatic? And the other way around: the possible paradigmatic character of the
BPg population depends, specifically, on the dynamics of the other populations
in the cultural realm.
This leads us back to the issue of origin explanations, and multi-level se-
lection comes to the forefront.
IV. Multi-level selection
Multi-level selection (MLS) is, effectively, germane to explaining TIs in
several accounts, but recent philosophical analysis has shown that people might
refer to different mechanisms when they invoke this process. MLS comes, ac-
tually, in two flavors (Okasha, 2006, 56):
(i) In MLS1, individuals are the focal units. Whenever the members of a
cultural group, for instance, are the units at stake, different psychological pro-
files might imply differences in fitness depending on with whom each agent
interacts in its neighborhood. The kinds of interaction they engage in vary with
the structure of the group. Depending on that structure cooperators, for instance,
might grow in number in the population, as a result of selection, compared to
free-riders.
(ii) In MLS2, the focal units are the groups themselves. In the case I am
interested in here, groups with different cultural phenotypes in a particular
environment –what includes the groups they interact with–, might vary in their
fitness.
MLS1 and MLS2 have often been conflated because selection at the group
level is causally effective in both cases, even though not in the same way (Okasha
2006, p. 59).
With this distinction in mind, I will turn to how Richerson and Boyd
conceive group selection and its role in human evolution. Afterwards, I will look
anew at Godfrey-Smith’s stringent conditions on whether we can legitimately
talk about reproduction in the case of cultural groups.
According to Richerson and Boyd, for group selection to be a significant
force in evolution three conditions have to be fulfilled: 1) (cultural) variation
between groups and mechanisms for maintaining this variation; 2) cultural
inheritance in each group; 3) intergroup conflict.
Assuming these requirements, to what kind of MLS are they appealing
to? This is not a trivial question, given the complexity of the gene-culture
coevolutionary processes Richerson and Boyd assume in their account of the
evolution of human cooperation. Nonetheless, I would argue that it cannot be
of a MLS2 kind, what requires reproduction, inheritance and adaptations at
the group-level .9
Effectively, in a clarifying passage, Richerson and Boyd make clear that
for group selection to get a grip on human evolution, «[…] there is no need for
groups to be sharply bounded, individual-like entities. The only requirement is
that there are persistent cultural differences between groups, and these diffe-
rences might affect the group’s competitive ability» (2005, p. 207).
It is amazing, however, that Richerson and Boyd (1999) use once the term
superorganism arguing for the crucial role played by tribal instincts in making
possible cooperation in complex societies.
They are not inclined to metaphysical speculations, though: Darwinism
is for them just a «toolkit».10 In any case, Richerson and Boyd do not consider
that explanations based exclusively on kin selection and reciprocal altruism can
explain human evolution.11 Still, I would like to ask whether cultural group selec-
tion, as conceived by them, can bolster a TI in the context of human evolution.
The question is, actually, more general: can MLS1 buttress such a transition?
Godfrey-Smith presupposes strict criteria concerning reproduction in
acceptable origin explanations, on top of those presupposed by Richerson and
Boyd:
9 Bowles and Gintis don’t presuppose MLS2 either in their models (2011, p. 49).
10 Richerson and Boyd 2005, p.119; Boyd and Richerson 2005, p. 434; cf. Abrantes
2011a. Therefore, they probably wouldn’t underwrite the philosophical use I am making here of
their ideas, even though, in some passages, they are willing to compare the evolution of coopera-
tion in complex societies (and the underpinning gene-culture coevolutionary processes) to other
dramatic transitions that happened in the history of life (Richerson and Boyd 2005., p. 195).
11 Bowles and Gintis make the same point (2011, p. 50).
Richerson and Boyd could be a target here, since their theory exemplifies
the roles played by growth –measured by how many offspring group-members
a particular group produces –and by group persistence (versus extinction) in a
context of inter-group conflict.
Godfrey-Smith asserts, in a nutshell, that «Group selection requires a
Darwinian population of groups; groups must vary, reproduce, and inherit
features from other groups» (2009, p. 118-9).12 As I have pointed out, these are
the conditions for MLS2. I mentioned before that Godfrey-Smith is skeptical
about the possibility that cultural groups might reproduce; in this case, BPg
would not be a paradigmatic DP.
If we are not able to come up with modalities of fitness and reproduction
adequate to BPg (a conceptual problem), it is worthless to look at MLS2 as a
mechanism playing a role in the evolution of that metapopulation. In this case,
the preconditions for a TI in human evolution are not met. Theses such as those
voiced by Wilson, Sober, Whiten and Erdal, quoted above, as well as the uses
of the notion of individual and superorganism applied to human groups, will
have to be taken as metaphorical, at most.
Godfrey-Smith acknowledges, however, that the borders between differen-
tial reproduction and differential persistence are fuzzy. Given the «permissive
attitude» (2009, p. 91) he embraces in other hard cases, we are authorized to
come up with modalities of reproduction appropriate to cultural groups, that
might underwrite a conceivable TI in the human lineage, fueled by cultural
inheritance (cf. ibid. pp. 84-6; Dennett 2011).
In the case of cultural groups, the literature mentions, effectively, besides
growth and persistence, other modalities of group reproduction that might
circumvent Godfrey-Smith’s appraisal of the Darwinian status of a BPg popu-
lation13, such as group fission and colonization.
What is at stake, however, is not just whether BPg might fulfill the conditions
for being a paradigmatic DP, but to provide a plausible origin explanation of
the emergence of that population.
V. A diachronic approach
If we take a diachronic approach (Okasha 2006, pp. 219-20), MLS1 and
MLS2 can both play roles in different stages of a TI.14 MLS2 is usually con-
sidered a necessary mechanism in the final stages of the process, in which a
new kind of individual emerges –in our hypothetical case, a paradigmatic DP
of human groups. But one cannot invoke MLS2 from the beginning since an
individual, with its hierarchical organization, has first to be set up through me-
chanisms acting at the lower levels (Okasha, ibid., p. 229). Afterwards, MLS2
can get a grip on, playing a crucial role in maintaining the integrity of the new
individual –e.g. by keeping in place mechanisms for conflict mediation and for
avoiding the risks of disruption by free-riders, that are always a threat.
MLS1 is often mentioned as an important mechanism in the initial stages
of TIs, starting over the whole process. In the case I am examining here, kin
selection and reciprocal altruism play acknowledgedly important roles in the
evolution of cooperation, and can actually be seen as MLS1 mechanisms (Wil-
son and Sober, 2003; Okasha, 2006, pp. 180-5). After the family group is in
place as a unit of selection, as well as agents with the psychological capacities
for engaging in reciprocity, the first stage in a transition towards a higher-level
individual concludes.
Along these lines, the following stages in a transition towards a paradigmatic
population of cultural groups are conceivable:
In the first two stages, MLS1 mechanisms drive the transition, and in
the last stage a MLS2 mechanism stabilizes it. Evolutionary transitions are
typically gradual and we should not expect sharp boundaries separating these
stages15 and all those mechanisms might play simultaneously causal roles in
some stages.16
In a similar vein, Simpson (2011) distinguishes three «phases» in evolu-
tionary transitions: the «aggregate phase», the «group phase» and the «indivi-
dual phase». To each of those corresponds a «dominant fitness component»:
differential expansion, differential viability («persistence»), and differential
reproduction proper («fecundity»).
Simpson claims that cultural groups don’t have fecundity, the same point
made by Godfrey-Smith (cf. Okasha 2006, 58). A transition to the individual pha-
se would also be characterized by a «division of labor» among group-members,
especially concerning growth and reproduction. Multicellular organisms, as
described by Buss particularly, is clearly taken here as a model. Simpson argues
that as far as human cultural groups lack this kind of «partitioning», they «don’t
have the status of full individuals» (2011, p. 222).
There is no place here to speculate on the existence of analogs of this kind
of partitioning in cultural groups. Dual inheritance theory offers, however, use-
ful insights on the existence of differences among group-members concerning
their role in the replication of cultural variants (that is, in the dynamics of a
CPi population): some individuals are, for instance, taken as models by other
individuals that are biased to imitate them preferentially.17
VI. Conclusions
I attempted to show that the transitions in individuality literature, especially
Godfrey-Smith’s contributions to it, provides a fertile framework to understand
claims, we keep finding in recent publications, to the effect that hominin groups
might have functioned as individuals (that is, as paradigmatic Darwinian po-
pulations) in our evolutionary past.
Even though I dealt mainly with conceptual problems –were philosophers
can expect to make a contribution–, the range of empirical problems related to
the topics discussed in this paper is huge.
One conceptual problem I dealt with is the requirements for group-selection
to play a role in a possible transition in individuality in hominin evolution, as-
sociated with culture as a new inheritance system. In this context, I have shown
that group reproduction is a requirement hard to be fulfilled. Data about the
size of hominin groups, the environmental conditions in which they lived and
how these conditions varied, the kinds of interaction they engaged with other
groups, migration patterns, etc. are directly relevant to tackle this issue, but they
are very hard to be obtained.18
The archeological records are poor, difficult to interpret or inexistent.
Empirical evidence that can be obtained from extant hunter-gatherer groups,
are disputable (see Richerson and Boyd, forthcoming). Empirical data clearly
underdetermines, furthermore, the various theories on the evolution of human
cooperation that are being presently debated, and probably we will have to live
for a long time with controversies about many of the issues involved.
Mathematical modeling and simulations are often employed (especially
among dual inheritance theorists) to settle some questions, but this methodology
has its limitations given the degree of idealization involved (Abrantes 2011a).
The unavoidable speculative character of this endeavour is not necessarily an
obstacle but can be part of the answer, in the sense that a theoretical framework
can direct our attention to the relevant data and suggest ways of obtaining and
interpreting them.
The timing of a possible transition towards a metapopulation of cultural
groups in hominin evolution exemplifies this interplay of conceptual and em-
pirical problems.19
I highlighted that a dual inheritance account of the evolution of cooperation
–which I adopted as a background in the previous discussions–, presupposes,
somewhat paradoxically, that most, if not all, hominin evolution has happened
in a scenario of conflict between cultural groups (Bowles and Gintis 2011, p.
113).20
Sterelny’s main objection to that «Bowles’s and Gintis’s picture» concerns
the purported role of group selection in the evolution of human cooperation,
what he denies for empirical reasons: he claims that conflict between hunter-
gatherer bands wasn’t as common in the Pleistocene as that picture presupposes
(Sterelny 2012, pp. 178-80). He still believes, nonetheless, that «group selection
has likely played an important role in hominin evolution» (Sterelny 2012, p.
178), even if he is «now less sure that this is so» (Sterelny 2012, xii) –probably
having in mind the bolder position he defended earlier (Sterelny 2003).
18 Grove et al. (2012) combine in an interesting way mathematical modeling and data
from various extant primates to predict the fission/ fusion patterns of reproduction of hunter-
gatherer groups coping with increasing population and unstable environmental conditions. See
also McBrearty and A. Brooks 2000, esp. pp. 532-3.
19 This should not be a surprise for whoever adopts a naturalistic stance in philosophical
investigation.
20 Cf. «parochial altruism» (Bowles and Gintis 2011, p. 113).
21 To be fair, Bowles and Gintis acknowledge that cooperation between hominin groups
might also have happened in many situations (2011, p. 114; see also Richerson and Boyd,
forthcoming). The issue is rather the indispensable role played by conflict in their account of
the evolution of human cooperation.
22 Sterelny’s problem is, rather, how to explain the maintenance of the «prosocial dis-
positions» required for cooperation, when war and conflict became common in the Holocene,
since these new conditions would favor defection (by free-riders), creating the conditions for a
«cooperation crisis» (Ibid., pp. 196-7).
23 Cf. Richerson and Boyd’s «work-around mechanisms» in complex societies (Richerson
and Boyd, 2005, p. 231). In the first versions of this paper, I was willing to see such internal
divisions of a group, compatible with tribal instincts, as a modality of reproduction, besides those
I mentioned in the former sections.
TIs (such as the transition to multicellular organisms) fail in this context, and
the application of Godfrey-Smith’s multi-dimensional representation, as well
as his distinction between marginal and paradigmatic populations, become too
much strained.
The role played by group-selection in human evolution keeps being con-
troversial and, consequently, the very possibility of a TI, as well as its timing,
in this evolution.24
References
24 I am grateful to the Brazilian Research Agency (CNPq) for the support given to this
research project.
ABRANTES, P.; EL-HANI, C. «Gould, Hull and the individuation of scientific theories».
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Email: pccabr@gmail.com
Confianza y cooperación.
Una perspectiva evolutiva*
Trust and cooperation. An evolutionary perspective.
CRISTINA ACEDO
ANTONI GOMILA
Grupo Cognición y Evolución Humana
Unidad asociada al IFISC (CSIC–UIB) (España)
RESUMEN
En esta contribución pretendemos reivindicar la necesidad de tener en cuenta las relaciones de
confianza a la hora de tratar de entender la evolución de la cooperación. En este artículo, tras
motivar el interés de tener en cuenta el papel de la confianza en la evolución de la cooperación,
revisamos el concepto de confianza, como una actitud compleja que presupone vinculación
afectiva y expectativas normativas, y proponemos una tipología que permite ordenar su variedad.
Sostenemos que la complejidad de la cooperación humana tiene que ver con la manera en que
los homínidos desarrollaron el andamiaje psicológico que hizo posible la confianza, y tratamos
de proponer un escenario de su origen.
PALABRAS CLAVE
CONFIANZA, COOPERACIÓN, EVOLUCIÓN SOCIAL
ABSTRACT
In this paper we contend that trust has to be taken into account to explain the evolution of human
cooperation. After showing that current models within evolutionary game theory overlook the
role of trust, we offer our understanding of this concept, as a complex attitude that involves
affective filiations and normative expectations, and put forward a typology of kinds of trust.
* Este trabajo ha recibido el apoyo del Ministerio de Economía y Competitividad, a través del
proyecto FFI2010–20759. CA ha recibido el apoyo del Ministerio de Educación, a través de la
beca FPU AP2009-2423
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 221-238. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
222 cristina acedo y ANTONI GOMILA
We argue that the complexity of human cooperation was made possible in the psychological
scaffolding that characterizes hominid evolution and made trust relationships possible. We also
advance an hypothesis about the origin of trust.
KEYWORDS
TRUST, COOPERATION, SOCIAL EVOLUTION
I. Introducción
Desde Darwin, la conducta social humana se ha visto como un reto
particularmente difícil para la teoría evolutiva, ya que supone una aparente
contradicción con el principio básico de la evolución, que prosperan los organis-
mos con mayor aptitud biológica, es decir, que están en mejor disposición para
reproducirse (Cela-Conde 1985). El alto nivel de cooperación que caracteriza
las sociedades humanas, e incluso la posibilidad de conductas altruistas –esto
es, conductas que suponen un coste para quien las realiza, para beneficiar a
otro–, parece requerir una renuncia a la aptitud propia para beneficiar a la aje-
na. La solución a esta paradoja pasa por poder mostrar que, a largo plazo, esta
estrategia de cooperar acaba siendo más beneficiosa para quien coopera. Pero
también exige la identificación de los mecanismos que permiten asegurar tal
tipo de conducta cooperativa.
Un primer intento de resolver ambas cuestiones consiste en el denominado
«altruismo de parentesco», y la noción relacionada de «aptitud inclusiva» (Ha-
milton 1964). Según esta teoría, las conductas altruistas y cooperativas pueden
explicarse si los beneficiarios son parientes; es más, la teoría permite predecir
el nivel de cooperación y la disposición al sacrificio propio en beneficio de
otro individuo, en función del grado de parentesco (Dawkins 1976; Axelrod
y Hamilton 1981). La idea de fondo es que la aptitud biológica no debe verse
únicamente a nivel de cada organismo individual, sino a nivel de los genes que
los organismos comparten. Esta teoría, que ofrece una elegante explicación del
altruismo en el seno de las sociedades de insectos (Wilson 1975), resulta más
complicada de extender a especies cuya vida social no garantiza la proximidad
genética de sus miembros, o donde no es fácil establecer cuál es el grado efec-
tivo de parentesco. En otras palabras, la explicación evolutiva de la conducta
social no puede quedarse en el nivel de los efectos de las conductas (a quién
beneficia), sino que debe tener en cuenta también los mecanismos que median
tales conductas, y aspirar a dar cuenta también de su evolución.
En el caso humano, en particular, es evidente que tales mecanismos son
psicológicos (Rosas 2008). Comprender la cooperación humana, por tanto, no
puede limitarse a explicar cómo puede darse el altruismo biológico –conductas
que benefician a otro y suponen un coste a la aptitud biológica de quien las
las que de otro modo, sin mediar este sentimiento, la misma persona puede
resultar poco confiable.
En relaciones estrechas muy afectivas, la traición produce altas dosis de
dolor y resentimiento, mientras que en el caso de las relaciones de confianza
más débiles, la traición provoca ira. Por otro lado, sentirse confiable promueve
un sentimiento de satisfacción, a veces incluso de orgullo. Especialmente la
sensación de ser digno de confianza –el sentimiento de aprobación por parte
de otros– es un fuerte estímulo para mantener la confianza, lo que ayuda a
mantener una personalidad confiable.
Las emociones que sustentan la confianza, por tanto, deben ser tenidas en
cuenta entre las motivaciones que afectan a las acciones cooperativas.
b) Aspecto cognitivo
Los seres humanos necesitan ciertas habilidades cognitivas que hagan po-
sible sus relaciones de confianza, lo cual hace de la confianza algo tan complejo
en la especie humana, en comparación a otras especies.
La emergencia de la conciencia propia es un primer paso necesario en la
confianza (Humphrey 1976; Crook 1980). Además, en el proceso de surgimiento
de la confianza se genera una expectativa normativa sobre la actitud y la con-
ducta de la persona confiada. Esta expectativa se basa primero en la atribución
de un estado mental en el confiado (teoría de la mente), y en la expectativa de
un patrón de comportamiento obligado, basado en un análisis realizado dentro
de un contexto. Esta expectativa también implica el manejo de información
relevante por parte del confiador acerca del confiado para tomar la decisión
de confiar en él, lo cual constituye un análisis de múltiples variables sobre las
que inferir una conclusión –un proceso de razonamiento para hacer un juicio
adecuado de la situación. La información recopilada en este proceso depende
asimismo de cómo el confiador percibe e interpreta la realidad. La forma de
percibir lo que nos rodea es también parte del proceso cognitivo implícito en
la confianza (Good, 1988).
El complejo proceso cognitivo incluye además el uso de esquemas y estereo-
tipos –como las categorías sociales–, así como las atribuciones interpersonales
–como son los roles– que influyen en la forma de atribuir ciertas características
en otros y que a veces intervienen en la confianza. Ocasionalmente, la confian-
za requiere una visión sobre las intenciones de otros a largo o medio plazo, lo
cual puede implicar una planificación futura y también ciertas capacidades de
memoria compleja que permita la recogida y tratamiento de toda esta informa-
ción. Todas estas tareas son cognitivas y hacen de la cooperación humana una
conducta más consciente y compleja que la de otras especies y que depende
de todas estas variables que intervienen en el procesamiento cognitivo. Es por
ello por lo que la variabilidad de las respuestas cooperativas se diversifica y
da» que busca una reciprocidad directa o indirecta. La confianza además puede
apoyarse meramente en influencias morales del contexto en el que el confiador
se mueve y no en sus expectativas originales; también puede ser influida por
ciertos compromisos (Hardin 2006). En estos casos, la confianza no supone una
sensación real de expectativa positiva respecto al sujeto de confianza.
El mantenimiento de la confianza depende del tipo de confianza, de este
modo, la confianza particularizada necesita de una constante demostración de
confianza a través de las experiencias cotidianas para construirse, paso a paso
y persona a persona. En un contexto de intimidad estrecha entre sujetos, donde
las emociones son más intensas, la confianza puede ser más vulnerable. En
consecuencia, se requiere de la repetición de acciones y experiencias positivas,
para reforzar y mantener la actitud confiadora. En la confianza generalizada,
por el contrario, mantener una actitud positiva hacia los demás parece ser una
cualidad más estable, aunque algunos autores consideran que podrían ser ne-
cesarias las experiencias positivas para mantener esta actitud positiva. Otras
influencias externas que influyen en la creación y mantenimiento de la confianza
son, como ya se ha mencionado, el entorno cultural, institucional y contextual
del individuo.
b) Obstáculos para confiar y cooperar
La confianza es a menudo difícil de crear y mantener debido a múltiples fac-
tores. Entre ellos merece especial atención el grado de asimetría implícito en la
confianza (Hardin 2002; Six 2005), porque sólo necesita unas pocas experiencias
negativas para perderse y un conjunto de experiencias positivas reiteradas para
mantenerse, lo cual constituye un obstáculo para su fácil expansión. La confianza
se basa además en percepciones y predicciones sobre el comportamiento del
otro (Six 2005), lo que supone una débil base para la creación y mantenimiento
de la confianza, que la hace muy vulnerable a factores puramente especulativos
y a veces altamente maleables por las decisiones políticas, por los medios de
comunicación, los entornos educativos, etc...
Decidir confiar implica un riesgo, requiere mucha apertura a los demás
y a veces exponerse a actos de otras personas que pueden producir una carga
emocional muy intensa en el confiador. Confiar en que alguien no garantiza la
certeza de que esa persona responderá a las expectativas. Todos estos elementos
pueden causar reticencias en los individuos a tomar esos riesgos. Con respecto
a la resolución de posibles conflictos de confianza, la falta de una comprensión
clara de lo que es la confianza y de cómo funciona, así como los múltiples fac-
tores que le pueden afectar, pueden hacer difícil su resolución.
V. Evolución de la confianza
Una vez identificados los diferentes aspectos que afectan a la modelización
de la confianza, resulta más fácil recrear el ambiente en el que esta característica
pudo surgir y evolucionar.
En términos evolutivos, parece razonable pensar el origen de la confianza en
las relaciones más cercanas del entorno familiar. Se trata de relaciones persona-
les, creadas a través de fuertes vínculos de emociones básicas intensas, a lo largo
del largo período de maduración humana, cuando el individuo se encuentra en
una situación de dependencia de sus progenitores. En este período, toman forma
ciertas actitudes, así como las expectativas acerca de otros sobre la base de la
experiencia – confianza personalizada. Este tipo de relaciones familiares, que
son compartidas por muchas otras especies y que fundamentan la base de sus
actitudes confiadoras y cooperativas, en el linaje homínido se transforman debido
a las nuevas dimensiones cognitivas y culturales adquiridas en dicha especie.
Por tanto, las acciones cooperativas pasan de un entorno puramente familiar en
muchas especies al entorno grupal, lo cual crea una ventaja adaptativa.
Así, en entornos sociales más complejos, como el de los humanos, en donde
las relaciones de confianza se extienden no sólo a los miembros de parentesco,
tales conductas sociales, que requieren de capacidades cognitivas más comple-
jas, resulta en la aparición de grupos con individuos dominantes, coaliciones
y jerarquías. Otras especies cooperan en grupos más o menos grandes sobre
la base de mecanismos no cognitivos, a veces exclusivamente basados en la
bioquímica. Sin embargo, en el caso de muchos primates y en el caso humano,
en particular, estos nuevos tipos de relaciones fuera del ámbito del parentesco,
implican un mayor riesgo social y en consecuencia la necesidad de realizar un
seguimiento del comportamiento de los demás para seleccionar contactos más
estrechos con algunos individuos que con otros. Para tener éxito en las luchas
de poder, dominación o simplemente supervivencia, la capacidad cognitiva
para generar confianza pudo desarrollarse como una estrategia beneficiosa que
posibilita nuevas relaciones cooperativas. La confianza recrea una sensación de
familiaridad que proporciona seguridad en contextos inseguros y esta familiari-
dad pudo ser usada para motivar la acción cooperativa o competitiva respecto a
los sujetos que no forman parte del círculo de confianza, en contextos sociales
más complejos.
