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La energía solar y su relación con plantas y animales

Las plantas y los animales, necesitan luz para crecer y desarrollarse.


La principal fuente de luz y calor natural del planeta Tierra es el Sol. La
posición de la Tierra en el Sistema Solar, hace que nuestro planeta tenga
las condiciones ideales para el desarrollo de las formas de vida que
conocemos. Observa cómo fluye la energía proveniente del Sol y cuál es
su importancia para las plantas y los animales.
1. Del total de energía solar que llega a la Tierra, solo una pequeña parte
es aprovechada por los seres vivos.
2. Las plantas absorben la luz del Sol para realizar fotosíntesis, proceso
que les permite fabricar su alimento, desarrollarse y crecer. Este proceso
es indispensable para la producción del oxígeno que respiramos y es,
además la base de la transferencia de energía y nutrientes en el ambiente,
pues las plantas son utilizadas o consumidas por otros seres vivos.
3. Los consumidores primarios, que son animales herbívoros, obtienen
gran parte de la energía alimentándose de las plantas. A su vez, los
consumidores secundarios o de otro orden, obtienen energía a partir del
consumo de animales herbívoros o carnívoros.

los animales.
Determinación sexual. La energía proveniente del Sol calienta gran
parte de la superficie terrestre. En muchos animales como las tortugas, la
determinación del sexo de los huevos depende de la temperatura del
ambiente.
Regulación de la temperatura corporal. Algunos animales regulan su
temperatura a partir de la temperatura del ambiente. Los cocodrilos, por
ejemplo, permanecen en el agua durante la noche, y en la tarde salen a la
superficie para calentar su cuerpo con los rayos solares.
Regulación de los ritmos biológicos. Los animales necesitan la luz
del Sol para reconocer la transición entre el día y la noche. Es gracias a
esto que los animales diurnos como las ardillas, al igual que los nocturnos
como los búhos, regulan sus actividades
.
4. Finalmente, los descomponedores como las bacterias y los hongos
obtienen energía a partir del consumo de plantas, animales y en general,
materia orgánica en descomposición. De esta forma, la energía proveniente
del Sol es transferida a través de las cadenas alimenticias y una gran parte
de ella regresa al medio en forma de calor.
El Sol y el aire
Cuando los rayos del Sol llegan a la Tierra, calientan el suelo, y este,
a su vez, calienta el aire que lo rodea. Debido a los cambios de temperatura,
el aire comienza a moverse dando origen al viento. Gracias al movimiento
constante de las masas de aire, generado también por el movimiento de
rotación de la Tierra, el calor se distribuye sobre toda la superficie terrestre.
El Sol y el agua
Como sabes, el agua circula constantemente en la Tierra en
diferentes estados. La energía proveniente del Sol, calienta la superficie de
los océanos, lagos, embalses y demás fuentes acuáticas, generando el
vapor de agua, que se transporta a través de las corrientes de aire, hacia la
atmósfera donde se forman las nubes. El vapor de agua presente en las
nubes retorna a la Tierra en forma de lluvia, nieve o granizo.
El Sol y el suelo
Como sabes, el suelo es el hábitat de muchos seres vivos y es el
sustrato necesario para que crezcan las plantas. El calor proveniente del
Sol, influye en las etapas iniciales de formación del suelo. El calor del Sol
comienza a romper las rocas de un lugar, haciendo que se hagan cada vez
más pequeñas. Éstas son arrastradas por la lluvia y el viento hasta que se
depositan en zonas bajas. Finalmente se va incorporando materia orgánica
y diferentes organismos hasta formar el suelo
El Sol y los seres humanos
Los seres humanos, a diferencia de otros animales, son animales
endotérmicos (u homeotermos), por lo que no dependen tanto del sol a la
hora de regular su temperatura corporal, ya que buena parte del calor
procede de su metabolismo. Sin embargo, la luz solar sí que influye en el
metabolismo del organismo, permitiendo ciertas reacciones químicas,
que producen calor o permiten el crecimiento y diferenciación de algunos
tejidos y células.
Así mismo, la luz solar ayuda a nuestro cuerpo a llevar a cabo otras
funciones como es la síntesis de vitamina D (necesaria para el
metabolismo del calcio y el fósforo), la correcta circulación sanguínea,
producción de hormonas, evitar alergias e infecciones en la piel y mejora
el sistema inmune. Por lo que es fundamental para la salud del organismo.
El Sol para los fenómenos terrestres
Hablar de la importancia de la luz y energía solar para los seres vivos, no
tendría sentido sin entender la importancia del Sol para los fenómenos
terrestres.
En primer lugar, el calor procedente del Sol es fundamental para calentar
nuestro planeta y así permitir la vida en él, de lo contrario moriríamos
por congelación. Además, el calor permite fenómenos como las lluvias,
vientos, formación de nubes o corrientes marinas y catástrofes o desastres
naturales, como huracanes o incendios. Estos son procesos también muy
importantes para la vida en nuestro planeta.
Como influyen los planetas al ecosistema de la tierra
El clima de la Tierra es un fenómeno extremadamente complejo
del que solo tenemos datos muy limitados. La mayoría de los expertos
pueden detectar un calentamiento global acelerado por el hombre y
agravado por la destrucción de la naturaleza, pero junto a este
proceso hay otros naturales que ejercen una influencia que no
siempre podemos comprender. La actividad del Sol, las erupciones
volcánicas, el comportamiento de la magnetosfera o la actividad de los
seres vivos también puede cambiar el clima de formas difíciles de
prever. A veces unos factores van en una misma dirección, pero otras
no.
Un estudio publicado recientemente en « Proceedings of the
National Academy of Sciences» (PNAS) proporciona evidencias
sólidas de otro proceso capaz de cambiar el clima. Científicos de la
Universidad de Rutgers (Estados Unidos) han confirmado que el tirón
gravitacional de Venus y Júpiter alarga la órbita de la Tierra en
un cinco por ciento cada 405.000 años. Por eso, el planeta pasa por
una etapa media, a los 202.500 años del comienzo del ciclo, en la que
la órbita es casi circular. Esto ha estado influyendo en la cantidad de
luz solar que ha llegado al hemisferio Norte y ha modulado el clima de
la Tierra durante al menos los últimos 205 millones de años.
Desde hace mucho tiempo los astrofísicos han sugerido que la
resonancia de los planetas del Sistema Solar crea ciclos en la órbita de
la Tierra. Los cálculos matemáticos habían permitido, incluso,
reconstruir la evolución de este fenómeno durante los últimos 50
millones de años. Pero ahora, por primera vez, los investigadores
han encontrado evidencias físicas para apoyar esta hipótesis, lo que
tiene relevancia para los estudios del clima, la evolución de la vida y
la propia evolución del Sistema Solar.
Este efecto sobre la órbita es causado sobre todo por Venus y
Júpiter. El motivo es que el primero es el planeta más cercano a la
Tierra y que el segundo es, con mucho, el planeta más masivo del
Sistema Solar. Pues bien, las órbitas de estos planetas hacen que cada
varios cientos de miles de años la posición de estos mundos «tire» de
la Tierra en relación con el Sol o que el efecto sea contrario.

