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SOLICITO: Permiso para mi menor hija por motivo de viaje.

Sra. Directora de la I.E.P. SANTA MARIA MADRE DE DIOS

Yo Fredry Ernesto Medina Atapaucar DNI 23901304,

Con domicilio APV Minka A-4 San Sebastián, ante


Ud; con el debido respeto me presento y digo

Que en mi condición de padre de mi menor hija Samy Fernanda Medina Quispe, del 1ro “A” de la
I.E. Sta. María Madre de Dios, y teniendo la necesidad de viajar a la ciudad de Moquegua por
cuestiones familiares urgentes, solicito a su despacho permiso para los días miércoles 25, jueves
26 y viernes 27 de setiembre del presente año.

Agradezco anticipadamente su gentil atención al presente quedo de usted.

Atentamente

Fredy Ernesto Medina Atapacucar

San Sebastián 24 de setiembre del 2019


1. Curso: Derecho Civil DECLARACIÓN DE DESAPARICIÓN, AUSENCIA Y MUERTE
PRESUNTA
2. 2. El tema de estudio en el presente trabajo es la muerte, no una muerte real y
comprobada, sino más bien la presunción de muerte, y como está reglada en el
Ordenamiento Jurídico peruano. La desaparición de personas sigue produciéndose,
aunque por otras causas; no tanto por viajes y guerras, sino más bien por catástrofes
naturales (terremotos, inundaciones, incendios), por accidentes (explosiones,
naufragios, perdidas de aviones) y por conductas delictivas (secuestros, represiones
políticas, subversiones), etc. El nuevo código civil peruano la regula con minuciosidad,
pero la problemática de la presunción de muerte es un tema de mucho mayor alcance
y es por esta razón que muchos de los códigos han tenido que prestar realmente
mucha mayor atención respecto de la misma. Así por ejemplo el código Francés ha
visto modificado radicalmente el título que trataba de los ausentes, y en España la
reforma del derecho de familia, ha alterado la eficacia de la declaración de
fallecimiento en punto tan esencial como el referido al vínculo matrimonial.
INTRODUCCION
3. 3. Definición: TEMA 1: DESAPARICIÓN: Fernández Sessarego Juan Espinoza
Espinoza Marcelo Valdivieso García - No estar en su domicilio, - No tener información
donde se encuentra una persona” . - Situación de hecho, -la no presencia del sujeto en
su domicilio, - cuya consecuencia jurídica es la gestión de su patrimonio por un
representante. - Situación de hecho, -persona que no se encuentra en su domicilio, -
no deja rastro, -ni sus familiares conocen su paradero. - (al no tenerse noticias), la ley
permite solicitar al juez lo declare judicialmente desaparecido y señale las medidas
protectoras sobre sus bienes y derechos a través de una curatela legal”.
4. 4. LA DESAPARICIÓN CONCLUIMOS Hecho jurídico Una persona (diversos motivos)
desaparece de su domicilio sin dejar indicios de su paradero. Sus familiares no dan
con él Los mismos u otros interesados requieren de su patrimonio, - diversas razones:
alimentación, pago a acreedores, etc.
5. 5. . Artículo 48º.- Normas que rigen la curatela del desaparecido “La curatela a que se
contrae el artículo 47 se rige por las disposiciones de los artículos 564 a 618, en
cuanto sean pertinentes
6. MARCO LEGAL - Persona no se halla en su domicilio más de 60 días sin noticias
sobre su paradero Pueden solicitar la designación de curador interino Cualquier
familiar hasta el 4to grado de consanguinidad o afinidad, excluyendo el más próximo al
más remoto, También quien invoque legitimo interés en los negocios o asuntos del
desaparecido, con citación de los familiares conocidos y del Ministerio Publico. Artículo
47º.- Nombramiento de curador por desaparición Como proceso no contencioso No
procede la designación de curador si el desaparecido tiene representante o
mandatario con facultades suficientes inscritas en el registro público.
7. 6. Objeto . adoptar medidas PARA Declaración judicial proteger los bienes y derechos
del desaparecido.
8. 7. Declaración de desaparición Constituye una de las fases de la ausencia, (la que
pone en marcha todo el dispositivo legal) puede conducir a la declaración y la sucesión
universal de una persona. El Código Civil vigente, Artículo 47: lo considera como 2
manifestaciones (desaparición -ausencia), (la ausencia se puede declarar sin
previamente declarar la desaparición), “Cuando una persona no se halla en el lugar de
su domicilio y han transcurrido más de sesenta días sin noticias sobre su paradero…..
procede declarar la desaparición cumpliéndose: . Domicilio: desaparecer de su
domicilio, residencia, no de una morada Plazo: transcurridos 60 días, si pasa y llega a
2 años se declara AUSENCIA DEL DESAPARECIDO (acreditar los 60 días, sentando
policialmente la denuncia de desaparición y pasado el tiempo recoger una constancia.)
Información: no se debe tener información de la persona, ni noticias de su paradero.
9. 8. Solicitar la declaración judicial de desaparecido deben cumplirse básicamente dos
requisitos: Que hayan transcurrido más de 60 días dese que se tuviera las últimas
noticias de su paradero Requisitos No encontrarse físicamente en el lugar de su
domicilio Que hayan transcurrido más de 60 días desde que se tuviera las últimas
noticias de su paradero
10. 9. Interesados Pueden solicitar la declaración judicial de desaparecido Cualquier
familiar, hasta el 4to grado de consanguinidad o afinidad, excluyendo el más próximo
al más remoto o la persona que invoque legítimo interés en los negocios o asuntos del
desaparecido. Por ejemplo: como deudor o como acreedor. La desaparición puede ser
declarada según el artículo 47 por “… cualquier familiar hasta el cuarto grado de
consanguinidad o afinidad, excluyendo el más próximo al más remoto, puede solicitar
la designación del curador interino. También pude solicitarlo quien invoque legítimo
interés en los negocios o asuntos del desaparecido, con citación de los familiares
conocidos y del Ministerio Público….”
11. 10. Efectos que produce la declaración de desaparición. Nombramiento de un curador
interino para que administre sus bienes - Debe ser rápido - Invocado por las partes -de
legítimo interés para que se ocupe: y de la representación en juicio del desaparecido
de la conservación del patrimonio El curador 1. Asumir la conducción de sus negocios
2. Llegado el caso de necesidad y utilidad , puede disponer de bienes mediando
siempre con autorización judicial. 3. Adoptar las acciones recomendables y oportunas
para la conservación del patrimonio y la representación en juicio del desaparecido; 4.
Manejar negocios que no pueden abandonarse sin causar agravio a los interesados y
a la comunidad
12. 11. Proceso: 1. La solicitud se tramita como proceso no contencioso, (hay
incertidumbre sobre su situación real y paradero). 2. Se citará con la demanda a los
familiares conocidos y al Ministerio Público. 3. Se solicita la declaración judicial de
desaparecido, y se pedirá la designación del curador interino, una vez nombrado y
juramentado por el Juez, actuará representando al desaparecido conforme a las
disposiciones de los art. 564 a 618 del Código Civil en el que fuere pertinente. 4. Si el
desaparecido ha dejado representante o mandatario con facultades suficientes
inscritas en el libro de mandatos de la oficina Registral de los Registros Públicos no
procede designación de curador interino.
13. 12. Tema 2: AUSENCIA concepto En sentido natural: Falta de presencia.
Jurídicamente se requiere: la incertidumbre sobre su existencia, (originada por el
tiempo transcurrido y la falta de noticias sobre él). En sentido jurídico: - Persona que
no sabemos si existe ni donde existe; hay duda sobre la determinación de la actuación
de las normas del Código Civil. Esta duda nace ante la declaración judicial de la
situación de ausencia declarada. Considerada la ausencia como una causa
modificativa de la capacidad de obrar. Definición Situación jurídica que una persona
deja de estar presente en su domicilio
14. Características - Entorno de incertidumbre, - Manejo de sus relaciones personales,
familiares y de sus bienes, - Eventual posibilidad de retorno. - La ausencia (NO
cualquier alejamiento: viaje de negocios o descanso ó un viaje de aventura) no
configuran el fenómeno que el Derecho Civil considera ausencia.
15. 13. Carlos Enrique Becerra Palomino, plantea: De quien puede llegar a dudarse sobre
su existencia con el transcurso del tiempo Situación de ausencia No se encuentra en
el lugar de su domicilio. Se ignora su paradero, Carece de representante
suficientemente facultado De quien puede llegar a dudarse sobre su existencia con el
transcurso del tiempo Definición
16. 14. Marco Legal Art. 49. Declaración judicial de ausencia Transcurridos 2 años desde
que se tuvo la última noticia del desaparecido, Solicitada por: cualquiera que tenga
legítimo interés o el Ministerio Público pueden solicitar la declaración judicial de
ausencia. Competencia del juez del último domicilio que tuvo el desaparecido o el del
lugar donde se encuentre la mayor parte de sus bienes. Declaración de ausencia:
Situación de derecho con pronunciamiento judicial por persona que no es habida.
Consecuencia: Posesión temporal de sus bienes a quienes serían sus herederos
forzosos. Si para la desaparición, el Código Civil, de acuerdo a la modificación
introducida por el Código Procesal Civil de 1993, se puede solicitar ante el juez el
nombramiento de un curador interino, dentro de un plazo de 60 días, para el caso de
declaración de ausencia son por un tiempo de dos años.
17. 15. Art. 50. Posesión temporal de los bienes del ausente Se ordenará la posesión
temporal de los bienes del ausente a quienes serían sus herederos forzosos al tiempo
de dictarla. Si no hubiere persona con esta calidad continuará, respecto a los bienes
del ausente, la curatela establecida en el artículo 47. Art. 51. Facultades y límites del
poseedor de bienes del ausente La posesión temporal de los bienes del ausente, debe
ser precedida del respectivo inventario valorizado. El poseedor tiene los derechos y
obligaciones inherentes a la posesión y goza de los frutos con la limitación de reservar
de éstos una parte igual a la cuota de libre disposición del ausente. Art. 52.
Indisponibilidad de los bienes del ausente Quienes hubieren obtenido la posesión
temporal de los bienes del ausente no pueden enajenarlos ni gravarlos, salvo casos de
necesidad o utilidad con sujeción al artículo 56. Art. 53. Inscripción de declaración
judicial de ausencia La declaración judicial de ausencia debe ser inscrita en el registro
de mandatos y poderes para extinguir los otorgados por el ausente.
18. 16. Art. 54. Designación del administrador judicial A solicitud de cualquiera que haya
obtenido la posesión temporal de los bienes del ausente, se procede a la designación
de administrador judicial. Art. 55. Derechos y obligaciones del administrador judicial
Son derechos y obligaciones del administrador judicial de los bienes del ausente: 1.
Percibir los frutos. 2. Pagar las deudas del ausente y atender los gastos
correspondientes al patrimonio que administra. 3. Reservar en cuenta bancaria, o con
las seguridades que señale el juez, la cuota a que se refiere el artículo 51. 4. Distribuir
regularmente entre las personas que señala el artículo 50 los saldos disponibles, en
proporción a sus eventuales derechos sucesorios. 5. Ejercer la representación judicial
del ausente con las facultades especiales y generales que la ley confiere, excepto las
que importen actos de disposición. 6. Ejercer cualquier otra atribución no prevista, si
fuere conveniente al patrimonio bajo su administración, previa autorización judicial. 7.
Rendir cuenta de su administración en los casos señalados por la ley.
19. 17. Art. 56. Autorización judicial para disponer de los bienes del ausente En caso de
necesidad o utilidad y previa autorización judicial, el administrador puede enajenar o
gravar bienes del ausente en la medida de lo indispensable. Art. 57. Aplicación de
normas supletorias del Código Adjetivo En lo no previsto por los artículos 55 y 56 se
aplican las disposiciones del Código de Procedimientos Civiles sobre administración
judicial de bienes comunes. Art. 58. Alimentos para herederos forzosos del ausente El
cónyuge del ausente u otros herederos forzosos económicamente dependientes de él,
que no recibieren rentas suficientes para atender a sus necesidades alimentarias,
pueden solicitar al juez la asignación de una pensión, cuyo monto será señalado
según la condición económica de los solicitantes y la cuantía del patrimonio afectado.
Esta pretensión se tramita conforme al proceso sumarísimo de alimentos, en lo que
resulte aplicable.
20. 18. Art. 59. Fin de la declaración judicial de ausencia Cesan los efectos de la
declaración judicial de ausencia por: 1. Regreso del ausente. 2. Designación de
apoderado con facultades suficientes, hecha por el ausente con posterioridad a la
declaración. 3. Comprobación de la muerte del ausente. 4. Declaración judicial de
muerte presunta. En los dos primeros casos, se procede a la restitución del patrimonio
a su titular, en el estado en que se encuentra. En los dos últimos se procede a la
apertura de la sucesión. Art. 60. Restitución del patrimonio al ausente En los casos de
los incisos 1 y 2 del artículo 59 se restituye a su titular el patrimonio, en el estado en
que se encuentre. La petición se tramita como proceso no contencioso con citación de
quienes solicitaron la declaración de ausencia. En los casos de los incisos 3 y 4 del
artículo 59, se procede a la apertura de la sucesión.
21. 19. Tema 3: DECLARACION DE MUERTE PRESUNTA
22. 20. Tema 4: RECONOCIMIENTO DE EXISTENCIA Concepto Cuando una persona ha
sido judicialmente declarada muerta y no lo está, y después de un lapso considerable
de tiempo “reaparece”. Solicitada por: El Art. 67, Interesado Reaparecido Ministerio
Público Requisitos Se tramitará como PROCESO NO CONTENCIOSO. No se
admitirán más pruebas que la supervivencia del titular.
23. 21. Marco Legal Artículo 67.- Reconocimiento de existencia “La existencia de la
persona cuya muerte hubiera sido judicialmente declarada, puede ser reconocida a
solicitud de ella, de cualquier interesado, o del Ministerio Público. La pretensión se
tramita como proceso no contencioso, con citación de quienes solicitaron la
declaración de muerte presunta”. El reconocimiento de existencia no invalida el nuevo
matrimonio que hubiere contraído el cónyuge. El reconocimiento de existencia faculta
a la persona para reivindicar sus bienes, conforme a ley. Artículo 68.- Efectos sobre el
nuevo matrimonio Artículo 69.- Facultad de reivindicar los bienes
24. 22. II. LA MUERTE JURIDICA
25. 23. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA MUERTE La Concepción en la Edad Antigua
GRECIA (mitología) Tánatos: muerte no violenta. Toque suave, como hermano gemelo
Hipnos el sueño. Muerte violenta, dominio de hermanas (amantes de la sangre), las
Keres, asiduas al campo de batalla. Mors. Criatura de una oscuridad, escalofriante,
hijo de Nix, la noche. La muerte:“el factum biológico con consecuencias jurídicas,
influyen la capacidad jurídica del hombre extinguiéndola por completo el Sujeto de
Derecho (Persona Física) ya no existe, no podrá ser reconocida con aptitud para ser
sujeto de relación jurídica no podrá realizar en el futuro actos jurídicos eficaces. ROMA
26. 24. La Concepción de la Muerte en la Edad Media
27. 1. Hecho “antinatural”, (mal que se sufría) carecía de sentido (opuesto a la vida).
28. 2. Hecho natural (fallecen por desgaste de cuerpos diariamente ). Esto es una
paradoja que conviene descifrar (José Ángel García Cuadrado) Tomás de Aquino: 1.
“La muerte es la privación de la vida” 2. “la muerte es la separación del alma y del
cuerpo”. Doble concepto: privación y separación. La unidad sustancial de la persona
humana se pierde en el momento de la muerte.
29. 25. La Concepción de la Muerte en la Edad Moderna Friedrich Hegel: - La razón rige el
mundo - La historia transcurrió racionalmente, de acuerdo a categorías y leyes. - La
razón es la sustancia de la historia,. - Una categoría es la negatividad, (muerte), - El
espíritu no cesa de destruirse y construirse constantemente. -Etapas históricas se
desarrollan: las hace desaparecer para transformarlas en otras más ricas y
potentes:es la dialéctica aplicada a la historia. Cada estadio histórico se muestra como
un individuo y, como tal, nace, florece, madura, decae y muere. Francis Bacon: Los
hombres temen la muerte como los niños a la oscuridad (miedo natural . La
contemplación dela muerte es como el supuesto precio del pecado y tránsito al otro
mundo. Los gemidos y convulsiones, la palidez del rostro, las lágrimas de los amigos,
lutos, exequias y demás presentan terrible a la muerte.
30. 26. EL PROBLEMA DE LA MUERTE: DIVERSAS CONCEPCIONES Concepción
Biológica o celular DICCIONARIO Ilustrado de médicos: La muerte es el “cese de la
vida indicado por la ausencia de latido cardíaco o respiración”. Espinoza: “se
determina con la cesación definitiva de todas las células del cuerpo humano, ya sea
por descomposición, putrefacción, o porque dejan de existir” DE MANERA
INMEDIATA NO COMO PROCESO Tobías: “el pasaje de la vida a la muerte no
constituye un fenómeno instantáneo o de un momento, sino algo que sucede de
manera gradual”. Proceso con fases sucesivas, ya que “cesan de vivir singularmente
en un orden gradual que depende de la resistencia de cada grupo de células a la falta
de oxígeno.
31. 27. Existen culturas que creen que con la muerte la persona tienen dos o más almas,
mientras que otros creen que todo esto depende de cada individuo. Concepción
Antropológica: La muerte como proceso cultural Concepción social: La muerte como
fenómeno social La cultura de cualquier sociedad no puede evitar enfrentarse al
fenómeno de la muerte, integrándolo en un sistema de creencias, que tienen como
finalidad ayudar al individuo enfrentarse a su destino. Finalidad de consolidar la
estructura social.: “la ordenación permanente de la persona en relaciones definidas y
controladas por normas o pautas de comportamiento establecidas socialmente”.
32. 28. Concepción Médica
La muerte clínica: Cesación total e irreversible de cualquier actividad del sistema nervi
oso central, (recoge el mayor número de adhesiones en la actual doctrina médico-
legal.) La muerte clínica significaría el momento de la muerte para los efectos jurídicos
a partir del cual es posible practicar los trasplantes de órganos.
33. 29. Concepción Jurídica -
La persona es centro de imputación de derechos y obligaciones (sujeto de derecho). -
El ser humano durante su vida es relación coexistencial con otros seres humanos, cua
ndo la relación termina, culmina su finalidad, deja de ser sujeto de derecho, cuando m
uere. En el caso de las personas colectivas y las organizaciones de personas no inscri
tas no cabe decir que su muerte pone fin a su existencia como centro de imputación
de derechos y obligaciones, su fin llega como la extinción de estos sujetos de derecho.
La muerte tiene relevancia jurídica, cuando es determinada clínicamente. Es important
e, con su delimitación van a surgir derechos como los de suceder
(Art.660 del C.C.) y al protección jurídica de la memoria del difunto, así como la de su
cadáver.
34. 30. El Art.108 de la Ley General de Salud. Ley N. 26842, del 20.07.97,
“La muerte pone fin a la persona. Se considera ausencia de vida al cese definitivo de l
a actividad cerebral, independientemente de que algunos de sus órganos o tejidos ma
ntengan actividad biológica y puedan ser utilizados con fines de transplante, injerto o c
ultivo.
El diagnostico fundado de cese definitivo de la actividad cerebral verifica la muerte. C
uando no es posible establecer tal diagnóstico la contestación de paro cardio-
respiratorio irreversible confirma la muerte.
Ninguno de estos criterios demuestra por diagnostico o corroboran por constatación d
e la muerte del individuo, podrán figurar como causa de la misma en los documentos
que la certifiquen”.
35. 31. Recordemos que dentro de este orden de principios que el Art.5 de la derogada
Ley de Transplantes de órganos y tejidos. Ley N.23415 antes de su reforma, indicaba
lo siguiente:
“Se considera muerte, para los efectos que la presente Ley, a la cesación definitiva e i
rreversible de la actividad cerebral o de la función Carpio-
respiratoria. Su constatación es de responsabilidad del medico que lo certifica”.
La Ley N 24703, que modifico a la Ley N. 23415, describía a la muerte como “La cesa
ción definitiva e irreversible de la actividad cerebral”. La Ley N.28189, Ley General de
Donaciones y Transplantes de Órganos y/o tejidos humanos de 18/03/04, define ala m
uerte como “el cese definitivo e irreversible de las funciones encefálicas”.
El código civil en sus Art. 15 y 16, protege la memoria o la declaración de voluntad en
vida, de una persona que ya falleció.
36. 32. En relación con el Derecho de Familia, la muerte de uno de los cónyuges produce
la disolución del matrimonio. Con respecto a la muerte, el número 61del código civil n
os prescribe que: “La muerte pone fin a la persona humana”
Al no tratarse el fin del sujeto de derecho concebido en un titulo independiente, el pres
ente numeral también debió referirse al mismo.
Suele entre civilistas y penalistas una diversidad de conceptos entorno ala muerte, lo
cual genera no pocos problemas para los operadores jurídicos por ello creemos impor
tante tener un concepto unitario de muerte.
37. 33. Hipótesis: Concepción Integral de la Muerte
Karl Rahner: “El morir y la muerte son temas obligados de la biología, la medicina, la fi
losofía, el derecho, la teología; temas que ninguna de estas ciencias puede confiar de
spreocupadamente en cualquiera de las otras. Tienen su propio saber acerca del mori
r, y de la muerte, que no coincide con el concepto que las demás tienen, pero que tam
poco les es indiferente”.
Fijan un concepto de ésta; haciéndolo con las virtudes que posee cada una de dichas
ramas, pero también con sus defectos y limitaciones. Morales Godo: “la muerte es un
o de los hechos ciertos e inevitables en la existencia del ser humano, ha sido objeto d
e distintas nociones a través de la historia y, en la actualidad, existen simultáneament
e diferentes concepciones que es necesario comprender para arribar a la noción jurídi
ca de la misma”.
38. 34. DIFERENCIA ENTRE MUERTE CEREBRAL, ESTADO DE COMA Y OTROS
ESTADOS SIMILARES
Espinoza: “Si apuntamos a un concepto unitario de la muerte, que denominaremos m
uerte clínica, vale decir, el cese definitivo e irreversible de la actividad
cerebral, se verifica la muerte “real” del ser humano. Es preferible poseer un término
único y global de lo que muerte significa, ya que evitaría confusiones entre el concept
o de muerte que estamos proponiendo y otros estados que son similares, pero que no
pueden ser denominados como MUERTE. “el término muerte “cerebral” o muerte “e
ncefálica” es, impropio y equívoco y a la “situación descrita” con esa terminología cab
e catalogarla como “muerte”, sin ninguna clase de adjetivaciones” Estado de coma
Muerte cortical Muerte Encefálica o Cerebral

