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Educación en valores Alba Fernández Díaz

PRÁCTICA 4
Platón, República, Libro II. Trad. al español de Conrado Eggers Lan, Madrid: Gredos,
1986 y ss.; 359b-360d.

“Para darnos mejor cuenta de cómo los buenos lo son contra su voluntad, porque no
pueden ser malos, bastará con imaginar que hacemos lo siguiente: demos a todos,
justos e injustos, licencia para hacer lo que se les antoje y después sigámosles para ver
adónde llevan a cada cual sus apetitos. Entonces sorprenderemos en flagrante al justo
recorriendo los mismos caminos que el injusto, impulsado por el interés propio,
finalidad que todo ser está dispuesto por naturaleza a perseguir como un bien, aunque
la ley desvíe por fuerza esta tendencia y la encamine al respeto de la igualdad . Esta
licencia de que yo hablo podrían llegar a gozarla, mejor que de ningún otro modo, si se
les dotase de un poder como el que cuentan tuvo en tiempos el antepasado del lidio
Giges. Dicen que era un pastor que estaba al servicio del entonces rey de Lidia.
Sobrevino una vez un gran temporal y terremoto; abrióse la tierra y apareció una grieta
en el mismo lugar en que él apacentaba. Asombrado ante el espectáculo, descendió
por la hendidura y vio allí, entre otras muchas maravillas que la fábula relata, un
caballo de bronce, hueco, con portañuelas, por una de las cuales se agachó a mirar y
vio que dentro había un cadáver, de talla al parecer más que humana, que no llevaba
sobre sí más que una sortija de oro en la mano; quitósela el pastor y salióse. Cuando,
según costumbre, se reunieron los pastores con el fin de informar al rey, como todos
los meses, acerca de los ganados, acudió también él con su sortija en el dedo. Estando,
pues, sentado entre los demás, dio la casualidad de que volviera la sortija, dejando el
engaste de cara a la palma de la mano; e inmediatamente cesaron de verle quienes le
rodeaban y con gran sorpresa suya, comenzaron a hablar de él como de una persona
ausente . Tocó nuevamente el anillo, volvió hacia fuera el engaste y una vez vuelto
tornó a ser visible. Al darse cuenta de ello, repitió el intento para comprobar si
efectivamente tenía la joya aquel poder, y otra vez ocurrió lo mismo: al volver hacia
dentro el engaste, desaparecía su dueño, y cuando lo volvía hacia fuera, le veían de
nuevo. Hecha ya esta observación, procuró al punto formar parte de los enviados que
habían de informar al rey; llegó a Palacio, sedujo a su esposa, atacó y mató con su
ayuda al soberano y se apoderó del reino. Pues bien, si hubiera dos sortijas como
aquélla, de las cuales llevase una puesta el justo y otra el injusto, es opinión común que
no habría persona de convicciones tan firmes como para perseverar en la justicia y
abstenerse en absoluto de tocar lo de los demás, cuando nada le impediría dirigirse al
mercado y tomar de allí sin miedo alguno cuanto quisiera, entrar en las casas ajenas y
fornicar con quien se le antojara, matar o libertar personas a su arbitrio, obrar, en fin,
como un dios rodeado de mortales. En nada diferirían, pues, los comportamientos del
uno y del otro, que seguirían exactamente el mismo camino. Pues bien, he ahí lo que
podría considerarse una buena demostración de que nadie es justo de grado, sino por
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fuerza y hallándose persuadido de que la justicia no es buena para él personalmente;


puesto que, en cuanto uno cree que va a poder cometer una injusticia, la comete. Y
esto porque todo hombre cree que resulta mucho más ventajosa personalmente la
injusticia que la justicia. "Y tiene razón al creerlo así", dirá el defensor de la teoría que
expongo. Es más: si hubiese quien, estando dotado de semejante talismán, se negara a
cometer jamás injusticia y a poner mano en los bienes ajenos, le tendrían, observando
su conducta, por el ser más miserable y estúpido del mundo; aunque no por ello
dejarían de ensalzarle en sus conversaciones, ocultándose así mutuamente sus
sentimientos por temor de ser cada cual objeto de alguna injusticia. Esto es lo que yo
tenía que decir”.

Preguntas: Estas palabras están puestas por Platón en boca de Glaucón, que está
conversando con Sócrates acerca de cómo distinguir a una persona buena (justa) de
otra mala (injusta). ¿Qué es lo que defiende Glaucón aquí? ¿Estás de acuerdo con él?
¿Por qué? Según Glaucón, ¿es posible decir que el hombre es malo por naturaleza? En
su opinión, ¿qué papel desempeña la sociedad en la buena conducta de sus miembros?
¿Y en la tuya?

