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ESPÍRITU Y CIENCIA

La Constitución del Ser Humano en la


concepción Antroposófica
Por Equipo Redacción Biosophia

Como es sabido, el término Antroposofía significa sabiduría o conocimiento


sobre el hombre. Rudolf Steiner, su fundador (1861-1925) utilizando este concepto
quería contraponerlo a Teosofía, o conocimiento
sobre Dios, intentando con ello que el
conocimiento se hiciese desde el ser humano, no
como conocimiento revelado por la gracia divina,
según la concepción teosófica, sino desde las
capacidades del hombre, de abajo a arriba. En
este sentido habla de la Antroposofía como de la
sabiduría de algo que el hombre tiene que
desarrollar y que entra en conflicto con todo lo
que le ha sido inculcado desde su infancia a través
de la cultura, pretendiendo con ello ofrecer al
hombre del siglo XX, que se hace preguntas sobre
si mismo y su destino, una nueva imagen y
conocimiento del mundo y del hombre, aplicando
rigurosamente la metodología científica moderna
al desarrollo de una Ciencia Espiritual.
El campo del conocimiento que abarca la
Antroposofía es amplísimo, incluyendo su
aplicación en la renovación de muchos sectores de la vida, como en la pedagogía,
medicina, arte, etc. suficientemente conocidos, aunque su estudio no está exento de
cierto grado de complejidad. Su fundamento parte del estudio profundo del ser
humano en su totalidad, sensible y suprasensible, de su estructura y composición. En
el presente bosquejo intentamos introducirnos en el tema, siguiendo en parte a
Rudolf Steiner en su libro “Teosofía”, cuyo estudio es altamente recomendado, con
el ánimo de despertar el interés de aquellas personas que lo deseen.
Cuerpo, Alma y Espíritu
Todos los reinos de la naturaleza están presentes en el cuerpo físico humano. Inserto
en nosotros hay una parte mineral, que principalmente constituye nuestro esqueleto.
Con el reino vegetal compartimos las fuerzas que obran en nosotros de crecimiento y
reproducción, fuerzas de vida que no tiene lo inorgánico y que generan una
multiplicidad de formas en el mundo natural, al igual que en el ser humano. Con el
reino animal compartimos lo que tiene de más representativo, que es la capacidad de
percepción del mundo exterior y la interiorización anímica de las percepciones. Se
puede percibir como el mundo exterior configura el mundo interno, participando en
su estructura igual que en el hombre.
El ser humano constituye un reino específicamente “humano”, único que tiene la
capacidad de comprensión del mundo y de si mismo, entendimiento que no se da en
los otros reinos. No es una especie superior, sino que constituye por si mismo otra
especie diferente que se sustenta en los demás reinos.
En el Cuerpo Físico destaca la capacidad sensorial, con los sentidos centralizados en
un cerebro, y que son los que proporcionan las percepciones con las que tomamos
contacto con la realidad y sobre las que se asientan todos los principios filosóficos
existentes.
Podemos distinguir dos aspectos en el ser humano claramente diferenciados: un
aspecto sensible, con el que percibimos el mundo físico-material mensurable
mediante los sentidos físicos (ver, oír,
oler, etc) en el que se sustenta el mundo
del conocimiento basado en lo
material y sus leyes físicas, y un
aspecto suprasensible de cualidades
no cuantificables ni físicamente
cognoscibles (como son el amor o el odio,
la suavidad, la dulzura, etc.). Cada uno
de nosotros atribuye mucho más valor a
lo cualitativo, que no se ve, que
a lo cuantitativo sensible (por ej:
es mucho más importante el que una
persona sea amorosa y dulce que su peso o estatura), aunque los dos aspectos sean
reales y no excluyentes.
La realidad que nos llega a través de los sentidos nos produce sensaciones, que
pueden ser cuantitativas o cualitativas (frío, calor, suavidad, amabilidad, etc),
agradables o desagradables. Después, esas las sensaciones generan ennosotros un
sentimiento, o bien no nos impresionan y nos quedamos indiferentes. Cuando el
mundo exterior nos impresiona (de forma inmediata o mediante los recuerdos), nos
produce un determinado estado de ánimo, que siempre procede del mundo físico y
que es distinto para cada persona. El mundo exterior entonces se relaciona con
nosotros y se convierte en nuestro mundo interior, en nuestra alma o mundo
anímico.
Las sensaciones, los sentimientos y nuestro estado de ánimo proceden del mundo
exterior que nos estimula y que se convierten en nuestro mundo interior, en un nivel
semi-consciente o inconsciente, normalmente involuntario. Son elementos
informativos que nos dicen como es el mundo, como podemos relacionarnos con él,
si es algo peligroso o beneficioso, etc., lo que nos sirve para aprender a través del
placer o del dolor en su carácter didáctico/disuasorio. El sentimiento posee un
aspecto formativo cuando aprendemos de las cualidades de
otros seres o del entorno, en función de cómo nos
impresionen.