Los primates utilizan el aseo mutuo como medio de vinculación (Dunbar
1998), para crear relaciones más estrechas entre los miembros del grupo que
ayuden a obtener ciertos objetivos –en analogía con el capital social. Estas
relaciones de intercambio y reciprocidad parecen señales muy primitivas de
acciones para promover la confianza, que ayudan a crear esa sensación de fa-
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LAUREANO CASTRO
Universidad Nacional de Educación a Distancia
LUIS CASTRO
Universidad Nacional de Educación a Distancia
MIGUEL ÁNGEL CASTRO
Universidad Nacional de Educación a Distancia (España)
MIGUEL ÁNGEL TORO
Universidad Politécnica de Madrid (España)
RESUMEN
En la primera parte de este artículo defendemos que la evolución de la cultura en nuestra especie
es consecuencia de una naturaleza humana esencialmente valorativa, la naturaleza de Homo
suadens. La propuesta considera que nuestros antepasados homínidos dotados de la capacidad
de aprobar y reprobar la conducta ajena desarrollaron un sistema de transmisión cultural as-
sessor entre padres e hijos, el cual transformó el aprendizaje social en un sistema de herencia
acumulativo. En la segunda parte, defendemos, desde nuestra condición de Homo suadens, la
necesidad de reconceptualizar algunos de los problemas presentes en el núcleo teórico de las
ciencias sociales.
PALABRAS CLAVE
APRENDIZAJE SOCIAL, EVOLUCIÓN CULTURAL, TRANSMISIÓN ASSESSOR,
HOMO SUADENS
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 239-254. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
240 laureano castro, luis castro, m.a. castro y m.a. toro
ABSTRACT
In this paper, first we argue that the evolution of culture in our species is the result
of an essentially evaluative human nature, the nature of Homo suadens. The proposal
considers that our hominid ancestors endowed with the ability to approve or disapprove
of the conduct of others developed a system of assessor cultural transmission between
parents and children, who transformed social learning into a cumulative inheritance
system. Second, we defend, from our Homo suadens condition, the need to reconceptualise
some of the problems lying at the theoretical core of social sciences.
KEY WORDS
SOCIAL LEARNING, CULTURAL EVOLUTION, ASSESSOR TRANSMISSION, HOMO
SUADENS
1 Un análisis más amplio sobre esta cuestión se puede encontrar en L. Castro et al.
2012.
nunca son lo que lo que la ciencia social les atribuye como propio de su ha-
bitus, su confesión, sus intereses, su capital cultural o su cuna. Las creencias
reproducen estereotipos, representaciones imaginarias e intereses de clase, por
supuesto, pero lo hacen refractando cada una de esas representaciones a través
de los prismas de la socialidad originaria, de una ontología microsocial.
Cualquier sistema de creencias se constituye en torno a tres elementos: lo
que el creyente cree -el contenido de la creencia-, lo que hace como creyente
—es decir, sus prácticas- y lo que siente y experimenta cuando piensa y actúa
como creyente. Las creencias no son formas débiles del saber, débiles en el sen-
tido epistemológico. Tampoco son, en sentido inverso, formas fuertes, cargadas
emocionalmente, frente a otras formas más neutras y objetivas. La creencia es la
forma primigenia de todo saber, pues todo saber se adquiere como creencia, es
decir, como una determinada configuración localizada espacio-temporalmente
y corporalizada que conecta ciertos contenidos, ciertas prácticas y ciertos valo-
res. El secreto de nuestros aprendizajes consiste en eso mismo, en que estamos
hechos para atribuir las razones de nuestra seguridad cognitiva y de nuestro
bienestar (o malestar) emocional sobre la (supuesta) objetividad (Verdad, Belleza
y Bondad) de sus contenidos y no sobre las sinergias fraguadas mediante el
aprendizaje entre lo que creo, lo que hago y lo que siento.
El sistema de transmisión de creencias funciona al margen de los contenidos
concretos de las mismas. Esto explica el carácter contingente de buena parte
de los rasgos culturales en las sociedades humanas y su escasa correlación, en
muchos casos, con un valor biológico adaptativo. Ahora bien afirmar que el
aprendizaje assessor funciona generando creencias que el individuo percibe
como verdaderas gracias a la influencia social, no es, claro está, lo mismo que
afirmar que todo lo que se aprende tiene realmente la misma consideración de
veracidad objetiva. Los seres humanos a lo largo de la historia han sido capaces
de establecer principios axiomáticos y reglas de inferencia, como se hace en
lógica y matemáticas, o criterios de falsación, como se hace en ciencia, que
funcionan como brillantes hallazgos epistemológicos, a partir de los cuales se
puede discriminar con racionalidad entre unas creencias y otras. Sin embargo,
sólo una parte del conocimiento se refiere a proposiciones lógicas o a hechos y
es, en principio, contrastable. No parece sencillo encontrar otros principios con
vocación de universalidad que nos permitan extender el ámbito de aplicación
de la razón e ir más allá de lo conseguido en las ciencias exactas y experimen-
tales. Mucho nos tememos que parecerá poco, pero en lo que al debate público
de ideas y valores se refiere, no hay otra cosa que la conveniencia de mostrar
que toda propuesta ideológica entraña siempre una axiomática en la que sólo
cabe discutir racionalmente acerca de las tesis derivadas (teoremas), pero no de
sus axiomas o principios, que dependen enteramente de nuestras preferencias
aprendidas. Sin embargo, vale la pena insistir en que esta convicción no conduce
a una suerte de entropía emocional y valorativa nihilista, pues ésta sí que está,
por entero, fuera de nuestro alcance como seres humanos. El relativismo radical
y profundo al que nos estamos refiriendo, un abismo al que todos preferimos
no asomarnos, no sólo no se encuentra afectado por los gélidos vientos de la
anomia, el cinismo o la falta de compromiso, sino que proclama, más bien, que
tales actitudes no son propias de nuestra naturaleza y que Homo suadens es
siempre un ser de creencias, valores y compromisos.
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RESUMEN
Los economistas experimentales han demostrado que algunos humanos cooperan con base en
preferencias sociales, pero el modelo de agente racional conocido como Homo oeconomicus
no incluye preferencias sociales como causas de la conducta cooperativa. ¿Qué implica su
existencia para el egoísmo racional defendido en los modelos microeconómicos dominantes
y en la teoría de juegos? Se describen tres posibles respuestas: 1) preferencias sociales como
mecanismos redundantes de reserva; 2) preferencias sociales para remediar la racionalidad
imperfecta y 3) preferencias sociales como motor primario de la cooperación, porque el
egoísmo racional no recomienda cooperar en dilemas de prisionero iterado con información
imperfecta. Defiendo la tercera opción: agentes que carecen de preferencias sociales ven el
engaño y la coerción como opciones racionales.
PALABRAS CLAVE
COOPERACIÓN, DILEMA DE PRISIONEROS, EGOÍSMO RACIONAL, EXPLICA-
CIÓN Y JUSTIFICACIÓN
ABSTRACT
Experimental economics provides evidence that social preferences drive human cooperation
in the lab, but the dominant microeconomic model of a rational agent, Homo oeconomicus,
denies such preferences. Assuming the evidence is cogent, what follows for the claim that
humans cooperate on the basis of rational egoism? I describe three possible answers: 1) social
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 255-268. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
256 ALEJANDRO ROSAS
preferences are backup mechanisms for rational egoism; 2) social preferences are required to
remedy for imperfect rationality; and 3) social preferences are the primary motives for coo-
peration, because rational egoism does not recommend cooperation in the iterated prisoner’s
dilemma with imperfect or private information. I argue for option 3): rational egoists without
social preferences see deception and coercion as rational options.
KEYWORDS:
COOPERATION, PRISONER’S DILEMMA, RATIONAL EGOISM, EXPLANATION
AND JUSTIFICATION
tienen una función remedial: son «muletas» que nos ayudan a comportarnos
como lo exige el egoísmo racional.
La tercera concepción va más allá de la segunda: rechaza incluso que la
racionalidad egoísta, ella sola, en ausencia de preferencias sociales, justifique
la cooperación en dilemas de prisionero iterado. Así, las preferencias sociales
dejan de ser meras «muletas» que nos hacen capaces de seguir los mandatos de
la racionalidad egoísta; más bien se necesitan para justificar normativamente la
cooperación. En esta concepción la racionalidad egoísta no puede ni explicar, ni
justificar, la cooperación a gran escala o moral que parece constituir un núcleo
muy importante de la cultura humana. Esta es la concepción que defenderé en
la sección 3. En lo que sigue expondré con algún detalle las dos primeras con-
cepciones intentando mostrar por qué son insuficientes y por qué exigen dar el
paso radical que nos lleva a la tercera concepción.
II.1. Preferencias sociales como mecanismos de reserva o redundantes
La idea que la moral o el punto de vista moral se puede derivar del egoísmo
racional es muy antigua. En cierto modo Platón fue su primer defensor cuando
sugirió que una vida injusta suponía un alma psicológicamente desajustada,
carente de armonía, propensa a un desarreglo en el modo de vida, y finalmente
expuesta a frustración e infelicidad. Algunas doctrinas de los sofistas defendieron
una idea semejante, aunque menos centrada en la armonía interna del alma. Su
argumento señalaba que una vida de acuerdo a la justicia era materialmente
preferible a la alternativa, consistente en intentar dominar a los demás por la
fuerza y ponerlos al servicio de los propios intereses. Hobbes defendió esta
idea en la época moderna, argumentado que una vida de acuerdo a las «leyes
naturales» evita que nuestras vidas se conviertan en una guerra de todos contra
todos y sean «nasty, brutish and short» (Hobbes 1981). Hume sostuvo una po-
sición más ambigua, pero en algunos pasajes sugiere que una vida de acuerdo
con la justicia es la opción racional basada en el interés egoísta o prudente de
cada cual (Hume, 2000).
Entre los filósofos morales contemporáneos, David Gauthier se destaca
como defensor de esta posición, que se conoce a veces como el «proyecto de
reconciliación», por su intento de reconciliar la moral con la prudencia o el
egoísmo de largo plazo (Kavka 1986; Hampton 1986). Los autores que partici-
pan en este proyecto defienden que la estructura básica de interacción humana,
en donde la moral tiene sentido y cumple una función indispensable, es lo que
en teoría de juegos se conoce como un dilema de prisioneros. En la versión de
dos jugadores, la utilidad por cooperar ambos es mayor que la utilidad si ambos
desertan, pero un desertor obtiene mayor utilidad «explotando» a un cooperador.
Cuando el juego es de una sola interacción, el equilibrio de Nash, es decir, el
par de estrategias del cual ningún jugador debe desviarse de manera unilateral
si quiere maximizar su utilidad, es la mutua deserción.
Gauthier (1986) cuestionó esta solución para los DP de una sola jugada
(1986, 170). Su argumento es que los seres humanos podemos predecir la in-
tención y la jugada de la contraparte con un acierto superior al azar. Eso es lo
que él ha llamado la translucidez de las intenciones cooperativas (1986, 174).
La traslucidez produce un efecto nuevo en la estructura de la interacción. La
intención de desertar en cualquiera de los jugadores causaría en la contraparte
una deserción y ambos jugadores obtendrían la paga sub-óptima de la mutua
deserción. Si la contraparte puede inferir mi jugada con un acierto superior al
azar, lo que me conviene, lo que el egoísmo racional recomienda, es cooperar
con aquellos que según mi predicción van a cooperar también y que leen mis
intenciones así como yo leo las suyas. Así me aseguro de obtener la recompensa
por cooperar en lugar del castigo por mutua deserción.
Si la cooperación es la mejor respuesta, es decir, la respuesta racional-
egoísta, en un DP e incluso en DP de una sola jugada, ¿qué papel juegan las
preferencias sociales, asumiendo que al menos algunos humanos las tienen?
Como el egoísmo racional es suficiente para cooperar, las PS no pueden jugar
sino un papel redundante. Los ingenieros a menudo diseñan en sus sistemas dos
o más mecanismos para cumplir una misma función importante. El propósito
de esta redundancia es asegurar que el sistema funcione: si un mecanismo falla,
lo que nunca puede descartarse, el mecanismo de reserva lo reemplaza. Las
PS podrían jugar el papel de un mecanismo de reserva en el ser humano para
asegurar la cooperación, si el egoísmo racional llega a fallar.
Para los autores que defienden el egoísmo racional como suficiente para
explicar y justificar la cooperación, las PS sólo podrían cumplir ese papel re-
dundante, en caso de que acepten su existencia. De hecho, no es posible citar
autores que defiendan esta posición, pero ello se debe a que no se han planteado
el problema que suscita la coexistencia de egoísmo racional y preferencias so-
ciales. Si miramos por ejemplo el caso de Gauthier, encontramos una posición
peculiar. No sólo acepta que existen las PS, sino que reconoce que la mayoría
de los seres humanos no cooperan por egoísmo racional. Se guían, más bien,
por PS. En sus reflexiones, las PS aparecen como «tuistic concerns» o «tuistic
interests» (Gauthier 1986, 327). Esta admisión lo obliga a modificar el papel
del egoísmo racional: ya no es causa eficiente de la cooperación, al menos no
en la mayoría de los seres humanos. Es, en cambio, un recurso para justificar la
racionalidad de las verdaderas causas, las PS. Le otorga mucha importancia a ese
papel justificante, que proporciona una «reconstrucción racional» de cooperación
en dilemas de prisionero, porque de lo contrario recaería sobre ella una sospecha
de irracionalidad (1986, 339). Con ello se salva el valor normativo del egoísmo
racional y se sacrifica su papel explicativo, al menos para la mayoría de los hu-
IV. Conclusión
La combinación de egoísmo racional y engaño es la objeción crucial contra
la idea de que cooperar es racional para agentes egoístas sin PS. Hume estuvo
muy cerca de esta tesis en su enfrentamiento con el carácter que denominó el
«bribón sensato» (sensible Knave). El bribón obra según la máxima: «Aunque
la honestidad es una buena política general, está sujeta a excepciones, de modo
que el sabio [egoísta, AR] es el que cumple la regla en general pero incumple
en todas las excepciones» (Hume 1902, §232). Esta máxima presupone que el
egoísmo racional no recomienda cooperar en todos los casos. Hume sostuvo
oficialmente que la justicia es un motivo artificial que se deriva del auto-interés
dirigido racionalmente al largo plazo. Sin embargo, Hume dijo al enfrentarse a
la máxima del bribón: «If his heart rebel not against such pernicious maxims, if
he feel no reluctance to the thoughts of villainy or baseness, he has indeed lost
a considerable motive to virtue» (EPM 9.22). Aunque la frase es ambigua, en
el contexto parece conceder que el bribón no carece de racionalidad, sino de un
motivo primitivo hacia la justicia, o en la terminología aquí utilizada, carece de
PS positivas o altruistas. Al carecer de ellas, ve la deserción como una opción
racional en todos aquellos casos que no acarreen consecuencias dañinas para su
reputación y para su continuada aceptación en una sociedad de cooperadores.
La moralidad genuina requiere, por tanto, de una disposición primitiva a tratar
a otros con equidad y a renunciar a las oportunidades de explotar su conducta
cooperativa.
Referencias bibliográficas
AXELROD, R., HAMILTON W.D. 1981: «The Evolution of Cooperation», Science
211, pp. 1390-1396.
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HAMPTON, J. 1991. «Two faces of contractarian thought», en P. Vallentyne (ed.)
Contractarianism and Rational Choice. New York: Cambridge University Press,
pp. 31-55.
Líneas de investigación:
Es director del Grupo de investigación Ética, comportamiento y evolución, cuyos objetivos
de investigación comprenden la psicología y filosofía moral, y la evolución de la mente y la
cooperación.
Publicaciones recientes:
«Disentangling social preferences from group selection», Biological Theory (2012) 6 (2):
169-175;
«Towards a unified theory of reciprocity». Commentary on F. Guala: Reciprocity: Weak
or strong? What punishment experiments do (and do not) demonstrate, Behavioral and Brain
Sciences (2012) 35, 36-37.
RESUMEN
En este artículo, a través del análisis de la conducta de sumisión característica de algunos
tipos de víctimas de violencia, se muestra cómo, en el plano de la realidad hay interacciones
ontológicas que, en el plano científico, deberían ser atendidas por interacciones epistémicas
entre diversas teorías. Se sustenta de este modo una clase de consiliencia no basada en un
micro-reduccionismo fuerte.
Proceder de este modo, dilucidar esas interacciones ontológicas en el marco de interacciones
teórico-científicas, no sólo es lo coherente desde un punto de vista metodológico: es también
lo más fructífero si se tienen en cuenta los grandes desarrollos que han experimentado ciencias
en nuestro tiempo cuyos nombres ya delatan su carácter consiliente.
En este sentido, especial atención deberíamos prestar en el contexto del análisis de la con-
ducta violenta a la neurociencia cognitiva como ámbito consiliente del saber que fomenta la
colaboración de investigadores de áreas tan dispares como la neurofisiología, la ecología del
comportamiento, la informática, la genética, la psicología y la psiquiatría.
PALABRAS CLAVE
CONSILIENCIA, REDUCCIONISMO SUBSTITUTIVO, REDUCCIONISMO COLABO-
RATIVO, AMBIENTALISMO, BIOLOGISMO
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 269-286. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
270 josé sanmartín esplugues
ABSTRACT
In this paper, through the analysis of the submissive behavior characteristic of some types
of violence, it shows how on the planes of reality there are ontological interactions which in
scientific terms should be addressed by the epistemic interactions between various theories. It
thus supports a class of consilience not based on a strong micro-reductionism.
Clarifying these interactions within ontological theoretical scientific interactions is not only
consistent from a methodological point of view: it is also the most fruitful if one takes into
account the major developments experienced by modern sciences whose names reveal their con-
silient nature.
We should therefore pay special attention to the context of the analysis of violent behavior and
cognitive neuroscience as a consilient field of knowledge which fosters the collaboration of re-
searchers from such diverse fields as neurophysiology, behavioral ecology, computer science,
genetics, psychology and psychiatry.
KEYWORDS
CONSILIENCE, SUBSTITUTIVE REDUCTIONISM, COLLABORATIVE REDUCTIO-
NISM, ENVIRONMENTALISM, BIOLOGISM
I. Introducción
En 1987, cuando presenté en el CSIC en Madrid mi libro Los nuevos
redentores (Barcelona, Anthropos), me mostraron su indignación unos cuantos
eminentes biotecnólogos. ¡Hasta las ilustraciones del libro les molestaban! En
una de las intervenciones, se me llegó a decir que era un redomado ambientalista,
que ignoraba el verdadero papel que la biología jugaba en el comportamiento
humano.
En 2004 y en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico,
hablando en concreto de lo que ha sido mi objeto de investigación en estos
últimos treinta años (la violencia) y sosteniendo posiciones parecidas a las que
mantuve en Los nuevos redentores, la más relevante de las sociólogas de la isla
llegó a insultarme diciendo que era un determinista biológico, precedida esta
denominación de un grosero descalificativo.
Pero, ¿en qué quedamos? ¿Soy un determinista biológico o ambiental? La
verdad es que no creo ser ni una cosa, ni la otra. Desde siempre he defendido
algo que, incluso, me ha parecido del más absoluto sentido común. Nosotros
somos animales que, por determinados rasgos biológicos, hemos desarrollado
una notable cultura que, a su vez, ha generado un entorno al que estamos cre-
cientemente adaptados. Hablar de este modo es típico de la posición que se ha
denominado tradicionalmente «interaccionismo».
Lo cierto es que, actualmente, hay otras denominaciones que han hecho
fortuna y que, desde una cierta ambigüedad, han embrollado este área. La más
famosa, «consiliencia».
2 Este tiempo abarca el período en que fui director del Centro Reina Sofía para el Es-
tudio de la Violencia (1997-2010), período en que mis conocimientos teóricos y, en particular,
prácticos en la problemática de la violencia de género se acrecentaron y me llevaron a actitudes
y conductas que, al parecer, disgustaron a algunos sectores ideológicos. Se trata de los sectores
que no dudaron en cerrar sin ningún tipo de escrúpulo intelectual un centro de referencia inter-
nacional como era el mencionado Centro Reina Sofía.
3 Como he explicado en otros sitios con un ánimo consiliente [por ejemplo, Sanmartín
Esplugues, J. 2002: La mente de los violentos. Barcelona: Ariel (3ª ed. 2011)], la amígdala, de
la que dimanan las instrucciones bioquímicas que causan las reacciones fisiológicas integrantes
de la emoción del miedo, si entra en fase de estrés, puede llegar a ‘embargar’ las acciones de la
corteza prefrontal, en la que parecen residir las funciones conocidas como intencionalidad o toma
de consciencia. Una amígdala hiperactiva, en definitiva, puede inducir una corteza prefrontal
hipoactiva.
4 El miedo patológico se mezcla a menudo con la ansiedad patológica. El miedo se
produce ante estímulos identificables (reales o imaginados). La ansiedad (patológica) es una
sensación difusa de angustia o miedo y consiguiente deseo de huir ante circunstancias difíciles
de vincular con fuentes tangibles de estimulación.
5 Entre los maltratadores de mujeres los hay, al menos, de tres tipos: psicopáticos,
agresivo-pasivos y cíclicos (véase, por ejemplo, Sanmartín Esplugues, J. (2008), El enemigo
en casa. Barcelona: Nabla). En el maltrato perpetrado por un agresor cíclico alternan fases de
violencia con fases de reconciliación (incluso, de luna de miel). Esta alternancia suele generar
en las víctimas un síndrome muy similar al de Estocolmo.
1. El input visual (rostro del compañero) debe haber llegado, a través del
nervio óptico de la víctima, a su tálamo que, a su vez, habrá remitido
tal input a la amígdala (siguiendo una vía corta) y a la corteza occipital
(siguiendo una vía larga).
conducta de este tipo? ¿Qué tiene de malo que, aceptando el papel que estos
factores sociales (por ejemplo, la adopción de estereotipos y prejuicios sexistas
por parte de la víctima) pueden desempeñar, qué tiene de malo (repito) recu-
rrir al análisis psiquiátrico-psicológico para identificar posibles síndromes,
como el de indefensión aprendida? Y, ¿qué tiene de malo analizar los procesos
neurofisiológicos por los que se fijan en nuestra memoria tales estereotipos
y prejuicios, junto a creencias distorsionadas acerca de las iniciativas que se
pueden acometer?
Y conste que no estoy diciendo que unos factores se reduzcan totalmen-
te a otros. No estoy afirmando que elementos de orden superior pueden ser
perfectamente descartados y substituidos por elementos de orden inferior, sin
pérdida de capacidad explicativa. No estoy afirmando, en definitiva, que algún
día la sociología se reducirá a psicología, la psicología a biología y ésta a su
vez a la físico-química. Estoy muy lejos de entender la consiliencia bajo la
perspectiva de un micro-reduccionismo de ese tipo, de un reduccionismo de-
predador. Sólo estoy aseverando algo de sentido común: que en el plano de la
realidad hay interacciones ontológicas que, en el plano científico, deberían ser
atendidas por interacciones epistémicas entre diversas teorías. Ése es el tipo de
consiliencia deseable. A la vez digo rotundamente, eso sí, que proceder de este
modo, dilucidar esas interacciones ontológicas en el marco de interacciones
teórico-científicas, no sólo es lo coherente desde un punto de vista metodológico:
es también lo más fructífero si se tienen en cuenta los grandes desarrollos que
han tenido ciencias cuyos nombres ya delatan su carácter consiliente. Me he
referido antes a la bio-química, la psicobiología y similares. Ahora añado que
deberíamos prestar especial atención en este contexto a la neurociencia cogni-
tiva como ámbito del saber que fomenta la colaboración de investigadores de
áreas tan dispares como la neurofisiología, la ecología del comportamiento, la
informática, la genética, la psicología y la psiquiatría.
Referencias bibliográficas
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Learning Sciences 9(2): 221-232.
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SANMARTÍN ESPLUGUES, J. 2000: La violencia y sus claves. Barcelona, Ariel (6ª
ed., 2009) (Nuevamente publicado en la colección Quintaesencia de Ariel, 7ª ed.
actualizada, 2013)
_____, 2002: La mente de los violentos. Barcelona: Ariel.
_____, (ed.) 2004: El laberinto de la violencia. Barcelona: Ariel.
_____, (en prensa): «Claves de la violencia en el siglo XXI», Ludus vitalis.
SHELDON, K. M. 2011: «Consilience within the Biopsychosocial System», Psychological
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SLINGERLAND, E. & COLLARD, M. (eds.) 2011: Creating Consilience. Integrating
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WILSON, E. O. 1998: Consilience: The Unity of Knowledge. New York: Alfred A.
Knopf (version digitalizada: https://files.nyu.edu/mr185/public/www/classes/
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pdf)
[Versión castellana: Consiliencia: la unidad del conocimiento. Barcelona: Círculo de
Lectores; Galaxia Gutenberg, 1999]
Publicaciones recientes:
2009: La violencia y sus claves (Ariel 2000, 6ª edición).