LA DECLARACIÓN JUDICIAL DE PRESUNCIÓN DE MUERTE: UNA APROXIMACIÓN TÓPICA A SU


ESTUDIO

Sumario: 1. La declaración judicial de presunción de muerte. Concepto. Naturaleza. 2. Requisitos


para que proceda. 3. Legitimados para interesarla. 4. Plazos exigidos ex lege para su declaración. 5.
Vía procesal para encauzar la pretensión. 6. Determinación de la fecha exacta del fallecimiento.
Carácter retroactivo de los efectos de la declaración judicial. 7. Inscripción en el Registro del
Estado Civil. 7.1. Diferencia entre la declaración judicial de muerte presunta y la inscripción fuera
de término en el Registro del Estado Civil de la defunción. 8. Efectos en el orden sucesorio. 8.1.
Particularidades que ofrece el evento de que el presuntamente muerto no murió cuando lo
declaró el auto, sino en fecha posterior. 9. Efectos en el orden familiar. Especial referencia al
matrimonio. 10. Consecuencias jurídicas de la prueba de la existencia del declarado
presuntamente muerto o de su retorno. 11. La presunción judicial de muerte en nuestras normas
de Derecho Internacional Privado. Bibliografía.
1. LA DECLARACIÓN JUDICIAL DE PRESUNCIÓN DE MUERTE. CONCEPTO. NATURALEZA Le
incumbe, y de qué manera, al Derecho poner fin al estado de incerteza jurídica motivado por la
desaparición de una persona de su domicilio, respecto de la cual no se ha tenido indicio que pueda
suponer, de algún modo, su existencia. También le concierne proteger el patrimonio de esas
personas, respecto de las cuales subsiste la duda sobre su propia vida. Empero, el transcurso del
tiempo hace necesario poner coto a esa situación, que puede haber desembocado en una
actuación judicial por la que se declaró ausente al desaparecido (vid. artículo 33.1 del Código Civil)
y, subsiguientemente, se le ha nombrado representante conforme con las pautas establecidas en
el artículo 33.2 del Código Civil, en relación con los artículos 589 al 592 de la Ley de Procedimiento
Civil, Administrativo, Laboral y Económico (en lo adelante LPCALE). Pero es necesario aún más. La
declaración judicial de ausencia y el nombramiento de representante, aun cuando permiten
conservar el patrimonio del ausente e incluso lo coloca en un estado de productividad, no dejan
de crear una situación interina, en la que se administra el patrimonio, pero no se puede disponer
150 de él; además, la ausencia suspende todo inicio del fenómeno sucesorio, pues no cabe hablar
de apertura de la sucesión de una persona viva (viventis non datur haereditas). Se impone, en
consecuencia, finiquitar esta situación de interinato, se haya tramitado, judicialmente o no, la
nombrada declaración de ausencia. Para ello, cuando el transcurso del tiempo, unido a la carencia
de toda noticia que pueda dar luz sobre el paradero de la persona desaparecida, se acumulan, en
un entorno que justifica la pretensión formulada, el Derecho dispensa la posibilidad de interesar
del órgano judicial, se pronuncie disponiendo en relación con dicha persona sea declarado
presuntamente muerto (vid. artículo 34 del Código Civil). La declaración judicial de fallecimiento, y
no de presunción de muerte, como se reconoce en el Derecho cubano, es definida por la doctrina
española como la: “Fijación judicial de la fecha del fallecimiento de un desaparecido, creadora de
una situación jurídica de efectos parcialmente coincidentes con los de la inscripción de la
defunción”,1 o como: “… aquella situación jurídica, creada por medio de una resolución judicial,
por virtud de la cual se califica a una persona desaparecida como fallecida, se expresa la fecha a
partir de la cual se considera ocurrida la muerte de la persona y se abre la sucesión”.2 De tales
definiciones se colige que los requerimientos teóricos de la figura lo son:

a) Incerteza del fallecimiento de una persona, y con ello del lugar y fecha en que tal
acontecimiento pudo haber acaecido.

b) Creación, vía judicial, de una situación jurídica de aparente certeza sobre el momento del
fallecimiento de la persona.

c) Fijación, por esa misma vía, del momento del fallecimiento, de modo que la resolución judicial
tiene efectos ex tunc, determinándose esa fecha como la de apertura del fenómeno sucesorio y no
la de adquisición de firmeza de la propia resolución judicial.

NATURALEZA

PESCIO VARGAS, citado por ESPINOZA ESPINOZA, sostiene que “se trata, pues, de una presunción
y no de una ficción. Esa presunción es la consecuencia de un estado de hecho, fortalecida por
resoluciones judiciales que, sin embargo, y por lo mismo que no declaran una verdad absoluta,
tendrán que ceder ante la realidad demostrada por el reaparecimiento del desaparecido o ante la
prueba en contrario producida por quien tenga interés en acreditar que el desaparecido vive o
murió realmente en una fecha distinta”. Empero, crea un estado de derecho para la familia del
presuntamente muerto, cuya eficacia solo puede destruirse con la reaparición de este o por la
prueba cierta de su existencia. En fin, crea una situación jurídica análoga a la de la muerte,3 con la
consiguiente apertura de sucesión, en tanto constituye una presunción iuris tantum de
fallecimiento, destruible con prueba en contrario, esto es, el retorno o aparición del sujeto o la
prueba de su fallecimiento en fecha posterior a la que se expresa en la resolución judicial en que
se contiene.

Requisitos para que proceda

Para que resulte la declaración de presunción de muerte se exigen ciertos requerimientos, a saber:

1º La persona debe estar en la situación de hecho de desaparecida, o sea, que no se halle en el


lugar de su domicilio y que no se tenga noticias de ella.

2º Haber transcurrido el plazo establecido en la ley que conduzca a que ello, unido al
requerimiento anterior, lleve al convencimiento de que la persona ha muerto.

3º El acaecimiento de un suceso o evento de naturaleza catastrófica, o un accidente aéreo,


terrestre o marítimo que suponga cierta notoriedad sobre la probabilidad de que el desaparecido
ha fenecido en él. No exige el ordenamiento material cubano consideraciones del orden de la edad
cronológica de la persona,4 como sucede en otros códigos civiles. En todo caso, como arguye
ESPINOZA ESPINOZA, se carece de una probanza tan eminente como es el cadáver.

Caracteres

1º Tiene valor constitutivo. Crea una situación jurídica nueva,6 con incidencia para la familia y la
sucesión del declarado presuntamente muerto, y efectos erga omnes. El pronunciamiento judicial
constituye esta situación, que de hecho preexistía, pero el tribunal no se limita a constatarla. No
se entiende como muerto al hasta entonces desaparecido o ausente, mientras no se haga firme la
resolución judicial que declara la presunción de muerte. Una vez pronunciada por el tribunal, los
terceros tienen que pasar por ella.

2º Tiene naturaleza presuntiva.7 Los artículos 26.3 y del 34 al 37 del Código Civil se refieren a la
muerte presunta, no como sucede en España que se regula la declaración de fallecimiento en los
artículos del 193 al 197, si bien el artículo 34 la sigue denominando presunción de muerte.8
Presunción de naturaleza iuris tantum.

3º Es una situación jurídica independiente, no requiere la previa declaración de ausencia legal. Ese
es el tenor literal del artículo 34.1 del Código Civil. No es un presupuesto procesal la previa
declaración judicial de ausencia para interesar a posteriori la de presunción de muerte.

