algo extraordinario ha sucedido: el Estado moderno –nacido del cálculo y del artificio, producto
del homo faber como las nuevas armas de fuego– necesita para ser gobernado del arte igualmente
Maravall: Teoría del Estado 232
Creo, y por eso estoy aquí, que sobre Los cabellos de Absalón se ha escrito mucho (no tanto en
realidad) pero nunca lo suficiente: se discute si es o no David quien más importa a esta tragedia,
arte política, por ejemplo, y se invoca para ello la función del libre albedrío en el desarrollo de
los acontecimientos tanto como sus relaciones con el Catecismo o la Kabbalah; pero se cita poco
el texto, y se pasa por alto que su construcción definió, sin duda, lo que el público contemporáneo
que nosotros hacemos cuando, texto dramático en mano y encerrados en nuestros cubículos,
discutimos una y otra vez las implicaciones ideológicas de su razonamiento en vez de abocarnos
a la construcción e imaginación de cómo pudieron verse sus personajes en escena. Las siguientes
En un texto publicado en 2008, Margaret Rich Greer planteaba que al interpretar un drama
histórico como éste han de considerarse tres “momentos”: el de la historia en sí (Israel ca. 1000
a.C.); el de su producción y ejecución (inicio del reinado de Felipe IV, ca. 1635); y el presente
(que en realidad son ya dos momentos por los casi diez años transcurridos), con nuestra distancia
Éstas premisas la hacen preguntarse luego si un público moderno puede ver o leer “con
los ojos de un católico devoto del siglo XVII” e, incluso, si la idea de “un cielo compensador”
deshace el efecto trágico, en tragedias de asunto clásico o con personajes paganos, al prometer
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una justicia divina perfecta en la vida después de la muerte. No porque David y sus hijos lo sean,
pero sí porque la idea de una vida después de la muerte no aparece en el texto bíblico sino al final
del Antiguo Testamento, después de su reinado. De modo que una lectura correcta del texto
calderoniano pide
1º que se le aborde como una tragedia en que se representa un mundo noCatólico y noGriego
asegurar la salvación de un alma eterna” (Greer 2008, 119) y en consecuencia la idea misma de
pecado es anacrónica, al contrario de lo que propone Néstor López: que la tragedia calderoniana,
heredera de una erudición judeocristiana y una filosofía teológica, es un universo moral en el que
2º que igualmente, se considere a David un personaje atractivo como “rey heroico que construye
un imperio, pero cuyos errores como individuo y padre ponen el reino en peligro” (Greer, 119-20
3º que si bien “sería imposible precisar exactamente dónde estaba Calderón en el continuum entre
el libre albedrío y la predestinación”, puesto que “la obra aborda muchos factores que ya actúan
definen las “vidas” de los personajes, es claro que el dramaturgo consideró que la pregunta debía
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y no, como quiere López, porque siendo una “tragedia de destino”, la obra esté “caracterizada por
vaticinio” se alcance
pues donde él ve “decisiones personales de los personajes” no hay sino “construcción dramática
de un dramaturgo” que con las profecías de Teuca planta en el primer acto un hilo de expectación
y prolepsis cuya función real no depende de que se cumplan sino del espacio de ambigüedad que
abren y de cómo éste permite “que cada personaje revele su naturaleza al interpretarlas de
acuerdo a su propio deseo” (cfr. Greer 2008, 123). La profecía sobre Absalón “se cumple”,
entonces, en y como parte de la conclusión dramática de tal manera que se le puede llamar
la profecía porque el cabello de Absalón queda atrapado en un árbol; donde cuelga y desde
donde, impotente, exclama: ¿Qué es esto cielos, qué es esto? / ¡Qué en las copadas encinas / se
Absalón, pues, no se define por su función social más que en tanto “hermoso hijo”:
Bellísimo Absalón, vuelve mil veces / a repetirme el gusto que me ofreces / en tan alegre día, le
dice David al iniciar la obra (1:27-9). Cualidad insuficiente, en cambio, a ojos de los hermanos
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con quienes compite por el trono, ya sea Salomón, que renuncia de antemano a la violencia en un
gesto que puede ser tan prudente como cobarde o hacerse parte, incluso, de lo que –conociendo la
historia de 2 Samuel 18:9-14– el público entenderá al final como un oscuro vaticinio en su contra
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cuando, en realidad, puede valer igualmente como una alusión no voluntaria a que, como se verá
Ya sea Adonías, ante quien hará alardes que, por el tono hiperbólico del diálogo, ninguno piensa
realizar realmente, y en cambio los dibuja más como miles gloriosus que como dos guerreros
impresión de estar ante personajes-tipo que, sin embargo, es insostenible viendo que en el
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escenario se ofrece una compleja representación que parece afirmar consistentemente el papel del
libre albedrío y al mismo tiempo incluye variables contrapuestas como la profecía y la influencia
astrológica que apuntan a un futuro predestinado, al menos en la superficie (cfr. Foss 2016, 133).
