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Venado de piedra

Darío Medina

Venado de piedra
1996-2013
Sentí que si no escribía una justificación de este Venado de
piedra, no estaría terminado como libro. Habría que hablar entonces
de climas: el de Cabure, mi Acuario de Humo; y el de Coro, la aridez
en donde se me dio escribir Epigramas. Y por supuesto, tanto la
neblina como este lugar por donde pasa un río de piedras, sólo de
piedras, tienen sus personajes. Los de Cabure, vistos por los ojos
del niño que fui, en su fábula; los de Coro ─no sé si más
humanos─, vistos por el hombre que ve en sí mismo, y en el otro, lo
ironizable. Y habría que hablar de esa búsqueda que desde mi
infancia, y entre lo vivido y lo leído, bien puede definirse como ─¿por
qué no?─ metafísica. Y tendría que asumir lo dicho como parte de
los cambios de mi vida y mi escritura. De allí: Acuario de Humo,
Epigramas, De Dios, De la vida: Venado de piedra.
D. M.
Coro, mayo de
2013
Para Josías, Carla, Ángel Darío,
David Alejandro, Óscar Iván
y Miguel Eduardo,
mis hijos.
Profanó el Tofet del valle de Ben
Hinnom, para que nadie hiciera
pasar por el fuego a su hijo o a
su hija en honor de Mólek.
2 R 23 10
Ellos,
Los hijos,

Son el camino,
La verdad y la vida:

El Hijo.
ACUARIO DE HUMO
Con Alfredo Madriz
Gamboa
y Elsie López Loyo.
La espléndida imaginación de estas gentes
ha creado la leyenda del venado de piedra,
que por más disparos que se le hagan
jamás lo matan…
Agustín García, Urupagua,1932.

Venado es vocablo antiguo, muy antiguo; aunque en lugares


extraños para nosotros prefieren decir ciervo. En la antigüedad ha
sido, y es, símbolo del árbol que a su vez representa la vida: su
cornamenta semeja ramas de árboles; mientras en culturas
americanas precolombinas sugiere la vida incesante: sus cuernos se
renuevan, como revive periódicamente la naturaleza. Estudiosos
destacan cómo en la simbología cristiana el venado en su imagen de
mayor privilegio: con una cruz en medio de la cornamenta,
ejemplificaba el esotérico vínculo: árbol-cruz y árbol-cornamenta. Es
la criatura natural que sabe reconocer las plantas curativas (la
sabiduría). Su cornamenta busca las alturas y su vida es solar (la
claridad). Y esa índole sabia y esa conducta, sólo dable al amparo
de la luz de día, lo convierten, por antonomasia, en elegante y
diáfano símbolo de la fuerza positiva y noble.
Piedra es naturaleza hecha símbolo: la firmeza, la
permanencia, el auspicio de la memoria. No es casual que el
discípulo Petrus sea la piedra angular de la Iglesia. Es, en su forma
esencial, la unidad, la potencia integrada; y cuando está hecha
pedazos, cada uno de ellos es una pequeña fuerza, a la espera de
una nueva fusión: es la desintegración en unidades siempre aptas
para la suma. De hecho, a diferencia de la naturaleza vegetal y
animal, sugiere lo estable, lo sólido, lo duradero; difícilmente
cambiable. Es objeto mágico por excelencia. Ha habido, y hay, toda
una vasta pedrología anímica y curativa, de la más vieja estirpe.
Inclusive en la tradición romana e hispánica surgen curiosas
derivaciones mágico-religiosas como la piedrabezar y la
piedradeláguila. Para los alquimistas la piedra filosofal representaba
lo que, de otra parte, es maridaje en el ser humano: la unidad de los
contrarios; vale decir: la perfección integral.
La conjunción del venado y de la piedra se cumple en imagen
integrada: Venado de piedra: simbolizante fusionado que habita y
recorre todo este libro de Darío Medina. Es una denominación no
sólo simbólica, sino fantasmal. El Venado de Piedra habita en toda
una dimensión territorial de la geografía y del imaginario popular. Su
materialización, a los ojos míticos y a los ojos del poeta (que es más
o menos lo mismo), no niega, sin embargo su legítima pertenencia al
mundo intangible y auténtico de duendes, trasgos, quimeras,
encantos y apariciones.
Gustavo Luis Carrera, Venator
spiritu,

JACOBO DA VARAGINE,
“Leggenda Aurea”, CLVI

Jinetes cazadores descubren unos ciervos.


Se precipita el ímpetu, ya inminente la presa.
Corren juntos los ciervos. Tras el mayor, aparte,
Se abalanza un doncel, Plácido, velocísimo.
El ciervo vuelve, brusco, la cabeza y se para,
Valiente en una altura. Entre los cuernos Plácido
Divisa un resplandor con una cruz y un rostro.
“Quieres cazarme. ¡No! Te cazaré yo a ti”,
Dice el rostro. “─¿Quién habla? ─Tu salvación. Soy Cristo.”
Al suelo cae el hombre,
que será San Eustaquio.

Jorge Guillén
Rosario

No había nacido

Andaba en penumbras
con los animales del patio
y el aliento de la hierbabuena

La neblina era humo


de los primeros tiempos

Mi padre
un señor emplumado
un gallo más

La vida llegaría
con Usted
que con su cuerpo

iría iluminando el patio


hasta encontrarme
Lo primero que se asoma a este pueblo, y lo último,
es la neblina.

Por la mañana arrastra su cal desde aquellas


cumbres que muy rara vez, como hoy, se dejan ver.

Por la tarde disimula la llegada de la noche


blanqueándola de orilla a orilla.

Sólo a eso de las once, las ceibas y los bucares


comienzan a hacer su entrada, enseñando, primero,
sus troncos mohosos; luego, los brazos estirados
hacia arriba; y después, mucho después,
la trabazón, el coropito.

Los cantos de los pájaros van llenando en las ramas


sus cuerpos de plumas; a las casas se les marcan
las puertas y a la gente las caras.

Pero cuando el día no ha salido bien de las primeras


horas de la mañana, y cuando está volteando para
el lado de la noche, nos sentimos como encerrados
por la neblina o, hay quien dice, por la costumbre.

El pueblo entonces debe ser poco visto por quienes


viven por allá.

Humo blanco debemos parecer en sus ojos.

Disueltos aquí.

Neblinas.
En los viajes de la casa
las puertas no dan a la calle

Corren a la sala
o qué sé yo
al patio

El olor del café habita el lugar


de la albahaca

Las sombras caminan


hacia otros aleros
Las sombras caen
desde otros aleros

De la sala al zaguán
mudan de piel
los ladrillos

La memoria de una ventana


se quiebra en el nuevo pilar

Tropiezo con perros


que hacen la siesta
de gatos barcinos

Me hundo
en sus sueños

Me voy con sus juegos

en los viajes de la casa


Yo creí que los primeros señores de mi pueblo
habían sido los duendes o aquellos hombres que,
cansados de sus vidas, se volvieron venados
de piedra.

Yo había creído ver en las fábulas y sus primeros


verdes, sombreros enormes, pezuñas mortíferas.

Pero resulta que en el principio de los tiempos


fueron Los Cahures, y que éstos perdieron su ser
plural y hasta la h muda de su lugar tranquilo,
y se volvieron tierra de un solo nombre y b bífida.

Yo había creído todo aquello.

Así como sigo creyendo que estamos a la altura


de la neblina y no (aunque así sea) a seiscientos
metros sobre el nivel del mar.

Creí también que mi pueblo siempre había sido


su propio dueño. Y ahora me dicen que no:
que fue vendido al Capitán de Milicia Pedro
Francisco Rivero por Doña Francisca de Medina.
La misma que en documento colonial dice:

Otorgo y conozco que vendo y doy en venta real


y perpetua enajenación por ahora y para siempre
al Capitán Pedro Francisco Rivero, las fanegas
de los Cahures.

Y sucedió en aquel nuestro principio algo tal vez


risible, ¿histórico?:

Pedro Francisco Rivero donó en perpetua enajenación


la tierra de Los Cahures, a nosotros, Los Cahures.
Iba de un lugar a otro de la casa
con su lumbre oscura
pulida
en aquellas noches
en que un pájaro gris
le anunciaba la muerte
al hombre de las fotografías
para recordarse
para saber
que aún estamos aquí

Mi hermano Adán le puso el nombre


Se lo robó de una novela de radio
y se lo puso
Yeti

Un jaguar huyendo de la selva


y de su Rey Blanco Taguarí

Y volviéndose
un perro pequeño

Un trozo inquieto de oscurana


que salía a brillar en el juego
de los escondidos

En los mismos en que a eso de las seis


me llamaba con su lengua húmeda
y yo
me aquietaba con la caída
de mis párpados

y Yeti salía a pulir su brasa oscura


en ese animal enorme

perra encantada

la noche
Había que estarse ahí, con los párpados abiertos
y atravesados por la lengua de la vela que fluía
diminuta y hacedora de imágenes.

Había que estarse, digo, aguantando las palabras


a medio rezo para que no resbalaran hasta el otro
cuarto donde estaba él, según rogábamos,
durmiendo.

Y eso era todas las noches.

Yo no creía mucho en las imágenes de los santos,


porque a un asomo del sueño podían rebelarse
y no hacer el milagro de mantenerlo dormido hasta
el otro día, cuando saliera a echarse el otro, uno
no más, que con esta malévola me está llevando
el diablo.

Y eso era todos los días. Todas las noches.

La vela ahí: sosteniendo con el humo las imágenes


en lo alto de la pared, porque allá no las alcanza,
hijo, cuando le da por ofenderlas, para después ir
a meterse allá, en el de la esquina.

─¿Con quién más está?


─Con los de siempre.
─Pero si Andrés murió, y murió Saúl, y murió...
─No, no. Parece que la muerte no puede con la costumbre,
y de nuevo están con papá, como todos los días...

Todas las noches.


Oscura memoria
suma el nombre
de mi padre
en mí

Pero no eres sombra


─dice mi madre─
eres
la imagen de aquel
enardecido

La viva imagen
Venado de piedra

Mi padre llega silbando una canción en la que yo imagino


el olor de los primeros tragos.

Ya está ─dice mi madre─ y los espacios de la casa


se descomponen.

Sólo queda el patio con mis animales


y hacia allá corro.

Me abismo en el agua del pozo donde los patos


sueltan burbujas que al estallar crecen en círculos
y se escapan por la orilla.

Pero hasta ahí llega mi padre.

Entonces salto la empalizada y comienzo a correr hasta


alcanzar el cerro más empinado, donde, sobre mis pezuñas
y en el rojo encendido de mi pelambre, me burlo de la bala
compuesta con sal, oraciones, sahumerios:

Brujería con la que mi padre no podrá matar


el venado de piedra que ahora soy.
Mi tía lee palabras bíblicas
en las que una mujer se convierte en estatua de sal
al volver su rostro a la ciudad impura

Yo busco esa imagen porque un cuerpo de sal


debe ser sudoroso
debe envolverse en trapos
como mi tía
para cubrir tentaciones

Mi tía
la que guarda las manos en bolsillos profundos
se oculta a todos
menos a mí

con mis doce años


y su respiración todas las noches acosándome

Diciéndome que la noche se cierra para que uno


esté en el cuerpo del otro

Que gira de puertas adentro y podemos palparnos


con dedos
labios
pero adentro

De Isabel
apenas si recuerdo la imagen
de una anciana encorvada
sigilosa
seguida por su sombra

Luego vendrían otras imágenes


pero ya en la memoria enamorada
de mi abuelo:

Isabel tendiendo trapos sagrados


en las grietas de la neblina

Isabel saboreando sueños


bajo las ramas de lluvia de oro

Isabel leyendo palabras


─sólo esas

que mi abuelo escribiera


en el libro de oraciones
de Isabel

Afuera el poste dejaba caer su luz amarilla y lerda sobre los giros
de la neblina.

Adentro jugábamos penitencias.

La luz apenas tocaba la humedad de la acera y más allá


de su círculo estaba la oscurana.

Pero esa noche la muchacha grande dijo que nadie iba a salir
a buscar piedritas o ramas por donde daba miedo, sino que los tres
nos íbamos a quedar adentro, pues las penitencias serían
ahora diferentes.

Sentí pánico.

Yo nunca supe cómo pudo darse cuenta la muchacha grande


de lo que me estaba pasando de unos días para acá.
Porque eso de que me estuviera echando más bilcrín y agua
de colonia, y que a cada rato llegara a su casa y me pusiera
a contemplar a su hermana menor, no quería decir nada.
Pero así y todo, tuve que pagar las penitencias, que por casualidad,
me tocaron todas a mí.

─La penitencia es besarle la mano.


─Esta vez la mejilla.
─Volviste a perder, y ahora tiene que ser aquí.

Entonces llegó el momento en que la muchacha grande se fue


a dormir y nosotros comenzamos a inventar nuestras propias
penitencias.

Y afuera el poste debía seguir alumbrando sólo su círculo


de neblina, pues cuando más tarde salí a la calle, ni siquiera
le sacó sombra a mi cuerpo.

O tal vez sí; pero yo no supe de nada.

Así como no quise saber y me dio igual las palabras y correazos


con que papá castigó mi primera llegada a deshoras de la noche.

Sus dedos recorren aguas grabadas


en la pared
Bosque húmedo

De la almohada a sus sienes


saltan grillos
Astillas de insomnio

El fuego de la vela entra desnudo


en su cuerpo

De la vela salen las imágenes de los santos.


Se pegan a la pared luego de haber desalojado
alguna telaraña que en lo oscuro atrapa moscas, taritas.

Aquel rostro, el de en medio, es el Corazón de Jesús;


y por allá está la Madre Emilia, formándose con delgadas
hebras de lumbre.

La vela termina de crear su llama y aparecen todas


las imágenes.

Ahora contemplan a la mujer que reza y apenas


si se nota porque está para el lado donde la vela
da sombra.

En la calle, nadie puede mirar el seretón que aprieta


entre sus dientes un hueso de pájaro y ha rezado
la oración de San Cipriano al revés.

El seretón que todas las noches penetra con su ojo


la rendija del cuarto de las imágenes y espera
la desnudez que ilumina el cuerpo. El deseo sin nadie.
Nada tiene de extraño que uno de estos días
la casa amanezca del color
con que los gatos miran la noche

Porque desde que ella llegó


con sus ojos verdes
grises
todo
desde las columnas de sol
que se cuelan por las ventanas
hasta la página del cuaderno
donde escribo
pasan del verde al gris
del gris al verde
según sea lo tocado por su mirada


desde que ella nos habita
no hay lugar de la casa donde no se sienta
miedo

Y es por eso que la hemos ido abandonando


mientras decimos

Está bien que los sueños nos transformen


pero ¿quién ha visto
o por lo menos imaginado
que en plena vigilia
la casa se vuelva del color
con que los gatos miran la noche?

Su presencia era una forma de silencio inquietante.


