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JAID BLACK:

Políticamente incorrecto

Libro electrónico de Ellora’s Cave.


Colección: Erotica. NR-18.
Traducida por TRINITI.

Resumen
Regina Rose es una princesa del rock que vive una vida de lujos. Hasta el momento,
el único dolor que ha sufrido es el de un corazón roto en su adolescencia. Ni siquiera
la han besado nunca.
Bueno, eso hasta que un fan maniático la secuestra. Su más devoto admirador quien
piensa hacer bastante más que besarla. Ya le ha dejado claro que no piensa dejarla ir
nunca.

Aviso: Las descripciones de sexo no consensuado podrían disgustar a algunos lectores.


Nota del Editor: Ésta es una nueva versión de una historia ya publicada por Ellora’s Cave.
Capítulo 1

En algún lugar de América en la actualidad.

No había estado tan asustada en toda su vida. Sabía que iba a morir. Su captor la mataría, estaba
claro. O la follaría y después la mataría. O la torturaría, la follaría y después la mataría. O si no la
cortaría en rodajas, de cualquier forma, estaba muerta.
Regina Rose tembló tras la venda que le tapaba los ojos, lo único que llevaba puesto, descontando
la mordaza en la boca. El vestigo azul claro de tirantes y las modestas bragas blancas de algodón le
habían sido arrancadas del cuerpo hacía un montón tiempo. No estaba segura de cuando le habían
arrebatado los zapatos de los pies, pero teniendo en cuenta la situación en que estaba, no creía que
eso tuviese demasiada importancia.
Había estado amarrada durante horas, sentada en unz silla con las manos esposadas por detrás
proyectando sus pechos hacia delante. En el sótano húmedo y oscuro en que estaba confinada el frío
mantenía sus rosados pezones rígidos y doloridos. También tenía amarrados los tobillos, cada uno
encadenado al lado más lejano de la silla para mantener sus muslos abiertos de par en par y sin
ningún obstáculo a la vista, exponiendo sus labios y su clítoris a…
No sabía a quien. Un temor frío como el hielo ascendió por su columna vertebral y se preguntó por
enémisa vez quien podría ser su secuestrador.
Un fan, suponía. Un hombre que declararía ser su más devoto admirador, de hecho.
Oh Dios, pensó, y la histeria la invadía al tiempo que alzaba sus pechos. He sido secuestrada por
un jodido psicópata.
Regina siempre había querido ser cantante. Desde que podía recordar, las canciones se barajaban en
su cabeza. Demonios, si había escrito su primera canción a los seis años! Había sido algo tontísimo,
girando una y otra vez alrededor de chupachups y helados, pero seguía siendo una canción.
Montaña de gominolas, la había titulado. El juego de tablero Candy Land había sido su inspiración.
Conforme fue creciendo, sus canciones se volvieron más complicadas y cautivadoras. Y cada vez
más gente –de cualquier tipo- quería oírla cantar. Era una tímida e ingenua quinceañera cuando su
primera canción alcanzó el éxito. Trataba sobre su primer amor, Adam, y sobre como Adam le
había roto el corazón cuando se había enamorado de la zorra de Betty Olsen en vez de ella.
El bueno de Adam Bennett. Es cierto que ni siquiera se había dignado a mirarla, pero su primer
enamoramiento la había convertido involuntariamente en una estrella de rock. Después de eso había
firmado con una importante discográfica. Una semana más tarde ya era famosa y millonaria y ese
sólo fue el principio. Betty Olsen, pensó con aire satisfecho, vivía todavía en ese pueblo de mala
muerte de Arkansas, pariendo el duodécimo hijo de su duodécimo marido.
En cambio Regina, bien, Regina vivía una vida de lujos. Era rica y era famosa y era bella y era…
Regina se calmó, la realidad –la realidad que por un momento había conseguido olvidar- se abrió
camino lentamente. Había sido secuestrada y la mantenían desnuda y amarrada en el frío sótano de
un psicópata, pensó, mientras el pánico la hacía regresar a la realidad. Maldición, murmuró para sí
misma, y sus pezones se endurecieron más y más con el frío entumecedor, tengo que soltarme…
Regina desesperada y aterrada, sacudió ruidosamente las esposas que la amarraban a la fría silla
metálica. Abrió la boca para gritar, sólo entonces acordándose de que había sido amordazada.
Ayúdenme ! gimió mentalmente. ¡Por favor, que alguien me ayude!
El sonido de una puerta que se abría consiguió aplacar su grito silencioso. ¡Su corazón comenzó a
golpear con fuerza en su pecho cuando sintió el terrorífico sonido no de dos pares de pies que
bajaban las escaleras y se dirigían hacia el lugar en que ella estaba sentada. Recordando la manera
en que la habían colocado, con las piernas completamente abiertas, Regina se removió
inquietamente en la silla, esperando en vano poder cerrarlas. Esto no está ocurriendo, pensó, y sus
grandes pechos se balancearon arriba y abajo debido a su respiración entrecortada. Dios del cielo,
dime que esto no está ocurriendo…
"No puedo creerlo", una voz profundamente masculina murmuró. "Es ella realmente".
El segundo hombre habló con una risa excitada y de satisfacción en su voz. "¡La jodida Regina
Rose!"
"Joder, joder".
"Justo eso, joder, joder. Sólo mira esas tetas enormes. Y el coño"
"Lo tiene afeitado" gruñó el primer hombre con voz gruesa.
Regina tragó sintiendo como el terror se congelaba en su garganta. No podía creerse que realmente
