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Bomarzo

Ópera en dos actos

Música de Alberto Ginastera (1916-1983)

Libreto de Manuel Mujica Lainez, basado en su novela Bomarzo

Estrenada en el Lisner Auditorium de Washington D.C. el 16 de


mayo de 1967

Estreno en el Teatro Real

Nueva producción del Teatro Real en coproduccion con De


Nationale Opera de Ámsterdam

Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real


(Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)

Ficha Artística
Dirección musical:
David Afkham
Dirección de escena:
Pierre Audi
Escenografía e iluminación:
Urs Schönebaum
Figurines:
Wojciech Dziedzic
Dramaturgia:
Klaus Bertisch
Vídeo:
Jon Rafman
Coreografía:
Amir Hosseinpour, Jonathan Lunn
Dirección del coro:
Andrés Máspero
∙-∙
Pier Francesco Orsini:
John Daszak
Gian Corrado Orsini:
James Creswell
Diana Orsini:
Hilary Summers
Girolamo:
Germán Olvera
Maerbale:
Damián del Castillo
Julia Farnese:
Nicola Beller Carbone
Nicolás Orsini:
Albert Casals
Silvio de Nardi:
Thomas Oliemans
Pantasilea:
Milijana Nikolic
Mensajero:
Francis Tójar
Duración aproximada
2 horas y 45 minutos
Acto I:
 1 hora y 20 minutos
Pausa de 25 minutos
Acto II:
 1 hora
Sesiones
24 ABR (L) 20:
00h
28 ABR (V) 20:
00h
2 MAY (M) 20:
00h
5 MAY (V) 20:
00h
7 MAY (D) 18:
00h

"Bomarzo" es un libro imborrable de la gran literatura latinoamericana de la


segunda mitad del siglo XX. Su reconocimiento fue temprano: con su publicación
en 1962, Mujica Lainez alcanza, compartido con "Rayuela" de Julio Cortázar, el
Premio Nacional de Literatura al año siguiente (excelente hornada). La novela es
un friso impresionante en el que se condensa, con exuberancia tropical, el
esplendor del Cinquecento italiano. Su protagonista es el contradictorio Pier
Franceso Orsini, al que seguimos en esta novela desde niño en una vida en la que se
da al mismo tiempo la superación de vivir una época histórica plena, el encuentro
con los grandes artistas del periodo y la degeneración del que pese al gran poder
que detenta ha vivido por culpa del estigma de su deformidad física la repulsión de
aquellos que él aprecia por estar impregnados de la belleza. A eso se le suma la
escritura del horóscopo de su nacimiento en que las estrellas le prometen la
inmortalidad. La inocencia y sensibilidad por la belleza de Orsini, tal como la
representó Lorenzo Lotto en su Retrato de un gentilhombre en su estudio, se
eclipsan en perversidad y monstruosidad no sólo física, sino psíquica, según su vida
de forma inexorable se va llenando de crímenes. Por fin, logrará dar vía a su
creatividad expresando su agitación interior a través del Parque de los Monstruos
de Bomarzo, un conjunto de esculturas que constituyen una de los grandes
expresiones de lo grotesco del manierismo, la complejidad de su psicología y de su
vida, cifrada en cada una de las figuras de piedra que lo conforman. Dentro de la
boca abierta del Gran Orco que corona el Parque, consumará su destino, el de una
inmortalidad frustrada por la venganza de su sobrino, víctima de sus crímenes. Una
inmortalidad que acabará por fin realizándose en la novela al rescatar ésta su voz
en primera persona, a través de la cuál el noble italiano sigue vivo con todas sus
inquietudes en nuestro espíritu de lector. "Bomarzo", con su ambientación en la
Europa del siglo XVI, tiene al mismo tiempo la exuberancia y la riqueza de sabores
y sensaciones del realismo mágico, hasta el punto de que muchos afirmen que esa
Italia no es sino un pretexto de Latinoamérica, y más concretamente, del Buenos
Aires de Mujica Lainez.

