La iglesia de Filipos parece ser una de las iglesias que le dio menos problemas a Pablo, pero
aún así, desde la cárcel él no la descuida: les pide a los hermanos que sigan siendo
obedientes como lo han sido siempre, y más ahora en su ausencia.
Les pide además de la obediencia, que no descuiden la vida de piedad, ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor, esto es, con humildad y reverencia porque recuerden que es
Dios el que nos llama amorosamente y pone en nuestro corazón el deseo de responder a su
llamado salvífico. No es porque nosotros seamos mejores que los demás, sino por el puro
beneplácito de Dios. No hay ningún mérito de parte nuestra, pues, todos somos pecadores de
naturaleza caída. Rom. 3:23. De nuestro corazón sólo salen cosas malas si el Espíritu Santo no
está en nosotros.
Ocuparse de la salvación con temor y temblor, es también tener cuidado del tesoro que hemos
recibido a través de la palabra que escuchamos y que la atendamos con prontitud. Heb 2:1
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no
sea que nos deslicemos.”
Muchos han escuchado el evangelio, el mensaje de salvación, pero han estado tan ocupados
en otras cosas que lo han dejado para después y no le han dado el lugar ni la importancia
debida. La salvación es el NEGOCIO más importante de la vida en el que debemos
ocuparnos; todo lo demás es secundario y temporal.
En aquellos días en que no tenga ganas de orar, de leer la Palabra o de ir al culto, pídale a
Dios que le ayude a querer hacer su voluntad. Él es el que en vosotros produce así el querer
como el hacer.
Esta es la confianza que Pablo tiene ahora con la iglesia de Filipos, que en su ausencia, no se
aparten ni se desanimen, sino que sigan ocupados en la salvación con temor y temblor, en
cómo crecer para alcanzar una mayor gloria buscando agradar en todo al Señor y tener la
mente de Cristo.
Para tener la mente de Cristo, debemos condicionarnos a pensar como Él.
Para cambiar nuestros deseos, a fin de que sean como los de Cristo, necesitamos el poder de la
presencia del Espíritu Santo, la buena enseñanza y la influencia de otros cristianos fieles y la
obediencia a la Palabra de Dios y el servicio.
Es haciendo la voluntad de Dios como aprendemos a desear y gustar hacer su voluntad.
Busque en todo lo que haga, hacer lo que a Dios le agrada y créame, que pronto él cambiará
sus deseos y su modo de pensar.
El Dios eterno, que vive por los siglos, es nuestro Dios, nuestro creador y Padre; y su
voluntad es que seamos santos como él es santo, porque la santidad de Dios es incompatible
con el pecado y la maldad. Lev 20:7 “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy
vuestro Dios.”
1Pe 1:16 “Sed santos, porque yo soy santo.”
La santidad, pues, es la más alta exigencia de la vida cristiana: ocupaos en vuestra salvación
con temor y temblor. Dios les bendiga.
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