Ficha Artística
Dirección musical:
David Afkham
Dirección de escena:
Pierre Audi
Escenografía e iluminación:
Urs Schönebaum
Figurines:
Wojciech Dziedzic
Dramaturgia:
Klaus Bertisch
Vídeo:
Jon Rafman
Coreografía:
Amir Hosseinpour, Jonathan Lunn
Dirección del coro:
Andrés Máspero
∙-∙
Pier Francesco Orsini:
John Daszak
Gian Corrado Orsini:
James Creswell
Diana Orsini:
Hilary Summers
Girolamo:
Germán Olvera
Maerbale:
Damián del Castillo
Julia Farnese:
Nicola Beller Carbone
Nicolás Orsini:
Albert Casals
Silvio de Nardi:
Thomas Oliemans
Pantasilea:
Milijana Nikolic
Mensajero:
Francis Tójar
Duración aproximada
2 horas y 45 minutos
Acto I:
1 hora y 20 minutos
Pausa de 25 minutos
Acto II:
1 hora
Sesiones
24 ABR (L) 20:
00h
28 ABR (V) 20:
00h
2 MAY (M) 20:
00h
5 MAY (V) 20:
00h
7 MAY (D) 18:
00h
El acierto mayor de Audi es jugar la única escena que en el libreto se delega a Orsini
niño a ser interpretada por el mismo actor (y los mismos actores que representarán
a sus hermanos), con las voces en off de los niños cantores. A esto, se le suma el
eliminar de la caracterización de Orsini su joroba, y la creación de un elemento
escénico nuevo, una serie de personajes, desde el anciano ya doblado por la edad
hasta el niño, que representan el cambio del tiempo en Orsini (como se daba en las
novela). Una serie que el personaje de Orsini no puede detener pese a aferrarse a
ese primer punto, el pequeño Orsini niño, inconsciente de lo que va a ser su vida. Si
a telón cerrado Orsini / John Daszak, al comienzo de la obra, con los primeros
compases se asoma al patio de butacas, y con su mirada examina y quizá repruebe
nuestro deseo de ver su triste historia, al final de la ópera, con Orsini muerto, y con
el niño ahora abrazándole, acabado el Lamento de Tristano, el telón cae pese a no
haber acabado aún la composición... para sorprendernos y hacernos más culpables
de nuestra actitud de espectadores con la aparición del pequeño primer Orsini, en
una imagen impresionante de fragilidad del cuerpo del niño frente a la grandeza
del teatro.
John Daszak es la gran figura de este montaje. Su cuerpo enorme refleja todas las
contradicciones del personaje, convertidas en su voz en música dramática, que no
se permite un respiro de descanso. Su trabajo es realmente grande, pero no por eso
cae en el exceso fácil. Su patetismo se encuentra siempre controlado por un
concepto de heroicidad fallida que subraya la del personaje de Mujica Lainez. Los
otros personajes son emanaciones de sus miedos, terrores, indecisiones. No son
seres que le atormentan, sino que despliegan el tormento que vive dentro de él, y
que exacerban tanto los que se ríen de él como los que le intentan ayudar. Orsini
(Daszak) no respira en otro sitio de forma tan libre como en Bomarzo, pero
Bomarzo es la prisión que le contiene, que está dentro de él y que no le dejará
escapar. Una prisión que es tierra negra, que son neones, que son proyecciones que
cercan el espacio (en referencias al arte contemporáneo, desde Anish Kapoor, sus
texturas rugosas, sus reflejos deformes, su informalismo, las esculturas e
instalaciones en neón de un Bruce Naumann y las videoinstalaciones de Nam Juam
Pike). Con estos elementos, con la videoescena que nos dan el punto de
exuberancia y de sofoco escópico, y con un juego de los neones que cruzan el
escenario y cambian en cada cuadro, que pasan de ser túmulos a bosque, de palacio
laberíntico a expresiones de crisis, o a la misma ausencia de Dios, el espacio
escénico se ve apoyado además por el elemento fascinante del grupo escénico, de lo
que en otra óperas sería el cuerpo de baile y aquí está jugado, conjugando la
biomecánica con la escultura moviente, como elementos que cercan, ironizan,
condenan, atormentan a Orsini en su pesadilla continua y que son contrapunto de
los otros personajes (de las otras emanaciones de la maldición de Orsini) y
amplificación de la angustia de Bomarzo.
Sólo un personaje aporta algo positivo a Orsini, el que ocupa la octava escena que,
como bien señala José Luis Téllez, es el centro asimétrico de la obra y que
conforma con ello una estructura de espejos deformantes. El personaje en off de
Lorenzo Lotto, que logra retratar un Orsini sin Bomarzo, un Orsini sin maldición.
Sólo cinco días para ver esta ópera. Una merecida recuperación, impresionante en
el cuadro vocal, con una puesta en escena arriesgada y una dirección musical tal vez
demasiado racional que esperemos que a lo largo de estos días muestren las
riquezas, cumbres y simas de la gran composición de Ginastera.