Por otra parte, cabe hacer notar que el ambiente minero genera en sí una
amplia gama de riesgos de contaminación de las aguas subterráneas o
superficiales. Estos se relacionan básicamente con la lixiviación de los productos
mineros (rocas y minerales). Este riesgo abarca desde las aguas de mina (de
operaciones subterráneas o a cielo abierto), que se infiltran hacia el subsuelo, o
las aguas de lluvia que se infiltran en balsas y escombreras, y que posteriormente
pueden infiltrarse en el suelo y pasar al subsuelo, o incorporarse a la escorrentía.
En definitiva, existe un alto riesgo de contaminación de las aguas superficiales y
subterráneas (ya analizado en el capítulo 3).
La biorremediación es muy segura, ya que depende de microbios que existen normalmente en los
suelos. Esos microbios son útiles y no representan un peligro para las personas en el sitio o la
comunidad. Además, no se emplean sustancias químicas peligrosas. Los nutrientes que se añaden
para que las bacterias crezcan son fertilizantes de uso corriente en el césped o el jardín. La
biorremediación transforma las sustancias químicas dañinas en agua y gases inofensivos y, por lo
tanto, las destruye totalmente.
A veces mezclar el suelo puede hacer que las sustancias químicas dañinas se evaporen antes de
que las bacterias puedan mediar con ellas. Para evitar que esas sustancias químicas contaminen el
aire, se puede mezclar el suelo dentro de tanques o edificaciones especiales, donde las sustancias
químicas que se evaporan se pueden recolectar y tratar.
Fitorremediación