eso estaba pasando. Conforme su histeria aumentaba, comenzó de nuevo a removerse agitadamente,
aunque se percató de que por mucho que lo intentase no iba a conseguir soltarse. Lo único que
conseguía era que sus pechos se agitasen arriba y abajo cada vez más. Y eso sólo conseguía que sus
pezones se pusiesen más duros y tiesos lo que incrementaría la atención de sus secuestradores.
El hombre más entusiasmado estaba segura de que era quien la había secuestrado. El mismo hombre
que había insistido en ser su más leal y dedicado admirador. El mismo hombre que había insistido
en que probablemente una mujer como ella pensase que era demasiado buena para él, pero que aún
así lo intentaría.
Ella se movió agitadamente con más fuerza, su corazón golpeándole el pecho, las tetas saltando
como locas, mientras intentaba en vano soltarse. ¡Por favor, Dios mío, rezó, con una histeria tan
aguda que por un momento pensó que iba a volverse loca. ¡Por favor, que alguien me ayude!
“No te pongas histérica," dijo el primer hombre susurrando con su voz peculiar.
Regina sintió entre sus piernas unos dedos grandes y callosos que atropellaban su pubis afeitado.
Inmediatamente dejó de moverse, su cuerpo se puso rígido cuando su pulgar encontró su clítoris.
"Te podríamos dejar vivir," murmuró, mientras su pulgar frotaba su clitoris formando círculos
lentos y metódicos, "si nos das de buena gana lo que queremos ".
Regina comenzó a llorar tras la venda que le tapaba los ojos, y un gemido pequeño, gutural se oyó a
pesar de la mordaza. Sonaba como si fuese una mascota encadenada y así era como se sentía, pensó
histéricamente, su cuerpo entero temblando. Ayer había estado feliz y contenta de ser la querida y
famosa Regina Rose. Hoy en cambio habría dado cualquier cosa por ser el putón ordinario de Betty
Olsen.
“¿Está preparada la cámara?” preguntó el primer hombre en voz baja.
Había algo misteriosamente familiar en esa voz, pensó Regina. Algo que provocaba un cierto dejà
vu y que tensaba su barriga.
"Está lista," contestó el hombre entusiasmado. "¡Jesus, mi polla está dura como una piedra! Nadie
se va a creer esto, Adam. Nadie".
Adam, Regina se quedó sin aliento. Ella conocía esa voz. Su respiración, increíblemente, se aceleró
aún más tan pronto como la realidad de la situación se abatía sobre ella.
Adam Bennett. Su primer amor. El hombre que aún sin saberlo la había convertido en una estrella.
Había planeado secuestrarla. Y ahora planeaba violarla.
Y también era posible que planease matarla.
"Para eso hemos traído la cámara, idiota," masculló Adam antes de deslizar su larga y caliente
lengua en toda su raja. "Mmmm," gruñó mientras arremolinaba la lengua en su clítoris y luego
meterla en su apretado agujero. "Juro que sabe tan bien como siempre supe que sabría, Johnny".
Johnny Bennett era el hermano menor de Adam. El más joven pero igual de guapo y fornido. Los
dos medían sobre un metro ochenta de alto. Los dos lucían pelo sedoso y negro como el azabache y
ojos marrones. Los dos habían trabajado siempre como albañiles y del arduo trabajo familiar
provenían sus músculos fuertes y definidos.
Joder. Joder. Era mujer muerta.
Regina tembló tras la mordaza. Sentía como empezaba a humederse gracias al trabajo que Adam
estaba aplicando a su grieta, lamiéndola de arriba abajo sin pensar para nada en sus sentimientos.
¡Adam y Johnny Bennett! ¡Esto no estaba sucediendo! Durante muchos años había querido a Adam
– y allá en Arkansas le había pedido a Dios todas las noches que un día se fijase en ella- pero Dios
mío, no lo quería de esta manera.
"La pediste y aquí la tienes. Feliz cumpleaños, hermanito".
Las ventanas de la nariz de Regina se ensancharon. ¿Feliz cumpleaños? Si no hubiese estado
amordazada se le habría desencajado la mandíbula con la sorpresa. ¿Su violación y su asesinato no
eran más que un jodido regalo de cumpleaños? No podía creérselo, simplemente no podía creérselo.
Tenía que ser una broma. ¿Verdad que se detendrían antes de violarla y le dirían que todo había
sido una broma?
Por el amor de Dios, si los conocía. Podría identificarlos ante las autoridades. Es más, si la
violaban, aún podría identificarlos mejor ante las autoridades. Dando por hecho, pensó mientras el
asombro dejaba paso a una nueva ola de de pánico, que la dejasen salir viva de ese húmedo y frío
sótano.
Regina comenzó a moverse agitadamente de nuevo con lo que el hierro de las esposas resonaba
contra la fría silla de metal. Sus pechos se agitaron con fuerza, sus labios se apretaron y
chasquearon ligeramente en la boca expectante de Adam.
¡Oh Dios! gritó Regina mentalmente, cuando las manos de Johnny rodearon el respaldo de la silla y
ahuecaron sus grandes pechos. Lloró trás la mordaza cuando comenzó a masajar sus tiesos pezones,
y a hacerlos rodar entre el pulgar y el índice. Ni de coña me van a dejar salír de aquí viva, se dijo.
Ni de coña.
El pensamiento racional la abandonó. La dominó el terror. De pronto, el corazón comenzó a latirle
tan fuerte en el pecho que sintió que se iba a desmayar.
En su interior, Regina sabía que o bien se quedaban con ella para siempre o que la matarían sin
dudar. De momento no sabía cual de las dos opciones tenía más posibilidades.
Regina Rose. Ayer reina del pop. Hoy esclava de la locura.
¡Que alguien me ayude!
Capítulo 2