No sabíamos cuando llegaba, o tal vez era
que sus buenos días se evaporaban, como casi
le sucedía a él, o a ella.

Porque en verdad, daba lo mismo que aquella criatura


llevara un turbante deshilachado, o que un sombrero
descansara sobre sus rodillas.

Era sólo presencia, aunque a uno le diera por creer


que a lo mejor venía a pedir o vender algo, y que
al sentarse allí, la timidez la había hundido en el puro
cuerpo.

Pero ahora se me ocurre pensar que sólo por mí venía;


pues si no: ¿qué tanto hace su imagen en esta pequeña
memoria?

Aunque las puertas se mecieran de par


en par
él nunca salía

Se quedaba pendiente de las espirales


creadas por la telaraña allá en el techo

O de las imágenes que en las paredes


iba grabando la decrepitud de la cal

Hasta ir cayendo en el sueño que repetía


a un viejo en una sala grande

Con un látigo en la mano


matando hormigas

Si regresaba del sueño


volvía a oír las palabras de su abuela

Acuérdate que vienes


de una familia de tarados

Acuérdate que tu abuelo y tu padre


enloquecieron en esta misma sala

Uno
con los ojos clavados allá en el techo

El otro
imaginando seretones y duendes de cal

Acuérdate.

Desde siempre debió estar allí, pues nadie nos llegó


a contar de su llegada, ni del tiempo en que los ojos
se le fueron llenando de humo blanco.

Lo llamaban Trino Pelón.

Quienes se atrevían a nombrarlo, así lo llamaban;


mientras que a nosotros apenas si se nos ocurría
pasar frente a su casa.

Pero una vez mi hermano Adán llegó a ver su cara


y me dijo que tenía el color de la ceniza.

Eso no más vio, porque el miedo lo sacó volando.

Fue entonces cuando comenzamos a andar por otra


calle. No volvimos a pasar por el frente de una puerta
que sólo tenía marco para el hombre muerto que,
todavía, siento que nos llama.

Yo creí que Cachano se ponía lentes negros


para ocultar lo que sólo él veía
Creí que guardaba entre sus párpados
apariciones de algún muerto
rostros de seretones

Por lo demás
¿cómo explicarse que oscureciera
su mirada para atravesar la neblina?

Cachano usaba un garrote que adivinaba


las piedras que bajaban y subían en Cabure

Un garrote que no pegaba ni daba miedo

De Cachano daba miedo eso


que no viera

Cachano llevaba sombrero


¿Para taparse de cuál sol?

No voy a contar la muerte de Cachano


Creo que nunca murió
pues en él
todo fue de noche
oscurana

Con el tiempo
yo me iría con la imagen
de Cachano

Pisaría con sus pies inseguros


la calle
que bien podía volverse abismo
Llueve,
¿y qué tienen en común
los desastres de las quebradas
con ese misterio,
la lluvia?

En la bodega, el papel engomado cuelga del tirante,


y en él, las moscas se pegan, como ya quisieran
pegarse los dedos del señor Ángel a las monedas.

El señor Ángel, de espaldas a las breves agonías


de las moscas, suelta granitos de azúcar sobre
el mostrador, y con las uñas los va aplastando
como a chinches o a huevitos de moscas.

Así es el señor Ángel.

Se recuesta en el espaldar de la silla, y mientras


bosteza, mira de reojo el revoloteo negruzco
sobre las cecinas de chivo.

El papel engomado siempre está colgando,


y esas muertes, tarde o temprano, llegan.

Como llegó la del hombre que ayer mataron frente


a la bodega.

A puñal limpio, dice en otro bostezo, el señor Ángel.

Hoy el olor de la carpintería se va a confundir


con el de la miel, cuando mi abuelo Salvador
Medina, Papaón, se ponga a construir
cajones para las abejas, colmenas…

─Huele a cortes de madera.

─A panales de miel
y cera.

Las mejillas hundidas y en la boca un cigarro encendido.

Eso apenas es lo que recuerdo del rostro de aquel hombre


que por las mañanas llegaba a mi casa, y luego de amarrar
su mula ensillada en la sombra de no sé qué árbol, comenzaba
a tumbar y levantar paredes, a quitar y poner puertas y ventanas,
pues a mi padre siempre le estaba dando por mudar los espacios
de la casa.

Se llamaba Santos; y quizás fue por lo extraño de ese nombre


que llegué a sentir respeto por él, hasta el día en que lo mataron;
mejor dicho, hasta el día en que supe por qué lo mataron.

Fueron los hombres del gobierno. Ya los tenía obstinados con tanta
información que seguramente comenzó a venderles por esos días
en que casi ni portaba por la casa: que si los guerrilleros estaban
por el lado de El Cantón, que si ayer los habían visto por Las
Pailitas, que si por La Candelaria...

Y una noche no aguantaron más. Lo fueron siguiendo por un camino


de úbedas y ñaragatos; pues ahora era él mismo quien los iba
a llevar a donde estaban los enemigos.

Entonces le dijeron que se adelantara; y para descansar de él,


le reventaron la espalda con unas cuantas ráfagas de fal.

El día sale hoy por el lado gris


de la montaña.
Poco a poco escala
los primeros árboles

y al llegar a sus copas


se derrama

para ir a tocar puertas


que permanecen cerradas

por el temor de hombres


y mujeres

que no dejan
de perforar

─entre oraciones
y sahumerios─

trece barajas
hoy,
Martes 13.

Andaría por los doce años cuando un señor respetable,


pues trabajaba en el juzgado, la convirtió en mujer a cambio
de una cajita de colorete.
Esta forma de comenzar su vida no iba a ser extraña en ella,
ya que por ese tiempo llegaron los soldados a Cabure, y después
de instalar su campamento en el único campo de pelota que
teníamos, comenzaron a hacerle proposiciones desde sus garitas
o cuando se volaban.

Entonces ella decidió meterse de lleno en eso que otros vinieron


a llamar la mala vida, pero que para ella debía ser muy buena,
pues era un gusto verla pasar con sus tacones altos y su faldita
más alta todavía; así, con aquel aire altanero hacia los que,
ella muy bien sabía, se quedaban viéndola desde sus ventanas,
para luego decir, ahora sí se perdió esa criatura.

Y era verdad que se había perdido.

Ya no era la muchachita enclenque y en cotizas. Ahora hasta había


engordado y sus canillas ya no eran canillas sino unas piernotas:
una cosa mala tentando por esas calles.

Y quién le iba a decir nada si ya ni papá tenía. Porque antes de que


ella comenzara con sus cosas, él, el Negro de Carmela, había caído
en desgracia al ultimar con el cuchillo de sacrificar reses, al Negro
de Félix Leal.

Y tal vez fue por eso que esa muchacha se metió a vagabunda, diría
el señor del juzgado; para después agregar que nada de raro tendría
que en cualquier momento, y luego de buscar que la sacaran
del pueblo, ella fuera a parar a un botiquín de ciudad, en donde
a lo mejor hasta la mataban.

Se lo oigo decir a Ma’ Ramona,


mi abuela negra,
al ver ponerse un tiempo
de agua:

Hoy llueve
en el mar, en la laguna…

O en las verijas de alguna.

Saúl llega a cualquiera de esas ceibas donde amanece Concordia,


y mientras le quita el sucio que la noche acumula en su cuerpo,
le pide que deje de andar gritando el fin del mundo. Pero ella ni
siquiera lo oye, pues está pendiente de la llegada de la nave de los
mil ojos, que por su boca anuncia el profeta.

Porque Concordia está loca.

Se dice que unos evangélicos la volvieron loca de tanto leerle la


Biblia; aunque muchos hablen de cierta relación con su hermano
Saúl, que siempre la anda buscando para limpiarle el cuerpo.

Como cuando despuntaba en mujer, dirá alguien; pero otros


comentan que esas son sólo cosas que se dicen.

Lo que sí es cierto, es que un día amaneció descalza en la calle;


y que poco a poco la ropa se le fue desgajando encima; y desde
entonces nosotros le andamos diciendo te doy medio y me lo das,
o, por ahí viene Saúl, y ella se nos para enfrente y comienza a gritar:
Satanás, Satanás, Satanás; para después perderse por esos
montes.

Y es que Concordia por el día no le hace mal a nadie. Pero cuando


llega la noche y estamos jugando la Doñana, no es la mujer de Don
Perejil la que está por morir, sino ella, Concordia.

Y si salimos corriendo para otros juegos, ahí está Concordia,


robándose la Cebollita que le di anoche; y si volvemos a correr,
allá estará asustando al Panadero de atrás, hasta que la voz de
mamá nos alcance:

─Muchachos, vean que es tarde la noche.

Y podamos escondernos debajo de las sábanas cuando Concordia


se vuelva Llorona, aunque al otro día la gente hable de una navaja
de afeitar, y de Saúl, que anda huyendo por esos montes.

I
Es el tonto del pueblo
y no suelta esa frase:

Yo sólo sé que no sé
nada.

II

Fue a Coro
y vino preocupado con eso
que le oyó decir a alguien sobre
la mala suerte:

Cuando uno ta diase, la mujer le pare


diotro
y el muchacho es igualito a uno.

I
Persiste en ser imagen
o resumen palpable
de esos sueños
que mujeres y hombres
arrojan a su puerta

Otra vez el día


y la vida no termina
de descomponerse

Otra vez la voz del Padre


martirirzándole la carne

Desde zaguán
púlpito
cielo

Haber nacido
para ser escándalo
escarnio
de aquella familia

Ser en la mañana
los deterioros ocultos
del hombre

Y el cuerpo de Cristo
que no cesa…

II

Ahora lo verás en la calle


que da a la iglesia

Al incienso
donde la voz del Padre
le recuerda…

III

Un brillo de golondrinas
lo recupera

Asciende
El cerro se inclina para sentir
la dignidad
de su ropa lavada con verbena
paraparas
y el blanco purísimo del almidón…

IV

Hay un olor que no sé por qué


demonios trae en la neblina
los cuentos remotos de Andersen

El Patito feo que en la lectura


o a orillas del pozo se pensó

Y las fascinaciones ocultas del agua


que guarda en su espejo
la memoria transparente de Narciso…

Estoy delirando

Soy otro

El que se lee en cierta frase de Platón


y se abisma en el éxtasis de Mozart

El que se aleja
de las sentencias bíblicas
El Cantar de los cantares
Los Salmos

El que espera
las peregrinaciones
el éxodo

Viaje a lo desconocido
en cierto libro mágico

Y…

VI
Hay una palabra
que quiere revelar
su sentido

Una palabra milenaria


fresca
que no es

ni ha de ser

La Palabra de Dios

Padre.

El relato podría terminar en esta línea y con una palabra


cualquiera, pues sigue siendo la historia de la mujer
que se queda sola para siempre en el andar de sus días
y sus noches.

Pero la historia es única porque es único el instante


en que la cuento, y debo escribir que sigues saliendo
todas las mañanas a recoger la bendición de la primera
misa, para luego llegar a casa y recuperar tu interminable
tarea. Quiero decir, las flores que van saliendo
de tus manos como vuelo de mariposas en los charcos.

Isabel─Chabén: La tijeras rizan el papel crepé en tus manos,


y en su vuelo, las tijeretas ─pájaros plomizos─ te sorprenden
rizando flores de aire en el aire.

Isabe─Chabén: Más tarde me habrás de decir que casi ya


ni rezas, y que con el tiempo, estas cosas que eres
desaparecerán como en el fondo de tu huerta los fuegos
fatuos.

Isabel─Chabén: No debo recordar entonces cómo


las arrugas de tu cuerpo se iban prolongando como
las grietas de las paredes, pues siempre creíste que la casa
es una imagen de barro erguido de nuestra vida.

A la casa ─dices─ le toca parte de nuestro cansancio,


y sólo de vez en cuando el olor del café nos sostiene contra
la persistencia de la lluvia y los días.

Isabel─Chabén: Tampoco debo escribir que ya estás muerta,


y que esta escritura es sólo memoria intermitente; memoria
sobre el largo silencio que eres.

Isabel─Chabén: No regresarás a vestir santos; pero tu imagen


seguirá transitando el relato que no ha de terminar en esta
línea, ni con una palabra cualquiera.

Lo dijo el padre de mi madre,


Valoís Leal, Valoche,
al encontrarse con la muchacha
que,
embarazada de un rico,

nunca quiso nada con él:

Qué dice la Rosa Hernández,


qué dice la Hernández Rosa:

Que a ella le gusta la cosa,


pero con la gente grande.

Para azararla, nos parábamos por detrás de ella y comenzábamos


a hacerle morisquetas. Conjuros que a veces hasta daban resultado;
pues en lugar de salirle basto, que era triunfo, le salía esa basura:
oro, copa, espada.

Entonces ella se pasaba la mano derecha por la nariz. Se la pasaba


de abajo hacia arriba; y con tal violencia, que si no fuera
por la misma nariz, ahora más esponjada, de seguro peligraban
sus ojos.

Ahí aprovechaba el viejo gallero para decir, batiendo la carta,


y arrastrando la palabra, arrastro.
Este era el momento propicio para que en ella estallara la rabieta
y comenzara nuestra carrera disimulada hacia el patio, donde
soltábamos la risa.

Le habíamos ganado una a la vieja que sólo nos hablaba para


regañarnos o entrepitear.

Pero esto no era lo único que nos molestaba: ahí estaba su tamaño
enorme, los pellejos gordos de sus brazos, su voz ronca, y su nariz;
sobre todo su nariz allá arriba, con esos dos huecos oliendo a uno
hasta en los sueños.

Menos mal que ella sólo llegaba en tiempos de vacaciones. Pero


es el caso que con ella también llegaban los nietos de su hermana,
quienes, aunque siempre querían ser los protagonistas
en los juegos, por lo menos venían de otra parte, y eso era
suficiente para esperarlos hasta con impaciencia.

Pero una Semana Santa no llegaron.


Se presentó el Lunes Santo y no habían llegado.

Entonces lo supimos:

Ella había escogido el Domingo de Ramos para morirse.


Nos había jugado esa carta, y no tuvimos triunfo ni conjuros
para desquitarnos.

En la pared frontal del caserón,


diagonal a la bodega,
está la argolla.

Ahora no la miras ni crees


haberla visto
cuando te servía para amarrar
las bestias.

Ahora tiene el brillo opaco


que gira en los ojos de la lechuza
cuando anuncia la muerte,
aunque antes tuviera algo
de torcaza a pleno sol.

Está ahí, dando vueltas


en imágenes que tú prefieres
ignorar,

Como ignoras las palabras


que alguien escribe
para no perder las cosas
que vas diciendo

En el desandar de tu memoria.