Si el hombre solo estuviera constituido por un cuerpo físico y
un mundo anímico de sensaciones y sentimientos no pasaría
del nivel del reino animal. Pero el ser humano además puede
comprender, que consiste en entender las leyes que rigen las
cosas, lo cual significa poder penetrar hasta la esencia o el
espíritu de los seres y objetos (por ejemplo, nos puede
gustar o no escuchar la música desde la sensación y el
sentimiento que nos produce, pero también sabemos que ha
tenido una evolución, y con nuestro pensar podemos
comprender que tiene una estructura en base a unas leyes
inventadas por otros seres humanos). Sin necesidad de
identificarnos podemos comprenderlo todo y luego tomar
nuestras propias decisiones.
Cuando el espíritu trabaja para comprender ya no hablamos
de un mundo interior anímico, sino de un mundo superior
que tiene sus propias leyes. Casi siempre hablamos desde el
punto de vista de lo anímico (de lo que nos agrada o
desagrada). Si queremos comprender la realidad tenemos
que hacerlo superando la simpatía o antipatía que tengamos,
de nuestros gustos o desagrados: no podemos dejarnos guiar
por nuestras preferencias subjetivas, sino comprender
objetivamente. El conocimiento de las leyes naturales y espirituales está por encima
de nuestro mundo anímico interior, constituyen las leyes que rigen el universo
global, no el nuestro interior. Ello lo logramos con lo más elevado que tenemos:
nuestro pensar. El alma no estaría completa si todo lo que llega a ella procediese
exclusivamente a través de las sensaciones del cuerpo físico; también queremos
comprender lo que nos viene de la compenetración con el pensamiento. Hay
sensaciones y estados de ánimo causados por una actividad espiritual (como lo es el
pensar), al igual que por la actividad corporal.
La naturaleza siempre se rige por la ley de la necesidad. La comprensión por el
pensamiento, si no es algo que se efectúa de forma compulsiva u obligada, sino
voluntaria, activa la parte espiritual del ser humano que se identifica con su libertad;
de lo contrario siempre vamos a estar esclavizados por la necesidad de la naturaleza.
Nos convertimos en personas cuando podemos pasar al estado activo de no
sometimiento: la vida entonces será lo que cada uno de nosotros haga en el mundo,
que es traspasar la propia interioridad o personalidad, dejando el sello de lo anímico
interior en el mundo exterior, a través de la voluntad.
El alma constituye el terreno intermedio, la frontera entre lo físico-material y lo
espiritual y el eslabón que une las dos partes. La vida de sentimiento, pensamiento,
reflexión y recordación la hacemos siempre en el alma, terreno de trabajo interior en
el que ocurre todo: es el escenario interior en el que se desarrolla toda la vida, es el
centro de nuestra conciencia, pero no es nuestra esencia, no somos nuestra alma
que va a desaparecer al igual que lo hará nuestro cuerpo físico; no lo hará nuestro
espíritu, que es inmortal. Si el centro de la conciencia fuera nuestro espíritu, en lugar
de nuestra alma, no tendríamos en cuenta para nada el mundo de la materia, y
sabemos, por Steiner, que únicamente podemos evolucionar/involucionar
espiritualmente por medio de nuestras experiencias vividas en el paso por el mundo
físico-material, característica única del proceso de encarnaciones del ser humano.
Vemos entonces que el alma es nuestro centro de trabajo, donde nos llega todo,
antes al sentimiento que al pensamiento, y en donde desarrollamos nuestro auto-
conocimiento. El mundo conceptual nos ha venido dado en función de nuestra
educación, entorno cultural, época, lugar de nacimiento, etc. y lo arrastramos a lo
largo de nuestra vida. Podemos modificarlo en parte gracias al desarrollo de ese
auto-conocimiento, en un proceso de pensamiento y reflexión. Hoy día nos creemos
que lo “sabemos todo”, cuando en realidad lo que ocurre es que estamos
identificados con el saber que nos ha sido impregnado desde nuestra infancia por
nuestro entorno educativo y cultural, sin que haya habido una elaboración ni
comprensión por nuestra parte. Tenemos mucha información pero escaso
conocimiento o sabiduría.
En el proceso de auto-conocimiento, el darnos cuenta de “solo se que no se casi
nada” es el reconocimiento de la ignorancia espiritual ante un mundo cultural que
puede ser prolijo, pero pleno de un conocimiento “inútil”. Solo puede ser válido para
mi el proceso de comprensión que yo haga a nivel espiritual (con mi pensar), proceso
de individualización del conocimiento, y eso ya es un principio de sabiduría. No nos
es válida únicamente una explicación racional de la
realidad, sino lo que podamos comprender
coincidente con nuestro esquema conceptual, para
que lo podamos captar y no rechazar por la
influencia de nuestra simpatía/antipatía. En este
sentido cada uno debe revisar su mundo
conceptual, lo que cree saber y lo que ha de
revisar, de lo que es elaboración propia o de lo que
nos creemos porque tenemos fe en quien nos lo ha
dicho. El mejor maestro es el que nos va a hacer
libres, no el que nos vaya a crear dependencias,
nos gusten o no.