Regina gimió bajo la mordaza mientras el hombre que intuía que era Adán Bennett sorbía su clítoris
con la boca y lo amamantaba vigorosamente. "Joder," oyó murmurar a Johnny Bennett detrás de
ella con voz ronca y excitada mientras le tiraba de los pezones, "Esta zorra tiene unas tetas de puta
madre."
En una ocasión normal le habría dado una bofetada a quien se atreviese a llamarla zorra. Bajo estas
circunstancias terroríficas, todo lo que podía hacer era estar agradecida porque aún no le hubieran
hecho daño. Johnny pellizcó sus tiesos pezones y tiró de ellos firmemente, mientras Adán chupaba
más fuerte su clitoris. Intentó evitar la excitación que los hermanos la obligaban a sentir, pero no
podía. Nunca había tenido un orgasmo antes en su vida, pero su cuerpo se sentía tan extraño que...
Bien, sabía que algo estaba a punto de suceder. Los odiaba a ambos por hacerla sentir así. Los
bastardos, pensó para sí mientras su vientre se contraía de una manera extraña. De alguna manera,
se prometió, de alguna manera se liberaría y haría que ambos pagasen por esto. Si no la mataban
antes.
Su primer captor-Adán-comenzó a mamar su chochito en serio. Podía oír los sorbeteos de su boca
mientras él succionaba duramente su raja y su clítoris. Su vientre se había anudado otra vez de esa
manera extraña. Sus grandes pezones fueron más y más estimulados y excitados lo que provocó que
el nudo de su estómago se volviese aún más apretado.
Señor mío, pensó Regina, su mente en agonía. Me voy a correr. Sé que me voy a correr.
Ella no deseaba tener su primer orgasmo de esta manera, no a la fuerza. Su corazón estaba a punto
de explotar. Sus pechos se agitaban como locos mientras la histeria la abrumaba. Se sentía a punto
de gritar, pero perversamente, los rasgones de excitación no desaparecerían simplemente. El primer
orgasmo de una mujer nunca debería ser así. Siempre había soñado con ser amada y acariciada, una
cena, romance...
Regina gimió bajo la mordaza mientras la bobina en su vientre se rompía flojamente y se corrió tan
fuerte que se casi se desvanece. La sangre le subió a la cara, ruborizándola. La sangre acometió
también a sus pezones, haciendo que se endurecieran aún más. Deseó jadear, gritar, pero la mordaza
evitó que lo hiciera.
La humillación abrumó sus sentidos. Sus secuestradores habían conseguido que se corriese.
¡Noooo!
Oyó como Johnny hacía un sonido elogioso en su garganta antes de trabar su boca alrededor de uno
de sus doloridos e hinchados pezones y aspirar en él. "Mmmm," Adán murmuró mientras lamía el
jugo que su coño había producido convirtiendo su minúsculo y apretado agujerito en un lugar
verdaderamente empapado. “Siempre supe que sabrías así de bien”, masculló.
¡Esto no está sucediendo! Regina se lamentó mentalmente por milésima vez. ¡Tú no me estás
follando a la fuerza! ¡Se suponía que eras mi héroe, Adán! ¡Se suponía que eras mi héroe, no el
villano!
Quería gritar. Necesitaba gritar. Su respiración se aceleró. Su mente se rasgaba en mil pedazos. Se
sentía como si la adrenalina desbordase su cuerpo. ¡Joder, necesitaba gritar!
De repente, le quitaron las esposas que aseguraban sus tobillos a la silla y también las que le
amarraban las manos juntas sobre la cabeza. La mordaza –por fin, ¡por fin!- le fue arrancada de la
boca. Regina abrió la boca y gritó larga y ruidosamente mientras los hermanos la levantaron de la
silla y la tiraron sobre la fría tierra, su cuerpo desnudo y frágil entre ellos dos, enormes y
musculosos.
"Ayúdenme!" Regina se lamentó, con un chillido tan agudo que podría cuajar la leche. ¡"Que
alguien me ayude! Que alguien... "
Un golpe del revés le cruzó la cara y le hizo ver las estrellas. El dolor la sacudió, y este
entumecimiento consiguió que momentáneamente se sintiese aún más desvalida. Oh, Dios, esto no
puede estar sucediendo.
"Cállate," dijo Adán entre dientes . "Te amordazaré otra vez si oigo un sonido más."
¡No, Adán, no! Regina pensó mientras un pánico frío y helado la invadía. No puedes ser así. Si
siempre eras mi héroe. ¡Dios, y ahora pretendes follarme sin piedad...!
Johnny le colocó unas esposas que mantuvieron sus manos atadas sobre la cabeza a un hierro
clavado en la tierra. Por lo menos estaba bastante segura de que era Johnny. Todavía tenía los ojos
tapados así que era difícil juzgar quién era quién. Regina sólo sabía que lo único que quería era que
la pesadilla terminara.
"No me hagais daño, por favor," suplicó Regina, entre gritos y lloriqueos. Estaba a punto de
enloquecer. "Haré todo lo que querais," jadeó entre sollozos entrecortados, "si prometeis que no
vais a matarme."
Silencio. Largo y espantoso.
Finalmente, tras un tiempo, le quitaron lentamente la venda de los ojos. Regina miró a su alrededor,
sus aterrorizados ojos azules intentando acostumbrarse al paso de la oscuridad total en que la habían
mantenido a esta luz dolorosamente intensa. Sus ojos necesitaron un tiempo para enfocar, pero
cuando lo consiguieron fue sólo para mostrar su asombro.
En su corazón sabía que sus secuestradores eran Adam y Johnny Bennett. Pero no acababa de
creérselo, no quería creérselo. Ahora no tenía sentido negarlo durante más tiempo. Su ritmo
cardíaco se puso a cien por hora cuando sus ojos desenfocados se cruzaron primero con Johnny y
despues con Adam.
Tragó saliva, y sintió como el nudo en su garganta se apretaba y se hacía más grande. "Por favor,"
Regina imploró, sus enormes pechos estremecidos por sus jadeos, "Por favor, no me hagais esto”.
Notó como un parpadeo -¿quizás de culpabilidad?- cambiaba la expresión de Adam por una
fracción de segundo. Pero nuevamente se revistió con la máscara de acero que lucía desde niño, y
apretó con fuerza la mandíbula.
¿Por qué tiene que ser así? Pensó Regina con tanta pena como histeria. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por
qué? Ella había amado a Adam a los quince años –y siendo honesta, mucho antes de eso. Habría
dado cualquier cosa por estar con él. Pero no lo quería de este modo.
Y oh, estaba tan guapo como siempre. Quizá aún más que nunca. En los pocos años que hacía que
no lo veía, su cuerpo de albañil había crecido en musculatura y definición. Estaba más moreno. Su
pelo parecía aún más oscuro que antes. Le habían salido unas pequeñas arrugas junto a los ojos,
pero en realidad no había envejecido mucho en estos tres años.
"Te alejaste de mi una vez," murmuró Adam con voz ronca, y sus ojos entrecerrados recorrieron su
cuerpo desnudo. " No volverá a ocurrir”.
Capítulo 3