I
A este pueblo le están pasando cosas que asustan.
Primero se nos presenta con un cielo empedrado como cuando
alguien está a punto de morirse. Luego, un vientecito desata
un incendio por el cerro de Curumo. Después, a un fin-fin
se le ocurre cantar en el techo de la iglesia, cuando todo el mundo
está oyendo misa. Y ahora pasa el rumor de que estas cosas
son los anuncios de lo que viene.
─¿Y qué viene?─pregunta Felicia, que está rizando papel crepé
para hacerle flores a los santos.
─Eso que regó alguien por ahí ─contesta Anselma con la voz casi
apagada. ─Eso... ¿Usted no oyó el fin-fin esta mañana? ¿No vio
encenderse el cerro? Estas cosas no traen nada bueno ─termina,
mientras en la calle la gente comienza andar como azorada.

II

A estas alturas (son las once de la mañana más o menos), a nadie


se le ha ocurrido darle frente a lo que se nos viene encima. Sólo
Josías...
─Mire, ¿ese no es Josías que va pasando por el frente? ─pregunta
Felicia, sin dejar de rizar flores.
─Sí, así es ─contesta Anselma y ahorita va a avisarle a Numan,
a Róger, a Víctor, para que se vayan preparando. Los va a poner
en El Guay, en La Comunidad, en Las Cruces, por si lo que viene...
─Pero ¿qué es lo que viene? ─vuelve a preguntar Felicia,
deteniendo sus rizos de crepé.
─Yo no sé, y tal vez nadie sabe; pero dicen que de hoy no pasa.
Cuando Anselma termina estas palabras, sale corriendo a espantar
las gallinas, que se han puesto con su uuuuu uuuuuuu uuuuuuuuu,
sin que les cruce el aire ningún gavilán.
─Dios mío, hasta los animales...

III

Lo que viene, oímos ahora, debe llegar con los espantos


de El Hondo del Guarataro y los duendes de El Bucaral;
y por ahí anda Josías, y por allá un gentío, dándose valor
con tragos de aguardiente, porque ya vamos para las seis
y lo que viene está a punto de entrar en el pueblo.

Eva,
Juanota,

Rita,
Quilo,

Milady,
Facha.

Mis hermanas
en sus nombres

Y
─¿escritura
de los sueños?─

Sobrenombres.

Arbolaria no era una mujer que habitaba los árboles,


pero llegaba como los vivitos, con ese escándalo.
Arbolaria apenas si tenía cuerpo para las tantísimas
palabras en que vivos y muertos se desnudaban,
se quitaban lo buena gente.

Arbolaria despreciaba la lluvia; ese otro escándalo


que le apagaba la voz.

Prefería el sol y las otras luces que se cuelan


por las rendijas de las casas ajenas.

Por ahí entraba el ojo de Arbolaria.

Y ya tú no podías esconderte. Y los demás


ya sabían de tu vida y milagros.

En su boca andabas perdido.

Siempre ha creído que el feo


es el del espejo.
Y por ahí anda,
asustando,

Pichón de araña.

Está detenida en mi casa, aquí, en Cabure.


La trajeron para acá, porque alguien habló
para que no la fueran a encerrar con los
hombres que torturan en el comando que
está frente a la bodega de Monche Ventura.

Unos soldados la vienen a buscar todos


los días para interrogarla y la vuelven
a traer.

Mis padres no me dicen nada de ella, y yo


no sabía ni siquiera su nombre, hasta ayer
por la tarde cuando Alfredo Coronado me
dijo que la muchacha que está detenida
en mi casa se llama Lydda,
Lydda Franco
Farías, de San Luis.

Yo, Ocario Barrientos, vivo en esta casa que es un verdadero


colador de lluvias. Tengo dos hermanas, tengo un perro.
Hará algún tiempo que dejé la calle y ahora lo único que hago
es cuidar esas mujeres que andan por ahí, en sus oficios...

Ana:
La única imagen de Dios que se conserva intacta en esta casa,
la carga María. Las demás se han ido borrando con el humo
de las velas, o con las suciedades de golondrinas y palomas
allá en la iglesia. Sólo María sostiene la imagen sagrada,
hecha de palabras que va diciendo de aquí para allá, de allá
para acá...

María:
El nombre de Dios tiene la forma de las cosas
que voy tocando, el olor que voy sintiendo. Yo lo tengo
presente en mi cuerpo, cuando me quemo a siete pasos
de aquí, en la cocina; o a nueve, si la mucha lluvia
cubre de lama los ladrillos del patio y puedo resbalar
y caerme...

Ocario:
Papá me dijo que se las cuidara, pues el día menos pensado...

Ana:
Primero fue algo así como “Dios en esta casa”, cuando
ese hombre entró con el pantalón abultándosele en esa parte
donde siempre se está pasando la mano, y yo tratando de no
mirar para que no comiencen a correrme sudores fríos por
las piernas, y empiece a imaginar cómo Dios se está borrando
en las paredes de la casa, y cómo lo están ensuciando las
palomas y golondrinas allá en la iglesia, mientras María
pasa como si nada.

María:
Me han hablado de horas; me han hablado de días; me han
hablado de noches. Las horas se me enredan, y no sabría decir
en estos momentos cuál de ellas es, aunque ésta debe estar entre
el olor de las brasas que hacen el almuerzo, y el olor de las
brasas que tuestan el café. Esta hora debe andar por la tarde.
Esa parte del día que llega después, mucho después de haberme
dejado él...

Ana:
Yo me pongo a rezar todos los días. Pero es como si me
faltaran fuerzas, y las palabras, en vez de decir las cosas
que voy diciendo, comenzaran a devolverse y a decir otras.
Entonces me miro desnuda y siento que no es por Dios
que rezo; es por no caer en lo que Ocario ni María
me van a perdonar...

María:
Sucede en el silencio, por la noche, cuando él llega a mi
cuarto con su respiración entrecortada y borra los nombres
de Ocario, Ana, Dios en mi cuerpo.

Ayer estuvo por ahí Servando Garcés.

Dicen que anduvo recogiendo regaños,


frases y palabras que algunas madres
gritan a sus hijos.

Luego lo vieron sentado en la orilla del pozo


de La Corona, hablando con el seretón que
se cubre las vergüenzas con hojas de marite.

Después, el hijo de Olga Mora, Ricardo,


le oyó responder estas palabras a uno
que lo acusaba de querer agarrar el monte:

En mi reloj
hay varios siglos
por encima del tuyo

Por favor
no me preguntes
la hora…

Por ahí anduvo Servando Garcés,

El colorao.

Jairo quedó marcado por la muerte.


Pero no la de Urbano, a quien la vida se le secó
detrás de un mostrador, pendiente de las cuentas
y el roce de las monedas. Ni la de Isabel, que había
nacido para ser niña, y en su última hora no fue más
que un cuerpecito encorvado, entre unas cuantas
imágenes y flores de papel.

II

Muertes como las de Urbano o Isabel sólo tocaban


los cuerpos para que Jairo se detuviera ante la imagen
de un hombre que, en la puerta de un bar, enciende
un cigarro.
Por primera vez un hombre enciende un cigarro.
Por primera vez Jairo presiente en esa imagen
la urgencia de algún placer extraño.

III

Jairo era de un pueblo que acostumbraba hilvanar


frases para sostener la muerte de cuerpo presente.
La que guardaba reposo en los huesos aún con vida
de Urbano e Isabel, para después llegar envuelta
en ceremonias.
Ya antes de caer, la gente acomodaba el semblante
y las palabras se adelgazaban hasta volverse susurros.
Casi tocaban el silencio cuando pasaban por las rendijas,
o se disecaban en lazos negros que ellos clavaban
en las puertas.

IV

La muerte de cuerpo presente fue dando con los que nunca


salieron del pueblo. Isabel acostumbró sus pies a las formas
de las piedras que daban a la iglesia. Urbano no supo
de más polvo que el de los estantes. Isabel gastó sus ojos
en los colores del papel crepé. Urbano perdió el tacto
en el rostro de las monedas.

Otras muertes marcaron a Jairo. La primera se le reveló


en el solar, enterrada en una caja de zapatos. La otra fue
la de un hombre que debía andar en otra parte, pues
decía que sus ojos, de duende, encantaban.
En aquélla, unos trapos de juego guardaban para Jairo
el secreto de una muerte recién descubierta. En ésta,
los ojos de aquel hombre vuelven, y ahora sí, encantando.

VI

La muerte desentierra sus juegos, pasa con ojos de duende,


y Jairo es la imagen de un hombre que en la puerta de un bar
enciende un cigarro.

Hay días en que la neblina opaca los rostros,


y hoy será, al parecer, uno de ellos.

Pero sucede que hoy por la tarde va a llegar


a Cabure Hugo Fernández Oviol, y uno sabe
que a él la neblina no va a poder opacarle
las brasas de su rostro de vikingo, ni la de su
palabra cuando nos lea,
a medio palo,

su escritura de madera bordoneada,


punteada,
en
Doce variaciones alrededor
de una guitarra.

A veces la mala suerte me toca y bella bella se pierde de vista.

Saca muchos cuerpos de ventaja sobre el mío que desde bien


de mañana se pone a dar vueltas por todo el pueblo buscándola,
aunque yo sé que está allá arriba, llenando el marco
de la ventana con su cabellera.

La bella bella me agarró el espíritu. Me puso este sudor frío


en las manos. Esta tembladera cuando miro las barajas ligando
triunfo y aparecen sus ojos, encandilándome.

Yo no sé cómo pude caer en tanto amor. Dirán que es


la vagancia lo que me ha hundido en su sola imagen, pendiente
de las cosas que se le parecen: un rayo de luna, el perfume
de una rosa, un caballo desprendiéndose de punta a punta,
un domingo con los bolsillos ful, cerveza en mano, allá,
viéndola desde la puerta del bar las guitarras, mientras suena
de cigarro en cigarro, y las cenizas, y el humo en mi corazón.

Un día de éstos se lo voy a decir.

No voy a esperar que se acabe otro año con tantos días que sólo
sirven para que lleguen las tardes, y yo, viéndola a pesar
de la neblina o la penumbra que deja el sol después de las seis.

No voy a esperar que lleguen los abrazos y besos del treinta


y uno. Me voy a dar fuerzas y le voy a decir que ya no cabe más
adoración en mí.

Y ya no tendré que salir a buscarla en otras bocas; en casas


de mujeres oliendo a lo mismo, y con esos cuerpos que ni
siquiera me alivian los sueños, las malas noches de dar vueltas
en el chinchorro, solo.

Pero todavía no.

Ayer la vi de frente en una calle y quise disolverme ahí mismo;


y ahora sé que es el miedo lo que me tiene así:

Sudando frío, goteando por los dedos, esperando a pesar de todo


que la bella bella baje del cerro, que la bella bella cruce el puente,
que la bella bella haga de todas las canciones una sola, y yo,
con los ojos clavados en su ventana, y más nadie.

En el cada día, a cada quien su nombre.


Pero a veces ocurre algo así como si
los sueños se metieran en plena claridad
y comenzaran a nombrarnos de otra forma
y ya uno no es uno sino un sobrenombre…

II

Oí decir a Lydda que también en los libros


pasan estas cosas.

Y busco entonces a Federico Palencia,


el que lee, y él me habla del extraño
caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, que fue
primero un sueño de Stevenson y después
un relato.

En el relato, el nombre es bueno, del día;


y el sobrenombre, malo, de la noche…

III

Pero Federico debe ser también un poco


extraño, pues, además de leer, no deja
de oír esa música que los demás llaman

Música de muertos
(¿cómo sobrenombre?)

pero que para él debe ser su verdadera vida.

Y nombra a un genio del piano, Rubinstein,


y a un niño prodigio, Mozart; y a Bruckner,
a quien llamaron como al Rey David

Músico de Dios…

Y no sé por qué ahora vuelvo a la pregunta:

─¿Como sobrenombre?
Y Federico, alarmado,
responde
─Desde luego que no.
La imagen de la madre
de mi madre,
Machoncha,

se detiene en la fotografía
de su belleza perfilada,

blanca,
blanca.

En los tiempos de la dictadura cargaba el carnet de su partido


oculto en la bragueta, porque ahí no le pasaban la mano
los de la Seguridad Nacional cuando a cada rato lo requisaban.

Pero cuando el dictador huyó y se hicieron elecciones, su partido


llegó al gobierno.

Sin embargo, la cosa no quedó ahí, porque luego se alzaron


los militantes de izquierda y comenzaron a matarse con los militares,
y Cabure se llenó de uniformes verdes y de torturados en el TO1
(“Teatro de Operaciones”, lindo teatro), y no había noche que no
pasara ni día que no amaneciera agujereados por ráfagas
de ametralladoras y de otras armas.

Y fue por esos mismos días cuando comenzaron a llover papeles


desde los helicópteros, en los que se hablaba de la mala vida en
Cuba.

Pero entonces los guerrilleros también comenzaron a regar papeles


donde nombraban la gente del partido de mi padre que iban a
ejecutar, y yo no podía entender por qué papá no aparecía en esos
papeles, ni menos llegaría a entender cuando apareciera, y ahí se
dijera que Josías ─mi padre─ era el único que se iba a salvar…

Y como el miedo no me dejaba creer en nada, una noche le dije:

─Papá, vámonos de aquí, porque tú también eres adeco y te van


a matar.

─Seré adeco, pero no soplón. ─Me dijo.


No son duendes

Pueden ser animales

o más bien
imágenes
de animales

que desde el solar


se asoman a la escritura

buscando un lugar habitable


en la memoria.

Sus palabras

(viejos
animales
domésticos)

rayan con uñas de carbón


tu lectura

Tienden su pelambre oral

(se espulgan
bostezan)

sobre el cuerpo escrito


del relato.

II

En sus palabras

¿memoria
o hálito?

Ella hilvana espectros

Piensas
sin embargo

que es en tu escritura
donde suceden las apariciones.

Por la noche alguien ha visto el aparecido


cuando llega de lejos con su cuerpo blanco.

Lo ha visto. Y me dice que su aparición


es algo así como si de repente una piedra
de cal viva estallara en plena oscurana.

Así será ─digo─ pero yo prefiero cabalgar


el negro. El que relincha y relumbra cuando
Joaquín lo deja en la orilla del día.

O el de mi tío, que no se cansa de espantar


moscas y fastidio, hasta el momento en que
llegue Arnoldo y lo desboque, y lo reviente.

O el de Cordero, con sus cascos de conchas


de mar, aquí, en tanta neblina.

Los prefiero, sí.

Pero ya sentiré el desgaste de sus cuerpos.


El salto a la pura imagen. La noche atravesada
por esa mancha de cal viva.

Un día de estos los animales


van a comenzar a decir
sus cosas

Y este pueblo se va a llenar


de prodigios.

De aquello que la palabra


costumbre
ha callado.

En la sombra de una mata


de ciruelas verdes,

el caballo de mi tío
Adán,
Papadán,

adormece su furia
desbocada.

Grieta
de neblina
en la media noche.

Aparecido.

Me gustaría escribir crónicas de pájaros;


pero tal vez ya no encuentre yerberitos, igüiras,
yaguazas en la memoria, pues un viejo cronista
de Cabure, no sé si para mostrar heroísmo,
ternura o hambre, dejó escrito que cuando niño,
y luego de sus correrías por esos montes,
regresaba con su delicioso morral lleno
de pajaritos muertos.