4º Tiene efectos muy próximos a los de la muerte. No obstante, como expresa DE CASTRO, no
cabe identificar la declaración de fallecimiento con la muerte, ni subsumir a la declaración de
fallecimiento dentro de los medios de prueba de la muerte.9 No es un medio de prueba,
precisamente porque la declaración judicial se sustenta en una presunción, en tanto se carece de
una prueba fehaciente del fallecimiento. Se sabe que no se tienen noticias desde una fecha
remota. Sus familiares, vecinos y demás allegados no lo han visto más, pero nadie ha podido
declarar ante el registrador del estado civil haber visto o encontrado el cadáver o presenciado la
muerte, para sobre esa base poder practicar el asiento de inscripción, de conformidad con lo
previsto en el artículo 74, inciso b), y último párrafo de la Ley del Registro del Estado Civil. Se ha
probado una desaparición especialmente calificada y esa circunstancia permitiría fijar una fecha
de muerte probable, empero los efectos en todos los casos no son los mismos que si se constatara
la muerte y ello a pesar de la dicción literal del artículo 36.1 del Código Civil: “Declarada la
presunción de muerte queda expedido para los interesados el ejercicio de los mismos derechos
que les hubieran correspondido de ser la muerte acreditada por certificación médica”, que en
buen español no quiere decir tampoco que una y otra signifiquen lo mismo, sino que la presunción
de muerte habilita el ejercicio de los derechos que a los causahabientes les corresponde, respecto
de la persona de la cual traen causa, pero ello bajo la probabilidad de que acontezca lo previsto en
el artículo 37, o sea, el retorno del presuntamente muerto o la prueba de su existencia,
“fantasma” que no deambula sobre los herederos de aquel cuya muerte ha sido constatada a
través de los medios de prueba exigidos en Derecho, máxime con la certificación médica expedida
a tal fin (vid. artículo 26.1 del Código Civil). Similar acontece con el matrimonio extinguido por
presunción de muerte de uno de los cónyuges, cuando este retorna, según lo dispuesto en el
artículo 60, inciso e), de la Ley del Registro del Estado Civil a lo cual dedicaré la atención infra.

5º No origina asiento de inscripción, definitivo, ni provisional de defunción (vid. artículo 42, inciso
h), de la Ley del Registro del Estado Civil).10

6º Desconoce o niega la existencia de la persona y con ello de su personalidad jurídica. En tanto


que, como regula el artículo 24 del Código Civil, la personalidad se extingue con la muerte, por lo
cual, declarada judicialmente la presunción de muerte de una persona, en el supuesto en que viva,
le afecta, al no reconocer el Derecho su existencia como persona viva, si bien, corre por su cuenta
la carga de probar su existencia para promover la declaración de nulidad de la resolución judicial
que dispuso la presunción de su muerte, con los demás efectos personales, familiares y
patrimoniales que lleva implícito.11

3. Legitimados para interesarla

Al amparo del artículo 34.1 del Código Civil están legitimados para promover judicialmente el
proceso de declaración de presunción de muerte, cualquier parte interesada o el fiscal.12 Por
parte interesada debe entenderse aquel que demuestre un interés atendible, esto es, un derecho
subjetivo que puede hacer valer en razón de la declaración judicial de presunción de muerte de
una persona. A mi juicio, es acertada la expresión utilizada por el legislador, en tanto abre el
espectro de posibilidades de actuación de personas que sin ser presuntos herederos, pudieran
demostrar un interés legítimo digno de tutela, motivo por el cual se justificaría su legitimación
procesal para, en proceso de jurisdicción voluntaria, promover la presunción de muerte
pretendida. Bajo la expresión parte interesada pudieran incluirse los presuntos herederos
testamentarios o ab intestato (vid. artículos 480.1 y 510 del Código Civil), herederos ex re certae
(vid. artículo 468.3 del Código Civil), legatarios de parte alícuota, los acreedores del
presuntamente muerto (vid. artículo 532, si pueden pedir la intervención judicial en la partición
hereditaria u oponerse a la que pretendan practicar los herederos deudores, de consuno, idéntica
razón justificaría que pudieran interesar la declaración judicial de presunción de muerte y con ello
iniciar la apertura del fenómeno sucesorio), el albacea nombrado en el testamento (vid. artículos
505 y 506 del Código Civil, de lo contrario la ejecución de su encargo pudiera resultar muy gravosa
por la dilación de la apertura de la sucesión mortis causa del testador, si estuviera incurso en
circunstancias que hicieran presumir judicialmente su muerte), los convivientes en el inmueble
titularidad del desaparecido, con derecho a transferencia de la titularidad a su favor y, en
consecuencia, también a los enseres domésticos indispensables para la vida en el hogar (vid.
artículos 542 y 543 del Código Civil y artículo 78 de la Ley General de la Vivienda). La ratio de la
intervención fiscal viene dada por tratarse de actos que ex lege le vienen atribuidos (vid. artículo
46 de la LPCALE, y artículos 8, inciso g), y 18, inciso d), de la Ley de la Fiscalía General de la
República, en relación con el artículo 34.1 del Código Civil). De no ser él quien promueva el
proceso, al tratarse de un proceso de jurisdicción voluntaria, conforme las previsiones de los
artículos 583 y 584 de la LPCALE, será oído, al prever la posibilidad de que recaiga una resolución
judicial sobre una persona cuya protección le compete, la que en la mayoría de las oportunidades
no dispone de representante, a menos que declarado previamente ausente, se le haya provisto de
tal (vid. artículo 33.2 del Código Civil, en relación con la Ley de las Notarías Estatales: Disposiciones
Especiales Primera y Segunda, y su Reglamento, contenido en la Resolución № 70/1992 de 9 de
junio del Ministro de Justicia: artículos 85, inciso h), y 116). El fiscal, en todo caso, actúa como
contralor del cumplimiento de las garantías necesarias de las que ha de preverse para declarar
presuntamente muerta a una persona.