Regina Rose tenía dieciocho años y había sido famosa desde los quince. En esos tres años no había
tenido tiempo suficiente como para embarcarse en una relación lo suficiente seria como para perder
la virginidad.
Una oleada de energía combinada con lujuria alcanzó a Adán mientras se reclinaba hacia atrás y
miraba fijamente a la mujer magnífica, desnuda y desamparada que se extendía a sus pies. Regina
Rose, pensó apretando la quijada. La deseaba desde que tenía quince años. Entonces era demasiado
joven para hacerle todas las cosas que deseaba-como estallar su dulce cereza-pero ahora ya era lo
bastante mayor para tomarlo. Sólo tenía dieciocho años y él treinta y cinco, pero dieciocho eran lo
suficientemente legales. Por supuesto, robar la dulce cereza de la pequeña Regina no era
exactamente legal, pero la deseaba tanto y desde hacía tanto tiempo que no pensaba en nada más.
Oh sí, pensó, mientras enterraba de nuevo la cara entre sus piernas y su lengua repasaba una vez
más su apretado agujerito, su Regina seguía siendo tan pura como la nieve. Puede que se hubiese
convertido en una estrella de rock egocéntrica, pero todavía estaba apretada, caliente, y totalmente
sin estrenar. Y estaba impaciente por cambiar eso. Su cuerpo se tensó y su polla comenzó a gotear
líquido preseminal sólo con la idea de cambiar eso...
Adán siempre había sido el tipo de hombre que perseguía todo aquello que quería hasta que lo
conseguía. Nunca pensó que llegaría al extremo de secuestrar y violar para conseguir algo, pero no
se pararía ante nada con tal de poseer a Regina. No importaba lo que sucediese después de estar
encima de ella. La estaría mirando a los ojos mientras hacía estallar su pequeña y dulce cereza. Si
conseguía eso, no le importaba en absoluto lo que le sucediese después.
Miró a como su hermano pequeño parado delante de ella, desnudo, su tranca casi tan grande como
la de Adán. A decir verdad, a Adán no le gustaba demasiado esta parte, pero un trato era un trato y
lo cumpliría hasta el final. Johnny también tendría su recompensa por ayudarle a secuestrar a la
princesa de su palacio aislado. Su hermano nunca volvería a tocar a Regina, pero las reglas serían
un poco diferentes esta noche.
Adán comprendió que era un hombre posesivo, dominante. Era más celoso de lo que pensaba y
odiaba compartir cualquier cosa, cuanto más a su obsesión de dieciocho años extendida virginal y
despatarrada delante de él. Pero esta noche, y solamente esta noche, tendría que olvidarse de los
celos. No sería fácil, pero podría hacerlo.
Además, se recordó que poder perseguir el clítoris minúsculo e hinchado de Regina, metérselo en
la boca y mamarlo, bien valía el esfuerzo. Johnny le había ayudado a secuestrar a la pequeña zorrita
que había soñado con poseer durante tres largos años. Empujó la lengua en su apretado coño,
caliente y virginal lo que lo excitó aún más si cabe. Podía sentir allí su cereza y la deseaba
desesperadamente.
Adán era del tipo de hombres que conseguía lo que quería, pero tampoco era un estúpido. La
preocupación de que la policía pudiese encontrar a Regina no se le iba de la cabeza, manteniendo
sus cinco sentidos alerta, pero de ninguna manera la encontrarían antes de que él hundiera sus
veintitres centímetros de polla en lo más profundo de su sexy y apretado chochito. Para entonces
Adán habría conseguido realizar su sueño con lo que ya nada le importaría, ni la prisión, ni nada.
Las ventanas de la nariz de Adán se ensancharon mientras sentía el olor de su excitación.
Seguramente ella pensase que ahora era demasiado buena para él. Una estrella de rock frente a un
trabajador. Pero en este momento el albañil de Arkansas manejaba la situación por completo,
masturbaba a la cantante de Los Ángeles como había soñado durante tres años, y ésta no podía
hacer otra cosa que gemir bajo su peso.
Regina Rose y su dulce cereza era los mejores regalos de cumpleaños que un hombre podría pedir.
Pensó en saborearlos a ambos.