¿Dónde estarán hoy los pájaros?

¿En los colores de sus vuelos,


En los proverbios de sus cantos?

¿Dónde estarán hoy los pájaros?

II

En palabras jiraharas,
hoy
neblinas,
andan los pájaros.
Llega de gris y con el hombro izquierdo caído.

Debe andar por los cincuenta. Debe sentir


la molestia persistente de alguna enfermedad,
pero ya nadie se extraña al oírlo violentarse
en peleas de gallos, de las que tiene una cuerda
allá, en su pueblo.

Llega los sábados con un marañón bajo el brazo;


y los domingos juega hasta bien entrada la noche.

Pero este domingo no va a jugar.

Neptalí lo vio desandar por la calle que da


a la plaza, y a esta hora, ya estará muerto.

Se lo llevaron para el olvido.


Lo dejaron en una de esas casas uniformes,
en las que sólo es posible otra mirada cuando por el patio
asoma su araña verde el cují.

Allá, en el Campo Shell, sus palabras han caído


en los buenos hábitos, lejos de la arbolariedad de la gallera,
los desafíos de pico y espuelas en domingos de arriesgar
toda una semana de cuidar gallos:

─Hay que carear el pinto.


─Póngale la zapatilla al corne y lo saca a llevar sol.
─Vamos a embotar el cenizo y el piroco y los topamos.
─El cresterrosa ya está en buen estado.

Aquí, en este pueblo cruzado por la neblina y los cantos


de la cuerda que ahora allá, y en mi nombre, despiertan
su memoria:

─Ah... ¿Ese no era el niño que me propuso que si el gallo


zambo quedaba ciego, ni Dios lo quisiera, se lo regalara?

El zambo era hermoso. Con una placa de metal en el ala


izquierda. Lo habían traído de España.

En jaulas de madera
y tela metálica

giran cantos
de gallos:

Zambo, marañón, cenizo,


bolo, corne, canagüey,
búlico, papujo,
cresterrosa,
patepluma,
copetón,
gallino,
blanco,
piroco,
negro,
pinto,
grifo,
jiro,

gallos, gallos,
gallos:

Una larga cuerda de gallos


que a eso de las tres,

ahuyentan la penumbra
de la siesta.

Los gritos de la gallera no dejaron oír la muerte


de aquel hombre, aunque alguien hable de la lluvia
que a esa hora cerró calles, puertas y ventanas.

Más tarde, cuando la sangre del corne aún hervía


en los galleros, el hombre seguía siendo cualquier
cosa, menos Ezequiel tocado por la muerte.
Había que esperar el paso de la lluvia,
el encasillamiento de los gallos,
el juez haciendo el levantamiento del cuerpo,
para que las palabras comenzaran a regarse,
anunciando.

Al canagüey fue a dar la muerte


que llegaba para mi padre.

En el más fino de sus gallos cayó,


después de girar en las cubanas del jiro,
aquel domingo de apuestas encendidas
en los gritos y el aguardiente de los jugadores.
Doy doce ─se oyó decir─cuando el jiro salió
jugando con un golpe de sangre, mientras
en su cuarto, lejos de la gallera donde ganaba
el canagüey, mi padre no había podido salir
de la malévola...

El jiro se volvió y pateó.


El canagüey apenas tuvo tiempo de morir.
Mi padre salió a la calle con un cigarro
encendido en la neblina.
Árboles
en la neblina

Sílabas
en el silencio
de Dios
Yo he visto a mi padre fijar sus ojos,
buscarse,
en las líneas azules
de sus manos.

Lo he sentido extraviarse.

Mi padre,
hijo de carpintero,
grabó entonces su diestra
en un trozo de ceiba.

En esa palabra viva.

De árbol.

Entrar en el guay

Descifrar su imagen
múltiple

Su savia
El árbol viaja,

¿y quién me dice
que no hay esencia de árboles
en el río evaporado de la neblina?

El tránsito, sin duda,


está en el árbol y no
en tus pasos.
Si no sales de ti; si sólo giras
en torno a tu nombre,
¿crees viajar?

Si para ti es el viaje,
ha de ser en la esencia
del árbol de la vida.

Todo árbol. Esta vida.

Entrar en la ceiba

como quien descifra


el humus

del alba
Aquí,
donde todo
sucede,

todo lo borra
la neblina.

Acuario de humo.
Con la vida no me dieron el sentido de la vida.

No creo, por lo demás, que quienes


me engendraron se abismaran
en nada parecido.

Y no porque alcanzaran volverse venados


de piedra llegarían a burlar,
como quien no muere, la muerte.
El ser de ellos, la costumbre, no pudo
sin embargo borrar los más allá
del asombro ─ni la ironía.
EPIGRAMAS

Con Antonio
Cabezas
y Berta Vega.
El espíritu maligno ─dice Quevedo en su
Introducción a la vida devota─ se deleita en
la tristeza y melancolía por cuanto es triste
y melancólico, y lo será eternamente.
Citado por Rubén Darío

…El Señor Presidente es una sátira dirigida


contra ti y contra mí, que es contra quienes
las buenas sátiras se han dirigido siempre.
Augusto Monterroso

Stendhal ha logrado resumir una noche


de amor en un punto y coma.
Lampedusa

Si un hombre bueno puede renacer


en el País Puro,
cuánto más un hombre malvado.
Shinran

la única forma de humildad: la sabiduría


(no lo contrario)
Guillermo Sucre

Con los epigramas ocurre, en general,


lo mismo que con los inventos: los mejores
son aquellos que nos irritan porque
no se nos ocurrieron a nosotros mismos.
Lichtenberg

…de tal manera que mientras satisficiera a


ese oído que el lector decide prestarme,─no
ofendiera, al mismo tiempo, a ese otro oído
que se guarda para sí.
Laurence Sterne

Si los maniqueos hubieran sido gente


militante y convincente y hubieran logrado
predominar, Dios seria hoy el Diablo.
Jesús Semprum
Muchas personas preferirían morirse
antes que pensar; en realidad, eso es
lo que hacen.
Bertrand Russell

Epigrama, s. Dicho breve y agudo,


en prosa o en verso, que a menudo
se caracteriza por su acrimonia y a
veces por su sabiduría.
Ambrose Bierce

Parafraseando al maestro del ensayo


Mariano Picón Salas, diré:

Y va de epígrafe:
I
Cuídate del epígrafe.

Puede hacer de tu palabra retórica,


vacuidad, impertinencia.

─¿Lo que ya es?

II
Cuídate de un epígrafe de,
por ejemplo, Julio Camba o
Leonardo Sciascia:

La prosa no perdona.

─Sus prosas.

III

¿Y si fuera de Kafka?

Un libro tiene que ser el hacha


para el mar helado que hay
en nosotros.

Citado por Rafael Cadenas


en uno de sus libros.

─¿Hacha?

IV

─¿Y cuando se trata de palabras


mayores, de “El Ingenioso Hidalgo
Don Quijote de la Mancha”?

Aquí alzó otra vez la voz maese Pedro


y dijo:
─Llaneza, muchacho, no te encumbres,
que toda afectación es mala .

Cervantes

Yo sé que el milagro
sucede siempre

Pero elijo

(como todo
buen cobarde)
la costumbre.

II

Qué tránsito puede haber


de la costumbre a la muerte

si la costumbre es una manera


de estar muerto.

¿En lo oscuro?
No

En la transparencia
andan sus laberintos

Lo difícil.
II

(De San Juan


de la Cruz
a

Jorge Guillén:

Al aire
de tu vuelo,

Aire nuestro.)

III

¿Metafísica del aire?

No,
el aire.

Cada mañana

la costumbre me impone
su memoria

Borra el misterio
que es
que soy
cada mañana

Si lleno de oscuridades
mi escritura,

¿qué le dejo al misterio?

El misterio, por lo demás,

puede ser la claridad que,


sin Jorge Guillén,

no vemos.

En los libros que leo


no está la vida
que vivo

¿Y a pesar de esto
ellos la piensan
por mí?
Si me pienso barro

Si en el barro descubro
el pálpito
de mi propia
vida

Andaré al margen
de aquella sentencia
que nombra en mi polvo
la nada.

Con miedo supersticioso leemos


la sabiduría del miedo

Leemos la Biblia.
Si modelas el barro

Si con arcilla húmeda


tu promesa de ceniza
en cuerpo de vasija

transformas

De Quevedo harás tuyas


las palabras

que te hablan del misterio


de su polvo enamorado.

Qué te he dado, lo sé. Qué has


recibido, no lo sé.

Antonio Porchia, Voces

Me da su sabiduría,
¿y qué recibo?
D. M., Ecos

Escribo,
y si lo que escribo
no suena bien,
no dice.

Reescribo.
II

Lo que no me fue dado


Leer en el Verbo,

Lo oigo en la música.

SÓCRATES. ─Filosofar
es aprender a morir.

DISCÍPULO. ─¿A no vivir?


¿De qué me sirve
mi soledad ontológica
si nadie me la ve?
─Cristo es la Verdad, ¿y tú?

─Yo soy de verdad,


¿y Cristo?
Me estoy pensando
mucho

Casi no quedo.
Aquí los médanos

(mareas
del
verano)

borran la memoria

(el otro tiempo,


el tiempo vivo)

de Río Seco.

Allá la lluvia

¿agua
o
manare?

muda de piel,

viaja
en el río

evaporado

de la neblina.

Ser inteligente cuesta mucho

Por eso
algunos
prefieren no serlo

Y deciden entonces ser poetas.


De cierto epigrama
no sabrías decir
qué es
lo que más te hiere:

que descubra tu verdad

o el encanto
de su belleza breve.
En tu lectura,
quien más se aburre
es el libro.
Sin pensar en Marcial

escribía epigramas
buscando salvarse

del poeta

que los tontos


saludaban en él.
En pocas palabras:
tus poemas no son
ni siquiera malos.
Te cuidas
del epigrama.

No tanto
de lo que dice.

Te cuidas
de lo que calla.
Para que no ridiculicen
tu memoria
enterraré contigo
tus poemas.
Epigramas,
lectura de analfabetas.

En ellos, nadie sabe leer su nombre.


Yo no he dicho tus poemas
son aburridos

mientras
bostezo leyéndolos

camarada.
Mientras halagas la ironía
que escribo
(cómo escribirte
un epigrama)

manipulas al ingenuo
que soy
(cómo no escribirme
epigramas).
Más que un poeta
menor
fue

como tantos

un poeta menos.
Pudo no haber escrito
aquel epigrama,

¿pero cómo podrías



no merecerlo?
I

Eres tan grande poeta


que la poesía ya no es para ti
una suerte de alada
ligera
sagrada
fatalidad
Sólo un pretexto

Algo menos imprescindible


que tu imagen en cocteles
recitales

Pompas fúnebres.

II

El joven poeta de Rilke,


desesperado:

─Se extravió el original de mi libro


y no tengo copia.

Un amigo mayor del joven poeta:

─Te felicito,
ya lo publicaste.

II

Sí, el emperador está desnudo,

y sólo el niño

─y a veces la ironía─

lo mira.
Lo dice.

Basta con que



los entiendas

para que dejen


de ser
epigramas
No me rendirán tus alabanzas

Como buen rinoceronte


─¿O
lindo Narciso?─

Pasto en mis propias


pestilencias
─Poeta.

A estas alturas, aún persiste en las alucinaciones


de Ezequiel, fragmentos de aquella travesía.

Porque en verdad les digo, dice,

En aquel tiempo sucedió un verano


de los mil demonios. Entró el año 12
y no hubo árbol o garganta que no ardiera.
Fueron muchos los que abandonaron
sus huesos sobre las salinas. Otros apenas
alcanzaron el tiempo húmedo de aquella sierra
en los delirios de la sed. Y todos, todos
nos volvimos ánimas que a eso de las seis
salimos a penar en forma de cocuyos.

II

Las luces brotan del polvo


Y dan vueltas

Alguien nombra huesos


Que brillan en el verano

El cuerpo de la luna
Pulverizándose sobre
Las salinas

Las ánimas del año 12


Que en Guasare

Por
El mes de noviembre

Salen a penar
En forma de cocuyos

¿Un epigrama?
Algo que mata a alguien
en mí
cuando lo escribo.
No habita sus nueve círculos;
vive en mi casa.
No arden en sus palabras brasas de azufre;
en la plegaria arma sus trampas.

Lo delata tu rostro:
su máscara.
Y qué podría decir un epigrama
que no tenga la frescura
de un epitafio del Antiguo Egipto.
Sin la esperanza del infierno
no era tu muerte
lo que más esperaba.

Sin embargo,
por algo se empieza.
Epigrama:

Navaja
de afeitar

con que juega

quien lo escribe.
Si he perdido lo que perdí
por lo que soy,

me he ganado a mí mismo.
Pero el otro
─ése─
ya escribió el epigrama.
La sombra del guayacán
se derrama sobre
el diablo.

(Fluye en el tronco
el ojo de agua
de la serpiente.

Mueven sus brasas


entre las hojas
los fuegos fatuos.)

Sucede
la siesta
del diablo.

No estar hecho de frases


hechas.
¿Sería posible?
Nuestros prejuicios raciales están,
ante todo, en la palabra común.

Si escribo esta frase:


Negro,
pero sucio, me odias.

Y no me odias cuando contigo


repito:
Negro, pero buena gente.

Sin embargo ─y si lees bien─


sólo de mí se burla mi frase,
mientras que la tuya
denigra
del otro.

Pero no por eso dejaremos de ser,


en la palabra común, negros.

─Pero buena gente.

Si no estoy
en la palabra
que doy,

¿soy?
II

Cuestión de honor.
De
Palabra.

III

(…cada palabra pronunciada en vano


se hace acompañar de una conciencia
que penetra hasta las coyunturas
y la médula.
Kierkergaard)

IV

La palabra

como cualquier cosa

Para decir
sin decirnos.

Hacerse la víctima es querer dar lástima


para llamar la atención del otro:

el que siempre es culpable.

Dar lástima es la forma más económica


y cómoda de acusar: dejas de tener dignidad

─que tanto cuesta─


y te arrastras.

Y hay quienes acusan desde cierto moralismo


a ultranza, que no por estéril deja de ser

sospechoso.

Que era un maestro de la acusación,


dice de Hitler, Canetti.

El profesional de la acusación
entre nosotros, puede que no llegue
a Führer, pero sí, a diputado.

El defecto del otro es mi única virtud.

Lucero, Torquemada,

Nombres de fuego

sagrado.

Inquisidores.
II

San Francisco
de Paula,

San Francisco
de Asís,

¿Fuegos fatuos?

Jorge Manrique

He muerto en todo
lo que he sido

Luego
¿Cualquiera
tiempo pasado
fue mejor?