4. Plazos exigidos ex lege para su declaración

Los plazos exigidos ex lege para interesar judicialmente la declaración de muerte presunta, no
constituyen un plus de esta figura, sino forman parte de su propio contenido. El transcurso del
tiempo, desde que se tuvieron las últimas noticias del desaparecido o desde que sobrevino el
acontecimiento notorio en el que supuestamente tuvo lugar el hecho luctuoso, es un elemento
que refuerza per se la presunción de muerte, ese estado de incerteza sobre la existencia de una
persona prolongado en el tiempo, hace que cobre mayor sustantividad la probabilidad de muerte.
Por ello, el discurrir de tales plazos es un presupuesto para el ejercicio del derecho por quienes
estén legitimados para interesar del órgano judicial la declaración judicial de presunción de
muerte, pero en modo alguno puede confundirse con los plazos de prescripción y de caducidad
consagrados en los artículos del 112 al 126 del Código Civil. La tendencia prevalente, no solo en
este orden, sino como en otros tantos, ha sido la de disminuir los plazos que la ley exige para
iniciar el proceso de presunción judicial de muerte. En aras de la seguridad jurídica, no es hoy fértil
la idea de conceder plazos prolongados, en razón de que la persona a la cual se pretende declarar
muerta, pueda retornar o pueda dar señales de su existencia. La vida de hoy es dinámica, los
tiempos avanzan vertiginosamente, y al Derecho le interesa finiquitar esas situaciones
extraordinarias de incerteza respecto del destino de un ser humano, en relación con el cual se
ignora su propia existencia física, pero el 156 entorno hace presumir su deceso. Por ello, sin
suprimir el cumplimiento de plazos regulados ex lege para iniciar cualquier acción judicial, es
notorio cómo los ordenamientos modernos tienden a reducirlos. Y es lógico, a su favor también
apunta el desarrollo expedito de las comunicaciones, incluidas las ciberespaciales, los medios de
información, el control policial, lo cual conlleva una mayor probabilidad de que cuando se declara
muerta una persona, esa muerte sea efectivamente cierta, aun cuando nadie encuentre el
cadáver, ni se pueda constatar fehacientemente el fallecimiento. A ello debe añadirse que el
transcurso de los plazos ordinarios regulados ex lege, pudiera incluso reducirse cuando la persona
sobre la cual se duda su muerte, ha cumplido cierta edad, que hace razonablemente pensar en su
fallecimiento, siguiendo probabilidades, sustentadas en la esperanza de vida de la población,
antológicamente reconocida en el Salmo 90, versículo 10.13 Ordenamientos modernos como el
portugués reconocen un plazo de diez años desde que se tuvieron las últimas noticias del ausente,
el cual puede disminuirse a cinco si el ausente ya ha cumplido los ochenta años (vid. artículo 114.1
del Código Civil), posición igual a la que mantiene el Código Civil de Perú en el artículo 63.1, muy
similar también a la del Código Civil español, que solo varía en que exige el mismo plazo de cinco
años, cuando el ausente ya hubiere cumplido setenta y cinco años de edad (vid. artículo 193.1 y 2),
el Codice se afilia a un plazo ordinario de diez años en el artículo 58, primer párrafo, y el Código
Civil ruso en su artículo 45 establece como plazo ordinario el de cinco años. Algunos
ordenamientos suramericanos establecen plazos muy breves, pero en ellos la declaración de
muerte no supone la entrega definitiva a los herederos de los bienes del presuntamente muerto,
en este caso se incluye el Código Civil de Ecuador que en su artículo 67.1 establece un plazo de dos
años “desde la fecha de las últimas noticias que se tuvieron de la existencia del desaparecido”,
supuesto en el cual solo se les dará posesión provisional de los bienes, 14 que sería, sin embargo,
definitiva, “si, cumplidos los tres años, se probare que han transcurrido ochenta desde el
nacimiento del desaparecido”. De haber transcurrido diez años, desde la fecha de las últimas
noticias, cualquiera que fuese, a la expiración de dichos diez años, la edad del desaparecido, si
viviese, también se les daría la posesión definitiva, conforme con el tenor literal del artículo 68.
Posición esta última que adopta también el Código Civil argentino, pero dilatando los plazos, de
modo que para la posesión provisional exige seis años15 y para la definitiva directa quince años, u
ochenta desde su fallecimiento, no exigiéndose en este último caso, plazo alguno desde que se
tuvieron las últimas noticias del ausente (vid. artículos 110 y 122). El Código Civil de Chile también
se afilia a esta posición. El artículo 81.1 establece un plazo ordinario de cinco años para declarar la
presunción de muerte, pero ello solo consigue la posesión provisional de los bienes del
presuntamente muerto, en tanto el artículo 82 establece que: “El juez concederá la posesión
definitiva, en lugar de la provisoria, si, cumplidos los dichos cinco años, se probare que han
transcurrido setenta desde el nacimiento del desaparecido. Podrá asimismo concederla,
transcurridos que sean diez años desde la fecha de las últimas noticias; cualquiera que fuese, a la
expiración de dichos diez años, la edad del desaparecido si viviese”. Por otra parte, el Código Civil
de Honduras establece como plazo el de diez años desde que desapareció el ausente o se
recibieron las últimas noticias de él, u ochenta desde su nacimiento (vid. artículo 84, primer
párrafo, del Código Civil) y el de Venezuela establece igual plazo ordinario, o el transcurso de cien
años de edad, desde el nacimiento del ausente, eso sí, con la ventaja de atribuirle en tales
circunstancias la posesión definitiva de los bienes (vid. artículo 434 del Código Civil). Demasiado
prudente es el artículo 78 del Código Civil de Costa Rica que formula: “Si la ausencia ha continuado
durante veinte años después de la desaparición o durante diez años después de la declaratoria de
ausencia, o de las últimas noticias, o si han corrido ochenta años desde el nacimiento del ausente,
el Juez, a instancia interesada, declarará la presunción de muerte”. Inclúyese también entre los
códigos conservadores en relación con los plazos concedidos el de Puerto Rico, que regula que
pasados quince años desde el día en que fuere concedida la posesión provisional de los bienes del
ausente, o desde el día en que el marido o la mujer se hubiese hecho cargo de la administración
de los bienes del cónyuge ausente, o pasados noventa años desde el nacimiento del ausente, el
Tribunal Superior, a instancia de parte interesada, declarará la presunción de muerte (vid. Código
Civil, artículo 569). En el contexto de los códigos reguladores de plazos muy breves se anota el
Código Civil cubano que establece como plazo general ordinario el de tres años, al enunciar en el
artículo 34.1: “Si transcurren tres años sin tenerse noticias del desaparecido, éste puede ser
declarado presuntamente muerto”. Se trata de un desaparecido en condiciones ordinarias, sin que
resulte necesario en modo alguno, el que previamente se haya promovido ante tribunal
competente declaración judicial de ausencia, ello no es un requisito habilitante, en términos
procesales, para instar la declaración judicial de presunción de muerte, con el efecto de que, una
vez declarada esta, le será entregada la posesión definitiva de los bienes del “presuntamente
difunto”. Por esta razón, quizás de los códigos civiles citados sea el más atrevido, pues el
ecuatoriano, que le supera en abreviación de plazos (dos años prevé el artículo 67.1), solo concede
en un inicio la posesión provisional, pero no la definitiva. No obstante, el legislador cubano
mantiene la necesidad de cumplir como requisito material para promover la declaración judicial de
muerte presunta, el vencimiento de dicho plazo,16 de tratarse de desaparición en circunstancias
ordinarias. Plazo 16 No obstante, en esta, como en otras tantas materias, el legislador incurre en el
error de emplear equívocamente la expresión “término”, en lugar de “plazo”, cuando en realidad
se refiere a un 158 notoriamente reducido si se compara con el que venía regulado por el Código
Civil español, vigente en este orden, que exigía el cumplimiento de un plazo de treinta años desde
que se tuvieron las últimas noticias o noventa años de edad el ausente. Téngase en cuenta que la
declaración de ausencia era un requisito previo para la declaración judicial de muerte presunta.
Plazo reducido a los efectos puramente matrimoniales, cuando en 1975 y sin aguardar la
promulgación de un nuevo Código Civil, el legislador del Código de Familia dispuso que para
interesar la declaración judicial de muerte presunta en condiciones ordinarias y a los fines de la
extinción del matrimonio el plazo sería de dieciocho meses, contados estos, desde la necesaria y
previa declaración de ausencia. Mientras, el artículo 191 del Código Civil español se modifica en
1977 por la Ley № 9 de 22 de agosto, reduciendo el plazo general ordinario para promover la
declaración judicial de muerte a dos años, contados desde la declaración de ausencia, o sea, en
total eran tres años, uno para la declaración de ausencia, desde que se tuvieran las últimas
noticias, y dos más para la declaración judicial de presunción de muerte. Por ello, no es de
extrañar que tras suprimir el requisito de la declaración judicial de ausencia previa, para proceder
a la declaración judicial de muerte presunta, el legislador haya mantenido el mismo plazo de tres
años, pero con la posibilidad de promover una presunción judicial de muerte de manera directa.17
Con esta posición, el legislador cubano abandonaba la tradición hispana precedente en esta
materia, de comprender el proceso como lo que es: un iter sucesivo que concluye con la
declaración judicial de presunción de muerte, en el que la ausencia es la necesaria antesala de esa
declaración judicial con efectos personales, familiares y patrimoniales con tantas consecuencias
jurídicas, uno de ellos el que nos concierne en este estudio. Del estudio del Derecho cubano lo que
sí cabe concluir es que no se toma como referencia la edad cronológica del desaparecido,
cualquiera que sea esta, será suficiente el transcurso del plazo de tres años desde que se tuvieron
las últimas noticias, para que, si la desaparición acaeció en circunstancias ordinarias, pueda ser
declarado entonces presuntamente muerto. Los plazos de igual forma dependen de las
circunstancias de la desaparición. Por ello también se regulan plazos extraordinarios, que suelen
ser aún más breves. Si se trata de lo que en doctrina se llama ausencia calificada,18 que está más
próxima a la presunción de muerte, que a la ausencia, estos tienden a reducirse mucho conjunto
determinado de momentos temporales sucesivos, y no a un momento temporal concreto. 17 Nos
alerta, no obstante, el profesor Tirso CLEMENTE que el plazo de tres años fue tomado del modelo
soviético. Vid. CLEMENTE DÍAZ, Tirso, Derecho Civil. Parte General, tomo I (segunda parte), ENPES,
La Habana, 1983, p. 549. 18 Me refiero a los casos de desaparecidos en condiciones
extraordinarias o notorias. Estos, en concreto, han sido llamados doctrinalmente, desaparecidos, a
diferencia de los que desaparecen en condiciones ordinarias, a los cuales se les ha catalogados de
ausentes. Nuestro Código Civil, como se ha podido constatar, utiliza la primera expresión para
nombrar al sujeto incurso en ambas circunstancias. Vid. con este clásico parecer, en la doctrina
española de mediados del siglo XX, SERRANO SERRANO, Ignacio, “Las declaraciones de ausencia y
de fallecimiento”, en Revista de Derecho Privado, № 409, año XXXV, abril de 1951, pp. 293-294.
159 más, en comparación con los plazos ordinarios, incluso habiendo cumplido el ausente la edad
prevista por ley, motivado porque la desaparición de la persona se produjo en un acontecimiento
notorio, público, como un desastre aéreo, marítimo, terrestre, o incluso espacial, un terremoto, un
huracán, un incendio, un ras de mar, la erupción de un volcán, o cualquier otro de envergadura
similar. En este caso hay que probar la conexidad entre la presencia de la persona desaparecida
con el desastre o acontecimiento en sí, de modo que no quepa duda de su presencia física en el
lugar de los hechos, lo cual haga casi indubitable su muerte, en razón del propio acontecimiento
terrorífico, apoyado, por supuesto, a través de los medios de prueba que resulten oportunos
aportar para que el tribunal pueda fallar de manera favorable. Los plazos extraordinarios para
promover la presunción judicial de muerte pueden provenir de las más disímiles causas
reconocidas en los diversos ordenamientos jurídicos. Si hacemos un recorrido por ellos, podemos
constatar un espectro o abanico de posibilidades muy variado y plazos muy disímiles. El Código
Civil español reconoce estas circunstancias en el artículo 194, estableciendo un plazo de dos años
para “los que perteneciendo a un contingente armado o unidos a él en calidad de funcionarios
auxiliares voluntarios, o en funciones informativas, hayan tomado parte en operaciones de
campaña y desaparecido en ellas (...) contados desde la fecha del tratado de paz, y en caso de no
haberse concertado, desde la declaración oficial del fin de la guerra”, mientras que ese plazo se
reduce a tres meses en el caso: “De los que se encuentren a bordo de una nave naufragada o
desaparecidos por inmersión en el mar, (…) desde la comprobación del naufragio o de la
desaparición sin haberse tenido noticias de aquéllos” y “De los que se encuentren a bordo de una
aeronave siniestrada (…) desde la comprobación del siniestro, sin haberse tenido noticias de
aquéllos o, en caso de haberse encontrado restos humanos, no hubieren podido ser
identificados”. El Código Civil de Brasil del 2002, exime la previa declaración judicial de ausencia en
los casos de peligro para la vida y si alguien, desaparecido en campaña o hecho prisionero, no fue
encontrado dos años después de terminada la guerra (vid. artículo 7). El Código Civil peruano
establece un plazo de dos años, también para el supuesto de desaparición de la persona en
circunstancias de peligro de muerte, plazo que correrá a partir de la cesación del evento peligroso
(vid. artículo 63.2). El Código Civil de México para el Distrito Federal en materia común y para toda
la República en materia federal regula en el segundo y tercer párrafos del artículo 705 que:
“Respecto de los individuos que hayan desaparecido al tomar parte en una guerra, o por
encontrarse a bordo de un buque que naufrague, o al verificarse una inundación u otro siniestro
semejante, bastará que hayan transcurrido dos años, contados desde su desaparición, para que
pueda hacerse la declaración de presunción de muerte, sin que en estos casos sea necesario que
previamente se declare su ausencia (…)”. “Cuando la desaparición sea consecuencia de incendio,
explosión, terremoto o catástrofe aérea o ferroviaria, y exista fundada presunción de que el
desaparecido se encontraba en el lugar del siniestro o catástrofe, bastará el 160 transcurso de seis
meses, contados a partir del trágico acontecimiento, para que el juez de lo familiar declare la
presunción de muerte. En estos casos, el juez acordará la publicación de la solicitud de declaración
de presunción de muerte (…)”. Otro tanto hace el artículo 60 del Codice para el caso de
desaparecidos en acciones bélicas, para los cuales establece un plazo de dos años desde la entrada
en vigor del tratado de paz o, en ausencia de este, tres años, desde el fin del año en el cual
cesaron las hostilidades, iguales plazos, para idénticas circunstancias, para aquel que haya sido
prisionero del enemigo o para aquel que, desaparecido en un infortunio, no se hallaren más
noticias de él, después de dos años del día del infortunio. El artículo 56, tercer párrafo, del Código
Civil de Nicaragua recoge la posibilidad de interesar la presunción de muerte en el supuesto de “la
desaparición de cualquiera persona domiciliada o residente en la República que hubiere sido
gravemente herida en un conflicto de guerra o que naufragare en un buque perdido o reputado
por tal, o que se hallare en el lugar de un incendio, terremoto u otro suceso semejante en que
hubieren muerto varias personas, sin que de ella se tenga noticias por tres años consecutivos”.
Similar redacción ofrece el artículo 57 del Código Civil del Uruguay. El artículo 67.6 del Código Civil
del Ecuador reduce el plazo para promover la presunción de muerte en el caso de que una
persona hubiere recibido una herida grave en la guerra, o se tratare de un naufragio u otro peligro
semejante, para lo cual establece un plazo de seis meses. El artículo 112 del Código Civil de la
Argentina también reconoce la ausencia cualificada cuando establece: “Causa también presunción
de fallecimiento la desaparición de cualquiera persona domiciliada o residente en la República,
que hubiese sido gravemente herida en un conflicto de guerra, o que naufragase en un buque
perdido o reputado por tal, o que se hallase en el lugar de un incendio, terremoto u otro suceso
semejante, en que hubiesen muerto varias personas, sin que de ella se tenga noticia por tres años
consecutivos. Los tres años serán contados desde el día del suceso, si fuese conocido, o desde un
término medio entre el principio y fin de la época en que el suceso ocurrió, o pudo haber
ocurrido”. El plazo es de dos años para el Código Civil de Bolivia, (artículo 40) en las circunstancias
siguientes: desaparecido en accidente terrestre, marítimo, fluvial o aéreo; o en caso de guerra, en
que el desaparecido cae prisionero o es internado o trasladado a país extranjero y no se tienen
noticias sobre él hasta los dos años de entrar en vigencia el tratado de paz; o desaparecido en
combate, refriega, bombardeo, incendio, terremoto u otro hecho análogo, que pueda provocar la
muerte, y no se tienen noticias sobre él, y en caso de inexistencia de tratado de paz, el plazo se
dilata hasta los tres años de cesar las hostilidades. El Código Civil cubano reguló un plazo bien
reducido para interesar la declaración judicial de presunción de muerte, si esta aconteció en
circunstancias extraordinarias, pero este plazo no es único, a saber: 161 Si la muerte sobrevino en
circunstancias de desastre aéreo, terrestre o marítimo o accidente, el plazo es de seis meses,19
según artículo 35.1; si fuere en acciones militares, entonces será de un año, como apunta el
apartado 2 del mismo artículo. En este orden, se abandonó la posición asumida por la Ley №
9/1977 de 22 de agosto que modificó el artículo 191 del Código Civil español, vigente en aquella
fecha en Cuba, que en caso de acontecimientos notorios, desastres naturales o accidentes, que
implicaren la posible muerte de la persona, la declaración de presunción de muerte se podría
interesar al tribunal en cualquier momento. Similar a lo que había formulado el Código de Familia
al regular la presunción de muerte como causa de extinción del matrimonio en el artículo 44.20 El
legislador se afilió a la brevedad de los plazos, es su intención que las partes interesadas o el fiscal
tenga expedita la posibilidad de instar judicialmente la declaración de muerte presunta en un
plazo lo más reducido posible. Con ello se evita, entre otros efectos, dilatar innecesariamente, la
apertura de la sucesión. Prefirió el legislador no utilizar la expresión “acontecimiento notorio”,
aunque sea evidente la notoriedad del hecho causante, directo o indirecto de la muerte. Su
regulación en el artículo 35 es meramente enunciativa, no excluyente, a mi juicio, de otros
acontecimientos que por su naturaleza hagan presumir la muerte de quien se encontraba en el
lugar donde este acaeció. Con la expresión “otra calamidad pública o accidente” pretende el
legislador dejar abierta la posibilidad de que la muerte de una persona sobrevenga en
acontecimientos, distintos a los desastres aéreos, marítimos o terrestres que explícitamente la
norma menciona. Lo importante es la naturaleza pública de esa calamidad, como pudiera ser una
pandemia. Quedan comprendidos, pues, todos los acontecimientos que pueden arrastrar la
muerte de decenas, centenas, millares o más de personas, sin que puedan ser identificados los
cadáveres, por el arrastre del mar o la calcinación a consecuencia del fuego. No obstante, en Cuba,
ante circunstancias de esa naturaleza, por la magnitud del desastre, se ha declarado la presunción
de muerte ex lege, sin necesidad de proceso judicial alguno. De ello pueden dar fe la Ley de 24 de
noviembre de 1932, dictada a raíz del ras de mar de Santa Cruz del Sur; el Decreto Presidencial №
837/1943 de 18 de marzo, relativo a los marinos desaparecidos en el hundimiento de los barcos
“Manzanillo” y “Santiago de Cuba” durante la Segunda Guerra Mundial; la Ley № 796/1960 de 20
de mayo, respecto de las víctimas de la explosión ocurrida como consecuencia del sabotaje del
vapor “La Coubre” y la Ley № 1147/1964 de 30 de enero, que declaró la presunción de muerte de
los desaparecidos durante el ciclón “Flora”. Todas ellas disponían la inscripción de las defunciones
ocurridas.

En relación con los otros accidentes a los cuales hace referencia el artículo 35.1 del Código Civil, es
suficiente, aunque la norma no lo regula de manera diáfana, que el conocimiento del hecho, sus
consecuencias, circunstancias en que ocurre, causa que los provoca, entre otros parámetros,
hagan suponer el fallecimiento de las personas involucradas en él, como pudiera suceder en un
accidente nuclear. Respecto de las circunstancias narradas en el apartado segundo del artículo 35,
este nació precisamente en razón del debate del Código Civil en el seno del Parlamento. El
momento histórico propició que se propusiera la prolongación del plazo para declarar
presuntamente muerto a la persona desaparecida en operaciones militares. En la fecha en que se
debate el Código Civil se desarrollaban las últimas acciones combativas de Cuba en Angola, por lo
cual se consideró muy breve el plazo previsto en el apartado primero que incluía todo
acontecimiento notorio (aún sin expresarse así el legislador), se corría el riesgo de apresurar la
declaración judicial de presunción de muerte de cubanos fallecidos en acciones combativas en esa
nación africana. Por esa razón se consideró sensato prolongar ese plazo a un año, ofreciéndole un
tratamiento especial. De ahí la utilización del verbo “extender” en reflexivo y en el tiempo futuro.
Colígese que el legislador no dice expresamente “es de un año”, sino “se extenderá a un año”,
como si tomara el plazo reconocido en el apartado primero y lo prolongara en el segundo de los
apartados del mismo artículo 35, o lo que es lo mismo, advierte que en estas circunstancias el
plazo será mayor, a la sazón el doble. Presupuesto normativo circunstancial de lugar para la
aplicación de este apartado lo es que la desaparición acontezca en operaciones militares. Cabría
preguntarnos, si ello supone una contienda bélica o si es suficiente que se trate de acciones
combativas que tengan solo por finalidad mantener las tropas en estado óptimo de su capacidad
combativa, o sea, si es posible declarar presuntamente muerto a una persona desaparecida en las
circunstancias a que atañe el artículo 35.2, durante un ejercicio estratégico. A mi juicio, no.21 Si
una persona desaparece en un ejercicio estratégico militar durante tiempo de paz, sería aplicable
el apartado primero, pues se trataría de un accidente, aunque fuere un ejercicio de esta
naturaleza. Si bien la dicción literal del precepto no nos ayuda, creo que en el orden teleológico el
apartado segundo solo predica su aplicación cuando estemos frente a una operación militar
dentro de una acción bélica, por lo cual se requiere de una previa declaración del estado de guerra
(que en nuestro Derecho vigente le corresponde hacerla a la Asamblea Nacional del Poder Popular
ex artículo 78, inciso i), de la Constitución de la República).