*****

La mirada fija y aterrorizada de Regina se desorbitó cuando vió como Johnny Bennett se sacaba su
gruesa polla y se dirigía hacia ella. Sus ojos marrones rebosaban de lujuria y excitación tanto como
los de su hermano. También su cuerpo musculoso era idéntico al de su hermano, tenso, y rabioso
por empalarla con su polla.
Oh no, pensó Regina y su respiración se aceleró de nuevo. Aquí viene. Reservé mi virginidad para
un hombre especial y ahora me la arrebatarán estos dos secuestradores.
"Por favor," Regina insistió inutilmente, "no me hagan esto." Forzó una sonrisa insegura en sus
labios. Su respiración era tan pesada que se sentía como si fuese a desmayarse. "Prometo que si me
dejan ir no se lo diré a nadie. ¡Lo prometo!"
"Shhh," susurró Johnny mientras se arrodillaba al lado de su cara.
"Abre la boca como una buena chica y cállate." Su quijada apretada. "Si no cooperas, te
amordazaremos otra vez. Pero la próxima vez me aseguraré de que te duela."
Deslizo sus largos y callosos dedos por su sedoso y rubio pelo, largo hasta la cintura apartándolo
hacia atrás. El gesto era casi reverente y completamente diferente al resto de su espantoso
comportamiento.
Aterrorizada y sin poder hacer otra cosa, Regina abrió la boca como una cría de pájaro que espera
ser alimentada. El corazón dejó de latirle unos segundos en el pecho cuando Johnny le metió la
polla dentro de la boca. Un gusto mojado, salado llenó sus papilas gustativas y ella supo
inmediatamente como sabía una eyaculación.
"Abre bien la boca," murmuró Johnny con voz densa. "Trágatela hasta el fondo, nena."
Ella la abrió más, de par en par. Sus pechos comenzaron a erguirse cuando Adán los acarició con la
palma. Masajeó uno de sus pezones con la mano izquierda mientras la derecha continuaba jugando
con su clitoris.
Lo odiaba por hacerle sentir esa oleada de deseo mientras Johnny la violaba en la boca con su polla,
pero no podía evitarlo.
Johnny gimió y siguió hundiendo sin parar su miembro, duro como una roca, en su boca. Su rodilla
izquierda ahora montaba su cara a horcajadas mientras que su pierna derecha se doblaba hacia
arriba, dándole el sitio de moverse hacia adelante y hacia atrás desde el lado de ella. Regina se
atragantó, pues nunca antes había tenido una polla en la boca y mucho menos enterrada hasta la
garganta. Sin querer debió apretarle demasiado, porque él silbó y la cogió ásperamente del pelo.
"Si me haces daño, también te lo voy a hacer a ti," gruñó Johnny. "Ahora relájate y métete mi polla
bien adentro."
Regina entendió muy bien lo que quería decir. Suponía que debía estar histérica, sin embargo
agradeció tener algo en lo que concentrarse de manera que su corazón dejase de latir a cien por
hora. Así que, abrió bien la boca aceptando el movimiento siguiente de Johnny sin estrujarlo esta
vez.
Él silbó con placer. "Eso es, pequeña, buena chica," dijo, y tensó los músculos del estómago
mientras sacaba el miembro de su boca y lentamente lo hundía de nuevo. Le agarró la cabeza con
fuerza para mantenerla fija sobre su polla y rotó lentamente sus caderas para que continuase
mamándosela bien profundo. "Mmm, lo haces muy bien, putita." Su voz sonaba como en éxtasis,
"Ahora gime para mí, dime cuanto te gusta."
Regina abrió los ojos de par en par. ¿Quería que gimiera, fingiendo que disfrutaba?
Dios mío, se negaba a hacerlo. Los hermanos la violarían, pero maldita sea si iba a fingir que le
gustaba.
Adán intensificó la presión sobre su clitoris y la fuerza con que apretaba sus pezones.
Regina gimió abarcando la polla de Johnny, con lo que éste se la hundió aún más profundamente, y
su respiración se aceleró mientras empezó a follarle la cara con movimientos más y más rápidos.
"Mierda, sí," Johnny gruñó, sus caderas rebotando adelante y atrás hasta que se sentó encima de
ella. Le folló la cara aún más fuerte, resollando e incrementando el ritmo de su respiración con cada
zambullida hasta la garganta.
Adán enterró la cara entre las piernas de Regina de nuevo. Sorbió vigorosamente en su clitoris,
provocando sus gemidos a pesar de tener la polla de Johnny enterrada en la garganta. Johnny
bombeó en su cara más rápido, cada músculo de su cuerpo quería explotar mientras se preparaba
para correrse.
"Bébetelo, nena," masculló Johnny y le hundió de nuevo el rabo entre los labios. "Trágatelo todo,
hasta el fondo."
Se corrió con un gemido, un sonido masculino que reverberó por todo el aislado sótano. Los ojos de
Regina se desorbitaron cuando sintió un fuerte tirón en su boca lanzando una carga caliente y salada
de semen. Era un tiro directo a la garganta, así que ella tragó obedientemente como mejor pudo.
"Lámemela de arriba a abajo," murmuró Johnny y Adán siguió chupándole el clítoris cada vez con
más fuerza provocando que se le apretase el vientre. "Limpiala toda, hasta el pequeño agujero."
Ella hizo lo que le mandaban, chupando vigorosamente el agujero minúsculo en la cabeza de su
polla mientras el retortijón de su vientre se deshacía. Regina se corrió lloriqueando a pesar de tener
todavía la boca llena con el martillo de Johnny del que había extraído todo su jugo como un bebé
que no suelta su biberón.
"Buena chica," jadeó Johnny mientras retiraba la polla de la boca con un chasqueo provocado por
sus labios hinchados. Se movió hacia su derecha y se derrumbó, encontrando sus tetas y enroscando
sus labios en uno de sus pezones.

Sus ojos se encontraron con la mirada fija de Adán. Parecía enojado, pensó, y su corazón se aceleró
de nuevo. Podría decirse que no le había gustado nada que su hermano le follase la boca. Entonces,
¿por que le había dejado hacerlo?
Regina miró temerosamente como Adán se alzaba sobre ella y comenzaba a desnudarse. Su pecho
era ancho y cincelado, y una ligera línea de vello se perfilaba bajo su ombligo antes de desaparecer
en sus vaqueros decolorados. Su respiración se descontroló cuando se quitó los vaqueros y reveló
una polla inmensa, mucho más gorda y larga que la de Johnny. Se empinaba hacia arriba sobre el
vello negro y rizado, pareciendo aún más grande, espantosa, y muy impaciente.
Dios todopoderoso, pensó Regina, y en sus ojos abiertos de par en par se asomaba la histeria.
Dudaba que una polla tan inmensa pudiese caber entre sus muslos. Sabía que Adán había planeado
robarle la virginidad, pero por su vida que no podía entender como pretendía meter semejante tranca
en su ceñido e inexperto orificio sin rebentarla.
"Por favor," Regina suplicó una vez más, la desesperación tiñendo su voz. "¡Nunca he estado con
un hombre antes! Adán, no me hagas esto, por favor. Por favor!"
Él se calmó. Sus ojos marrones e intensos se clavaron en los suyos azules y asustados.
"He planeado esto durante tres años, Regina Rose," murmuró Adán. "Así que relájate y disfruta."
Capítulo 4