II

Como tantas
esta muerte no me toca

Sucede en otro cuerpo


en otra
palabra

Y apenas si presagia la imagen


de la que en su tiempo
marcará mi nombre

Otro muere para comprobar


que vivo
y me sé de este lado
de su sombra

En mí

SÓCRATES. ─Yo sólo sé que no sé nada.


DIÓGENES. ─Eso
lo sabe Diógenes.
I

JESÚS. ─Mi reino no es de este mundo.


DISCÍPULO. ─¿Y predicas tu Evangelio
en cuál otro?

III

Un solo mundo real es suficiente.


Santayana
Cervantes

A-I

No es lo mismo,
uno:
que tu palabra diga la verdad,
que la verdad,
dos,
se diga en tu palabra.

II

Supongo que desde que Cervantes escribió


mal,
nadie puede darse el lujo de volver a hacerlo.

III

Y la verdad se dijo en su palabra.

Leyendo el Quijote
se dijo:

Alcanzarás su sabiduría
cuando logres que la vida
llegue a ser en ti

─como
la palabra en el poema
de San Juan de la Cruz─
amada en el amado transformada!

─El Caballero de la Triste Figura.

─Sólo la figura.

─El Caballero de los Leones.

─El hombre en sí,


Cid.
D-I

─¿En Borges,
Unamuno,
Avellaneda?

─No:

Don Quijote
en la Escritura,

todo cordura.
Triste figura.

II

Mis ojos
en tu escritura

Fiesta
del logos

Lectura
I

Verdad cristiana
¿Mentira piadosa?

II

No se puede creer
en lo que no existe

Sólo Dios
desde luego
es la excepción.

III

¿Dios?
Sombra gastada del Verbo.

Lope de Vega

¿Qué tanto hace la palabra

Dios
en mi escritura?

¿Será Él
tanto en mí?
¿Seré yo
tanto en Él?

¿Tanto crees en Dios

y estás
todavía
en este mundo?

No entiendo.
Quevedo

Con Epicteto, dice Quevedo:


No olvides que es comedia nuestra vida
y teatro de farsa el mundo todo
que muda el aparato por instantes,
y que todos en él somos farsantes;
acuérdate que Dios, de esta comedia
de argumento tan grande y tan difuso,
es autor que la hizo y la compuso.

Y piensa un anónimo:
Dios, autor de una comedia, de una farsa,
de una mentira. Dios, la Verdad, autor
de la Mentira.

Quevedo:
y que todos en él somos farsantes…

Anónimo:
¿Farsantes con Quevedo: Fray Luis de León,
Lope de Vega, Luis de Góngora?

¿Y si el estilo es el hombre,
Quevedo,
farsante?

(De lo que pudo haber pensado


Abel Sánchez.
─¿Unamuno?)

II

Qué extraño
¿no?
Envidia la alegría
que le da mi libro.
III

Que el resentimiento
no sea lo que en mí

escriba.

IV

El resentimiento,
que no sabe leer.

José Juan Tablada

Salto de rana
en un charco: sintaxis
húmeda,
¿haykú?
I

Con tanto poder de la Iglesia


sólo me queda por decir:

Mi reino no es de este mundo.

II

Dejad que los niños


vengan a mí.
Herodes
III

Mi madre siempre decía:

Lo que se alaba
se echa a perder.

Y decía también:

Alabado sea Dios.

Antonio Machado

El ojo que ves no es


ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.

A. M.
Si no me ves,
no eres.

D. M.

B-I

Esa forma de pensar


de Antonio Machado,

Digo,

Esa forma de ser Juan de Mairena.

II

“La verdad es la verdad, dígala Agamenón


o su porquero.

AGAMENÓN. ─Conforme.
El PORQUERO. ─No me convence.”

III

Esa forma de pensar


─¿y de no cantar?─

Proverbios y cantares

en García Bacca,
con García Bacca.

IV

En la voz que canta,

¿Alguien podría oír

La voz que escribe?

La verdad
que se piensa
y se canta

al buscar la Verdad.

C-I

Si digo Antonio y Manuel,


¿digo Caín, digo Abel?

II

La envidia de la virtud
hizo a Caín criminal.
¡Gloria a Caín! Hoy el vicio
es lo que se envidia más.
Antonio Machado
III

Guerra civil perfecta: fraticidio.


Jorge Guillén

IV

El humo al cielo sube,


callado, de la hoguera…
Y baja como un duelo soberano
la noche a la pradera…
“¡Caín! ¡Caín! ¿Qué has hecho de tu hermano?”
Manuel Machado

III

─De los que fueran hermanos

─Antonio, Manuel─,
¿cuál
pudo haber sido Caín,
cuál Abel?

─ Sería la respuesta,
como la pregunta,

cruel.

IV

Confiamos
en que no será verdad
nada de lo que pensamos.
Juan de Mairena
D

(De lo que tal vez dijera Mairena


de lo dicho a Unamuno)

“Viva la muerte.”

¿Frase paradójica? Quizá no tanto,


si va precedida o seguida de esta:

“Muera la inteligencia.”
E-I

─Imaginar,

en un evangelio
apócrifo,

un diálogo entre

Zaratustra
y Juan de Mairena.

─¿Y entre Nietzsche


y Machado?

─Quizás no sería
ni siquiera imaginable.

II

─Qué no diera porque Mairena


lo entendiera.
─¿Y Zaratustra?

¿El látigo de Zaratustra azotando

el otro nombre
de Machado,

el más profundo:
Guiomar?
Leo la voz de Antonio Porchia
que dice:

Te ayudaré a venir si vienes


y a no venir si no vienes

Y,

Parafraseando las palabras


finales de Mateo 12 38-42,

Pienso:
Aquí hay algo más que Jesús.

Alfonso Reyes

Saberse torpe
ante la prosa de Alfonso Reyes,
es ser inteligente.

Ante tu prosa,
saberse inteligente,
deprime.

II

Supongo que el mejor momento


para escribir sobre la estupidez,
es aquel en que no tenemos nada que decir;
y más aún, cuando nuestra escritura
es irremediablemente torpe.

De acuerdo con esto, tú estarías escribiendo


─siempre escribes─ la más auténtica
de las memorias.

Ill

Qué sé yo si en el fondo
lo que más me acerca al misterio
no es la palabra y su sentido
sino el ritmo de la escritura,
su tránsito.

IV

Habituado a la hojarasca verbal,


al ruido de las palabras que rumio,
me extravío en tu nitidez,
en tu música.

─¡Anda, anda! ─decía insistentemente el Profeta–. Véndeme,


véndeme, te lo ruego. Treinta dineros no te caerán mal, y yo
necesito ser sacrificado, sin lo cual fracasaría mi misión en la Tierra
y ante los hombres.
Tanto y tanto dijo, que al fin, el muy idiota se decidió a darle el
beso fatídico en la mejilla. Pero no se quedó tranquilo, no. Él no
entendía bien de masoquismo ni de tentaciones trascendentales. Le
punzaba el recuerdo, y acabó por colgarse. Éste no estuvo a la
altura de su misión.
Alfonso Reyes, Briznas, 28-V-1958
José de Arimatea, después de la crucifixión de Jesús, se encuentra
a un joven desnudo y lloroso. ─No me asombra tu gran pesar ─le
dice─, porque en verdad, Él era un hombre justo. ─No, si no lloro por
Él ─replica el joven─. Yo también he hecho milagros y todo lo que
ese hombre ha hecho, ¡pero no me han crucificado!

Oscar Wilde

Cuento de Navidad

El mundo está lleno de tipos así. Usa el pelo largo y canoso como un
hippy viejo o un linyera. No tiene familia. Le faltan dientes. Si Jesús
hubiera llegado soltero a los cincuenta, se parecería a él. De vez en
cuando los muchachos le pagan un vino para escucharlo hablar en
arameo. El problema es el barrio, la solidaridad de esquina. El día de
Nochebuena se esconde para evitar que le festejen el cumpleaños
en vez de crucificarlo decentemente, como a otros más afortunados.

Ana María Shua

El bien es triste.

Para darle algo de sabor


a Cristo,

hubo que matarlo.

D. M.

I
Como tantos fracasados
tú también buscaste
tu primer triunfo:

ser mártir,
y fracasaste.

II
Como tantos fracasados
tú también buscaste
esa forma última
de fracaso:

ser mártir.

Jorge Guillén

Los paganos pensaron la Edad Dorada


en el pasado; los cristianos, el Reino
de Dios en el futuro.

Negaron el presente
─aire nuestro─
la vida.

¿Ser luego en la sabiduría


que se consagra

en las tardes de la cicuta


y de la cruz?

Dios no está en la palabra que oigo,


en la palabra que leo, en la palabra
que escribo.

Porque Dios se repite en la palabra


que oigo, en la palabra que leo,
en la palabra que escribo.

Dios, al repetirse, aburre.

─No ha de ser el Verbo.


─Leyenda
dorada.

(A Flor Smith)

Borges

Ese ruido que es Borges

en toda escritura

que no sea
Borges.
II

Sólo en él

─como Brahms en Brahms─

es Borges.

Estoy leyendo la profundidad


escrita de Alfonso Reyes,
de Borges,
de Jorge Guillén.

Y la de ésta, mi palabra,

¿la estoy trabajando acaso?

Si no me hago esta pregunta,


o si al hacérmela no asumo
sus riesgos,
¿estaré haciendo literatura?

Mariano Picón Salas

Si se escribe un ensayo

no sólo se estará
escribiendo
ese
ensayo
Se escribe también
lo que es
y debe ser

El ensayo

II

El poder del gran arte literario es precisamente


hechizar el espíritu sin ninguna obligada promesa
de utilidad; darnos lo que no se necesita en la
estrecha vida de los negocios, de la profesión,
del empleo.

M. P. S.

III

Y que al leer tu libro, el crítico se diga:


─Que otros lo estudien; yo, lo disfruto.

Se dice escritor y nunca


se ha preguntado

Si sabe escribir.

Se dice narrador,
ensayista,

Poeta.
¿Estarán vivas
las palabras

de ese con quien


hablas?

¿Lo estarán

como las que hoy

de Cernuda leíste?
Pablo Neruda

El que viene del musgo


busca en Verlaine
el nombre que en hebreo
dice maravillas

El húmedo de madera
atraviesa la Malá Strana
y siente el hechizo
de Jan Neruda
creador
de vampiros

El que viene del Sur

Oscuro de lluvia

Enlutado

II

En el corazón del ruso


─dice Dostoievski─
combaten Dios y el diablo.

¿Y el poeta lo repite
para justificar con literatura
las purgas de Stalin?

III

Para los hábitos de mi tiempo

(invierno
verano)

trazo imágenes sobre


barro

y cenizas titubeantes

Animales tímidos
que se desvanecen

cuando entra tu jauría

encendida
fluvial.

IV

Isla de Pascua

Allí el misterio
Diseminó sus piedras

Sílabas de su silencio

Y no eres tú
Es Rapa Nui

Quien interroga.

Punto

No hay espacio más ancho que el dolor,


no hay universo como aquel que sangra.

P. N.

De la naturaleza
de las cosas,
Hojas
de hierba.

Citas, D. M.

Reptan bajo su poder absoluto;


y así,
siempre.

Podrían imaginarse el mundo


sin ellos;
no sin él.

II
Si el poder te permite
opinar sobre todo,

la ignorancia no te impide
opinar sobre más.

Lezama Lima

A-I

La palabra deshabitada
cuando aún no había dado
con tu imagen

La palabra que abrirá portones


a un melón dentado con trozos
de hielo
(¿En el trópico
un melón ártico?)

Y la noche
engendrada en el vientre
de un animal solitario
andrógino

En un golpe de dados
tiende fragmentos de su imán

Para que la palabra


te dé lo múltiple

Paradiso

II

Abres tu baúl
y ya eres el duende

Que transita
hacia otro espacio

Donde Lezama
te conjura

Trazando imágenes
de azufre
Sobre un rectángulo
de agua

Para que el encanto


en tu escritura

suceda

Sólo lo difícil es estimulante.


Lezama Lima

… la solear…
Ese cantar tan sencillo
que nadie sabe cantar.
Manuel Machado
En la sabiduría
del miedo, rezan:

N. ─Perdóname Señor
por haberme sentado
a la mesa de los impíos

Y haber disfrutado
de sus banquetes
y discursos

Sucede que también ellos


predican Tu palabra

T. ─Este es el momento propicio


para que Tu presencia
sea en mi palabra

En ella Te invoco

Dale el aliento de Tus salmos

Y no permitas que se haga


eco de la tontería

El qué dirán

Octavio Paz

Tu escritura,
cuántas
veces

no la has sentido retórica


del insomnio
sobre un desierto de cal.
Ante la página en blanco,

palabras blancas.

¿Dime lo que lees y te diré


quién eres?

Dime cómo escribes

y te diré
si eres.

II
¿Al leer,

Se distrae tu palabra
en la palabra del otro

Y deja de ser?

III

(Con Jesús Colina)

Juan Nuño

A-I

Tu ironía
se queda sola

En su círculo
se muerde la cola
Suicida

II

Si no es vulgar,

tu ironía no ofende:
seduce.

Cuestión de elegancia.

Crimen perfecto.

“El estilo lo es todo: no cuenta qué


se escribe, sino cómo se hace. El
placer es siempre modal, nunca
sustantivo.”
B-I

─Forma
sobre
fondo.

─Mozart.

II

─¿Y lo profundo nuestro,


de aquí?

─El Quinteto Contrapunto.

(Así lo afirma
─lo vive,

el maestro Diego Viciel.)

III

La forma

Lo que la mejor
literatura busca decir

La música

“No es que en la variación esté


el gusto, es que la variación es
el gusto.”
C

Escucho con los ojos


una frase de Nuño
que se me hace
epigrama:

Bien visto,
Don Juan es una puta.
Hoy estará
en su escritura.

¿O acaso
será sólo
sombra

en mi lectura?
Rafael José Álvarez

Álvarez

Palabra duende

que aparece

anda
y desanda
en esa otra
palabra
encantada

en esa
lectura

Gerbasi en Canoabo.

Hoy,
en mi lectura,

su voz es la sintaxis

de su escritura.
Eudes

Lo que no sabe Eudes (él, que de todo dice),


es que el moján de su palabra le jugó una
hermosa trampa y me puso a oír su voz,
a embelesarme en su encanto oral, en boca
de Teófilo Castro, el viejo Chopo de Cabure.

Lo que no sabe Eudes es que yo estaba


hecho para el silencio gustoso ante
el torrente de sus andanzas imaginarias
(¿qué puede ser, después de todo,
un barrio de alpargatas que es también
una galería de duendes; qué, una concha
de mar cargada de “mujeres de la vida”?).

Lo que no sabe Eudes es que él ya era


en mi pueblo, donde su padre, Juan
Manuel Navas, despertaba las noches
con la claridad de su trompeta insomne.

Lo que sí sabe Eudes es que, al contar,


en su voz cuentan las voces del creer
y crear de cada día.