Omite el legislador el die a quo para el cómputo del plazo en el supuesto de desaparición en
operaciones militares, o sea, nada se regula sobre el momento inicial, a tener en cuenta para el
referido cómputo. No se presta atención al referente español que lo supedita, no a la desaparición
en sí, sino a la terminación de las hostilidades, bien porque se haya firmado un tratado de paz o,
en su defecto, a la declaración oficial de terminación de la guerra. Ello deja un vacío normativo
que resulta necesario colmar. De tomarse como parangón el supuesto reconocido en el apartado
primero del propio artículo no resultaría convincente, pues las circunstancias son disímiles. Aquí
no hay un punto de partida trascendente, notorio, público para terceros, como pudiera ser el
“desastre aéreo, marítimo o terrestre u otra calamidad pública o accidente”, del que resultó la
desaparición, que marca una fecha, sino alguna de las acciones combativas, en las que pudiera
haber resultado preso del enemigo, el hoy desaparecido, y no necesariamente fallecido, ninguna
de las cuales toma en consideración el legislador para iniciar el cómputo del plazo a los fines de
proceder a la declaración judicial de presunción de muerte. En fin, el apartado in commento
resulta omiso, poco labrado en el orden técnico, incluso si se quiere, algo improvisado. Lo más
juicioso es, sin duda, tratándose de una guerra, esperar a que concluyan las acciones bélicas para
hacer decursable el plazo citado. De tratarse del apartado primero del artículo 35 resulta más fácil
delimitar el die a quo. Habrá que tomar en cuenta aquel en que sobrevino el fatal acontecimiento,
del cual se hace presumir la muerte de la persona, cuya presencia en el lugar y hora de los hechos
se hace indubitable. Eso sí, tampoco el legislador patrio distingue las particularidades del desastre
aéreo, del marítimo o del terrestre, ni respecto de la calamidad pública o accidente a que también
atañe. No se califica el tipo de nave, aeronave o vehículo terrestre, involucrado en los hechos. Ello
no trasciende, lo importante es su notoriedad, en el sentido de conocimiento público,22 particular
subyacente en el animus legislatoris. Tampoco se distingue desastre comprobado y desastre
presunto. Si bien hoy día la mayoría de los desastres aéreos y marítimos suelen comprobarse, aun
cuando por su magnitud resulta imposible obtener todos los cadáveres. En los aéreos, sobre todo
si la aeronave cae a tierra, es muy probable que buena parte de los restos humanos que se
obtengan estén calcinados, resultando bastante difícil su identificación, mas las autoridades
aeronáuticas suelen brindar con certeza los nombres y apellidos de los pasajeros y tripulantes del
vuelo, dato este de vital importancia, demostrativo del vínculo existente entre el desaparecido y el
hecho extraordinario catastrófico que hace presumir su muerte.23 Igualmente resultó omiso el
legislador sobre las personas desaparecidas por inmersión en el mar, situación que suele darse
respecto de cubanos que intentan emigrar ilegalmente del país, a bordo de embarcaciones de
manufactura doméstica, cuya consistencia es incompatible con una larga travesía marítima. Para
este caso, a menos que se logre demostrar que se trata de un desastre marítimo, será necesario el
transcurso del plazo ordinario de tres años reconocido ex artículo 34.1 del Código Civil. En igual
situación, las personas que en otras circunstancias, también ordinarias, desaparecen en el mar,
respecto de las cuales, los interesados no tendrán a su alcance la posibilidad de promover la
declaración judicial de muerte presunta en un plazo más breve, al estilo del artículo 194.2 del
Código Civil español, en su actual redacción, lo cual considero sería justo y razonable, en un
contexto como el ofrecido por el Código Civil cubano que tiende a reducir sensiblemente los
plazos.24 5. Vía procesal para encauzar la pretensión El ordenamiento jurídico cubano no
reconoce expresamente un cauce procesal para la solicitud de la declaración judicial de muerte
presunta. Y cuando digo expresamente, me refiero a que no existen normas que regulen con
exclusividad el procedimiento judicial para promover dicha declaración, como se hace respecto de
la administración de bienes del ausente o la tutela, por citar algunos ejemplos. Empero, sí se
regula como regla de competencia por razón del territorio que el tribunal del último domicilio del
ausente o desaparecido, será el competente para conocer de dicho proceso, según lo franquea el
inciso 7 del artículo 11 de la LPCALE, por supuesto, fuera de los casos de sumisión expresa o tácita.
Ello no obsta a que, tratándose de cuestión en que no está empeñada litis entre las partes, pueda
ser sustanciada por los trámites de la jurisdicción voluntaria,25 clasificando dentro de estos como
un acto constitutivo de carácter necesario.26 Lo primero, por la razón ya apuntada, de que con
este se crea una situación jurídica, con trascendencia para el estado civil de la persona y lo
segundo, por lo imperioso que resulta el pronunciamiento judicial para darle cauce legal a las
consecuencias personales, patrimoniales y familiares que provoca. La LPCALE dedica su Libro
Quinto a la jurisdicción voluntaria, cuyos preceptos de alcance general (del 578 al 585) son
aplicables a la declaración judicial de presunción de muerte al no dispensarle a ella un
procedimiento especial. Ahora bien, como una medida tuitiva favorable para la persona
desaparecida, el ordenamiento jurídico cubano debiera regular tanto en el orden sustantivo (al
menos enunciarlo) y desarrollarlo en el procesal, las vías legales para darle cauce formal a la
publicidad respecto de la tramitación de la declaración judicial de muerte presunta, sobre todo
cuando se trate de personas desaparecidas en condiciones ordinarias, tal y como se dispone en el
Derecho Comparado,27 ya sea por vía de edictos, anuncios en periódicos, en la Gaceta Oficial de la
República y no solo por la tablilla de anuncios del tribunal que conoce del proceso. Con ello se
reforzaría la protección de los derechos del desaparecido y permitiría que terceras personas
ajenas al proceso pudieran brindar una información sobre el posible paradero del desaparecido o
al menos, noticias sobre su existencia, que pudieran ser más recientes que las que se invocan en la
promoción judicial. En fin, permitiría sustentar con más seguridad la presunción iuris tantum de
muerte. 6. Determinación de la fecha exacta del fallecimiento. Carácter retroactivo de los efectos
de la declaración judicial En relación con la determinación exacta de la fecha del fallecimiento, se
suelen sostener dos tesis que a su vez han tenido reconocimiento normativo. Una que considera
que esto sucede desde que se dio el supuesto de hecho y transcurrió el plazo legal para poder
declarar judicialmente la muerte presunta. La otra, que lo mencionado anteriormente constituye
requisito para la declaración de fallecimiento y que la resolución judicial que la contiene,
determina la muerte presunta. Es decir, se entiende que existiría muerte presunta desde el
momento en que se dicta la resolución de declaración judicial de fallecimiento. Tomar como
referencia una u otra tiene trascendencia jurídica y de qué manera, sobre todo en el orden
sucesorio y familiar.

Si tomamos en cuenta la segunda, podrían tenerse como día del fallecimiento del desaparecido,
bien el día en que se dictó la resolución judicial, el día en que esta adquirió firmeza, o el día en que
fue publicada, o en todo caso tomar como día el primero, si bien supeditando la ejecución de la
resolución judicial en la que se contiene la declaración de muerte presunta, a la adquisición de la
firmeza o a la publicación por la vía correspondiente. Si nos afiliamos a la primera posición, el día
presuntivo en que acaeció la muerte es el dispuesto en la resolución judicial, conforme con los
medios de prueba aportados, o sea, en atención a lo que ha sido probado ante el juez, de modo
que los efectos de la resolución judicial se retrotraen a esa fecha.28 Es la posición que adopta el
artículo 36.2 del Código Civil cubano. A mi juicio, la más atinada. Lo contrario, partiría de un
presupuesto injusto. Ahora bien, aun asumiendo esta tesis, el legislador establece como regla
normativa, a tenerse en cuenta por el juzgador en su resolución judicial, que tal retroacción se
hace con respecto “al momento en que se produjo el acontecimiento que hizo presumir la muerte
o se tuvieron las últimas noticias del desaparecido”, según el tenor literal del artículo 36.2. Con
ello se prevén ambos supuestos: declaración judicial de presunción de muerte en condiciones
extraordinarias y en condiciones ordinarias. Para la primera, el día se fijará al momento en que el
acontecimiento tuvo lugar, para la segunda, aquel en que se tuvieron las últimas noticias de la
existencia con vida del desaparecido.29 Hasta esa fecha rige la presunción de vida, más allá, la de
muerte. El hecho de que se tome como fecha presuntiva de la muerte aquella coincidente con la
fecha en que aconteció el suceso extraordinario o notorio, no es novedosa, pues resulta la
posición asumida por la mayoría de las legislaciones,30 si bien, el Código Civil cubano no ofrece
reglas pormenorizadas para cada supuesto particular de evento extraordinario, que haga suponer
la muerte, como suele ser la regla común para otros códigos civiles. Lo que sí resulta interesante,
es la retroacción de los efectos de la declaración de muerte presunta, cuando desaparece una
persona en condiciones ordinarias, pues nuestro código se aparta de la posición más común en el
Derecho Comparado,31 lo cual comparto, si tenemos en cuenta que los plazos establecidos tienen
una función cautelar de los derechos del desaparecido, pero estos no deben impedir los efectos ex
tunc, lógicos por demás, de la declaración de muerte presunta.32 Viene a tono en este sentido lo
que expresan VALENCIA ZEA y ORTIZ MONSALVE, tomando como referente, por supuesto, el
Derecho colombiano, conforme con él, el juez fijará como día presuntivo de la muerte el último
del primer bienio, contado desde la fecha de las últimas noticias (Código Civil, artículo 97, regla
6ª). En todo caso, el día que se fija como fecha de muerte será anterior a aquel en que se dicta la
sentencia, o sea, se deja discurrir el plazo fijado para promover la declaración judicial, pero se
toma en cuenta para fijar la presunta fecha del fallecimiento el transcurso de ese primer bienio,
contado desde las últimas noticias recibidas, sin remontarse al momento en que se tuvieron las
últimas noticias del desaparecido. Los propios autores se preguntan por qué se da esta solución,
cuando lo más atinado sería fijar aquel en que se tuvieron las últimas noticias, pues debería
presumirse que la falta de tales noticias se debió precisamente a la muerte del desaparecido.33 Y
créase que no se trata de una mera cuestión bizantina, al tomar partido por esta posición el
legislador cubano está llevando a ese momento el de apertura de la sucesión y el de la adquisición
de los derechos por causa de muerte (vid. artículo 522 del Código Civil). En consecuencia,
dispuesto por el auto en que se declara judicialmente la muerte presunta de una persona, la fecha
posible de su fallecimiento, en relación directa con el momento en que se tuvieron las últimas
noticias, las subsiguientes muertes de cualquiera de los llamados a su sucesión, generará un
supuesto de iure trasmisionis, ex artículo 529 del Código Civil, y no de iure repraesentationis, ex
artículo 512, 513, 514 y 521 del propio cuerpo legal. Empero, como ya había anunciado, la regla 7ª
del citado artículo 97 del Código Civil colombiano, añade que para los casos en que la persona
recibió una herida grave, naufragó la embarcación en que navegaba o sobrevino un peligro
semejante, o sea, en los supuestos de ausencia cualificada, el juez fijará como día presuntivo del
fallecimiento el de la acción de guerra, el del naufragio, el del peligro, y de no poderse determinar,
entonces se recurre a un término medio entre el principio y el fin de la época en que pudo el
suceso acontecer.34 LARENZ, sin tomar partido en lo que atañe al momento exacto en que ha de
presumirse la muerte del desaparecido en circunstancias ordinarias, sí que defiende la idea de que
la declaración de fallecimiento ha de contener no solo la constatación judicial del fallecimiento,
sino también la de su presunto momento de acaecimiento. Por ello dicha declaración fundamenta
la presunción de que el ausente en ignorado paradero ha fallecido en el momento que se ha hecho
constar en la resolución del tribunal (vid. artículo 9, ap. 1 VerschG). Y como tal ha de entenderse,
en términos aproximados, como momento del fallecimiento aquel que “sea el más probable según
el resultado de las averiguaciones” (artículo 9, ap. 2 VerschG). Para el célebre autor, la declaración
de un determinado momento del fallecimiento fundamenta tan solo una presunción de que el
declarado fallecido ha muerto en dicho momento. Presunción que incluye al propio tiempo la de
que el ausente ha vivido hasta ese instante. Establece la ley alemana, asimismo, la presunción de
que un ausente, en tanto que no haya sido declarado fallecido, sigue o ha seguido viviendo hasta
el momento que ha de hacerse constar en la declaración de fallecimiento, en caso de que no
pueda señalarse ningún otro momento del fallecimiento como el más probable (vid. artículo 10
VerschG). Por eso, quien afirme que el ausente ha fallecido antes de dicho momento, ha de
probarlo para ganar mediante ello un pleito.35 En el Derecho español la situación es muy similar a
la posición colombiana. En los casos llamados por la doctrina, ausencia cualificada, dice OGAYAR Y
AYLLÓN, sí existe un dato preciso sobre el momento de la muerte, consistente en suponer que se
produjo en aquel momento en que probablemente acaeció el peligro de vida en el cual
desapareció la persona.36 Para los demás, hay que dejar transcurrir los plazos establecidos ex
lege. El propio autor sostiene que para los casos de ausencia simple, al no ofrecer el artículo 195
del Código Civil ningún dato en el cual basar una probabilidad del momento, este tendrá que ser
señalado por el juez al final de los diez años o de los cinco, según los casos, en que se conocen las
últimas noticias del ausente.