Adan observó como la respiración de Regina se aceleraba tan pronto como se instaló entre sus
muslos. Johnny enterró la cabeza en sus pechos, y con la boca mamaba sus hinchados pezones,
turnándose de uno a otro sin parar.
Él suponía que debería de sentirse culpable por tomar así su virginidad, y quizás si se sentía, un
poco. La culpabilidad, sin embargo, no podía competir con las acometidas de lujuria y la pasión que
sentía en su misma sangre. Deseaba la cereza de Regina más de lo que deseaba respirar. Y estaba a
cerca de treinta segundos de conseguirla.
Maldición si su corazón no dio un vuelco con solo mirar sus temerosos ojos azules abiertos de par
en par y su cuerpo voluptuoso y desamparado. Retiró hacia atrás su precioso pelo rubio como
siempre había querido hacer. El olor de su reciente orgasmo todavía le impregnaba las ventanas de
la nariz, provocando que su respiración se acelerase mientras su polla larga y gruesa se dirigía a la
abertura diminuta de su coño afeitado. Ella se tensó cuando restregó la cabeza contra su pequeño
agujero, su respiración pesada con el miedo a lo desconocido.
Dios, él ya se moría por correrse.
"P-Por favor, Adán," Regina susurró, su voz temblando. "No me hagas esto, por favor. Siempre
quise que mi primera vez fuese especial."
Sus ventanas de la nariz se ensancharon. Con celos. Con posesividad. Con determinación.
"Esto es especial," masculló Adán, y su miembro tanteó de nuevo el apretado agujero de su coñito.
Su quijada se endureció. "Estoy tomando lo que debió ser mío hace mucho tiempo."
Apretó los dientes con fuerza y su mirada se clavó en la de ella. Gotas de transpiración se
deslizaban por su frente. Con un gemido se hundió en su coño, clavándosela hasta el fondo.
"Mierda," bramó Adán, ignorando su grito del dolor. Oh Cristo, nunca había sentido nada tan
apretado, caliente y pegajoso. Sintió como hacía estallar su cereza y la sensación de energía y
dominación lo hizo gemir y lo llevó hasta el borde.
"Joder, nena, tu chochito se siente maravilloso," dijo ásperamente.
Regina lloriqueó y un lagrimón se deslizó por su mejilla. "Me duele," dijo con una voz lastimera de
niña pequeña.
Había reventado su cereza. Cristo, había reventado la pequeña cereza de Regina Rose. Su necesidad
de correrse era urgente, pero consiguió eludirla. Deseaba disfrutar el momento, seguir follando su
coño durante mucho, mucho tiempo.
Adán dobló el cuello y le lamió el lagrimón. Después la agarró por las caderas y se colocó sobre las
rodillas. Rotó sus caderas lentamente, sus ojos oscuros refulgían lujuriosos mientras miraba como
su polla dura e inmensa se instalaba en su chochito caliente y diminuto. Era una fantasía echa
realidad, verla a su merced, indefensa, tan blanca e infantil alojando entre sus pequeñas piernas su
polla gorda y morena. Era como despertar en el paraíso.
"Pronto te sentirás mejor" siseó. "Ya te acostumbrarás, tan solo, túmbate y disfruta, nena."
La lengua de Johnny se enrollaba alrededor de sus pezones como la de una serpiente. Ella gimió un
poco, y se fue relajando más y más. Adán mantenía los dientes apretados mientras experimentaba la
exquisita sensación de su apretado y recién quebrado coñito. Mierda era tan apretada. Él deseó que
este momento se prolongase para siempre.
"¿Cómo te sientes ahora?" preguntó Adán con una voz ronca y excitada y continuó moviéndose
lentamente dentro y fuera de su chochito. Podía oír como su coño lo succionaba hacia dentro,
consiguiendo increiblemente que se pusiese aún más duro."¿A mi nenita ya le gusta que la folle una
polla tan grande?"
No le dieron tiempo para contestar. Johnny se arrodilló sobre su cara y empujó la polla de nuevo
dentro de la boca expectante y abierta de Regina. Ella cerró los ojos y se la chupó, gimiendo cada
vez que Adán se hundía en ella otra vez.
Oh sí, claro que le gustaba. Regina Rose era su putita caliente. De virgen a juguetito sexual en un
abrir de ojos. Los dedos de Adán se hundieron en la carne de sus caderas mientras que se preparaba
para follarla de verdad. La empaló con un bramido, montándola más rápido y más profundo, más
duramente, como un animal en celo.
Cristo, pensó, su quijada apretada, estaba tan caliente, que pronto iba a correrse a borbotones. Y
quería esperar. Se sentía como una virgen, como un muchacho que folla pr primera vez. Ansiaba
reclamarla toda la noche, chupándola y follándola, haciendo lo que siempre deseó hacerle. Por
supuesto, se recordó, tenía toda la noche para hacerle todas esas cosas. Quizá más que una noche.
Había cubierto bien las pistas de Johnny. A los polis les llevaría un buen rato encontrar a Regina,
aunque fuese una estrella.
Regina gimió con el rabo de Johnny llenando su boca, sus enormes tetas balanceándose con cada
uno de los empujes con que la penetraba Adán. La follaba de tal manera que las ventanas de su
nariz se ensancharon, y como una maza golpeaba dentro y fuera de ella con violencia apenas
controlada.
"Eres tan estrechita, bebé," masculló Adán, su cara fruncida como si le doliese. Agarró sus caderas
más rudamente y golpeó su coño como un loco. “Voy a correrme en el chocho perfecto de mi putita.
Te voy a ahogar con mi leche" gruñó, hundiendo el miembro en su agujero apretado y jugoso, una y
otra vez. "Me corro..."
Los dos hermanos gimieron al mismo tiempo, uno derramando a borbotones su semilla caliente en
su coño mientras el otro disparaba un manantial de leche bien profunto en su garganta. Ella se tragó
sumisamente y duras penas la corrida de Johnny, Adán continuó montándola, y un gran bramido
resonó desde las profundidades de su garganta mientras sus piernas se empapaban con los ríos de
leche que no dejaba de ordeñarle.
Segundos después, Adán se derrumbó encima de Regina, apenas capaz de respirar. Enterró la cara
entre sus enormes pechos y apresó sus pezones como un lechón hambriento, como un niño con dos
chupachups. Mierda. Lo había conseguido.
Había merecido la pena, observó Adán. Los años de planes. Los meses de acecho. La agonía cada
vez que la veía hablando con cualquiera. La preocupación de si lo arrestarían antes de haber
ejecutado su plan.
Nada de eso importaba ya. Ni un pedacito. Porque la dulce cereza de la pequeña Regina Rose le
pertenecía irrevocablemente a Adán Bennett.
Capítulo 5