2008: El enemigo en casa (Nabla).
RESUMEN
La importancia de la biología aplicada tiene que ver con una serie de fenómenos en torno al papel
de la ciencia y la tecnología en nuestra sociedad. Entre dichos fenómenos podemos señalar la
imbricación que en la actualidad existe entre la investigación básica, la utilización de ésta por
las ciencias de diseño y la construcción tecnología para cambiar la realidad. El objetivo de este
trabajo es analizar el papel de la biología molecular en la investigación del cáncer, a partir del
marco teórico de las ciencias de diseño de H. Simon (1969), la reflexión filosófica de I. Niiniluoto
(1993), y la praxiología como ciencia de la acción eficiente de T. Kotarbinski (1965).
PALABRAS CLAVE
CIENCIA APLICADA, INVESTIGACIÓN BÁSICA, CIENCIAS DE DISEÑO, INVESTI-
GACIÓN SOBRE EL CÁNCER
ABSTRACT
The importance of applied biology has to do with a series of events around the role of science
and technology in our society. The relevant point is the relationship that exists between basic
research, the use of this design in science and construction technology to change the reality.
The aim of this paper is to analyze the role of molecular biology in cancer research, from the
theoretical framework of design science H. Simon (1969), philosophical reflection of I. Niiniluoto
(1993), and Praxeology as a science of efficient action of T. Kotarbinski (1965).
KEYWORDS
APPLIED SCIENCE, BASIC RESEARCH, DESIGN SCIENCE, CANCER RESEARCH
I. Introducción
1 Me refiero a los modelos de ciencia predominantes durante la primera mitad del siglo
XX y que, en buena parte, corresponden a la denominada «Concepción heredada». Pero incluso
en la filosofía de la ciencia de corte historicista de las décadas de los sesenta y setenta los casos
históricos estudiados corresponden a ciencia pura.
2 Por ejemplo, el volumen 2 de Philosophy of science, de 1976, sobre filosofía de la
tecnología con trabajos de M. Bunge, P.T. Durbin, R. Giere y E.T. Layton, entre otros.
que, bien las organizaciones científicas o los políticos, adopten medidas que, en
último término, consuman grandes cantidades de dinero sin aportar un éxito
real» (Hohlfeld 1982: 151). Esta forma de pensar reduce el problema del cáncer
a acontecimientos clave en los procesos biológicos, que deben ser explicados por
teorías moleculares. La consecuencia es que el progreso aquí sólo se valora en
función de valores estrictamente epistémicos y la curación o no de los enfermos
de cáncer dependería únicamente de los avances en la biología molecular.
El primer paso hacia la aplicación constituye el campo de «la investigación
experimental del cáncer» que consiste en un tipo de investigación localizada de-
trás de la frontera de la «verdadera» ciencia, estructurada por las aún cuestiones
teóricas fundamentales no resueltas. Este tipo de investigación está orientada no
a la obtención de conocimiento por sí mismo sino que está dirigida a la solución
de algunos problemas. Los científicos que trabajan en este campo comparten
la idea con los de la investigación básica de que los problemas de salud de este
tipo tienen que resolverse por instrumentos científicos sobre la base de la cla-
rificación de los mecanismos biológicos subyacentes y que esto requiere «alta
tecnología». También comparten con los de investigación básica que se necesitan
expertos en el tema. Lo que les diferencia, fundamentalmente, es que los de la
investigación experimental están motivados por el objetivo de que su trabajo
revierta en beneficio de la humanidad, aunque también consideran relevante la
explicación de los procesos estrictamente biológicos.
Cuando la motivación científica intrínseca combinada con una orientación
a un fin externo a la ciencia ocurre en un campo con cuestiones teóricas clave
aún no resueltas, entonces se da un tipo de investigación que corresponde a lo
que entendemos por «investigación aplicada». Los científicos que realizan este
tipo de investigación tratan de hacer llegar los resultados de la investigación a
la clínica. Éste sería el caso de los investigadores del cáncer los cuales tienen
las lealtades divididas entre investigación básica en biología y la orientación
clínica. Un entrevistado señala que la denominación «Investigador del cáncer»
es casi un invento. El investigador del cáncer está situado entre dos mundos.
Estos son, por un lado, el mundo de la clínica, y, por el otro, la prestigiosa in-
vestigación básica, por ejemplo, la Sociedad Max Plack. La gente implicada en
la investigación básica dirá que la investigación del cáncer no tiene una base
sólida, que la preocupación por el cáncer como tema principal es una restricción
para la investigación básica a gran escala (Hohlfeld 1982). Además, la formación
de unos y otros es distinta y, por lo que Hohlfeld muestra en las entrevistas no
parece fácil la colaboración entre científicos en investigación básica y aplicada.
En primer lugar, los médicos piensan que no ha habido un avance real ni siquiera
una contribución real al progreso médico en la lucha contra el cáncer desde la
biología molecular. En segundo lugar, el modelo médico, teoréticamente, toma
el modelo de las ciencias empíricas, física, química, etc. al mismo tiempo que
mería. Desde un análisis filosófico vamos a ver qué marcos metateóricos son
especialmente adecuados para abordar este campo de investigación tan complejo
y a la vez uno de los que tanta incidencia tiene en la vida de tantas personas a
nivel planetario.3
III. Marcos teóricos
Para dicho análisis vamos a tomar en consideración el modelo de ciencias de
diseño de H. Simon (1969), la reflexión filosófica sobre el mismo de I. Niiniluoto
(1993), y la praxiología como ciencia de la acción eficiente de T. Kotarbinski
(1965), como marcos teóricos de una aproximación racionalista a la relación
entre ciencia pura y aplicada.
III.1. Ciencias de diseño
Las ciencias de diseño son el resultado de un proceso de cientifización
y mecanización de las artes en el sentido de habilidades, y de las actividades
prácticas. H. Simon en The science of the artificial (1969) señala que el modelo
tradicional de ciencia ofrece una imagen engañosa de campos como la inge-
niería, medicina, arquitectura, economía, educación, etc. que están interesadas
en el «diseño», en el sentido de objetivo, propósito, meta a conseguir, es decir,
no tienen como objetivo saber cómo son las cosas sino cómo tienen que ser las
cosas para conseguir determinados fines.
Niiniluoto toma la idea de las ciencias de diseño de Simon para abordar la
ciencia aplicada y dar así una alternativa a la filosofía de la ciencia en el caso
de que se trate de la aplicación de conocimientos científicos a la transformación
de la realidad. Así distingue entre ciencias descriptivas (sería el tipo de ciencia
que tradicionalmente se ha denominado «básica» o «pura») y las ciencias de
diseño. En principio podríamos decir que las últimas son equivalentes a la ciencia
aplicada, sin embargo, tanto para Simon como para Niiniluoto las ciencias de
diseño tienen una entidad propia que no puede reducirse a la mera aplicación
automática de los conocimientos científicos.
Histórica y tradicionalmente, la labor de las disciplinas científicas ha sido
enseñar cómo son los fenómenos y cómo funcionan. La labor de las escuelas
de ingeniería es enseñar sobre cosas artificiales: cómo construir artefactos que
tengan las propiedades deseadas y cómo diseñarlas. Los ingenieros no son los
únicos diseñadores profesionales. La actividad intelectual que produce artefactos
materiales no es fundamentalmente distinta de la de prescribir remedios para
un paciente, o la de programar un nuevo plan de ventas para una compañía o
una política de asistencia social. El diseño, así construido, es el núcleo de la
3 Por supuesto no es el único pero posiblemente estos marcos teóricos serían igualmente
adecuados para abordar otro tipo de problemas, desde el SIDA hasta los accidentes laborales.
4 El papel de las ingenierías como disciplina de referencia para las ciencias de diseño
es comparable al papel de la física en los modelos de ciencia de la Concepción Heredada.
Referencias bibliográficas
BERENBLUM, I. 1967: Cancer research today. Oxford: Pergamon.
Böhme, g.w., r. van den Daele, w. Hohlfeld, W. Krohn & W. Schäfer,
1983: Finalization in science. The social orientation of scientific progress.
Dordrecht (Holland): D. Reidel.
5 No voy a entrar en el análisis de las diferencias entre estos tres conceptos, no es ne-
cesario para el propósito de este trabajo. Es suficiente la idea de que para abordar la enfermedad
del cáncer es necesario la intervención de varios campos disciplinarios.
Líneas de investigación:
Filosofía de las ciencias de diseño. Enfoque cognitivo en la filosofía de la ciencia.
Publicaciones recientes:
ESTANY, A. & D. CASACUBERTA 2012: «Contributions of Socially Distributed Cognition
to Social Epistemology: The Case of Testimony». EIDOS, Nº 16, pp: 40-68.
ESTANY, A. 2012: «The Stabilizing Role of Material Structure in Scientific Practice».
Philosophy Study, v.2, nº 6, pp: 398-410.
RESUMEN
El intento de sentar las bases para convertir la biología en objeto de ingeniería es hoy una prio-
ridad en la agenda de investigación científica. La bio-ingeniería permitiría fabricar y obtener
lo que queramos a partir de la materia viviente, abriendo nuevos potenciales de expansión para
la incipiente bioeconomía. El presente artículo aspira a discutir los retos éticos, filosóficos y
políticos de la biología sintética, atendiendo tanto a su comprensión implícita de la vida como
a sus posibles consecuencias para la relación entre ciencia, bioeconomía y sociedad.
PALABRAS CLAVE
ÉTICA DE LA BIOLOGÍA SINTÉTICA; BIOINGENIERÍA; VIDA; TECNO-CIENCIA Y
SOCIEDAD
ABSTRACT
The attempt to render biology a matter of engineering has been settled as one of the priorities
in the scientific research agenda. Bio-engineering is supposed to allow us to manufacture and
obtain anything we wish from living material, opening new expansion potentials for the emerging
bioeconomy. This papers aims at discussing the ethical, philosophical and political challenges
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 303-315. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
304 jordi maiso
of synthetic biology, focusing both on its implicit understanding of the living as well as on its
possible consequences for the relations between science, bioeconomy and society.
KEYWORDS
ETHICS OF SYNTHETIC BIOLOGY; BIO-ENGINEERING; LIFE; TECHNO-SCIENCE
AND SOCIETY
«En estos comienzos del siglo XXI, mientras que en todas partes se ha-
bla de decrecimiento y de catástrofe, las comunidades científicas se esfuerzan
por reavivar la fe en el progreso mediante nuevos desafíos. Al eslogan de las
nanotecnologías de ‘dar forma al mundo átomo por átomo’ responde un eslo-
gan aún más ambicioso: ‘Fabricar lo viviente’».1 Este es el eslogan con el que
se presenta en público la biología sintética, que combina conocimientos de la
biología y principios de la ingeniería para fabricar componentes biológicos que
no existen en la naturaleza o para re-diseñar y modificar sistemas biológicos
ya existentes.
La biología sintética se integra en un conjunto de tecnologías convergentes
(nanotecnologías, biotecnologías, tecnologías de la información y ciencias cog-
nitivas) en las que se concentran grandes promesas y mayores inversiones. Ante
todo se trata de una técnica de producción material: a diferencia de la ingeniería
genética «tradicional», su propósito no es tanto recombinar la información ge-
nética, sino la posibilidad de «escribirla y re-escribirla», permitiendo un nivel
de intervención mucho mayor que abriría la posibilidad de diseñar la biología.
La técnica de síntesis artificial de ADN es cada vez más barata y sencilla, y
posibilita producir sintéticamente genomas de especies que han desaparecido
–por ejemplo el virus de la gripe española de 1918/1919, sintetizado en 2005– o
introducir un genoma modificado en una célula –como hizo el equipo de Craig
Venter con su «primera célula artificial» en 2010.2 Esto posibilita también el
diseño de circuitos biológicos basados en el ADN; es decir, diseñar pequeñas
secuencias de genes con una función precisa que pueden ser implementados
en un organismo para que lleven a cabo determinadas tareas «programadas
genéticamente» (p. e. producir una determinada proteína o desactivar una
función celular).
9 The Principles for the Oversight of Synthetic Biology (publicado en marzo de 2012):
http://www.foe.org/projects/food-and-technology/blog/2012-03-global-coalition-calls-oversight-
synthetic-biology (última consulta: 12 de diciembre de 2012).
10 Cf. la Opinion No 25 del European Group of Ethics of Science and Technology (2009)
de la Comisión Europea, centrada en la ética de la biología sintética, y el Informe conjunto del
Comité de Bioética España y del Conselho Nacional de Ética para as Ciências da Vida de Por-
tugal, La biología sintética (2011).
y qué se entiende por «vida». En este sentido, Schummer ha señalado que la BS y su énfasis en
la primacía del componente genético juega en un terreno ambiguo, no suficientemente distinto
de la ingeniería genética, en el que toda transformación podría presentarse como fabricación y
toda fabricación como transformación (J. Schummer, op. cit.).
12 B. Bensaude-Vincent y D. Benoit-Browaeys: op. cit., p. 30.
13 N. Rose: The Politics of Life Itself. Biomedicine, Power and Subjectivity in the Twenty-
Fist Century, Princeton: Princeton University Press, 2007, p. 4.
14 A. Diéguez: La vida bajo escrutinio, Barcelona: Biblioteca Buridán, 2012, pp. 23
ss.
22 Cf. el informe del Parlamento Europeo Making perfect life. Bio-engineering (in) the
21st Century. Final Report European Governance Challenges in Bio-engineering, 2012.
23 M. Schmidt, «Xenobiologie: Neues Leben mit integrierter Biosicherheit», en J. Boldt,
O. Müller, G. Maio (eds.): op. cit. y A. Moya: Naturaleza y futuro del hombre, Madrid, 2011.
24 Cf. N. Rose, op. cit.
25 B. Bensaude-Vincent y D. Benoit-Browaeys, op. cit., p. 106 s.
26 Ibíd., p. 71.
intelectual hasta los problemas de justicia global. Si todo lo que hasta ahora
podía obtenerse de las plantas podría ser fabricado por micro-organismos en
el laboratorio, las consecuencias para las economías basadas en la producción
agrícola podrían ser devastadoras. Además, como los micro-organismos se ali-
mentan de biomasa (algas, maderas o azúcares), su inserción en la producción
industrial podría significar también la expropiación de grandes cantidades de
biomasa a los países tropicales y sub-tropicales, privando a su población de los
recursos necesarios para la subsistencia.27
En definitiva, el crecimiento de lo técnicamente posible exige un nuevo
grado de responsabilidad ecológica y social: el ideal bio-ingenieril asume que la
naturaleza es algo infinitamente dúctil y maleable, que no ofrece límites para su
re-funcionalización «Desde la perspectiva de la biología sintética, la naturaleza
aparece como un espacio en blanco que podamos rellenar con cualquier cosa que
deseemos».28 En momentos de crisis, estas renovadas promesas de expansión
y omnipotencia parecen anteponerse a cualquier otra lógica. Pero el choque
de la economía industrial con los límites de la biosfera debería imponer, antes
que nuevas estrategias de expansión y crecimiento acelerado, conciencia de los
límites y políticas de autocontención. Al menos exige plantear algunas preguntas
urgentes: La implementación de la bioeconomía, ¿es compatible con el principio
de precaución? Si la investigación para sentar las bases de esta bio-ingeniería
se está financiando con fondos públicos, ¿podrán exigirse futuras responsabi-
lidades a las empresas biotecnológicas que se beneficien de sus aplicaciones?
La estandarización en biología sintética, ¿no impondrá el liderazgo científico
de quienes patenten los standards, acrecentando las desigualdades? El modelo
tecno-mimético de la ingeniería de sistemas biológicos, ¿es el único posible?
¿No cabría desarrollar un modelo que aprenda de las soluciones ya existentes
en la naturaleza, resultado de la evolución?29
En definitiva, la ética de la biología sintética no puede limitarse a contra-
poner los potenciales beneficios y riesgos de la nueva disciplina, sino que exige
tomar en consideración para quién serán los beneficios y quién tendrá que cargar
con las eventuales consecuencias derivadas de los riesgos. Porque la biología
Líneas de investigación:
Teoría crítica, filosofía después de Auschwitz, formas de socialización en el capitalismo
avanzado, retos ético-políticos de la biología sintética.
Publicaciones recientes:
ANNE EUSTERSCHULTE y JORDI MAISO (eds.): Kritische Theorie der Kulturindustrie.
Fortzusetzen, Würzburg: Königshausen und Neumann, 2013 (en prensa).
JORDI MAISO: «Remembrance of Nature Within the Subject. Critical Theory, Psychoa-
nalysis and the Limits of Subjection», en A. Martinengo (ed.): Beyond Deconstruction: From
Hermeneutics to Reconstruction, De Gruyter: Berlin, 2012, pp. 197-212.
ANDRÉS MOYA
Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de la Universitat de Va-
lència y Centro Superior de Investigación en Salud Pública (CSISP) (España)
RESUMEN
La ciencia ha estado en la base de dos grandes revoluciones conceptuales: la de Copérnico (la
Tierra no es el centro del Universo) y la de Darwin (el hombre es un producto de la evolución
biológica). Pero la ciencia actual también está en la base de la tercera gran revolución, una
revolución biológica y computacional que puede conducir a profundas transformaciones del
mundo y de nuestra propia naturaleza.
PALABRAS CLAVE
SELECCIÓN ARTIFICIAL, SELECCIÓN NATURAL, INTERVENCIÓN, TRANSEVO-
LUCIÓN
ABSTRACT
Science has been at the basis of two major conceptual revolutions: one made by Copernicus (Earth
is not the center of the Universe) and another one by Darwin (man is a product of biological
evolution). But science is also present at the base of a third great revolution, a biological and a
computational revolution that can lead to profound changes in the world and our own nature.
KEY WORDS
ARTIFICIAL SELECTION, NATURAL SELECTION, INTERVENTION,
TRANSEVOLUTION
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 317-323. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
318 andrés moya
I. Introducción
La biología y las ciencias de la computación, en forma progresivamente
más acompasada, van a contribuir de forma decisiva a una reconsideración
efectiva del efecto del hombre sobre la naturaleza, incluida la suya propia. Y tal
efecto, como si se tratase del que puede tener un trabajador en una gran empresa,
nos lleva a considerar que, dada su importancia, merece un tratamiento particular
sobre su puesto en ella; su puesto, en definitiva, en el Cosmos (Scheler 1936).
No es tan solo que estemos en situación, como especie que dispone de dotes
intelectuales singulares, de poder echar la vista atrás y reconstruir de forma
inteligente nuestra propia historia natural y la del resto de seres vivos, sino que
también estamos en condiciones, o lo estaremos, de subvertir el destino que
a todos ellos parece acontecer: el orden natural de la desaparición. Porque el
estudio de la historia de los seres vivos nos anuncia y nos lleva a concluir que,
aunque la vida persista, los seres como tales desaparecen en su singularidad, sea
esta la del individuo o la de la especie. En el presente texto voy a concentrarme,
precisamente, en nuestra capacidad para modificarnos en la doble dimensión
de la subversión del orden natural que supone tanto la superación de la muerte
individual, o el alargamiento extenso de la vida, como la no eventual desapari-
ción de la especie. También deseo examinar las consecuencias ontológicas que
esta doble subversión. Trato aquí una revisión en extenso del capítulo 19 de mi
ensayo «Naturaleza y futuro del hombre» que lleva por título «El puesto del
hombre en el Cosmos» (Moya, 2011, pp. 200-206).
La ciencia juega un papel determinante en la doble subversión del orden
natural. La ciencia ha estado en la base de la primera revolución, la de Copérnico,
también en la segunda, la de Darwin. Ambas han contribuido a naturalizar el
mundo, es decir a lograr alcanzar explicaciones naturales, y racionales, sobre el
Cosmos y el hombre. Si Copérnico se atrevió con la no centralidad de la Tierra
en el Universo, Darwin propuso que el hombre es un animal más producto de la
evolución biológica. Pero la ciencia nos lleva de la mano hacia una tercera gran
revolución, la que se deriva de la acción crecientemente racional del hombre
sobre el mundo y sobre sí mismo. La racionalidad a la que hago referencia es
de corte científico y precisamente puede tener como consecuencia el subvertir
el orden natural de las cosas, así como la transformación del mundo y de no-
sotros mismos. Subvertir el orden natural de las cosas, al menos en la esfera de
lo vivo, significa modificar propiedades de los seres más allá de lo que estos
pudieran llevar a cabo por sí mismos en su proceso evolutivo, o producir entes
vivos cuyas características y componentes no se correspondan con nada que
haya existido previamente.
entes que nunca antes han podido existir en la historia natural, mientras que
por «transhumano» quiero hacer referencia a alteraciones progresivamente más
profundas o de más calado en nuestro fenotipo y genotipo.
III. Auto-intervención y cyborgización
La noción de «intervención» se transforma en «auto-intervención» cuan-
do de lo que hablamos es la actuación sobre nosotros mismos. La medicina
tradicional, en tanto que medicina pre-científica, actuaba artificialmente, en la
misma acepción que utilizo la noción de selección artificial de otras especies,
sobre nuestra salud, y con resultado desigual, obviamente. Esa suerte mejora
en la medida en que el conocimiento, mediado por la ciencia, que aplicamos
sobre nuestra salud corporal y mental es racional; conoce las causas y actúa en
consecuencia. Pero entonces: ¿hasta dónde podemos llevarnos? ¿Cuánta auto-
intervención nos podemos aplicar? Si partimos de la tesis de que el futuro está
en nuestra manos, y progresivamente lo estará más, evidentemente es obligada
la toma de decisiones sobre hasta qué punto deseamos intervenir en nosotros
mismos, de la misma forma que hemos de reflexionar sobre hasta que punto
estamos obligados a intervenir sobre el mundo. Esta consideración establece
una difusa línea que separa nuestra propia naturaleza inmaculada del desa-
rrollo más o menos progresivo de entes mixtos, robotizados, cyborgizados o
cibermundializados. Tales entes se implementan porque están respondiendo en
la línea de ser respuestas a preguntas como: ¿Podemos replicarnos a partir de
algún componente celular?; ¿qué estatus ontológico tendría, entonces, ese otro
ser con respecto al donante? O, por ejemplo: ¿Hasta cuanto podemos alargar la
vida individual?, ¿podemos transferirla a otro ente, mecánico u orgánico si, por
ejemplo, trasplantamos el cerebro? Conviene reflexionar sobre estas cuestiones
desde un punto de vista filosófico, porque en cierta medida ya forman parte del
dominio de la ciencia.
Consideremos el caso del cerebro. ¿Podremos crear algo parecido al cerebro
humano actual? La manera en cómo puede abordarse esta cuestión es doble desde
el punto de vista técnico. Podría ser el cerebro de un «replicante», es decir, un
ente con un cerebro cuya estructura, célula a célula, fuera idéntica al de partida.
Tal que si se tratara de un proceso de copia a partir de un molde, en el supuesto
de que fuéramos capaces de ir recomponiendo, a partir de células neurales in-
dividuales, todas y cada una de las interacciones complejas del cerebro molde.
Por supuesto, se advertirá que las propias células tienen, a su vez, una estructura
compleja, por lo que previamente a insertar una en el cerebro copia habría que
reproducir su composición, algo que nos lleva al proyecto de sintetizar una célula
neuronal a partir de los componentes moleculares. Podemos suponer que nuestro
conocimiento, llegado el momento, puede ser el suficiente como para justificar
que conocemos las leyes de organización celular de un órgano tan complejo
Referencias bibliográficas
MOYA, A. 2011: Naturaleza y futuro del hombre. Madrid: Síntesis.
SEARLE, J.R. 2000: El misterio de la conciencia. Barcelona: Paidós.
SCHELER, M. 1936: El puesto del hombre en el Cosmos. Madrid: Revista de
Occidente.
Líneas de Investigación:
Su actividad científica e intelectual se sitúa en los campos de la Genética, la Evolución y
la Filosofía. La evolución experimental y la genómica evolutiva son las áreas donde ha hecho
contribuciones científicas más significativas. Ha realizado una amplia labor de divulgación y
reflexión sobre la ciencia y publicado varios libros, siendo la teoría evolutiva y el alcance del
pensamiento evolutivo el núcleo central de toda esa actividad.
Publicaciones recientes:
MOYA, Andrés. 2010: Pensar desde la Ciencia. Madrid: Trotta.
MOYA, Andrés. 2010: Evolución. Puente entre las dos culturas. Pamplona: Laetoli.