En la época actual la obligación de cualquier maestro espiritual debería de ser
fomentar la independencia e individualidad de sus discípulos (en cualquier grupo,
secta o religión), eliminando cualquier dependencia: dar información para una libre
elección. Ante los estímulos que atrapan el alma continuamente hemos de
seleccionar y elegir, dar prioridades y saber renunciar cuando sea necesario. El
hombre ya está preparado para ser libre: si
no lo es, entre otras cosas, es por que
tiene miedo a su libertad y “necesita”
tener a algo o a alguien detrás que le
dirija: dogma religioso, autoridad
científica, instituciones, etc. Ello le aporta
seguridad, pero le merma libertad. El ser
humano puede ser libre en función de la
información (conocimiento) que tenga y
grado de comprensión y elaboración
abnegada, sin prejuicios, de ese
conocimiento. Ortega y Gasset dijo: “mi
vida es yo y mis circunstancias”; Si no se
quien soy yo, solo quedan mis
circunstancias, que entonces son las que guían mi vida, sin mi intervención.
Si no soy “Yo” toda la vida va a estar condicionada a un mundo anímico de
sentimientos incontrolables, con los que me voy a identificar, pero “yo no soy ellos”,
sino que han de estar a mi servicio. Si uno tiene su mundo interior ceñido a lo
anímico únicamente puede actuar en la vida en función de su estado de ánimo, no en
función de lo que en conciencia se necesite hacer, con un pensamiento y reflexión
lúcida. Desde un proceso de auto-conocimiento podemos ver: ¿Cómo enfrentamos
nuestra vida?, ¿Desde donde reaccionamos cuando nos surge alguna dificultad?. Es
importante ser honestos con nosotros mismos y no auto-engañarnos, cosa muy fácil
en la que caer. Cada alma humana tiene una estructura que se ha ido haciendo en
base a su comportamiento: con los años se va endureciendo y cada vez es mas difícil
modificarla. Tenemos que conocernos y saber como respondemos ante la vida.
En la actualidad las religiones ya no tienen ningún papel que cumplir: el ser humano
ya ha alcanzado una madurez para poder ser él mismo, sin dogmas que aceptar. La
vida de cada uno sigue estando dirigida más por el alma que por el espíritu.
Cualquier acción arranca del sentimiento, pero luego se necesita poner por encima el
proceso del pensar, que es lo que debe dirigir nuestras decisiones para garantizar
que sean correctas.
Vemos entonces que el alma siempre ha sido, y continúa siendo, el lugar del trabajo
interior del ser humano. Lo que no ha sido nunca igual es la conciencia, en constante
evolución, y que es lo específicamente “humano” (no es propiamente humano lo que
no podamos elevar al nivel de la conciencia).
Estructuralmente los seres humanos de hoy día
estamos mucho mejor preparados que hace 2000 o
3000 años en cuanto a nuestra individualidad
consciente, con la posibilidad de ser libres, frente a
la inspiración atávica de aquellos tiempos.
Paradójicamente nuestra actividad actual espiritual
es “materialista”, y nunca lo ha sido tanto. Hace tan
solo 500 años no se podía plantear siquiera el
materialismo como objeto de conocimiento. Desde
el siglo XV al siglo XX se ha extirpado la parte
trascendente del ser humano en una cultura
castradora de la actividad espiritual, actividad que
ya no se puede desarrollar por si sola sino que tiene
que ir imbuída dentro de lo cultural. En la
actualidad lo “instintivo” está desapareciendo cada
vez más, para ser sustituido por lo que se pueda
aprender conscientemente en todo lo que influya en
el comportamiento personal y social. Nuestra
cultura está barriendo lo anteriormente instintivo: lo que yo haga deberá ser fruto de
mi voluntad, de mi actividad consciente, de lo que yo quiera aprender sin que nadie
me lo tenga que inspirar. El alma estará desolada a no ser que individualmente se
cultive. La parte inconsciente está siendo reemplazada por la consciente, que es en
donde se manifiesta el espíritu.
Es importante darnos cuenta de que el ser humano, en síntesis, es un ser de
conciencia moral. Ya no es el momento de las religiones establecidas. La
Antroposofía se diferencia principalmente de otras escuelas esotéricas en que se
centra en la trascendencia del impulso del Cristo, que no hay que confundir con el
cristianismo difundido por las iglesias, especialmente por la católica.
El hombre en la actualidad tiene mas conciencia que nunca, pero también con la
cultura global mas pobre; se le ha arrancado lo trascendente, lo moral, solo tiene
importancia el poder y el dinero, el mundo de la materia, no el del espíritu.
¿En que consiste la evolución?. Es algo que normalmente no se explica
correctamente: la única evolución real que existe es la que se produce en la esencia
del ser humano, en su espíritu, en su conciencia. De la vida creada y dirigida por las
divinidades se ha ido pasando al fortalecimiento de la parte autónoma del hombre,
debilitándose la inspiración que ha recibido a lo largo de su historia. La voluntad del
ser humano siempre ha estado supeditada a influencias supra-sensibles (benignas o
malignas), que seguirán hasta que éste no sea capaz de asumir su propia autonomía.
En un momento de la historia surgió la necesidad de comprender y relacionar el
pensamiento con el mundo natural, aislando al hombre por el desplazamiento de su
conciencia a través de los sentidos, hacia el mundo de la materia, proceso necesario
para el desarrollo del ejercicio de la libertad en el ser humano. Sigue en
funcionamiento la parte subconsciente con las entidades que le guían, debilitándose
lo instintivo en función del incremento de su capacidad pensante consciente. El
conocimiento ha ido supliendo a la inspiración.