Los dos hermanos follaron a Regina dos veces más antes de tomarse un descanso. Primero, Adán
montó su coño mientras Johnny miraba y le pellizcaba los pezones. Luego, cambiaron de lugar y
Johnny folló su chochito mientras Adán jugaba con sus tetas. Después de esta magnífica sesión de
sexo salieron, y se marcharon quién sabe dónde.
La dejaron desnuda, con los ojos vendados y amordazada en el frío sótano durante lo que a ella le
parecieron horas. Estaba todavía en el suelo, las manos esposadas a un poste de hierro sobre su
cabeza. Sentía un par de animales corriendo de un lado a otro, asustándola terriblemente...
Asustándola hasta el punto de que Regina deseaba realmente que volvieran los dos hermanos.
Odiaba admitirlo ante si misma, PERO realmente el sexo con Adán y Johnny había estado bastante
bien, una vez que Adán se había hundido dentro de ella y había hecho estallar algo en su interior.
Después había podido alojar sus enormes rabos sin demasiado apuro. Estaba un poco dolorida, pero
era soportable.
Tenía que recordar eso. Quizá si fuera buena y complaciese a los hermanos en todo lo que le
mandasen, se dijo desesperadamente, quizás la mantendrían viva. Por lo menos... un día.
Regina había deseado muchas cosas a lo largo de su vida. Es cierto que sus aspiraciones de
convertirse en cantante se habían cumplico, pero, ¿y que pasaba con enamorarse y casarse? ¿Y que
pasaba con parir los hijos de su marido y con las barbacoas familiares el cuatro de julio? Suspiró.
Las cosas no podían acabar así. Regina siempre había deseado con todas sus fuerzas enamorarse. Se
había engañado a si misma pensando que la fama podría sustituír eso. No hay substitutos para la
realidad.
Habia pasado probablemente otra hora cuando sintió de nuevo el sonido de pisadas en el
espeluznante sótano. Para el momento en que los hermanos volvieron, Regina ya había decidido
hacer lo que deseasen, decir lo que querían oír, y recibir todo con una sonrisa de satisfación en la
cara.
Conseguiría superar esta terribe experiencia, se recordó firmemente. Algún día la soltarían y su vida
volvería a la normalidad. Algo en su interior le dijo que las cosas nunca volverían a ser iguales, pero
no quiso escuchar esa voz ahora. Tan pronto como le quitaron la mordaza de la boca, sonrió, abrió
las piernas de par en par, y suplicó que la follasen otra vez.
"Por favor, oh por favor," gimoteó Regina. "Daría cualquier cosa por sentir tu inmensa polla dentro
de mí otra vez, Adán." Ella podía sentirlo, aunque no podía verlo.
"¿De verdad?" él ronroneó, abalanzándose sobre ella y enterrando su cara entre sus grandes pechos.
Parecía que le encantaba chupar sus pezones, tiesos debido a la frialdad sin piedad del sótano.
"Sí," susurró. Y alzó las caderas para tentarle con su coñito. Deseaba hacerlo feliz. Si él era feliz,
quizá la dejara irse de ese lugar tremendo, espantoso. "A lo mejor también Johnny me quiere follar
otra vez."
Le arrancó la venda de los ojos. Sus ojos se fueron adaptando a la claridad y su mirada centelleó
para finalmente centrarse en el expléndido varón situado entre sus piernas abiertas. Adán nunca
había parecido más posesivo que en este momento. Se sintió aún más asustada que antes.
"Nada de Johnny," masculló Adán, mientras las aletas de su nariz se fruncían. Liberó sus manos
soltando las esposas que le sostenían los brazos sobre la cabeza. Una vez echo esto, la tomo con
fuerza por la nuca y la miró ceñudamente a la cara. “Ahora date la vuelta. Te quiero a cuatro patas,
y con el coño bien en alto. Es mío. Ofrécemelo."
Sus ojos azules se abrieron de par en par, preguntándose que es lo que había querido decir Adán con
eso de que nada de Johnny. ¡Dios mío, si era capaz de eliminar a su propio hermano, entonces no
daba un duro por su vida! Sus pechos comenzaron a agitarse al ritmo de su respiración, pero hizo
como le había mandado y rodó sobre su vientre.
"Ofréceme ese coño apretado de puta caliente," le ordenó Adán. "Ahora."
Regina se puso inmediatamente a cuatro patas, boca abajo y con el culo alzado. Con las manos se
separó las labios para mostrarle bien claramente su chochito afeitado."Por favor, amo, móntame,
soy tuya, te pertenezco," susurró con una vocecita de niña pequeña. Y meneó el culo
tentadoramente.
Adán no se lo pensó dos veces. Con un gruñido, se hundió en ella con todo su peso, haciéndola
gritar de asombro y quizás de dolor. Agarró con fuerza sus enormes tetas y excitado las amasó
mientras comenzaba a montarla. Gimiendo hundió la polla en su coño apretado una y otra vez.
"Este coño es mío y se siente caliente y dulce, nena." Adán empujó con fuerza y abruptamente.
"Empuja tu chochito contra mi."
Regina obedeció inmediatamente, y empujó sus caderas hacia atrás con tanta fuerza como pudo,
saliendo a su encuentro en cada golpe.
Satisfacer hasta el más mínimo capricho del albañil estaba a años luz de la vida protegida y
caprichosa a la que se había acostumbrado como estrella del rock, pero los recuerdos de esa vida
parecían muy lejanos ahora, casi como si nunca hubieran existido.
Comenzó a lloriquear de placer, fuerte y ruidosamente. El continuó follándola sin piedad sus tetas
fuertemente apretadas entre las palmas de Adán saltando violentamente con cada empuje. "Fóllame
más duro," suplicó, golpeando con fuerza sus caderas contra él. "Por favor, dame más, fóllame con
más fuerza."
Él le dio lo que pedía, golpeando en su interior como el amante obsesionado que era hasta que ella
sintió los temblores en su vientre previos al climax y al fin un inmenso orgasmo rasgó su cuerpo y
su vientre.
"Joder, mi putita es una zorra caliente," bramó Adán mientras de un fuerte tirón sacaba el rabo de su
coño apretado y jugoso. Restregó la cabeza de la polla en el otro agujero virginal de Regina antes de
metérsela en el culo haciéndola aullar. "Ahora voy a romperte el culito, bebé. Quiero saber como se
siente" resolló él resbalando la cabeza hacia dentro. Regina sollozó. "Dime lo mucho que te gusta
sentir mi polla gorda dentro de tu agujerito minúsculo."
Adán clavó su enorme tranca sin ninguna consideración en su culo, haciendo gemir a Regina en alta
voz. Ahora si que la habían poseído de todas las formas posibles en que un hombre puede tomar a
una mujer. Ya no quedaba nada virginal en Regina Rose.
Ella empujó las caderas hacia atrás saliendo a su encuentro, y su forma de follarle el culo la hizo
gruñir como una perra, "Me encanta sentir tu polla dentro del culo," gimió Regina. "Fóllame más
fuerte, Adán. !Destrózame el culo!"
Ella volvió a empujarse hacia atrás y al oír su respiración entrecortada sintió que él estaba a punto
de correrse. Miró hacia atrás sobre su hombro y le ofreció una sonrisa tímida de adoración, de
esclava sumisa mientras el orgasmo contorsionaba la cara de Adam. Su bramido masculino de
satisfacción podría oírse probablemente en un km, pensó, pero esperaba que no tanto como para que
la encontrara la policía.
Regina Rose era la putita de Adán Bennett. Y le encantaba.
Epílogo