MOYA, Andrés. 2011: Naturaleza y futuro del hombre. Madrid: Síntesis.
ÁFRICA VILLANUEVA-FÉLEZ
Instituto de Gestión de la Innovación y el Conocimiento, INGENIO (CSIC-UPV)
VICENTE CLARAMONTE SANZ
Departamento de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universitat de València
(España)
RESUMEN
Este artículo pretende obtener medidas cuantitativas sobre las actitudes manifestadas por los
académicos hacia cuestiones relativas a la Filosofía de la Biología y el creacionismo, y a la
docencia de la Biología en general; e igualmente, determinar la relación entre las actitudes o
posiciones de dichos académicos sobre la Filosofía de la Biología y sus actitudes hacia la práctica
docente. Al efecto, propone cinco factores cuantitativos. El artículo termina estableciendo ciertas
correlaciones no causales entre algunos de estos cinco factores cuantitativos, para trazar un
perfil significativo sobre las preferencias del profesorado en Filosofía de la Biología al impartir
su enseñanza en cuestiones concernidas por la relación ciencia-creencia.
PALABRAS CLAVE
FILOSOFÍA DE LA BIOLOGÍA, EDUCACIÓN, CREACIONISMO, DISEÑO INTELIGENTE,
METODOLOGÍA
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 325-339. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
326 áfrica villanueva-Félez y vicente claramonte
ABSTRACT
This paper aims to develop quantitative measures of scholars’ attitudes toward the Philosophy
of Biology and creationism, along with general questions about the teaching of Biology. Mo-
reover, the study analyses the relationships between these academics’ orientations towards the
Philosophy of Biology and their attitudes towards teaching practices. To that effect, we propose
five quantitative factors. The results do establish certain correlations between these five factors.
The paper ends by describing lecturers’ preferences in relation to the Philosophy of Biology and
their teaching of matters regarding the relationship between science and belief.
I. Introducción
Las preguntas que motivaron el presente estudio serían dos. En primer
lugar, ¿es posible obtener medidas cuantitativas robustas acerca de las actitudes
manifestadas por los académicos hacia ciertos aspectos de la docencia sobre
Biología en general, y en particular, sobre la docencia de la Filosofía de la
Biología en aquellas cuestiones más sensibles desde el punto de vista de una
cosmovisión creacionista? En segundo lugar, suponiendo una respuesta afir-
mativa a dicha pregunta, ¿es posible determinar la relación existente entre las
posiciones de dichos académicos en relación a la Filosofía de la Biología y sus
actitudes hacia la práctica docente?
Obtener respuestas basadas en un análisis empírico previo, consistentes y
logradas mediante una metodología rigurosa, serían los principales objetivos
perseguidos por el estudio expuesto a continuación.
II. Marco de referencia
Con frecuencia se pregunta a biólogos y profesores de Biología si creen en
la evolución biológica. La pregunta sorprende. Tratándose de ciencia, la cues-
tión clave no parece estribar en creer o no creer, sino en disponer de evidencia
científica favorable o carecer de ella. Pero además, obsérvese, nadie pregunta
a un físico o a un químico, de modo análogo y respectivamente, si creen en la
gravitación universal o en la electrólisis.
Ambas circunstancias indican que la idea de evolución suele ser vinculada
a la creencia antes que al conocimiento científico. Al fin y al cabo, una expli-
cación científica sobre el origen y la transformación de la vida alcanza valores
asumidos por muchos individuos, porque condiciona su autopercepción como ser
humano al debatir cuestiones como la aceptación o rechazo del ancestro común,
la filogenia con los primates, el papel no finalista del azar y la selección natural
en la transformación de las especies o la antigüedad del planeta Tierra.
Esta tensión ciencia-creencia a la hora de precisar la naturaleza epistemo-
lógica de las teorías empleadas en Biología sobre el origen y transformación
de la vida y el estatus del ser humano entre los seres vivos, ha conducido a
los partidarios de una cosmovisión creacionista a ensayar diversos discursos
sincréticos entre la ciencia biológica y el creacionismo. El primero cristalizó
con el creacionismo científico –o ciencia de la creación–, significado en cierta
literatura publicada en Estados Unidos a principios de los 80 del siglo XX, y el
más reciente florece una década más tarde con la inferencia del diseño inteligente.
Sin embargo, ambos coincidían en su finalidad básica; introducir una concepción
creacionista en las clases de Biología del sistema público de enseñanza.
Ante esta situación, quedan servidos algunos dilemas de conciencia y
deontología profesional para el profesorado de Biología, quien advierte cómo,
en su praxis docente cotidiana en el aula, su tarea puede verse condicionada
por esa tensión ciencia-creencia. Especialmente si en un entorno receptivo a
una cosmovisión creacionista pretende impartir teoría evolucionista o explicar
nociones como las de ancestro común, filogenia entre el ser humano y otras
especies, antigüedad de la Tierra, etc. Podría hacerse a sí mismo preguntas
como, ¿hasta qué punto es compatible el creacionismo con una explicación
científica en Biología?; o bien, ¿debo modificar la enseñanza de la ciencia en
función de las creencias de mis estudiantes?; o también, ¿es admisible adaptar
la exposición de las teorías impartidas en clase por respeto al pluralismo de sus
creencias?; y otras similares.
En el marco de referencia recién descrito, este artículo pretende, a partir de un
fundamento empírico y metodológico, ofrecer algunas herramientas conceptuales
que faciliten definir el perfil de las actitudes manifestadas por el colectivo de
profesores e investigadores en Filosofía de la Biología cuando su praxis recae
sobre cuestiones concernidas por la apuntada tensión ciencia-creencia.
III. Metodología
III.1. Muestra y recolección de datos
El estudio empírico empleado para el análisis se realizó entre una población de
académicos universitarios iberoamericanos con interés en el área de Filosofía de
la Biología. La muestra inicial se elaboró a partir de dos fuentes informativas.
Por un lado, se recopilaron los nombres y correos de los participantes en el I
Congreso de la Asociación Iberoamericana de Filosofía de la Biología (AIFIBI),
celebrado del 28 al 30 de noviembre de 2012 en Valencia (España); con este
procedimiento se identificaron 106 académicos. La segunda proviene de quienes
se inscribieron en un Google Groups sobre Filosofía de la Biología desde un año
antes de la celebración del I Congreso AIFIBI; sustrayendo aquellos académicos
participantes en el susodicho Congreso, se obtuvieron los datos relativos a otros
58 individuos. Sumando ambas cifras, la muestra empleada está compuesta por
164 académicos universitarios.
Desviación
Media
típica
FILOSOFÍA DE LA BIOLOGÍA / CREACIONISMO
FB-Ítem 1 En Biología, la teoría de la evolución es una
2,45 2,143
concepción científica entre otras alternativas
FB-Ítem 2 En Biología, la evolución es una teoría entre
2,55 2,644
otras teorías científicas
FB-Ítem 3 En Biología, la evolución y el diseño
1,41 1,390
inteligente son teorías científicas alternativas
FB-Ítem 4 En Biología, la teoría de la evolución es la
7,87 2,493
concepción científica principal
En esta tabla puede observarse, a través de las medias obtenidas, que los
enunciados en que se acepta la existencia de teorías alternativas a la evolución
(FB ítems 1, 2 y 3) y el creacionismo como explicación científica (FB ítems 6, 7 y
8) tienen poca aceptación entre los encuestados. En cambio, en sentido contrario,
el grado de acuerdo de aquellos enunciados que expresan conformidad con la
teoría de la evolución como explicación dominante en Biología (FB ítems 4 y
5) es bastante elevado, con unas medias superiores a 7,5. Los cuatro enunciados
empleados para determinar actitudes sobre cuestiones docentes muestran medias
bastante bajas, y por tanto, poca aceptación entre los encuestados.
ítems– al menor número de factores (Hair, Anderson et al., 1998; Uriel Jiménez
y Aldás Manzano, 2005). El método de extracción utilizado fue el basado en
componentes principales.
Para dotar de solidez a los análisis efectuados y validar los resultados
obtenidos, se procedió así (Uriel Jiménez y Aldás Manzano, 2005). Primero
se segmentó la muestra final entre los participantes al I Congreso AIFIBI y los
miembros del grupo virtual de discusión; después se efectuaron los análisis de
componentes principales en cada una de estas submuestras. Este proceder ha
confirmado que los resultados obtenidos, tanto en cada una de las submuestras
como en el total, no difieren significativamente.
El segundo objetivo del estudio plantea determinar la relación entre las
actitudes de los académicos en relación a la Filosofía de la Biología y sus ten-
dencias hacia la práctica docente, para lo cual se han empleado correlaciones
bivariadas de Pearson.
IV. Resultados y discusión
Para quienes no estén familiarizados con los diagramas sobre carga factorial
(tablas 2 y 3), incluimos a continuación unos apuntes que facilitarán su lectura.
Con sus columnas de cifras, la tabla 2 no muestra, como podría parecer, el grado
de aceptación de los encuestados sobre cada ítem, sino el peso específico –de
ahí «carga factorial»– aportado por cada ítem a la configuración y consistencia
de cada factor. Por ejemplo, el factor FB-F1 (Grado de compatibilidad de la teoría
evolucionista con otras explicaciones científicas en Biología) se ha configurado
agrupando 3 ítems (1, 2 y 3); pues bien, las cifras 0,868, 0,859 y 0,686 (columna
«Total») indican cuánto cargan tales ítems en la configuración del factor FB-F1,
es decir, en qué medida contribuyen a su consistencia. Por ello, la comprensión
de la tabla se facilita al leer por columnas –en vertical– y asociando las cifras
con tipografía negrita.
Y desde el punto de vista metodológico, los factores obtenidos con la técnica
empleada para elaborar las tablas 2 y 3, son nuevas variables calculadas como
combinación lineal de los valores de cada ítem en cada uno de los encuestados
por su carga factorial. Por ejemplo: FB-F1i del Total = 0,868 x FB-Ítem1i + 0,859 x
FB-Ítem2i + 0,686 x FB-Ítem3i – 0,052xFB-Ítem4i – 0,270 x FB-Ítem5i + 0,097
x FB-Ítem6i + 0,250 x FB-Ítem7i – 0,210xFB-Ítem8i.
El resto de factores son calculados análogamente con sus respectivas cargas
factoriales. A través de la interpretación de los factores resultantes, éstos se dotan
de etiquetas que expresan con una sola idea la variable medida por los ítems
agrupados gracias a la compatibilidad de sus resultados en cifras.
La tabla 2 muestra los factores y sus cargas factoriales, obtenidos a partir
del análisis de los componentes principales efectuado sobre los ítems contenidos
en los bloques sobre Filosofía de la Biología en relación con el creacionismo,
Esta tabla 2 muestra cómo el primer factor FB-F1 se construye por agrupa-
ción de los enunciados FB ítems 1, 2 y 3, los cuales, considerados en conjunto,
según este estudio permiten cuantificar el grado de compatibilidad entre la
teoría evolucionista y otras explicaciones científicas en Biología. Entendemos
que ello es así por estos motivos. Responder a favor de los FB-Ítem 1 y FB-
Ítem 2, ambos parecidos, equivale mostrarse proclive a considerar que la teoría
de la evolución es compatible con otras explicaciones científicas alternativas.
El enunciado FB-Ítem 3 especifica esta misma idea cuando la alternativa a la
teoría de la evolución se concreta en el diseño inteligente, si acaso este discurso
pudiera considerarse una teoría científica; por tanto, mostrarse favorable a dicho
ítem equivale a sostener la compatibilidad de la teoría evolucionista con otras
explicaciones, en este caso, con el diseño inteligente.
Grupo
Total AIFIBI
Virtual
% muestra a % muestra a % muestra a
favor favor favor
FILOSOFIA DE LA BIOLOGÍA /
CREACIONISMO
FB-F1 Grado de compatibilidad
de la teoría evolucionista con otras 34,5% 33,3% 36,8%
explicaciones científicas en Biología
FB-F2 Grado de aceptación de la
teoría evolucionista como explicación 63,6% 55,6% 78,9%
dominante en Biología
FB-F3 Grado de compatibilidad del
creacionismo con una explicación 34,5% 38,9% 26,3%
científica en Biología
N 55 36 19
Perdidos 14 7 7
CUESTIONES DOCENTES
CD-F1 Grado de adaptabilidad del
32,1% 34,3% 28,6%
currículo por motivos de pluralismo
CD-F2 Grado de alterabilidad de la
docencia en función de las creencias 19,6% 20% 19%
del discente
N 56 35 21
Perdidos 13 8 5
Tabla 5: Distribución de la muestra entre los distintos factores
Referencias bibliográficas
Ayala, Dobzhansky et al. (1983), Evolución. Barcelona: Omega.
DILLMAN, D. A. (2007). Mail and internet surveys: The tailored design method.
Hoboken, New Jersey: John Wiley & Sons, Inc.
HAIR, J. , ANDERSON, R. et al. (1998). Multivariate Data Analysis. Upper Saddle
River, NJ: Prentice-Hall International, Inc.
URIEL E. y ALDÁS, J. (2005). Análisis multivariante aplicado. Madrid: Thomson
Editores Spain.
Líneas de investigación:
Sociología del conocimiento, redes sociales, relaciones universidad-sociedad, transferencia de
conocimiento, evaluación de política científica, educación.
Publicaciones recientes:
MOLAS-GALLART, J.;VILLANUEVA-FELEZ, A.; FERNÁNDEZ-DE-LUCIO, I. (2011),
Análisis de la evolución de los parques científicos españoles. Fundación Cotec para la Innovación.
Tecnológica España, ISBN: 978-8-4929-3313-6
Líneas de investigación:
Filosofía de la Ciencia, Filosofía de la Biología, ciencia y religión, evolucionismo y crea-
cionismo, diseño inteligente.
Publicaciones recientes:
CLARAMONTE, V. (2011), Diseño inteligente: la pseudociencia del siglo XXI, Lambert
Academic Publishing: Saarbrücken, ISBN 978-3-8443-3627-6
TAMAYO, M. y CLARAMONTE, V. (2011), Evolución y creación. Los argumentos
antievolucionistas ante las evidencias científicas, Lambert Academic Publishing: Saarbrücken,
ISBN 978-3-8454-9103-5
RESUMEN
En el marco del pensamiento evolucionista de los últimos treinta años, la teoría de construcción
de nicho ha ido abriéndose paso como una perspectiva opuesta a y complementaria de la teoría
de la selección natural en la explicación del proceso evolutivo. El planteamiento que sigue
aborda su oposición como un proceso de combinación de principios ecológicos (restrictivos) y
técnicos (transformadores) que tienden un puente entre ciencias biológicas y ciencias humanas,
basado en una analogía de la técnica que se naturaliza en procesos de trasformación en que los
organismos «se trabajan» sus ambientes.
PALABRAS CLAVE
CONSTRUCCIÓN DE NICHO, DIALÉCTICA, ECOLOGÍA, TÉCNICA, SELECCIÓN
NATURAL
ABSTRACT
Within the frame of evolutionary thought during the last thirty years, niche construction theory
has been gaining ground as an opposed and complementary outlook regarding natural selection
theory in the explanation of evolution. The following approach construes their opposition as a
combination of ecologic (restrictive) and technologic (transformational) principles that serve as
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 343-355. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
344 juan ramón álvarez bautista
a bridge between biological and human sciences, based on an analogy with technology that is
naturalized in terms of transformation processes wherein organisms «do their work on» their
environments.
KEYWORDS
DIALECTICS, ECOLOGY, NATURAL SELECTION, NICHE CONSTRUCTION, TECH-
NOLOGY
I. Introducción
Recientemente se están produciendo intentos de convergencia para unificar
bajo planteamientos unitarios las ciencias biológicas y las ciencias humanas. Dos
intentos parecen singularmente interesantes. Son, por una parte, la introducción
de la teoría de la construcción de nicho entrelazada y complementando la teoría
de la selección natural en el programa evolucionista y, por otra, la proyección de
la teoría de juegos como red unificadora de las ciencias del comportamiento. Al
primero dan credibilidad trabajos como los de John Odling-Smee, Kevin Laland
y Marcus Feldman; al segundo sobre todo la iniciativa encabezada por Herbert
Gintis. El grueso de estos planteamientos, aun cuando han tenido antecedentes
importantes con anterioridad, se ha desarrollado a partir de la última década del
siglo pasado y la que va de éste. En ambos casos la aproximación ha consistido
en revisar conceptos básicos, tales como en el primero el de adaptación (R.L
Day et al. 2003) y en el segundo algunos supuestos como el llamado «egoísmo»
tanto en la biología como en la economía. El texto que sigue busca presentar
y valorar el planteamiento de una teoría naturalista de la evolución que debe
tanto a la teoría tradicional de la evolución por selección natural, como a la
ascendente teoría de la construcción de nicho que propone este proceso como
principio explicativo complementario de la selección natural en la evolución. Más
que una especialidad biológica dentro del marco evolucionista la construcción
de nicho es una perspectiva de pensamiento que debe orientar la ejecución en
concreto de las investigaciones.1
[…] el primero consiste en portar los genes; los organismos sobreviven y se repro-
ducen según el azar y las presiones selectivas naturales en sus ambientes […]. El
segundo papel de los fenotipos en la evolución no está bien descrito ni bien enten-
dido por los biólogos evolucionistas y no ha sido objeto de mucha investigación.
Lo llamamos «construcción de nicho» (F.J. Odling-Smee et al. 2003, p. 1).
3 Una posición que R. Dawkins (2004) reitera y defiende, muchos años después, como
un planteamiento «disciplinado» en un trabajo donde responde a varias versiones, entre ellas la
de la construcción de nicho, ampliadas de la teoría de la evolución seleccionista. Allí Dawkins
distingue entre alteración y construcción de nicho. Lo primero es universal aunque trivial y lo
segundo lo considera perfectamente asumible dentro de su noción de fenotipo ampliado.
Aunque Dawkins sea el contrincante más conocido del gran público, es toda la tradición
seleccionista la que no ve necesidad de incorporar la construcción de nicho a la teoría de la evo-
lución. K.N. Laland y K. Sterelny publicaron en un estudio siete puntos básicos para descartar
o no la construcción de nichos en la teoría de la evolución. No tengo espacio para entrar en el
detalle, pero recomiendo su lectura en una revista tan poco sospechosa como Evolution (cf. K.N.
Laland and K. Sterelny 2006).
4 La cita habitual es a R. Lewontin (1983), aunque la base del argumento y la ilustración
de los sistemas de ecuaciones se encuentra también en R. Levins y R. Lewontin (2000, pp.104
y ss.)
5 Introduzco a Cordón por la justificación del empleo del término «dialéctica», aunque
reconozco que su caso merece un estudio aparte.
6 Buen ejemplo de ello es lo sucedido con la llamada lógica dialéctica. La idea general
de una lógica dialéctica no pasó de ser un aliciente para el desarrollo de lógicas que, como las
llamadas lógicas paraconsistentes, admiten contradicciones, salvo las fuertes del sistema. Algo
semejante es lo que sugiero aquí, aunque en el caso de las lógicas la noción de dialéctica sea
recta y en este caso puede ser oblicua o analógica.
7 «Y todos los autores que tratan el tema del «organismo ampliado» están insatisfechos
con el principio general de que el organismo está separado de su ambiente por una frontera o
barrera física concreta entre ambos, de forma que el organismo estaría «dentro» y el ambiente
«fuera» –que uno sería precisamente lo que el otro no es. En lo que sigue todos los investigado-
res se caracterizan por su abandono de la llamada «concepción morfológica» de los organismos
(Palmer 2004:321), es decir, la idea de que, con vistas a describir globalmente un organismo
como unidad de investigación, basta con señalar un elemento particular de su anatomía –en este
caso, su piel» (S. Rattassep 2010, p. 34).
8 La catarata posterior de literatura sobre las unidades extendidas o individuos recti-
ficados –con especial relieve, las referentes a la extended mind desde el artículo seminal de A.
Tabla 1
por la existencia maltusiana concebida para las poblaciones humanas (Cf. J.R.
Álvarez 2009, 2010). En la teoría de la construcción de nicho, los constructores
de referencia no son ni los castores, ni los macacos, ni las lombrices de tierra,
sino los homines sapientes. Hay aquí una naturalización de la técnica humana
que se consigue con la simultánea operativización de las actividades orgánicas
de especies no humanas en sus medios respectivos. Por eso no debe de extrañar
que se plantee la extensión de la construcción de nicho a las ciencias humanas
como la arqueología (Cf. K.N. Laland y M.J. O’Brian 2010), porque precisa-
mente es devolver la idea generalizada a sus orígenes particulares una vez que
éstos aparecen ahora como casos a los que se aplica la idea general, al modo
como se aplica a las poblaciones humanas la idea general de la lucha por la
existencia desde las que fue extendida por Darwin a todos los demás (Cf. J.R.
Álvarez 2009).
Sin duda se trata de un procedimiento analógico redoblado de una naturali-
zación por absorción en un género de referencia de la especie a la que conviene
literalmente la cualidad o característica en cuestión. Ejemplificada curiosamente
en un contexto semejante encontramos esta idea en la Crítica del Juicio (I. Kant
1790, § 90, nota primera):
Donde dice «arte» bien podría decir «técnica», pues en ambos casos se trata
de una acción de transformación del entorno según representaciones. Analogía
no es identidad, pero lo que es analógico entre especies es idéntico en el género
de los seres vivos que aquí el pensador de Könisberg caracteriza, tal vez con
excesiva amplitud, como agentes representativos. La analogía kantiana es repre-
sentacional, la de los teóricos de la construcción de nichos es transformacional:
las lombrices se «trabajan» el terreno. Organismo y agente transformador del
medio coinciden, son genéricamente idénticos y específicamente análogos.
Basada en la analogía, apoyada en los principios ecológicos y técnicos, la
dialéctica entre selección natural y construcción de nicho requiere, como se
indicó en la introducción, una reformulación del concepto de adaptación que
no se limite a la noción de una causalidad unidireccional en que los ambientes
filtran los genes de ascendientes a descendientes. Como se expresan Laland y
Sterelny:
decir, no es otra cosa que «el producto de la selección natural previa» (ibid.,
2008, p. 29).
Muy al contrario, para los defensores de la teoría de construcción de nicho
la teoría de la evolución reducida a la unicidad del principio explicativo de la
selección natural es una teoría incompleta que ha de corregirse con la intro-
ducción en parangón del principio operacional de la transformación del medio
por los organismos y el establecimiento de la relación dialéctica o interactiva
entre herencia genética y herencia ambiental. Son conscientes de que su plantea-
miento no ha de convencer solamente con palabras, sino con hechos: por medio
del desarrollo de los modelos adecuados que haga no solamente de su alegato
un discurso retórico, sino una ejecución científica con resultados tan solventes
como los que pueda producir la aplicación operativa del principio de selección
natural. Es más, sin la introducción efectiva de principio de construcción de nicho
tampoco la teoría de la evolución podrá alcanzar sus fines epistemológicos.
Con los principios conjugados de selección natural y construcción de nicho
es necesario revisar el concepto de adaptación, que con la sola referencia a la
causalidad de la selección quedaba reducida a la influencia del medio sobre los
organismos. La construcción de nichos obliga a reconocer el carácter dual de la
adaptación. De esto también existen antecedentes, como de casi todo. El gran
psicólogo evolutivo del siglo pasado, Jean Piaget, que empezó siendo malacó-
logo, comprendió la adaptación como la síntesis de dos procesos opuestos, a
saber, la acomodación del organismo al medio y la asimilación del medio por
el organismo (Cf J. Piaget 1969). La semejanza entre acomodación y selección
natural, y entre asimilación y construcción de nicho, no es un paralelo perfecto,
pero no es posible pasarla por alto (Cf. S.T. Parker 2005).
En efecto, la acomodación del organismo al medio es claramente asociable
a un principio restrictivo en el sentido en que este tipo de principios se entendió
en la sección IV.1 y a la selección natural (tanto en su sentido negativo de filtro
como positivo de canalización). La asimilación del medio por el organismo,
en cambio, lo es a un principio técnico según el cual el medio o ambiente es
también una fuente de recursos transformables y al principio construcción de
nicho. La interacción no trivial entre selección natural y construcción de nicho
con las consecuentes herencias genética y ambiental constituye una dinámica
interna a un proceso de adaptación que ya no se reduce a la acomodación.