─Y más allá del contar,


de la palabra,

Pedro Cuartín lo ha visto aparecer


entre las Ánimas de Guasare.

Los buenos te quieren,


y eso es bueno.

Los patanes te odian,


y eso es mejor.

(A María Elvira Gómez)


Leo y releo tu respuesta.

La degusto,

y te doy
las gracias.
I

Si no fuera por su palabra,


por su sabiduría,

Yo hubiera podido escribir:

En política, si no se miente,
no se es de verdad.

II

Un filósofo (y no taoísta).
Responde siempre
lo que
es
y no las preguntas…

“Las preguntas”, digo, es un decir.

III

D. M. ─De la sabiduría
política:
¿Platón y
Confucio?

H. T. ─Lenin
y
Juan Vicente Gómez.

IV

¿Ignorar no es como olvidar


la realidad, como olvidarse?

(Con Humberto Trómpiz)

A-I

El azar no designa en cierto sentido


más que la imposibilidad de pensar.

C. Rosset, Lógica de lo peor. Citado


por Fernando Savater
en
La Hermandad de la Buena Suerte.

II

Hombre:
animal

que juega caballos.

D. M. Homo Sapiens

III

Yahoo.

Jonathan Swft,

Viaje al país de los houyhnhnms.

¿En
El jardín de las dudas

El jardinero de Voltaire?

. A VOLTAIRE

Eres ariete formidable: nada


Resiste a tu satánica ironía.
Al través del sepulcro todavía
Resuena tu estridente carcajada.

Cayó bajo tu sátira acerada


Cuanto la humana estupidez creía,
Y hoy la razón no más sirve de guía
A la prole de Adán regenerada.

Ya sólo influye en su inmortal destino


La libre religión de las ideas;
Ya la fe miserable a tierra vino;

Ya el Cristo se desploma; ya las teas


Alumbran los misterios del camino;
Ya venciste, Voltaire. ¡Maldito seas!

Gaspar Núñez de Arce

II

Escribe epigramas;

luego,

pacta con el diablo,

con Voltaire.

D. M.

En la sabia lectura
de Borges,
Jardinero,

Y en la de Alfonso Reyes,

Caridad…

─La caridad de Voltaire.

─Que no de Rousseau.
A-I

Luciano

II

Y es

como si en una sola palabra,

como si en este solo nombre


se leyera

─¿sin haber sido escritos?─


los mil y un epigramas.

B-I

…que copiamos a Luciano, y que


desgarramos todo a dentelladas.

Erasmo en la Dedicatoria de Elogio


de la locura a su amigo Tomás Moro.

II

─Moros:
Necio.
─Utopía:
¿Necedad?

Darío

Escribo mi nombre

y no me leo en él.

¿Cuál de los dos


no es?
Están encerrados en jaulas
de barrotes pulidos
aquí
arriba

Las hojas tupidas


por el abuso de la telaraña
los cubren del sol

Son doce
seis de cada lado

Un blanco amarillento
borra las escasas pelusas
de sus cabezotas
Sentados
desnudos
sin sexo

Ángeles caídos
que nada dicen

Y se vuelven pájaros
desplumados por la costumbre
de un solo árbol

Un árbol gris

En la pesadilla
que en mis noches
persiste.

Después de todo

─y asumiéndome ya
en el olvido─

te escribiré un mal
epigrama:

Deseo de todo corazón

que,

como toda buena muchacha,


seas buena:

Que mis palabras no te toquen,

que no arda tu cuerpo en el amor…

Y que ni Dios te lo perdone.

Cuerpo frío

Escarcha
de Dios

Imagen
bella

Para el olvido
Con ella,

Le volvió el alma al cuerpo.

(Si es que alguna vez


tuvo alma;

Si es que alguna vez


tuvo cuerpo.)
Una hoja de papel

Unas cuantas palabras

Y puede que algo

Un no
sé qué

Te nombre
De los cinco sentidos
sólo el sexto

(excusa
del polvo)

nos separa

Léeme las cartas

Prepárate otro filtro


de amor
Conjúrame
Chopin

borró tu
nombre

No está mal
Pienso en ese animal
que dormido tiembla
en tu cuerpo

De mis conjuros
se alimenta

Y ya despertará
con su nombre
preciso

En el preciso
Instante

Del tránsito.
Sus Nocturnos

borraron
tu nombre

Nocturno
Cuando en el sabor

húmedo

llegamos a ser
uno
Te quiere en su palabra.

En ella,
donde quizá
nadie haya sido.

Que su palabra sea


entonces
algo así como alguien.

Una voz.
Amanezco
deseando a alguien.

Invento su cuerpo,
su palabra.

Despierto de nuevo,

Húmeda.

Raquel Tirado
Su palabra
¿Callada?

En el silencio intenso

Tu piel.
En mi boca,

el sabor húmedo

de tus bocas.
Afuera pueden arder las sombras
de los transeúntes

Pero desde el zaguán cierto olor


comienza a humedecer la casa

Y no se sorprenda usted
si en el solar es sólo
un charco

El hombre que hoy cerró


tras de sí la puerta.
Vivo ocultando la verdad
que de mí
sólo

mi enemigo predica

Vivo la mentira de mi amigo

Soy la verdad de mi enemigo


I

(Tenemos bastante religión


para hacernos odiar,
pero
no la suficiente

para hacer que nos amemos


los unos a los otros.
Swift.)

II

Mi odio hunde en mí
a mi enemigo

A ese que sólo debe ser


en su distancia

III

(Vivimos
de descuartizarnos

Por la cruz
que le dimos

Cristo
es nuestro Dios)

IV

He dejado de odiarlos

(Ya no me esclavizan)

Me deshice
de mis enemigos
en mí

Tengo muchos amigos

Epigramas
por venir
I

Y el hombre, para no leerse


en Jonathan Swift,
hizo de

Los viajes de Gulliver

literatura infantil.

II

─¿Y acaso Swift no hizo con


su
modesta proposición

literatura infantil?

III

Alicia a través del espejo


de Jonathan Swift.

IV

Y de nuevo, con Herodes,


Una modesta proposición.

─Si no fuera
por sus enemigos,

claro está,

no escribiría epigramas.

─Y entre todos los escritos,

aquél,

el de la envidia.
Desde aquel postigo un ojo se asoma
entre párpados desgastados
por la resolana

Por la acera de enfrente


pasa un hombre de traje gris

Y nadie sabe

Aunque alguien dirá


haberlo presentido

Que en otro lugar

Y en este mismo
instante

El hombre de traje gris


ha muerto.

Dámaso Ogaz. ─”Alfonsina y el mar”, la canción


que borró la mala poesía de Alfonsina Storni.

Marvella Correa. ─Y en la voz de Mercedes Sosa,


que se cuide la buena:
Borges.
II

En aquel tiempo
un caballo de fuego
apagó su cuerpo en al neblina

Hoy vuelve

Gira hacia la transparencia


donde hoy
Marvella

Te defines
Te odio y te quiero,

Te canta el bolero.

Y a ti,
eso te da igual.

Como igual te diera


cuando,
siendo Clodia,

Fuiste transfigurada
por el epigrama de Catulo

─Te odio y te amo─


En Lesbia.
Su Lesbia.

yo venía de los bosques húmedos


en mi equipaje la inocencia
en sí misma dobladita
olorosa a preguntas
me quitaron
bosques y humedad
el equipaje revolvieron
las preguntas me las fui respondiendo
con el tiempo y de a poquito
ahora no sé de qué sirve la inocencia
ni me importa
Lydda Franco Farías
I

Estuvo detenida
en mi casa

Cuando su palabra
comenzaba a ser

Lo que hoy

─Salmo
subversivo,
Lydda─

Es.
II

El que quiera leer un epigrama


escrito para burlarse de Lydda
Franco Farías,
que se olvide.

Con ella la ironía ─que es su


palabra─ se hará ternura.

Pero eso sí,


clandestina.

─¿Como en Víctor Valera Mora? ─pregunta


alguien.

Y responde Benito Mieses:─El Chino Valera,


otro auténtico.

Por aquí pasó Beny Moré

Por aquí pasó Beny Moré


y le metió candela
a Beethoven a Mozart a Vivaldi
los Beatles se salvaron porque le hablaron
largamente de algo parecido a la caída de un reino
por aquí pasó Beny Moré
más huracanado que el gloria al bravo pueblo
nuestra pobre canción de 1811
Víctor Valera Mora
Si me mientes,
es decir,
si me ofendes,

No escribiré
en contra de ti,

Si no que celebraré
a alguien de verdad:

Otilio Galíndez
en
su verdad:

Caramba, mi amor, caramba…


De lo popular como encanto.

Digo
─y no es un decir─:

Andrés Eloy Blanco.


─Para ti,

No hay epigramas.

Ni la más mínima gota


de un epigrama.

A menos que sea


de aquellos que…

─Prefiero de los otros.

De esos que hacen


que me burle
de alguien con la risa
Y mucho más de mí

Con mi sonrisa.

En el techo de la cárcel,

aquella noche,

el gato verde

de Andrés Eloy

Blanco.
I

Carta a una joven poeta.

II

Deseable para mí sería


que alcanzaras

Y asumieras

Esa dimensión
en poesía:

Jorge Guillén.
El poeta
más él
que conozco.

III

Para Jorge Guillén la mujer existe.


O. Paz

…esas moradas insondables de las que se atrevían


a hablar los gnósticos de la primera edad … Sin
éstas es imposible residencia en el ser.
E. L. O.

II

En la
Noche
oscura

¿Sombra gastada
del Verbo?
Lámpara oscura
de la casa

Castillo
interior

Morada

III

A Enrique Loyo Ordaz

¿Saber escribir? Saber

decirse en el otro,
con
el otro.
Aquí los recuerdos pesan

Recobran su memoria
los espejos

Aquí mi palabra es otra

Edgar Méndez
Por la noche soltaban sus peces
en aquel enorme acuario
de humo
Neblinas

Yo los oía desnudarse


quedarse en los puros huesos

Los sentía a eso de las cinco


recoger sus hojas
crepitar
en las primeras lumbres

Eran ellos

Orumos
Pardillos
Araguanes

Cuerpos erguidos saliendo


de la noche

Poblando la mirada

El séptimo día

Y en lugar de la palabra
en la escritura,

Su silencio… Que tanto

Dice.
J. ─¿Ese ruido que es Dios en toda palabra
que no sea
Llama de amor viva en Noche
oscura?

G. ─El no sé qué

de
Cántico espiritual

que queda balbuciendo.


¿Hacer poesía con la experiencia
mística,
no es acaso hacer ruido
con el silencio?
San Juan de la Cruz

o del poeta
que en el poema
sabe callar.
El solar no fue poblado por mil y una noches,
ni hubo parche de pirata en el ojo izquierdo
del manare, cuando, como un asta verde,
atravesaba el pozo,
mientras su lengua
olisqueaba el planeo de caballitos mandingas.

Tres mosqueteros no escalaron jamás


la empalizada, ni un lobo feroz…

Los seretones soplaban las ánimas que salían


de aquella lámpara mágica:
la vela.

Unos duendes encantaron animales


en una cueva de peña cubierta de lama.
El viejo Chopo se pasó todas las noches
cuentos y más cuentos

y fue llenando el solar de mil y un aparecidos.

Paulo Coelho

Sabiduría deshuesada
para dentaduras débiles

Ambrose Bierce

II

─Oír lo único.
─A Elis Regina.
Si un mediocre lo es
entre
otras cosas
porque no lo sabe,

¿cómo sé yo que no lo soy?


Leonardo Sciascia

A-I

─Estupidez: forma
común de ser bueno.

─¿Alonso Quijano
visto con anteojos
del Padre Gaetano?

II

Alonso Quijano
el bueno,

Cristiano.

¿Del hermano
Francisco,

Hermano?

¿O en sano
juicio

Familiar del
Santo Oficio?

Cuando el más allá


es con nosotros

Su Santa
Inquisición,

Su Santa
Hermandad,

Todo modo.

C-I

¿Lectura metafísica?

La de la escritura de Sciascia

de la escritura de Borges

y las tramas policiacas.

II

“En realidad, lo que pasa es que para mí explicar


el mundo es explicarlo policiacamente.
─Una investigación…
─Una inquisición, como diría Borges ─concluye
Sciascia.”
D-I

¿Y no será que Unamuno y Azorín


quisieron reescribir en serio

lo que Cervantes sólo


pudo escribir en broma?

II

Sólo se le dice

a quien tiene
algo que decir.

Por ejemplo:

Cervantes le dice
a Borges

y Borges le dice
a Sciascia.

Escribo epigramas contra la estupidez,

y al leerlos,

los estúpidos ríen.

II

Con cierta gente


yo no hablo

Rebuzno

III
De la que me salvé:
de ser quien eres.

El sin él
Lichtenberg

¿Qué se saca del gusto de ser modesto?

Un Lichtenberg:

¿Quién está ahí? Sólo yo.


Ah, esto es bastante superfluo.

O un Borges.

Eso sí, leídos por


Gutiérrez Girardot.

II

Cosas que Lichtenberg dijo

que se encargan
de decir cosas

que,
tal vez,
pudo no haber dicho:

¿Quién está ahí? Sólo yo.


Ah, con eso sobra.

III

Imaginar,

de los aforismos
de Lichtenberg,

esas lecturas:

Schopenhauer,
Nietzsche, Karl Kraus…
IV

Su Temor y temblor:

Ser leído,

no por Kierkegaard,

sino por Lichtemberg.

VI

De tus aforismos,

ni los sueños

ni Dios.
Sumo
Sueño.

VII

La Gioconda de Lichtenberg.

VIII

Qué extraño
(¿o no

tan extraño?):

La ironía que hace


que me tome más
en serio,

es la misma
que hace

que me ría más


de mí.

IX

Sí, Lichtenberg,
cuando Dios,
el eterno, existía.
Para burlarse
de sí mismo

(al menos
eso creo)

cierto humorista dice


que el humor

es la forma más alta


de inteligencia.
I

En la oscuridad
de Góngora,

en las metáforas
del

Príncipe
de la Tinieblas,

está la mitología
que dice.

II

¿En tus metáforas


habrá algo,
alguien
que diga?

José Bianco

II

“No siempre son amigos

─y es una lástima─

nuestros amigos literarios.”

III

¿De allí
tal vez
─y para decirlo con Rubén
Darío─

La pérdida del reino?

IV

Sombras suele vestir

El ángel
de las tinieblas

¿Y tus epigramas
contra
nosotros los poetas,

no serán sólo

contra Rubén
Darío,

por ser Darío?


Mientras no escribas
eres todo un genio.

El mediocre comienza
─y su reino no tendrá fin─
con la obra.
─Del epigrama

como

resentimiento.

─¿Y por qué

no:

De la ironía a la plenitud?
En tu palabra no hay nadie.
En la ironía
le digo
Borges
y él me respondo
Darío.

¿Y esas:
su escritura,
mi escritura?