En 1964, tras estrenarse Alberto Ginastera como compositor de ópera en el "Don


Rodrigo", recibe la comisión de una nueva ópera. Elige para ello "Bomarzo". Según
Ginastera, sin duda uno de los grandes compositores del siglo XX, y uno de los que
han contado con mayor popularidad, su obra consta de tres periodos: nacionalismo
objetivo, nacionalismo subjetivo y neoexpresionismo. Si esa capacidad para dar
expresión rica y brillante a lo popular le lleva a la música de cine, a ser citado
incluso en películas de Hollywood y a que grupos rockeros como Emerson, Lake &
Palmer le versioneen, sus tres óperas no buscan ninguna concesión en el público
más fácil y se abisman con todas sus consecuencias en la música de vanguardia,
utilizando la serie dodecafónica para combinarla con una exuberancia en la
orquestación y en la expresión tímbrica. "Bomarzo" es una muestra fascinante de
esto, y a ello, se le suma el lujo de un libreto preciso y sugerente, en el que Mujica
Lainez no replica la novela sino encuentra una nueva expresión para las vicisitudes
de su personaje (además de dar la posibilidad de ser entendida como texto
iniciático en el ocultismo, que tanto atraía al novelista argentino.)

Ver en escena y escuchar "Bomarzo" es sin duda un acontecimiento imposible de


obviar. SI bien David Afkham ofrece una versión demasiado cautelosa de una obra
que pide una y otra vez el disfrutar, como si fuera de un plato especiado, de toda
esa exuberancia, de toda esa riqueza encerrada en el rigor dodecafónico, y que
cumple tan bien con su fuerza expresionista el dramatismo de la historia. En los
momentos en que esto se da en la interpretación del que es titular de la ONE, la
Orquesta Sinfónica de Madrid muestra sus mayores brillos y sus dientes más
acerados. Una música que incluye en su serialismo composiciones arcaizantes en sí,
como el Dies Irae o la parte grave del bello Lamento de Tristano, que abre y cierra
la obra en un contraste incitante. Una obra que musicalmente consta de quince
cuadros unidos entre sí por catorce interludios instrumentales.

La obra se apoya en el personaje de Pier Francesco Orsini, presente en todas las


escenas, y al que John Daszak da cuerpo y voz. Pierre Audi, el gran director de
escena franco-libanés, especialista en ópera contemporánea y al que debemos la
existencia de "La Vida con un idiota" de Schnitke (¡gracias!) no nos da una lectura
plana del texto, sino que recrea la acción e incide en la diferencia entre libreto y
novela. Si en la novela veíamos la imparable evolución de Orsini, de niño a anciano,
y veíamos cómo la voz que nos enamoraba desde un principio daba paso a un ser
perverso del cuál no nos podíamos ya separar, el libreto se focaliza en Orsini, a
punto de morir, desde un flashback, a partir del cual rememora su vida como
reflejos en un espejo multiforme.

El acierto mayor de Audi es jugar la única escena que en el libreto se delega a Orsini
niño a ser interpretada por el mismo actor (y los mismos actores que representarán
a sus hermanos), con las voces en off de los niños cantores. A esto, se le suma el
eliminar de la caracterización de Orsini su joroba, y la creación de un elemento
escénico nuevo, una serie de personajes, desde el anciano ya doblado por la edad
hasta el niño, que representan el cambio del tiempo en Orsini (como se daba en las
novela). Una serie que el personaje de Orsini no puede detener pese a aferrarse a
ese primer punto, el pequeño Orsini niño, inconsciente de lo que va a ser su vida. Si
a telón cerrado Orsini / John Daszak, al comienzo de la obra, con los primeros
compases se asoma al patio de butacas, y con su mirada examina y quizá repruebe
nuestro deseo de ver su triste historia, al final de la ópera, con Orsini muerto, y con
el niño ahora abrazándole, acabado el Lamento de Tristano, el telón cae pese a no
haber acabado aún la composición... para sorprendernos y hacernos más culpables
de nuestra actitud de espectadores con la aparición del pequeño primer Orsini, en
una imagen impresionante de fragilidad del cuerpo del niño frente a la grandeza
del teatro.