VI. Conclusión
La adaptación así entendida integra una interacción recurrente entre se-
lección natural y construcción de nicho. Este sería el sentido «dialéctico» a
que apuntaban los planteamientos iniciales de Lewontin en los años ochenta
del siglo pasado, aunque como es conocido existen problemas categoriales de
Referencias bibliográficas
ÁLVAREZ, J. R. (1985), «Fenomenologías, ontologías y metodologías biológicas», en
Contextos, (1985), III/6, pp. 115-150.
_____, (1988), Ensayos metodológicos, León: Universidad de León.
_____, (2009), «De aquel Darwin tan singular al darwinismo universal: la problemática
naturalización de las ciencias humanas», en Ludus vitalis, XVII, (2009), 32, pp.
307-326.
_____, (2010), «La selección natural: lenguaje, método y filosofía», en Éndoxa, (2010),
24, pp. 91-122.
BARASH, D.P. (1987), La liebre y la tortuga. Cultura, biología y naturaleza humana,
traducción de A. Ortuño y J. Vicuña, Barcelona: Salvat.
10 Aquí sería oportuno tratar en detalle los planteamientos de F. Cordón (op. cit,) que sí
llevan esa dirección, pero que en este espacio no tienen cabida.
11 G. Bueno (1985) empleó el vocablo «absorción» en este sentido hace ya muchos
años, contraponiendo los esquemas de reducción a los esquemas de absorción, entre los cuales
estableció una relación dialéctica.
Líneas de Investigación:
Filosofía de la ciencia, Filosofía de la Biología, Filosofía de las ciencias sociales, Meto-
dología de la ciencia.
Publicaciones recientes:
«La selección natural: lenguaje, método y filosofía», Éndoxa, 24 (2010), pp. 91-122.
«Criaturas de la naturaleza y criadores de cultura: de vuelta con la naturaleza humana»,
Scripta Philosophiae Naturalis, 1 (2012), pp. 13-27.
ABSTRACT
Biology is full of examples of multicellular (MC) systems which may demonstrate some
organism-like properties but not all of them. Thus, it remains unclear if and when such sys-
tems should be considered as MC organisms, parts of organisms or groups of organisms. We
suggest the notion of autonomy as a possible candidate to ground conceptually MC organisms
and distinguish them from other forms of multicellularity. Considering unicellular systems as
autonomous organisms on the basis of the functional integration required for their metabolic
organization, we argue that MC systems should be also identified as autonomous, but on the
basis of exhibiting a special kind of functionally integrated and differentiated developmental
organization, which unfolds through a self-constructed set of mechanisms regulating the highly
plastic processes that bring about their own constitution as such MC entities.
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 357-372. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
358 argyris arnellos, kepa ruiz-mirazo, álvaro moreno
KEYWORDS
AUTONOMY, ORGANISM, MULTICELLULARITY, FUNCTIONAL INTEGRATION,
FUNCTIONAL DIFFERENTIATION, DEVELOPMENTAL CONSTRAINTS, EPIGENE-
TICS, SIGNALING NETWORKS
RESUMEN
La biología está llena de ejemplos de sistemas multicelulares que pueden mostrar algunas pro-
piedades de organismos, pero no todas. De este modo, no está muy claro si estos sistemas deben
ser considerados como organismos multicelulares y cuándo deben serlo. Aquí sugerimos que
la noción de autonomía es un candidato posible para fundamentar conceptualmente los orga-
nismos multicelulares y para distinguirlos de otras formas de multicelularidad. Considerando a
los sistemas unicelulares como organismos autónomos sobre la base de la integración funcional
requerida para su organización metabólica, argüimos que los sistemas multicelulares deben
ser también identificados como autónomos, pero sobre la base de que exhiben un tipo especial
de organización del desarrollo funcionalmente integrada y diferenciada, la cual se despliega a
través de un conjunto auto-construido de mecanismos que regulan los procesos enormemente
plásticos que dan lugar a su propia constitución como tales entidades multicelulares.
PALABRAS CLAVE
AUTONOMÍA, ORGANISMO, MULTICELULARIDAD, INTEGRACIÓN FUNCTIO-
NAL, DIFERENCIACIÓN FUNCTIONAL, CONSTRICCIONES DEL DESARROLLO,
EPIGENÉTICA, REDES DE SEÑALES
I. Introduction
Contemporary attempts to define biological individuality are based either
on physiological and genetic characteristics (see e.g. Santelices 1999), on the
cooperative/competitive behaviors of the entities involved (e.g. West and Kiers
2009; Strassmann and Queller 2010), on evolutionary concepts, like fitness and
adaptation (e.g. Queller and Strassmann 2009; Folse 3rd and Roughgarden 2010)
or on mixed approaches that favor specific aspects of functional integration,
such as germ-soma separation (e.g. Buss, 1987; Maynard Smith and Szathmáry
1995; Michod 2007), resulting in cohesive or policing mechanisms, so that
potential conflict among the constituting units is minimized (e.g. Frank 2003;
Godfrey-Smith 2009).
But each of these aspects does not apply in all cases un-problematically.
For instance, physiological unity is not present in every organism and genetic
relatedness is not strictly necessary for high cooperation, while genetic hetero-
geneity is not always a threat to multicellular integrity (Folse 3rd and Rough-
garden 2010). In many cases potential cooperation does not linearly transform
into actual cooperation, and potential for low conflict does not mean actual
high integration or even actual low conflict (Strassmann and Queller, 2010).
Besides, there are cases of discordant selection, where selection operating at a
lower level may act against the selection at a higher level, even if the alignment
and export of the fitness interests of the component units of an organism could
also result in adaptation at the level of the (multicellular) organism (Gardner
and Grafen 2009; Folse 3rd and Roughgarden 2010). However, adaptation is
not an easy notion to explain, and is often taken to be demonstrated at a given
level of selection, thus resulting in different answers when it is the product of
group selection or of multiple levels of individual selection (Okasha, 2006). In
summary, there is a plurality of views and various difficulties around the pro-
blem of defining the biological individual and there are several criteria, whose
combination generates multiple different verdicts that do not necessarily overlap
and which fail to accommodate many examples we can think of in real biology
(Clarke 2011).
And yet, the clarification of the concept of an ‘individual organism’ is an
important philosophical and scientific problem, not only because the idea of
organism has played a key role in the history of biology (as a central part of
biological explanations ‒i.e., as the locus of mechanisms, of adaptations, of
selective-evolutionary dynamics); but also because, as it is argued in Ruiz-
Mirazo and Moreno (2011), without a strong idea of organism it would be very
difficult to provide a naturalized account of other fundamental concepts like
functionality, agency, autonomy, genetic information, etc.
Accordingly, we believe that a more comprehensive approach to biological
individuality is needed, and we suggest the notion of ‘autonomy’ as a possible
candidate for such an inclusive or comprehensive approach. Autonomy places
the individual organism at the centre of the stage and emphasizes that any
biological individual organism needs to realize the property of maintaining
itself as a metabolic system. Autonomous systems are not independent from
their surrounding, they critically rely on diverse features of the environment
(e.g.: general physico-chemical conditions for viability, energetic and material
availability, etc.) but they continuously generate and regenerate all the constra-
ints and mechanisms upon which the use and management of those resources
is based. Therefore, there is a continuous interplay between the organization of
processes constituting a relatively stable identity (or ‘self’), and the interactions
with the environment that this identity triggers and supports, which are crucial
for its maintenance. So autonomy must be conceived in terms of a particular
connection, or even collaboration with external systems. But, as in the case of
metabolism, it is impossible to talk of autonomy without the specification of
some form of self-constructed, individual identity. On the other hand, biology
shows many collective forms and groupings of entities, which may resemble
several composite forms of autonomy, but it is not clear whether those groupings
should be considered as full-fledged autonomous individuals or as just colonial
systems. Then, assuming that unicellular entities are autonomous organisms, the
question to address would be what sorts of MC systems, if any, meet equivalent
requirements and can therefore be regarded, themselves, as organisms –or, as
higher order autonomous organizations (Ruiz-Mirazo and Moreno 2011).
With this aim, taking into account the main results of current biological
investigations on the developmental processes of different types of MC systems,
we attempt to examine whether the concept of autonomy can account for other
functionally diverse but at the same time integrated forms of collective asso-
ciations of biological entities and processes. In other words, we shall suggest
when and how would it be possible to discern whether a group of cells is just
gathering together temporarily to improve their overall fitness, or irreversibly
becoming part of a higher-order autonomous entity. Certainly, the creation of
a higher order full-fledged autonomous entity requires some kind and degree
of functional integration, as an autonomous system’s creation is not possible
without a stronger subordination of the constitutive elements to the new functio-
nal requirements of the emerging global individual (Ruiz-Mirazo and Moreno
2011). Accordingly, we suggest that with respect to MC collections, autonomy
should be analyzed following at least a set of criteria related to the overall de-
velopmental coordination of the collection, the presence of differentiated cell
types and the regulation of their development, and their respective kind and
degree of functional integration necessary for the development and maintenance
of the organismal level (the level of the whole).
On those lines, in section 2 we discuss that, from an organizational point
of view, MC organisms should be identified by a set of criteria related to the
developmental mechanisms used by the collection of cells to coordinate their
differentiation pathways, in a way that the robust maintenance and potential
reproduction of the whole developing system is ensured through an emergent
functionally integrated organization. In section 3 we examine cases of advanced
bacterial multicellularity and of early eukaryotic multicellularity, where overall
developmental regulation is not that evident and a very limited degree of cellular
differentiation is at place, and we compare them with a case of early metazoans.
In section 4 we argue that although the former cases exhibit substantial coordi-
nation and cohesion (and functional integration surely at other organizational
levels), they do not qualify as autonomous entities, since full-fledged autonomy
at the MC level involves a special kind of regulatory control that provides the
potential for both functional diversification and functional integration required
for the proper and reliable unfolding of a process of development.
1 In N. punctiforme the vegetative cells can also develop into akinetes, spore-like struc-
tures that are more resistant to cold and desiccation conditions, and into hormogonium filaments,
which lack heterocysts, have smaller size and a slow gliding motility, used for short-distance
dispersal. The development of akinetes does not seem to involve any intercellular signaling but
it is strictly triggered by environmental inputs. Hormogonium development will result in one
cell type in the filament and, again, this seems to be triggered by environmental signals followed
by multiple independent (intracellularly controlled) cell divisions for each one of the cells (see
Meeks et al. 2002 for details). It is for those reasons that we do not consider these modalities in
our description of N. punctiforme.
but also the production of PatS. On the contrary, PatS suppresses HetR. In
neighbouring cells, the entry of PatS will prevent the formation of HetR. In
more distant areas, diffusion of PatS may not be sufficient, so new centres of
activation can be formed. 2
A careful analysis of the details of heterocyst development (see e.g. Meeks
et al. 2002; Kumar et al. 2010; Maldener and Muro-Pator 2010) reveals that the
signaling network which guides the development of a differentiating cluster of
cells into one heterocyst at any developmental site in the filament operates un-
der a single constraint (PatS concentration) at the collective level. There seems
to be no generation of other compounds/structures (i.e., no synthesis of any
morphogen or some other kind of signal in the cells where HetR is suppressed
by PatS), which acts intercellularly on the phenotypic traits and organization
of the different cell that produced PatS ‒or on any other neighbouring cell. In
addition to that, heterocysts undergo terminal differentiation, as they lose the
ability to divide. In fact, whether a vegetative cell can be turned into a pro-
heterocyst is strictly connected to its life-cycle stage (Meeks et al. 2002). Now,
this implies a mechanism of differentiation that remains strongly coupled to
the core metabolic requirements of the process of growth and division of the
vegetative cells. In addition, heterocysts development is a terminal event be-
cause they ‘sacrifice’ their ability to reproduce in order to provide surrounding
vegetative cells with combined nitrogen. Moreover, there is a 24h delay in the
growth process of the filament after the development of functional heterocysts,
which is a result of the downregulation of genes related to vegetative growth and
division (Christman et al. 2011). Those two facts indicate that cell division and
cell differentiation cannot be modulated outside of the core metabolic context.
On the contrary, they imply a mechanism of the developmental regulation of
differentiation that remains strongly coupled to the metabolic requirements of
the vegetative cells.
Volvox carteri is a eukaryotic MC system constituted by unicellular algae
and has a developmental process that results in spheroid adults with two cell
types: large reproductive cells (gonidia) and small motile somatic cells. Somatic
cells do not divide but continue beating their flagella, thereby providing the
group with a capacity to swim. The rest of the cells in the group (the germ cells)
divide and produce progeny. Complete germ-soma separation derives from the
fact that, in Volvox carteri, germ cells directly become reproductive gonidia.
A healthy culture of V. carteri will cleave 11 times and will result in di-
vision of labor among (approximately) 2000 somatic cells and 16 germ cells.
During embryogenesis some of the cleavage divisions are asymmetric, produ-
cing large/small sister-cell pairs (Kirk 2005). At the end of embryogenesis the
volume of the gonidial initials is about 30-fold larger than that of the somatic
initials. However, at that stage, cells are only different in size. Then, by a still
unknown mechanism, the size of each sister cell leads to the activation of ei-
ther a somatic or germline program (Kirk 2005). Thus, small cells develop as
biflagellate somatic cells for motility, biosynthesis of the extracellular matrix,
and phototaxis, and large cells develop as non-motile, germ cells specialized
for growth and reproduction.
In the developmental process of V. carteri (see Kirk 1998; 2005 and Hall-
man 2011 for details) the initiation of somatic or gonidial developmental process
is explicitly dependent on the size of each cell and cellular differentiation is
achieved by intracellular cell fate specification. Specifically, V. carteri cells that
are below the threshold diameter of 8 μm at the end of cleavage will activate the
somatic-cell program of differentiation, while cells above that threshold activate
the gonidial program. And this happens even if all of the cytoplasm that they
contain is cytoplasm that would normally have been found in somatic cells. In
addition, the way V. carteri achieves its complete germ-soma separation prohibits
any further flexibility and variability in the genotype-phenotype mapping, as
discussed thoroughly by Nedelcu and Michod (2004). Thus, in V. carteri –even
more explicitly than in N. punctiforme, given the complete germ-soma separation
of the former– cell division remains either totally decoupled (in somatic cells) or
strongly coupled (in germ cells) to cell growth and global system reproduction.
Therefore, we can conclude that the development of cellular differentiation in V.
carteri takes place independently of any constraining signaling structures pro-
duced from other cells in this MC system. Furthermore, as in the N. punctiforme
case, development in V. carteri is also strongly coupled to the core metabolic
requirements of the processes of growth and division, preventing potential me-
chanisms for meta-cellular modulation of the developmental process and the
adaptive evolution of further cell differentiation patterns.
III.2. Developmental regulation in metazoans: the case of a sea urchin
The sea urchin (SU) Strongylocentrotus purpuratus is a small invertebra-
te3 that belongs to the echinoderm phylum. Although it is a relatively simple
most detailed network described in any embryo, which is constantly updated (for more details,
check the website: http://sugp.caltech.edu/endomes/#UpTo30NetworkDiagram).
Acknowledgements
This work has been supported by grants from the Ministerio de Ciencia e
Innovación FFU2009-12895-CO2-02, Ministerio de Economía y Competitivi-
dad FFI2011-25665 and Gobierno Vasco IT 505-10. Argyris Arnellos holds a
Marie Curie Research Fellowship (IEF-273635). Authors would like to thank
also the organizers of the first conference of the AIFIBI (Valencia, Spain, Nov.
2012), where this work was presented, and Antonio Diéguez in particular, for
the opportunity to share these ideas with the Ibero-American community of
philosophers of biology and get insightful feedback from them.
References
Líneas de investigación:
Filosofía de la biología, sistemas autónomos y complejos, cognición y emoción.
Publicaciones recientes:
ARNELLOS, A. & MORENO, A. (2012) «How functional differentiation originated in
prebiotic evolution». Ludus Vitalis XX(37): 1-23.
ARNELLOS, A., BRUNI E., L., EL-HANI C. & COLLIER, J. (2012). «Anticipatory
Functions, Digital-Analog forms and Biosemiotics: Integrating the tools to model Information
and Normativity in Autonomous Biological Agents», Biosemiotics, 5(3): 331-367.
Lineas de Investigación:
Origen de vida, filosofia de la biologia, sistemas complejos, modelos protocelulares.
Publicaciones recientes:
RUIZ-MIRAZO, K. & MORENO, A. (2013) «Synthetic Biology: challenging life in order
to grasp, use or extend it». Fothcoming (in Biological Theory).
MAVELLI, F. & RUIZ-MIRAZO, K. (2012): «Theoretical conditions for the stationary
reproduction of model protocells». Integrative Biology (ya accesible online -- DOI: 10.1039/
c2ib20222k)-
Lineas de Investigación:
Filosofia de la Biologia, Sistemas Complejos, Origen de la Cognición
Publicaciones recientes:
RUIZ-MIRAZO, K., & MORENO, A. (2012) «Autonomy in evolution: from minimal to
complex life». Synthese, 185(1): 21–52.
ARNELLOS, A. & MORENO, A. (2012) «How functional differentiation originated in
prebiotic evolution». Ludus Vitalis XX(37), 1-23.
ANTONIO BENÍTEZ
Universidad Complutense de Madrid (España)
RESUMEN
En este trabajo presento algunos experimentos realizados con el modelo Animat. En este modelo
es necesario distinguir el entorno o mundo, por un lado, y el autómata (Animat), por otro. En
todos estos experimentos, el entorno es el mismo. Lo que cambia de uno a otro es la estructura y
la dinámica del sistema que llamamos «Animat». En la primera sección expondré la composición
del entorno y, en las siguientes, la composición de Animat en cada caso.
PALABRAS CLAVE
VIDA ARTIFICIAL, INTELIGENCIA ARTIFICIAL BIOINSPIRADA, ANIMAT MODE-
LO 2
ABSTRACT
In this paper I present some experiments realized with the model Animat. In this model it is
necessary to distinguish between the environment or world and the automaton (Animat). In all
these experiments, the environment is the same. What changes, from one to other one, is the
structure and dynamics of the system that we call «Animat». In the first section I will expose
the composition of the environment. In the following ones, I will present Animat’s composition
in every case.
KEYWORDS
ARTIFICIAL LIFE, BIO-INSPIRED ARTIFICIAL INTELLIGENCE, THE ANIMAT
MODEL 2
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 373-387. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
I. Entornos
El Entorno está formado por una matriz de datos de f filas y c columnas.
En todos los experimentos que estudiaremos, las filas serán 50 y las columnas
también 50. En cada posición de la matriz (fi, cj) hay un objeto.
Cada objeto, excepto Animat, es una instancia o ejemplar de la clase ele
mento%, una subclase de la clase color%. Por esto último, cada ejemplar tiene un
valor de rojo, verde, azul y de opacidad, es decir, valores R G B O. Además, cada
ejemplar tiene otras propiedades: estado, dureza y olor. La propiedad estado se
utiliza sólo en un entorno cambiante por computación local (autómatas celulares).
Dureza es una propiedad de cada objeto correlativa al receptor sensitivo tacto.
Por último, olor es una propiedad cuyo valor es un objeto de la clase olor%. A
continuación sintetizo estas propiedades y sus posibles valores:
De los anteriores tipos de objetos, hay dos (blancos y verdes) que son es-
peciales, y son especiales por las siguientes razones: 1ª, porque sólo con el tipo
de objetos blanco es posible intercambiar la posición. Es decir, Animat sólo
puede avanzar a una posición donde haya un blanco; 2ª, porque Animat sólo
puede comer objetos del tipo verde.
La matriz de datos del Entorno contiene toda la información, incluida la
propia de Animat porque es un objeto más del Entorno. Por ello, en cada itera-
ción el Entorno tiene una cierta configuración.
Todos los objetos excepto Animat están quietos porque carecen de dinamis-
mo propio (Entorno-0). Animat sí tiene dinamismo propio. Sin embargo, veremos
experimentos en que el dinamismo del entorno es distinto (Entorno-celular).
Tanto el intercambio de posiciones de Animat y un blanco como el cambio
que implica la desaparición de un verde (sustituido por un blanco) porque es
comido no se produce hasta que esta información no se asienta en la matriz
de datos.
II. Animat del primer experimento
En este experimento Animat está dotado de un receptor sensitivo con el que
contacta con el entorno, recibiendo de éste tres estímulos. Estos estímulos son
procesados por una red formada por 15 fotorreceptores, cada uno de los cuales
producirá una respuesta cuyos valores posibles son 0 o 1. La salida de esta retina
es procesada por una red de tres capas del tipo perceptrón multicapa. La salida
de esta red es una orden motora, que constituye la entrada de los efectores de
Animat. Los efectores están constituidos por dos tipos de capacidades: una,
de cambio de posición; otra, de giro sobre su propio eje con el consiguiente
cambio de orientación.
II.1. Receptor sensitivo
La retina está formada por fotorreceptores. Cada fotorreceptor es un ejem-
plar de una clase de nombre fotorreceptor%. Lo característico de esta clase
consiste en que cada ejemplar pertenece a un tipo por el que es sensible al rojo,
verde, azul, blanco o negro. Los fotorreceptores se agrupan en tres unidades de
5 ejemplares. Con cada una de estas agrupaciones se analiza un estímulo. La
salida de cada agrupación sigue, por tanto, el esquema siguiente:
– Cada uno de los tres estímulos (un objeto de un cierto tipo) estimula
una de las tres agrupaciones de fotorreceptores.
– La salida de la retina está formada, por tanto, por las salidas de las
agrupaciones.
– La salida de la retina puede tratarse, según convenga, como una única
lista de 15 elementos o como una lista formada por tres listas de 5 elementos
cada una.
II.2. Control central
El cerebro está formado por una única red de neuronas artificiales. Esta
red, del tipo perceptrón multicapa, está formada por tres capas:
0 0 0 1
El tacto está formado por tres agrupaciones de sensores del tacto. Cada
agrupación analiza un estímulo.
huele comida en algunos de los vecinos que no están frente a Animat, gira a
izquierda o a derecha según la ubicación del estímulo olfativo.
Dependiendo, pues, del estado del sensor de energía, Animat tendrá una
necesidad prioritaria u otra. La orden motora dependerá, en cada caso, tanto
del entorno como del estado del sensor interno de energía.
He organizado estas ideas en un módulo cuya computación sigue los cri-
terios siguientes:
(0 0 0 1) avanzar→vecino
(1 1 0 0) comer→vecino
(1 0 1 0) comer→vecino
(1 0 0 1) comer→vecino
(0 0 0 0) girar a derechas
(1 0 0 0) girar a izquierdas
III.6. Grafo de conexiones
Corolario de esto es que dos objetos son distintos, son partes distintas de la
totalidad, porque ocupan lugares distintos. Es decir, si suponemos dos objetos
que tengan exactamente todos sus propiedades iguales, tendríamos que afirmar
que no son el mismo porque han de ocupar dos posiciones distintas. Más aún,
si contemplamos un objeto cualquiera en su interior, podríamos afirmar que
el estar en una posición no es una propiedad que le pertenezca per se, pero en
tanto que objeto del Entorno, en cuanto parte de este, cada objeto tiene nece-
sariamente una determinación más —puramente relacional—: ocupar un lugar
en el espacio del Entorno.
IV.2. El dinamismo del Entorno
El Entorno, si bien es uno y una totalidad, puede cambiar de configuración,
esto es, que el contenido de la matriz de datos puede cambiar de una iteración
a otra. Los cambios que se producen en la configuración del Entorno están
reglados. Es decir, que existe al menos una regla según la cual se producen
los cambios de configuración. Dado que esa regla, o reglas, regula por igual
cada cambio, se mantiene constante y uniforme en la secuencia de cambios de
configuración. En este sentido, cada regla es ley.
La regla que rige el dinamismo del entorno puede ser concebida como una
única ley: la del intercambio de posiciones. El intercambio puede darse entre dos
objetos, un blanco y otro que no puede ser un blanco. En efecto, cuando Animat
actúa cambiando de posición se produce un intercambio de posiciones.
Corolario de lo anterior es que el dinamismo ha de ser concebido como
determinación (definición) de las relaciones de posición entre objetos.
Puede discutirse el corolario anterior, si bien no parece que puede hablarse
de un dinamismo intrínseco a los objetos.1
IV.3. Animat como sistema
Animat es un único objeto. Sin embargo, no es un objeto simple, antes bien
tiene partes. Es, pues, un objeto compuesto. Como decía del Entorno, puede
decirse —en primer lugar— que Animat es una colección de partes: receptores,
unidad de control y efectores.
