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El primer desafío que enfrenta el país es la violencia ejercida por las organizaciones

criminales, específicamente por grupos armados ilegales, los cuales se han expandido

debido al crecimiento de los cultivos ilícitos, el control de territorios

geoestratégicamente ubicados, en el marco de la oscura y triste realidad del

narcotráfico; situación que genera desplazamientos forzados individuales, masivos,

sumados a las masacres y muertes colectivas, algunas conocidas y otras tantas

desconocidas.

Esta problemática obliga a las familias habitualmente campesinas, indígenas y

afrodescendientes a que sus niños, niñas, mujeres y hombres convivan en situaciones

precarias e indignas, debido a que se ven obligados a abandonar su lugar de residencia,

sumado a la pérdida de sus actividades económicas habituales y a la perdida de

libertades personales las cuales han sido vulneradas o se encuentran directamente

amenazadas. Generalmente estas situaciones de violencia acontecen con pérdidas de un

ser querido, generando así procesos de duelo, escenario que se añaden a los contextos de

precariedad, donde los recursos son escasos y las condiciones de exclusión social hacen

parte de la vida cotidiana de estas población.

En medio de este conflicto armado interno, las comunidades de diferentes regiones del

país, no solamente han sido desplazadas, sufriendo el desarraigo cultural, territorial,

climas de terror y miedo, desconfianza, aislamiento, silenciamiento de lo sucedido,

ansiedad, preocupación, impotencia, incredulidad, confusión, ruptura de dinámicas

comunitarias de transmisión de poder, saberes culturales y mecanismos de resolución de

conflictos, sino también, negligencia en algunas ocasiones o ausencia de las

obligaciones en la atención, orientación y acompañamiento de las entidades del Sistema

Nacional de Atención Integral a Población Desplazada (SNAIPD). En efecto, estas

víctimas experimentan un temor denominado por Serrano y Vázquez (2007), como


El Miedo Al Delito que hace referencia al temor de los ciudadanos a ser personalmente

víctimas nuevamente de la delincuencia y más aún, cuando estas víctimas han sido

violentadas por integrantes de grupos que todavía hacen presencia en las regiones.

“ Las cifras presentadas por el Registro Único de Población Desplazada, RUPD, dan

cuenta de 2.977.209 personas en condición de desplazamiento. Este sistema ha arrojado

un promedio de 275.000 personas desplazadas desde el 2002” . (Ordoñez, Articulo del

27 de Julio de 2009).

Dado que, las Encuestas de Victimización que son los indicadores para medir la

criminalidad y la violencia, son otro foco de estudio relativo con respecto a lo

investigativo y metodológico, a la generación de instrumentos, ya que las Encuestas de

Victimización son una valiosa fuente de información, pero pueden complementarse con

nuevas técnicas. (Hernández, 2011).

En igual sentido, las víctimas de esta problemática social, como es el DFI, se enfrentan

a diversas situaciones que en algunas ocasiones tienden a victimizar aun mas a las

personas que sufren el desplazamiento y desarraigo de sus lugares de hábitat;

evidenciándose generalmente falta de voluntad política del gobierno y las instituciones

para dar una respuesta real y efectiva al desplazamiento y garantizar el Goce Efectivo de

Derechos a los migrantes forzados. Es más, en ocasiones el temor que expresan las

víctimas, está claramente relacionado con la sensación de incertidumbre y desconfianza

en las instituciones facultadas en prevenirlo y si bien este temor no siempre tiene

correlación, lo irrefutable es que esta desconfianza está relacionada con la inadecuada

imagen de los organismos encargados de la justicia en cuanto a su ineficiencia y grado

de corrupción.

A partir de “ La Sentencia T-025, proferida por la Corte Constitucional el 22 de enero

de 2004, abarca un amplio catálogo de derechos que el juez constitucional afirma están
siendo vulnerados al interior del país, por un evidente “ estado de cosas

inconstitucional” . Afirma la Corte que el respeto y garantía de los derechos y su

desarrollo progresivo no son facultad del Estado, sino una obligación que se materializa

en el deber de acatar las normas establecidas, para garantizar la igualdad material y la

protección efectiva de los derechos. El no acatamiento de la ley por parte del Estado

constituye una falla en la realización de aquellas funciones que le son propias, por lo

cual debe adoptar medidas efectivas que se traduzcan en acciones afirmativas, dirigidas

a la atención y protección de los derechos de la población desplazada, prevaleciendo

siempre la efectividad sobre el formalismo en la formulación y realización de las

políticas públicas.”

Recuperado de: https://psicologiajuridica.org/archives/2798

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