Amnón, una larga serie de cualidades sobre las que el público no ha tenido noticia y, en primer
lugar, se muestra astuto –si no francamente taimado– al postergar la solución de la afrenta para
ganar tiempo pero, sobre todo, para abrir un espacio en que ésta no tenga que ser legal, franca y
pública sino un instrumento que sirva al resto de sus planes de vida, herencia del trono incluida
Sale, pues, de escena, David habla con Amnón y lo perdona –en un arrebato de soberbia donde su
diálogo interno lo hace, primero, creer que Yahvé ha perdonado su lujuria hacia Betsabé y la
muerte de Urías para, inmediatamente, imaginar que su blandura asquerosa es piedad y lo vuelve
empieza a planear en voz alta cómo obtener el poder ... momento en que David, a su vez, lo
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descubre y tienen un diálogo donde, cuando menos, le dice que sabe que es tonto
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vasallo de Vuestra Alteza (Arrodíllase No serás sucesor suyo,
DAVID: Con corona en la cabeza que desa corona arguyo
no dices bien a mis pies. que, como llega a valer
ABSALÓN: Pienso heredarte después un talento, es menester
que anda el príncipe indispuesto. mayor talento que el tuyo.
DAVID: Hástela puesto muy presto; 2:426-443 maso
aunque la velocidad con la que le responde y logra convencerlo para que Amnón vaya a la esquila
en Balhasor aún si, para hacerlo, jura en vano y suma falsas prolepsis a quien, entre el público,
El personaje, pues, evoluciona en su interacción con los otros y lo hace sobre el escenario,
pero de ninguna manera, como propone Ysla Campbell, porque al tener con Aquitofel planes para
sino porque aprovecha las circunstancias conforme éstas se presentan y entonces, más que un
gran estratega, debe ser entendido como un buen mariscal de campo. De su poca idea de alta
política y la inmediatez con que interpreta los móviles que en ésta intervienen hablan claramente,
creo, tanto su idea inicial de que sería elevado al trono por el pueblo en función de su belleza y en
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Hermosura es una carta soy de todos, bien infiero
de favor que dan los cielos que esta adoración común
y su sobrescrito, al hombre resulte en que todo el pueblo
y a todo el común afecto. para rey suyo me aclame,
Está en mí (todos lo dicen, cuando se divida el reino
que no creyera a mi espejo) [...] en los hijos de David
Pues siendo así, que yo amado 1:799-804, 813-9
como la “estrategia” que expone ante Aquitofel, de nuevo apoyándose en la gente pero
invocando, esta vez, su incomodidad ante los aparatos de gobierno, no el entusiasmo por su
belleza, y quizá proponiendo por primera vez un movimiento tan paradójico como moderno que
tantas veces ha sido efectivo que es socavar la autoridad de un Estado ante las masas, en tanto se
cuento se obtengan el control y el poder. Absalón ya no quiere, entonces, que lo sigan las familias
felices de Israel, sino quienes le tengan rencor y sientan que deben cobrarle una deuda
supervivencia política. Pero si, “por no dejar”, apoyara la interpretación del personaje con algún
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será fácil, ya que el pueblo sólo pide que no se le maltrate. Pero quien sea príncipe
contra el pueblo, con el favor de los nobles, ante todo debe intentar atraerse al
pueblo” (Maquiavelo, cap. 9, 47 apud Fernández 2003, 118)
Y que la política es praxis lo entienden con claridad Absalón y Joab a pesar de Maquiavelo y lo
que la crítica afirme, y esto probablemente muestra cómo, en realidad, Calderón siguió alguno de
estos posibles razonamientos: apegarse al texto bíblico, donde con menos consideraciones
Rivadeneira sobre una “razón de estado cristiana” distinta de la razón de estado “política,” falsa y
para el público un espectáculo estremecedor en que la prenotoriedad del tema le permite anunciar
la muerte del protagonista antes del verso 800 y al hacer que al final se cumpla como un eslabón
más en la cadena de azares afortunados, ya para unos u otros personajes, que él dispone y ellos
aprovechan, como Amnón al violar a Tamar, Absalón al invitarlo a comer en Balhasor, pero
sobre todo Joab al hallarlo pendiente de los cabellos... Sí porque, si se quiere, actúa “en nombre
de la justa razón de Estado, que no contempla pasiones, sino el beneficio general de los vasallos”
(Campbell 2005, 289). Sí porque “al desobedecer al rey David, detiene el cúmulo de desgracias al
que sus malas decisiones condujeron” (cfr. Foss 2016, 153). Sí porque, incluso, “ejerce así como
instrumento de la justicia divina, aunque no por ello deja de ser un homicida” (Sáez 2014, 170; y
aún habría que discutir por qué se le llama asesino y no verdugo). Pero sobre todo, porque en
manos de Calderón una fábula tan conocida y ampliamente trabajada por el teatro y el romancero
aún puede ofrecer imágenes que nos estremezcan, y a ello aboca su escritura:
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que la común inquietud me manda blandir el cielo;
de lo restante del reino. por fraticida la una,
La justa razón de Estado la otra por deshonesto,
no se reduce a preceptos y la otra por ser hijo
de amor: yo le he de matar. inobediente (Descúbrese!
Desvanecido mancebo, ABSALÓN: ¡Yo muero,
muere, aunque el Rey me mandó puesto, como el cielo quiso,
que no te tocase (Tírale la lanza en alto por los cabellos,
dentro ABSALÓN): ¡Ay cielo! sin el cielo y sin la tierra,
JOAB: Aún está vivo; dadme otra. entre la tierra y el cielo!
De Israel narciso bello, JOAB: Israelitas, suspended
muere en el aire (Tírale otra; los repetidos acentos,
dentro ABSALÓN): ¡Ay de mí! y venid todos, venid
1230 JOAB: Aun con dos no estoy contento; a ver tan raro portento.
tres son las que contra ti 3: 1206-1244
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Tamar denuncia (2:253-6)
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(Campbell 2008, 119 + 1322-1337 ... 1346-1354
3 ABSALÓN: ¡Que una razón no le dijo / en señal de sus enojos! [...] en mi dicha y su delito /