En segundo lugar, a diferencia del Entorno, las partes de Animat no tienen
una disposición espacial, excepto los receptores sensitivos: los fotorreceptores,
la retina de Animat se ubica en la parte frontal, también los sensores del tacto,
mientras que los quimiorreceptores se ubican en la periferia entera de Animat.
Sin embargo, es claro que existe una cierta disposición entre todas las partes,
puesto que en su funcionamiento Animat exige que una parte –receptores– actúe
1 No considero aquí el caso de que haya cambio por computación local, caso en que el
entorno se asemeja a redes bidimensionales de autómatas celulares.
antes de que la que la unidad de control pueda hacerlo. Lo mismo cabe decir
de los efectores respecto a la unidad de control. Desde el punto de vista del
funcionamiento interno de Animat, las partes tienen una disposición funcional,
están ordenadas funcionalmente. Por ello, cada parte que compone Animat es
una parte inseparable.
Esta disposición funcional, en tercer lugar, permite determinar cada acción
de Animat como una tripla formada por los receptores, la unidad de control y
los efectores –siempre en este orden–, según el esquema siguiente:
del programa mismo. Se puede, pues, cambiar. Supongamos que se hace de forma
que Animat, si percibe más de un blanco, elija uno de ellos al azar para inter-
cambiar posiciones. Por ello, no perdería esa capacidad de sortear obstáculos.
Pero si eliminamos de Animat la capacidad de girar, entonces contemplaríamos
que Animat es incapaz de seguir avanzando. Sin la posibilidad de realizar un
acto de girar, además del acto de avanzar, Animat se convierte en un autómata
limitado en sus posibilidades semovientes.
Por tanto, la capacidad de producir actos de giro ha de sumarse a la ca-
pacidad de avanzar para que Animat pueda exhibir el comportamiento que
contemplamos.
Desde otro punto de vista, Animat puede satisfacer su objetivo último, a sa-
ber: cambiar de lugar incesantemente, gracias a la incorporación de la capacidad
de girar entre sus efectores. Esta capacidad de girar, este mecanismo efector,
tiene consecuencias. La primera es que Animat puede cambiar de orientación.
Y con el cambio de orientación adquiere la posibilidad de tener perspectivas
distintas sobre el Entorno sin necesidad de avanzar. Permaneciendo en el mismo
lugar, Animat introduce una nueva perspectiva al girar. El cambio de perspectiva,
producido por el acto de girar, tiene consecuencias sobre el resto del cuerpo de
Animat: los estímulos visuales son otros. Por tanto, cambia su ahí: lo que hay
ahí ya no es lo que había.
Según la ley de la perspectiva,3 el viviente siempre está en un aquí porque
su cuerpo siempre ocupa un lugar determinado. Y dependiendo de ese aquí,
sus estímulos se sitúan en un ahí. En estos experimentos Animat cumple esta
ley. Por encontrarse siempre en un lugar, Animat está siempre en un aquí y los
estímulos están ahí, en lo visto o tocado.
Si el avanzar es un efector necesario para que Animat sea un semoviente, al
sumar la capacidad de girar Animat completa su dotación innata, puesto que con
ello consigue que sus acciones logren su objetivo final: cambiar de lugar. En este
sentido, Animat se adapta al Entorno o es un autómata adaptado al Entorno.
El intercambio de lugar consiste en cambiar la posición de Animat a la
posición ocupada por un blanco. Pero este intercambio se produce de modo
peculiar. Si nos instalamos en el interior de Animat es más fácil de entender.
Si fuéramos Animat, el Entorno se nos presentaría dividido en dos clases de
objetos: los que dificultan nuestro avance, los obstáculos al avance, y los que lo
hacen posible o lo facilitan, los blancos o huecos vacíos. Estas dos clases son
correlativas a las estructuras que componen Animat, a su composición como
sistema dinámico. En este sentido, el Entorno es un Medio para Animat, en el
sentido que se suele dar a la palabra medio en la Biología.
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Líneas de investigación:
Lógica, Inteligencia Artificial
Publicaciones recientes:
(2009) Apuntes de Historia y Filosofía de la Lógica. Madrid: Cersa. 320 páginas.
(2011) Fundamentos de Inteligencia Artificial. Libro segundo: Inteligencia Artificial clá-
sica. Escolar y Mayo, Madrid.
Telmo Pievani
University of Padova, Department of Biology
Emanuele Serrelli
University of Milano Bicocca, «Riccardo Massa»
Department of Human Sciences
(Italy)
ABSTRACT
The hierarchical interplay between ecology and genealogy is a fundamental ingredient for the
most compelling current explanations in evolutionary biology. Yet philosophy of biology has
hardly welcomed a classic fundamental intuition by palaeontologist Niles Eldredge, i.e. the
non-coincidence and interrelation between ecology and genealogy, and their interaction in a
Sloshing Bucket fashion. Hierarchy Theory and the Sloshing Bucket need to be made precise,
developed and updated in light of an explosion of new discoveries and fields and philosophical
issues. They also suggests re-thinking concepts such as natural selection, species, and speciation
that have always been part of evolutionary theory.
KEYWORDS
EVOLUTION, ECOLOGY, HIERARCHY THEORY, SLOSHING BUCKET, HOMO SA-
PIENS
RESUMEN
La interacción jerárquica entre ecología y genealogía es un ingrediente fundamental de las más
convincentes explicaciones de la biología evolucionista en la actualidad. Sin embargo, la filosofía
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 389-24. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
390 telmo pievani, emanuele serrelli
good stone working skills and a longer development than those found in any
other Homo (Bruner, Manzi & Arsuaga 2003).1
But Homo sapiens was born a second time, i.e. with the beginning of cog-
nitively modern humans, 80 to 60 Kya. This phase has always been described
as the Palaeolithic Revolution or the «great leap forward», emphasizing the
sudden and unprecedented appearance, throughout the areas of distribution of
Homo sapiens, of all the evidence arguably related to cognitive modernity.2 In
fact, in the last decades very important pieces of evidence were accumulated.
75Ky, is the age of engravings and decorations found in South Africa, while
new and extremely innovative behaviors in European Cro-Magnons, are much
younger. Indeed it seems that we have a first «burst» of innovation in South
Africa. Some studies even seem to support a degree of anatomical innovation
in this same spatiotemporal context. Lieberman & MCarthy (2007) found a
meaningful difference in speech physiology between the vocal tract of an early
sapiens specimen (100Kya) from Israel, associated with Middle Palaeolithic
stone tools, and the vocal tract of eight Homo sapiens specimens from the Upper
Palaeolithic (40-10Kya), associated with more complex stone tools. Articulated
language requires pre-linguistic competences concerning social learning and
tool production (Lieberman 2006), but also a typical right angled vocal tract,
i.e. an elongated vertical section (larynx, vocal cords, pharynx) as long as the
horizontal section (palate to lips).3 Studies like Lieberman & McCarthy (cit.),
if corroborated, would undermine the notion that modern humans did not
change in their anatomy in the last 200Ky. At the same time, they would grant
a crucial role to a slight change, in relation to Homo sapiens’s «the overall
structure» (Lieberman, 2006) including ecological, behavioral, social, and
demographic factors.4
1 Mitochondrial DNA data has been showing since 1987 that Homo sapiens differ-
entiated in sub-Saharan Africa from the more ancient populations (Cavalli Sforza, Menozzi &
Piazza 1994), possibly Homo heidelbergensis in the African version. Confirmation came from
paleontological and archaeological data too.
2 One means of coping with this abruptness was the «exaptive hypothesis» about the
emergence of cognitively modern humans: their cognition would imply a cascade functional
reorganization with no anatomical innovation, triggered by a cultural innovation, probably
language (Tattersall 1999). Sometimes the exaptive hypothesis has been considered saltationist
and unexplanatory (e.g. Dennett 1995); on the other hand, some scholars thought that the great
leap forward was an artifact of the lack of palaeontological and archeological evidence for that
period (McBrearty & Brooks 2000, Henshilwood & Marean 2003).
3 Lack of this feature implies that Homo neanderthalensis, although possibly endowed
with some morphological and genetic preconditions (hyoid bone and FOXP2 gene sequence),
may have had only a basic or partial form of verbal language.
4 This would be an improved specification of the exaptive hypothesis which doesn’s
exclude (indeed, requires) natural selection and further change after the inception of a new func-
But recent hypotheses bring ecogeography farther to the heart of the inno-
vation that made the Homo sapiens of the Final Wave what they were. Jacobs
et al. (2008) believe that local, African environmental changes (not the ones
like Toba or draught listed before) produced repeated pulses of demographic
expansions and contractions, influencing social networks and cultural innovation
capacities in small groups of Homo sapiens during the Middle Stone Age in
southern Africa. Symbolic behavior could have originated in such a complex
scenario of evanescent cultures associated with little hunter-gatherer populations.
In this context of puctuated and ephemeral innovations these researchers frame
the two cultures of Still Bay (71-70Kya) and Howieson’s Poort Points (65-60Kya),
which were anomalies in the previous «great leap forward» story, but which are
exactly included in the time span of the expansion of the L3 haplogroup (Jacobs
& Roberts 2009). The alternation between phases of breakdown of social and
economical networks and phases of demographic expansion and reconnection
(with short-lived expansions out of Africa) would have been a crucial element
of a constructive evolutionary loop between Homo sapiens and its environment.
Another crucial element is bio-cultural innovation. An old and still valid idea
(Atkinson, Gray & Drummond 2009) is that cultural innovation and behavioral
complexity may translate into group competitive advantage by allowing for group
cohesion, coordination, and efficiency. Language could have been a further «se-
cret weapon» for the band that eventually performed the Final Wave –a story,
according to Atkinson (2011), supported by the loss of phonemic diversity in
languages proportional to the distance from Africa. But even here, researchers
do not see monodirectional, linear causality from bio-cultural innovation to
demographic expansion. Since small populations are notoriously a locus of
evolutionary innovation, fragmentation could have allowed for the emergence
of a group with bio-cultural characteristics, allowing in turn for geographical
expansion. But, researchers say, population expansion and geographical disper-
sion may themselves have fed back into more innovations, including the Still
Bay and Howieson’s Poort Points (Jacobson & Roberts 2009).
I.4. Humans and their ecological contexts after agriculture
Hominid bands, up to and including the by-now nearly-extinct hunter-
gathering bands (such as the San peoples of southern Africa), with their inte-
gration of ecological and reproductive functions, were still members of their
local ecosystems –utterly dependent, for example, on the productivity of the
lands on which they lived, as well as their individual and collective skills of
harvesting plant and animal resources (Eldredge 1995b, 2000). The First Agri-
cultural Revolution, ca. 10 Kya, was a major change in the human ecological
condition: the invention of farming and animal husbandry effectively removed
humans for the first time from depending solely upon the resources afforded
by their local ecosystems, and Homo sapiens became the first species whose
local populations did not have ecological niches –and indeed were living outside
local ecosystems. But even agriculture didn’t change the fundamental double
framework –ecological and evolutionary– which is necessary to understand
the sequences of events in our history. All the most if we consider that farmer
populations became biodiversity productors as well as annihilators.
II. Hierarchy Theory and the Sloshing Bucket
The interplay between ecology and genealogy is a fundamental ingredient
for many of the most convincing explanations of the history of life, including
the most advanced models of human evolution. But how should the two dimen-
sions be integrated in a coherent framework? It is well-known that ecology, as a
scientific field with its own models and theories, has grown apart separated from
evolution (Mikkelson 2007, Matthews et al. 2011). On the other hand, micro-
evolutionary biology tends to embed a simplified account of the environment,
boiled down to selective pressures and other factors. Just think to the schemes
that are currently referred to as «recipes» of natural selection (Godfrey-Smith
2009): Lewontin’s classical «variation-inheritance-fitness differences» (1970),
the replicator-vehicle distinction (Hull 1980, Dawkins 1976) recently updated
by Griesemer (2000), other formulations based on phenotype heritability (used,
e.g., in Okasha 2006) or more articulated concepts involving the definition of
a Darwinian population (Godfrey-Smith, cit.). All these descriptions are intra-
genealogical and formalize the environment, if anything, as a bending factor
to some organismal or population variables. Evolutionists concerned with ma-
croevolution are those who are more used to see the relationships between, on
the one hand, palaeoenvironments and their dynamics, and, on the other hand,
phylogenetic branching and evolutionary innovation. Among them, Niles El-
dredge proposed one of the most coherent frameworks to reveal the connection
between ecologies and genealogies.5
II.1. Big disruption, big change: the Sloshing Bucket model
A fundamental passage of Eldredge’s thinking concerns the recognition
that events in the history of life have very different magnitudes. For Eldredge,
5 See, e.g., Eldredge (1984, 1985, 1986, 1992, 1995, 1999, 2003).
6 Indeed we find a similar grouping all over the place in the works of the founding
fathers of modern evolutionary biology. Dobzhansky (1951), for example, wrote: «the ecological
niche occupied by the species “lion” is relatively much closer to those occupied by tiger, puma,
and leopard than to those occupied by wolf, coyote, and jackal. The feline adaptive peaks form
a group different from the group of the canine ‘peaks’. But the feline, canine, ursine, musteline,
and certain other groups of peaks form together the adaptive “range” of carnivores, which is
separated by deep adaptive valleys from the “ranges” of rodents, bats, ungulates, primates, and
others» (1937/1951, p. 10).
The two «walls» of the Bucket are, for Eldredge, two hierarchies:8 the
ecological hierarchy and the genealogical hierarchy, respectively.9 The core
intuition running through the various scales of the Bucket is that organisms
are part of at least two different kinds of systems: (1) matter-energy transfer
systems, where organisms are parts of local populations that in turn are parts
of nested ecosystems; (2) genetically-based information systems, where orga-
nisms are parts of local breeding populations that in turn are parts of species,
which belong to historical lineages –genera, families, orders, etc.:
The clue to unravelling the evolutionary consequences of interactions
[between ecosystems and species] derives from the observation that organisms
seem to be both energy conversion machines and reproducing ‘packages’ of
genetic information. As such they are integrated simultaneously into two largely
separate, but interacting kinds of general systems (Eldredge 1986, p. 351).
Seen as matter-energy transfer systems, organisms are parts of «avatars»
(Damuth 1985) that in turn are parts of local ecosystems. The economic roles
played by such populations are what constitute ecological niches. Local ecosys-
tems are parts of regional systems, a geographic mosaic of matter-energy transfer
systems that together constitute the global biosphere. Seen as genetically-based
information systems, or as units making more of themselves, organisms are parts
of «demes» up through the Linnaean Hierarchy. Eldredge stressed that, while
evolutionary theory has legitimately focused most on genetic processes and the
7 Including, for Lieberman and McCarthy (2007), also those involving the completion
of articulated language.
8 Niles Eldredge (e.g., 1986) adopted Hierarchy Theory as an approach to understanding
the evolutionary process. The birthdate of Hierarchy Theory can be located in the 1980s when, in
the context of complexity theory, several scientists (e.g., Allen & Starr 1982) and thinkers (e.g.,
Salthe 1985) began exploring in detail the nature of hierarchical systems. Hierarchy Theory uses
a relatively small set of principles to keep track of the complex structure and behavior of systems
with multiple levels such as social systems, physical and biological structures, and biological
taxonomies.
9 An interesting work on a similar distinction is Caponi (2012).
transition.10 Reconstructions like Wilson’s try and stand without reference to the
multispecies and fluctuating context we presented above, as if internal variation
and an absolute measure of fitness could be able to account for evolutionary
change. Reflecting on the actual interaction between ecology and genealogy
is the challenge cast by Eldredge and by the evolutionary scenarios that await
for being explained, albeit more complex and conjectural.
Hierarchy Theory clashes also with traditional presentations of speciation
that commonly depict one species at a time, and classify speciation events as
allopatric or sympatric, and then for example peripatric or parapatric, therefore
on a geographical basis (after Mayr 1942). In light of Hierarchy Theory, both
these habits are wrong. First, by «geographic speciation», we mean not much an
eco-geographical event, but rather one of the possible genealogical consequen-
ces of ecological barriers, i.e. the outcome of a multiplication of genealogical
entities at the level of species within instances of the evolutionary hierarchy.
As Gavrilets (2010) pointed out, a geographical taxonomy of speciation is silent
about what, if anything, happens in the genealogical hierarchy, for example about
the kinds of genetic, morphological or behavioral «uncoordination» that yield
reproductive isolation. A new genealogical taxonomy of processes of diversi-
fication is possible. Second, geographic barriers impact many species at once:
ecological events which arguably trigger speciation are cross-phyletic. A proper
re-description of geographic speciation should contextualize the phenomenon
in the scenario of ecological systems (ecosystems and, at a macroevolutionary
scale, faunas or biotas). Sometimes speciation can be adaptive,11 but the im-
portant thing is that adaptation –usually seen from an intra-populational point
of view as well– should be described in the context of ecological reassortment
and reshaping of communities.
II.4. Philosophical issues in Hierarchy Theory
What work needs to be done on Hierarchy Theory? Eldredge’s series of
books and papers progressively developed and revised details such as the num-
ber of levels, acceptable entities, and processes, and this is a still much open
enterprise. On the other hand, the work demonstrated the robustness, flexibility,
and generality of the core intuition –the «unity in diversity» of the genealogical
and the ecological dimensions– which is orthogonal and beyond the particular
10 «The reason that we are so unique among primates is that our ancestors became the
primate equivalent of a single organism or a social insect colony» (Wilson, cit.).
11 A critical assessment of the relative frequency of adaptive speciation and of other
relative frequencies require methods to compare very different taxa that are distantly related.
Many studies, from time to time, try to overcome these metodological obstacles in order to obtain
these important estimates concerning evolution as a process.
and contingent debates that have emerged in the last 30 years in evolutionary
theory, such as:
The list could grow a lot, touching e.g. the implications of Hierarchy Theory
for taxonomy and systematics, or for the balance between adaptive and non-
adaptive evolution. Many of these debates were heated in the 1980s and, not by
chance, are still open today. Hierarchy Theory, albeit born in that culture ground,
is not automatically committed to any position in every single debate. Rather,
in many cases it can provide a framework for an answer. For example, it makes
the question whether macroevolution is causally distinct from microevolution
obsolete, by operating an irreversible unification confirmed by the contents of
the most advanced natural histories (first of all, that of our species) and by their
methods, integrating more and more precise palaeoclimatic, palaeogeographical
intergenealogical data, molecular phylogeny and diversity studies. Adaptive and
exaptive stories are reintegrated, but they are not any more confronted only with
neontological data, recent environments, and rarefied, imagined, delocalized,
adimensional ecological contexts supporting just-so stories.
III. Conclusion
When philosophers, theorists, and working scientists think about evolution,
they often do so by means of models based on inheritance. Natural selection, for
example, is quantified as selective pressures, intended as coefficients directly
influencing reproductive outputs, or summaries of the influences on reproduc-
tive outputs. Ecology therein is often seen as the circumstancy of evolution, a
source of perturbations and influences which is accurately reflected, translated
into units of reproductive output. Yet contemporary explanatory models of
biological evolution, for example those that are emerging for Homo sapiens,
show that a much much better understanding of the constructive interaction
between two independent domains –the ecological and the genealogical– is
required not only to account for quintessentially macroevolutionary events such
as mass extinctions, but also for smaller-scale happenings such as speciations
and intra-specific evolutionary innovations. The huge frequency of utterly
inheritance-centric philosophical works on natural selection seems, in this light,
an unmistakable symptom of theoretical inertia. Bucket Thinking could reflect
the way in which the best evolutionary explanations are built today, and at the
same time aid the explanation by laying down and relating the researches that
are being conducted in different fields (e.g. from population genetics to palaeon-
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Research interests:
Philosophy of biology, the structure of evolutionary theory, human evolution, history of
biological thought, darwinian studies, multilevel approaches to evolution, Stephen J. Gould’s
heritage
Recent publications:
CAVALLI SFORZA, L.L. & T. PIEVANI, (2012), Homo sapiens. The Great History of
Human Diversity, Codice Edizioni,Turin.
PIEVANI, T., (2012), «An Evolving Research Programme: the Structure of Evolutionary
Theory from a Lakatosian Perspective», in: A. Fasolo, ed. by, The Theory of Evolution and Its
Emanuele Serrelli is Postdoc Researcher in Logic and Philosophy of Science at the «Ric-
cardo Massa»Department of Human Sciences, University of Milano Bicocca Piazza dell’Ateneo
Nuovo 1
20126, Milano (Italy)
Research interests:
Philosophy of biology, epistemology of the sciences, evolutionary theory, evolutionary
models of culture
Recent publications:
DEBERNARDI, M & SERRELLI E (2012), «From bacteria to Saint Francis to Gaia in the
symbiotic view of evolution». Evolution: Education and Outreach, forthcoming. ISSN 1936-
6426 (Print), 1936-6434 (Online)
SERRELLI E (2012). «La multidisciplinarietà dell’evoluzione: filosofia, biologia e sintesi».
Reti, Saperi, Linguaggi 4(1):47-53. ISSN 2279-7777
RESUMEN
En este trabajo se analiza y se defiende la posibilidad de una Filosofía de la Naturaleza como
disciplina distinta de la Filosofía de la Ciencia y de la Historia de la Ciencia. Para ello se dis-
cuten cuatro posiciones que han sido relevantes en este asunto: la positivista, la aristotélica, la
bergsoniana y la kantiana.
PALABRAS CLAVE
FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA, NATURALEZA, POSITIVISMO,
ARISTÓTELES, KANT, BERGSON
ABSTRACT
This paper analyzes and defends the possibility of a Philosophy of Nature as a discipline
independent of the Philosophy of Science and the History of Science. For this purpose, four
relevant historical position about this topic are discussed: positivism, Aristotle’s, Bergson’s and
Kant’s positions.
KEYWORDS
PHILOSOPHY OF NATURE, NATURE, POSITIVISM, ARISTOTLE, KANT, BERGSON
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 409-421. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
410 josé maría atencia
1 Por poner un ejemplo, Víctor Gómez Pin, Filosofía. Interrogantes que a todos con-
ciernen. Espasa Calpe, Madrid, 2008.
Líneas de Investigación:
Filosofía de la naturaleza, filosofía de la historia, filosofía española.
Publicaciones recientes:
(2013, en prensa) «Aspectos del simbolismo animal en la Antigüedad clásica», en A. Diéguez
y J.M. Atencia (eds.), Naturaleza animal y humana, Madrid: Biblioteca Nueva.
(2007) (ed.) Julián Marías: Una filosofía en libertad, Málaga: Universidad de Málaga,
ISBN9788497472289
ANA BARAHONA
Departamento de Biología Evolutiva, Facultad de Ciencias, UNAM (México)
RESUMEN
El tema del presente trabajo apunta hacia la conformación del campo disciplinario de la genética
en México, entendida como la creación de las instituciones alrededor y en las que las actividades
científicas se llevaron a cabo. Este tipo de reconstrucción histórica permite entender cómo se
estableció la genética en las instituciones mexicanas en la primera mitad del siglo XX. Se pretende
analizar las condiciones científicas y las relaciones sociales que permitieron el establecimiento
de la genética en México como una nueva disciplina a principios del siglo XX, y que se consolidó
e institucionalizó posteriormente hacia la segunda mitad del mismo siglo. Se examinarán los
efectos que tuvieron pequeñas comunidades durante la introducción de la genética en México, la
aplicación, difusión y aceptación de la genética en el gremio de los agrónomos, particularmente
el del Ingeniero Edmundo Taboada Ramírez en la Escuela Nacional de Agricultura.
PALABRAS CLAVE
ALFONSO L. HERRERA, EDMUNDO TABOADA RAMÍREZ, ESCUELA NACIONAL
DE AGRICULTURA, GENÉTICA Y AGRICULTURA, INSTITUTO DE INVESTIGA-
CIONES AGRÍCOLAS, OFICINA DE CAMPOS EXPERIMENTALES
ABSTRACT
The theme of this work addresses the formation of genetics as a field of study in Mexico, which
meant the creation of surrounding institutions in which scientific activities were carried out.
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 423-438. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
424 ana barahona
This kind of historical reconstruction allows us to understand how genetics was established in
Mexican institutions in the first half of the 20th century. It aims to analyze the scientific conditions
and social relationships that allowed genetics to be established as a new discipline in Mexico at
the start of the 20th century, as well as its later consolidation and institutionalization towards
the second half of the same century. We shall examine the effects that small communities had
during the introduction of genetics to Mexico, and application, dissemination and acceptance
of genetics in the agronomist community, especially regarding Edmundo Taboada Ramírez at
the National School of Agriculture.