En la antigüedad los portavoces del nivel espiritual eran los legisladores y los
sacerdotes que tenían la representación de los dioses, y el hombre necesariamente
debía acatar sus preceptos. En nuestra época actual del materialismo imperante,
todo lo trascendente se considera “anticuado”, como una excreción indeseable del
ser humano. Sin embargo sabemos que el ser humano es el único ser espiritual que
se asocia con un cuerpo físico: los otros reinos de la naturaleza también tienen un
espíritu, pero no es un espíritu individual sino grupal, y reside en planos distintos al
físico; no tienen que evolucionar como nosotros, están en otro nivel de sabiduría
instintiva perfecta.
Cuerpo etérico, vital o morfogenético
Todo en el hombre funciona en conjunto, aunque debamos separarlo en sus partes
constituyentes a fin de facilitar su estudio, al igual que lo hacemos anatómicamente
en lo que respecta a su cuerpo físico.
Hemos visto ya el aspecto ternario del ser humano en sus partes de cuerpo, alma y
espíritu y en sus actividades de percepciones, sentimientos y pensamientos. Vamos a
ver ahora el aspecto de su cuerpo etérico o energético-vital, estrechamente asociado
al cuerpo físico y relacionado con su parte anímica y espiritual.
Las fuerzas etéricas estructuran el cuerpo físico y son las responsables de la vida y el
crecimiento, así como de los procesos regeneradores y curativos. Están
especialmente concentradas en el útero materno en los embarazos. Son fuerzas
formativas en un proceso organizativo del movimiento, estructurando y cincelando la
forma de las sustancias en un continuo proceso de renovación y necrosis celular.
Heráclito habló de las sustancias de tierra, aire y agua como la manifestación de la
materia. Hoy sabemos que no hay nada material vivo “per se”, que la ley aplicable a
la materia es la de la entropía, la disolución o el caos, toda ella impregnada de eter
(vida). Nos dice Steiner que desde la manifestación material más densa a la más
sublimada pasamos del elemento tierra (lo sólido), al agua (lo líquido), al aire (lo
gaseoso), al fuego (a mitad de camino entre lo material y lo espiritual) y al eter (que
es lo que conforma la materia y da forma y vida a lo orgánico). A su vez en el plano
etérico destacan los subplanos de eter de calor o fuego, eter de luz, eter de sonido o
químico y eter de vida.
El proceso de pensamiento se realiza con las fuerzas etéricas sobrantes de los
procesos que mantienen el cuerpo físico, lo cual es importante a tener en cuenta en
pedagogía, para no forzar prematuramente el aspecto intelectual en niños en pleno
proceso de formación corporal, no maduros fisiológicamente, lo cual redundaría en
debilitamiento de su organismo y sistema inmunológico. Se necesita conocer al ser
humano en todas sus estructuras espirituales reflejadas en lo físico. El reflejo del
cuerpo etéreo se manifiesta en la facultad de memorización, en la capacidad de
aprendizaje y sus procesos de habilidad y automatismo. De los 7 a los 14 años es
cuando las fuerzas etéreas del ser humano van a ser más propensas para el
aprendizaje; lo que se aprenda entre estas edades quedará grabado para el resto de
la vida. Del correcto desarrollo de las fuerzas etéricas va a depender la fortaleza y
lucidez del cuerpo físico durante toda la vida, así como de los procesos de
enfermedad y envejecimiento.
Los éteres aparecen por el siguiente orden en la creación, que se corresponden con
los elementos terrestres señalados:
Celeste Terrestre
eteres elementos
Calórico fuego
Lumínico aire
Sonido/químico agua
Eter de vida tierra
La Antroposofía enseña que todos los procesos creativos tienen que ver con el fuego
(que es una manifestación de la voluntad), un reflejo de las fuerzas creadoras de la
divinidad. Al contrario de lo que enseña la física, el calor no procede de lo material
del fuego; todas las sustancias materiales y el fuego proceden del eter calórico
suprasensible, característico del eter puro (no físico-material). El fuego primordial
(calor) es el requisito previo para el comienzo de cualquier manifestación en lo
físico. Para ello siempre tiene que haber un proceso de voluntad acompañado de
calor, que no es espacial (dimensional) sino movimiento intensivo. El calor conduce a
la manifestación en el tiempo: (por ejemplo, es necesario en los procesos de
maduración del mundo vegetal y en el nacimiento de los seres vivos, que requieren
tiempo para su desarrollo). El reflejo del calor en la materia es el fuego, con el que
siempre está entretejido.
No existen sustancias abstractas; las sustancias son la contraparte físico-material
de seres espirituales (toda la materia esta constituida por seres espirituales o
procede de ellos). Todos los reinos de la naturaleza tienen que ver con el ser
humano, que es responsable de la relación que mantiene con los otros seres y
objetos.
En el ser humano hay un reflejo de todo el cosmos, parte de la sustancia de los seres
creadores. En el arte el hombre se entrena para la obra creadora que en su momento
habrá de realizar como décima jerarquía espiritual (un ser creador es el que puede
ofrecer parte de su sustancia en el altar de la creación usando sus fuerzas
sobrantes, ofreciendo abnegadamente parte de su vida al cosmos).