Muy polémico resulta el tema de si debe precisarse la hora exacta de la muerte, como en
condiciones normales, y cómo se resuelve tal omisión. En este orden y en otros tantos, nuestro
legislador resultó muy omiso. Igual sucede con el lugar del fallecimiento, cuando este sea
desconocido, pues pudiera resultar esencial para cuestiones relativas a las reglas de competencia
del foro en sede sucesoria. Ambas situaciones debieran tener una solución, si la hora en que se
presume la muerte es posible determinarla sería muy oportuno que el juez lo consignara para
evitar situaciones de conmoriencia ex artículo 27 de nuestro Código Civil,38 similar con el lugar
posible en que aconteció el deceso, al estilo del artículo 65 in fine del Código Civil peruano. 7.
Inscripción en el Registro del Estado Civil Amén de las vías de publicidad de las que puede estar
dotado el proceso por el que se sustancia la declaración judicial de presunción de muerte, cuyo
panorama en el Derecho Comparado hemos estudiado, incluso la posible publicidad de la
resolución judicial en la que se contiene, como presupuesto previo a su ejecución, los
ordenamientos jurídicos prevén la inscripción de dicha resolución judicial a los efectos de
publicidad de esta situación jurídica constituida judicialmente que afecta de manera notoria a la
persona física, en tanto, el propio artículo 36.1 del Código Civil dispone: “Declarada la presunción
de muerte queda expedido para los interesados el ejercicio de los mismos derechos que les
hubieran correspondido de ser la muerte acreditada por certificación médica”, precepto que
reconoce la equiparación de una y otra, si bien, como ya se ha apuntado, no puede considerarse a
los efectos legales, completamente idénticas. Puede colegirse en este orden dos posiciones
disímiles en cuanto a su comportamiento en el Derecho Comparado, una que supone que la
ejecutoria judicial implica la apertura de un asiento de inscripción registral de defunción39 y otra
que dispone como procedente la anotación al margen del asiento de inscripción del nacimiento.40
El Derecho cubano no tiene un pronunciamiento explícito, el Código Civil no regula nada a este fin,
solo el artículo 108 enuncia: “... los actos jurídicos relativos al estado civil (...) se anotan o inscriben
en los registros públicos que determinan las leyes”, resultando la Ley del Registro del Estado Civil y
su Reglamento los cuerpos normativos que refrendan esta importante institución jurídica, cuya
misión ha sido resaltada por la jurisprudencia patria más reciente.41 Precisamente la Ley del
Registro del Estado Civil regula en su artículo 42, la anotación, al margen del asiento de inscripción
del nacimiento, de “la defunción o la ejecutoria de presunción de muerte”, siendo destacable,
primero, que el legislador distingue la defunción, de la ejecutoria de presunción de muerte, lo que
refuerza nuestro criterio de que la última se equipara a la primera, pero no supone lo mismo,
aunque tengan identidad en la mayoría de los efectos jurídicos que causan42 y, segundo, que el
propio legislador al referirse a esta ejecutoria judicial, le da apellidos, o sea, no la identifica
genéricamente como cualquier otra ejecutoria judicial con incidencias en el asiento de inscripción
del nacimiento. Y cuando digo que no existe pronunciamiento legal explícito lo hago en el
entender que ni la ley registral, ni tampoco su reglamento, ofrecen un tratamiento ad hoc a la
presunción judicial de muerte, salvo al que ya he hecho referencia, pero es que este artículo
también prevé otras anotaciones marginales al nacimiento, que no por ello les excluyen de
constituir su propio asiento de inscripción, v. gr., el matrimonio (vid. artículos 58 y ss. de la ley y
113 y ss. del reglamento), la defunción (vid. artículos 74 y ss. de la ley y 127 y ss. del reglamento) y
la adquisición, pérdida o recuperación de la ciudadanía cubana (vid. artículos 79 al 81 de la ley y
134 y ss. del reglamento), todos ellos se anotan al margen de la defunción, con posterioridad a
que hayan constituido asiento de inscripción en el Registro. Mas, de la ejecutoria de presunción de
muerte solo se pronuncia el legislador por conducto de los asientos secundarios o marginales, ya
sea al nacimiento, como también respecto del matrimonio (vid. artículo 60, inciso d), de la ley) y
de la adquisición, pérdida o recuperación de la ciudadanía cubana (vid. artículo 81, inciso i),
precepto en el que se distingue de la defunción a la cual le dedica el legislador el inciso g)). Ello,
unido a los antecedentes hispánicos que le ofrecen igual tratamiento registral,43 ha hecho que los
operadores del Derecho en Cuba no practiquen asiento de defunción, cuando el tribunal libra
ejecutoria de presunción judicial de muerte. Por ello, no se entiende incluida esta en el supuesto a
que hace referencia el artículo 74, inciso d), de la ley registral, en el que se regula las fuentes
documentales o de otra naturaleza (si bien de índole excepcional) de las que se vale el registrador
del estado civil para asentar una inscripción de defunción, entre las que se incluye en tal inciso “la
ejecutoria de tribunal competente”, requisito que cumpliría perfectamente la resolución judicial
en la cual se declara la muerte presunta. Al parecer han primado las razones históricas, más la
fuerza de la costumbre y el parco tratamiento que la ley registral le ofrece a esta figura, siempre
distinguiéndola de la defunción propiamente dicha, y a su vez apellidando la ejecutoria judicial
cuando a ella atañe. Lo que sí no me convence es el argumento insostenible de que se trata de una
mera presunción iuris tantum, como tal, destruible con prueba en contrario y, en consecuencia,
una posterior impugnación, con éxito, del asiento de inscripción, al retornar el que hubiese sido
declarado presuntamente muerto, traería consigo la nulidad de dicho asiento. Partir de ese
presupuesto para negar la apertura de un asiento de inscripción, es más endeble que la propia
presunción de la muerte del desaparecido. La vida se encargaría de demostrar que se anulan más
matrimonios inscriptos, que asientos de inscripción por retorno del presuntamente muerto.
Adpero, no son pocos los quebraderos de cabeza que esta solución reporta. Se presentan todavía
hoy en los tribunales procesos en los cuales se interesa la declaración judicial de muerte presunta
de cubanos, cuyo nacimiento data de fecha anterior a 1885 en que se crearon en Cuba los
registros del estado civil, respecto de los cuales no obran asientos de inscripción de su nacimiento
y tan solo puede probarse su existencia a través de las certificaciones bautismales, expedidas
conforme con los libros que se llevan en las parroquias o iglesias, razón por la cual, tras librarse la
ejecutoria judicial, al registrador le resultaría imposible por nota marginal asentar tal extremo,
pues se trata de un asiento accesorio, que require para su existencia y ulterior publicidad de un
asiento principal el que, conforme con la práctica actual y la lectura dada a las normas legales
vigentes, no existirá, a menos que de conformidad con el citado inciso d) del artículo 74, el propio
tribunal disponga se libre asiento de defunción, lo cual daría una solución para un caso puntual,
pero rompería, a su vez, con la simetría de la publicidad registral, que en la mayoría de los casos
de presunción judicial de muerte, expedirá para su publicidad una certificación de nacimiento con
nota marginal relativa a este particular. Quizás otra solución fuese que en la propia parroquia o
iglesia se anotare al margen de la partida bautismal tal extremo, o a lo sumo que la propia
ejecutoria judicial sea la vía para probar erga omnes lo en ella contenido, sin otro requerimiento
ulterior de publicidad registral. 7.1. Diferencia entre la declaración judicial de muerte presunta y la
inscripción fuera de término44 en el Registro del Estado Civil de la defunción A los efectos de este
estudio resulta conveniente ofrecer un parangón entre dos figuras que tienen puntos en común,
pero elementos distintivos que bien vale reseñar. Ciertamente la Ley del Registro del Estado Civil y
su Reglamento prevén la posibilidad de inscribir una defunción extemporáneamente. La propia ley
registral (artículo 75, segundo párrafo, en relación con el artículo 9) ordena que las defunciones se
inscriben de inmediato, antes de las 24 horas de la muerte, a menos que se trate de fallecimientos
en circunstancias extraordinarias (situaciones bélicas, desastres, catástrofes), por supuesto,
siempre que no conciernan a personas desaparecidas. Y es en ello, donde marca la primera
diferencia. Cuando la ley registral permite la inscripción, se refiere a abrir un asiento de inscripción
de la defunción, si bien fuera del plazo establecido por ley, y no a la ejecutoria judicial de
presunción de muerte, anotada marginalmente en el asiento de inscripción del nacimiento.45 Se
trata de una persona de la cual ciertamente se sabe que ha fallecido, aun en el supuesto de que no
se recupere el cadáver. Tiene que existir plena certeza de la muerte, de modo tal que esta no
ofrezca ninguna duda racional.46 Por esta razón se dispensa por el legislador una vía registral,
distinta a la judicial, para practicar el asiento de inscripción del fallecimiento.47 Es el registrador
del estado civil, y no el juez, quien resuelve si practica o no dicho asiento. Para ello la ley registral
en su artículo 74, inciso b), otorga el valor de fuente para practicar la inscripción, a la declaración
de testigos que bien hayan visto el cadáver y puedan acreditar que dicho cadáver pertenecía a
determinada persona, conocida por ellos, o hubieren presenciado el hecho de la muerte. El propio
artículo 74 de la ley registral formula pautas a seguir para que tenga éxito dicha inscripción y, en
consecuencia, en el segundo párrafo exige la formación de un expediente por el registrador,
previo a la inscripción, en el que se contendrán las declaraciones de dos testigos asertóricos que
puedan declarar sobre el cadáver visto o encontrado o sobre la muerte presenciada, particular
este último que complementa el artículo 132, inciso ch), del reglamento.48 No me cabe duda la
naturaleza de estos testigos, ya apuntada, lo que sí me llama la atención es la simpleza de
tratamiento que dan la ley registral y su reglamento, no exigiéndole al registrador ningún otro
elemento probatorio para inscribir la defunción, cuando lo cierto es que dicho funcionario, por
demás no necesariamente jurista en nuestros predios, incluso raramente jurista, debiera interesar
preceptivamente otros medios de prueba para poder arribar a un juicio certero sobre la defunción
que pretende practicarse,49 sin que ello suponga, en modo alguno, que actúe como un juez en un
proceso de declaración judicial de presunción de muerte.

Eso sí, las normas exigen plena identificación de los testigos asertóricos, los cuales, a mi juicio, han
de ser presenciales y no de mera referencia, de modo que será necesaria la exhibición del
documento de identidad permanente, en tanto el artículo 77 de la ley exige que la inscripción de
defunción contendrá, entre otros datos –según su inciso h)–, los nombres, apellidos y firmas de los
declarantes (testigos), con expresión de sus números de identidad permanente, en tanto que los
datos del fallecido serán consignados en la misma medida en que sean conocidos. También
permite el artículo 132 del reglamento que sea empleada cualquier prueba admitida en Derecho,
pero ello si resultare necesario. 8. Efectos en el orden sucesorio La apertura de la sucesión es, sin
temor a equivocarme, uno de los principales efectos que provoca la declaración judicial de
presunción de muerte. Tomando en cuenta lo formulado por el artículo 36.1 del Código Civil
cubano a cuyo tenor: “Declarada la presunción de muerte queda expedido para los interesados el
ejercicio de los mismos derechos que les hubieran correspondido de ser la muerte acreditada por
certificación médica”, compete, entonces, a los presuntos herederos del causante promover la
tramitación de la declaración de herederos ab intestato o la ejecución del testamento, previo el
cumplimiento de las formalidades posteriores que tendrían que cumplir si hubiere otorgado
testamento ológrafo ex artículo 570 de la LPCALE. La una y el otro, serían los títulos sucesorios
demostrativos que, conforme con el artículo 467 del Código Civil, acreditarían la sucesión
testamentaria, ab intestato o mixta. Hágase la salvedad que, resultarán herederos del causante
quienes le sobrevivieron al momento presunto de su muerte,50 y no a la fecha en que se dictó la
resolución judicial en la que se contiene la declaración de muerte presunta, ni a la de su firmeza, ni
a la de anotación en el Registro del Estado Civil. Es ello una de las principales consecuencias de la
retroactividad de los efectos de la declaración judicial a que atañe el apartado segundo del artículo
36 del Código Civil. Las situaciones de premoriencia o posmoriencia de los llamados a la sucesión
del presuntamente muerto, se remontan al día presuntivo de su muerte (ya sea en condiciones
ordinarias o extraordinarias).51 El Código Civil cubano no ofrece distinción entre posesión
provisional o definitiva de los bienes, como acontece con otros ordenamientos jurídicos. Ni tan
siquiera se toman medidas precautorias como un inventario judicial o notarial, o el cumplimiento
de garantías crediticias, v. gr., la prestación de una fianza, respecto de los bienes que se
adjudican.52 Los herederos tienen, sin más, legitimación para interesar la partición del caudal
hereditario y adjudicarse los bienes deferidos por sucesión mortis causa. Los legatarios pueden
interesar la entrega del legado, pues estos se entienden ya adquiridos (vid. artículos 498 y 501 del
Código Civil). No hay norma jurídica sucesoria alguna que particularice a tal fin, ni sustantiva, ni
procesal, la sucesión de un presuntamente muerto. 8.1. Particularidades que ofrece el evento de
que el presuntamente muerto no murió cuando lo declaró el auto, sino en fecha posterior Cabe la
posibilidad de que declarada judicialmente presunta la muerte de una persona y fijado el día
presuntivo de esta (ya en condiciones ordinarias, o extraordinarias), se demuestre a posteriori que
el momento en que se tuvieron las últimas noticias del desaparecido es ulterior a este o al día
fijado presumiblemente como día de la muerte de quien estaba incurso en un acontecimiento
extraordinario a que se refiere el artículo 36.2 del Código Civil. En tales circunstancias, como
expresan VALENCIA ZEA y ORTIZ MONSALVE, es posible que al morir realmente el desaparecido en
época muy posterior a la indicada en la sentencia de muerte presuntiva, los herederos o legatarios
sean diferentes de los que recogieron los bienes. En tal caso, lo procedente sería anular la
partición hereditaria, para practicar una nueva,53 o sea, habría que tramitar un nuevo proceso
judicial tendente a modificar el auto judicial de presunción de muerte, no en lo atinente a la
muerte presunta, que sigue resultando probada, sino en lo que se refiere a la fecha presuntiva de
muerte. Si los efectos de la declaración son ex tunc, habría entonces que atender a esa fecha
presuntiva para abrir la sucesión y si ella no es la indicada en el auto judicial, sino otra ulterior, a
esta última, una vez fijada judicialmente, tendremos que atenernos para convocar el proceso
sucesorio, y, consiguientemente, resultarían llamados a la sucesión quienes sobrevivieran al
causante en ese momento y no en el que inicialmente estaba previsto. Si, v. gr., modificado el auto
judicial de muerte presunta de A, en razón de que se tienen noticias de que A estaba vivo en
momento ulterior, una vez dictada esa nueva resolución judicial, procede entonces determinar
quiénes serían los sucesores del causante, siempre que cumplan con los presupuestos para la
sucesión mortis causa, conforme con la nueva fecha y no la anterior.54 Si no coincidieran,
procedería la nulidad de la partición hereditaria y la restitución de los bienes que los herederos
putativos o aparentes tuvieren o el precio de los enajenados si su actuación fuere de buena fe, la
cual en todo caso, se presume (vid. artículo 6 del Código Civil con alcance general), quedando a
salvo la posible adquisición de bienes por usucapión (vid. artículos 184 al 190 del Código Civil), ello
previa declaración de ineficacia del título sucesorio ab intestato o determinada la inejecutabilidad
parcial o total del testamentario o en cualquier caso la cobranza de vida de otras instituciones
sucesorias con valor previsorio sustitutivo.55 9. Efectos en el orden familiar. Especial referencia al
matrimonio También en el orden familiar, la presunción judicial de muerte provoca la extinción de
los derechos subjetivos de naturaleza familiar para cuya existencia es indispensable la existencia
física de la persona como los derivados del ejercicio de la patria potestad, los derechos paterno-
filiales (incluido los originados por la adopción), la obligación de dar alimentos, los derivados de la
tutela, entre otros. No obstante, lo más significativo en este orden son los efectos que provoca en
sede matrimonial. La presunción judicial de muerte es reconocida en nuestro Código de Familia
como causa de extinción del matrimonio.56 Es lógico que si el matrimonio es una comunidad de
vida entre dos personas, si una de ellas por motivo de su desaparición es declarada judicialmente
presuntamente muerta, no tenga razón entonces el matrimonio para el otro miembro de la pareja,
al cual el Derecho no le puede, ni le debe condenar a vivir en soledad, o negarle la posibilidad de
formalizar un nuevo matrimonio.57 Por ello aplaudo la idea del Anteproyecto de Código de Familia
cubano de enunciar explícitamente en su artículo 6.4 que tendrá la condición de viudo “quien
estuvo unido en matrimonio formalizado o judicialmente reconocido, disuelto por la muerte de su
cónyuge, o por la declaración judicial de presunción de muerte”. Es lo cierto que el Código de
Familia de 1975, aún vigente, regula en su artículo 43, inciso 2), como una de las causales de
extinción del matrimonio la presunción de muerte declarada judicialmente, desarrollada en el
artículo 44, modificado en 1977 por la Ley № 9 de 22 de agosto y luego en 1985 por la Ley del
Registro del Estado Civil. La Ley № 9/1977 de 22 de agosto suprimió el último párrafo del artículo
44 del Código de Familia. Esta norma modificó la redacción del artículo 191 del entonces Código
Civil, al reducir los términos para la declaración judicial de presunción de muerte, a dos años,
contados desde que se declaró judicialmente la ausencia. En caso de ausencia cualificada, la
presunción de muerte se podía interesar judicialmente en cualquier tiempo. La Ley del Registro del
Estado Civil, por su parte, en su Disposición Final Tercera derogó el párrafo segundo del artículo 44
del Código de Familia, según la redacción que a este le había atribuido la citada la Ley № 9/1977.
No obstante, hay que matizar la interpretación que pueda darse al único párrafo vigente del
artículo 44 del Código de Familia. Que la presunción judicial de muerte es una causa de extinción
del matrimonio no ofrece duda alguna, para lo cual tampoco se requiere pronunciamiento judicial
ad hoc. Es suficiente probar la muerte presunta a través de los medios de publicidad que ofrece el
Registro del Estado Civil, la cual no solo se inscribe al margen del asiento de inscripción del
nacimiento del presuntamente muerto (vid. artículo 42, inciso h), de la Ley del Registro del Estado
Civil), sino también, si este era casado, al margen del asiento de inscripción de su matrimonio (vid.
artículo 60, inciso d), de la Ley del Registro del Estado Civil). Lo que resulta ambiguo en la
redacción de la norma es la manera en que se redacta lo atinente al momento en que se tiene por
extinguido el matrimonio, al disponer dicho único párrafo del artículo 44 del Código de Familia,
que tal extinción tendrá lugar “desde el momento en que dicha declaración quede firme”. Visto en
abstracto esta expresión, nos hace suponer que el legislador del Código de Familia parte de una
tesis distinta al del Código Civil, de modo que para el matrimonio no regiría la retroactividad de los
efectos de la declaración judicial de muerte presunta que predica el artículo 36.2 del Código Civil,
pero una interpretación sistemática e integradora apuntaría hacia la tesis que defendemos. No
puede interpretarse aisladamente el artículo 44, en su único párrafo subsistente, del Código de
Familia, pues la figura de la muerte presunta está regulada en el Código Civil, uno de cuyos efectos
es el ser causa de extinción del matrimonio, materia que en función de su naturaleza es regulada,
no por el Código Civil, sino por el Código de Familia, pero en todo caso este último tiene que
ajustarse a lo previsto en el primero. Ergo, una interpretación lógica de ambos preceptos, evitando
cualquier colisión, sería la de entender extinguido el matrimonio, una vez firme la declaración
judicial en que se contiene la declaración de muerte presunta, pero retrotrayéndose tales efectos:
“... al momento en que se produjo el acontecimiento que hizo presumir la muerte o se tuvieron las
últimas noticias del desaparecido”. Lo contrario sería admitir el absurdo de que respecto de un
sujeto desaparecido, v. gr., A, del cual se tuvo las últimas noticias el 18 de agosto de 1998,
declarado presuntamente muerto en virtud de auto de fecha 26 de noviembre de 2005, firme
desde el 8 de diciembre del 2005, se abra su sucesión a la fecha 18 de agosto de 1998 y se tenga
extinguido su matrimonio con fecha 8 de diciembre del 2005, pues ello supondría que a la primera
fecha pudiera promoverse la liquidación de su caudal hereditario, mientras la comunidad
matrimonial de bienes no quedaría extinguida hasta el 8 de diciembre del 2005: un absurdo
jurídico imposible de defender.58 Algo muy interesante en el Derecho Comparado lo es, las
consecuencias que respecto del matrimonio que tenía contraído el presuntamente muerto, puede
tener el hecho de que el supuestamente supérstite formalizara uno nuevo, y el primero retorna.
Lo que es lo mismo si el primero se entiende extinguido o no, y si el segundo pierde su eficacia, de
retornar el cónyuge presuntamente muerto. Describe ESPINOZA ESPINOZA que en el Derecho
Comparado se siguen dos posiciones en torno a la subsistencia o no del matrimonio, cuando el
cónyuge presuntamente muerto retorna: El sistema alemán. Reconocido en la Ley de matrimonio
de 1946 de Alemania Occidental, en el caso de reaparición del declarado fallecido, el nuevo
matrimonio 58 Por esta razón los autores del Anteproyecto de Código de Familia deben hilar muy
fino en la redacción de los preceptos atinentes a esta materia. 182 contraído por su ex cónyuge es
válido, salvo mala fe. Seguido, además, por Francia y Colombia (según Ley № 25 de 1992). El
sistema italiano. Le da valor al primer matrimonio, declarando nulo el segundo.59 Esta posición
sigue los derroteros del Derecho Canónico, para el cual no se extingue per se el matrimonio con la
sola declaración judicial de presunción de muerte o de fallecimiento, sino que será necesario la
obtención del permissio transitus ad alias nuptias, indispensable para que el nuevo matrimonio
pueda ser celebrado in facie ecclesiae. De reaparecer el declarado presuntamente muerto, el
segundo matrimonio será declarado nulo por impedimento de bigamia. El sistema alemán es
seguido también por España, Portugal, Perú, Puerto Rico.60 El autor se inscribe entre los
partidarios del segundo sistema. Discrepa, sin embargo, de FERNÁNDEZ SESSAREGO, a quien cita:
“... por cuanto la finalidad del matrimonio es la de hacer vida en común. Es la comunidad
existencial de ambos cónyuges la que le da sentido a esta institución. El hecho de que uno de los
cónyuges sea declarado muerto presunto por falta de noticias que se tenga de éste, durante un
tiempo considerable (...), convierte en inexistente (no es un sentido jurídico) el vínculo
matrimonial, porque son dos los que lo constituyen. Si el otro cónyuge contrae nuevo matrimonio,
es la expresión plena de su deseo que su proyecto vital sea compartido con otra persona, por
cuanto no pudo realizarlo con el declarado muerto presunto. Es comprensible la situación del
declarado presuntamente muerto que reaparece, pero ello no obsta, para que se reviva una
comunidad vital que ahora no existe, sino con otra persona”.61 Se parte de la buena fe de quienes
han contraído el segundo matrimonio. De lo contrario el reconocimiento de la existencia del
presuntamente muerto debiera invalidar el nuevo matrimonio contraído por el cónyuge del
reaparecido. Para LARROUMET en la doctrina francesa, de reaparecer el presuntamente muerto
(ausente para los franceses) en relación con el matrimonio, este permanece disuelto, lo cual
considera este autor es una sabia decisión, ya que una contraria podría acarrear complicaciones
considerables,62 a la ya estresante situación que, para el cónyuge “sobreviviente”, puede
representarle el retorno de una persona a la cual no solo los familiares y cónyuge creían fallecido,
sino también el Derecho.