KEYWORDS
ALFONSO L. HERRERA, EDMUNDO TABOADA RAMÍREZ, NATIONAL SCHOOL
OF AGRICULTURE, GENETICS AND AGRICULTURE, INSTITUTE OF AGRICULTU-
RAL RESEARCHES
I. Introducción
La historia y la filosofía de la ciencia han jugado un papel fundamen-
tal en la comprensión del papel de la ciencia en la cultura y en las sociedades
modernas. Los estudios acerca de la historia de las ciencias en América Latina
empezaron en las últimas cuatro décadas del siglo XX, desarrollados bajo el
modelo de las ciencias europeas, y su influencia. Muchos de estos proyectos
tomaron el modelo difusionista propuesto por George Basalla en 1967,1 ya que
ofrecía un análisis histórico comparativo y transcultural, al tiempo que permitía
establecer una nueva agenda en los estudios históricos de la ciencia, que incluía
consideraciones epistemológicas y sociológicas, las cuales dieron lugar a nuevas
interpretaciones acerca de la naturaleza de la ciencia. Sin embargo, a pesar de
ser una de las primeras contribuciones al campo de los estudios sociales de la
ciencia, la aplicación de este modelo significó prestar demasiada atención al
desarrollo de la ciencia en las metrópolis sin considerar las complejidades lo-
cales, es decir, sin tomar en cuenta el carácter local en los denominados países
periféricos como México.2
Por otra parte, Lewis Pyenson propuso un modelo diferente para la difusión
de la ciencia desde las metrópolis a los países periféricos.3 Pyenson puso mayor
énfasis en la utilización de la ciencia en el desarrollo de los imperios coloniales
que en la construcción de las tradiciones científicas nacionales o en cómo se
recibió e integró la ciencia moderna en contextos locales. El analizó la llegada
de científicos europeos a países periféricos, sus prácticas, y sus métodos, e
1 Basalla, 1967.
2 Chambers, 1993.
3 Pyenson, 1985a, y Pyenson, 1985b.
7 Lenoir, 1997.
nos ejemplos de estas leyes que hacen suponer que tenía gran claridad sobre el
mendelismo.
En este sentido el trabajo de Alfonso L. Herrera constituye un bastión im-
portante para la biología mexicana.14 Sin embargo, en el campo de la genética, el
trabajo de Herrera no tuvo impacto al no desarrollar líneas de investigación en
genética y/o crear instituciones dedicadas a este campo.
III. La introducción de la genética en la agricultura
La genética mendeliana fue introducida en los Estado Unidos y otros
países a través de la agricultura a finales del siglo XIX y principios del XX.15
En los Estados Unidos los mejoradores de animales y plantas, que perseguían
resultados prácticos, incorporaron el mendelismo con mayor rapidez que otros
grupos de académicos. Los estudios de mejoramiento del maíz influyeron y se
beneficiaron de la conjunción entre mendelismo y caracteres cuantitativos.16
Desde principios de siglo se desarrolló en Estados Unidos una escuela fuerte de
genética clásica ligada a la agricultura, la llamada genética del maíz, cuyo pio-
nero y cabeza fue R. Emerson de la Universidad de Cornell. Los investigadores
de la genética del maíz se dedicaron durante las tres primeras décadas de este
siglo a determinar el mecanismo de la herencia mendeliana que estaba siendo
desarrollada por T. H. Morgan y sus colaboradores, primero en Columbia y
luego en el Tecnológico de California. Uno de los principales objetivos era el de
hacer un mapeo de los cromosomas del maíz. Este grupo de investigación estuvo
íntimamente ligado a los programas de desarrollo agrícola.
La genética aplicada al mejoramiento vegetal o fitotecnia comenzó a ser
utilizada casi inmediatamente después del «redescubrimiento» de las leyes de
Mendel por E. M East y C. H. Shull en la Estación Experimental Agrícola de
Connecticut y en Cold Spring Harbor respectivamente en el año de 1905. Estos
primeros estudios de endocría y cruzamiento fueron hechos en el maíz. A partir
de entonces este tipo de investigación se esparció a otras universidades de agri-
cultura de los Estados Unidos como la de Minnessota, California, Washington
y Ohio, Ilinois entre otras. En un principio, los resultados alcanzados por la
fitotecnia norteamericana no lograron atraer el interés de los agricultores norte-
americanos, pero hacia la década de 1930 conforme iba quedando demostrada
la gran diferencia existente entre las variedades normalmente utilizadas y las
producidas por la experimentación (por ejemplo, con respecto de la resistencia
a las enfermedades) esta disciplina se volvió muy popular entre el gran público
que se fue mostrando cada vez más dispuesto a cooperar con las investigaciones
e incluso a financiarlas.
Uno de los éxitos más importantes de las investigaciones llevadas a cabo
en los Estados Unidos fue la producción de maíz doble híbrido por George H.
Shull, Edward M. East y Donal F. Jones, hacia finales de 1910 cuando buscaban
los patrones de la herencia de los caracteres cuantitativos.17
Este desarrollo estuvo marcado por el interés económico que su introducción
en la agricultura suponía para las grandes empresas, con lo cual se desarrollaron
programas que incluyeron entre sus propósitos la introducción del maíz híbrido
en otros países como México y Colombia, en donde el maíz de polinización
abierta compitió básicamente contra la idea de que los híbridos eran los respon-
sables del incremento de las cosechas en los Estados Unidos. Este fue un ejemplo
de técnicas agrícolas y conocimientos genéticos exportados desde su centro de
origen, los Estados Unidos, a países periféricos como México, si bien tomó una
dirección propia en México para adaptarse a las necesidades locales.
La investigación agrícola científica coordinada por instituciones guberna-
mentales tiene su origen en el Porfiriato. El gobierno de Porfirio Díaz mantuvo
un gran interés por fomentar la agricultura de exportación ya que ésta generaba
divisas y ayudaba a equilibrar la balanza de pagos.18 El apoyo para la generación
de productos agrícolas de exportación incluyó no solamente las facilidades ju-
rídicas y legales para los productores tanto nacionales como extranjeros,19 sino
la introducción de maquinaria e implementos agrícolas modernos, así como la
aplicación de las ciencias médicas y biológicas en el cuidado de los cultivos y de
los animales (principalmente ganado).
Por otra parte, la acción del gobierno de Díaz en favor de la agricultura se
encaminó también a impulsar la investigación agrícola experimental y la edu-
cación agrícola superior. Fue sobre todo gracias a uno de los últimos Ministros
de Agricultura de su gobierno que se crearon las primeras estaciones experi-
mentales y que se modernizó la Escuela Nacional de Agricultura (ENA, hoy
UNACH) dando a sus carreras una orientación más técnica.20 Así, para 1907 el
la «revolución verde» que empezó en México y fue transferida más tarde a otros
países del Tercer Mundo.
Desde 1936, en la FR ya se hablaba de entablar conversaciones con el gobierno
mexicano con el fin de cooperar en materia de política agrícola. Sin embargo, la
expropiación petrolera de ese año, complicó la relación bilateral, y retrazó, por
ende, la posibilidad de establecer un programa conjunto. Al tomar la presidencia
el General Manuel Ávila Camacho entró en negociaciones en 1941 con la FR, y
se estableció un programa de cooperación agrícola con la función de trabajar en
el aumento de la productividad agrícola en México. El comité enviado por la FR
estuvo constituido por E.C. Stakman, jefe de la División de Fitopatología de la
Universidad de Minesotta, Paul Mangelsdorf, director del Museo Botánico de la
Universidad de Harvard, y Richard Bradfield, jefe del Departamento de Agronomía
de la Universidad de Cornell. La implementación del «Programa Agrícola Mexi-
cano» se puso en marcha en 1943 con Jacob G. Harrar como su primer director.
Este programa tenía como finalidad principal la investigación básica de métodos
y materiales de utilidad para incrementar los cultivos básicos, y dar mayor énfasis
a la formación y adiestramiento de profesionales.
Después de iniciado el programa oficialmente, el Dr. Stakman regresó a
México con el Director del programa, J. G. Harrar, para consultar con los cientí-
ficos mexicanos y establecer las bases y las acciones específicas a seguir. Ambos
doctores procedieron de acuerdo con el informe preeliminar del comité consultivo
que recomendaba la concentración inicial en las siguientes ramas de la ciencia
agrícola: 1) suelos, 2) genética, 3) control de las enfermedades y plagas y, 4) ga-
nadería. Los especialistas americanos y los investigadores mexicanos acordaron,
tras hacer un estudio exhaustivo, un programa de doble fin: la actividad central
sería la investigación fundamental de métodos y materiales de utilidad para
incrementar los cultivos básicos alimenticios; pero como este programa con el
tiempo debería ser totalmente mexicano, se acordó también que se diera mayor
énfasis en segundo lugar a un programa de adiestramiento para investigadores
mexicanos seleccionados.24
Surgió, así, la Oficina de Estudios Especiales (OEE) que se dedicó princi-
palmente al mejoramiento del maíz y el trigo,25y a la introducción de un paquete
tecnológico de insumos y prácticas, semillas mejoradas, fertilizantes químicos,
insecticidas y herbicidas, y riego, elementos necesarios para explotar el rendimien-
to de nuevas variedades mejoradas genéticamente. Esta «revolución verde» no
tuvo éxito en México para el maíz,26 veintiocho ya que produjo la polarización de
24 Harrar, 1950, p. 14
25 En esa época, el 72% de la superficie de cultivo nacional se dedicaba a estos dos
granos.
26 El programa de mejoramiento de trigo, a cargo de Norman Borlaug si tuvo éxito
en México. Borlaug fue galardonado por su trabajo en trigo con el Premio Nobel de la Paz en
1970.
27 Barahona, A., Pinar, S. Ayala, F. J. 2003.
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Líneas de investigación:
Historia y filosofía de la genética y de la biología evolucionista.
Publicaciones recientes:
BARAHONA, A. 2009. «Introducción del Darwinismo en México». Teorema. 28, 2:201-
214. Oviedo, España.
TORRENS, E. & BARAHONA, A. 2012. «Why some evolutionary trees in natural history
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JAIME FISHER
Instituto de Filosofía, Universidad Veracruzana (México)
RESUMEN
La principal influencia de la biología darwinista sobre la filosofía es el naturalismo. Tal as-
cendencia se refleja de manera muy clara en y a través de la obra de John Dewey, para quien la
relación entre naturaleza y experiencia –o cultura–, fue siempre el problema preponderante de
la filosofía. Desde un punto de vista historiográfico se sostiene que Dewey es el primer filósofo
en tomarse en serio a Darwin. Aunque afirmar esto quizá no resulte muy arriesgado –sobre
todo entre filósofos de la biología–, se pretende sirva como contexto para hacer volver la mira-
da hacia el pragmatismo, y en particular al experimentalismo como método filosófico de gran
fertilidad, relevancia y actualidad. Intento articular esto siguiendo los conceptos relacionados
de evolución, cognición y cultura.
PALABRAS CLAVE
TRANSACCIÓN, EXPERIMENTALISMO, EVOLUCIÓN, COGNICIÓN, CULTURA
ABSTRACT.
The chief influence of Darwinian biology on philosophy is naturalism. This impact is clearly
manifest in and through John Dewey’s work, wherein the relationship between nature and ex-
perience –or culture– is the outstanding problem for philosophy. So, from a historiographical
point of view it is claimed that Dewey is the first philosopher to take Darwin seriously. Although
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 439-450. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
jaime fisher
this is not a risky claim to make –especially among philosophers of biology–, what I want to
do here is redirect reader’s attention to pragmatism, and particularly to experimentalism, as a
philosophical method of great fertility, relevance and contemporary application. I try to formulate
all this in terms of evolution, cognition and culture as related concepts.
KEY WORDS
TRANSACTION, EXPERIMENTALISM, EVOLUTION, COGNITION, CULTURE
biocultural propio del ser humano; y de manera más clara, como la conexión
entre naturaleza y cultura.3
Dewey rechaza por ello las preocupaciones metafísicas en ética y episte-
mología, y, siguiendo a Peirce junto a Darwin, se inclinará por un falibilismo
que caracteriza al conjunto de su obra en lógica, epistemología, filosofía moral
y política, y que dará sentido a su experimentalismo;4 un método filosófico
que, según mi punto de vista –y aquí sí arriesgándome un poco más–, puede
ser visto como el análogo intencional, al tiempo que la alternativa cultural, a
los azarosos tanteos del ‘relojero ciego’ que operan en el mundo biológico. En
otras palabras, en la filosofía y en la cultura sí es posible un diseñador, o, si se
quiere seguir la metáfora de Paley retomada por Dawkins, de un relojero, y,
además, es posible que –contra Dawkins–, tal relojero no sea ciego, y también
–en favor de Paley–, que sí sea inteligente. Lo que intenta Dewey es sintonizar
la filosofía –como crítica de la cultura– con los descubrimientos de las ciencias
y con los requerimientos prácticos, morales y políticos que impone el desen-
volvimiento científico y tecnológico. Esto hará de su obra una filosofía moral
y política preocupada en lo fundamental por la libertad.5
De acuerdo con su programa habría que ajustar a la cultura, es decir,
«ese todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, dere-
cho, costumbres, y cualesquier otras capacidades o hábitos adquiridos por el
hombre en tanto miembro de la sociedad»,6 con los nuevos descubrimientos
científicos; y de ahí que muchos años después, frente al proceso civilizatorio
que había producido ya la Primera Guerra Mundial y que estaba produciendo
la mayor crisis económica hasta ese momento, escriba: «Las máquinas signi-
fican un potencial de poder insospechado. Si hemos orientado este poder al
dólar y no a la liberación y enriquecimiento de la vida humana es porque nos
3 Contra Descartes y Kant, Dewey sostendrá, parado sobre los hombros de Darwin, que
el «alma» del primero y la «mente» del segundo se encuentran al alcance de la investigación
empírica, es decir, que sí son fenómenos en principio explicables por la ciencia; y de ahí que la
autoridad del entendimiento humano radique más en la capacidad de experimentar e intervenir
en la naturaleza que en una observación contemplativa en el sentido de pasiva, introspectiva o
trascendental.
4 Desde un punto de vista lógico y práctico el experimentalismo es una consecuencia
del falibilismo: si nunca falláramos en las creencias que guían nuestra práctica no sería necesario
experimentar para corregirlas.
5 The Public and its Problems, Individualism Old and New, Liberalism and Social Ac-
tion.
6 Tylor, Edward B. (1920 [1871]): Primitive Culture, Sixth Edition, John Murray,
London. Dewey retoma esta definición canónica y amplia en antropología para apuntalar su idea
de experiencia como transacción en y desde una cultura, cosa ésta que sería, a su vez, el (los)
objeto(s) de la crítica filosófica (ciencia, arte, moral, derecho, hábitos, etc.) Véase Experience
and Nature, en especial el capítulo II.
hemos conformado con no exceder los límites de los objetivos y valores tra-
dicionales a pesar de estar en posesión de un instrumento de transformación
revolucionario».7
Lo que Dewey el reformador social se propone y persigue es la trans-
mutación de los valores morales y políticos a partir de los valores asociados
al desenvolvimiento de la ciencia (verdad, objetividad, fertilidad, publicidad,
razonabilidad, corregibilidad, etc.8) Si la especie evoluciona de manera alea-
toria, pero la cultura lo hace de manera intencional, entonces los valores que
guían toda práctica cultural deberán evolucionar adecuándose a los cambios
introducidos en el mundo por la acción humana. Por esto afirma que ‘la tarea
característica, los problemas y la materia de la filosofía surgen de las presiones
y reacciones que se originan en la vida de la comunidad misma en que surge
una filosofía determinada [esto es, en el medio ambiente biocultural humano]
y que, por tal razón, los problemas específicos de la filosofía varían [es de-
cir, ‘la filosofía se adapta’] en consonancia con los cambios que se producen
constantemente en la vida humana’.9 De acuerdo con esto la filosofía debería
ser una crítica de la cultura; y, siendo la primera una parte de la segunda, la
filosofía sería entonces una crítica de sí misma, crítica que desembocaría en un
ajuste o adaptación permanente entre filosofía y experiencia científica, moral
y política, o, como propondrá Dewey casi al final de su vida y ante diversas
objeciones (entre las que destacan las de Bertrand Russell), un ajuste perma-
nente entre filosofía y cultura.
Conviene en este recodo del camino, una vez que hemos topado con Ber-
trand Russell y su persistente crítica y rechazo del pragmatismo por su presuntos
vínculos con el capitalismo estadounidense, citar un comentario del propio
Dewey al respecto: «[…] creo que el hábito, persistente en Russell, de vincular
la teoría pragmatista del conocimiento con los aspectos más repugnantes del
industrialismo estadounidense, en lugar de hacerlo con el método experimen-
tal de producir conocimiento, es tanto como si yo vinculara su filosofía [la de
Russell] con los intereses de la aristocracia terrateniente inglesa en lugar de
hacerlo con su predominante interés [el de Russell] en las matemáticas».10 En
el mismo texto Dewey pondrá en claro y señalará –de la manera más cortés
que estuvo a su alcance– más de un non sequitur en la argumentación anti-
pragmatista de un lógico tan prestigiado como fue y es Russell.
Lo que interesa de esto es que varias de las polémicas en que ambos par-
ticiparon tuvieron su origen básico en el presunto hiato entre lo material y lo
11 «What biology has rendered probable is that the diverse species arose by adaptation
from a less differentiated ancestry. This fact is in itself exceedingly interesting, but it is not the
kind of fact from which philosophical consequences follow», Bertran Russell, citado por Cun-
ningham (1996), p. 1.
12 De aquí se seguiría una tesis contra el multiculturalismo normativo –por lo demás
consistente con su liberalismo–, pues implica que no todas las culturas valdrían lo mismo o
tendrían el mismo valor y que, de hecho, el ejercicio de la inteligencia humana en evaluar esas
culturas como mecanismos de selección sobre las eventuales variaciones introducidas por la
técnica, considerada ésta en sentido amplio como acción intencional sistemática.
13 «Nature in Experience», The Philosophical Review, Vol. 49, No. 2 (Mar., 1940), pp.
244-258.
sirvió de base a sus críticos para acusarle de defender una racionalidad meramente instrumental,
y de intentar hacer ver su filosofía como un mero epifenómeno de la ‘cultura estadounidense’,
guiada por la acumulación capitalista.
19 «Moral Theory and Practice» (1891); «The Philosophy of Thomas Hill Green» (1889);
EW Vol. 3
20 LW, Vol. 2.
21 LW, Vol. 11.
22 MW, Vol. 9
to científico y tecnológico. Huelga decir que ese objetivo, sin embargo, rebasa
a la filosofía, y sería más bien una tarea para la(s) ciudadanía(s).
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Líneas de investigación:
Filosofía de la ciencia, filosofía política y filosofía de la cultura
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(2011) El hombre y la técnica: hacia una filosofía política de la ciencia y la tecnología;
UNAM, México; ISBN 978-607-02-1848-4
(2012) «Problemas del Multiculturalismo», en Ética, política y responsabilidad: reflexiones
interdisciplinares, Uniminuto, Bogotá.ISBN 978-958-763-064-0
PABLO LORENZANO
Universidad Nacional de Quilmes (UNQ)/ Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET) (Argentina)
RESUMEN
El objetivo de este trabajo es mostrar, en la línea sugerida por Nickles (1980, 1981) y desarrollada
por Sintonen (1985, 1996), no sólo que el «enfoque de resolución de problemas» y el «enfoque
de teorías» no son contrapuestos, sino que este último, mediante la versión de la concepción
semántica de las teorías conocida bajo el nombre de «estructuralismo metateórico», puede ser
utilizado para aportar precisión al enfoque de resolución de problemas, a través de la caracte-
rización más precisa del contexto teórico en el que se plantean los problemas y, de este modo,
de su individuación e historia, pudiéndose así distinguir dos tipos de «cambio problemático»:
«cambio en un problema» y «cambio de problema». Para ello, se presentará dicha propuesta y
luego será aplicada al caso del «hibridismo» de Mendel.
PALABRAS CLAVE
PROBLEMA CIENTÍFICO, ENFOQUE DE RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS, ESTRUC-
TURALISMO METATEÓRICO, HIBRIDISMO
ABSTRACT
The aim of this paper is to show, in the line suggested by Nickles (1980, 1981) and developed by
Sintonen (1985, 1996), not just that the «problem-solving approach» and the «theory approach»
are not incompatible, but also that the latter, in the version of the semantic conception of theories
known as «structuralist view», can be used to give precision to the problem-solving approach,
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 451-468. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
452 pablo lorenzano
by a more precise characterization of the theoretical context in which problems arise and, in this
way, to their individuation and history, distinguishing two types of «problem change»: «change
in a problem» and «change of a problem». In order to do this, it will be presented a proposal
that will be applied to Mendel’s «hybridism».
KEYWORDS
SCIENTIFIC PROBLEM, PROBLEM-SOLVING APPROACH. METATHEORETICAL
STRUCTURALISM, HYBRIDISM
I. Introducción
El objetivo de este trabajo es mostrar no sólo que el «enfoque de resolu-
ción de problemas» y el «enfoque de teorías» no son contrapuestos, sino que este
último, mediante la versión de la concepción semántica de las teorías conocida
bajo el nombre de «concepción estructuralista», «metateoría estructuralista»,
«estructuralismo metateórico» o «estructuralismo metacientífico», puede ser
utilizado efectivamente para aportar precisión al enfoque de resolución de
problemas, a través de la caracterización más precisa del contexto teórico en el
que se plantean los problemas y, de este modo, de su individuación e historia,
pudiendo así distinguir dos tipos de «cambio problemático»: «cambio en un
problema» y «cambio de problema». Para ello, se presentará brevemente una
propuesta, basada en la que efectúa Sintonen (1985, 1996) –quien a su vez sigue
el análisis y las sugerencias de Tuomela (1980)– y en algunas ideas de Hintikka
(1981), y luego será aplicada al caso del «hibridismo» de Johann Gregor Mendel,
con sus dos partes: la «teoría de Mendel sobre el desarrollo/evolución de los
híbridos» y la «teoría de Mendel sobre la fundamentación celular del desarrollo/
evolución de los híbridos».
II. La propuesta erotético-teórica: sobre el tratamiento estructuralista
de los aspectos erotéticos
1 Una generación científica puede verse como una comunidad científica con-
siderada desde un punto de vista sincrónico (Balzer, Moulines & Sneed 1987, § V.1.4;
Moulines 1991, § III.4.2).
2 Para una presentación completa de las nociones estructuralistas, ver Balzer, Moulines
& Sneed (1987).
una, en donde, como paso previo para poder resolver el problema de la hi-
bridación («¿pueden originarse nuevas especies a partir del cruzamiento de
especies preexistentes?»), que para Mendel era el problema central en la historia
evolutiva de los seres vivos, se propone encontrar «una ley de validez universal
sobre la formación y la evolución de los híbridos», es decir, encontrar el modo
en que los híbridos se desarrollan/evolucionan, lo cual realiza a partir de un
análisis estadístico de sus experimentos, básicamente realizados con Pisum, y
en donde formula «la ley de desarrollo/evolución encontrada en Pisum», que se
descompone en «la ley de la combinación simple de las características»5 y su
generalización, «la ley de la combinación de las características diferenciales»,6
esto es, una parte que se mueve a un nivel, digamos, más «empírico» o «fe-
nomenológico» y que corresponde a la máxima de la historia del desarrollo/
evolución de Schleiden;7 otra, en la que intenta fundamentar y explicar «la ley
de desarrollo/evolución encontrada en Pisum», que rige el comportamiento de
los «híbridos variables», pero también la ley que regiría el comportamiento
de los «híbridos constantes» –entre los cuales se encuentran, según Mendel
(1865), Aquilegia atropurpureo-canadensis, Lavatera pseudolbio-thuringiaca,
Geum urbano-rivale, algunos híbridos de Dianthus, los híbridos de las especies
de sauces y, de acuerdo con Mendel (1869), Hieracium–, mediante la relación
entre la producción y comportamiento de las células germinales y polínicas y
el de las formas (o características) constantes (Mendel 1865, p. 32) y, en última
instancia, en la naturaleza y comportamiento («constitución y agrupamiento»)
de lo que denomina «elementos» (Mendel 1865, p. 58) o «elementos celulares»
generales para la investigación de la naturaleza de Fries –acorde con las cuales las inducciones
e hipótesis son orientadas, juzgadas y justificadas.