John Daszak es la gran figura de este montaje. Su cuerpo enorme refleja todas las
contradicciones del personaje, convertidas en su voz en música dramática, que no
se permite un respiro de descanso. Su trabajo es realmente grande, pero no por eso
cae en el exceso fácil. Su patetismo se encuentra siempre controlado por un
concepto de heroicidad fallida que subraya la del personaje de Mujica Lainez. Los
otros personajes son emanaciones de sus miedos, terrores, indecisiones. No son
seres que le atormentan, sino que despliegan el tormento que vive dentro de él, y
que exacerban tanto los que se ríen de él como los que le intentan ayudar. Orsini
(Daszak) no respira en otro sitio de forma tan libre como en Bomarzo, pero
Bomarzo es la prisión que le contiene, que está dentro de él y que no le dejará
escapar. Una prisión que es tierra negra, que son neones, que son proyecciones que
cercan el espacio (en referencias al arte contemporáneo, desde Anish Kapoor, sus
texturas rugosas, sus reflejos deformes, su informalismo, las esculturas e
instalaciones en neón de un Bruce Naumann y las videoinstalaciones de Nam Juam
Pike). Con estos elementos, con la videoescena que nos dan el punto de
exuberancia y de sofoco escópico, y con un juego de los neones que cruzan el
escenario y cambian en cada cuadro, que pasan de ser túmulos a bosque, de palacio
laberíntico a expresiones de crisis, o a la misma ausencia de Dios, el espacio
escénico se ve apoyado además por el elemento fascinante del grupo escénico, de lo
que en otra óperas sería el cuerpo de baile y aquí está jugado, conjugando la
biomecánica con la escultura moviente, como elementos que cercan, ironizan,
condenan, atormentan a Orsini en su pesadilla continua y que son contrapunto de
los otros personajes (de las otras emanaciones de la maldición de Orsini) y
amplificación de la angustia de Bomarzo.

Porque el Palacio de Bomarzo es el espacio del padre, siempre muerto y siempre


presente, una mancha de sangre enorme en el pecho; y de su madre-abuela, que en
su ansia de protección, no exenta de una carga incestuosa de seducción, le condena
aún más a su sino, a esa inmortalidad que él no quiere, porque es la inmortalidad
de la pesadilla y la vivencia infinita del monstruo.

Sólo un personaje aporta algo positivo a Orsini, el que ocupa la octava escena que,
como bien señala José Luis Téllez, es el centro asimétrico de la obra y que
conforma con ello una estructura de espejos deformantes. El personaje en off de
Lorenzo Lotto, que logra retratar un Orsini sin Bomarzo, un Orsini sin maldición.

La figura de la mujer, de la novia ofrecida es Julia Farnese, la virgen sobrina del


futuro Pap,a que le corresponde por la posición de poder del Duque de Bomarzo, la
belleza que debería ser suya porque sólo él puede apreciarla. Pero con ella él sólo
puede hacer una cosa: entregarla a su hermano (inútilmente) e igualarla a la
perversidad de la cortesana Pantasilea y asesinarla, una y otra vez, ensuciar la
blancura de su vestido-camisón con la mancha de sangre del padre, para acabar
con eso que le abrasa y que no podrá nunca sofocar: el deseo de la belleza unido a la
repulsión que lo cerca desde el exterior y lo posee desde dentro como una
maldición. Eso sume a Orsini en el delirio: la incapacidad de distinguir sueño y
realidad.

Sólo cinco días para ver esta ópera. Una merecida recuperación, impresionante en
el cuadro vocal, con una puesta en escena arriesgada y una dirección musical tal vez
demasiado racional que esperemos que a lo largo de estos días muestren las
riquezas, cumbres y simas de la gran composición de Ginastera.

RAÚL HERNÁNDEZ GARRIDO

Historia de la oó pera Bomarzo


https://www.youtube.com/watch?v=AsTBh--r-jo

Comentario de Joseó Luis Teó llez


https://www.youtube.com/watch?v=COg-WpabLiQ

BOMARZO: LOS PERSONAJES


https://www.youtube.com/watch?v=JxiVmgS7xC4

BOMARZO: EL ÚÚ LTIMO DIÚA DE MI VIDA


https://www.youtube.com/watch?v=JTÚ_Egn0u2w

Libreto de Manuel Mujica Lainez


http://www.kareol.es/obras/bomarzo/bomarzo.htm

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