Extensión: 600-800 palabras

Glaucón no cree en la justicia, no la considera algo bueno, para él solo es la incapacidad


del hombre para realizar actos injustos, es un término medio entre el mayor bien, que
sería poder cometer injusticias sin ser castigado por ello, y el mayor mal, ser víctima de
una injusticia y no poder resarcirse.

Para Glaucón nadie puede resistirse a cometer injusticias si sabe que no va a ser
castigado porque el accionar injusto es algo bueno por naturaleza, prevalece el interés
propio porque la justicia no es entonces una virtud personal.

Glaucón considera la justicia como un bien que solo apreciamos porque obtenemos un
beneficio, que es ser bien considerados, pero que es tan duro de cumplir que por sí
mismo no lo valoramos. La justicia no es para Glaucón una virtud, es simplemente una
forma de conducta.

El justo, según esta teoría, sería considerado estúpido, nadie entendería el porqué de
su comportamiento, pero solo por el temor de ser víctimas de injusticias, se le
"ensalzaría " y se alabaría su comportamiento.

El hombre solo mantiene un compromiso público con las normas en secreto, y solo le
frena el temor a ser descubierto porque sabe que, en el fondo, la injusticia le es más
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ventajosa. Glaucón se pregunta por qué el hombre elegiría la justicia si esta fuera
independiente de las convenciones sociales.

No estoy de acuerdo con Glaucón en que los hombres son solo justos porque les
conviene y que son los débiles los que buscan un pacto social por temor. En mi opinión,
la justicia sería el conjunto de valores o principios a los que se llega a través de un
pacto, pero en las que también hay que tener en cuenta la decisión individual. La
justicia debe respetar a todos los individuos de forma que ninguna persona pueda
tener poder sobre los demás.

Para Glaucón el hombre es malo por naturaleza, es un depredador: ser agresivo está en
él, es parte de él. Solo el miedo a convertirse en víctima le impide comportarse como
tal.

Según él, el hombre practica la justicia de forma involuntaria, no está en su naturaleza,


lo hace solo por necesidad, porque, en realidad, ser justo no le aporta ningún bien. La
justicia sería un perjuicio, que va contra su libertad individual.

Glaucón cree que la justicia es un modo de coacción, si la justicia no actuara como


"vigilancia", todos cometeríamos actos injustos. La vida del hombre justo sería más
difícil que la del hombre injusto y sería imposible demostrar que el hombre justo lo es
porque sí y no solo por interés. ¿No comete injusticias porque no puede, porque la
sociedad se lo impide, o puede cometerlas y no lo hace voluntariamente?.

El pacto social, la implantación de leyes, surgiría según Glaucón por la necesidad de no


sufrir actos injustos. Se llega a un acuerdo de convivencia y la ley convierte las
injusticias en algo malo. Este pacto que describe Glaucón partiría de los más débiles,
que sufrirían la injusticia de los más poderosos y necesitan la justicia para defenderse.
Por tanto, solo los débiles considerarán la justicia un bien y los fuertes, que no temen
cometer injusticias y sufrir las consecuencias, no tendrían ningún interés en llegar a
pactos o acuerdos de convivencia.

Glaucón cree que la sociedad tiene un papel decisivo, la mayoría llega a un acuerdo
para ceder sus derechos individuales a favor del instinto de conservación.

No hay que olvidar el papel de la reputación, pero no en cuanto a lo que los demás
piensen de nosotros, sino a cómo nos vemos a nosotros mismos, a quienes somos en
realidad.

El saber que estamos siendo observados, juzgados, dirige nuestro comportamiento y


somos más cuidadosos y precisos si sabemos que los demás van a valorar y analizar
nuestros juicios.

Saber que vamos a tener que dar explicaciones de nuestras decisiones y de nuestro
comportamiento ante los demás, nos hace ser más autocríticos.
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En mi opinión el papel de la sociedad en la buena conducta de sus miembros es


fundamental. La sociedad puede y debe hacer que sus miembros no condicionen sus
actuaciones a los premios o castigos que vayan a recibir, que no busquen su propio
beneficio.

La sociedad "ideal" no debe formar a los individuos para ser competitivos o egoístas. La
naturaleza humana creo que nos hace capaces de lo bueno y de lo malo. Somos
competitivos y dominantes y, a la vez, protectores, conservadores.

La sociedad, el vivir en grupo, nos hará tender a proteger a sus miembros, a elegir
aquellos comportamientos no agresivos, a evitar producir daños. Nuestro instinto de
conservación produce a veces respuestas agresivas ante la agresión, para defendernos,
pero somos tendentes a la protección del grupo. La cultura, la educación, las normas,
encauzarán nuestro comportamiento.

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