la Luna también desempeña un papel fundamental. Su presencia da


estabilidad a la Tierra que, si no tuviese un satélite tan grande, bailaría
como una peonza a punto de caer. Los grandes cambios en la inclinación
respecto al Sol harían que en periodos relativamente cortos de tiempo se
pasase de un planeta sin casquetes polares y hasta 50 grados más caliente
que en la actualidad a otro en el que los hielos permanentes llegasen hasta
Marruecos.

Los investigadores que analizan el pasado de la vida terrestre han


observado que, pese a esta relativa estabilidad ofrecida por la Luna, la
biodiversidad ha fluctuado de una forma regular a lo largo de periodos
prolongados de tiempo. Estos cambios, según se acaba de publicar en la
revista PNAS, pueden tener que ver con los movimientos de la Tierra en su
viaje por el cosmos.
Los ciclos de Milankovitch

¿Cuáles son estos ciclos? Si los sencillos movimientos de rotación y


traslación determinan el paso de los días y las estaciones, algunos
movimientos más sutiles del globo influyen en el clima y generan
largos ciclos, que, por ejemplo, generan períodos glaciales e
interglaciales. Se trata de los llamados ciclos de Milankovitch, en
honor al matemático serbio que los estudió en los años veinte.
Se conoce un ciclo de 100.000 años en la excentricidad de la órbita
terrestre y que se suma al de los 405.000 ahora estudiado. También hay
un ciclo de 41.000 años de duración marcado por la inclinación del eje
de la Tierra en relación con el Sol, y uno de 21.000 marcado por el
cabeceo del planeta, que recuerda al de un trompo cuando gira y se
tambalea.
La realidad es que todos estos ciclos influyen en el clima. Determinan
cuánta luz solar incide sobre cada hemisferio, lo que es muy
importante, porque el norte y el sur no tienen la misma superficie de
tierra firme y de océano y, por lo tanto, no reaccionan igual a los
cambios en la cantidad de radiación solar que llega.
Sin tener en cuenta que los continentes se mueven en el plazo de
millones de años, puede ocurrir que varios de los ciclos de
Milankovitch «empujen» en un mismo sentido y promuevan el
calentamiento del planeta. Sin embargo, otras veces alcanzarán un
equilibrio o bien promoverán el enfriamiento.

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