Entre los autores españoles, OGAYAR Y AYLLÓN abraza la tesis de que el segundo matrimonio
conserva plena validez, aun apareciendo el presuntamente fallecido, a pesar del silencio del
legislador español en este orden. La disolución matrimonial respecto del primer matrimonio es
definitiva al equipararse la mencionada declaración, a la muerte.63 La solución ofrecida a este fin
por el Derecho cubano que se afilia al sistema alemán y francés, no deja de resultar sui generis. En
efecto, la Ley del Registro del Estado Civil en su artículo 60, inciso e), da solución a la posible
validez o no del matrimonio extinguido, según el artículo 43, inciso 2), y 44 del Código de Familia,
por presunción judicial de muerte de uno de los cónyuges, cuando el otro de los cónyuges no
contrajo matrimonio, supuesto en el cual la validez del matrimonio extinguido depende de la
voluntad de ambos cónyuges de hacerlo “revivir”, por mera comparecencia ante el registrador del
estado civil, sin necesidad de intervención judicial alguna, durante la cual le solicitarán
expresamente dicha validez. En tal circunstancia se entenderá, a mi juicio, que el matrimonio
nunca se ha extinguido, con los efectos patrimoniales que ello lleva implícito, de tal modo que se
revertirán a la comunidad matrimonial aquellos bienes que fueron liquidados entre el cónyuge
supérstite putativo y los herederos también putativos en la manera que después apuntaré.64 De
no estar interesados en revivir viejas historias de amor, quedaría consignado al margen del asiento
del matrimonio “que están divorciados”, con las consecuencias patrimoniales implícitas (vid.
artículo 61, inciso e), in fine). Para el supuesto de que el cónyuge aparentemente supérstite
hubiese contraído nuevo matrimonio, antes de la aparición del presuntamente muerto,65 en
tanto el anterior se entendió extinguido por la presunción judicial de muerte de su cónyuge, se
anotará el divorcio al margen del asiento de inscripción del matrimonio en el Registro del Estado
Civil. O sea, el legislador prefiere optar por mantener la vigencia del segundo matrimonio y crear
una fictio iuris, pues otra cosa no será, de tener por extinguido el primero por motivo del divorcio,
pues ahora ya resulta inconsistente seguir afirmando una presunción judicial de muerte, destruida
por el retorno o aparición del hasta ese entonces muerto presunto.66 Habría entonces una
mutación ex lege de la causa de extinción del matrimonio. Ahora divorciado, quien retorna tendrá
derecho a reclamar su participación en la comunidad matrimonial de bienes, otrora constituida,
para lo cual aplicará las normas sobre extinción y liquidación de dicha comunidad (vid. artículos
del 38 al 42 del Código de Familia).

10. Consecuencias jurídicas de la prueba de la existencia del declarado presuntamente muerto o


de su retorno La declaración judicial de presunción de muerte puede dejarse sin efectos,
acreditándose a través de los medios de prueba admitidos en Derecho, la existencia con vida de la
persona, respecto de la cual se sentó tal presunción. En este orden de ideas es necesario delimitar
cuándo procede, o sea, en qué circunstancias, cómo, o lo que es lo mismo, qué vía procesal
conduce a la nulidad de la previa declaración judicial de presunción de muerte y qué
consecuencias ocasiona. Conforme con nuestro ordenamiento jurídico material (artículo 37 del
Código Civil), se anulará la declaración judicial de presunción de muerte, cuando:

a) se presente el declarado presuntamente muerto, o sea, retorna;

b) se pruebe su existencia.

Resulta interesante también el supuesto de que aun fallecido ya, el que fuera declarado antes
presuntamente muerto, pudiera probarse que tal fallecimiento se produjo en fecha posterior y
cierta, a la que se contiene en la resolución judicial en la cual se declara su muerte presunta. Este
caso, es distinto a aquel en que las últimas noticias del desaparecido corresponden a un momento
ulterior al que se expresa en la resolución judicial en que se contiene la declaración judicial de
muerte presunta, pues aquí sigue presumiéndose la muerte, respecto de la cual no hay certeza
absoluta, eso sí, ha variado el presunto momento en que se debe tener por fallecido, por haberse
probado ulteriormente que la persona aún vivía en la fecha en que ab initio se presumió su
muerte. Empero, el caso al que pretendo referirme es aquel es que cesa cualquier duda sobre el
evento de la muerte, y por ello, cesa la declaración judicial de presunción de muerte, en tanto ya
existe prueba de que esta acaeció, no previsto expresamente en el artículo 37 del Código Civil.
Supuesto en el cual serían los herederos y legatarios del causante quienes reclamarían la sucesión
abierta al momento en que definitivamente quedó probada la muerte del causante. Se pasa de un
estadio de incerteza sobre el evento muerte, a uno de certeza absoluta sobre el propio evento.
Como expresa OGAYAR Y AYLLÓN ante el silencio del legislador español frente a este supuesto
fáctico, de comprobarse la muerte del declarado fallecido, se destruye la presunción iuris tantum
del fallecimiento, por lo que probada la muerte, se constituye una situación jurídica definitiva que
pone fin a la que admitía prueba en contrario, especialmente si el momento de la muerte
comprobada es diferente del señalado en la resolución judicial que contiene la declaración.67
Centrándonos entonces en el estudio de los dos supuestos que, según el Código Civil cubano en su
artículo 37, implican la nulidad de la declaración judicial de muerte presunta,68 cabe, en primer
orden, que retorne, o sea, se presente el, hasta ese momento tenido por todos, presuntamente
muerto, supuesto en el cual sería él mismo el legitimado para interesar la nulidad de la declaración
judicial de muerte, en proceso respecto del cual, nada disponen ni el Código Civil, ni la ley
procesal, si bien en la doctrina patria reciente se maneja el criterio de que sea en proceso
contencioso de carácter ordinario,69 posición que no es homogénea en el Derecho Comparado, en
el que se ofrecen proposiciones muy interesantes como la del Código Civil peruano que en su
artículo 67, regulador del reconocimiento de existencia, establece la posibilidad de sustanciarlo
como un proceso no contencioso, con citación de quienes solicitaron la declaración de muerte
presunta. Lo cierto es que la dichiarazione di esistenza, según la denominación dada por el artículo
67 del Codice, motivo de inspiración de otros cuerpos legales,70 pone fin a este estado de
incerteza y restablece los atributos correspondientes al estado civil de quien hasta ese momento
se tenía como presuntamente muerto. Es dable significar lo que esgrime el profesor peruano
ESPINOZA ESPINOZA, respecto de la declaración de existencia, prevista en el Código Civil de su
país, en relación con la cual es partidario de que cuando se dicte una resolución judicial indicando
el reconocimiento de la existencia del presunto muerto, también en el mismo proceso convendría
que se dispusiera la restitución a su favor de sus bienes, efectos patrimoniales que conlleva tal
declaración. Igualmente sostiene el criterio, nada desdeñable, que el juez disponga la anulación de
la partida de defunción, ya que en su país la muerte presunta se inscribe en el registro de
defunciones, porque de no ser así habría una dicotomía peligrosa, debido a que, por un lado,
existe una partida de defunción que hace considerar que tal persona ha fallecido (al menos
presuntamente) y, por otro lado, una declaración de reconocimiento de la misma persona. Si bien
es cierto que se sabe que lo segundo es lo que prima, es preferible que se señale, dentro de la
resolución de la declaración de reconocimiento, la anulación de la partida de defunción.71 Estas
previsiones de este importante autor peruano son atinentes, también, mutatis mutandi, a nuestro
ordenamiento jurídico, en el cual nada se formula al respecto, por lo que resultaría muy útil que la
resolución judicial en la que se anulara la presunción judicial de muerte, entre otros
pronunciamientos, dispusiera la nulidad de la nota marginal que conforme con el artículo 42,
inciso h), y el artículo 60, inciso d), ambos de la Ley del Registro del Estado Civil, obra como
accesoria al asiento principal de nacimiento y de matrimonio del presuntamente muerto, con ello
se actuaría en favor de la seguridad jurídica, destruyéndose cualquier situación que pudiera
provocar una falsa apariencia legal.72 También prevé el artículo 37 otra posibilidad de anular la
declaración judicial de muerte presunta, a saber: cuando se prueba la existencia del
presuntamente muerto,73 quien no se presenta ante el juez, sino este último conoce de tal
particular a través del proceso judicial promovido a tal fin por los terceros interesados o por el
fiscal.74 No se trata de que el presuntamente muerto ya haya fallecido, sino de que probada su
existencia con vida, hay interés privado o público de destruir la presunción en que se sustenta la
declaración de muerte presunta, con idénticas consecuencias personales, familiares y
patrimoniales al primer supuesto comprendido en el propio artículo.