Cuando se hizo la luz (eter lumínico) surgió la percepción espacial, el espacio
necesario para contener el movimiento. La historia es la narración en el tiempo de lo
que se ha hecho en el espacio. Tiempo y espacio han permitido la evolución gracias a
los procesos de maduración y manifestación. El eter lumínico procede de la radiación
solar, es iluminador y otorga vida al mundo vegetal (fotosíntesis); succiona las
plantas contrarrestando la gravedad de las raices hacia lo terrestre. Su fuerza
iluminadora perfila y delimita las formas materiales por fuera; por dentro origina
fuerzas de crecimiento (sin luz hay raquitismo).
Gracias al eter de sonido o químico se pueden generar las sustancias y formas del
mundo físico y los procesos suprasensibles de creación en el mundo espiritual. Es
estructurador y tiene que manifestarse en el elemento agua (en lo líquido). Los
procesos metabólicos del cuerpo son la manifestación del eter de sonido o químico
en el elemento acuoso.
Para evitar el proceso de mineralización inorgánico, del endurecimiento de los seres
y su necrosis prematura, es necesaria la actuación del eter vital, en un proceso de
vida autónoma, en parte al margen del entorno. Es una fuerza regeneradora y
curativa de los procesos degenerativos del cuerpo físico. Lo térreo (mineral) forma
cuerpos sólidos y se impone hacia fuera, dependiendo de las condiciones externas,
de erosión, etc. Lo vivo (el eter vital) depende de las condiciones internas,
contraposición al proceso mineral de necrosis y muerte.
El sobrante de las energías del cuerpo etérico, tras su trabajo en el cuerpo físico,
(reconformándolo y regenerándolo para que pueda mantenerse con vida) lo
utilizamos para el proceso del pensar, convirtiendo las percepciones sensoriales en
representaciones que han de ser comprendidas. Este proceso nos desgasta en mayor
medida que el esfuerzo físico; para ello se requieren fuerzas etéricas de vida, no solo
nutricionales.
El cuerpo Astral o Emocional
El mundo exterior que percibimos gracias a nuestra sensorialidad ha de ser
convertido en mundo interior propio, en un proceso que compartimos con todo el
mundo animal, aunque de forma diferente. El ser humano, no estando dotado del
instinto especializado de adaptación al medio ambiente propio de los animales, se
adapta a todos los medios gracias a su facultad de comprensión mediante el uso de
su pensamiento. Es el único capaz de transformar conscientemente el mundo que le
rodea, para bien o para mal. Al igual que el animal, interioriza el mundo exterior y
actúa en consecuencia. A diferencia del ser humano, todas las especies actúan de
forma adecuada a la situación presente del momento: no comprenden dicha
situación, pero su instinto les guía de forma correcta, junto con las percepciones
sensoriales, no pudiendo acumular experiencias en su memoria.
Nos dice Steiner que el cuerpo astral del ser humano en la antigüedad era semejante
al de los animales, en una especie de instinto relacionado con una superposición
moral en sus actos, que no tenía nada que ver con el intelecto, que es una
adquisición reciente. Era como una imaginación que recibía en su cuerpo astral desde
el mundo espiritual, sin proceso alguno de reflexión ni voluntad; una especie de
semi-ensoñación en la que se manifestaban las contrapartes suprasensibles de las
físicas.
Alma Sensible, Alma Racional y Alma Consciente
Cuando hablamos de alma nos hemos de referir a algo que es la paulatina
transformación del cuerpo astral en el hombre. En ese camino empieza a conocer el
mundo (todavía no a comprenderlo) a través del sentimiento. El instinto animal es
mas sabio, mas fuerte y mas grupal: el sentimiento es mas individual. En el proceso
de individualización el cuerpo astral va refinándose poco a poco. El ser humano
empieza a vivenciarse y entenderse como ser auto-suficiente y autónomo, al margen
del resto de la realidad con la que se relaciona: “yo y el mundo”.
El cuerpo astral que hoy tenemos no es igual que el que tenían nuestros ancestros:
nuestra parte anímica se ha desarrollado y ampliado en un mundo de sentimientos y
afectos propiamente humanos, base del espíritu. Dependiendo de la época que
consideremos, el cuerpo y el alma han ido evolucionando ofreciendo distintos
aspectos. En el siglo XX se ha acelerado la evolución, como nunca antes lo había
hecho, lo que se relaciona con el cambio que se ha producido en el pensamiento
durante los últimos cinco siglos.
El cuerpo astral del ser humano, todo su mundo de sentimientos y afectos se ha ido
transformando en base a tres aspectos o configuraciones anímicas, gérmenes
anímicos que se van solapando, astrológicamente fundamentados y que Steiner
caracterizó como:
Época del alma sensible, aproximadamente del 2907 AC al 747 AC
Época del alma racional, aproximadamente del 747 AC al 1413 DC
Época del alma consciente, aprox. Desde el 1413 DC hasta el 3573 DC
Época del Alma Sensible
Se caracteriza este tipo de configuración o vivencia anímica porque el ser humano va
a percibir la realidad con los sentimientos, además de con los sentidos físicos; va a
recibir señales morales en forma de sentimientos que le van a hacer ver lo que es
correcto o no, en función de si resulta nocivo o benéfico; va a servirle de guía para su
actuación con pocas posibilidades de error.