"Creo," refunfuñó Adam, mientras se ponía de pie y le tendía la mano a Regina, "que una mujer que
nunca ha tenido una polla antes en el culo debería haber llorado un poco o algo parecido".
Regina sonrió abiertamente, y le sacó la lengua al que hacía veinte años que era su marido. Vale, no
tenía dieciocho años, tenía cuarenta. Y tampoco era una estrella de rock, era maestra de escuela.
Pero quíén sabe lo que hubiese pasado si ella se hubiese venido a Los Angeles en lugar de casarse
con el guapo y apasionado albañil que tenía delante. Además, a quién le importaba eso ya.
No a Regina Rose Bennett. Todo lo que había querido alguna vez en la vida era Adam Bennett. Él
era para ella cada fantasía, cada sueño, y gracias a Dios, también su realidad diaria. Su sonrisa se
suavizó.
"Gracias por" - se aclaró la garganta - " el más memorable regalo de cuarenta cumpleaños. Desde
los veinte años he fantaseado con esto: virgen de dieciocho años de edad, secuestrada y obligada a
someterse a dos hombres fuertes y dominantes ".
Adam gruñó. "De nada," masculló en su pelo al tiempo que la acercaba y la abrazaba
estrechamente. "Tú satisfaciste la mía de dos mujeres a la vez cuando cumplí los cuarenta en
Amsterdam, compartiéndome con una prostituta. Ahora tú has satisfecho la tuya con un prostituto
en París y conmigo. Diría que ahora hemos terminado con las fantasías", gruñó con su posesiva voz
de “no hay nada más que decir” que ella siempre había encontrado tan reconfortante.
Regina alzó la cabeza. Frunció el ceño, aunque sus ojos bailaron con diversión. "Que conste que
tuve que esforzarme mucho para creerme que el prostituto con acento francés era tu hermano. Pedí
que fuese alto, moreno y guapo. Y tú vas y me traes uno rubio, bajito y … para nada guapo. Por
todos los santos, Adam, casi me da un colapso cuando me arrancaste la venda de los ojos y vi a
Toulouse Lautrec a punto de montarme. ¡Casi seguro que le llevaba yo más de treinta centímetros!"
Otro gruñido. Y una sonrisita. "Y en Amsterdam yo pedí una pelirroja que estuviera de infarto. Y tú
me trajiste a la gemela de Medusa ". Él frunció el ceño. "El único parecido que tenía con lo que
pedí es que casi me dá un infarto de lo mal que olía cuando se tiró un pedo al agacharse para
vestirse".
A Regina no le quedó más remedio que reirse ante esto. Al menos su chico se podía mirar. "Sí, bien,
es verdad". Y enarcó sus rubias cejas.
¿"Qué"? preguntó Adam recelosamente. Y rehuyó su mirada con nerviosismo.
Regina entornó los ojos. "La venda de los ojos” Frunció el ceño. "Eras tú el que me follaba,
¿verdad? ¿no dejaste que el Pequeñito me follase"?
Las ventanas de la nariz de Adam se ensancharon. "Demonios, no, no lo dejé," gruñó. "Con que le
chuparas la polla ya tuvo más que suficiente. Su mano se movía enérgicamente en el aire. "Lo
intenté, Regina, de verdad que lo intenté, pero no pude hacerlo, ¿vale?"
Ella fingió que se enfadaba. Su enfado duró más o menos un segundo antes de que en su cara se
esbozase una gran sonrisa. "Está bien. ¿Recuerdas cuando estabas con los ojos vendados y la
gemela de Medusa te montaba "?
En la cara de Adam se dibujó una sonrisa astuta. "¿Eras tu, cariño"? Se quejó.
"Uh-huh".
"Pequeño diablillo".
Ella se rió mientras intentaba alcanzar su traje de playa de algodón y se lo ponía. "Me parece que
somos tal para cual," dijo mientras se ponía las sandalias de cuero.
"Siempre lo hemos sido," contestó Adam, su tono volviéndose serio. Encerró a su esposa entre sus
brazos y la miró a los ojos. "Te amo, Regina Rose. No pasa un solo día sin que le de gracias a Dios
por ti y por los niños ".
Regina lo miró con la calidez y ternura de siempre. "Yo también. No sabes cuanto te quiero,
Adam". Aspiró profundamente y sonrió. " Vamos, querido. Vayamos a casa ".
Él guiñó un ojo. "Vive la Arkansas"*

* Viva Arkansas (en francés en el original)

FIN

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