Anulada la declaración judicial de presunción de muerte, ante el propio tribunal que dictó el auto
judicial en que aquella se contiene,76 se le restituirán los derechos de los cuales era titular y
recobrará sus bienes, pero solo “en el estado en que se encuentren” y el precio de aquellos bienes
que hubieren sido enajenados o los adquiridos por el precio de los enajenados en razón del
principio de subrogación real, no así los frutos, según el dictado del artículo 37 del Código Civil que
bien merece un detallado estudio. En un primer orden de ideas, el legislador del Código Civil deja a
salvo respecto de este efecto restitutorio de derechos y recuperatorio de bienes, a favor de quien
retorna, o de quien se prueba su existencia, aquellos que la ley excepciona y aquí incluiría los
derechos derivados del matrimonio, cuando el cónyuge supérstite contrajo nuevas nupcias, pues
al constituir la declaración judicial de muerte presunta según el artículo 43, inciso 2), y el artículo
44, primer párrafo, ambos del Código de Familia, causa de extinción del matrimonio, tiene el
supérstite plena posibilidad legal de formalizar un nuevo matrimonio sin estar cometiendo
bigamia, por lo cual, como ya apuntamos, tendrá el aparecido el estado conyugal de divorciado
(vid. artículo 60, inciso f), de la Ley del Registro del Estado Civil), en tanto si el supérstite no tiene
formalizado nuevo matrimonio, pero no quisiera darle validez al extinguido, igual estado conyugal
se erguiría sobre ambos, o sea, sobre él y sobre el presuntamente muerto, ahora aparecido (vid.
artículo 60, inciso e), de la Ley del Registro del Estado Civil). Es dable aclarar que dispensa el
legislador patrio a favor del declarado presuntamente muerto que reaparece una acción, calificada
doctrinalmente como acción de naturaleza especial, similar a la petitio hereditatis, pero
distinguible de esta, pues el que reaparece no discute su condición de heredero, ni reclama un
patrimonio hereditario, sino su propio patrimonio, ya en manos de quienes se creían sus
herederos o legatarios, basados en la declaración judicial de presunción de muerte, ahora anulada.
Tampoco, por supuesto, la causa petendi es la mejor titularidad hereditaria. Se trata de una acción
que no puede encuadrarse dentro de la acción reivindicatoria, pues es diferente a ella, en tanto
que el sujeto que reaparece conserva la titularidad de los bienes que eran de su propiedad, por lo
cual a su tenor reasume la titularidad, no tiene por qué demostrar que es dueño de cada uno de
los bienes que reclama, de ahí la fórmula normativa de que el tribunal que conoce la nulidad del
auto judicial de declaración de presunción de muerte dispone automáticamente el recobro de sus
bienes y no el ejercicio de la acción reivindicatoria. De igual manera el ejercicio de esta acción no
tiene por qué limitarse a reclamar el dominio, sino cualquier otro derecho real que se detente
sobre esa masa de bienes, transmitida a sus sucesores.

Como sostiene CORRAL TALCIANI, a quien sigo en estas consideraciones, se trata de una acción
personal pero con fundamento real, o sea, es una acción con efectos erga omnes por la sola
declaración de nulidad del auto judicial de presunción de muerte, pero que no cabe sea ejercitada
contra todos, a salvo quedan los terceros adquirentes de buena fe, ni tampoco sobre todos los
bienes, pues los que han sido válidamente transmitidos a terceros no son recuperables dada la
plena eficacia del acto jurídico de transmisión del dominio.77 Eso sí, la ley inviste al reaparecido de
la recuperación de los bienes, y no de un derecho personal, el reaparecido “podría, si quisiese,
ejercer las acciones reales que correspondan para recuperar cada uno de esos bienes y, en
especial, la reivindicatoria, puesto que su dominio le es reconocido automáticamente”,78 por ello
el juez en la resolución judicial contentiva de la nulidad de la declaración judicial de presunción de
muerte, ha de disponer dicho recobro o recuperación, para lo cual la acción regulada en el artículo
37 in fine, siempre le resultará mucho más útil, dado que le permite la recuperación de los bienes
in integrum. Ahora bien, la actualidad de la recuperación de bienes es una nota significativa en los
efectos de la nulidad de la declaración judicial de muerte presunta.79 El aparecido no puede
exigirle a los herederos, la entrega de los bienes en el estado en que se encontraban cuando él los
abandonó. Como el heredero adquiere pleno dominio sobre los bienes del presuntamente
muerto, tiene plenas facultades para disponer de ellos, por actos inter vivos, onerosos o gratuitos,
o por actos mortis causa, a título universal o singular. Tampoco puede exigírsele responsabilidad
civil alguna por el estado en que se encuentren al momento de reintegrarlos, pues sería exigirle
responsabilidad a quien era su propietario, ni tampoco por la no diligente administración de
dichos bienes.80 En fin, no pone cortapisas alguna nuestro ordenamiento jurídico, muy poco
prolijo en medidas cautelares o precautorias en pro de los posibles derechos que pudieran
corresponderle al presuntamente muerto si retornare o se probare su existencia o a sus herederos
verdaderos, de probarse la certeza de su muerte, en fecha posterior a la consignada como
presunta en la resolución judicial. Esta fórmula de la actualidad en la recuperación de los bienes ha
sido la misma seguida por España en el artículo 197 de su Código Civil. El legislador se atiene
únicamente al estado en que se encuentren los bienes en ese momento del retorno o de la prueba
de la existencia del presuntamente muerto, ya sea favorable81 o desfavorable. Tampoco se le
concede al heredero derecho a recuperar las mejoras hechas en los bienes que tiene que restituir,
pero el aparecido igualmente no podrá exigir los frutos, los cuales habrán hecho suyos los
herederos. A tales efectos resulta muy provechosa y útil la previa formación de inventario de los
bienes habidos al momento de abrir la sucesión. Solo de ellos podrán responder los herederos a
los fines restitutorios. Según CORRAL TALCIANI, el legislador español –al igual que el cubano–
habla de “sus bienes”, razón por la cual el estado se ha de referir no solo a cada cosa en particular,
sino también a la masa patrimonial de la cual era titular el declarado presuntamente muerto o
ausente, de modo tal que debe entenderse incluido no solo los bienes, sino también los derechos
y acciones.82 De existir enajenaciones a título gratuito, nada podrá recuperar el aparecido, salvo
que demuestre un acto de esta naturaleza en fraude de sus derechos. Si, en cambio, hubiere sido
concertado tal acto a título oneroso, entonces, le cabría exigir la restitución de aquellos bienes
adquiridos como sustitución del enajenado o el precio, de estar este aún en el patrimonio de los
herederos. Para ello tendrá que probar la concertación del acto y el nexo causal entre el acto y el
bien que pretende recuperar. Para DE CASTRO en la doctrina española, el aparecido no puede
reclamar una masa de bienes unitaria, ya que su patrimonio, estuviese o no en administración,
perdió su condición de tal al ingresar sus distintos elementos, individualmente, en el patrimonio
del sucesor o sucesores. Le queda la facultad de pedir los bienes que subsistan, exigir
responsabilidades y pedir la rescisión de las enajenaciones fraudulentas.83 El propio autor
sostiene la idea de que los herederos y legatarios han de restituirle al aparecido los bienes, en el
estado en que se encuentran. Las enajenaciones a título oneroso practicadas por los sucesores se
respetan. Puede, no obstante, interesar la correspondiente indemnización de daños y perjuicios
por haberse incumplido la obligación de inventariar los bienes. Puede, en fin, reclamar las rentas,
los frutos y productos que se hayan obtenido de los bienes, desde que el sucesor fuese de mala fe,
o sea, desde que conozca que no ha muerto, desde el día de su presencia o de la declaración de no
haber muerto, según los casos.84 Eso sí, el precepto en cuestión pone a salvo los derechos reales
transferidos a favor de terceros, pero no los derechos de crédito, lo cual supone que si solo ha
operado un acto con meros efectos obligacionales, que por no haber mediado el respectivo modo
de adquisición, no ha conllevado a la efectiva transferencia de la cosa o constitución del derecho,
el sujeto que retorna no estaría obligado a cumplir dicho acto y desprenderse del bien.85 En
relación con la acción de recuperación del precio de los bienes enajenados o los adquiridos con él,
si bien soy partidario de estar frente a una acción de subrogación real, la opinión en la doctrina no
es nada uniforme. Para CORRAL TALCIANI que estudia el tema en sede de declaración judicial de
presunción de muerte, o como se denomina en el ordenamiento español: declaración de
fallecimiento, no puede hablarse de una subrogación real pues de admitirse esta tesis, habría que
admitir una duplicidad en la figura, al considerar que el bien enajenado primero lo sustituirá el
precio, y que este, a su vez, podrá ser reemplazado por el nuevo bien adquirido con ese precio, lo
que a su juicio, resulta retorcido y conlleva a resultados injustos, ya que si el precio se consume o
el bien adquirido con él es destruido o deteriorado, el reaparecido nada podría reclamar, lo cual
contradice luego al calificar el objeto de la acción que tiene el ausente o presuntamente muerto
que reaparece para recuperar tal precio, en tanto lo califica de una deuda de valor constituida a su
favor. La acción para él, no recae sobre la cantidad física de metálico recibida, como tampoco que
una vez consumida o perdida esa cantidad, el obligado a la devolución sea exonerado de toda
responsabilidad a este respecto, sino en el valor de contraprestación acordado para la
transferencia del dominio, con lo cual no hace sino complicar aún más el esquema de la naturaleza
de la acción, a cuyo tenor el reaparecido recupera el precio o el bien que en razón de la ulterior
adquisición está en su patrimonio, manifestación concreta, a mi juicio, de un supuesto de
subrogación real.86

Tampoco comparto su tesitura de que estemos frente a una obligación alternativa, pues tanto el
legislador español en su artículo 197, como el nuestro en el artículo 37 in fine, permite al ausente
o presuntamente muerto que reaparece elegir entre la entrega en dinero del valor de la
contraprestación que recibió por la enajenación del bien o que le haga entrega de lo adquirido por
él, pues precisamente esta segunda posibilidad, a tenor de la subrogación real que opera, tiene
naturaleza subsidiaria, solo es posible cuando el dinero no está líquido en el patrimonio del
representante del ausente o de los sucesores del declarado presuntamente muerto, ya que hubo
una inversión posterior. No encuentro en la conjunción “o” empleada ese valor de alternancia o
disyunción que TALCIANI encuentra y sí, por el contrario, tan solo un sentido de subsidiaridad.87
En relación con los frutos, en el ordenamiento jurídico patrio nada puede exigir, me refiero a los
frutos percibidos con anterioridad al éxito de la nulidad de la declaración judicial de presunción de
muerte, pues aunque ello no lo regula el legislador patrio en el artículo 37, es lógico que los frutos
percibidos a partir del momento en que apareció o se probó su existencia, se deben a su titular: el
presuntamente muerto, ahora reaparecido. Y aclaro que, a mi juicio, debe ser a partir de esa fecha
y no de la de firmeza de la resolución judicial contentiva de la nulidad. Eso sí, el conocimiento de la
aparición del presuntamente muerto, o el ocultamiento de tal particular por el heredero, lo
convierte en poseedor de mala fe, con las consecuencias que en Derecho ello provoca.88

11. La presunción judicial de muerte en nuestras normas de Derecho Internacional Privado.

El Código Civil en su Disposición Especial Segunda establece que el estado civil se regula por la ley
del Estado del cual es ciudadana la persona. En ella refuerza su posición de tomar como punto de
conexión el de ciudadanía, resultando por demás, la única norma de Derecho Internacional
Privado contenida en este cuerpo legal, de aplicación a la figura de la presunción judicial de
muerte. Entendido el término estado civil en un sentido lato. Un tratamiento algo más detenido
ofrece el Código de Bustamante de 1928, más prolífero respecto de la ausencia que en relación
con la presunción judicial de muerte, a la que solo destina dos preceptos, el 82 de alcance general,
en el cual proclama: “Todo lo que se refiera a la presunción de muerte del ausente y a sus
derechos eventuales, se regula por su ley personal”, de manera que remite a la ley personal del
presuntamente muerto como ordenamiento material o de fondo regulador de la presunción
judicial de muerte; en tanto el artículo 83, en lo que a esta materia concierne, confiere eficacia
extraterritorial a dicha declaración, con los efectos que en Derecho supone.
PERSONAS JURIDICAS DE DERECHO PRIVADO: CONCEPTO CARACTERES Y CLASIFICACION

Entidades públicas y privadas que se constituyen legalmente ante el Estado, con ciertos
derechos y obligaciones. ... Las personas jurídicas de derecho privado son de dos
tipos: las que tienen fines de lucro se llaman sociedades civiles y comerciales, y las que
no persiguen ganancias, son las corporaciones y fundaciones.

.
Las personas jurídicas de Derecho Privado, se clasifican en personas
jurídicas sin fines de lucro y con fines de lucro.
Personas jurídicas sin fines de lucro se clasifican en Corporaciones y
Fundaciones.

 ASOCIACION La asociación se encuentra definida por el art. 80 del Código civil como una
organización estable de personas naturales o jurídicas, o de ambas, que a través de una actividad
común persiguen un fin no lucrativo.

CARACTERISTICAS

Una característica de la asociación que no se refleja en la definición del Código civil (que incide en “lo común”)
es aquélla según la cual los fines que persigue dicha organización deben beneficiar a sus asociados.

Una característica adicional es que la asociación es una organización abierta a la afiliación

Una característica de la asociación que no se refleja en la definición del Código civil (que incide en “lo común”)
es aquélla según la cual los fines que persigue dicha organización deben beneficiar a sus asociados.

Los órganos de la asociación

1. La asamblea general
2. 1. La asamblea general
3. Los asociados: derechos y deberes,
4. El patrimonio de la asociación. Su destino en caso de disolución

DIFERENCIAS

 COMITÉ
El artículo 111 del Código civil define al comité como la organización de personas naturales o jurídicas, o de
ambas, dedicada a la recaudación pública de aportes destinados a una finalidad altruista.

CARACTERISTICAS

El comité tiene características muy bien definidas. Es, en primer lugar, una organización de temperamento
asociativo, al igual que la asociación.

Sus miembros también realizan actividades en común, pareciéndose, nuevamente, a la asociación.

También se asemeja a la asociación (y se distingue, por ende, de la fundación) por ser una organización
abierta a la afiliación.
l comité se distingue de las demás personas jurídicas por su existencia efímera. Después de la recaudación
de fondos del público y de aplicar los recursos captados a un fin altruista, se disuelve. Se organiza para una
colecta pública y nada más.

Patrimonio del comité. Destino del patrimonio en caso de disolución.

No benefician a sus asociados


No esta abierta la afiliación

 FUNDACION
Por ello no se puede centrar la definición de la fundación en la masa patrimonial sino en la concurrencia de los
hombres que se encargan de la gestión y aplicación de los bienes entregados a ella .

El art. 99 del Código precisa, sin lugar a dudas, que el fin debe ser de interés social, proscribiendo, en
consecuencia, la consecución de objetivos individuales o familiares, para los cuales el ordenamiento arbitra
otros medios (p. ej. fideicomiso). Ese, por lo demás, fue el sentido de creación de una figura como la
fundación en la historia(32).

la fundación carece de titulares. En efecto, a diferencia de lo que sucede con la asociación en la que los
asociados son los que, reunidos en asamblea, definen todo lo concerniente a dicha organización, en el caso
de la fundación no existen titulares que puedan disponer de ella o de su patrimonio a su libre albedrío(33). En
estricto, la fundación es un nuevo sujeto de derecho distinto del fundador que administra, a través de la
organización creada, el patrimonio aportado por el fundador y, en consecuencia, se desvincula de éste, quien
queda al margen de ella(34).

CARACTERISTICAS

Otra característica de la fundación es que carece de miembros(35). En realidad, la fundación tiene órganos
que se encargan de su administración, ya sea individual o colegiadamente, pero no tiene integrantes por
ser una persona jurídica cerrada a la afiliación. Siendo así, es claro que la única integración a ella se da a
través de la asunción de las tareas del administrador.

Con relación a los fines de la fundación, ella se caracteriza por ser una organización que realiza objetivos
que favorecen a terceros que no son ni el fundador ni los administradore.

CONTROL DE LAS FUNDACIONES

en la fundación la administración de los bienes corre a cargo de personas que no han contribuido a la
formación del patrimonio de la organización y que no son beneficiarios de ella.
DERECHO PENAL

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