Esa guía moral vive en el que la recibe, pero no siente que es él el que la genera; le
sirve para orientarse en función de la sensación y del sentimiento consecuente. En
esta época el ser humano conecta con la realidad sin necesitar comprenderla, le
basta con conocerla. No es necesario el pensamiento, sino el sentimiento. La
percepción sensorial lo era todo, no había análisis posterior, incorporaba el
significado de las cosas en virtud de la cualidad de lo sentido: generaba sentimientos
y su cualidad daba el significado. Era algo bastante
gregario y automático, por lo que para que
funcionase no debía haber mezcla de sangre, siendo
fuerte el sentimiento de pertenencia a un grupo o
tribu.
En esa época no había abstracciones, todo era fruto
directo de la experiencia y no existían
“individualidades”, siendo muy fuerte el sentido de
pertenencia a un grupo o colectividad, como ya
hemos visto. (No podemos confundir el
individualismo, que tiene que ver con el egoísmo,
con la individualidad, que es cuando el espíritu
trabaja consigo mismo y que incluso hoy día escasea
entre los seres humanos, permaneciendo fuerte el
sentido de pertenencia a un grupo, algo atávico y no
armónico con los tiempos actuales).
El predominio de este tipo anímico va a durar aproximadamente hasta tiempos de
Sócrates, aunque pervive en la época actual en gran parte de la humanidad,
caracterizada por el poco uso de la razón y el pensamiento.
El alma sensible ha ido en paralelo con el cambio que tiene que ver con nuestro
sistema nervioso: ahora predomina el sistema nervioso central, final de un proceso
de transformación en el que únicamente regía en la conciencia los sistemas vago y
parasimpático, lo más apagado e inconsciente, en donde predominaban los sentidos
más opacos (el olfato y el gusto). En la época de comienzo del alma sensible la
conciencia estaba apagada para lo físico-sensible; se vivenciaba su contraparte
espiritual. No se podía ver, ya que entonces, dice Steiner, la niebla saturada de agua
tapaba la luz del sol. Cuando el aire se fue clarificando (el agua se desprende y forma
los océanos en lo que se conoce como el diluvio universal) la estructura físico
material del ser humano y su conciencia va cambiando, junto con la configuración de
la tierra. Se empieza a “soñar” correctamente con los mundos espirituales.
El cuerpo etérico cambia en su relación con el físico, integrándose cada vez mas en
él, con lo que se va a ir perdiendo la visión de los mundos espirituales a cambio de
poder empezar a explicarse la realidad con el nacimiento del pensar (que va a surgir
con la Filosofía en Grecia) y que será el comienzo del alma racional.
Los remanentes del funcionamiento del ser humano en base a una cierta sabiduría
instintiva, culturalmente heredada por su pertenencia a una colectividad, ha estado
operando hasta hace unas décadas. Cada vez vamos a tener menos recursos
instintivos: todo lo que queramos lo vamos a tener que adquirir por nosotros mismos
mediante el desarrollo individual con el aprendizaje. La adquisición de nuevas
facultades siempre supone la renuncia a las viejas. En la época del alma sensible el
hombre convivía plenamente con la naturaleza, en su “respirar” (todos estamos
continuamente “respirando mundo”, interrelacionando nuestras sustancias con él).
Hace 5000 años esto era algo indiscutible: se vivía y se convivía “inspirando” la
realidad física y anímica, normalmente en armonía a través de los sentimientos
“estéticos” (con el arquetipo de la belleza y que dio origen al nacimiento del arte) en
imágenes con contenido. Se erigían monumentos para que los que los percibían
sensiblemente recibieran lo que había detrás de verdad y belleza, como cánones de
la realidad que pueden ser percibidos con sensaciones, sin necesidad de
explicaciones posibles, en un sentir real grupal. Ya sabemos que en la época actual
las cosas no funcionan de esta forma: el sentimiento es mas bien un elemento
distorsionador, que tiene que ver más con el ego (egoísmo), aunque el influjo del
alma sensible nos sigue inundando constantemente.
Época del Alma Racional o intelectiva.
Con Aristóteles comienza la posibilidad para el ser
humano del uso del razonamiento (la lógica), más
bien para una pequeña minoría de hombres, algo
que se irá extendiendo hasta el siglo XV. El pensador
“piensa” los pensamientos recibidos del mundo real
arquetípico de las ideas. Aristóteles mira la materia
en la naturaleza y en ella quiere encontrar la esencia
(lo espiritual) de las cosas y seres que viven en
ellas, por medio del pensamiento lógico. Lo
importante ya no va a ser lo estético, sino lo real y la
posibilidad de su comprensión mediante la razón, en
un proceso de “extrañamiento” entre “yo” y el mundo.
Lo que se piensa puede ser verdadero o falso: si es verdadero va a surgir un
sentimiento placentero al encontrar la verdad o finalidad de lo buscado, vivenciando
que en ”mis pensamientos” hay algo que se piensa en “mí”. En el alma racional
todavía existe un sentimiento de que hay una guía en la búsqueda de la verdad y
comprensión del mundo, con una clara separación entre el sujeto y el objeto, entre el
“yo” y el “no yo”. En los primeros pensadores aparece la necesidad de confrontarse
con la realidad, alejándose de las propias vivencias para poder comprenderla. Surge
con fuerza la necesidad de preguntarse por el “por qué” de las cosas.