─Habría que crearlas.


─Crearnos.

(Con Damián Borges)


Laurence Sterne

La escritura, cuando manejada adecuadamente


(como pueden ustedes estar seguros de que creo
que lo está la mía), no es más que un nombre
diferente que se le da a la conversación. Y al igual
que nadie que se sabe en buena compañía se
atrevería a hablar sin parar y a decirlo todo
él,------así ningún autor que comprenda bien
cuáles son los límites del decoro y de la buena
educación presumiría de pensarlo todo él. La
mayor y más sincera muestra de respeto que se
le pueda dar al entendimiento del lector consiste
en repartir amigablemente con él esta tarea y en
dejarle imaginar algo a su vez: tanto, casi, como
el propio autor.
Laurence Sterne, Tristram Shandy
(Traducción: Javier Marías)

Y es que tú, lector, ahora


podrías escribirme
tu respuesta

a
Epigramas.

Que bien podría decir:

Sólo si disuelve
la Palabra,

será

El epigrama.

II

El epigrama,

que tal vez no gravita


en el sarcasmo,

sino en levísima
ironía
compartida,

Shandy.

III

(Cuando un libro es una fiesta


y
“un cierto regusto a sabiduría”.)
IV

Mientras sea, el presente


es perpetuo,

Juego de voces:

Laurence Sterne, Tristram


Shandy,
Yorick…

─Y la tuya, lector.

Cuando en la noche dices:


Buenas noches,

¿Cuántas noches hay


en esa noche?

De
Las mil y una noches.

II

Cuando en el día dices:


Buenos días,

¿Cuántos días hay


en ese día?
Del
Ulises

de Joyce.

Yo había imaginado que Dostoievski era


una suerte de gran Dios insondable,
capaz de comprender y justificar a todos
los seres. Me asombró que hubiera
descendido alguna vez a la mera política,
que discrimina y condena.
Borges
II

PLATÓN ─. En cuestiones políticas, el poeta


no tiene preguntas inteligentes que hacer.

DIÓGENES ─. ¿Y vale la pena tenerlas?


III

¿Cuándo llegará el día en que gobiernen


los lacayos?
Cernuda,
Luis de Baviera
escucha Lohengrin
I

─Borges se dejó condecorar de Pinochet.

─¿Y acaso no se dejaría condecorar


de Stalin,
Neruda?

II

(Ve pasar tanques de guerra

y,
sonriendo,
dice:

Del hombre,
con amor,

para el hombre.)

III

Neruda ─¿Justificas el horror?

Borges ─Los versos del Dictador.

IV

(Para una exposición

de caricaturas
de políticos,
escribe:

En el espejo
está la imagen
de quien te crees;

en tu caricatura,
el que eres.)

¿Quién sería aquel hombre que se llamó Juan Ruiz?


Árbol, sólo revela su raíz,
El arranque ─sin par─ de un ignoto poder.
Su vida es una equis. ¡A leer!
Jorge Guillén
I

Leo en Sándor Márai

La imagen de Ladislao Mézar,

El médico que
en la Segunda
Guerra Mundial

De Hungría llegó a Cabure,

Donde no habría de suceder


─se entiende─

“El último encuentro”.


II

Como un Borges que llegara


de esa nostalgia,
Ginebra,

Y un Neruda que partiera


del Trópico.

Ellos,

Siempre en el desencuentro.

Son muy pocas las personas cuyas palabras


concuerdan con su existencia.
Sándor Márai

─¿Entre ellas Borges, Neruda, Márai?

─Se entiende que las palabras a las que se refiere


Sándor Márai, no son precisamente literarias sino
muy otras; como otras son las personas con cuya
existencia esas palabras concuerdan…
─¿Luego,
La sabiduría está en otra parte?

─ ...
I

…ese poeta que no ha cesado de crecer y crecer, de crear y


crear, sin dejar de ser jamás el niño triste que se ve reflejado
en la imagen del hijo imposible…
Emir Rodríquez Monegal, sobre Neruda.

II

(Ellos,
Los hijos,

Son el camino,
La verdad y la vida:

El Hijo.
D. M.)
III

Pienso en las cosas que pudieron ser y no fueron.


El tratado de mitología sajona que Beda no escribió
La obra inconcebible que a Dante le fue dado acaso entrever,
ya corregido el último verso de la Comedia.

La historia sin el rostro de Helena.

El dilatado imperio que los Vikings no quisieron fundar.

El ave fabulosa de Irlanda, que está en dos lugares a un tiempo.
El hijo que no tuve.
Borges

IV

… así fue sucediendo


el hombre impuro,
hijo del niño puro…
Neruda

No fue contigo piadoso


el olvido,
Antístenes.

Estás ahí, entre

los epigramas
helenísticos

de una antología palatina.


I

Tuvo un carácter muy dulce, la timidez de una doncella,


una reputación sin tacha y un amor ejemplar hacia
su madre, hermana y tía paterna. Fue austero y casto.

De Persio, satírico, dice Valerio Probo,


¿hagiógrafo?

II

(Padre, perdóname; pero si te digo lo que soy, huirás


espantado como ante una serpiente; tus oídos se
mancharán con mis palabras y el aire se infectará
de podredumbre.

Santa María Egipcíaca, en Leyenda Dorada de Jacobo


de Vorágine)

III

Persio,
el satírico
estoico

que escribiera contra los poetas


cuervos y las urracas poetisas.

¿Y contra
Nerón?
el rey Midas tiene orejas de asno…

A ti,
te lee en Marcial.

A él
─con Alejandro
y Julio César─,

en Homero.
I

¿Escribes contra el dictador

y ni siquiera te toma
en cuenta?

Eres su esclavo
─Poeta

II

─¿Sabía Maldelstam

que en el epigrama que escribiera


contra Stalin
había escrito entre líneas
su propio epitafio?

─Lo sabía.

III

Vivo,
¿a quién debo este honor?
Nadezhda Mandelstam

Montaigne

A ─Soy
si en mí

Pascal se abisma.

B ─Más que el terror de Pascal


ante “el eterno silencio
de los espacios
infinitos”,
que sea conmigo “el yo
odioso”
de Montaigne.

Su pudor.

II

No te fue dado alcanzar, de Heidegger, su filosofía;

pero sí
─y de allí tu escéptica plenitud─,

el “¿qué sé yo?” de Montaigne.

¿En mi egocentrismo
me burlo de mí mismo?

Ese tú
de mis epigramas

es casi siempre
un yo.

¿”Yo me celebro
y yo me canto”?
I

¿Y en el epigrama
de la hipocresía

tú me entenderías?

II

¿Y en el de ser
de verdad

en esta búsqueda

─Epigramas─

de mi verdad?
Epigrama

Si te dejas llamar poeta,

Si tú mismo
así te nombras,

¿No estarás violentando


el oráculo callado

Que podría haber


en esa palabra,

Y más aún, quizás,


El pudor?

En la lectura de Ángel Rama,

la escritura de Guimaraes
Rosa
buscaba

La tercera orilla del río.

Y la palabra,
río abajo,
río afuera,
río adentro,

─ el río.
A-I

Fue el extranjero pequeño y así sobra todo


lo que no sea «Teris, el de Aristeo, crete».

El extranjero era conciso, y esta línea


que apenas dice «Theris Aristeo, cretense»
es larga para mí.

─Al parecer, se trata del mismo


epigrama─epitafio.

─Y según dicen, de Calímaco.

II
Puede que el demonio
de Sócrates
Leyendo
el original

Entienda la traducción.

─Toda traducción.

III

Libro grande, gran desgracia.


C.
─¿Y traducido?

IV

En la traducción
de un epigrama

está su epitafio.

Ezra Pound

soñó que era una mariposa


y no sabía al despertar si era

Borges

que había soñado ser una mariposa


o una mariposa que ahora soñaba ser

Chuagn Tzu
Erasmo

A-I

¿Habrá algo más implacable contra


la Necedad
que ella misma
en su propio
Elogio?

II

─La voz de la sabiduría…


─Tal vez
la de la Necedad

en su propio
Elogio.

(“¿Y qué es lo que los hombres piden a estos santos,


sino cosas concernientes a la necedad? Veamos.
Entre tantos exvotos colgados de los muros y de
las bóvedas de algunos templos, ¿habéis visto
alguna vez uno solo puesto por el que se haya
curado de la necedad o por el que haya adquirido
un grano de sabiduría? Ni por casualidad.”)
B-I

─Leer
Venado de piedra

desde
Elogio de la locura.

─¿Y desde
Cándido?

II

─Leer.
─Leerse.

Si se escribe

Que sea un libro de verdad

Y no
necesariamente

La Verdad

Como esa mentira

(Terrible
hermosa)

La Biblia.
No vives en tu escritura.

Si acaso,
como espectro,

Desandas en ella.
El que habla, no sabe;
el que sabe, no habla.

Así dijo.
Así hablaba
Lao Tse.
(¿Y si sólo existes

en la medida
de lo que dices?)
Si no sabes callar,
no me hables.
En la calle Zamora espantan,
por Dios que espantan,

Dice Ramón Miranda…


Y desaparece.

Por Dios que desaparece.


Que otros esperen de Cristo
sus milagros.

Tú interrogas ─con Pilatos


y Nietzsche─
su “Verdad”.
¿Filosofía?

La de Mozart
oída

por Shopenhauer.
NIETZSCHE. ─Viven
y están como alquilados
a otra cosa.

STIRNER. ─Lo que tienes que hacer


es dejar que no sean.

Eres.
¿Eres?

Lo que tengo que hacer es dejar


que no seas

El único y su propiedad.
Si la ironía lo necesita,
Dios puede que exista.
─¿Enloquecería Nietzsche
de tanto imaginarse
Zaratustra?

─Tal vez, de tanto saberse

Nietzsche.
A Dios, i. m.
Es lamentable que Jesucristo no haya vivido
más, tal vez habría sido el primero en renegar
de su doctrina, y quizás habría aprendido
a reír y habría llorado menos.
Nietzsche
¿Es polvo la palabra que sentencia:
Polvo eres y en polvo te convertirás?

¿Es polvo ese nombre:


Omar
Khayyam?
Los verdaderos filósofos griegos son
anteriores a Sócrates: con Sócrates
algo cambia,
Nietzsche
Dicen que, cegado por la claridad

de Heráclito,
Aristóteles lo llamó

El oscuro.
El hombre se retira entonces de la infinitud
del horizonte, replegándose sobre sí mismo,
y se encierra dentro del más reducido recinto
egoísta, donde está condenado a secarse y
a atrofiarse. Allí es probable que llegue a ser
inteligente, pero nunca sabio.
Nietzsche
─¿”…como quien descifra
el humus
del alba”?

─Como quien vuelve

en la palabra
del humus

humilde
al alba.
Decía Borges de Bioy Casares

(¿Y habría alguien más


de quien pudiera
decirse?):

Ajeno a todas las supersticiones.


En el Istmo de Paraguaná:

Precaución

Animales
en la vía

Ánimas de Guasare.
¿Extraterrestres?

Ya estuvieron aquí:

Platón y Cristo.

Y con ellos,

Rimbaud:

La vida está en otra parte.


Dios los crea

y Ambrose Bierce,

en su Diccionario,

los junta.

(A Noé Jiménez)
I

Infinito era el tiempo pasado al venir tú a la aurora


e infinito aquel que en el Hades te espera.
¿Qué porción resta, pues, de tu vida sino un solo punto
o algo más exiguo que un punto todavía?
Pequeña y angosta es tu vida y tampoco agradable
resulta, sino triste más que la odiosa muerte.
Leónidas

II

No fui ni seré…
¿Y cómo es que soy?
Alfredo Coronado,
de Cabure,

al leer Venado de piedra


escribe:

La palabra que te fue dada


para que
─dolor mediante─

entregues a otros.
II

No leo ninguno de los autores


que citas.

Ando atrapado en Galeano,

buscando la única redención


posible.

III

Vida que nos fue dada

─¿pudo alguien pedirla?─

y que,
por pura convicción,

ejercemos.

Marcial

En una gota
de ámbar,

tu epigrama.
I

Platón y Aristófanes dando


fe de vida de Sócrates

Porque él, por sí mismo,


no sabía.
No escribía.

II

Fe de vida,

Jorge Guillén.
I

… y con el regusto de tus recién leídos epigramas.


Juan Sánchez Peláez/ 1991

II

… cuyos aforismos tienen la profundidad de los clásicos.


Pedro Berroeta/1992

III

Del instinto, del Genio, del humor, del campo.


De la Muerte. De la Identidad y la Violencia.
De sexo e incesto. De aparecidos.
De la Naturaleza y los animales que anuncian la muerte.
Y los cataclismos.
Del Encanto, del demiurgo. Del encantado.
Del poema. De la Poesía. De la Ficción.
Todo es Reino para Darío.
Blas Perozo Naveda/1994

IV

…después de haber leído sus sapientísimos epigramas.


Juan Nuño/ 1992

…tu poderoso y sugerente “Venado de piedra”…


Gustavo Luis Carrera/ 2010

El Sócrates de Jenofonte,
el de Platón,
el de Aristófanes.

¿Y dónde el que tal vez leyera


y se dijera:
Conócete a ti mismo?

¿Dónde el Sócrates de Sócrates?

II
El único y su propiedad.

Se dice. Se sabe Stirner.

“Venado de piedra” no es un libro para ser


publicado sino para ser reescrito, vivido.

Nota del
2 de mayo de 2006

II

Y si me publican

Venado
de piedra,
¿qué
vivo?

2 de mayo de 2013

III

… como si ud. ─definitivamente─


le interesara más ser orfebre que Poeta…
Eddy Rafael Pérez/ 1997

IV

… vive, respira, escribe y reescribe…


Yeglimar Pereira,

3 de mayo de 2013

Aunque por mis ojos nunca cruzaron sus pequeños cuerpos,


los duendes, sin duda, siempre estuvieron allá, en el patio.
Sólo que no nací enmantillado, y por eso, al contemplar
la belleza de algún árbol, podía atravesar sus cuerpecitos
que precisamente jugaban en el tronco, sin mirarlos.

Nunca los llegué a ver; pero cuando los saltos de un yerberito


me hacían ir más allá de la quebrada, los sentía, en mi escalofrío,
Ahora los he visto.

Mejor dicho: alguien los vio, y me lo cuenta con palabras tan llenas
de sus apariciones, que estoy por creer que él mismo es uno
de ellos: un duende que me enmantilla y comienza a llevarme
hacia el encanto.
Soy entonces Evaristo Navarro. Y recuerdo una vez que venía
con mi carrito de pote y alambre cuando, de pronto, sentí un ruido
que no era del carro; un ruido que nunca había escuchado. Me paré,
y el ruido paró; volví a seguir, y el ruido siguió. Y así, hasta llegar
el momento en que se reventó (cosa rara porque era nuevo)
el alambre. Yo abandoné el carrito; pero ahora me seguían unos
pasos. Menos mal que en eso conseguí a mis hermanos jugando
metra y olvidé todo lo que había oído.

