Hace muchos años, mientras veía televisión y pasaba de canal en canal, caí en una película
convencional que trataba sobre una familia norteamericana cuyo hijo estaba experimentando los
conflictos adolescentes relacionados con el amor, la amistad y el colegio. Yo era sensible al tema,
pues mi hijo mayor contaba más o menos con la misma edad del personaje, y las situaciones
eran similares. Sucede, como todo en la vida –y más en el campo de la gerencia–, que uno es
especialmente permeable a aquellos temas que tiene en mente; o dicho de otra forma, que uno
sea más receptivo a algunos temas que son visibles en ese momento, por ser de interés
específico, mientras que otros pasan inadvertidos.
El punto es que, después de todos los conflictos vividos entre padre e hijo, generados por el afán
del padre de involucrarse en la vida del muchacho para que no sufriera lo que sabía que sufriría,
y que de todas maneras el chico sufrió... después de ello, la película terminó con la siguiente
frase de reflexión: Los tontos no aprenden de sus propios errores (y vuelven a cometerlos...), los
inteligentes aprenden de sus propios errores, pero los sabios aprenden de los errores.
Un gerente se la pasa haciendo esto: comparando con su experiencia para tomar decisiones,
especialmente cuando los datos disponibles no son la totalidad de la información requerida y hay
que tomar tales decisiones sin ninguna o poca visibilidad. De ahí que se deba tener suficiente
experiencia para ser gerente o, en su defecto, tener asesores con experiencia y tener la
disposición de escucharlos. Sin experiencias grabadas, no hay experiencia.
Cada empresa es en sí misma es un “método” que lleva a cabo un negocio y produce unos
resultados. Cuando se habla de método se piensa en que es explícito y rigurosamente
desarrollado; pero cada empresa tiene su “método”, bueno o malo, implícito o explícito, y con él
produce sus resultados, buenos o malos. En realidad con la palabra “método” aquí me refiero a
un conjunto grande de métodos que conforman ese “método” de la empresa. Cuando ofrezca un
método no piense en una receta.