El alma sensible se relaciona estrechamente con el cuerpo astral o emocional, el
alma racional lo hace con el cuerpo etérico del ser humano, y el alma consciente lo
va a hacer con el cuerpo físico.
Época del Alma Consciente
En el estudio de la estructura del ser humano desde el punto de vista anímico el
alma consciente es la más importante para nosotros, ya que es en la que vivimos y la
que está en pleno desarrollo (llevamos unos 600 años en ella y nos quedan unos
1500 mas).
El centro del ser humano es el “yo” (ego o personalidad), aunque es el elemento
constitutivo mas joven, débil y menos evolucionado. El más “viejo” y perfeccionado
es el cuerpo físico (que es el que ha estado permanentemente condicionando nuestra
vida en la tierra), seguido del cuerpo etérico y luego el astral. Desde el punto de
vista del alma, el centro lo constituye el alma de conciencia.
Ya hemos visto que lo anímico es el escenario en el que trabajamos y en el que se
desarrolla toda nuestra vida; es el entorno en el que nos desenvolvemos
permanentemente.
Todos somos esencialmente “yoes”, no “personajes”. La personalidad es algo
temporal, transitorio, limitado a una sola encarnación y que nos sirve para
desenvolvernos en la vida (no debe ser considerado nuestro centro, aunque nos
identifiquemos fuertemente con ella). El actor soy “yo”, aunque el “personaje”
cambie en función del drama específico en el que se desarrolle nuestra vida y a veces
se confundan los papeles.
El alma es el escenario el en que podemos
desenvolver todas nuestras sensaciones,
percepciones, sentimientos, pensamientos y su
comprensión, es el espacio de la vida en el que
desarrollamos nuestra espiritualidad y conciencia,
interiorizando el mundo en nuestra mismidad. Debo
ser “yo” el que identifique el trabajo en mi alma en
un proceso de auto-conocimiento, a través de la
propia experiencia, verificando mis creencias en
función de lo que se me haya enseñado y dicho, sin
generar ningún tipo de dependencia a cualquier
religión, secta o línea espiritual (incluida la
Antroposofía, que en su fundamento pretende
hacernos independientes y libres en nuestro
pensamiento). Lo que importa es el aprendizaje
individual que cada uno haga, en base a la
información que pueda recibir, transformándolo en conocimiento y si es posible, en
sabiduría.
El alma de conciencia, en desarrollo desde el siglo XV, es la más completa en el ser
humano: es el aliado más poderoso que tiene y todas las fuerzas negativas que se
oponen al bien quieren destruirla.
Cuando comienza a surgir este estado anímico de conciencia el sentimiento se va
debilitando, siendo sustituido por el proceso de conocimiento: para el desarrollo del
afán de conocimiento es necesario que el hombre se sienta “extraño” a la naturaleza,
no participativo con ella. La realidad se va a dividir entre un “yo” (que soy y lo siento
así) y un “no yo” (lo que me rodea, que no comprendo y extraño). Tengo la
sensación de desconocer todo mi entorno y necesito conocerlo para poder
comprenderlo (esto da origen a todos los movimientos filosóficos desde el siglo XV
al XIX).
A partir del Renacimiento el hombre se plantea la realidad estableciéndose esa
diferencia entre sujeto y objeto (entre yo y el mundo). Surge la necesidad del
desarrollo científico, comenzando por lo mecánico (mecanicismo) como forma de
estudiar la obra de Dios, en principio por parte de sacerdotes astrónomos,
interesados en calcular los movimientos de los astros: el mundo sigue siendo obra de
Dios, aunque una parte puede estudiarse matemáticamente.
En el siglo XX la cultura europea es la que se va a extender por todo el mundo, con
unos gobiernos al servicio de los poderes fácticos interesados en que la ideología sea
la materialista, necesario para el mantenimiento del sistema y sometimiento de la
gente. Para ello se necesita la creencia en el materialismo, apoyándose en la
necesidad de conocer la naturaleza como algo “objetivo”, es decir que no haya nada
“subjetivo” en el conocimiento científico: que el sujeto no ponga nada de su
sentimiento en la investigación del mundo exterior. La ciencia se basa en el
desarrollo de la objetividad.
Es importante considerar que cualquier creación,
(ya sea un coche o La Iliada) siempre se origina en
el pensamiento, en un proceso mental que siempre
es algo espiritual. El pensamiento es la
herramienta del espíritu y puede ser libre, no el
sentimiento o la voluntad. En el sentimiento no
podemos desapegarnos de la realidad: para hacer
ciencia natural tengo que observar la “realidad”
como es, no como a mi me parezca. El pensamiento
se puede compartir y explicar, es algo universal; el
sentimiento es individual y muy difícil de
compartir. A nivel mental se respeta la libertad en
el pensar: a nivel sentimental se puede fácilmente
manipular a los demás apelando a su sentimiento y
emociones, lo que influirá en su comportamiento.
Ahora bien, para que yo pueda comprender algo mi
sentimiento tiene que identificarse con ello, sino
será mera información, no conocimiento o
sabiduría. Para que sea conocimiento tengo que
comprender e individualizar la información, poner
mi sentimiento, y entonces podrá ser “mío”. Si el
conocimiento llega a la voluntad, entonces puede trasformarse en sabiduría (el
conocimiento dentro de mi).