Cuando llegué a mi casa, mi mamá me preguntó que si iba a comer,


pero yo le dije: no, voy al patio a agacharme. Llegué allá y no sé
en qué momento sentí un desmayo, y ahí mismo me vi volando
entre jirones de nubes.

Al otro día supe que me habían encontrado en una cueva de peña,


lejos de la casa, dormido y con el pecho manchado de vómito:
los duendes me habían llevado, pero el vómito me salvó.

Después, andando con mi hermano por el monte, se nos apareció


un pájaro bellísimo. Yo le tiré una piedra, y el pájaro, nada. Mi
hermano también le tiró, pero en el mismo momento en que lo hizo,
desapareció la tiratira de sus manos. Entonces vino un hombrecito
que nos enseñó una tiratira más linda que la de nosotros. Pero ya yo
sospechaba que era el duende, porque cuando lo veía, vomitaba,
y el vómito era amargo, con un olor a mástil de cambur, a lama.

Luego sucedió en una mata de café: el duende, parado ahí con


los pies volteados, me hacía señas, me llamaba, soplaba,
y eran luces de colores lo que le salía de la boca.

Nadie me creía estas cosas. Hasta mi hermano llegó a decir


que él no había visto nada: ni pájaros tan bonitos, ni duendes,
y que la tiratira nunca desapareció de sus manos.

Pero una vez yo estaba cerrando el gallinero y una prima vio cómo,
de un solo golpe, quedé desnudo. Cuando volví a la casa, ya ella
lo había contado; pero sólo se lo creyeron al verme entrar descalzo,
con los talones vueltos hacia delante.

Entonces un señor me dijo que cuando fuera a agacharme y el


duende apareciera, agarrara un pedazo de arepa e hiciera como si
lo pasara por la mierda y me lo comía. Otro dijo que me cortara y le
enseñara la sangre. El duende, con estas cosas, desaparecía.

Y es que ya la gente me tenía miedo.

Y fue por eso, por la vaina de los duendes, que me vine para Coro
y no los he vuelto a ver.

Pero ahora quiero verlos, ya que otro señor me dijo: ellos no son
mala gente; son seres que no han sido bautizados. Si tú le rezas,
se van.

Por eso mi tío me compuso una oración, un conjuro. Pero no se


lo voy a rezar. Si no son malos, ¿por qué temerles?, ¿sólo porque
no han sido bautizados?

Además, son criaturas limpias, pues les asquea la sangre, el vómito


y la mierda.

En Uria, en la sierra, siempre han existido duendes.

Voy a volver a la sierra.

Por un nacimiento voy a entrar en una cueva de peña y ya nadie


me va a encontrar.

Estoy enamorado del encanto.


A-I

Esa verdad;
toda verdad,
en ti, es falsa.

Lo único cierto es el fraude.

La mentira que eres.

II

Para el ser social que somos,


la mentira es más necesaria
que la verdad.

Es más verdad.

III

La verdad es verdad
o mentira,

de acuerdo a cómo
se diga.

La música no miente.
B-I

La literatura de Borges es sapiencial.

¿Pero lo es por lo que dice


o por la manera de decir?

II

Si Borges dice la verdad,


ésta no importa.

Importa su manera de decir.


Su sabiduría.

III

La sabiduría,

lo que dice más


que la verdad,

está en la manera de decir.


C-I

La verdad se agota en sí misma.

La sabiduría
─o lo que quizá sea
lo mismo, el encanto─

no.

II

Un epigrama que sólo diga


la verdad
será, en sí,
estéril.

Si no se hace paradoja;
si no juega
con la verdad que dice,

le será extraño el don


de la sabiduría.

El encanto.
I

Como si el tiempo no pasara

siguen echando el cuento


de aquella vez

en que unos duendes


lo encantaron

para que siguiera echando


el cuento
del venado
de piedra

en el tiempo encantado.

II

Como si el tiempo no pasara

siguen echando el cuento


de aquella vez

en que unos duendes


lo encantaron

para que siguiera echando


el cuento
que los vuelve
venados de piedra

en el tiempo encantado.
Si soy la palabra
que digo,

¿es sólo y nada más que hombre


quien predica la palabra de Dios?
Esto le exigen los epigramas:

que al escribirlos, la ironía


no se deje de leer.
Si para usted Dios
es tan fácil,
qué
se puede esperar
de usted.
I

Si se escribe un epigrama

no sólo se estará
escribiendo
ese
epigrama

Se escribe también
lo que es
y debe ser

El epigrama

II

Palabra:

Navaja
de afeitar

con que juega

quien la escribe.
Que Cristo no hiciera
con determinado fin sus milagros;

que en cada instante de su vida


sólo hubiese sido eso,
la vida,

¿sería demasiado pedir?


I

Con las apariciones de los duendes,

algo
─¿qué,
lo real?─
desaparece.

Necesariamente.

II

Si sé que son,
no sé que soy.
DE DIOS
I

Quizás no siempre podamos escribir nuestra ironía


─no todo el tiempo será prudente─ y lleguemos a
entender que a ella sólo le estará permitido burlar,
con la palabra del hombre, al hombre,
y no, ya se
sabe, a Dios.

II

Si el hombre busca que su palabra se haga


semejante al Verbo, andará buscando ser
él mismo semejante a Dios.
Luego, la blasfemia.

III

Ante Dios deberíamos tomar la distancia que nos


da el silencio (¿la mística?), y llegar a saber que
toda palabra que se pronuncia en su nombre, es
decir, toda blasfemia, será ironizable. Así como el
hombre (¿hecho a imagen y semejanza de Dios?),
lo es.
Lo soy.
Sin cesar y a gritos el abismo de mi espíritu llama
al abismo de Dios. Di, ¿cuál es más profundo?
Ángelus Silesuis

Ayer soñé que veía


a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía…
Después soñé que soñaba.
Antonio Machado

El que amó más de todos sus compañeros,


el que amó más en toda su generación,
amando ahora un tal ser trascendente,
como decir un tipo no existente.
En qué has venido a parar, Ernesto.
Ernesto Cardenal

¡Cuántas veces el Ángel me decía:


“Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía”!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
“Mañana le abriremos”, respondía,
para lo mismo responder mañana!
Lope de Vega

¿Me recompensará Dios? No, sin duda, puesto


que está bien claro que no he hecho nada
por amor a él.
Eloísa

J M: Entonces, ¿Dios sería ante todo hipotético?


Para usted, si entiendo bien ¿Dios es hipótesis?
JLB: Sí, y una hipótesis cercana a lo fantástico;
acaso también inconcebible, inconcebible incluso
para lo teólogos.
Jean de Milleret-Jorge Luis Borges

Desprenderse vuelve al hombre capaz de Dios.


Pero desprenderse de Dios mismo es un
desprenderse que pocos hombres alcanzan.
Ángelus Silesius
Y si hubiera un Dios, me parece muy improbable
que tuviera una vanidad tan enfermiza como
para sentirse ofendido por quienes dudan de
su existencia.
Bertrand Russell
I

Si de Dios sólo se sabe


en el silencio,

¿podría haber blasfemia


en la palabra?

II

Epigrama

sonrisa luzbélica

y por ello
distancia

¿búsqueda de Dios?

III

Si al Nazareno se le venera
por lo que dice,

¿se ha de respetar a quien


pregunta
sólo por lo que calla?
Hay quienes descreen de mi necesidad de creer en Dios,
de buscarlo; pues la ironía, al parecer, es don diabólico;
mientras que la estupidez...

Cuando sucedió aquel abismo que fue la muerte


de mi hermano, yo, el escéptico, me pregunté por Dios
y sólo pude responderme:

Sombra gastada del Verbo.

Pero ya en otro tiempo yo había escrito un epigrama


que como éste, se había quedado en su silencio.

Y supe de una frase de Pitigrilli y de una sentencia


de Blake, y sé que hay diálogo, ironía compartida,
distancia para buscar a Dios.

Mi epigrama:

No se puede creer
en lo que no existe

Sólo Dios
desde luego
es la excepción

Pitigrilli:

Creo en la existencia de Dios, a pesar de todas


las estupideces que me han contado para que crea.

Blake:

El tonto no entrará en la Gloria, por santo que sea.

"Quien tenga oídos ─¿le oigo decir?─ que oiga".


I

─¿La búsqueda de Dios


no es ya un encuentro?

─Tal vez el único


que está permitido.

II

─¿Encontrar a Dios
es hacerse las preguntas
que Dios le hizo a Job?

─Es, quizás,

descubrirse en la dimensión
de esas preguntas
y adentrarse
en sus imposibles respuestas.

III

─¿Cómo pasar de la imposibilidad


de Dios a mi plenitud?

─Si con tus preguntas eres,


la imposibilidad de Dios ya es plenitud.
Los que vivimos en agonía constante,
los que hemos leído a Unamuno
no podemos hablar de Dios
sin sentir necesidad de decencia;

pues la palabra, aun en la oración,


puede llegar a ser moneda falsa:

una manera de mentir, de mentirse.

Y todo aquel que se sabe búsqueda


de Dios, apenas si se calma en ese
no sé qué de San Juan de la Cruz.

Confieso que mis lecturas ─de un tiempo


para acá─ van de los Salmos a San Agustín
y de San Agustín a Fray Luis de León.

Pero no espero más milagro


que esta necesidad callada de Dios.

De la belleza que sólo puede ser Dios.


Si escribes el nombre secreto
de Dios,
Dios existe.
De Él,
toda palabra
es proverbio,

¿Verdad de vida?

(Con Él,
si no es salmo,
toda piedra es escándalo.

Con Él,
los lirios del campo
son la sabiduría

que en toda su gloria olvidó


Salomón.)

¿De Él
una sola palabra
bastará para sanarme?
Si escribes el nombre secreto
de Dios,
Dios se escribe.

Te escribes.
Si ha de revelarse
que sea aquí

En el polvo
que aún
no soy
¿Mejor que negar a Dios
es embellecer el nombre

de Dios en la escritura?

¿Mejor que dudar de Dios?

¿Mejor que creer en Dios?


Claudia

Hoy he estado pensando en Dios.


Y lo he pensado de esta manera: Si se trata del Dios
a quien se le agradece, quiero creer en Dios; pero si se trata
del Dios a quien se le teme, a quien se le ruega, no quiero creer
y nunca he querido creer. Este Dios, el de los indigentes,
era el único que hasta ahora había conocido.
Hoy me ha sido revelado el otro. Y todo porque tú eres.
De la vida
Octavio Paz. ─ …te hace falta una filosofía fuerte.

Anónimo ─. ¿Y está en la palabra


o en Brahms?
Al margen
de Jorge Guillén

La búsqueda que va más allá


de Dios

Y vuelve para abismarse


en este aquí,
la vida.

Aire nuestro que respiro,

Respiras.
¿Mi verdad? No la escribo,
La escucho: Bach, Mozart…
¡Plenitud de plenitudes y todo plenitud!
Miguel de Unamuno

…a Sócrates, su demonio familiar incesantemente


le decía: “¡Oh, Sócrates, haz Música!”
Alfonso reyes

El asombro –digo yo es la más grande maravilla


y yo la había estado trivializando, banalizando
y degradando al convertirla en filosofía. Es el más
grande tesoro y yo lo había estado despilfarrando
al convertirlo en ciencia. Me arrepiento y me
convierto.
J. M. Briceño Guerrero

Según Otto (Walter) el griego dice “¿cómo rindo


el más digno homenaje a lo más venerable? y el
cristiano, heredero de Oriente, ¿cómo alcanzo
yo la salud?”, la salvación (Schajowicz). Pedir,
los cristianos al uso sólo saben pedir. Nunca
dan gracias; excepto cuando sus peticiones son
satisfechas.
Rafael Cadenas

Chesterton pensó, como Whitman, que el mero


hecho de ser es tan prodigioso que ninguna
desventura debe eximirnos de una suerte de
cósmica gratitud.
Jorge Luis Borges

La música de Bach nos ofrece uno de los mayores


deleites platónicos: la sensación de la necesidad
matemática, mucho más hondamente apreciada,
más vital desde luego, que la mera contemplación
de los conceptos. ¡Qué no hubiera hecho Platón
si llega a oír el clavicordio de Bach!
A. R.

La euforia dionisíaca se debe a la experiencia


de que el ahora es un fin en sí mismo.
Schajowicz. Citado por R. C.
Platón, que da en plenitud
la síntesis que persigo…
A. R.

Si la vida es,
qué no puede ser.
D. M.
I

Aquel que no se ha oído

en Bach,
¿ha sido?

II

─Él,
alcanzó el silencio místico.

─Ella,
se detiene en la música,

su plenitud.
La pregunta sobre
Dios
─¿Dios?─

dice más en mí,

que la palabra
de Dios.
El árbol de la vida que busco
en mi escritura,
germina
en tu cuerpo.
─¿Sólo si le dice a Sócrates,
dice
mi palabra?
¿Sólo si le dice
a Cristo?

─Sólo si le dice a Bach.


Si Dios fuera,

yo sabría
de dónde vengo.

Luego,

no tendrían sentido
mis preguntas.

Yo no tendría sentido.
Hoy estás bella

(como siempre)

de otra manera
¿Dios?
Una respuesta
para aquellos que no se preguntan.
¿Y cómo podrían descubrirse
en la plenitud de este mundo
Sócrates y Cristo,

si no fue con ellos


el arte de la sabiduría:

Haydn, Beethoven,
Dvorak,

Ella Fitzgerald?
Mi más allá se ha hecho
certeza:
sabor y saber

en la miel blanca
de tu cuerpo.
Oír música es como oír
a un hombre sabio
que en verdad lo fuera.

Como oír el silencio


de Platón,
después
de que él oyera,

─siguiendo a Pitágoras─

Música de las esferas.


X ─Nada dice de la vida
el hecho de que alguien
la haya creado.

Y ─¿Y creó alguien


la vida?

Z ─¿Alguien vivo
antes de la vida?
Carolina

Vuelvo al lugar de mi nacimiento,


acuario de humo.

Ando entre los animales del patio


y el aliento de la hierbabuena.

Pero esta vez no será la imagen


de mi madre la que, iluminada,
ha de encontrarme.

Despierta tu cuerpo ─tierra, agua,


aire, fuego─ mi segunda venida,

mi primera verdad.
Darío Medina, Coro, estado Falcón, 1952. Su infancia y adolescencia
transcurrieron en Cabure, pueblo serrano, su pueblo. Ha publicado
varios libros, de los cuales se ha permitido reescribir (cree en la
reescritura como depuración no sólo verbal) algunos de los textos
que hoy aparecen, junto a los inéditos, en este Venado de piedra:
Metamorfosis de su vida y su escritura...
Y ─¿por qué no?─ plenitud:

"Si para ti es el viaje,


ha de ser en la esencia
del árbol de la vida.

Todo árbol. Esta vida."

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