5 «Si A denota una de las características constantes, por ejemplo la dominante; a de-
nota la recesiva y Aa la forma híbrida, así da la expresión: A + 2 A a + a la serie de desarrollo/
evolución para los descendientes de los híbridos para dos características diferenciales» (Mendel
1865, pp. 34-35).
6 «[L]os descendientes de los híbridos en los cuales se han unido varias características
esencialmente diferentes, presentan los miembros de una serie combinatoria en la que se han
unido las series de desarrollo para dos características diferenciales. Con esto se demuestra, al
mismo tiempo, que el comportamiento de cada dos (tipos de) características diferenciales es
independiente en la unión híbrida de cualesquiera otras diferencias en las plantas parentales»
(Mendel 1865, p. 40).
7 Schleiden (1849) enuncia la primera de las máximas guías del siguiente modo: «A.
Máxima de la historia del desarrollo/evolución [Entwicklungsgeschichte]. […] la única posibilidad
de alcanzar una comprensión científica en la botánica, y así el único e ineludible instrumento que
se origina por sí mismo en la naturaleza del objeto, es el estudio de la historia del desarrollo/
evolución [Entwicklungsgeschichte]. [...] toda hipótesis, toda inducción en la botánica que no
esté orientada por la historia del desarrollo/evolución [Entwicklungsgeschichte] debe rechazarse
incondicionalmente» (Schleiden 1849, 141,142, 146; énfasis del autor).
(Mendel 1865, p. 60), ya sea de una unión pasajera de los elementos celulares
diferenciales para explicar el comportamiento de los híbridos variables o de
una unión duradera de los elementos celulares diferenciales para explicar la
existencia de híbridos constantes, esto es, una parte que se mueve a un nivel,
digamos, más «teórico» y que corresponde a la máxima de la autonomía de
las células de las plantas de Schleiden.8 En la primera parte, Mendel propone
lo que se podría denominar la «teoría de Mendel sobre el desarrollo/evolución
de los híbridos» (MEH), en tanto que, en la segunda, Mendel sugiere lo que
se podría denominar la «teoría de Mendel sobre la fundamentación celular del
desarrollo/evolución de los híbridos» (MFC). A continuación presentaremos
un análisis estructuralista de ambas teorías.9
III.1. La teoría de Mendel sobre el desarrollo/evolución de los híbridos
(MEH)
Comenzando con la «teoría de Mendel sobre el desarrollo/evolución de
los híbridos» (MEH), su marco conceptual, o sea, la clase de sus modelos
potenciales Mp(MEH), se podría representar mediante estructuras como la
siguiente: 〈I, (Ci)i≤k, APP, MAT, DIST〉, en donde I representa el conjunto de in-
dividuos (progenitores y descendientes), que constituyen poblaciones vinculadas
por relaciones de consanguineidad, denominadas «familias», (Ci)i≤k el conjunto
de tipos de características (en donde cada conjunto Ci debería ser considerado
como una característica y los elementos ci ∈ Ci como rasgos o expresiones de
esa característica), APP una función que le asigna a los individuos sus rasgos
o características de cierto tipo o apariencia, MAT una función de cruza que le
asigna a dos padres cualesquiera su descendencia y DIST las frecuencias relativas
de los rasgos o características de cierto tipo observadas en la descendencia.
Los cuatro primeros de estos conceptos no son ajenos a las tradiciones
de los «criadores» y de los «hibridistas»; el que sí es «novedoso» es el que
representa el análisis estadístico que lleva a cabo de los cruzamientos y pro-
porciona las frecuencias relativas de los rasgos o características de cierto tipo
observadas en la descendencia: la función DIST, que describe la transición de
las características de los progenitores a distribuciones de características en la
descendencia. Sin embargo, a pesar de ser «novedoso», o sea, no «disponible con
8 La segunda de las máximas guías para la botánica es formulada por Schleiden del
siguiente modo: «B. Máxima de la autonomía de las células de las plantas. [...] en lo esencial
la vida de las plantas debe estar contenida en la vida de las células […] toda hipótesis, toda
inducción que no apunte a explicar los procesos que ocurren en la planta como resultado en
los cambios que tienen lugar en las células individuales debe rechazarse incondicionalmente»
(Schleiden 1849, 146, 148; énfasis del autor).
9 Para un análisis estructuralista alternativo de lo que allí se denomina «la Teoría de la
Hibridación de Mendel», ver Casanueva (2002).
Los vínculos que MEH tiene con otras teorías (pre-teorías, proto-teorías,
«folk-theories») subyacentes, presupuestas, por medio de las cuales se determi-
na la extensión de aquellos conceptos que son MEH-no-teóricos, o sea, de los
conceptos simbolizados como I, (Ci)i≤k, APP, MAT y DIST son los siguientes.
Para determinar la extensión del concepto de individuo (biológico) I bastaría
alguna «teoría» proveniente del conocimiento común (simbolicemos este vín-
culo por medio de λ1), permitiendo establecer la «interpretación intencional
básica» de este conjunto base principal. Eventualmente, lo mismo ocurriría con
el concepto de rasgo o tipo de característica (Ci)i≤k y con el de apariencia APP;
en caso de que no bastara cualquier «teoría» proveniente del conocimiento
común, podría llegar a hacerlo con una un poco más sofisticada, del tipo de
la que ya encontramos en posesión de los criadores de animales, cultivadores
de plantas e hibridistas de especies hacia fines del siglo XVIII (simbolicemos
este vínculo mediante λ2). A través del concepto de cruzamiento de individuos
que dejan descendencia MAT, el mendelismo se vincula con alguna teoría de
la reproducción biológica (y, a través de ella, con la teoría celular), aun cuando
ésta no sea demasiado elaborada o detallada (simbolicemos este vínculo por
11 «No puedo en esta ocasión reprimir la observación de cómo debe ser llamativo que
los híbridos de Hieracium observan, en comparación con los de Pisum, un comportamiento
directamente opuesto. Tenemos que tratar aquí evidentemente sólo con fenómenos aislados, que
son el resultado de una ley general más alta.» (Mendel 1870, p. 1270).
–«cuál»– más manejable) se convierte en una pregunta más pequeña («¿es ésta
la ley especial que rige este particular conjunto de aplicaciones Ii(MFC)?») que
podemos responder por sí o por no.
Hipótesis similares se propondrían para tratar el caso de híbridos variables
en donde se consideren cuatro características diferenciales con distribución
9:3:3:1 y, ligereamente diferentes, para el caso de los híbridos constantes. Tanto
en un caso como en el otro la pregunta inicial se convierte en una pregunta más
pequeña («¿es ésta la ley especial que rige este particular conjunto de aplicaciones
Ii(MFC)?») que podemos responder por sí o por no.
Si ahora comparamos las preguntas que se formulan e intentan responder
y/o los problemas que se plantean e intentan resolver en el hibridismo de Mendel,
podemos decir lo siguiente.
Las distintas preguntas que se formulan y los problemas que se plantean
dentro del marco de cada uno de los respectivos paradigmas –el de MEH y el
de MFC– constituyen, en todo caso, reformulaciones más precisas de uno y
el mismo problema, perteneciendo así al primer tipo de cambio problemático
identificado en la sección II o «cambio en un problema».
Sin embargo, las preguntas que se formulan y los problemas que se plantean
en MEH son claramente distintos de aquellos que son formulados y planteados
en MFC: tanto los enunciados interrogativos como las preguntas completas,
dadas no sólo por dichos enunciados, sino también por los respectivos para-
digmas, son diferentes.
Es así que, en el paso de MEH a MFC, nos encontramos frente al se-
gundo tipo de cambio problemático identificado en la sección II o «cambio de
problemas».
V. Conclusiones
En este trabajo se intentó mostrar que la oposición entre el enfoque de
resolución de problemas y el enfoque de teorías es sólo aparente, ya que, según
se vio, los problemas solamente pueden ser identificados sobre la base de teorías
y, más aún, los problemas heredan su estructura de las teorías, que los refinan
y dan una guía heurística en la búsqueda de respuestas.
Más aún, vimos que el estructuralismo metateórico puede precisar el
enfoque de resolución de problemas, ayudando a proporcionar un criterio de
identidad para preguntas, pues la estructura de los problemas refleja la estruc-
tura del elemento teórico básico y de la red teórica de la que ellos descienden,
y, así, contribuyendo también al análisis de la historia de los problemas (y sus
respuestas), permitiendo distinguir entre dos tipos de cambios problemáticos:
«cambios en un problema» y «cambios de problema».
Esto se hizo a partir de una propuesta erotético-teórica, basada en la que
efectúa Sintonen (1985, 1996) –quien sigue análisis y sugerencias de Tuomela
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Klasse der Königlich Sächsischen Gesellschaft der Wissenschaften, 29 (1905),
pp. 1237-1240.
Líneas de investigación:
Filosofía General de la Ciencia, filosofía de la biología, historia de la biología, historia de
la filosofía de la ciencia
Publicaciones recientes:
(2012) «Estructuras y aplicaciones intencionales: inconmensurabilidad teórica y compa-
rabilidad empírica en la historia de la genética clásica», en Lorenzano, P. y O. Nudler (eds.),
El camino desde Kuhn. La inconmensurabilidad hoy, Madrid: Editorial Biblioteca Nueva, pp.
289-350.
(2012) «Who Got What Wrong? Sober and F&PP on Darwin: Guiding Principles and Ex-
planatory Models in Natural Selection» (escrito con José A. Díez), Erkenntnis, DOI: 10.1007/
s10670-012-9414-3, Online First Articles.
JON UMEREZ
IAS-Research – Philosophy of Biology group
Depto. de Lógica y Filosofía de la Ciencia
Universidad del País Vasco (UPV/EHU)
RESUMEN
Si los elementos conceptuales que caracterizan el organicismo del siglo XX son la centralidad
del organismo, la perspectiva sistémica y el pensamiento jerárquico en términos de niveles
de organización, planteo que el enfoque jerárquico es la «marca» de una perspectiva propia o
genuinamente sistémica. De forma complementaria, defiendo que la ausencia de un enfoque
genuinamente jerárquico en algunas propuestas actuales, por ejemplo, en el campo de la emer-
gente biología de sistemas, es indicativo del diferente origen y ambición de tales planteamien-
tos. Como ilustración específica de este planteamiento presento la larga trayectoria del trabajo
experimental y teórico de Paul A. Weiss.
PALABRAS CLAVE
BIOLOGÍA SISTÉMICA, JERARQUÍA, ORGANICISMO, PAUL A. WEISS
ABSTRACT
If the conceptual traits that characterize XXth century organicism are centrality of the organism,
systemic perspective, and hierarchical thinking in terms of levels of organization, I maintain
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 469-483. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
470 jon umerez
that hierarchical thinking is the «mark» of a properly or genuinely systemic perspective. Com-
plementarily, I claim that the absence of a genuinely hierarchical approach in some current
proposals as, for instance, within the emerging area of systems biology reveals the diverse
origin and ambition of those positions. As a specific example I present the long trajectory of
experimental and theoretical work of Paul A. Weiss.
KEYWORDS
SYSTEMS BIOLOGY, HIERARCHY, ORGANICISM, PAUL A. WEISS
I. Introducción
Hay al menos tres amplios elementos conceptuales que caracterizan, de
modo bastante patente, el significado filosófico de las corrientes organicistas
vinculadas a la biología del desarrollo de principios del siglo XX: centralidad
del organismo, perspectiva sistémica y pensamiento jerárquico en términos de
niveles de organización.
La hipótesis que pretendo explorar en este trabajo mantiene que uno
de los aspectos cuya fortuna merece ser escrutada, desde un punto de vista
epistemológico, como señal de la persistencia del Organicismo (y la Biología
Teórica) de principios del siglo XX en décadas posteriores, es, precisamente,
el pensamiento jerárquico pues se da la circunstancia de que tanto su presencia
como su olvido coinciden con una actitud más general (favorable o contraria,
respectivamente) con el organicismo en las ciencias de la vida. Incluso aunque
esta visión jerárquica sea, en algunos casos, el único indicio aparente de la
visión más abarcadora. Propongo afianzar la hipótesis analizando el caso de
Paul Weiss como muestra representativa de esta perspectiva.
De forma complementaria, planteo que la ausencia de un enfoque genuina-
mente jerárquico en algunas propuestas actuales, por ejemplo, en el campo de
la emergente biología de sistemas es indicativo del diferente origen y ambición
de tales planteamientos.
II. Organismo, organización y jerarquía
Este trabajo se inserta en el marco de la investigación acerca de la presencia
y evolución de la biología teórica de corte organicista a lo largo de siglo XX,
formulada e iniciada en un trabajo previo publicado en Ludus Vitalis (Etxeberria
& Umerez 2006).
Ahí mantenemos que la cuestión acerca de la organización biológica ocupa
un lugar central entre los problemas teóricos a los que se enfrenta la Biología
de la primera mitad del siglo XX. Una buena parte de las tradiciones que cons-
tituyen el ámbito de la Biología Teórica de esa época se ocupan de clarificar los
De forma más precisa y cuantitativa se podría indicar que, tal y como señala
Brauckman (en tiempos pre-Web of Science o pre-JCR), apareció reseñado como
uno de los 250 primeros autores más citados para el período 1961-1975 (Garfield
1977, citado en Brauckmann 2003, 5). Asimismo, a lo largo de su carrera, fue
merecedor de numerosos premios, títulos honoríficos y otros reconocimientos,
entre ellos la National Medal of Science, otorgada por Carter en 1979. A pesar
de esos éxitos, al final Sabine Brauckman se pregunta:
Recalling Weiss’ contributions to the biological sciences and the many awards
and honorary degrees he received, it is astonishing that historiography of biology
has barely recognized the role that Weiss played in American biology of the 20th
century. About the reasons one might speculate […] (Brauckmann 2003, 5).
Tal vez esas razones sobre las que sólo podemos especular tengan que ver
con el propio «purgatorio» de los enfoques sistémicos durante gran parte del
siglo XX. No obstante, algo más de 30 años antes, en cierto sentido en la cima de
su influencia (teórica, «filosófica»), June Goodfield puso a Weiss como ejemplo
de «buen» anti-reduccionista:
And amongst the antireductionists of the twentieth century we can find one example
of a biologist whose ideas stand out as brightly coloured threads in the fabric of
theoretical and philosophical biology. For, as a first-class experimentalist, whose
laboratory ‘hardware’ both in terms of empirical results and conceptual innovation
is widely recognized and appreciated, Paul Weiss stands apart from the majority
of antireductionists in the organismic school of biology. For above all he is an
experimentalist, whose philosophical statements have been backed up by a wealth
of empirical detail, […] (Goodfield 1974, 73)
Es más, Weiss da a entender que habría que tener en cuenta una especie de
memoria interna, dado que la experiencia previa parece jugar un papel impor-
tante. En general, aunque en otros términos, pone de manifiesto la relevancia
de la dinámica interna y los procesos de auto-organización presentes con sus
capacidades de equilibrio y compensación.
Como resultado de su investigación, Weiss ofreció una sólida crítica a la
teoría mecanicista de los tropismos de Loeb, mostrando que se basaba en asumir
que la similitud de movimientos en diferentes casos tenía que ser debida a una
identidad en hipotéticos mecanismos subyacentes, y ofrecía alternativamente
«una teoría general de sistemas del comportamiento animal» (ref. Weiss 1969)
que implicaba un explícito enfoque jerárquico.
Weiss señala en esos trabajos (1922, 1925) que la dinámica interna es más
compleja y diversa. En suma, su famosa afirmación de que «los organismos no
son marionetas operadas por los hilos del entorno» («organisms are not puppets
operated by environmental strings»):
[…] the beginning and the end of a behavioral act could often be unequivocally
correlated with a cue from the environment, but the execution of the given act
was found to be so variable and indeed unique in detail, from case to case and
from instance to instance that it was gratuitous to maintain that the attainment of
essentially the same result regardless of the variety of approaches is simply the
blind outcome of a chain of seriated steps appropriately pre-designed by evolution
to lead to that end. (Weiss 1969, 4).
Conceptually the life sciences are entering a phase of maturation. Yet, time has
come when growing knowledge is forcing them to cease acquiescing in noncom-
mittal symbolic cover terms for properties of living systems such as «growth»,
«organization», «specificity», «metabolism», etc., and to go on to describe preci-
sely and without equivocation the factual content of the phenomena thus labeled.
And if one pursues this course judiciously […] one comes to the realization that
the trend from naïve microdeterministic causality toward macrodeterministic
«system» theory is inexorable (Weiss 1971, vii).
También hay que destacar, entre otras aportaciones, trabajos teóricos como
el famoso «1 + 1 ≠ 2» (Weiss 1967), con su amplio repertorio de ejemplos empíri-
cos; la extensa y profunda contribución al Simposio que organizó Arthur Koestler
en Alpbach, Beyond Reductionism, titulada «The living system: determinism
stratified» (Weiss 1969);3 o el más divulgativo «The System of Nature and the
Nature of Systems: Empirical Holism and Practical Reductionism Harmonized»
(Weiss 1977); así como su libro de reflexión acerca de las ciencias de la vida
(Weiss 1973). En todos estos trabajos, así como en su carrera como científico
y teórico en las décadas anteriores, Weiss practica y defiende con rigor y pro-
fundidad una perspectiva que considero que puede ser de utilidad para abordar
cuestiones y debates abiertos de nuevo en la actualidad.
En este sentido, se puede apuntar brevemente que además de desarrollar
los conceptos claves de este enfoque como los propios de sistema, organización,
jerarquía o constricción, fruto de su interés por la epistemología y la teoría del
conocimiento, desarrolla también una dialéctica entre abstracción analítica y
reconstrucción sintética en términos de pérdida dialéctica de detalle e infor-
mación. Asimismo, a raíz de esas reflexiones adopta posiciones complejas en
términos de complementariedad acerca de la dicotomía atomismo/holismo y
propone una idea de determinismo estratificado sin dejar de insistir en la génesis
de la organización a partir de la organización. Por último, me gustaría mencionar
que elabora también su claro posicionamiento contra el determinismo genético
y, en concreto, su escepticismo con respecto al (mal)uso de «información» y,
principalmente del lenguaje asociado (con verbos o acciones); así como su crítica
de esos conceptos en tanto que forma de antropomorfismo y, consecuentemente,
como forma de rehuir la cuestión.
La elección de Weiss como hilo conductor de esta exploración se basa en
la continuidad personal que establece su trayectoria de más de 50 años (a dife-
rencia por ejemplo de Needham) y en su trabajo experimental en los campos de
la embriología y la neurología, lo que hace del suyo un caso excepcional como
ha explicado Haraway en detalle (1976) o como indica June Goodfield en su
más que elogiosa apreciación previamente citada.
VI. Conclusiones
Volviendo a la tesis del marco conceptual (Exeberria & Umerez 2006) en el
que se enmarca este trabajo, mantenemos las constatación de que en estos últimos
años se vuelven a abrir, al menos potencialmente, nuevas oportunidades para los
enfoques de corte organicista y sistémico. Señalábamos allí que esta reapertura
se podía deber a la coexistencia de dos factores: por un lado, el propio éxito de
la biología molecular que pone al descubierto sus limitaciones explicativas (ex-
presión, regulación) y, por otro, la prudentemente exitosa irrupción de enfoques
renovados como los relacionados con las llamadas ciencias de la complejidad y
de sub-disciplinas con capacidad de ofrecer innovaciones teóricas y resultados
empíricos como la Evo-Devo o los estudios de sistemas auto-organizativos. Todo
ello unido al desarrollo, tanto desde enfoques tradicionales como alternativos,
de herramientas formales y computacionales de gran capacidad que permiten
superar los desafíos del reduccionismo (Gilbert & Sarkar 2000)
Así, podemos constatar que, por ejemplo, un número especial en Science
dedicado a la Biología de Sistemas tiene por título genérico «Whole-istic Bio-
logy» (Chong & Ray 2002) y contiene explícitamente, por ejemplo, referencias
a ideas de las ciencias de la complejidad o a von Bertalanffy, aunque paradóji-
Agradecimientos
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Líneas de investigación:
Filosofía de la biología, Filosofía e Historia de la ciencia, sistemas complejos y Vida Ar-
tirficial, biología y sociedad, percepción social de la ciencia
Publicaciones recientes:
UMEREZ, J. (2009) «Where Does Pattee’s “How Does a Molecule Become a Message?”
Belong in the History of Biosemiotics». Biosemiotics 2(3): 269-290 (answer in Pattee, H.H.
(2009) «Response by H.H. Pattee to Jon Umerez’s paper: “Where Does ....” ». Biosemiotics
2(3): 291-302).
RUIZ MIRAZO, K.; UMEREZ, J. & MORENO, A. (2008) «Enabling conditions for
‘open-ended evolution’». Biology & Philosophy 23(1): 67-85. Available online [0169-3867
(Print) 1572-8404 (Online) DOI 10.1007/s10539-007-9076-8].
RESUMEN
Obituario en homenaje a Carlos Castrodeza.
PALABRAS CLAVE
CARLOS CASTRODEZA, DARWINISMO, FILOSOFÍA DE LA BIOLOGÍA
ABSTRACT
Obituary in honour of Carlos Castrodeza.
KEYWORDS
CARLOS CASTRODEZA, DARWINISM, PHILOSOPHY OF BIOLOGY
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía: Suplemento 18 (2013), pp. 7-24. ISSN: 1136-9922
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
488 raúl gutiérrez lombardo
días antes del coloquio José Sanmartín me envío un correo diciéndome que
Carlos había fallecido.
Hace unos días, los últimos del mes de noviembre de 2012 para ser exactos,
tuvo lugar el primer congreso de la AIFIBI (Asociación Iberoamericana de
Filosofía de la Biología) y Antonio Diéguez, organizador del congreso y primer
presidente electo de la asociación, me extendió una invitación para participar
en un homenaje a Carlos Castrodeza. Me sentí honrado al aceptar y acudí a
la reunión exclusivamente para eso. Le propuse a Antonio como título de mi
intervención, Shakespeare dijo: La vida es un cuento narrado por un idiota,
lleno de sonido y furia, que nada significa (Macbeth), seguido de, Castrodeza
hubiera estado de acuerdo con Woody Allen que dijo: La vida es un proyecto
estúpido y la única manera de sobrevivir es contándose mentiras (entrevista
2009), porque pensé que a Carlos Castrodeza le hubiera gustado, o todavía mejor,
hubiera estado de acuerdo con el director de cine por eso de que «la aparición
más o menos gradual de la autoconsciencia, así como su mantenimiento, es una
adaptación fomentada por el “engaño a sabiendas” (o sea, la mentira), como
una manera de hacer del engaño una estrategia de supervivencia más eficiente
por momentos que la derivada del autoengaño», Castrodeza dixit; (paréntesis
de un servidor). Lo interesante de señalar aquí es que dicha idea se repite con
frecuencia en autores del mundo «cultural», no así del «científico». Baste otro
ejemplo en El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez: La
vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir.
En su intervención en el homenaje a Carlos Castrodeza, José Sanmartín,
quien además de hablar y contar anécdotas del amigo, soltó una noticia que me
cimbró hasta los huesos. Virpi le había dejado como legado la biblioteca personal
de Carlos y él, a su vez, después de consultarlo con ella, consideró que el mejor
lugar para depositar ese legado era el Centro de Estudios Vicente Lombardo
Toledano, que posee una de las bibliotecas de historia y filosofía de la ciencia
más importantes de México. Nunca tendré suficientes palabras para agradecer
ese gesto de generosidad, pero sí que puedo hacer todo lo posible para estar a
la altura de tan excepcional circunstancia.
Contar con la biblioteca, conformada a lo largo de una vida de trabajo fecun-
do de uno de los grandes filósofos de la biología de España y de Iberoamérica,
no tengo duda alguna, es un gran honor y una gran responsabilidad. Para ello
constituiremos una sala especial que llevará el nombre de Carlos Castrodeza,
la cual albergará los más de 1500 títulos, el número exacto lo sabremos una vez
catalogada, para que pueda ser consultada por los actuales y futuros filósofos
de la biología de nuestra región del mundo.
La última noche que estuve en Valencia cenando con José Sanmartín, su
esposa Gloria, Jorge Martínez Contreras, y Pilar mi esposa, José comentó, a
propósito del congreso que recién había terminado, que la filosofía de la ciencia