Hemos visto que el alma sensible se relaciona con el arquetipo de la belleza, el alma
racional, con el de la verdad y el alma consciente con el del bien o la bondad, lo cual
requiere el desarrollo de la libertad. Para que uno pueda ser libre no ha de tener
nada que le presione o coaccione.
La Creciente Influencia de la Ideología Materialista
El siglo XX ha sido la época de máximo materialismo y dualidad sujeto-objeto, al
estar vacía del sentimiento de trascendencia en el ser humano, algo que ha sido
necesario para el desarrollo de la libertad. Se vive como realidad el que todo está en
el interior de cada uno, que nada trasciende y por ello se puede usar esa libertad
para obrar como a uno le plazca (para bien o para mal, no importa). Nos dice Steiner
que nos daremos cuenta de la falsedad de esta creencia después de la muerte.
Es importante considerar que el ser humano solo puede progresar, o degradarse, en
el plano de existencia físico-material, en donde puede desarrollar su libertad de
forma experiencial. Lo que el alma cree, lo vivencia, sea verdad o mentira, y eso es
lo que se va a llevar con sus pensamientos y
sentimientos después de su muerte. Desde el punto
de vista cultural pensamos que la opinión de las
cosas solo importa al que opina, que es
intrascendente, sin darnos cuenta que el
pensamiento es la más libre y fuerte de las fuerzas
que tenemos y es la que nos informa más
claramente de la realidad, y que es trascendente. Es
una fuerza que tiene relación con la “imagen y
semejanza de Dios”, con la que compartimos
cualidades con lo divino.
Nuestro pensamiento todavía no es creador, es
creativo (se manifiesta a través del arte y la técnica)
pero, según enseña Steiner, en un futuro lo será:
somos responsables de cada pensamiento que
emana de nosotros y que opera con las fuerzas que
le son propias. Todo lo que pensamos está presionando las sustancias de la
naturaleza. Toda la realidad está siendo constantemente generada; el proceso
creador no acaba nunca. Nosotros, como criaturas, estamos empezando a ser co-
creadores; nuestro pensamiento presiona la realidad y a los seres que la conforman,
para bien o para mal.
Nuestro pensar siempre está sintonizando con una parte de la realidad que siempre
es moral, en un sentido positivo o negativo, nunca neutro. Nada da igual, siempre
hay compromiso y responsabilidad, lo queramos o no. Constantemente estamos
generando “Karma”. Las fuerzas del egoísmo nos trascienden e impregnan la
realidad con sus efectos negativos.
Nuestras posibilidades son mucho más grandes de lo que se nos ha hecho creer:
podemos ser regeneradores, creadores o destructores: ello implica mucha
responsabilidad y debería afianzarnos en la confianza que tengamos de nosotros
mismos, como seres espirituales. Se nos inculca la mentira de que somos
insignificantes, que no podemos cambiar nada del sistema económico “establecido”,
de que las cosas son como son y que debemos ser sumisos, que somos débiles e
intrascendentes. Desgraciadamente somos personas de fe y nos lo creemos (somos
personas de fe cuando proyectamos nuestras creencias hacia algo), y sabemos que
casi siempre se cumple lo que creemos.
Somos seres espirituales con una fuerza enorme. ¿Para que la empleamos?. Todo va
a depender de la fe que tengamos en nuestra fuerza espiritual y del conocimiento
que de ella poseamos. Entonces podríamos liberarnos y ser más conscientes de que
cuando deseamos algo con toda nuestra alma, se cumple, que siempre va a haber
una consecuencia a nuestro pensar y sentir.
Cuanto mejor conozcamos la realidad mejor estaremos en condiciones de
relacionarnos con ella: tenemos una necesidad de conocimiento y sabiduría que debe
ser individual: que lo que cada uno conozca, por poco que sea, que se conozca bien,
por nuestro “yo”.
Cuando muramos nos vamos a llevar lo que
hayamos desarrollado como sabiduría de la realidad
global, que comprende los mundos material y
espiritual. Será el patrimonio personal que nuestra
personalidad puede ofrecer al Yo eterno; y es un
trabajo (duro y difícil) que solo podemos hacer en
nuestra encarnación física-material.
Para el desarrollo del alma consciente el ser
humano, independientemente de su nivel cultural,
debe sentir una rebeldía con lo que le han dicho o
enseñado desde su infancia, no sentirse satisfecho con el mundo y entonces tener
una actitud de búsqueda espiritual, una negación de lo que llevamos insertado en
nuestro subconsciente de materialismo.
Resumen de la Estructura tripartita del Ser Humano, según Rudolf Steiner:
1.- Estructura Corporal----Cuerpo Físico
Cuerpo etérico o vital
Cuerpo anímico o Astral -> Alma Sensible

2.- Estructura Anímica---- Yo, ego, personalidad -> Alma Racional


3.- Estructura Espiritual---Yo Espiritual -> Alma Consciente
Yo Superior
Bien,Verdad
---- Espíritu de Vida

---- Hombre espíritu

Equipo de Redacción Biosophia

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